35 HOMILÍAS PARA EL DOMINGO CUARTO DE ADVIENTO - CICLO A
15-27

15.

1. María en la penumbra.

Finalmente aparece en el evangelio María, la puerta por la que Dios quiere entrar en el mundo. «Resultó que ella esperaba un hijo», antes de haber hecho vida marital con José, el hombre con el que estaba desposada. María es el receptáculo del silencio. No le toca a ella desvelar el acontecimiento silencioso que ha tenido lugar entre ella y el Espíritu Santo. José, en cuya casa ella todavía no habita, lo nota. ¿Cómo podrían no haberlo notado también otros? Las murmuraciones son inevitables, pero ella no puede hacer nada para acallarlas. La gente, como dice el evangelio, ve al Niño como un hijo de José. Pero hay algo extraño en este Niño. Dios tiene tiempo, no tiene prisa; decenios más tarde los evangelios arrojarán luz sobre el misterio. Tampoco José lo ve claro al principio, está profundamente turbado: ¿cómo podría él hacerse a la idea de que es el mismo Dios el que viene a través de su esposa? El silencio de María hace que José decida repudiarla en secreto. Pero con ello la condenaría a la deshonra. Con bastante retraso, se le aclara el misterio y se le invita a recibir a María en su casa. Dios tiene tiempo, no tiene prisa.

2. Jesús en la penumbra

La segunda lectura, el comienzo de la carta a los Romanos, ha confundido a más de un lector. Jesús, así parece, es considerado como «nacido de la estirpe de David según la carne», y sólo «por su resurrección de la muerte, como Hijo de Dios con pleno poder». Las dos afirmaciones son absolutamente correctas, porque como Hijo de David él es el Mesías de Israel, y sólo a partir de su resurrección se manifiesta, tras la bajeza de su vida terrena, tras su obediencia de siervo hasta la cruz, «como Hijo de Dios con pleno poder». La gente se inquieta ante lo inaudito de su doctrina y ante el poder que tiene de hacer milagros «¿No es éste el carpintero, el hijo de María, el hermano de Santiago, José, Judas y Simón?» (Mc 6,3); «¿No es éste Jesús, el hijo de José? ¿No conocemos a su padre y a su madre?» (Jn 6,42). El que se «haga igual a Dios» (Jn 5,18), es razón suficiente para atentar contra su vida, para matarle finalmente (Jn 19,7). El Padre no interviene, todo esto pertenece al plan divino. Dios tiene tiempo, no tiene prisa.

3. La profecía en la penumbra.

De la profecía de la primera lectura se ha dicho que es el pasaje más controvertido de la Biblia (Buber). Al rey Acaz se le ofrece una señal de parte de Dios; pero la rechaza porque no quiere tentar al Señor. Isaías le reprende por este rechazo, pero Dios da una señal por medio de él. Ningún exegeta ha podido descifrar su verdadero significado. ¿Quién es la doncella o la virgen (la palabra puede significar ambas cosas)? ¿Quién es ese niño que debe llamarse Emmanuel, «Dios-con-nosotros»? ¿Es una promesa de salvación o el anuncio de la desgracia? Dios no tiene prisa. Sólo en la traducción griega del Antiguo Testamento se habla claramente de la «virgen» mucho antes de Cristo, y ahora se espera que el «Dios-con-nosotros» será el Mesías esperado. Y sólo cuando tuvo lugar el acontecimiento discreto y poco vistoso de Nazaret, quedó claro el sentido último de la profecía. Los evangelistas -una vez más con bastante retraso- descubrieron su verdadero sentido gracias a la iluminación del Espíritu. Dios tampoco tiene prisa a la hora de desvelar el sentido de sus palabras.

HANS URS von BALTHASAR
LUZ DE LA PALABRA
Comentarios a las lecturas dominicales A-B-C
Ediciones ENCUENTRO.MADRID-1994.Pág. 17 s.


16.

«PEREGRINO EN LA NOCHE»

Hay personajes imprescindibles en el adviento: Isaías, que, soñando paisajes mesiánicos, nos dice: «convivirán el lobo y el cordero, el niño meterá la mano en la madriguera de la serpiente y no le hará daño».

Juan el Bautista, vendaval irreprimible, dispuesto a «derribar colinas y rellenar hondonadas para preparar el camino al Señor». María, columna de silencio y de entrega, de fe y compromiso, relicario del adviento.

Y ¿José? ¡Ay, amigos! Con José se estremece nuestra apatía. ¡Qué peregrinaje el suyo hacia el «adviento», en plena oscuridad, sin entender nada, guiado por una fe descarnada y recia!

Julián Green escribió una importante novela: «Chaque homme dans sa nuit». Pero es que la noche de José fue de verdad negra, comparable al telón de los que creen que «la vida no tiene sentido». Leedlo despacio en el evangelio de hoy: «La madre de Jesús estaba desposada con José. Y antes de vivir juntos, resultó que ella esperaba un hijo». Ya sabéis que el matrimonio judío, se componía de dos momentos, espaciados un año entre sí. El primero, los desposorios, eran ya un verdadero matrimonio, convertía a la pareja en marido y mujer. Pero la convivencia no ocurría hasta pasado el año. Pues, bien, en ese año de espera, es cuando José percibe el embarazo de María. Sin avisos, sin preparaciones. Y se sintió «peregrino en la noche».

Martín Descalzo se pone a elucubrar sobre los distintos estados de ánimo que le habrían embargado: «No podía creerlo». Por eso, no reaccionó con cólera, ni con un deseo de venganza, sino que se sintió anonadado, en un total desconcierto.

--Pensó quizá que «María habría sido violada», en aquel viaje a Ain-Karín, tan peligroso, con caminos llenos de bandidos y desalmados.

--Pudo pensar también que aquel embarazo podía provenir de Dios. (Son muchos los comentaristas que esto piensan). Y fue entonces cuando salieron a flote las grandes virtudes de José: su respeto profundo ante lo que no entendía: su impresionante humildad «¿quién soy yo para vivir con la madre de mi Señor?» Y se reconocería indigno de acercarse a ese «misterio». Como, por otra parte, «él era justo», es decir, cumplidor de la ley, y la ley mandaba «denunciar a la adúltera», «decidió abandonarla en secreto», cargando de ese modo todas las sospechas sobre sí, todas las acusaciones. ¡Bendito José!

Ante esta página, tan difícil, del evangelio de Mateo, uno no se atreve a forzar moralejas ni conclusiones, lo más que puede hacer es quedarse en silencio, contemplando muy detenidamente, muy fervorosamente, la estremecedora elegancia y la escalofriante soledad oscura con que José vivió «su adviento». Fue de verdad el «gran peregrino de la noche». Y, después, tratar de entrar en oración, diciendo:

«Sabemos, Señor, que tú puedes venir a nosotros por caminos insospechados de dolor, o de incomprensión, o de sucesos absurdos, o de acontecimientos desesperantes. Es decir, quizá permitas que vivamos nuestro «adviento» como José: «peregrinos en la noche». Pero sabemos también que, en cualquier momento, cuando menos lo esperemos, puedes romper tu silencio y aclararnos las cosas. Como hiciste con José: «No temas en recibir a María en tu casa, porque la criatura que hay en ella viene del Espíritu Santo».

ELVIRA-1.Págs. 11 s.


17.Frase evangélica: «Él salvará a su pueblo de los pecados»

Tema de predicación: LA EXPECTACIÓN DEL ADVENIMIENTO

1. Mateo compone la genealogía de Jesús en forma de siete septenarios o semanas de generaciones. La humanidad está representada por cuatro mujeres (prostitutas, adúlteras o extranjeras): Tamar, Rajab, Rut y Betsabé. Con María aparece una nueva humanidad.

2. Según Mateo, Jesús es la culminación de una historia (genealogía) y la aparición de una nueva creación (fecundidad total por el Espíritu). En la primera creación, según el Génesis, Dios sopló sobre el mundo material; en la segunda, según el evangelio, Dios infundió su Espíritu en el seno de María. Jesús significa «Dios ayuda», «socorre» o «salva». Es el Salvador del pecado de toda la humanidad desde sus raíces; es el «Emmanuel», el «Dios con nosotros».

3. En el relato de la concepción de Jesucristo, según san Mateo, aparecen tres personajes: 1) José, el justo o recto, fiel a Dios, que espera el cumplimiento de las promesas y que es figura del resto de Israel. Al mismo tiempo, es un hombre dubitativo que tiene miedo de la cercanía de Dios; se debate entre el amor al prójimo (no puede difamar) y el amor a Dios (quiere cumplir la Ley). 2) María, obediente a la palabra de Dios y a la fecundidad del Espíritu; contribuye a que Dios nazca. 3) El ángel, la voz de Dios, que disipa las dudas, anuncia el nacimiento y encarga a José dar el nombre a Jesús.

4. La fe cristiana es fe en la acción, intervención y presencia activa de Dios: Dios está totalmente en Jesús. José, sorprendido, se fía de la voz de Dios; pasa de la inactividad (el sueño) a la acción. María cree en la eficacia del Espíritu; incorpora y hace presente a Dios.

REFLEXIÓN CRISTIANA:

¿Creemos en la presencia activa de Dios?

¿Obedecemos a la voz de Dios?

CASIANO FLORISTAN
DE DOMINGO A DOMINGO
EL EVANGELIO EN LOS TRES CICLOS LITURGICOS
SAL TERRAE.SANTANDER 1993.Pág. 96 s.


18.

En este domingo que precede a la fiesta de Navidad, tal vez sea conveniente referirse al género literario que reviste las lecturas evangélicas de estos días. Según los expertos, los autores de los relatos de la infancia no pretenden darnos fragmentos o anécdotas de una biografía histórica (tipo documental televisivo), sino proclamar su fe y alimentar la nuestra. Los evangelios no son biografías de Jesús. Alimentar en los oyentes la interpretación literal de lo escrito lleva a distorsionar gravemente la Biblia y conduce a extraños absurdos. Normalmente, a todas las grandes figuras históricas les acompañan las «historias de nacimiento». La lista de ejemplos sería interminable (Alejandro Magno, César, Buda, Zoroastro, etc.). El impacto que causaron estas personas siendo ya adultos inspiró, tras su muerte, relatos sobre su origen cargados de hechos maravillosos (madre virgen, estrella, persecución, etc.) que anunciaban y delataban lo que se escondía en aquel niño. El significado del adulto se proyecta hasta su niñez. En el texto evangélico que hoy comentamos (la anunciación a José), sería deformar la intención del escritor deducir conclusiones biográficas concretas sobre María y su esposo. Mateo no trata de decirnos «qué pasó externamente», sino qué significa la persona de Jesús, quién es y de dónde procede. Como el escriba sabio (Mt 13,52) que saca de su arca lo nuevo y lo viejo, trata de explicar el «Nuevo Testamento» relacionándolo con el Antiguo, hace una lectura cristiana de las Escrituras actualizando el dato bíblico en función del presente. La narración no pretende darnos a conocer peripecias humanas, ni siquiera mostrar la grandeza moral de algunos personajes que intervienen en el relato, sino quién es Jesús. Para los que le vieron físicamente estaba fuera de duda que era un hombre, por ello lo que debía ser explicitado era lo que él tiene de «muy especial».

Sería lamentable que nuestro discurso reduzca, en definitiva, las fiestas de Navidad a una mera celebración romántica y enternecedora en la que se reclama una mayor solidaridad entre los hombres. La forma literaria de Mateo y Lucas se presta a ello, pero no podemos tomar estos textos como maravillosos cuentos de hadas ignorando la profundidad de su mensaje. El sentido cristiano de la Navidad es más profundo que todo eso. Estos días son, ante todo, la proclamación creyente de que Dios se hace presente en la vida humana mostrando su solidaridad con los hombres.

Alguien ha comparado estos relatos de la infancia a los fotogramas de presentación de una película cinematográfica. Mientras se nos van dando los nombres de los protagonistas aparecen algunas imágenes y temas musicales que nos van introduciendo en el tema. Sólo avanzada la proyección nos damos cuenta del verdadero significado de las imágenes iniciales.

Puede decirse que la Palabra de Dios se »hace carne» en el creyente. Esto, al igual que en el caso de María, sucede por obra del Espíritu Santo. Dios entra y comienza a crecer en nosotros. Por nuestra parte, en primer lugar, hemos de «gestar» bien esta Palabra hasta poder decir como el apóstol «no soy yo quien vive, es Cristo quien vive en mí».

El segundo paso es «darla a luz». Colocarla viva en nuestro mundo concreto. Así Dios se hace presente en lo cotidiano de la historia humana. Santa Teresa diría que anda incluso entre nuestros pucheros. «Día y noche van tus ángeles, Señor, conmigo» es la confesión cantada de esta realidad. El Espíritu de Jesús no es sólo pan vivificante sino pan tierno (del día) que responde perfectamente a las necesidades del momento. Hoy, cuando el verbo «salvar» se aplica sólo a salvamentos puntuales, bien podría traducirse el nombre de Jesús como «Dios es el sentido, la meta hacia la que nos dirigimos.

Para que la asimilación interior de la Palabra por parte del creyente sea la adecuada, ha de saber reconocer su presencia. Algunos lo llaman «sabor a evangelio». No debe suceder nuevamente que venga a los suyos y los suyos no le reciban. Desde luego que para captar ese «sabor» hay que masticar asiduamente el Nuevo Testamento. La cultura de cada momento y lugar debe ser el vehículo imprescindible de la Palabra, pero es un grave error confundir ambas realidades.

No pocas veces, encontramos a nuestra Iglesia luchando por intentar mantener una cultura pasada en lugar de encarnar la Palabra en las realidades actuales. Es necesaria una evangelización nueva. Al igual que sucede con el sol en esta época del año, la Luz tiene que ir venciendo a las tinieblas.

Si celebramos sinceramente el acercamiento solidario de Dios a toda la humanidad (Emmanuel) es lógico que esto suscite en nosotros unas determinadas actitudes prácticas acordes con lo celebrado. El acercarnos solidariamente a los demás es la primera de ellas. Construir un «nosotros» auténtico, sin fronteras. Ha de abarcar simultáneamente círculos cada vez más amplios: esposos, familiares, amigos, vecinos, compatriotas, humanidad entera y naturaleza. Más allá de las confesionalidades religiosas, se puede decir que donde no hay solidaridad no hay presencia de Dios. Nuestra fe personal, nuestras eucaristías comunitarias y el estilo de nuestra Iglesia han de dejarse juzgar continuamente por este test fundamental.

¿Nos hemos parado a reflexionar con un mínimo de seriedad qué celebramos realmente en la Navidad?

¿Tenemos ilusión porque la Palabra de Dios se haga cada vez más carne de nuestra carne?

¿Es para nosotros la encamación de Dios un estímulo que nos mueve a fomentar las relaciones de amistad cada vez con más personas?

¿Es nuestra fe lo suficientemente personal como para que podamos dialogar en profundidad sobre ella?

EUCARISTÍA 1995/58


19.

El nacimiento de Jesús fue de esta manera: La madre de Jesús estaba desposada con José y, antes de vivir juntos, resultó que esperaba un hijo por obra del Espíritu Santo.

Dios se da a conocer siempre en clave de sorpresa. Se manifiesta cuando el hombre está en disposición de vivir una nueva ética, la del amor; es decir, cuando superando los niveles de la justicia, de la ley que dicta y condena, asume por fe el amor que respeta y salva. El nacimiento de Jesús fue milagroso; pero hay que decir que todo milagro, por la fe que requiere, es cualquier cosa menos un show.

Lo que de extraordinario y desbordante pueda tener para el no creyente el instante, el momento, en que se hominizó la materia, lo tiene para el creyente ese instante en que Dios se hizo hombre, íntimo y entrañable al engendrarse en las entrañas de una doncella judía. Si extraordinario es que la química del carbono acabe en biología y ésta en biografía, no más extraordinario es que un hombre sea Dios porque Dios se hizo hombre. Desde la química del carbono a la divinidad y desde la temporalidad a la eternidad es el itinerario que contempla y tiene que recorrer el creyente desde su fe.

José, su esposo, que era bueno y no quería denunciarla, decidió repudiarla en secreto. Pero apenas había tomado esta resolución, se le apareció en sueños un ángel del Señor . . .

El hoy de Dios llega cuando uno menos lo espera, ni lo sospecha y debe ser acogido por un «sí» aunque me pese o desbarate mis planes. Cuando Dios se acerca, cuando uno descubre la voluntad de Dios, lo demás palidece.

...Que le dijo: José, hijo de David, no tengas reparo en llevarte a María, tu mujer, porque la criatura que hay en ella viene del Espíritu Santo. Dará a luz un hijo, y tú le pondrás por nombre Jesús, porque él salvará a su pueblo de los pecados».

El amor es comunicación, confidencia que espera como respuesta la obediencia y la fidelidad.

Imposible amar y no hablar, comunicar, decir. . .

Imposible amar y no obedecer, acatar, servir. . .

Dios se hace presente en el amor y por el amor.

Todo esto sucedió para que se cumpliese lo que había dicho el Señor por el profeta: «Mirad: la virgen concebirá y dará a luz un hijo, y le pondrá por nombre Enmanuel (que significa: Dios-con-nosotros)».

El cristianismo pertenece a aquellos que están capacitados para creer que lo inverosímil es posible, factible, y están dispuestos hasta poner su vida en juego para que este sueño se haga realidad.

Cuando José se despertó hizo lo que le había mandado el ángel del Señor y se llevó a casa a su mujer.

El amor se manifiesta cuando una persona es capaz de sacrificar sus puntos de vista, sus proyectos o ambiciones para aceptar una elección o suerte distinta, cuando se olvida uno de sí mismo y piensa, vive y siente en los demás.

El destino de un hombre no es ser feliz o desdichado, rico o pobre, productivo u ocioso, inteligente o estúpido, alegre o desolado; es aceptar cada desafío y cada oportunidad que la vida te pone delante, para vivir la vida tan plenamente como lo puede hacer un buen hombre.

Y sin que él hubiera tenido relación con ella, dio a luz un hijo; y él le puso por nombre Jesús.

La macrohistoria de la Salvación se escribió desde pequeñas, particulares y personales historias. Se escribe desde la vida de aquellos que se prestaron a hacer de su vida una historia de salvación acogiendo la Palabra de Dios y cumpliéndola, porque el creyente está llamado a servir y colaborar en el plan de salvación universal. El creyente ha de descubrir en la oración su lugar y su momento de servicio.

(Nadie puede jamás vivir cualquier vida que no fuera la que escogió. Dios eligió a José, José eligió la cuesta pero Dios le ayudó a subirla).

Jesús nace allí donde y cuando un hombre descubre que por encima de la ley está la fidelidad, la obediencia y el amor a Dios.

La ley es un vehículo obsoleto, pobre y pasado, para el encuentro con Dios. Desde que Jesús vino a este mundo y de la manera en que lo hizo no podemos ya conformarnos con cumplir la ley, lo ordenado y establecido. La justicia nos dice que hay que hacer a los demás lo que nos gustaría que nos hicieran y darles lo que les es propio. El amor dice: haz a los demás lo que necesitan que les hagas, dales lo que necesitan y no esperes recompensa. Mateo relata la historia del nacimiento de Jesús como una historia de obediencia y amor. El amor es causa y, a la vez, efecto en esta historia. Dios se hace hombre por amor y para enseñarnos a amar. De ahí que el amor sea una virtud teologal. Quien ama entra en la experiencia de lo que es Dios.

En el amor Dios se humaniza y en el amor el hombre se diviniza. En el amor Dios y el hombre se funden y confunden en un «Dios-con-nosotros», en Jesús, en el Enmanuel. Por eso la Navidad es la fiesta del amor. Con la Navidad enterramos el viejo sistema de la ley para dar paso al amor como vehículo de relación con Dios.

BENJAMIN OLTRA COLOMER
SER COMO DIOS MANDA
Una lectura pragmática de San Mateo
EDICEP. VALENCIA-1995. Págs. 13-15


20.

Is 7, 10-14: Este texto se halla contenido dentro de los seis capítulos (7 a 12) de Isaías, cuyo conjunto se denomina "libro del Enmanuel". El signo del "niño nacido o por nacer" es el hilo que organiza y engarza los seis capítulos y hace de ellos una unidad. El texto expresa un oráculo de anunciación. Está enmarcado por un hecho histórico. Jerusalén va a ser atacada por el reino del norte, Israel y por Siria. Sus reyes Rasín y Pécaj acampan cerca para sitiar la ciudad. Entonces Dios envía a Isaías para anunciar a Acaz, Rey de Judá, que tenga calma, que no sucederá tal ataque a Jerusalén. Ordinariamente las anunciaciones o avisos ofrecen un "signo" o prueba que garantice la palabra dada. (Lc 1, 36). El signo aquí es un niño que va a nacer: el futuro rey Ezequías; y la Virgen que quedará embarazada es la joven esposa del Rey Acaz, que todavía no ha tenido su primer hijo. En la versión de los Setenta, la palabra "joven" se tradujo como "Virgen". La tradición cristiana atribuye este texto a María y así lo ha vivido la liturgia. El niño por nacer, como legítimo descendiente de la dinastía davídica es señal de esperanza y bendición. Las bendiciones de la tierra adelantaron la gran bendición del Redentor.

Rom 1, 1-7: Este texto constituye la introducción y saludo de la carta a los cristianos de Roma. Pablo, o quien lo escribió, adopta un tono solemne de gran exordio. Más que un saludo parece la inauguración de una asamblea. Tiene el texto tres partes bien distintas: Remitente, destinatarios y deseos.

Remitente: Pablo se presenta como el llamado y el escogido para proclamar la buena Noticia, el Evangelio. Esta noticia consiste en el mismo Jesucristo, muerto y resucitado, constituido Señor e Hijo de Dios por el Espíritu Santo.

Destinatarios: Los paganos, y entre ellos los romanos, amados de Dios y llamados por Cristo para ser santos.

Deseos: para ellos la paz y la gracia, es decir el amor de Dios y su presencia.

Mt 1, 18-24: El texto nos narra la manera extraordinaria cómo se realiza la concepción de Jesús. El autor, probablemente un judío helenista, se muestra respetuoso de las leyes y normas judías. Como buen judío resalta el protagonismo del varón. Hay un contraste evidente con el evangelio de Lucas. En Lucas María recibe el anuncio del Angel; aquí es José quien recibe el anuncio en sueños. La dificultad y el problema de un embarazo sin concurso de varón recae en María en el evangelio de Lucas: "¿Cómo podré ser madre si no tengo relación con ningún hombre?" (Lc 1, 34). Aquí el problema se centra en José: "José, que era un hombre excelente, no queriendo desacreditarla, pensó firmarle en secreto un acta de divorcio" (Mt 1, 19). En Lucas es María quien da el nombre a su hijo: "Darás a luz un hijo, al que pondrás el nombre de Jesús" (Lc 1, 31). Aquí es José quien debe poner el nombre al niño: "Ella dará a luz un hijo al que pondrás el nombre de Jesús" (Mt 1,21).

El relato cita el texto de Isaías 7, 14 recogiendo la traducción de los Setenta y la tradición de la primitiva Iglesia, que atribuye estas palabras a María. Queda así legitimada la lectura mesiánica y mariana del oráculo de Isaías.

El relato desarrolla con toda claridad que la maternidad de María no es obra de José, sino del Espíritu Santo. Por dos veces afirma que no hubo relaciones de pareja: "antes de que vivieran juntos quedó esperando por obra del Espíritu Santo" (Mt 1,18). "Y sin que tuvieran relaciones dio a luz un hijo" (Mt 1,25). Hay en el autor una intención apologética al defender el nacimiento virginal de Jesús, quizás contestando a ciertas opiniones que empezaban ya a difundirse sobre este asunto. El nombre del niño, Jesús, traducción del hebreo "Jechuá", significa "Salvador". Nace para salvar de los pecados, de todos los pecados, y de todo el pecado: se trata pues de una salvación integral, que lo abarca todo. Queda así aclarada la procedencia y la misión de Jesús.

Para la conversión personal

¿Cómo voy a vivir esta semana de adviento-navidad?

¿Cómo voy a acoger el misterio del Dios humanado en Jesús?

Para la reunión de comunidad o grupo bíblico

-¿Qué quiere decir realmente el hecho del nacimiento virginal de Jesús? ¿Es una afirmación, de qué género: físico, biológico, histórico, teológico...?

-¿Cómo conciliar el nacimiento virginal de Jesús, tan especial, y la voluntad de Dios de encarnarse y anonadarse, "pasando por uno de tantos"? ¿Están en contradicción?

Para la oración de los fieles

-Por todos los hombres y mujeres del mundo, especialmente por los más necesitados, para que un día acojan la venida del Enmanuel, Dios-con-nosotros, roguemos al Señor

-Para que nuestra vida sea testimonio de la eficacia de la venida de Dios en Jesús...

-Para que el ambiente social navideño vaya acompañado en nuestras vidas por una vivencia intensa del misterio de la navidad...

-Por todos los que están lejos de sus hogares, o no tienen familia, o están en soledad obligada o voluntaria; para que experimenten la comunión y el amor por encima del cerco soledad que les rodea...

-Para que el ambiente de la navidad propicie en nuestros hogares el necesario clima de amor y ternura que durante la vida diaria tenemos olvidado con frecuencia...

Oración comunitaria

Dios, Padre Nuestro, que en Jesús nos has dado tu Palabra, hecha carne y sangre, fuerza y ternura, muerte y resurrección; te pedimos nos des la fuerza necesaria para seguir sus pasos por el camino que él nos trazó para llegar hasta ti. Por Jesucristo Nuestro Señor.

SERVICIO BIBLICO LATINOAMERICANO


21.

SITUACIÓN LITURGICA.

Se termina el camino del Adviento, es decir, el proceso de profundización y de intensificación de la esperanza. Esta se hace vivo deseo y oración confiada: Cielos, destilad el rocío; nubes, derramad al Justo... (ant. intr.). Hoy sigue siendo Adviento y los signos deben expresarlo, pero todo el clima de la celebración deriva hacia la Navidad que se acerca. El ambiente de estos días ya participa de la fiebre navideña, tanto dentro como fuera de la iglesia; incluso debemos anunciar las celebraciones especiales de Navidad. Todo puede ser utilizado, y debe serlo, como paso último del Adviento.

JESUS, CUMPLIMIENTO SORPRENDENTE DE LA ESPERANZA.

Hagamos una última reflexión sobre la esperanza humana. "Cielos, destilad el rocío". Leemos en esta entrañable plegaria de Isaías la esperanza y el deseo de todos los hombres, de toda la historia y de cualquier parte, especialmente de los que sufren. Los hombres deseamos y esperamos, aunque a menudo concretamos nuestro deseo en banalidades o incluso en mezquindades e inhumanidades. Todo, en su raíz, es deseo de Dios. Más aún, Dios mismo ha puesto en el corazón humano esta sed que nunca se apaga; es la sed de la Vida verdadera, que es él mismo.

Dios ha dicho "sí" a toda esta esperanza humana; su "sí" es Jesús, el Señor. Este es el Evangelio de Dios (2. Iect.). Probablemente el camino inverso es más exacto: a la luz del misterio de Jesús entendemos el sentido último de todos los deseos débiles que llenan el corazón humano. Esta experiencia está tan firme en el corazón del cristianismo que a veces la pasamos de largo.

Otro acento central aún: la realización de Dios no tiene casi nada que ver con nuestros deseos o nuestras evidencias; es Jesús de Nazaret, hijo de María, nacido, según la carne, de la estirpe de David; constituido, según el Espíritu Santo, Hijo de Dios, con pleno poder por su resurrección (2. Iect.). Toda la liturgia de hoy evoca la sorpresa, incluso la desorientación. El camino de Dios responde verdaderamente a la expectación humana, aunque los hombres esperamos otras cosas. Jesús, Hijo de Dios, revela el hombre a los hombres. Le pondrás por nombre Jesús, porque él salvará a su pueblo de los pecados (Ev.). La verdadera salvación es "salvar de los pecados", es decir, liberar del egoísmo, de la ley, del miedo a la muerte, hacer hombres nuevos en el Espíritu. El fue el primero, por su muerte y resurrección.

LA VIRGINIDAD DE MARÍA, MADRE DE DIOS.

Este es uno de los temas delicados de la tradición cristiana, especialmente incómodo para la sensibilidad actual. El fragmento evangélico de hoy (Mateo), escrito desde la perspectiva de José, conduce a este final: "Todo esto sucedió para que se cumpliese...: la Virgen dará a luz un hijo y le pondrá por nombre Emmanuel" (Ev.). Lucas subraya lo mismo, desde la perspectiva de María. Naturalmente, no hace falta hacer elucubraciones eruditas, pero sí subrayar el sentido propio de la tradición cristiana, especialmente estos días de Navidad. La virginidad de María no responde a una sospecha o subestimación del amor humano, el matrimonio o la sexualidad; es signo de la filiación divina de Jesús -es Hijo de Dios- y de la iniciativa amorosa de Dios en la obra de la salvación -María esperaba un hijo por obra del Espíritu Santo (Ev)- que trastorna las categorías humanas. En el fondo, la sorpresa ante la virginidad de María tiene sentido en el conjunto de la verdadera y única sorpresa de la obra de Dios: la muerte y la resurrección del Hijo de Dios.

LA FIDELIDAD DE JOSÉ.

José fue un hombre bueno y justo. Probablemente José es una de las figuras evangélicas más maltratadas por nuestra tradición popular, pinturas románicas y representaciones teatrales navideñas incluidas. El evangelio expresa el sentido de su fidelidad: acepta llevarse a María, y no repudiarla, a ella que esperaba un hijo por obra del Espíritu Santo, y acepta hacer de padre -le pondrás por nombre Jesús (Ev.); como descendiente de David, enlaza a Jesús con la linea davídica y abrahámica, tal como indica el final de la genealogía de Mateo: Jacob engendró a José, el esposo de María, de la cual nació Jesús, llamado Cristo" (Mateo 1,16). Aceptar hacer de esposo y de padre concluye el ciclo de fidelidades humanas -con Jesús y María- sobre las que se encarna la iniciativa salvadora y amorosa de Dios. El Don Gratuito de Dios, previo y total, necesita la pequeña aportación de la fidelidad humana, y esta fidelidad ya es el primer fruto del Don.

QUE ESTE PUEBLO SE PREPARE... A CELEBRAR EL MISTERIO DEL NACIMIENTO DE TU HIJO (poscomunión).

Estamos terminando el Adviento. Ha sido una preparación para celebrar la presencia salvadora de Dios entre los hombres, realización plena y gozosa de nuestra esperanza. Dios-con-nosotros, el gran misterio del amor y la vida, se realizó en Jesús y condujo a María y a José hacia el fervor de que habla la poscomunión, una fidelidad sencilla y fuerte. Así debe culminar también nuestro Adviento. Debemos abrir el corazón a la presencia renovadora de Dios que nos lleva a la vida. Y esto tiene un criterio entrañablemente cristiano: el servicio a los demás. En nuestro trato con los demás vivimos un gran misterio, el mismo que acogieron María y José, el de la vida nueva en Dios. Amar a los demás, perdonar, dialogar, ser magnánimo, recomenzar una relación débil, ser generoso, comprender, no rehusar, luchar por la justicia, trabajar por la paz, movilizarse por los necesitados... es la Vida Nueva en Dios, que Jesús llevó a la plenitud.

GASPAR MORA
MISA DOMINICAL 1998/16 13-14


22.

- La oración de hoy

Cinco dias nos faltan para la gran fiesta de Navidad y en este último domingo de Adviento bueno será que pidamos a Dios Padre, con seriedad, que no se nos escape, que no nos pase de largo rozando sólo la superficie de nuestra vida, la gracia de Navidad. Porque en estos dias hay y habrá en nuestras familias, en las calles, en todo el ambiente, aires de fiesta. Y esto es bueno porque la fiesta y la alegría es una bendición de Dios. Pero, al mismo tiempo, hay una presentación superficial, engañosa, de lo que significa la Navidad (por ejemplo, en algunos anuncios que nos ofrece la televisión). Banalizar, frivolizar, el nacimiento de Jesucristo es tomar el nombre de Dios en vano. Pero no ganaremos nada criticando a quienes vacían de sentido a la Navidad. Preocupémonos de nosotros. Y situémonos con hondura y verdad ante el Señor que viene.

- El desconcierto de José

Las lecturas de hoy -especialmente la primera y el evangelio- evocan una notable sorpresa, incluso una cierta desorientación, ante el modo como Dios actúa. Y es que la gran lección de la Navidad es que Dios responde muy de verdad, muy hondamente, a las esperanzas, expectativas y anhelos humanos. Pero su modo de hacerlo, el camino que escoge, puede sorprendernos, incluso descolocarnos. Y, si no estamos atentos, puede que ni nos enteremos.

Fijémonos en el caso de José. José merece mucho respeto. ¿No habéis conocido a algunas personas sencillas, de mirada clara, de corazón generoso, que nada piden para sí y tienen siempre la puerta abierta para los demás? Así era José. Y, sin embargo, queda desconcertado, descolocado, ante la sorprendente situación de su prometida, tan querida, la joven Maria. Busca una salida que no ofenda ni comprometa a nadie. Pero Dios le dice que no es este el camino.

El camino es comprometerse. Es asumir que Dios actúa en nuestra vida más allá de nuestras expectativas, normas y costumbres. Que Dios es sorprendente. Las grandes expectativas del pueblo de Israel, anunciadas por los profetas, se realizarán en aquella jovencita de Nazaret, que ha concebido un niño por obra de la iniciativa gratuita de Dios, del Espiritu Santo.

- Maria, Virgen

El Hijo de Dios, la respuesta de Dios a los más serios y hondos anhelos humanos, nace de una jovencita virgen. Es una afirmación que quizá hoy pueda sorprender e incluso chocar -o aún escandalizar- en nuestra mentalidad. La virginidad no es hoy valorada. Y, sin embargo, desde siempre, en los evangelios, y en toda la tradición cristiana, se nos habla de Maria virgen.

¿Qué significa? Digamos ante todo que hay un modo equivocado de entenderlo. Sería el de imaginar que ello se identifica con un desprecio y aún una condena del amor humano, del matrimonio, de la sexualidad. Sería una contradicción porque todo ello es creación de Dios, es voluntad y bendición de Dios. Si a veces, en otros tiempos, se presentó así, hay que afirmar que ello es traicionar la voluntad de Dios que así creó al hombre y a la mujer y bendijo su unión.

La afirmación de la virginidad de Maria significa otra cosa muy distinta. Es la sorprendente iniciativa de Dios para inserirse y entroncarse en la historia humana, en la carne de la humanidad. Todo es gratuidad, acción de Dios. Que, por amor, escoge a aquella joven llamada Maria porque se ha abierto sin reservas ni condiciones a la venida del Espiritu de Dios. Jesús nace como fruto y comunión entre el sorprendente amor de Dios para con todos los hombres y la sencilla confianza generosa de Maria que salta por encima de todas las convenciones humanas y da un sí total. Jesús nace fruto del amor de Dios y de la fe de Maria. Eso significa la virginidad de Maria.

* * *

Permitid que acabe como he empezado: con una invitación a que todos y cada uno de nosotros, sepamos, pedir hoy, con seriedad y hondura, que no se nos escape la gracia de Navidad. Que Maria de Nazaret, y también el bueno de José, nos enseñen cómo acoger la venida del Niño. Una venida siempre sorprendente, quizá desconcertante. Sorprendente y desconcertante porque viene a fecundar nuestras entrañas.

A fecundarlas y así abrirnos a la alegría compartida, al perdón sin exclusiones, a saber dialogar sin imponernos, a reanudar relaciones deterioradas, a ser generosamente comprensivos y magnánimos, a ocupar nuestro lugar en la lucha por la necesaria justicia, a trabajar sin desmayo por la paz, a dar corazón, mano y dinero a los necesitados. Y, finalmente pero no menos necesario, a acoger al Niño en nuestros brazos y pedirle que siembre en nosotros aquel amor del Padre que él viene a comunicarnos. Esa será, hermanas y hermanos, la gracia de Navidad.

EQUIPO MD
MISA DOMINICAL 1998/16 17-18


23.

1. Lecturas de la Misa del día

Isaías 7, 10-14 : "Mirad : la virgen está encinta y da a luz hijo, y le pone por nombre Emmanuel (que significa "Dios-con-nosotros") "

Carta de san Pablo a los Romanos 1, 1-7 : " Este Evangelio {que predico}... se refiere al Hijo de Dios,... nacido, según la carne, de la estirpe de David.."

Evangelio. Mateo 1, 18-24 : "{Escucha}José... María, tu mujer,... dará a luz un hijo, y tú le pondrás por nombre Jesús, porque él salvará a su pueblo..."

2. Preludio : Dios da nombre, también al Mesías

Entramos en la cuarta semana de Adviento, que este año nos pone en el pórtico de la Navidad. La liturgia, como siempre, se muestra acorde con el momento psicológico y espiritual de quienes hayan venido pulsando cuerdas íntimas de su esperanza, haciendo reflexión profunda, realizando gestos de austeridad voluntaria, sometiéndose a ascesis de pobreza para favorecer a hermanos más necesitados, participando en encuentros y lecciones de solidaridad, proclamando el ideal de formar un "mundo y sociedad a la medida del hombre" ...

En este domingo se da respuesta al interrogante que los discípulos de Juan dejaron abierto en el precedente: ¿eres tú el que esperamos..? La respuesta es afirmativa. Y lo es con unos pormenores interesantísimos. El libro que llamamos "del Emmanuel", dentro del gran libro de las profecías de Isaías (cc. 7-12), nos adelanta que el Mesías será hijo de una doncella y que Dios le dará nombre propio: Emmanuel, Dios-con-nosotros. Y, a su vez, Dios Padre, a través de un sueño que desvela a José, esposo de María, dice a éste que el hijo las entrañas de María, concebido por obra del Espíritu Santo, será el Emmanuel, Dios-con-nosotros, bajo la denominación de Jesús, el salvador de su pueblo, el que lo librará del pecado ....

Por esa vía, al trasluz de toda la revelación, hoy la Palabra tiene triple efecto en nostros:

- ilumina nuestra fe: Jesús, el que va a nacer, es el Mesias, el Emmanuel, el Dios cercano y encarnado, el que nos salvará;

- colma nuestra esperanza: el Mesias, Jesús, ya está a la puerta; el momento de su aparición será el del alumbramiento de María Virgen;

- invita al amor, al gozo, a la fiesta: somos hijos amados de Dios, y con Dios Hijo, encarnado, haremos la ruta de la vida por senderos de paz.

3. Doncella encinta, signo de Dios para reyes, y profecía

Los cristianos hemos aprendido de la Iglesia, de sus sabios, teólogos, maestros.., a leer los mensajes del Antiguo Testamento a la luz de su cumplimiento en el Nuevo, en Jesucristo. Eso es un privilegio, y puede ser también un riesgo. Privilegio, porque en esa perspectiva nos resulta más fácil captar cómo en la Palabra revelada van avanzando y explicitándose los contenidos del mensaje de Dios a los hombres. Riesgo, porque podemos caer en la tentación de agarrarnos a literalismos interesados de interpretación, a rigorismos críticos o a fantasías de lectura...

El equilibrio y discernimiento son y serán siempre buenos consejeros: no quedarnos en el pórtico de la verdad, por temor a ella, ni manipularla a nuestro capricho.

El párrafo que hoy tomamos del profecta Isaías puede servirnos de ejemplo, ya que es posible leerlo desde varios puntos de vista.

-Lectura histórica. Vemos a un rey de Judea, Acaz, presionado fuertemente por el reino del Norte (aliado de Damasco y Siria) para que forme con ellos un solo cuerpo de ejército frente al poderío de Asiria... Acaz no ve claro qué debe hacer, pues, si les hace caso, pondrá en peligro a la dinastía davídica en el Sur, y eso es muy serio. El profeta Isaías, enterado, le amonesta y le fuerza a que se mantenga aislado, y, a su modo hebrero, le arguye doblemente: mira, las amena-zas del norte no se van a cumplir, y, además, Dios te envía un signo positivo a tu favor: ¿sabes que una de tus doncellas (es decir, una de sus cortesanas, o acaso su esposa), la que no concebía, está encinta? ¡Albricias..! ¡Esto es signo de paz y ventura..! ¡Dios, contigo!

- Lectura religiosa. La tradición cristiana, alimentada principalmente por la alusión que hace a esta escena el evangelio de San Mateo (cap.1), ha creído encontrar en ese signo interpre-tado religiosamente por Isaías, un sentido más rico que el meramente histórico: se trata de que en la visión profética de Isaías la continuidad davídica -que pasa por el hijo-rey de la doncella- no se agota en él sino que llega hasta otra doncella encinta que Dios tiene predestinada, la Virgen María, que concebe a Jesús.

- Lectura arriesgada y fantasiosa. Sería aquélla según la cual la visión profética de Isaías se refiere sólo y únicamente a María, la doncella de Nazaret ...

¡Pensemos cuánta belleza ha encontrado la piedad cristiana en esa visión bíblica-teológica de las dos doncellas encinta! Las dos tienen su gloria y su obra en sus hijos-reyes. Y , sobre todo, María la tiene en Jesús y en su Evangelio o Buena Noticia de salvación, no sólo para la estirpe de David sino para todos los pueblos.

4. Jesús y el evangelio de Pablo y nuestro

En continuidad con la última frase del párrafo precedente, es curioso observar cómo san Pablo hace un esfuerzo, tanto lingüístico como teológico, para que le entiendan las gentes a las que se dirige y que no están preparadas para captar la novedad de Jesucristo, el Mesías.

Hizo muy en obrar de ese modo, y nos dio ejemplo, por dos motivos: primero, porque Evangelio (Buena Nueva) era palabra casi desconocida en el Antiguo Testamento y a los fieles de Israel no les sonaba, no les transmitía mensajes claros, y había que lograrlo; segundo, porque la Buena Noticia anunciada por el evangelio era que el Mesías profetizado era Cristo Jesús, y que éste era el Hijo de Dios, quien, en humanidad, fue concebido y nació de las entrañas de una mujer, desposada con José, de la estirpe de David ...

Para Pablo, la encarnación del Hijo de Dios en el seno de María, el misterio del Hijo en el seno de la Trinidad, y el realismo de la Buena Noticia proclamada en Jesús y por Jesús a todos los hombres, son piezas fundamentales que todo creyente, como él mismo, ha de comunicar al ser enviado a la Misión ....

5. Fe cristiana y narración literaria de la concepción virginal

En cuanto al hermoso relato que ofrece el Evangelio según San Mateo sobre la "concepción de Jesucristo" en las entrañas de la Virgen María, y sobre la revelación/aclaración de la misma a San José, en sueños, el predicador no entra en disputas con especialistas:

-sobre el misterio que se halla en el fondo de la "concepción virginal de Jesús";

-sobre la tradición de todas las religiones que han gustado de tejer una trama especial en la génesis de sus máximas figuras;

-sobre el papel de legalidad cumplido por san José, del linaje de David;

-sobre las burlas y calumnias que los fieles tendrían soportar en la primera comunidad al confesar su fe en la concepcion virginal ...

Al predicador le basta con leer teológicamente la narración en la cual se recoge probablemente la fe de pueblol cristiano que aceptó desde el primer momento la acción de Dios en la obra de la Encarnación... Las dudas de San José pueden coincidir con la sorpresa que produce en cualquier persona un modo de concepción que no sea totalmemnte el natural... Y la iluminación que a José le da el Espíritu puede coincidir con la explicación del hecho tal como se se da en la catequesis del pueblo creyente, relacionando la concepción virginal de Maria con el signo de la doncella, tal como lo narró Isaías. El conjunto de esa hermosa narración sería una forma literaria de expresar el hecho misterioso de que Jesús, el Salvador, es el Hijo de Dios encarnado, nacido de Santa María Virgen...

DOMINICOS
Convento de San Gregorio. Valladolid
Orden de Predicadores


24.

EL SEÑOR ESTA VINIENDO

DIOS ESTA CON NOSOTROS: EMMANUEL. MARIA DEJA DE SER NIÑA Y COMIENZA A SER MUJER, QUE PERMITIRA ENTRAR AL EMMANUEL EN ESTA TIERRA BENDITA POR EL Y POR ELLA.

JOSE, TROCADA LA ANGUSTIA EN GOZO POR SU PARTICIPACION EN EL ORDEN HIPOSTATICO, TRANSMITE AL NIÑO JESUS LOS DERECHOS MESIANICOS, COMO DESCENDIENTE DE LA CASA DE DAVID.

1 En el año 740 a de C., los reyes de Siria e Israel subieron a la ciudad de Jerusalén, capital de Judá, con ánimo de expugnarla, pero no pudieron apoderarse de ella. Ante el asedio, Ajaz, rey de Judá y su pueblo se estremecieron: "Se agitó su corazón y el de su pueblo como se agitan los árboles del bosque con el viento". El Señor tranquilizó por medio de Isaías al rey y le anunció que el reino permanecerá. Yahve se compromete a ayudarle, y a través de Isaías, le pide que tenga confianza en el Señor y no en las coaliciones humanas. El reino subsistirá. El reino será eterno. Y le da una señal: la virgen está encinta de Emmanuel. Dios estará con nosotros (Isaías 7,10).

2 El amor inmenso de Dios, el que no cabe en el mundo tan amado por él, "el Rey de la gloria, va a hacer su entrada en el mundo: Viene para establecer su justicia y santidad. Vengamos a su presencia y digámosle: "Somos el grupo que te busca, Señor, y desea tu bendición" (Salmo 23).

3 San Pablo nos quiere demostrar que el nacimiento de Jesús ha de provocar una renovación de la vida religiosa. Toda la espera de Israel está centrada en El. Por Jesucristo, de la estirpe de David, con pleno poder por su resurrección de la muerte, hemos recibido el don y la misión de traer a la fe a todos los gentiles, para formar su pueblo santo (Romanos 1,1).

4 Emmanuel necesitaba una familia. Un matrimonio en el que reinara el amor, para poder nacer, crecer ser amado y amar, desarrollarse con normalidad y en paz. María y José son dos jóvenes encantadores que se aman. María estaba desposada con José, pero aún no vivían juntos. Su noviazgo, según la Ley judía, era ya un compromiso definitivo. El matrimonio no iba a ser un obstáculo para que estos jóvenes vivieran una profunda vida de unión con Dios, a la vez que cumplían el mandato del Creador de crecer y multiplicarse. La intervención de Dios hace que fracase en parte el proyecto de los hombres. María acaba de salir de la niñez. Es una adolescente, que acaba de alcanzar la pubertad. Aunque Dios nunca tiene prisa, no quiere ya demorar más tiempo su llegada al mundo.

5.Pero el amor admirable de María y José se va a convertir en drama: San Mateo narra el nacimiento de Jesucristo como un hecho absolutamente milagroso: "La madre de Jesús estaba desposada con José y, antes de vivir juntos, resultó que ella esperaba un hijo, por obra del Espíritu Santo" (Mateo 1 1). Lo que los siglos habían esperado, ya estaba aquí. El poder creador de Dios infinito se ha manifestado en el seno de María.

6. Según la ley judía, el contrato matrimonial entre José y María se había sellado seria y firmemente. Sólo faltaba la ceremonia de la boda, que tenía su culminación cuando la desposada era llevada a vivir con el desposado. María está encinta de Jesús por la intervención del Espíritu Santo.

7. Cuando José ve a María encinta, quizá al volver de Ain-Karem de visitar a Isabel, sabiendo que entre ellos no ha habido relación carnal, se derrumbó interiormente. No le cabía en la cabeza, pero cada día la silueta de María lo evidenciaba más y más. Pero José no reacciona con cólera, ni se arranca con un ataque de celos: "El celoso es un furioso: no perdonará hasta el día de la venganza" . Quizá pensó si habría sido violada en el viaje.

8 María observaba a José y sufría viendo cómo sufría. Pero callaba. Cuando José miraba a María, aunque la veía sufrir, traslucía serenidad. Y callaba también. El silencio de José y de María en estas circunstancias es muy delicado. ¡Cómo sufren los dos muchachos!. Están viviendo una negra y oscura noche. Dolor agudo de San José. Dolor de angustia de Santa María.

9 "José, que era bueno, no quería denunciarla". He ahí la caridad y la delicadeza y el tierno amor de José: no quiere hacer daño a la que ya es la mitad de su vida. Decidió repudiarla en secreto. Es decir, presentarse al Rabino y entregarle una escritura renunciando al derecho sobre su esposa. Se le hace pedazos el corazón pensando que tiene que abandonar a aquella frágil criatura, a la que ama más que a sí mismo. Es la noche de la fe de Abraham a quien se le pide sacrificar a su hijo tan esperado y tan amado. Y sin poder desahogarse con nadie. ¿Hasta cuándo, Señor, hasta cuándo esta angustia? ¿Será eterno el silencio de Dios? Angustia de San José ante su esposa embarazada. José, honesto y justo, ¿llegaría a dudar de María? El está seguro que no es el padre. Generoso, con el corazón destrozado, porque ama muchísimo a María, piensa anular su compromiso con María y devolverle su libertad. ¡Qué desgarro para María, viéndose incomprendida por José! Pero ¿cómo iba José a creer el misterio? Los dos esperan al Mesías. Está ya casi en sus manos, y José no quiere recibirlo, porque humanamente no puede creer lo que está pasando.

10 Sólo Dios puede solucionar este conflicto. Y lo soluciona: "Un ángel del Señor dijo a José: "José, hijo de David, no tengas reparo en llevarte a María, porque la criatura viene del Espíritu Santo... Tú le pondrás por nombre Jesús" (Mateo 1,18). Es decir, está todo calculado, he confiado en tí. Te encargo que hagas de padre. A tí te confío mi Hijo. El que puede resucitar un muerto, puede hacer que una virgen sea madre. "Para Dios todo es posible" (Mt 19,26). José sintió unos enormes deseos de salir corriendo a abrazar a María. A ella le bastó verle la cara para saber que Dios había hablado a José. Acaba de morir José. Ahora mismo ha nacido un hombre nuevo, capaz de hacerse cargo del importante ministerio de ser el padre legal de Jesús, que viene a salvar al mundo de sus pecados. Como María, José ha recibido su Anunciación.

11. El gozo de José de ahora es muy superior a su dolor de antes. Adelanta la boda y se lleva a María a su casa. ¡Se estremece el corazón y se conmueve al pensar en la llama de amor que arde en el corazón de José a su esposa María y a aquel Niño que ella lleva en su seno! Y, abrumado, permanece en silencio.

12. Isaías lo había profetizado: "La virgen está encinta y dará a luz un hijo, que se llamará Emmanuel=Dios con nosotros" .

13 Y Pablo "fue elegido para predicar el evangelio de Dios, que por sus profetas había anunciado antes en la Escrituras Santas, acerca de su Hijo, el nacido de la estirpe de David según la carne, Jesucristo, Nuestro Señor , a quien sea la gloria por los siglos, Amén."

14. "Para Dios todo es posible". Porque nos lo creemos a medias, recurrimos más a nuestros esfuerzos, que a la fuerza omnipotente de Dios. Porque dudamos, le decimos a Dios, como el padre del epiléptico: "Si puedes ayudarnos, haz algo por nosotros". "Todo es posible para el que cree". Porque nuestra fe es mediocre o enfermiza, dudamos y no acudimos a Dios suficientemente y rendidamente y confiadamente. "Señor, auméntanos la fe". Podremos convertirnos. Podremos enderezar las sendas torcidas. Podremos seguir amando. Podremos seguir en la lucha. Sobre todo, podremos seguir orando, para tener la seguridad de que Dios está con nosotros.

15. "Todo esto sucedió para que se cumpliese lo que había dicho el Señor por el profeta: "Mirad, la virgen concebirá y dará a luz un hijo, y le pondrá por nombre Emmanuel (que significa "Dios con nosotros"). Aunque los hombres habían fracasado, Dios no ha desamparado a los hombres. Cuando envió a Moisés a persuadir al Faraón, ante el temor de Moisés, el Señor le garantiza: "Yo estaré contigo" (Ex 3,12). Desaparecido Moisés, le repetirá a Josué la promesa: "Yo estaré contigo como estuve con Moisés" (Jos 1,5). Esta promesa se va a ir ofreciendo y cumpliendo en todo el recorrido de la historia salvadora, y terminará con el momento de la Ascensión con las palabras definitivas de Jesús: "Y sabed que yo estoy con vosotros todos los días hasta el fin del mundo" (Mt 28,20).

16. Vamos a entrar en el invierno, que comienza esta noche. Los árboles están secos, las plantas parecen muertas. Pero sabemos que llegará la primavera. Cuando llegue toda la fuerza ahora escondida, romperá a cantar y aparecerán las flores, y los árboles se coronarán de verde, crecerá la hierba y las espigas comenzarán a granar. Será la aparición de un súbito impulso de vida. En el mundo del espíritu el invierno ha sido muy largo, la noche, semejante a una muerte aparente, está durando mucho. Pero es seguro que, tras la hibernación, llegará la primavera mesiánica. Tras la noche, amanecerá la aurora. Aunque tarde en llegar, no dejemos de esperarla, orando con todo el pueblo de Israel: "Nubes, lloved vuestro rocío. Abrete, tierra, haz germinar al Salvador".

17. "La Virgen dará a luz un hijo, y le pondrá por nombre Emmanuel, Dios con nosotros". Con nosotros en la palabra, en los sacramentos, sobre todo en el de la Eucaristía, en los acontecimientos todos de cada día, y en todos y cada uno de nuestros hermanos, especialmente en los más pequeños y necesitados. "¡Ven, Señor, Jesús! «¡Sí, voy a llegar enseguida!». Amén. Ven, Señor Jesús" (Ap 22,20).

J. MARTI BALLESTER


25. COMENTARIO 1

DIOS ENTRE NOSOTROS

Dios entre nosotros. Este ha sido el deseo de Dios. La ma­yoría de los profesionales de lo religioso han dicho siempre que la mayor aspiración del hombre debía ser subir al cielo. Y, mientras tanto, Dios ha decidido bajar a la tierra. Pero..., a pesar de que celebremos cada año el nacimiento del Emma­nuel, Dios-con/entre-nosotros, cada vez resulta más difícil comprender que Dios habite en este mundo.



¡ALEGRIA! ¿ALEGRIA?

Dentro de unos días vamos a celebrar la Navidad, el naci­miento del hombre en el que Dios se hace presente en el mun­do de los hombres. Un año más, villancicos, regalos, fiesta, alegría... ¿Alegría?

¿Realmente lo que sentimos en estos días es alegría, o todo se reduce a unos días de juerga en los que nos olvidamos de los problemas, de las angustias, de las insatisfacciones del res­to del año?

¿Y los que no pueden celebrar nada estos días?

Según ponen de manifiesto las estadísticas, en estas fechas aumenta el número de suicidios. Y la explicación que dan los entendidos a este hecho es que los que tienen algún problema lo sufren con mayor intensidad ahora, cuando el ambiente es, en realidad o en apariencia, más alegre.

Porque... también se sufre en Navidad. Si, los que sufren hambre, la sufren también en Navidad, los presos siguen en las cárceles, los desaparecidos no aparecen tampoco en estas fechas, las fábricas de armas siguen construyendo sus produc­tos para la muerte, los traficantes de droga siguen enrique­ciéndose a costa de la vida de los jóvenes, los marginados si­guen olvidados de nuestra sociedad, los opulentos derrochan aún con más descaro... Y la soledad es más soledad, el miedo más hondo y la necesidad de amor se siente a flor de piel...

¿Dios entre nosotros?

Dios-entre-nosotros... ¡eso es mentira! A Dios lo hemos expulsado o quizá ni siquiera lo hemos dejado entrar en nues­tro mundo. Porque si Dios habitara en esta tierra, esta tierra sería el cielo. ¡Y si esto es el cielo...!

Dios-entre-nosotros... ¡eso es mentira! ¡Si los países que se llaman cristianos están entre los más injustos de la tierra!



JESUS (= SALVADOR)

«Así nació Jesús el Mesías: María, su madre, estaba des­posada con José, y antes de vivir juntos, resultó que esperaba un hijo por obra del Espíritu Santo».

José debía estar aturdido. ¿Cómo estaba su mujer encinta si no habían mantenido relaciones? ¿Que era cosa de Dios? Y entonces, ¿qué pintaba él en todo aquello? Y quiso salirse de escena: «Su esposo, José, que era justo y no quería infa­maría, decidió repudiarla en secreto». Pero Dios le había re­servado una tarea.

Y él aceptó colaborar para que se hiciera realidad la utopía de que estuviera Dios entre nosotros.

La tarea que Dios le encomendó fue darle nombre a su Hijo: «Dará a luz un hijo, y le pondrás de nombre Jesús, por­que él salvará a su pueblo de los pecados.»

Hasta entonces había habido muchos salvadores en Israel: Moisés, Josué (el que introdujo al pueblo en la tierra prome­tida, y que se llamaba casi igual que el que iba a nacer)... y tantos otros. Pero el pueblo estaba todavía necesitado de sal­vación porque vivía en una sociedad injusta (pecadora) y ne­cesitaba salir (salvarse) de esa injusticia que tanto sufrimiento producía. Para ello no bastaba con cambiar a los dirigentes, aunque fueran ellos los máximos culpables de esa situación. Ya habían cambiado muchas veces, pero todo volvía a ser igual. Y es que, en mayor o menor medida, todos eran o cul­pables o cómplices de la injusticia; todos aceptaban como bue­nos los valores de aquella sociedad y aspiraban a conseguirlos: el dinero, el poder, los honores. Y cuando se buscan estos va­lores, la injusticia sólo estorba al que la sufre en carne propia. De esos pecados nos viene a salvar Jesús ofreciéndonos otros valores que nos permitirán vivir como hermanos.



DIOS-ENTRE-NOSOTROS

De nosotros depende. Dios ya ha bajado. Pero sólo se que­da allí donde lo dejen estar, esto es, allí donde lo importante es el hombre y no el poder, compartir en lugar de acumular, construir la fraternidad en vez del ansia de subir y escalar puestos; allí está Dios-entre-nosotros, allí cada día es Navidad, y volverán a realizarse las palabras del profeta: «Mirad: la virgen concebirá y dará a luz un hijo y le pondrá de nombre Emmanuel, que significa 'Dios con nosotros’».



26. COMENTARIO 2

v. 18. Así nació Jesús el Mesías: María, su madre, estaba desposada con José y, antes de vivir juntos, resultó que es­peraba un hijo por obra del Espíritu Santo.

El matrimonio judío se celebraba en dos etapas: el contrato y la cohabitación. Entre uno y otra transcurría un intervalo, que podía durar un año. El contrato podía hacerse desde que la joven tenía doce años; el intervalo daba tiempo a la maduración física de la esposa. María está ya unida a José por contrato, pero aún no cohabitan. La fidelidad que debe la desposada a su ma­rido es la propia de personas casadas, de modo que la infidelidad se consideraba adulterio. El «Espíritu Santo» (en gr. sin artículo en todo el pasaje) es la fuerza vital de Dios (espíritu = viento, aliento), que hace concebir a María. El Padre de Jesús es, por tanto, Dios mismo. Su concepción y nacimiento no son casuales, tienen lugar por voluntad y obra de Dios. Así expresa el evangelista la elección de Jesús para su misión mesiánica y la novedad absoluta que supone en la historia (nueva creación).



v. 19. Su esposo, José, que era hombre justo y no quería infamarla, decidió repudiarla en secreto.

José es el hombre justo o recto. Por el uso positivo que hace Mt del término (cf. 13,17; 23,29; en ambos casos «justos» asociados a «profetas») se ve que es prototipo del israelita fiel a los mandamientos de Dios, que da fe a los anuncios proféticos y espera su cumplimiento; puede considerarse figura del resto de Israel. Su amor o fidelidad a Dios (cf. 22,37) lo manifiesta queriendo cumplir la Ley, que lo obligaba a repudiar a María, a la que consideraba culpable de adulterio; el amor al prójimo como a sí mismo (cf. 22,39) le impedía, sin embargo, infamarla. De ahí su decisión de repudiarla en secreto y no exponerla a la vergüenza pública. Interviene «el ángel del Señor» (cf. 28,2), y José, que en­carna al resto de Israel, es dócil a su aviso; comprende que la expectación ha llegado a su término: se va a cumplir lo anunciado por los profetas.

Se percibe al mismo tiempo el significado que el evangelista atribuye a la figura de María, quien más tarde aparecerá asociada a Jesús, en ausencia de José (2,11). Ella representa a la comunidad cristiana, en cuyo seno nace la nueva creación por la obra continua del Espíritu. La duda de José refleja, por tanto, el conflicto interno de los israelitas fieles ante la nueva realidad, la comunidad cris­tiana. Por la ruptura con la tradición que percibe en esta comu­nidad (= nacimiento virginal sin padre o modelo humano/judío), José/Israel debe repudiarla para ser fiel a esa tradición; por otra parte, no tiene motivo alguno real para difamarla, pues su conducta intachable es patente El ángel del Señor, que representa a Dios mismo, resuelve el conflicto invitando al Israel fiel a aceptar la nueva comunidad, porque lo que nace en ella es obra de Dios. Ese Israel comprende la novedad del mesianismo de Jesús y acepta la ruptura con el pasado.



v. 20. Pero, apenas tomó esta resolución, se le apareció en sueños el ángel del Señor, que le dijo:

-José, hijo de David, no tengas reparo en llevarte contigo a María, tu mujer, porque la criatura que lleva en su seno viene del Espíritu Santo

La apelación «hijo de David», aplicada a José, indica, en relación con 1,1, que el derecho a la realeza le viene a Jesús por la línea de José (cf 12,23; 20, 30) El hecho de que el ángel se aparezca a José siempre en sueños (2,13.19) muestra que el evan­gelista no quiere subrayar la realidad del ángel del Señor.



v. 21. Dará a luz un hijo, y le pondrás de nombre Jesús, porque él salvará a su pueblo de los pecados.

El ángel disipa las dudas de José, le anuncia el nacimiento y le encarga, como a padre legal, de imponer el nombre al niño. El nombre Jesús, «Dios salva», es el mismo de Josué, el que introdujo al pueblo en la tierra prometida. Se imponía en la ceremonia de la circuncisión, que incorporaba al niño al pueblo de alianza. El significado del nombre se explica por la misión del niño: éste va a salvar a "su pueblo", el que pertenecía a Dios (Dt 27,9; 32,9; Ex 15,16; 19,5; Sal 135,4): se anticipa el contenido de la profecía citada a continuación. El va a ocupar el puesto de Dios en el pueblo. Va a salvar no del yugo de los enemigos o del poder ex­tranjero, sino de «los pecados», es decir, de un pasado de injus­ticia. «Salvar» significa hacer pasar de un estado de mal y de pe­ligro a otro de bien y de seguridad: el mal y el peligro del pueblo están sobre todo en «sus pecados», en la injusticia de la sociedad, a la que todos contribuyen.



vv. 22-24. Esto sucedió para que se cumpliese lo que había di­cho el Señor por el profeta: 23Mirad: la virgen concebirá y dará a luz un hijo y le pondrán de nombre Emanuel (Is 7,14) (que significa «Dios con nosotros»). 24Cuando se despertó José, hizo lo que le había dicho el ángel del Señor y se llevó a su mujer a su casa.

El evangelista comenta el hecho y lo considera cumpli­miento de una profecía (1,22 «Todo esto sucedió, etc.»). Mientras, por un lado, el nacimiento de Jesús es un nuevo punto de par­tida en la historia, por otro, es el punto de llegada de un largo y atormentado proceso. Con el término Emmanuel, "Dios con nosotros" o, mejor, «entre nosotros», da la clave de interpretación de la persona y obra de Jesús. No es éste un mero enviado divino en paralelo con los del AT. Representa una novedad radical. El que nace sin padre humano, sin modelo humano al que ajustarse, es el que puede ser y de hecho va a ser la presencia de Dios en la tierra, y por eso será el salvador. Respeto de José por el designio de Dios cumplido en María.



27. COMENTARIO 3

Este es el último domingo de nuestra preparación para la Navidad. Esperamos que este tiempo de Adviento haya servido de verdad para escuchar con mayor atención la Palabra de Dios, para revisar nuestra vida y enderezar el rumbo hacia el Señor, para compartir más generosamente con los hermanos.

Escuchamos hoy el oráculo del profeta Isaías sobre el prodigioso nacimiento de un niño que significará la presencia de Dios entre los hombres. Por eso se llamará "Emmanuel" es decir, "con-nosotros-Dios". El profeta anunció esta maravilla al rey Acaz de Judá, allá por el siglo VIII a.C. cuando el pequeño reino de Judá enfrentaba una coalición de potencias enemigas y Acaz se afanaba vanamente en los preparativos de la defensa. Dios mismo le señaló a una doncella, posiblemente una de sus esposas, que estaba encinta y a punto de dar a luz. Esa mujer embarazada sería la señal de que Dios velaría por su pueblo, a pesar de los afanes desconfiados del rey.

En la 2ª lectura, Pablo sabe que se trata del descendiente de David, en cuanto a lo humano, pero que en él se ha manifestado el Espíritu omnipotente de Dios constituyéndolo Mesías todopoderoso y Señor al resucitarlo de entre los muertos. Pablo afirma, finalmente, que él ha recibido el don y la misión de predicar ese Evangelio entre los paganos, los gentiles idólatras, es decir, todos los seres humanos que en su tiempo no pertenecían al pueblo de Dios.

La lectura evangélica tomada de Mateo nos presenta la concepción de Jesús por obra del poder divino. Dice el evangelista que María estaba desposada con José, pero que aún no vivían juntos, según las costumbres matrimoniales judías de la época. En esta situación María se encuentra embarazada y José su esposo, que es calificado de "justo", es decir, de cumplidor fiel de las normas de la ley, decide repudiarla, aunque en secreto; cosa que no pueden explicar los comentaristas cómo sería posible. Estando en este dilema José recibe de Dios, en medio de un sueño, la explicación del misterio realizado en su esposa: el hijo que de ella nacerá ha sido engendrado por la energía creadora del Espíritu divino; José no debe temer llevarse consigo, a su casa, a su mujer. Además se le encomienda al patriarca imponer al niño un nombre significativo: lo llamará "Jesús", "Yehoshuá" o "Yoshuá" en hebreo, que quiere decir: "Dios es salvador". El evangelista comenta que así se realiza el oráculo de Isaías proclamado en la 1ª lectura: que la virgen concebiría y daría a luz un hijo en quien Dios se haría presente entre los hombres: "Emanuel", "con-nosotros-Dios". Finalmente se consigna el pronto cumplimiento de las órdenes divinas por parte de José.

¡Alegrémonos, hermanos! Está muy cerca la fiesta de nuestra salvación. Jesús la trajo al mundo con su nacimiento, podemos recibirla en nuestras vidas si aceptamos la cercanía de Dios que se nos hace amigo, vecino, familiar en Jesucristo. Pongámonos como María, como José y como Pablo al entero servicio de la voluntad divina, que no es otra distinta que la salvación de todo ser humano.

  1. R. J. García Avilés, Llamados a ser libres, "Seréis dichosos". Ciclo A. Ediciones El Almendro, Córdoba 1991
  2. J. Mateos - F. Camacho, El Evangelio de Mateo. Lectura comentada, Ediciones Cristiandad, Madrid.
  3. Diario Bíblico. Cicla (Confederación internacional Claretiana de Latinoamérica).