DIRECTORIO CATEQUÍSTICO
GENERAL
Sagrada
Congregación para el Clero
PARTE III
EL MENSAJE CRISTIANO
SENTIDO Y FINALIDAD DE ESTA PARTE
36. La fe cuya maduración busca la catequesis (n. 21), se
puede considerar de dos maneras: como la adhesión plena del hombre a Dios que
se revela, bajo el influjo de la gracia (fides qua), o como la materia de la
revelación y del mensaje cristiano (fides quae).
Estos dos aspectos no pueden separarse por razón de su
misma naturaleza, y la maduración normal de la fe supone un progreso coherente
de ambos, pero estos dos aspectos se distinguen por razones metodológicas.
En esta tercera parte se trata de la materia de la fe: en
el primer capítulo se dan las normas o criterios en que la catequesis deberá
inspirarse para la búsqueda y la formulación de sus contenidos. En el capítulo
segundo se tratará del contenido en sí mismo.
Sin embargo no se van a exponer todas y cada una de las
verdades cristianas que constituyen el objeto de la fe y la catequesis, ni se
van a enumerar los errores más salientes de nuestro tiempo ni las verdades de
la fe que hoy se niegan con más insistencia o por lo menos se ven con
indiferencia.
A estos renglones provee el magisterio ordinario de la
Iglesia por sus medios de comunicación.
Tampoco se quiere mostrar en este capítulo una manera orgánica
de ordenar las verdades de la fe en una como síntesis que responda, a la vez, a
una jerarquía objetiva y a las aspiraciones existenciales de los hombres de
nuestro tiempo. Esta es tarea de la teología y de otras disciplinas que se
ocupan de ex--poner la doctrina cristiana.
Por el contrario en este segundo capítulo —en
formulaciones globales que suponen una explicación ulterior— se expondrá lo
más saliente del mensaje de salvación, de manera orgánica en cuanto a los
lineamientos específicos que deberán presentarse de manera más clara en una
catequesis nueva que persiga con fidelidad su fin.
CAPITULO 1
NORMAS O CRITERIOS
CONTENIDO DE LA CATEQUESIS EN RELACION A DISTINTAS FORMAS
DE VIDA ECLESIAL, A LAS DIVERSAS CULTURAS Y DIFERENTES LENGUAJES
37. La Revelación es la manifestación del misterio de
Dios y de su acción salvífica en la historia, hecha por Dios mismo al hombre
por una comunicación personal, cuyo contenido quiere El que se predique a todos
los hombres como mensaje de salvación.
De aquí que la primera y principal obligación del
ministerio profético de la Iglesia es hacer inteligible este mensaje a los
hombres de todos los tiempos, para que se conviertan a Dios por Cristo,
interpreten su vida a la luz de la fe, teniendo en cuenta la situación histórica
concreta de esa vida, y puedan vivir de acuerdo con la dignidad que les ha traído
el mensaje de salvación y que la fe les ha revelado,
Para lograr todo esto la catequesis, tiempo importantísimo
del ministerio profético de la Iglesia, no solo debe tomar contacto continuo
con las diferentes maneras de vida de la comunidad eclesial, sino que debe
procurar la más estrecha relación entre las posibles formulaciones del divino
mensaje y las diferentes culturas y maneras de hablar de los pueblos.
META DE LA CATEQUESIS ES PROPONER TODA LA MATERIA -
38. La materia del mensaje de salvación consta de partes
estrechamente unidas entre sí, aún cuando su revelación fue hecha
progresivamente por Dios, primero por los profetas y últimamente por medio de
su Hijo (H-ebr, 1.1).
Puesto que el fin de la catequesis —como se ha dicho—
consiste en llevar a la madurez de la fe a los cristianos como individuos y como
comunidades, ésta debe tener el cuidado de proponer integro el tesoro del
mensaje cristiano. Y debe hacerse de acuerdo con el ejemplo de la pedagogía
divina (n. 33), sin perder de vista la totalidad de la revelación para que el
pueblo se alimente de ella y de ella viva,
La catequesis por tanto empieza por la proposición simple
de la estructura íntegra del mensaje cristiano —valiéndose de fórmulas
sumarias y globales— y de manera adecuada a las distintas condiciones
culturales y espirituales de los catequizados. Pero de ninguna manera debe
limitarse a esa presentación inicial sino que debe proponer el mensaje de una
manera cada vez más amplia y explícita, de modo que los fieles individualmente
y la comunidad, adquieran de él un conocimiento más profundo y enfoquen los
problemas humanos bajo la luz de la revelación.
Esta tarea de la catequesis —que no es tan fácil— debe
cumplirse bajo la dirección del magisterio de la Iglesia a quien toca custodiar
la verdad de la revelación y vigilar que el ministerio de la palabra use
expresiones correctas y tome en cuenta con prudencia las investigaciones de la
teología y de la ciencia.
LA MATERIA DE LA CATEQUESIS CONSTITUYE UN CUERPO ORGANICO Y
VITAL
39. - El objeto de la fe es - por su naturaleza complejo,
es decir: Dios en su misterio y su intervención salvífica en la historia, y
esto lo sabemos por lo que el mismo Dios ha revelado de sí y de sus obras. -
Cristo es el centro principal tanto en lo relativo a la
intervención de Dios en la historia como en la manifestación de sí mismo a
los hombres.
Por lo dicho, el objeto de la catequesis son el misterio de
Dios y sus obras, es decir las obras que Dios hizo, hace y hará por nosotros
los hombres y por nuestra salvación. Todas estas cosas guardan entre sí una
vital coherencia y constituyen la economía de la salvación.
Una catequesis que descuide esta organicidad y armonía del
contenido se haría incapaz de lograr la finalidad que persigue.
CRISTOCENTRISMO DE LA CATEQUESIS
40. Cristo Jesús, el Verbo de Dios encarnado, siendo la
suprema manera como Dios interviene en el mundo y se manifiesta a los hombres,
es el centro del mensaje evangélico en la Historia de la salvación.
El es "la imagen de Dios invisible, primogénito de la
creación" (Col. 1,15). El es en verdad el único mediador por el cual Dios
se acerca a los hombres y el hombre es llevado a Dios. (Cfr
1. Tim. 2,5). En El tiene la Iglesia su fundamento. En El
se instauran todas las cosas (Ef. 1,10).
- Por eso las cosas creadas, la conciencia de los hombres,
los valores genuinos que se encuentran en otras religiones, los signos de los
‚tiempos deben tenerse como caminos y escalones aunque no de manera unívoca,
por los cuales uno puede acercar se a Dios bajo el influjo de 1-a gracia y no
sin cierta referencia a la Iglesia (Cfr. LG. 16).
Por todo esto la catequesis debe ser necesariamente
Cristocéntrica.
-
EL TEOCENTRISMO TRINITARIO DE LA CATEQUESIS
41. Así como Cristo es el centro de la historia de la
salvación, así el misterio de Dios es el centro del cual parte esta historia y
hacia el cual se ordena como último fin. Cristo muerto y resucitado lleva a los
hombres al Padre enviando al Espíritu Santo al Pueblo de Dios. Por esta razón
la estructura de toda la catequesis debe ser teocéntrica — trinitaria: por
Cristo al Padre en el Espíritu.
Por Cristo: Toda la economía de la salvación toma sentido
del Verbo Encarnado, cuya venida preparó, cuyo reino en la tierra después de
su muerte y resurrección manifiesta y extiende hasta su segunda venida
gloriosa, que consumará la obra de Dios. De aquí que el misterio de Cristo
ilumine toda la materia de la catequesis. Todos los elementos —bíblicos,
evangélicos, eclesiales, humanos y aún cósmicos— que la enseñanza catequística
debe disponer y explicar, hay que referirlos al Hijo de Dios Encarnado.
Al Padre: El fin supremo de la Encarnación del Verbo y de
toda la economía ‘de la salvación consiste en llevar a todos los hombres al
Padre. Por tanto la catequesis, que debe ayudar a entender .cada vez mejor este
designio amoroso del Padre Celestial, tiene la misión de enseñar que el último
sentido de la vida es este: conocer y glorificar a Dios haciendo su voluntad,
como Cristo nos enseñó con su palabra y su ejemplo, y así llegar a la vida
eterna.
En el Espíritu Santo: El conocimiento del misterio de
Cristo y nuestra ida hacia el Padre se hacen realidad en el Espíritu Santo. La
catequesis, por tanto, al trasmitir el mensaje cristiano, debe explicar esta
presencia del Espíritu Santo por la cual somos promovidos a la comunión con
Dios y con los hombres y al cumplimiento de nuestras responsabilidades.
Si la catequesis carece de estos tres elementos o no le da
importancia a su estrecha relación, se corre el riesgo de que el mensaje
cristiano pierda su propia índole.
POR NOSOTROS LOS HOMBRES Y POR NUESTRA SALVACION
42. El fin teocéntrico-trinitario de la economía de la
salvación no se puede separar de su objeto que consiste en que los hombres
liberados del pecado y sus consecuencias se configuren en lo posible a Cristo
(Cfr. LG. 39). Como la Encarnación del Verbo, así, toda la verdad revelada es
por nosotros los hombres y por nuestra salvación. La relación prospectiva de
todas las verdades cristianas con el último fin del hombre es una de las
condiciones para su provechosa inteligencia (Con. Vat. 1.
Const. Dei Filius, Dz. Sch., 3016).
La catequesis, por tanto, debe mostrar con claridad la
estrechísima relación del misterio de Dios y de Cristo con la existencia y el
último fin del hombre. Con esta manera de proceder de ningún modo se quiere
subestimar los fines terrenales a cuya consecución, por el esfuerzo individual
y colectivo, llama Dios a los hombres; sino que se está diciendo claramente que
el fin último del hombre no se restringe a estos fines temporales, sino que más
bien los supera con una ventaja no sospechada, y de una manera que sólo el amor
de Dios para los hombres pudo pensar.
JERARQUIA DE VERDADES QUE HAY QUE GUARDAR EN LA CATEQUESIS
43. En el mensaje de salvación hay una cierta jerarquía
de verdades (tJR. 11), que siempre reconoció la Iglesia, al- elaborar los símbolos
o compendios de las verdades de la fe. Esta
jerarquía no significa que unas verctactes pertenecen
menos que otras a la fe, sino que unas verdades se apoyan en otras como más
principales y reciben de ellas luz.
La catequesis en todos sus grados habrá de tener - en
cuenta esta jerarquía de las verdades de la fe.
Estas verdades se pueden agrupar en cuatro capítulos
fundamentales:
El misterio de Dios, Padre, Hijo y Espíritu Santo, creador
de todas las cosas;
El misterio de Cristo, Verbo Encarnado, que nació de María
la Virgen y por nuestra salvación padeció, murió y resucitó;
El misterio del Espíritu Santo, presente en la Iglesia a
la cual santifica y dirige hasta la gloriosa venida de Cristo, Salvador y juez
nuestro;
El misterio de la Iglesia, que es el cuerpo místico de
Cristo, en la cual la Virgen María ocupa un puesto eminente.
INDOLE HISTORICA DEL MISTERIO DE LA SALVACION
44. La economía de la salvación se realiza en el tiempo:
pues empezó y progresó en el pasado, actúa su fuerza en
el presente y espera su consumación en el futuro. Por eso es necesario que en
la catequesis aparezca la memoria del pasado, la conciencia del presente y la
esperanza de la vida futura.
Por eso la catequesis recuerda el acontecimiento supremo de
toda la historia de la salvación con el cual los cristianos se unen por la fe:
la Encarnación, la Pasión, la Muerte y Resurrección de Cristo.
Además la catequesis hace conocer a los cristianos cómo
el misterio salvífico de Cristo actúa hoy por el Espíritu Santo y el
magisterio de la Iglesia, así como sus obligaciones para con Dios, para consigo
mismos y para con el prójimo.
La catequesis por último dispone el corazón a la
esperanza de la vida futura —consumación de toda la historia de la salvación—
y hacia la cual los cristianos deben tender con confianza filial, pero no sin un
santo temor del juicio divino.
Por esta esperanza la comunidad de los fieles se llena de
una íntima expectación escatológica que la capacita para juzgar rectamente
los bienes terrenales estimándolos en su justa proporción sin que por ello los
menosprecie.
Estos tres aspectos principales hay que tomarlos en cuenta
asidua y eficientemente en toda catequesis.
FUENTES DE LA CATEQUESIS
45. El contenido de la catequesis se encuentra en la
Palabra de Dios escrita o en la tradición; el pueblo creyente lo entiende y lo
explica más profundamente bajo la dirección del Magisterio que es el único
que enseña auténticamente; lo celebramos era la liturgia;
resplandece en la Iglesia, principalmente en los justos y en los santos; y de
alguna manera se hace patente en los mismos valores morales que, por providencia
de Dios, existen en la sociedad humana.
Estas son las fuentes de la catequesis: unas principales,
otras subsidiarias. Por tanto no deben tomarse en sentido unívoco.
Así que al usar estas fuentes, el catequista mirará
siempre y sobretodo a la revelación escrita y a la tradición y a la autoridad
del magisterio eclesiástico en las cosas relacionadas con la fe.
Además el catequista, al exponer cualquier punto del
contenido de la fe, debe destacar cómo el misterio de Cristo es su centro; cómo
la Iglesia lo interpreta, lo define, lo celebra, lo actualiza y participa en la
liturgia y lo reduce a la práctica en la vida.
Por último el catequista debe pensar cómo podrán con la
ayuda del Espíritu Santo, realizarse los planes de Dios en nuestra época.
PRINCIPIO GENERAL DE LA METODOLOGIA CATEQUISTICA
46. Las normas arriba indicadas que se refieren a la
exposición de la materia de la catequesis, deben aplicarse en las varias formas
de la catequesis: es decir en la catequesis bíblica, litúrgica, en el
compendio doctrinal, en la interpretación de las condiciones concretas de la
existencia humana, etc.
De ellas, sin embargo, no puede deducirse el orden que ha
de guardarse en la exposición de la materia. Se puede partir de Dios para
llegar a Cristo y al contrario; se puede partir del hombre para llegar a Dios y
al contrario, etc. etc. El método pedagógico se escogerá de acuerdo con las
circunstancias porque atraviesa la comunidad eclesial o los fieles a quienes se
dirige. De aquí la necesidad de investigar cuidadosamente para encontrar los
caminos y las maneras que mejor respondan a las condiciones de la realidad.
Toca a las Conferencias Episcopales dar la normas más
precisas y aplicarlas mediante los directorios catequísticos, catecismos según
la edad, la cultura y los otros recursos que parezcan oportunos. (Cfr. parte
VI).
CAPITULO II
LOS PRINCIPALES ELEMENTOS DEL MENSAJE CRISTIANO
EL MISTERIO DE UN SOLO DIOS: PADRE, HIJO, ESPIRITU SANTO
47. La historia de la salvación es lo mismo que la
historia de los medios y modos cómo Dios uno y verdadero: Padre, Hijo, Espíritu
Santo, se revela a los hombres, a quienes, apartados del pecado, reconcilia y
une consigo.
El A.T. mientras afirma de una manera clara la unidad de
Dios en un mundo politeísta, adelanta algunos indicios del misterio Trinirtario
que tendrán plena explicación en la persona, en las obras y palabras de
Jesucristo, quien al revelase como Hijo de Dios, revela al mismo tiempo al Padre
y al Espíritu Santo.
El conocimiento íntimo de Dios verdadero que llena el alma
del divino Maestro, 1-o comparte El con sus discípulos llamándolos a que se
hagan hijos de Dios por el don que él les hace de su Espíritu filial (Jn. 1.
12; Rom. 8,15).
En la catequesis, por tanto, el encuentro con Dios Uno y
Trino ocurre primero y principalmente cuando el Padre, el Hijo y el Espíritu
Santo son reconocidos como autores del plan de salvación, que llega a su
culminación con 1-a muerte y resurrección de Jesús (Irenaeum, Demonet.
praedic. apost., n-. 6, S. Chr., 62, p. 39 sq.).
De ésta manera a la Revelación del Misterio trasmitida
por la Iglesia responde una progresiva conciencia de los fieles que, en la fe,
entienden que su vida, después del bautismo, consiste en alcanzar una más íntima
familiaridad con las tres divinas Personas, por cuanto ellos han sido llamados a
participar su divina naturaleza.
Por último, los cristianos con los ojos de la fe, por un
don de Espíritu Santo, pueden, desde ya contemplar con amor filial la Santísima
Trinidad de las Personas, como es ella en la vida íntima de Dios desde la
eternidad.
EL GENUINO CULTO DE DIOS EN UN MUNDO SECULARIZADO
48. "El Dios y Padre de nuestro Señor
Jesucristo" (Efe. 1,3) es "un Dios vivo" (Mt. 16, 16): santo,
justo, misericordioso es un Dios autor de una alianza con los hombres, Dios que
ve, libera, salva, Dios que ama como Padre, como esposo. La catequesis anuncia
este Dios con alegría, como fuente que es de toda esperanza (1 Petr. 1, 3-4),
La catequesis, por otra parte, no puede ignorar que muchos
hombres de nuestro tiempo sienten la lejanía y la ausencia de Dios. Este hecho
que es parte del proceso de secularización, constituye sin duda un peligro para
la fe, pero también nos empuja a tener una fe más pura y a ser más humildes
ante el misterio de Dios, como conviene: "Verdaderamente tú eres un Dios
escondido, Dios salvador de Israel" (Is. 45,15).
Bajo esta luz podemos entender más fácilmente la
verdadera naturaleza del culto que Dios nos pide y que le glorifica:
es decir un culto que va unido al propósito de hacer su
voluntad en todos los campos de nuestra actividad y de multiplicar fielmente en
el amor los talentos que él nos ha dado (M:at. 25, 14 Sigs.).
En la sagrada Liturgia los fieles presentan los frutos de
sus actos de amor, de justicia y de paz para ofrecerlo humildemente a Dios y así
recibir la palabra de vida y las gracias que necesitan para profesar en el mundo
la verdad en la caridad (Efe. 4, 15), en comunión con Cristo que ofrece por los
hombres su Cuerpo y su sangre.
CONOCIMIENTO DE DIOS Y TESTIMONIO DE CARIDAD
49. Los cristianos pueden ayudar al mundo ateo para que še
acerquen a Dios, por medio del testimonio de su vida conforme al mensaje de
caridad de Cristo y de fe viva y madura que se manifieste en obras de justicia y
amor (GS. 21).
Pero no hay que desestimar el recto uso de la razón que,
como enseña la Iglesia, (Conc. Vat. 1. Const. dogm. Dei Filius, Dz.—Sch.
3004-3005, 3026), puede conocer a Dios principio y fin de todas las cosas. Este
conocimiento de Dios lejos de menoscabar la dignidad humana la establece y la
afirma.
Aún cuando el fin de la Iglesia es la salvación eterna de
los hombres, sin embargo la fe en Dios lleva consigo la urgente obligación de
ayudar a resolver los problemas humanos (1 Jo.
4, 20-21): en este campo los cristianos deben dar
testimonio del valor del mensaje del Señor con sus obras.
JESUCRISTO, HIJO DE DIOS, PRIMOGENITO DE TODA LA CREACION Y
SALVADOR
50. La coronación de todas las obras de Dios es la
Encarnación de su Hijo Jesucristo. Primogénito de toda la creación, El tiene
ser antes que todas las cosas y todas las cosas tienen en El su consistencia
(Col. 1, 15-17). En El, por El, y para El fueron creadas todas las cosas (Col.
1, 15 ss). -
Hecho obediente hasta la muerte, exaltado como Señor de
todos, se nos manifestó por la Resurrección el Hijo de Dios en poderío (Rom.
1, 4). Primogénito entre los muertos da vida a todos (1 -Cor. 15,22); en El
somos creados como hombres nuevos (Ef. 2, 10); por El será liberada toda la
creación de la esclavitud de la corrupción (Rom. 8, 19-21). "No hay
salvación en ninguno otro" (Act. 4, 12).
LA CREACION, PRINCIPIO DE LA ECONOMIA DE LA SALVACION
51. El mundo creado de la nada es el mundo en el cual, en
realidad, se realiza la salvación y la redención por Jesucristo.
En el A.T. la verdad de la acción creadora de Dios no se
propone como principio filosófico abstracto; sino que entra en la mente de los
Israelitas, mediante la noción de la unidad de Dios, como mensaje de la
omnipotencia y la victoria de Yavé, como el argumento que demuestra que el Señor
siempre permanece con su Pueblo (Is. 40, 27-28; 51, 9-13). La Omnipotencia de
Dios creador se manifiesta también en la Resurrección de Cristo, en la cual se
revela "la supereminente grandeza de su poder" (Ef. 1, 19).
Por eso la verdad de la creación no hay que proponerla
simplemente como una verdad que separada de las demás tiene consistencia en sí
misma, sino como algo que de hecho se ordena a la salvación realizada por
Jesucristo. La creación de lo visible y lo invisible, del mundo y de los ángeles,
es el comienzo de la Historia de la salvación (Cfr. DV, 3); la creación del
hombre (Pío XII, Enc. Humani
generis, ASS, 1950, p. 575; GS. 12, 14). Hay que tomarla como el primer
don y la primera llamada que conduce a la glorificación de Cristo (Rom. 8,
29-30).
Mientras el cristiano oye la explicación de la doctrina de
la creación, además de considerar el primer acto por el que Dios "creó
el cielo y la tierra" (Gen. 1,1), debe abrir su mente a todas las obras
salvíficas de Dios. Estas están siempre presentes en la historia del hombre y
del mundo y brilla con luz especial en la historia de Israel, encaminan al
supremo evento de la Resurrección de Cristo y alcanzan la consumación al fin
del mundo cuando tendremos los cielos nuevos y la tierra nueva (Cfr. II Pet. 3,
13).
JESUCRISTO CENTRO DE TODA LA ECONOMIA DE LA SALVACION
52. En Jesucristo el cristiano se sabe unido a toda la
historia y en comunión con todos los hombres. En la mitad de la historia del
mundo tiene lugar la historia de la salvación en la cual Dios realiza su plan,
para que el pueblo de Dios o sea el "Cristo total" se haga en el
tiempo.
Reconozca el cristiano con sencillez y sinceridad que él
tiene parte en esta empresa cuya meta, por la virtud de Cristo, es lograr que la
creación dé la máxima gloria a Dios (Cfr 1 Cor. 15, 28).
JESUCRISTO, COMO VERDADERO DIOS Y VERDADERO HOMBRE
EXISTENTE EN LA UNIDAD DE PERSONA DIVINA
53. Este gran misterio, Cristo Cabeza y Señor de todas las
cosas "se hizo visible a los hombres encarnándose" (1 Tim. 3, 16). El
hombre Cristo Jesús que habitó entre los hombres, trabajó con manos de
hombre, pensó con inteligencia de hombre, obró con voluntad de hombre, amó
con corazón de hombre, es verdaderamente el Verbo y el Hijo de Dios que por la
Encarnación se unió en cierto modo con cada uno de los hombres
(GS. 22).
El catequista debe predicar a Jesús en su existencia
concreta y en su mensaje; es decir, de tal manera debe franquear a los hombres
el camino hacia la admirable perfección de su humanidad, que puedan reconocer
el misterio de su divinidad.
En verdad, Cristo Jesús unido con el Padre por su asidua y
peculiar oración, vivió en una estrecha comunión con los hombres. Con su
bondad los abrazó a todos: justos y pecadores, pobres y ricos, compatriotas y
extranjeros; y si por algunos llegó a tener predilección fue por los enfermos,
los pobres y los humildes. Y para con la persona humana se mostró siempre tan
respetuoso y tan solícito como no lo hizo nadie antes de él.
La catequesis debe defender y fortalecer todos los días la
fe en 1-a divinidad de Jesucristo, para que los hombres lo acepten no solo por
su admirable vida humana, sino que por sus palabras y milagros le reconozcan
como Hijo- de Dios unigénito, (Jn. 1, 18), "Dios de Dios, luz de luz, Dios
verdadero de Dios verdadero, engendrado no creado, consustancial al Padre"
(Dz. Sch. 150).
La recta interpretación del misterio de la Encarnación ha
ido progresando en la tradición cristiana. Los Padres y los Concilios, en un
continuo estudio de la fe, dirigieron sus esfuerzos a lograr nociones cada vez más
exactas, a exponer con más profundidad la índole propia del misterio de Cristo
y a investigar las misteriosas relaciones que hay entre El y el Padre celestial
y entre El y los hombres,
A esto se añade el testimonio- de vida cristiana que dio
la Iglesia acerca de esta verdad en el correr de los siglos: la comunión de
Dios con los hombres que se logra en Cristo, ha sido fuente de gozo y de
inexhausta esperanza. En Cristo está toda la plenitud de la divinidad, y por El
se hace visible el amor de Dios a los hombres.
San Ignacio escribía a los Efesios: "Jesucristo
nuestro Señor es médico carnal y espiritual, engendrado e ingénito, Dios
existiendo en carne, vida verdadera en la muerte, de María y de Dios, primero
impasible y entonces pasible" (RJ. 39).
JESUCRISTO SALVADOR Y REDENTOR DEL MUNDO
54. El misterio de Cristo aparece en la historia de los
hombres del mundo, sujeta al pecado, no solo como misterio de Encarnación, sino
de Salvación y Redención.
De tal manera amó Dios a los hombres pecadores, que les
dio a su Hijo para reconciliar consigo al mundo (II Cor. 5,19). Jesús, pues,
como primogénito de muchos hermanos (Rom. 8,29), santo, inocente, inmaculado (Hebr. 7,26), obedeciendo libremente a su Padre por amor filial
(Filip. 2,8),
aceptó como Mediador la muerte —estipendio del pecado— por sus hermanos
pecadores (Rom. 6,23; GS. 18).
Jesucristo, con su muerte santísima, redimió a la
humanidad de la servidumbre del pecado y del demonio y derramó sobre ella su
Espíritu de adopción creando en sí mismo una nueva humanidad.
LOS SACRAMENTOS SON ACCIONES DE CRISTO EN LA IGLESIA QUE ES
EL SACRAMENTO PRIMORDIAL
55. El misterio de Cristo se continúa en la Iglesia que
goza siempre de su presencia y le sirve, mediante los signos instituidos por el
mismo Cristo para significar y conferir la gracia, y se llaman propiamente
sacramentos (Conc. Tridentinum, Decretum de sacramentis, Dz. - Sch., 1601).
Pero la misma Iglesia, por cuanto no es sólo el pueblo de
Dios, sino que es también en Cristo "como signo e instrumento de la unión
íntima con Dios y de la unidad de todo el género humano" (LG. 1), debe
considerarse en cierto modo como el sacramento primordial. -
Los sacramentos son las acciones principales y
fundamentales por las cuales Jesucristo da continuamente a los fieles su Espíritu,
haciendo de ellos el pueblo santo, que en El y con El, se ofrece en oblación,
acepta al Padre.
Los sacramentos, es claro, deben tenerse como los bienes
inestimables de la Iglesia que tiene el poder de administrarlos, pero deben
referirse siempre a Cristo de quien derivan su eficacia. En realidad Cristo es
quien bautiza. No es tanto el hombre que celebra la Eucaristía como el mismo
Cristo; es El quien por el ministerio de los sacerdotes se ofrece en el
sacrificio de. la misa. (Conc. Trid., Doctrina de sacrificio Missae, - Dz., Sch., 1743).
La acción sacramental es en primer lugar acción de
Cristo, de quien los ministros de la Iglesia son como instrumentos.
LOS SACRAMENTOS SEGUN SU NATURALEZA INTEGRAL
56. Cuidado de la catequesis es proponer los sacramentos
según su naturaleza integral.
Lo primero, hay que proponerlo como sacramentos de la fe.
Ellos de por sí expresan la voluntad eficaz de Cristo Salvador, y los hombres
por su parte deben manifestar su sincera voluntad de responder al amor y
misericordia de Dios. Por eso la catequesis debe procurar, como disposición,
excitar la sinceridad y la generosidad para la más digna recepción de los
sacramentos.
En segundo lugar los sacramentos hay que presentarlos según
la naturaleza y fin de cada uno, no sólo como remedios del pecado y sus
consecuencias, sino, y principalmente, como fuentes de gracia en los individuos
y en las comunidades; de tal suerte que toda dispensación de la gracia en la
vida de los fieles diga relación a la economía sacramental.
CATEQUESIS DE LOS SACRAMENTOS
57. El bautismo lava al hombre de la culpa original y de
todo pecado personal, lo hace hijo de Dios, lo incorpora a la Iglesia y lo
santifica con los dones del Espíritu Santo, y, por un carácter indeleble
impreso en su alma, lo hace partícipe de una manera inicial, de la misión profética,
real y sacerdotal del Señor Jesucristo (1 Petr. 29; LG. 31).
La Confirmación vincula al cristiano más perfectamente a
la Iglesia y lo enriquece con una fortaleza especial del Espíritu Santo, para
que viva en el mundo como testigo de Cristo.
Pero como la vida del cristiano, que es milicia sobre la
tierra, está expuesta a tentaciones y pecados, se 1-e abre el camino del
sacramento de la penitencia para que alcance el perdón de Dios misericordioso y
se reconcilie con la Iglesia.
El Orden configura de una manera especial a Cristo
mediador, a algunos de los miembros del pueblo de Dios confiriéndoles la
potestad sagrada para que apacienten la Iglesia, alimenten y santifiquen a los
fieles con la palabra de Dios, y para que en representación de Cristo ofrezca
el sacrificio de la Misa y presidan el banquete Eucarístico.
"Con la Unción de los Enfermos y la oración de los
presbíteros, toda la Iglesia encomienda a los enfermos al Señor paciente y
glorificado para que los alivie y los salve" (GL. 11. Sant. 5,14-16).
En la catequesis de los sacramentos dése importancia a la
explicación de los signos; porque la catequesis por signos visibles debe llevar
a los fieles a escrutar los misterios invisibles de Dios.
LA EUCARISTÍA CENTRO D TODA LA VIDA SACRAMENTAL
58. Sin duda la Eucaristía tiene el primado sobre todos
los sacramentos, y la mayor eficacia en la edificación de la Iglesia (LG. 11,
17; Instr.
Eucharisticum mysterium, nn
5-15).
Porque en la Eucaristía, una vez pronunciadas las palabras
de la consagración, se convierte la realidad profunda (no fenoménica) del pan
y del vino, en cuerpo y sangre de Cristo; conversión que en la Iglesia recibió
el nombre de "transubstanciación". Por eso, bajo las apariencias (la
realidad fenoménica) del pan y del vino, se oculta de manera misteriosa la
misma humanidad de Cristo, no solo por su virtud, sino por sí misma (es decir
sustancialmente) y unida a su divina Persona (Paulum VI Enc. Mysterium Fidel, AAS, 1965, p. 766),
Pero este sacrificio no es sólo el rito conmemorativo de
un sacrificio pasado. Porque en él Cristo a través de los siglos perpetúa de
una manera incruenta, por el ministerio de los sacerdotes, el sacrificio de la
cruz, (SC, 47) a la vez que alimenta a los fieles por sí mismo como pan de
vida, para que imbuidos del amor de Dios y del prójimo se hagan el pueblo cada
vez más aceptable a Dios.
Los fieles alimentados con la Víctima del Sacrificio de la
cruz superan con amor auténtico y- activo los prejuicios que llevan a tildar de
estéril un culto que los aisla de la fraternidad y de la colaboración humana.
El banquete Eucarístico fue instituido para hacer que los
fieles por la oración frecuente unan cada día más su corazón con Dios y por
lo mismo reconozcan y amen a los hombres corno hermanos de Cristo y como hijos
de Dios,
EL SACRAMENTO DEL MATRIMONIO
59. Hoy —con el debido respeto que el mensaje cristiano
tiene por la virginidad consagrada— (1. Cor. 7,38; Concilium Tridentinum,
Canones de sacramento matrimonii, Dz. - Sch., 1810), debemos dar una peculiar
importancia a la catequesis sobre el matrimonio instituido por el mismo Creador
y enriquecido con varios bienes, fines y leyes (Gs. 48).
La catequesis apoyada en las palabras de la fe y en la ley
natural, bajo el magisterio de la Iglesia que tiene como misión su interpretación
auténtica (Enc. Hu.manae Vitae, n. 4, ASS, 1968, p. 483), y tomando en cuenta
el progreso de las ciencias antropológicas, debe poner en el matrimonio la base
de la vida familiar por cuanto se refiere a sus valores -a la ley divina de la
indisolubilidad y unidad y a los deberes del amor ordenado naturalmente a la
procreación y educación de la prole.
En cuanto al control de la natalidad hay que observar lo
que la doctrina de la Iglesia dice respecto a la castidad conyugal. (Humanae
Vitae, n. 14, AAS, 1968, p, 490).
Dado que N.S. Jesucristo —para los bautizados— elevó
el matrimonio a la dignidad de sacramento, los cónyuges, ministros del
sacramento al dar el consentimiento personal e irrevocable, viviendo en gracia
imitan y de cierta manera representan el amor del mismo Cristo para con su
Iglesia (Efe. 5,25).
Los esposos cristianos son robustecidos y como consagrados
por este! sacramento para cumplir los deberes de su estado y conservar su
dignidad (GS, 48).
Por último a la vocación de la familia toca el abrirse
como comunidad a la Iglesia y al mundo.
EL HOMBRE NUEVO
60. El hombre al recibir el Espíritu de Cristo empieza una
manera completamente nueva y gratuita de vida con Dios.
El Espíritu Santo presente en el alma del cristiano, lo
hace partícipe de la naturaleza divina y lo une en comunión íntima de vida
con el Padre y con el Hijo, que no puede romper ni la muerte (Cfr. Jn. 14,23),
El Espíritu Santo sana al hombre de sus debilidades y
enfermedades espirituales; 1-o libra de la servidumbre de las pasiones- y del
inmoderado amor de sí mismo, dándole fuerza para guardar la ley divina; lo
robustece con la esperanza y la fortaleza; lo ilumina en la prosecución del
bien; y le da frutos de calidad, de alegría, paz, paciencia, benignidad,
bondad, longanimidad, mansedumbre, fidelidad, modestia, continencia y castidad (Gal. 5,22-23). -
De aquí que el Espíritu Santo sea invocado como huésped
del alma.
La liberación del pecado y la inhabitación de Dios en el
alma es la gracia. Cuando se dice que el pecador es justificado por Dios, que es
vivificado por el Espíritu de Dios, que posee en sí la vida de Cristo O: que
tiene la gracia, estamos utilizando un lenguaje que, con distintas palabras,
significa la misma cosa, es - decir: morir al pecado, hacerse partícipe de la
divinidad del Hijo por el Espíritu de adopción y entrar en íntima comunión dé
vida con la Santísima Trinidad.
El hombre de la historia de la Salvación es el hombre
ordenado a la gracia de la adopción filial y a la vida eterna. La Antropología
cristiana encuentra su índole verdadera y propia en la gracia de Cristo
Salvador.
LA LIBERTAD HUMANA Y CRISTIANA
61. La vocación divina del hombre pide de él una
respuesta libre en Jesucristo.
El hombre no puede menos de ser libre. Es propio de su
dignidad y responsabilidad que, siendo dueño de sus acciones, guarde la ley.
natural y la ley de la gracia y adherirse a Dios que se reveló en Cristo. La
libertad del hombre caído quedó de tal manera herida, que no puede cumplir las
obligaciones de la ley natural por mucho tiempo, sin el auxilio de la gracia
divina; pero la gracia eleva y fortalece de tal manera su libertad que viviendo
en la carne, está en capacidad de vivir santamente en la fe de Jesucristo (Cfr.
Gal. 2,20).
Misión de la Iglesia es promover y defender el verdadero
sentido de la libertad y su recto uso contra cualquier coacción injusta. Ella,
además, la defiende de sus negadores que sostienen que la actividad del hombre
depende totalmente de determinismos psicológicos y de acondicionamientos económicos,
sociales, culturales y otros por el estilo.
No niega, sin embargo, la Iglesia que la libertad aún
ayudada por la divina gracia, está expuesta a graves dificultades psicológicas
y al influjo de las condiciones externas en que cada uno vive; de manera que la
responsabilidad humana no pocas veces se disminuye y, aún más, casos hay en
que casi desaparece, o desaparece totalmente.
También tiene en cuenta la Iglesia las investigaciones y
el progreso moderno de las ciencias antropológicas acerca del uso y de los límites
de la libertad humana. Por todo esto, se preocupa en educar y cultivar la
genuina libertad, 1-o mismo que procurar en el campo psicológico, social, económico,
político y religioso las condiciones convenientes para el verdadero y justo ušo
de la libertad.
Los cristianos, por tanto, deben trabajar con dedicación y
sinceridad en el orden temporal de las cosas para que en lo posible se den las
mejores condiciones para el ejercicio de la libertad. -
Es este un compromiso que ellos comparten con todos los
hombres de buena voluntad, aunque deben también saber que esta obligación les
urge a ellos por razones más válidas y apremiantes; pues no se trata de
promover solo un bien terrenal, sino el bien inestimable de la gracia y la
salvación eterna.
EL PECADO DEL HOMBRE
62. Las condiciones históricas y ambientales no son, sin
embargo, el principal obstáculo a la libertad del hombre: el más grande obstáculo
que ‘tiene el hombre para adherir libremente a la obra de la salvación es el
pecado.
"Creado por Dios en la justicia, el hombre sin
embargo, por instigación del demonio, en el propio exordio de la historia, abusó
de su libertad, levantándose contra Dios y pretendiendo alcanzar su propio fin
al margen de Dios" (GS. 13). "Por un hombre entró el pecado en el
mundo y por el pecado la muerte y así la muerte alcanzó a todos los hombres,
por cuanto todos pecaron" (Rom. 5,12). "La naturaleza humana caída,
destituida de la gracia que antes la enriquecía, herida en sus fuerzas
naturales y sometida al imperio de la muerte es trasmitida a todos los hombres,
por lo cual todo hombre nace en pecado" (Paulo VI, Profeso fidei ri. 16.
AAS. 1968, p. 439).
El pecado se ha hecho una dolorosa experiencia de los
hombres y es causa de muchos sufrimientos y ruina. Ni hay que olvidar la
doctrina acerca de la naturaleza y los efectos del pecado personal con el que el
hombre viola, consciente y libremente, la ley moral y ofende gravemente en cosas
graves a Dios.
La historia de la salvación es también historia de
liberación del pecado. Todas las intervenciones de Dios desde el Antiguo hasta
el Nuevo Testamento tienen también la finalidad de dirigir al hombre en la
lucha contra las fuerzas del mal; la misión histórica de Cristo se endereza a
la destrucción del pecado y se realiza en el misterio de la cruz.
La penetrante reflexión de S. Pablo (Rom. 5) sobre la
realidad del pecado y sobre la consiguiente "obra de justicia" de
Cristo, constituye un aspecto fundamental de la fe cristiana, que no puede ser
callado en la catequesis.
Sin embargo la salvación traída por Cristo va mucho más
allá de la redención del pecado. Ella es de hecho la realización del designio
de Dios de comunicarse en Jesucristo con una riqueza que trasciende toda
comprensión; es un designio que no se detiene ante la culpa de los hombres,
sino que les confiere una gracia sobreabundante con respecto a la muerte causada
por el pecado (Rom. 5, 15-17).
Esta iniciativa de amor, por la cual los hombres son
llamados a participar, por medio- del espíritu de Cristo, a la misma vida de
Dios, es siempre eficaz y actual en todos los tiempos. El hombre, aún pecador,
queda siempre incluido en el único orden querido por Dios es decir el de
comunicare benévolamente a nosotros en Cristo Jesús y por eso, movido de la
gracia puede obtener la salvación por la conversión.
LA VIDA MORAL DE LOS CRISTIANOS
63. Cristo confió a sus apóstoles la tarea de enseñar a
observar todas las cosas que él había enseñado (Mt. 28,20). Por eso la
catequesis no comprende solamente las verdades que hay que creer sino también
las cosas que hay que hacer.
La vida moral del cristiano, es decir el modo de vivir
conforme a su dignidad de hombre y de hijo adoptivo de Dios, es el compromiso de
vivir y crecer, bajo la gula del Espíritu Santo en la vida nueva comunicada por
Jesucristo.
La vida moral del cristiano es guiada por la gracia y los
dones del Espíritu Santo: "El amor de Dios se ha difundido en nuestros
corazones con el Espíritu Santo que nos fue dado" (Rom. 5,5).
La docilidad al Espíritu Santo conlleva la fidelidad a los
mandamientos de Dios, como también a las leyes de la Iglesia y a las leyes
civiles justas.
- La libertad cristiana tiene ‘también necesidad de ser
orientada y guiada en sus realizaciones concretas. Por eso la conciencia de los
fieles, aunque guiada por la virtud de la prudencia, debe someterse al
magisterio de la Iglesia, al cual le toca exponer auténticamente el orden moral
objetivo.
Es necesario también que el cristiano conozca la
existencia de normas morales absolutas que obligan siempre y a todos. Por este
motivo los santos han dado testimonio de Cristo aún con actos heroicos de
virtud, y los mártires han afrontado los tormentos y la muerte para no negarlo.
LA PERFECCION DE LA CARIDAD
64. La acción del Espíritu de Cristo se expresa bien
cuando se pone a la luz la originalidad propia de la moral cristiana, que
consiste en resumir y centrar todo compromiso ético, preceptos y consejos, en
aquel elemento que es como su alma, os decir en una fe que obra en la caridad
(Gal. 5,6).
El hombre es llamado a aceptar libremente en toda
circunstancia el designio de Dios Esta es "la obediencia de la fe por la
que el hombre se entrega entera y libremente a Dios" (DV. 5). Y puesto que
Dios es amor y su designio es comunicar en Jesucristo su amor y hacer de la
humanidad una comunión en el amor recíproco, aceptar libre y perfectamente a
Dios y a su designio significa decidirse por una vida inspirada por el amor en
la observancia de los mandamientos, es decir aceptar y vivir como mandamiento
nuevo el compromiso de la caridad,
El hombre es llamado por tanto a decidirse en la fe por una
vida de caridad hacia Dios y los otros hombres: aquí está su máxima
responsabilidad y su altísima dignidad moral. La santidad del hombre,
cualquiera sea Su estado de vida a que ha sido llamado, consiste en la perfección
de la caridad (LOE 29-42).
LA IGLESIA PUEBLO DE DIOS E INSTITUCION SALVIFICA
65. La Iglesia instituida por Cristo, nació de su muerte y
Resurrección. Ella es el nuevo Pueblo de Dios, preparado en la Historia de
Israel, pueblo que Cristo vivifica y hace crecer con la efusión de su espíritu
y que continuamente renueva y dirige con sus dones jerárquicos y carismáticos;
"pueblo reunido en la unidad del Padre, del Hijo y del Espíritu
Santo" (LG. 4).
Por eso la Iglesia en cuanto Pueblo de Dios, sociedad de
los Pueblos, comunión de los hombres en Cristo, es obra del amor salvífico de
Dios en Cristo.
Los principios que generan y forman los fieles, constituyéndolos
en comunidad es decir el depósito de la fe, los sacramentos, los ministerios
apostólicos, pertenecen a la Iglesia Católica. A ella le han sido encomendados
y dan origen a las actividades eclesiales. En otras palabras, la Iglesia posee
todos los medios necesarios para reunirse y llevar a plena madurez 1a comunión
de los hombres en Cristo.
Esta obra no es fruto solamente de la acción trascendente
de Dios, del trabajo invisible de Cristo y de su Espíritu, sino también de
instituciones, de poderes y de acciones salvíficas propias de la Iglesia. Por
eso ella además de sociedad de los fieles es también su madre, en virtud de su
acción ministerial y salvífica.
La Iglesia es el pueblo santo de Dios que participa de la
misión profética de Cristo (Cfr. LG 12) y congregado por la palabra de Dios,
la acoge y la proclama a todo el mundo. Es un pueblo sacerdotal: "Cristo Señor,
Pontífice, tomado de entre los hombres, hizo un pueblo nuevo un reino y
sacerdotes para Dios su Padre. (Ap 1,6). Los bautizados en efecto, son
consagrados por la regeneración y la unción del Espíritu Santo como casa
espiritual y sacerdocio santo para que, por toda obra del hombre cristiano
ofrezcan sacrificios espirituales y anuncien el poder de Aquél que los llamó
de las tinieblas a su admirable luz" (LG. 10).
Pero la Iglesia es una sociedad especialmente jerárquica;
es un pueblo conducido por sus pastores unidos al sumo Pontífice, Vicario de
Cristo y sujetos a El (Cfr. LG. 22). A estos pastores miran los fieles con amor
y obsequiosa obediencia. Es un pueblo que peregrina hacia la plenitud del
misterio de Cristo.
La presencia del Espíritu Santo en la Iglesia, mientras
por una parte asegura indefectiblemente las condiciones objetivas necesarias a
su encuentro santificante con Cristo, por la otra hace que ella en sus miembros
y a causa de sus miembros y en sus estructuras contingentes tienda continuamente
a la purificación y renovación. -
LA IGLESIA COMO COMUNION
66. La Iglesia es una comunión; de esta verdad ha
adquirido ella una renovada conciencia en el Concilio Vat. II. -
La Iglesia es un pueblo congregado por Dios y estrechamente
unido por vínculos espirituales. Su estructura pide diversidad de dones y de
funciones, pero esta diversidad, aunque no sea simplemente de grado sino de
esencia —como en el caso del sacerdote ministerial y el sacerdocio común de
los fieles— no quita la radical y constitutiva igualdad de las personas.
"Uno es pues el Pueblo de Dios escogido: ‘un Señor, una sola fe un solo
bautismo’, (Ef. 4,5); común es la dignidad de los miembros por su regeneración
en Cristo, común la gracia de los hijos, común la vocación a la perfección,
una sola salvación, una sola esperanza e indivisible caridad... Aún cuando
algunos por voluntad de Cristo han sido constituidos doctores, dispensadores de
los misterios y pastores para los demás, existe una auténtica igualdad entre
todos en cuanto a la dignidad y a la acción común de todos los fieles en orden
a la edificación del Cuerpo de Cristo" (LG. 32).
En la Iglesia por tanto toda vocación es digna de honor y
un llamado a la plenitud del amor; toda persona tiene una consistencia
sobrenatural que merece respeto; toda función y todo carisma, aún, cuando
algunos son objetivamente más excelentes que otros (Cfr. 1 Cor. 12, 31; 7,38),
cooperan al bien de todos con una favorable multiformidad de expresiones que el
ministerio apostólico debe coordinar y discernir (CIr. LG. 12).
Esto vale también para toda la Iglesia particular, en cada
una de ellas, por pequeña, pobre y, dispersa que sea, "está presente
Cristo, en virtud del cual se congrega la Iglesia una, santa, católica y apostólica"
(LG. 26). -
Los fieles católicos deben ser solícitos por los
cristianos separados, que no viven en comunión plena con la Iglesia católica,
orando por ellos, hablándoles de las cosas de la Iglesia, pro moviendo con
ellos los primeros contactos. Pero, ante todo, cada uno según su propia condición,
deben los católicos considerar con sinceridad y diligencia lo que hay que
renovar y hacer en la familia católica a fin de que su vida dé un testimonio más
fiel y más claro de la doctrina y de las instituciones trasmitidas por Cristo a
través de los apóstoles (Cfr. UR. 4,5).
LA IGLESIA COMO INSTITUCIÓN DE SALVACION
67. La Iglesia se presenta no solo como comunión de
hermanos que tienen por cabeza a Cristo, sino también como institución a la
cual ha sido confiada una misión salvífica universal. El Pueblo de Dios
"instituido por Cristo para ser comunión de vida, de caridad y de verdad,
se sirve también de él como instrumento de la redención universal y lo envía
a todo el universo como luz del mundo y sal de la tierra" (LG. 9), -
Por esta razón el Vaticano II presenta a la Iglesia como
realidad que abraza a toda la Historia, asume todas sus culturas y las ordena a
Dios y está constituida por la acción del Espíritu de Cristo "Sacramento
Universal de Salvación". Pero la presenta también como Iglesia que
entabla diálogo con el mundo, que dócil a los signos del tiempo descubre los
puntos de interés y de entendimiento entre los hombres, y que además se
preocupa de hacerse inteligible y reconocible y de despojase de aquellas formas
que resultan menos evangélicas y demasiado marcadas con el sello de épocas ya
superadas.
La Iglesia no es ciertamente de este mundo, "no se
mueve por intereses terrenos" (GS. 3) será perfecta sólo en el cielo
hacia donde mira y marcha; y sin embargo es solidaria con el mundo y con su
historia. "La gran solicitud de la Iglesia, Esposa de Cristo, sigue de
cerca las necesidades de los hombres, es decir, sus alegrías y esperanzas,
dolores y trabajos, no es otra cosa sino el deseo que la impele vehementemente a
estar presente a ellos ciertamente con la voluntad de iluminar a los hombres con
la luz de Cristo, y de congregar y unir a todos en aquel que es su único
Salvador. Pero jamás debe interpretarse esta solicitud como si la Iglesia se
acomodase a las cosas de este mundo, o que disminuya el ardor con que ella
espera a su Señor y el Reino eterno" (Pablo VI, Professio Fidei n. 27,
AAS, 1965, p. 444).
MARIA MADRE DE DIOS, MADRE Y MODELO DE LA IGLESIA
68. Unida inefablemente al Señor está María, siempre
Virgen, su Madre que "ocupa en la Santa Iglesia, después de Cristo, el
puesto más alto y el más cercano a nosotros" (LG. 54).
El don del Espíritu de Cristo se manifiesta en ella de
manera singularisima, porque María es la "llena de gracia" (Lc, 1,28)
y es el "modelo de la Iglesia" (LG. 63).
En ella, preservada de toda mancha de pecado original,
libre y totalmente fiel al Señor, asumida a la gloria celeste en alma y cuerpo,
el Espíritu Santo ha manifestado ya plenamente su obra. -
Ella "se asemeja de la manera más plena a su Hijo, Señor
de los Señores y vencedor del pecado y de la muerte" (LO 59). Madre de
Dios y "madre nuestra en el orden de la gracia", (LG. 61), figura de
la virginidad y maternidad de toda la Iglesia, (LG. 63-65), signo de esperanza
cierta y de consolación para el pueblo de Dios peregrinante (LOE 69), "reúne
en sí y en cierto modo refleja las supremas verdades de la fe" y
"atrae a los creyentes a su Hijo, a su sacrificio, y al amor del
Padre" (LG. 65).
Por eso la Iglesia que honra a los fieles y a los santos
que están ya cerca del Señor e interceden por nosotros (LG. 49,50), venera de
modo especialísimo a la Madre de Cristo y madre suya.
LA COMUNION FINAL CON DIOS
69. En Jesucristo y por su misterio, los creyentes esperan
con esperanza ya desde esta vida terrena "al Señor nuestro Jesucristo, que
transfigurará nuestro cuerpo humilde para conformarlo a su cuerpo
glorioso" (Fil. 3,21; 1 Cor. 15). -
Pero las últimas realidades de la Historia de la salvación
se evidenciarán y perfeccionarán solamente cuando Cristo venga con poder, juez
de vivos y muertos, a culminar la Historia y entregar su pueblo al Padre, de
manera que "Dios sea todo en todos" (1 Cor. 15,24-28).
"Hasta que el Señor no venga revestido de majestad y
acompañado de sus ángeles, y, destruida la muerte, le sean sometidas todas las
cosas, de sus discípulos unos peregrinan en la tierra, otros ya difuntos se
purifican; otros finalmente, gozan de la gloria, contemplando claramente a Dios
uno y trino, tal como es" (LG. 49).
Toda la Iglesia el día de la venida del Señor llegará a
su perfección y entrará en la plenitud de Dios: este es el objeto fundamental
de la esperanza y de la oración cristiana ("venga tu reino").
La catequesis sobre los novísimos, mientras por una parte
debe darse bajo el signo de la consolación, de la esperanza y de un saludable
temor (1 Tes. 4,18), de todo 1-o cual sienten una gran necesidad los hombres de
nuestro tiempo, por la otra debe ser completamente fiel a la verdad. Porque no
es lícito disminuir la grave responsabilidad de cada uno con respecto a su
suerte futura.
La catequesis no puede callar ni el juicio particular después
de la muerte, ni las penas expiatorias del purgatorio, ni la triste y luctuosa
realidad de- la muerte eterna, ni el juicio final. Ese día todos los hombres
alcanzarán plenamente su suerte, pues todos comparecerán "ante el
tribunal de Cristo para recibir cada uno la retribución de sus obras buenas o
malas" (2 Cor. 5,10) e "irán los que hicieron el bien -a la
resurrección de la vida y los que hicieron el mal a la resurrección de
condena". (Jn. 5, 29 10. 48).