DIRECTORIO CATEQUÍSTICO GENERAL

  Sagrada Congregación para el Clero

 

 

PARTE III

  EL MENSAJE CRISTIANO

 

SENTIDO Y FINALIDAD DE ESTA PARTE

  36. La fe cuya maduración busca la catequesis (n. 21), se puede considerar de dos maneras: como la adhesión plena del hombre a Dios que se revela, bajo el influjo de la gracia (fides qua), o como la materia de la revelación y del mensaje cristiano (fides quae).

Estos dos aspectos no pueden separarse por razón de su misma naturaleza, y la maduración normal de la fe supone un progreso coherente de ambos, pero estos dos aspectos se distinguen por razones metodológicas.

  En esta tercera parte se trata de la materia de la fe: en el primer capítulo se dan las normas o criterios en que la catequesis deberá inspirarse para la búsqueda y la formulación de sus contenidos. En el capítulo segundo se tratará del contenido en sí mismo.

  Sin embargo no se van a exponer todas y cada una de las verdades cristianas que constituyen el objeto de la fe y la catequesis, ni se van a enumerar los errores más salientes de nuestro tiempo ni las verdades de la fe que hoy se niegan con más insistencia o por lo menos se ven con indiferencia.

  A estos renglones provee el magisterio ordinario de la Iglesia por sus medios de comunicación.

  Tampoco se quiere mostrar en este capítulo una manera orgánica de ordenar las verdades de la fe en una como síntesis que responda, a la vez, a una jerarquía objetiva y a las aspiraciones existenciales de los hombres de nuestro tiempo. Esta es tarea de la teología y de otras disciplinas que se ocupan de ex--poner la doctrina cristiana.

  Por el contrario en este segundo capítulo —en formulaciones globales que suponen una explicación ulterior— se expondrá lo más saliente del mensaje de salvación, de manera orgánica en cuanto a los lineamientos específicos que deberán presentarse de manera más clara en una catequesis nueva que persiga con fidelidad su fin.

 

CAPITULO 1

  NORMAS O CRITERIOS

 

CONTENIDO DE LA CATEQUESIS EN RELACION A DISTINTAS FORMAS DE VIDA ECLESIAL, A LAS DIVERSAS CULTURAS Y DIFERENTES LENGUAJES

  37. La Revelación es la manifestación del misterio de Dios y de su acción salvífica en la historia, hecha por Dios mismo al hombre por una comunicación personal, cuyo contenido quiere El que se predique a todos los hombres como mensaje de salvación.

  De aquí que la primera y principal obligación del ministerio profético de la Iglesia es hacer inteligible este mensaje a los hombres de todos los tiempos, para que se conviertan a Dios por Cristo, interpreten su vida a la luz de la fe, teniendo en cuenta la situación histórica concreta de esa vida, y puedan vivir de acuerdo con la dignidad que les ha traído el mensaje de salvación y que la fe les ha revelado,

  Para lograr todo esto la catequesis, tiempo importantísimo del ministerio profético de la Iglesia, no solo debe tomar contacto continuo con las diferentes maneras de vida de la comunidad eclesial, sino que debe procurar la más estrecha relación entre las posibles formulaciones del divino mensaje y las diferentes culturas y maneras de hablar de los pueblos.

 

META DE LA CATEQUESIS ES PROPONER TODA LA MATERIA -

  38. La materia del mensaje de salvación consta de partes estrechamente unidas entre sí, aún cuando su revelación fue hecha progresivamente por Dios, primero por los profetas y últimamente por medio de su Hijo (H-ebr, 1.1).

  Puesto que el fin de la catequesis —como se ha dicho— consiste en llevar a la madurez de la fe a los cristianos como individuos y como comunidades, ésta debe tener el cuidado de proponer integro el tesoro del mensaje cristiano. Y debe hacerse de acuerdo con el ejemplo de la pedagogía divina (n. 33), sin perder de vista la totalidad de la revelación para que el pueblo se alimente de ella y de ella viva,

  La catequesis por tanto empieza por la proposición simple de la estructura íntegra del mensaje cristiano —valiéndose de fórmulas sumarias y globales— y de manera adecuada a las distintas condiciones culturales y espirituales de los catequizados. Pero de ninguna manera debe limitarse a esa presentación inicial sino que debe proponer el mensaje de una manera cada vez más amplia y explícita, de modo que los fieles individualmente y la comunidad, adquieran de él un conocimiento más profundo y enfoquen los problemas humanos bajo la luz de la revelación.

  Esta tarea de la catequesis —que no es tan fácil— debe cumplirse bajo la dirección del magisterio de la Iglesia a quien toca custodiar la verdad de la revelación y vigilar que el ministerio de la palabra use expresiones correctas y tome en cuenta con prudencia las investigaciones de la teología y de la ciencia.

 

LA MATERIA DE LA CATEQUESIS CONSTITUYE UN CUERPO ORGANICO Y VITAL

  39. - El objeto de la fe es - por su naturaleza complejo, es decir: Dios en su misterio y su intervención salvífica en la historia, y esto lo sabemos por lo que el mismo Dios ha revelado de sí y de sus obras. -

Cristo es el centro principal tanto en lo relativo a la intervención de Dios en la historia como en la manifestación de sí mismo a los hombres.

  Por lo dicho, el objeto de la catequesis son el misterio de Dios y sus obras, es decir las obras que Dios hizo, hace y hará por nosotros los hombres y por nuestra salvación. Todas estas cosas guardan entre sí una vital coherencia y constituyen la economía de la salvación.

  Una catequesis que descuide esta organicidad y armonía del contenido se haría incapaz de lograr la finalidad que persigue.

 

CRISTOCENTRISMO DE LA CATEQUESIS

  40. Cristo Jesús, el Verbo de Dios encarnado, siendo la suprema manera como Dios interviene en el mundo y se manifiesta a los hombres, es el centro del mensaje evangélico en la Historia de la salvación.

  El es "la imagen de Dios invisible, primogénito de la creación" (Col. 1,15). El es en verdad el único mediador por el cual Dios se acerca a los hombres y el hombre es llevado a Dios. (Cfr 1. Tim. 2,5). En El tiene la Iglesia su fundamento. En El se instauran todas las cosas (Ef. 1,10).

  - Por eso las cosas creadas, la conciencia de los hombres, los valores genuinos que se encuentran en otras religiones, los signos de los ‚tiempos deben tenerse como caminos y escalones aunque no de manera unívoca, por los cuales uno puede acercar se a Dios bajo el influjo de 1-a gracia y no sin cierta referencia a la Iglesia (Cfr. LG. 16).

  Por todo esto la catequesis debe ser necesariamente Cristocéntrica. -

 

EL TEOCENTRISMO TRINITARIO DE LA CATEQUESIS

  41. Así como Cristo es el centro de la historia de la salvación, así el misterio de Dios es el centro del cual parte esta historia y hacia el cual se ordena como último fin. Cristo muerto y resucitado lleva a los hombres al Padre enviando al Espíritu Santo al Pueblo de Dios. Por esta razón la estructura de toda la catequesis debe ser teocéntrica — trinitaria: por Cristo al Padre en el Espíritu.

  Por Cristo: Toda la economía de la salvación toma sentido del Verbo Encarnado, cuya venida preparó, cuyo reino en la tierra después de su muerte y resurrección manifiesta y extiende hasta su segunda venida gloriosa, que consumará la obra de Dios. De aquí que el misterio de Cristo ilumine toda la materia de la catequesis. Todos los elementos —bíblicos, evangélicos, eclesiales, humanos y aún cósmicos— que la enseñanza catequística debe disponer y explicar, hay que referirlos al Hijo de Dios Encarnado.

  Al Padre: El fin supremo de la Encarnación del Verbo y de toda la economía ‘de la salvación consiste en llevar a todos los hombres al Padre. Por tanto la catequesis, que debe ayudar a entender .cada vez mejor este designio amoroso del Padre Celestial, tiene la misión de enseñar que el último sentido de la vida es este: conocer y glorificar a Dios haciendo su voluntad, como Cristo nos enseñó con su palabra y su ejemplo, y así llegar a la vida eterna.

  En el Espíritu Santo: El conocimiento del misterio de Cristo y nuestra ida hacia el Padre se hacen realidad en el Espíritu Santo. La catequesis, por tanto, al trasmitir el mensaje cristiano, debe explicar esta presencia del Espíritu Santo por la cual somos promovidos a la comunión con Dios y con los hombres y al cumplimiento de nuestras responsabilidades.

  Si la catequesis carece de estos tres elementos o no le da importancia a su estrecha relación, se corre el riesgo de que el mensaje cristiano pierda su propia índole.

 

POR NOSOTROS LOS HOMBRES Y POR NUESTRA SALVACION

  42. El fin teocéntrico-trinitario de la economía de la salvación no se puede separar de su objeto que consiste en que los hombres liberados del pecado y sus consecuencias se configuren en lo posible a Cristo (Cfr. LG. 39). Como la Encarnación del Verbo, así, toda la verdad revelada es por nosotros los hombres y por nuestra salvación. La relación prospectiva de todas las verdades cristianas con el último fin del hombre es una de las condiciones para su provechosa inteligencia (Con. Vat. 1. Const. Dei Filius, Dz. Sch., 3016).

  La catequesis, por tanto, debe mostrar con claridad la estrechísima relación del misterio de Dios y de Cristo con la existencia y el último fin del hombre. Con esta manera de proceder de ningún modo se quiere subestimar los fines terrenales a cuya consecución, por el esfuerzo individual y colectivo, llama Dios a los hombres; sino que se está diciendo claramente que el fin último del hombre no se restringe a estos fines temporales, sino que más bien los supera con una ventaja no sospechada, y de una manera que sólo el amor de Dios para los hombres pudo pensar.

 

JERARQUIA DE VERDADES QUE HAY QUE GUARDAR EN LA CATEQUESIS

  43. En el mensaje de salvación hay una cierta jerarquía de verdades (tJR. 11), que siempre reconoció la Iglesia, al- elaborar los símbolos o compendios de las verdades de la fe. Esta jerarquía no significa que unas verctactes pertenecen menos que otras a la fe, sino que unas verdades se apoyan en otras como más principales y reciben de ellas luz.

  La catequesis en todos sus grados habrá de tener - en cuenta esta jerarquía de las verdades de la fe.

  Estas verdades se pueden agrupar en cuatro capítulos fundamentales:

  El misterio de Dios, Padre, Hijo y Espíritu Santo, creador de todas las cosas;

  El misterio de Cristo, Verbo Encarnado, que nació de María la Virgen y por nuestra salvación padeció, murió y resucitó;

  El misterio del Espíritu Santo, presente en la Iglesia a la cual santifica y dirige hasta la gloriosa venida de Cristo, Salvador y juez nuestro;

  El misterio de la Iglesia, que es el cuerpo místico de Cristo, en la cual la Virgen María ocupa un puesto eminente.

 

INDOLE HISTORICA DEL MISTERIO DE LA SALVACION

  44. La economía de la salvación se realiza en el tiempo: pues empezó y progresó en el pasado, actúa su fuerza en el presente y espera su consumación en el futuro. Por eso es necesario que en la catequesis aparezca la memoria del pasado, la conciencia del presente y la esperanza de la vida futura.

Por eso la catequesis recuerda el acontecimiento supremo de toda la historia de la salvación con el cual los cristianos se unen por la fe: la Encarnación, la Pasión, la Muerte y Resurrección de Cristo.

Además la catequesis hace conocer a los cristianos cómo el misterio salvífico de Cristo actúa hoy por el Espíritu Santo y el magisterio de la Iglesia, así como sus obligaciones para con Dios, para consigo mismos y para con el prójimo.

La catequesis por último dispone el corazón a la esperanza de la vida futura —consumación de toda la historia de la salvación— y hacia la cual los cristianos deben tender con confianza filial, pero no sin un santo temor del juicio divino.

Por esta esperanza la comunidad de los fieles se llena de una íntima expectación escatológica que la capacita para juzgar rectamente los bienes terrenales estimándolos en su justa proporción sin que por ello los menosprecie.

Estos tres aspectos principales hay que tomarlos en cuenta asidua y eficientemente en toda catequesis.

 

FUENTES DE LA CATEQUESIS

45. El contenido de la catequesis se encuentra en la Palabra de Dios escrita o en la tradición; el pueblo creyente lo entiende y lo explica más profundamente bajo la dirección del Magisterio que es el único que enseña auténticamente; lo celebramos era la liturgia; resplandece en la Iglesia, principalmente en los justos y en los santos; y de alguna manera se hace patente en los mismos valores morales que, por providencia de Dios, existen en la sociedad humana.

Estas son las fuentes de la catequesis: unas principales, otras subsidiarias. Por tanto no deben tomarse en sentido unívoco.

Así que al usar estas fuentes, el catequista mirará siempre y sobretodo a la revelación escrita y a la tradición y a la autoridad del magisterio eclesiástico en las cosas relacionadas con la fe.

Además el catequista, al exponer cualquier punto del contenido de la fe, debe destacar cómo el misterio de Cristo es su centro; cómo la Iglesia lo interpreta, lo define, lo celebra, lo actualiza y participa en la liturgia y lo reduce a la práctica en la vida.

  Por último el catequista debe pensar cómo podrán con la ayuda del Espíritu Santo, realizarse los planes de Dios en nuestra época.

 

  PRINCIPIO GENERAL DE LA METODOLOGIA CATEQUISTICA

  46. Las normas arriba indicadas que se refieren a la exposición de la materia de la catequesis, deben aplicarse en las varias formas de la catequesis: es decir en la catequesis bíblica, litúrgica, en el compendio doctrinal, en la interpretación de las condiciones concretas de la existencia humana, etc.

  De ellas, sin embargo, no puede deducirse el orden que ha de guardarse en la exposición de la materia. Se puede partir de Dios para llegar a Cristo y al contrario; se puede partir del hombre para llegar a Dios y al contrario, etc. etc. El método pedagógico se escogerá de acuerdo con las circunstancias porque atraviesa la comunidad eclesial o los fieles a quienes se dirige. De aquí la necesidad de investigar cuidadosamente para encontrar los caminos y las maneras que mejor respondan a las condiciones de la realidad.

  Toca a las Conferencias Episcopales dar la normas más precisas y aplicarlas mediante los directorios catequísticos, catecismos según la edad, la cultura y los otros recursos que parezcan oportunos. (Cfr. parte VI).

 

CAPITULO II

  LOS PRINCIPALES ELEMENTOS DEL MENSAJE CRISTIANO

 

EL MISTERIO DE UN SOLO DIOS: PADRE, HIJO, ESPIRITU SANTO

  47. La historia de la salvación es lo mismo que la historia de los medios y modos cómo Dios uno y verdadero: Padre, Hijo, Espíritu Santo, se revela a los hombres, a quienes, apartados del pecado, reconcilia y une consigo.

  El A.T. mientras afirma de una manera clara la unidad de Dios en un mundo politeísta, adelanta algunos indicios del misterio Trinirtario que tendrán plena explicación en la persona, en las obras y palabras de Jesucristo, quien al revelase como Hijo de Dios, revela al mismo tiempo al Padre y al Espíritu Santo.

  El conocimiento íntimo de Dios verdadero que llena el alma del divino Maestro, 1-o comparte El con sus discípulos llamándolos a que se hagan hijos de Dios por el don que él les hace de su Espíritu filial (Jn. 1. 12; Rom. 8,15).

  En la catequesis, por tanto, el encuentro con Dios Uno y Trino ocurre primero y principalmente cuando el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo son reconocidos como autores del plan de salvación, que llega a su culminación con 1-a muerte y resurrección de Jesús (Irenaeum, Demonet. praedic. apost., n-. 6, S. Chr., 62, p. 39 sq.).

  De ésta manera a la Revelación del Misterio trasmitida por la Iglesia responde una progresiva conciencia de los fieles que, en la fe, entienden que su vida, después del bautismo, consiste en alcanzar una más íntima familiaridad con las tres divinas Personas, por cuanto ellos han sido llamados a participar su divina naturaleza.

  Por último, los cristianos con los ojos de la fe, por un don de Espíritu Santo, pueden, desde ya contemplar con amor filial la Santísima Trinidad de las Personas, como es ella en la vida íntima de Dios desde la eternidad.

 

EL GENUINO CULTO DE DIOS EN UN MUNDO SECULARIZADO

  48. "El Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo" (Efe. 1,3) es "un Dios vivo" (Mt. 16, 16): santo, justo, misericordioso es un Dios autor de una alianza con los hombres, Dios que ve, libera, salva, Dios que ama como Padre, como esposo. La catequesis anuncia este Dios con alegría, como fuente que es de toda esperanza (1 Petr. 1, 3-4),

La catequesis, por otra parte, no puede ignorar que muchos hombres de nuestro tiempo sienten la lejanía y la ausencia de Dios. Este hecho que es parte del proceso de secularización, constituye sin duda un peligro para la fe, pero también nos empuja a tener una fe más pura y a ser más humildes ante el misterio de Dios, como conviene: "Verdaderamente tú eres un Dios escondido, Dios salvador de Israel" (Is. 45,15).

  Bajo esta luz podemos entender más fácilmente la verdadera naturaleza del culto que Dios nos pide y que le glorifica: es decir un culto que va unido al propósito de hacer su voluntad en todos los campos de nuestra actividad y de multiplicar fielmente en el amor los talentos que él nos ha dado (M:at. 25, 14 Sigs.).

  En la sagrada Liturgia los fieles presentan los frutos de sus actos de amor, de justicia y de paz para ofrecerlo humildemente a Dios y así recibir la palabra de vida y las gracias que necesitan para profesar en el mundo la verdad en la caridad (Efe. 4, 15), en comunión con Cristo que ofrece por los hombres su Cuerpo y su sangre.

 

CONOCIMIENTO DE DIOS Y TESTIMONIO DE CARIDAD

  49. Los cristianos pueden ayudar al mundo ateo para que še acerquen a Dios, por medio del testimonio de su vida conforme al mensaje de caridad de Cristo y de fe viva y madura que se manifieste en obras de justicia y amor (GS. 21).

  Pero no hay que desestimar el recto uso de la razón que, como enseña la Iglesia, (Conc. Vat. 1. Const. dogm. Dei Filius, Dz.—Sch. 3004-3005, 3026), puede conocer a Dios principio y fin de todas las cosas. Este conocimiento de Dios lejos de menoscabar la dignidad humana la establece y la afirma.

  Aún cuando el fin de la Iglesia es la salvación eterna de los hombres, sin embargo la fe en Dios lleva consigo la urgente obligación de ayudar a resolver los problemas humanos (1 Jo. 4, 20-21): en este campo los cristianos deben dar testimonio del valor del mensaje del Señor con sus obras.

 

JESUCRISTO, HIJO DE DIOS, PRIMOGENITO DE TODA LA CREACION Y SALVADOR

  50. La coronación de todas las obras de Dios es la Encarnación de su Hijo Jesucristo. Primogénito de toda la creación, El tiene ser antes que todas las cosas y todas las cosas tienen en El su consistencia (Col. 1, 15-17). En El, por El, y para El fueron creadas todas las cosas (Col. 1, 15 ss). -

  Hecho obediente hasta la muerte, exaltado como Señor de todos, se nos manifestó por la Resurrección el Hijo de Dios en poderío (Rom. 1, 4). Primogénito entre los muertos da vida a todos (1 -Cor. 15,22); en El somos creados como hombres nuevos (Ef. 2, 10); por El será liberada toda la creación de la esclavitud de la corrupción (Rom. 8, 19-21). "No hay salvación en ninguno otro" (Act. 4, 12).

   

LA CREACION, PRINCIPIO DE LA ECONOMIA DE LA SALVACION

51. El mundo creado de la nada es el mundo en el cual, en realidad, se realiza la salvación y la redención por Jesucristo.

En el A.T. la verdad de la acción creadora de Dios no se propone como principio filosófico abstracto; sino que entra en la mente de los Israelitas, mediante la noción de la unidad de Dios, como mensaje de la omnipotencia y la victoria de Yavé, como el argumento que demuestra que el Señor siempre permanece con su Pueblo (Is. 40, 27-28; 51, 9-13). La Omnipotencia de Dios creador se manifiesta también en la Resurrección de Cristo, en la cual se revela "la supereminente grandeza de su poder" (Ef. 1, 19).

Por eso la verdad de la creación no hay que proponerla simplemente como una verdad que separada de las demás tiene consistencia en sí misma, sino como algo que de hecho se ordena a la salvación realizada por Jesucristo. La creación de lo visible y lo invisible, del mundo y de los ángeles, es el comienzo de la Historia de la salvación (Cfr. DV, 3); la creación del hombre (Pío XII, Enc. Humani generis, ASS, 1950, p. 575; GS. 12, 14). Hay que tomarla como el primer don y la primera llamada que conduce a la glorificación de Cristo (Rom. 8, 29-30).

Mientras el cristiano oye la explicación de la doctrina de la creación, además de considerar el primer acto por el que Dios "creó el cielo y la tierra" (Gen. 1,1), debe abrir su mente a todas las obras salvíficas de Dios. Estas están siempre presentes en la historia del hombre y del mundo y brilla con luz especial en la historia de Israel, encaminan al supremo evento de la Resurrección de Cristo y alcanzan la consumación al fin del mundo cuando tendremos los cielos nuevos y la tierra nueva (Cfr. II Pet. 3, 13).

 

JESUCRISTO CENTRO DE TODA LA ECONOMIA DE LA SALVACION

52. En Jesucristo el cristiano se sabe unido a toda la historia y en comunión con todos los hombres. En la mitad de la historia del mundo tiene lugar la historia de la salvación en la cual Dios realiza su plan, para que el pueblo de Dios o sea el "Cristo total" se haga en el tiempo.

Reconozca el cristiano con sencillez y sinceridad que él tiene parte en esta empresa cuya meta, por la virtud de Cristo, es lograr que la creación dé la máxima gloria a Dios (Cfr 1 Cor. 15, 28).

 

JESUCRISTO, COMO VERDADERO DIOS Y VERDADERO HOMBRE EXISTENTE EN LA UNIDAD DE PERSONA DIVINA

53. Este gran misterio, Cristo Cabeza y Señor de todas las cosas "se hizo visible a los hombres encarnándose" (1 Tim. 3, 16). El hombre Cristo Jesús que habitó entre los hombres, trabajó con manos de hombre, pensó con inteligencia de hombre, obró con voluntad de hombre, amó con corazón de hombre, es verdaderamente el Verbo y el Hijo de Dios que por la Encarnación se unió en cierto modo con cada uno de los hombres (GS. 22).

  El catequista debe predicar a Jesús en su existencia concreta y en su mensaje; es decir, de tal manera debe franquear a los hombres el camino hacia la admirable perfección de su humanidad, que puedan reconocer el misterio de su divinidad.

  En verdad, Cristo Jesús unido con el Padre por su asidua y peculiar oración, vivió en una estrecha comunión con los hombres. Con su bondad los abrazó a todos: justos y pecadores, pobres y ricos, compatriotas y extranjeros; y si por algunos llegó a tener predilección fue por los enfermos, los pobres y los humildes. Y para con la persona humana se mostró siempre tan respetuoso y tan solícito como no lo hizo nadie antes de él.

  La catequesis debe defender y fortalecer todos los días la fe en 1-a divinidad de Jesucristo, para que los hombres lo acepten no solo por su admirable vida humana, sino que por sus palabras y milagros le reconozcan como Hijo- de Dios unigénito, (Jn. 1, 18), "Dios de Dios, luz de luz, Dios verdadero de Dios verdadero, engendrado no creado, consustancial al Padre" (Dz. Sch. 150).

  La recta interpretación del misterio de la Encarnación ha ido progresando en la tradición cristiana. Los Padres y los Concilios, en un continuo estudio de la fe, dirigieron sus esfuerzos a lograr nociones cada vez más exactas, a exponer con más profundidad la índole propia del misterio de Cristo y a investigar las misteriosas relaciones que hay entre El y el Padre celestial y entre El y los hombres,

  A esto se añade el testimonio- de vida cristiana que dio la Iglesia acerca de esta verdad en el correr de los siglos: la comunión de Dios con los hombres que se logra en Cristo, ha sido fuente de gozo y de inexhausta esperanza. En Cristo está toda la plenitud de la divinidad, y por El se hace visible el amor de Dios a los hombres.

  San Ignacio escribía a los Efesios: "Jesucristo nuestro Señor es médico carnal y espiritual, engendrado e ingénito, Dios existiendo en carne, vida verdadera en la muerte, de María y de Dios, primero impasible y entonces pasible" (RJ. 39).

 

JESUCRISTO SALVADOR Y REDENTOR DEL MUNDO

  54. El misterio de Cristo aparece en la historia de los hombres del mundo, sujeta al pecado, no solo como misterio de Encarnación, sino de Salvación y Redención.

  De tal manera amó Dios a los hombres pecadores, que les dio a su Hijo para reconciliar consigo al mundo (II Cor. 5,19). Jesús, pues, como primogénito de muchos hermanos (Rom. 8,29), santo, inocente, inmaculado (Hebr. 7,26), obedeciendo libremente a su Padre por amor filial (Filip. 2,8), aceptó como Mediador la muerte —estipendio del pecado— por sus hermanos pecadores (Rom. 6,23; GS. 18).

  Jesucristo, con su muerte santísima, redimió a la humanidad de la servidumbre del pecado y del demonio y derramó sobre ella su Espíritu de adopción creando en sí mismo una nueva humanidad.

 

LOS SACRAMENTOS SON ACCIONES DE CRISTO EN LA IGLESIA QUE ES EL SACRAMENTO PRIMORDIAL

  55. El misterio de Cristo se continúa en la Iglesia que goza siempre de su presencia y le sirve, mediante los signos instituidos por el mismo Cristo para significar y conferir la gracia, y se llaman propiamente sacramentos (Conc. Tridentinum, Decretum de sacramentis, Dz. - Sch., 1601).

  Pero la misma Iglesia, por cuanto no es sólo el pueblo de Dios, sino que es también en Cristo "como signo e instrumento de la unión íntima con Dios y de la unidad de todo el género humano" (LG. 1), debe considerarse en cierto modo como el sacramento primordial. -

  Los sacramentos son las acciones principales y fundamentales por las cuales Jesucristo da continuamente a los fieles su Espíritu, haciendo de ellos el pueblo santo, que en El y con El, se ofrece en oblación, acepta al Padre.

  Los sacramentos, es claro, deben tenerse como los bienes inestimables de la Iglesia que tiene el poder de administrarlos, pero deben referirse siempre a Cristo de quien derivan su eficacia. En realidad Cristo es quien bautiza. No es tanto el hombre que celebra la Eucaristía como el mismo Cristo; es El quien por el ministerio de los sacerdotes se ofrece en el sacrificio de. la misa. (Conc. Trid., Doctrina de sacrificio Missae, - Dz., Sch., 1743).

  La acción sacramental es en primer lugar acción de Cristo, de quien los ministros de la Iglesia son como instrumentos.

 

LOS SACRAMENTOS SEGUN SU NATURALEZA INTEGRAL

  56. Cuidado de la catequesis es proponer los sacramentos según su naturaleza integral.

  Lo primero, hay que proponerlo como sacramentos de la fe. Ellos de por sí expresan la voluntad eficaz de Cristo Salvador, y los hombres por su parte deben manifestar su sincera voluntad de responder al amor y misericordia de Dios. Por eso la catequesis debe procurar, como disposición, excitar la sinceridad y la generosidad para la más digna recepción de los sacramentos.

  En segundo lugar los sacramentos hay que presentarlos según la naturaleza y fin de cada uno, no sólo como remedios del pecado y sus consecuencias, sino, y principalmente, como fuentes de gracia en los individuos y en las comunidades; de tal suerte que toda dispensación de la gracia en la vida de los fieles diga relación a la economía sacramental.

 

CATEQUESIS DE LOS SACRAMENTOS

  57. El bautismo lava al hombre de la culpa original y de todo pecado personal, lo hace hijo de Dios, lo incorpora a la Iglesia y lo santifica con los dones del Espíritu Santo, y, por un carácter indeleble impreso en su alma, lo hace partícipe de una manera inicial, de la misión profética, real y sacerdotal del Señor Jesucristo (1 Petr. 29; LG. 31).

  La Confirmación vincula al cristiano más perfectamente a la Iglesia y lo enriquece con una fortaleza especial del Espíritu Santo, para que viva en el mundo como testigo de Cristo.

  Pero como la vida del cristiano, que es milicia sobre la tierra, está expuesta a tentaciones y pecados, se 1-e abre el camino del sacramento de la penitencia para que alcance el perdón de Dios misericordioso y se reconcilie con la Iglesia.

  El Orden configura de una manera especial a Cristo mediador, a algunos de los miembros del pueblo de Dios confiriéndoles la potestad sagrada para que apacienten la Iglesia, alimenten y santifiquen a los fieles con la palabra de Dios, y para que en representación de Cristo ofrezca el sacrificio de la Misa y presidan el banquete Eucarístico.

  "Con la Unción de los Enfermos y la oración de los presbíteros, toda la Iglesia encomienda a los enfermos al Señor paciente y glorificado para que los alivie y los salve" (GL. 11. Sant. 5,14-16).

  En la catequesis de los sacramentos dése importancia a la explicación de los signos; porque la catequesis por signos visibles debe llevar a los fieles a escrutar los misterios invisibles de Dios.

 

LA EUCARISTÍA CENTRO D TODA LA VIDA SACRAMENTAL

  58. Sin duda la Eucaristía tiene el primado sobre todos los sacramentos, y la mayor eficacia en la edificación de la Iglesia (LG. 11, 17; Instr. Eucharisticum mysterium, nn 5-15).

  Porque en la Eucaristía, una vez pronunciadas las palabras de la consagración, se convierte la realidad profunda (no fenoménica) del pan y del vino, en cuerpo y sangre de Cristo; conversión que en la Iglesia recibió el nombre de "transubstanciación". Por eso, bajo las apariencias (la realidad fenoménica) del pan y del vino, se oculta de manera misteriosa la misma humanidad de Cristo, no solo por su virtud, sino por sí misma (es decir sustancialmente) y unida a su divina Persona (Paulum VI Enc. Mysterium Fidel, AAS, 1965, p. 766),

  Pero este sacrificio no es sólo el rito conmemorativo de un sacrificio pasado. Porque en él Cristo a través de los siglos perpetúa de una manera incruenta, por el ministerio de los sacerdotes, el sacrificio de la cruz, (SC, 47) a la vez que alimenta a los fieles por sí mismo como pan de vida, para que imbuidos del amor de Dios y del prójimo se hagan el pueblo cada vez más aceptable a Dios.

  Los fieles alimentados con la Víctima del Sacrificio de la cruz superan con amor auténtico y- activo los prejuicios que llevan a tildar de estéril un culto que los aisla de la fraternidad y de la colaboración humana.

  El banquete Eucarístico fue instituido para hacer que los fieles por la oración frecuente unan cada día más su corazón con Dios y por lo mismo reconozcan y amen a los hombres corno hermanos de Cristo y como hijos de Dios,

 

EL SACRAMENTO DEL MATRIMONIO

  59. Hoy —con el debido respeto que el mensaje cristiano tiene por la virginidad consagrada— (1. Cor. 7,38; Concilium Tridentinum, Canones de sacramento matrimonii, Dz. - Sch., 1810), debemos dar una peculiar importancia a la catequesis sobre el matrimonio instituido por el mismo Creador y enriquecido con varios bienes, fines y leyes (Gs. 48).

  La catequesis apoyada en las palabras de la fe y en la ley natural, bajo el magisterio de la Iglesia que tiene como misión su interpretación auténtica (Enc. Hu.manae Vitae, n. 4, ASS, 1968, p. 483), y tomando en cuenta el progreso de las ciencias antropológicas, debe poner en el matrimonio la base de la vida familiar por cuanto se refiere a sus valores -a la ley divina de la indisolubilidad y unidad y a los deberes del amor ordenado naturalmente a la procreación y educación de la prole.

  En cuanto al control de la natalidad hay que observar lo que la doctrina de la Iglesia dice respecto a la castidad conyugal. (Humanae Vitae, n. 14, AAS, 1968, p, 490).

Dado que N.S. Jesucristo —para los bautizados— elevó el matrimonio a la dignidad de sacramento, los cónyuges, ministros del sacramento al dar el consentimiento personal e irrevocable, viviendo en gracia imitan y de cierta manera representan el amor del mismo Cristo para con su Iglesia (Efe. 5,25).

  Los esposos cristianos son robustecidos y como consagrados por este! sacramento para cumplir los deberes de su estado y conservar su dignidad (GS, 48).

  Por último a la vocación de la familia toca el abrirse como comunidad a la Iglesia y al mundo.

 

EL HOMBRE NUEVO

  60. El hombre al recibir el Espíritu de Cristo empieza una manera completamente nueva y gratuita de vida con Dios.

  El Espíritu Santo presente en el alma del cristiano, lo hace partícipe de la naturaleza divina y lo une en comunión íntima de vida con el Padre y con el Hijo, que no puede romper ni la muerte (Cfr. Jn. 14,23),

  El Espíritu Santo sana al hombre de sus debilidades y enfermedades espirituales; 1-o libra de la servidumbre de las pasiones- y del inmoderado amor de sí mismo, dándole fuerza para guardar la ley divina; lo robustece con la esperanza y la fortaleza; lo ilumina en la prosecución del bien; y le da frutos de calidad, de alegría, paz, paciencia, benignidad, bondad, longanimidad, mansedumbre, fidelidad, modestia, continencia y castidad (Gal. 5,22-23). -

  De aquí que el Espíritu Santo sea invocado como huésped del alma.

  La liberación del pecado y la inhabitación de Dios en el alma es la gracia. Cuando se dice que el pecador es justificado por Dios, que es vivificado por el Espíritu de Dios, que posee en sí la vida de Cristo O: que tiene la gracia, estamos utilizando un lenguaje que, con distintas palabras, significa la misma cosa, es - decir: morir al pecado, hacerse partícipe de la divinidad del Hijo por el Espíritu de adopción y entrar en íntima comunión dé vida con la Santísima Trinidad.

El hombre de la historia de la Salvación es el hombre ordenado a la gracia de la adopción filial y a la vida eterna. La Antropología cristiana encuentra su índole verdadera y propia en la gracia de Cristo Salvador.

 

LA LIBERTAD HUMANA Y CRISTIANA

  61. La vocación divina del hombre pide de él una respuesta libre en Jesucristo.

El hombre no puede menos de ser libre. Es propio de su dignidad y responsabilidad que, siendo dueño de sus acciones, guarde la ley. natural y la ley de la gracia y adherirse a Dios que se reveló en Cristo. La libertad del hombre caído quedó de tal manera herida, que no puede cumplir las obligaciones de la ley natural por mucho tiempo, sin el auxilio de la gracia divina; pero la gracia eleva y fortalece de tal manera su libertad que viviendo en la carne, está en capacidad de vivir santamente en la fe de Jesucristo (Cfr. Gal. 2,20).

  Misión de la Iglesia es promover y defender el verdadero sentido de la libertad y su recto uso contra cualquier coacción injusta. Ella, además, la defiende de sus negadores que sostienen que la actividad del hombre depende totalmente de determinismos psicológicos y de acondicionamientos económicos, sociales, culturales y otros por el estilo.

  No niega, sin embargo, la Iglesia que la libertad aún ayudada por la divina gracia, está expuesta a graves dificultades psicológicas y al influjo de las condiciones externas en que cada uno vive; de manera que la responsabilidad humana no pocas veces se disminuye y, aún más, casos hay en que casi desaparece, o desaparece totalmente.

  También tiene en cuenta la Iglesia las investigaciones y el progreso moderno de las ciencias antropológicas acerca del uso y de los límites de la libertad humana. Por todo esto, se preocupa en educar y cultivar la genuina libertad, 1-o mismo que procurar en el campo psicológico, social, económico, político y religioso las condiciones convenientes para el verdadero y justo ušo de la libertad.

  Los cristianos, por tanto, deben trabajar con dedicación y sinceridad en el orden temporal de las cosas para que en lo posible se den las mejores condiciones para el ejercicio de la libertad. -

  Es este un compromiso que ellos comparten con todos los hombres de buena voluntad, aunque deben también saber que esta obligación les urge a ellos por razones más válidas y apremiantes; pues no se trata de promover solo un bien terrenal, sino el bien inestimable de la gracia y la salvación eterna.

 

EL PECADO DEL HOMBRE

  62. Las condiciones históricas y ambientales no son, sin embargo, el principal obstáculo a la libertad del hombre: el más grande obstáculo que ‘tiene el hombre para adherir libremente a la obra de la salvación es el pecado.

  "Creado por Dios en la justicia, el hombre sin embargo, por instigación del demonio, en el propio exordio de la historia, abusó de su libertad, levantándose contra Dios y pretendiendo alcanzar su propio fin al margen de Dios" (GS. 13). "Por un hombre entró el pecado en el mundo y por el pecado la muerte y así la muerte alcanzó a todos los hombres, por cuanto todos pecaron" (Rom. 5,12). "La naturaleza humana caída, destituida de la gracia que antes la enriquecía, herida en sus fuerzas naturales y sometida al imperio de la muerte es trasmitida a todos los hombres, por lo cual todo hombre nace en pecado" (Paulo VI, Profeso fidei ri. 16. AAS. 1968, p. 439).

  El pecado se ha hecho una dolorosa experiencia de los hombres y es causa de muchos sufrimientos y ruina. Ni hay que olvidar la doctrina acerca de la naturaleza y los efectos del pecado personal con el que el hombre viola, consciente y libremente, la ley moral y ofende gravemente en cosas graves a Dios.

  La historia de la salvación es también historia de liberación del pecado. Todas las intervenciones de Dios desde el Antiguo hasta el Nuevo Testamento tienen también la finalidad de dirigir al hombre en la lucha contra las fuerzas del mal; la misión histórica de Cristo se endereza a la destrucción del pecado y se realiza en el misterio de la cruz.

  La penetrante reflexión de S. Pablo (Rom. 5) sobre la realidad del pecado y sobre la consiguiente "obra de justicia" de Cristo, constituye un aspecto fundamental de la fe cristiana, que no puede ser callado en la catequesis.

  Sin embargo la salvación traída por Cristo va mucho más allá de la redención del pecado. Ella es de hecho la realización del designio de Dios de comunicarse en Jesucristo con una riqueza que trasciende toda comprensión; es un designio que no se detiene ante la culpa de los hombres, sino que les confiere una gracia sobreabundante con respecto a la muerte causada por el pecado (Rom. 5, 15-17).

  Esta iniciativa de amor, por la cual los hombres son llamados a participar, por medio- del espíritu de Cristo, a la misma vida de Dios, es siempre eficaz y actual en todos los tiempos. El hombre, aún pecador, queda siempre incluido en el único orden querido por Dios es decir el de comunicare benévolamente a nosotros en Cristo Jesús y por eso, movido de la gracia puede obtener la salvación por la conversión.

 

LA VIDA MORAL DE LOS CRISTIANOS

  63. Cristo confió a sus apóstoles la tarea de enseñar a observar todas las cosas que él había enseñado (Mt. 28,20). Por eso la catequesis no comprende solamente las verdades que hay que creer sino también las cosas que hay que hacer.

  La vida moral del cristiano, es decir el modo de vivir conforme a su dignidad de hombre y de hijo adoptivo de Dios, es el compromiso de vivir y crecer, bajo la gula del Espíritu Santo en la vida nueva comunicada por Jesucristo.

La vida moral del cristiano es guiada por la gracia y los dones del Espíritu Santo: "El amor de Dios se ha difundido en nuestros corazones con el Espíritu Santo que nos fue dado" (Rom. 5,5).

  La docilidad al Espíritu Santo conlleva la fidelidad a los mandamientos de Dios, como también a las leyes de la Iglesia y a las leyes civiles justas.

  - La libertad cristiana tiene ‘también necesidad de ser orientada y guiada en sus realizaciones concretas. Por eso la conciencia de los fieles, aunque guiada por la virtud de la prudencia, debe someterse al magisterio de la Iglesia, al cual le toca exponer auténticamente el orden moral objetivo.

  Es necesario también que el cristiano conozca la existencia de normas morales absolutas que obligan siempre y a todos. Por este motivo los santos han dado testimonio de Cristo aún con actos heroicos de virtud, y los mártires han afrontado los tormentos y la muerte para no negarlo.

 

LA PERFECCION DE LA CARIDAD

  64. La acción del Espíritu de Cristo se expresa bien cuando se pone a la luz la originalidad propia de la moral cristiana, que consiste en resumir y centrar todo compromiso ético, preceptos y consejos, en aquel elemento que es como su alma, os decir en una fe que obra en la caridad (Gal. 5,6).

  El hombre es llamado a aceptar libremente en toda circunstancia el designio de Dios Esta es "la obediencia de la fe por la que el hombre se entrega entera y libremente a Dios" (DV. 5). Y puesto que Dios es amor y su designio es comunicar en Jesucristo su amor y hacer de la humanidad una comunión en el amor recíproco, aceptar libre y perfectamente a Dios y a su designio significa decidirse por una vida inspirada por el amor en la observancia de los mandamientos, es decir aceptar y vivir como mandamiento nuevo el compromiso de la caridad,

  El hombre es llamado por tanto a decidirse en la fe por una vida de caridad hacia Dios y los otros hombres: aquí está su máxima responsabilidad y su altísima dignidad moral. La santidad del hombre, cualquiera sea Su estado de vida a que ha sido llamado, consiste en la perfección de la caridad (LOE 29-42).

 

LA IGLESIA PUEBLO DE DIOS E INSTITUCION SALVIFICA

  65. La Iglesia instituida por Cristo, nació de su muerte y Resurrección. Ella es el nuevo Pueblo de Dios, preparado en la Historia de Israel, pueblo que Cristo vivifica y hace crecer con la efusión de su espíritu y que continuamente renueva y dirige con sus dones jerárquicos y carismáticos; "pueblo reunido en la unidad del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo" (LG. 4).

  Por eso la Iglesia en cuanto Pueblo de Dios, sociedad de los Pueblos, comunión de los hombres en Cristo, es obra del amor salvífico de Dios en Cristo.

  Los principios que generan y forman los fieles, constituyéndolos en comunidad es decir el depósito de la fe, los sacramentos, los ministerios apostólicos, pertenecen a la Iglesia Católica. A ella le han sido encomendados y dan origen a las actividades eclesiales. En otras palabras, la Iglesia posee todos los medios necesarios para reunirse y llevar a plena madurez 1a comunión de los hombres en Cristo.

  Esta obra no es fruto solamente de la acción trascendente de Dios, del trabajo invisible de Cristo y de su Espíritu, sino también de instituciones, de poderes y de acciones salvíficas propias de la Iglesia. Por eso ella además de sociedad de los fieles es también su madre, en virtud de su acción ministerial y salvífica.

La Iglesia es el pueblo santo de Dios que participa de la misión profética de Cristo (Cfr. LG 12) y congregado por la palabra de Dios, la acoge y la proclama a todo el mundo. Es un pueblo sacerdotal: "Cristo Señor, Pontífice, tomado de entre los hombres, hizo un pueblo nuevo un reino y sacerdotes para Dios su Padre. (Ap 1,6). Los bautizados en efecto, son consagrados por la regeneración y la unción del Espíritu Santo como casa espiritual y sacerdocio santo para que, por toda obra del hombre cristiano ofrezcan sacrificios espirituales y anuncien el poder de Aquél que los llamó de las tinieblas a su admirable luz" (LG. 10).

Pero la Iglesia es una sociedad especialmente jerárquica; es un pueblo conducido por sus pastores unidos al sumo Pontífice, Vicario de Cristo y sujetos a El (Cfr. LG. 22). A estos pastores miran los fieles con amor y obsequiosa obediencia. Es un pueblo que peregrina hacia la plenitud del misterio de Cristo.

  La presencia del Espíritu Santo en la Iglesia, mientras por una parte asegura indefectiblemente las condiciones objetivas necesarias a su encuentro santificante con Cristo, por la otra hace que ella en sus miembros y a causa de sus miembros y en sus estructuras contingentes tienda continuamente a la purificación y renovación. -

 

LA IGLESIA COMO COMUNION

  66. La Iglesia es una comunión; de esta verdad ha adquirido ella una renovada conciencia en el Concilio Vat. II. -

  La Iglesia es un pueblo congregado por Dios y estrechamente unido por vínculos espirituales. Su estructura pide diversidad de dones y de funciones, pero esta diversidad, aunque no sea simplemente de grado sino de esencia —como en el caso del sacerdote ministerial y el sacerdocio común de los fieles— no quita la radical y constitutiva igualdad de las personas. "Uno es pues el Pueblo de Dios escogido: ‘un Señor, una sola fe un solo bautismo’, (Ef. 4,5); común es la dignidad de los miembros por su regeneración en Cristo, común la gracia de los hijos, común la vocación a la perfección, una sola salvación, una sola esperanza e indivisible caridad... Aún cuando algunos por voluntad de Cristo han sido constituidos doctores, dispensadores de los misterios y pastores para los demás, existe una auténtica igualdad entre todos en cuanto a la dignidad y a la acción común de todos los fieles en orden a la edificación del Cuerpo de Cristo" (LG. 32).

  En la Iglesia por tanto toda vocación es digna de honor y un llamado a la plenitud del amor; toda persona tiene una consistencia sobrenatural que merece respeto; toda función y todo carisma, aún, cuando algunos son objetivamente más excelentes que otros (Cfr. 1 Cor. 12, 31; 7,38), cooperan al bien de todos con una favorable multiformidad de expresiones que el ministerio apostólico debe coordinar y discernir (CIr. LG. 12).

  Esto vale también para toda la Iglesia particular, en cada una de ellas, por pequeña, pobre y, dispersa que sea, "está presente Cristo, en virtud del cual se congrega la Iglesia una, santa, católica y apostólica" (LG. 26). -

  Los fieles católicos deben ser solícitos por los cristianos separados, que no viven en comunión plena con la Iglesia católica, orando por ellos, hablándoles de las cosas de la Iglesia, pro moviendo con ellos los primeros contactos. Pero, ante todo, cada uno según su propia condición, deben los católicos considerar con sinceridad y diligencia lo que hay que renovar y hacer en la familia católica a fin de que su vida dé un testimonio más fiel y más claro de la doctrina y de las instituciones trasmitidas por Cristo a través de los apóstoles (Cfr. UR. 4,5).

 

LA IGLESIA COMO INSTITUCIÓN DE SALVACION

  67. La Iglesia se presenta no solo como comunión de hermanos que tienen por cabeza a Cristo, sino también como institución a la cual ha sido confiada una misión salvífica universal. El Pueblo de Dios "instituido por Cristo para ser comunión de vida, de caridad y de verdad, se sirve también de él como instrumento de la redención universal y lo envía a todo el universo como luz del mundo y sal de la tierra" (LG. 9), -

  Por esta razón el Vaticano II presenta a la Iglesia como realidad que abraza a toda la Historia, asume todas sus culturas y las ordena a Dios y está constituida por la acción del Espíritu de Cristo "Sacramento Universal de Salvación". Pero la presenta también como Iglesia que entabla diálogo con el mundo, que dócil a los signos del tiempo descubre los puntos de interés y de entendimiento entre los hombres, y que además se preocupa de hacerse inteligible y reconocible y de despojase de aquellas formas que resultan menos evangélicas y demasiado marcadas con el sello de épocas ya superadas.

  La Iglesia no es ciertamente de este mundo, "no se mueve por intereses terrenos" (GS. 3) será perfecta sólo en el cielo hacia donde mira y marcha; y sin embargo es solidaria con el mundo y con su historia. "La gran solicitud de la Iglesia, Esposa de Cristo, sigue de cerca las necesidades de los hombres, es decir, sus alegrías y esperanzas, dolores y trabajos, no es otra cosa sino el deseo que la impele vehementemente a estar presente a ellos ciertamente con la voluntad de iluminar a los hombres con la luz de Cristo, y de congregar y unir a todos en aquel que es su único Salvador. Pero jamás debe interpretarse esta solicitud como si la Iglesia se acomodase a las cosas de este mundo, o que disminuya el ardor con que ella espera a su Señor y el Reino eterno" (Pablo VI, Professio Fidei n. 27, AAS, 1965, p. 444).

 

MARIA MADRE DE DIOS, MADRE Y MODELO DE LA IGLESIA

  68. Unida inefablemente al Señor está María, siempre Virgen, su Madre que "ocupa en la Santa Iglesia, después de Cristo, el puesto más alto y el más cercano a nosotros" (LG. 54).

  El don del Espíritu de Cristo se manifiesta en ella de manera singularisima, porque María es la "llena de gracia" (Lc, 1,28) y es el "modelo de la Iglesia" (LG. 63).

  En ella, preservada de toda mancha de pecado original, libre y totalmente fiel al Señor, asumida a la gloria celeste en alma y cuerpo, el Espíritu Santo ha manifestado ya plenamente su obra. -

  Ella "se asemeja de la manera más plena a su Hijo, Señor de los Señores y vencedor del pecado y de la muerte" (LO 59). Madre de Dios y "madre nuestra en el orden de la gracia", (LG. 61), figura de la virginidad y maternidad de toda la Iglesia, (LG. 63-65), signo de esperanza cierta y de consolación para el pueblo de Dios peregrinante (LOE 69), "reúne en sí y en cierto modo refleja las supremas verdades de la fe" y "atrae a los creyentes a su Hijo, a su sacrificio, y al amor del Padre" (LG. 65).

  Por eso la Iglesia que honra a los fieles y a los santos que están ya cerca del Señor e interceden por nosotros (LG. 49,50), venera de modo especialísimo a la Madre de Cristo y madre suya.

 

LA COMUNION FINAL CON DIOS

  69. En Jesucristo y por su misterio, los creyentes esperan con esperanza ya desde esta vida terrena "al Señor nuestro Jesucristo, que transfigurará nuestro cuerpo humilde para conformarlo a su cuerpo glorioso" (Fil. 3,21; 1 Cor. 15). -

  Pero las últimas realidades de la Historia de la salvación se evidenciarán y perfeccionarán solamente cuando Cristo venga con poder, juez de vivos y muertos, a culminar la Historia y entregar su pueblo al Padre, de manera que "Dios sea todo en todos" (1 Cor. 15,24-28).

  "Hasta que el Señor no venga revestido de majestad y acompañado de sus ángeles, y, destruida la muerte, le sean sometidas todas las cosas, de sus discípulos unos peregrinan en la tierra, otros ya difuntos se purifican; otros finalmente, gozan de la gloria, contemplando claramente a Dios uno y trino, tal como es" (LG. 49).

  Toda la Iglesia el día de la venida del Señor llegará a su perfección y entrará en la plenitud de Dios: este es el objeto fundamental de la esperanza y de la oración cristiana ("venga tu reino").

  La catequesis sobre los novísimos, mientras por una parte debe darse bajo el signo de la consolación, de la esperanza y de un saludable temor (1 Tes. 4,18), de todo 1-o cual sienten una gran necesidad los hombres de nuestro tiempo, por la otra debe ser completamente fiel a la verdad. Porque no es lícito disminuir la grave responsabilidad de cada uno con respecto a su suerte futura.

  La catequesis no puede callar ni el juicio particular después de la muerte, ni las penas expiatorias del purgatorio, ni la triste y luctuosa realidad de- la muerte eterna, ni el juicio final. Ese día todos los hombres alcanzarán plenamente su suerte, pues todos comparecerán "ante el tribunal de Cristo para recibir cada uno la retribución de sus obras buenas o malas" (2 Cor. 5,10) e "irán los que hicieron el bien -a la resurrección de la vida y los que hicieron el mal a la resurrección de condena". (Jn. 5, 29 10. 48).