DIRECTORIO CATEQUÍSTICO GENERAL

  Sagrada Congregación para el Clero

 

PARTE IV

 ELEMENTOS DE METODOLOGIA

 

SIGNIFICADO Y FINALIDAD DE ESTA PARTE

 70. En este siglo los catequistas han profundizado los problemas metodológicos presentados por las ciencias psicológicas, didácticas y pedagógicas. Pues en verdad se ha emprendido el estudio del método de la lección de catecismo; se ha precisado el papel de los métodos activos en la catequesis; se ha analizado el acto catequístico según las leyes del aprendizaje (la experiencia, la imaginación, la memoria, la inteligencia); se ha elaborado una metodología diferencial según las edades, los ambientes sociales, el grado de desarrollo psíquico del sujeto.

 Ahora no nos vamos -a enfrentar a todos estos problemas, expondremos solamente algunos puntos que revisten particular importancia. Los Directorios e instrumentos de trabajo nacionales tratarán estos problemas de manera apropiada y específica.

 

EL PAPEL DEL CATEQUISTA

71. Ninguna metodología, por experimentada que sea dispensará al catequista de un esfuerzo personal de asimilación y de adaptación a las circunstancias concretas. Más que la elección de un buen método, son las buenas cualidades humanas y cristianas las que aseguran el buen éxito.

El papel de catequista es mucho más importante que el de los textos y otros instrumentos de trabajo (Cfr. AG. 17).

Sin embargo, esta grandeza e importancia no impiden que consideremos las limitaciones del catequista. El debe industriarse para escoger y crear las condiciones más adecuadas para que el - mensaje cristiano sea pedido, acogido y profundizado. Hasta aquí llega la tarea del catequista y aquí termina. En efecto, la adhesión al mensaje cristiano por parte del catequizando, que es fruto de la gracia y de la libertad, en último análisis no depende del catequista; y por eso es necesario que la actividad del catequista vaya acompañada de la oración.

Esta aclaración es obvia, pero es también útil en el contexto contemporáneo que pide mucho del talento y del genuino celo cristiano del catequista y al mismo tiempo exige en él el máximo respeto por la libertad y creatividad de los catequizados.

 

EL METODO INDUCTIVO Y DEDUCTIVO

72, El método inductivo ofrece grandes ventajas.

Este método consiste en la presentación, en la consideración y el examen de los hechos (acontecimientos bíblicos, actos litúrgicos, eventos de la vida de la Iglesia y de la vida cotidiana) a fin de descubrir el significado que ellos puedan tener en el misterio cristiano.

Este método es conforme a la economía de la revelación; corresponde además a una de las más profundas instancias del espíritu humanó que es la de llegar al conocimiento de las cosas inteligibles por las cosas visibles; y es conforme también a las características del conocimiento de la fe, que es conocimiento por medio de los signos.

El método inductivo no excluye, antes bien exige el método deductivo, que explica y describe los hechos procediendo desde sus causas. Pero la síntesis deductiva tendrá pleno valor sólo cuando se haya hecho el proceso inductivo.

 

LAS FORMULAS

73. Las ventajas del método inductivo entre las cuales destaca el ejercicio activo de las facultades espirituales y la referencia continúa a la realidad concreta al explicar los conceptos difíciles, no nos deben llevar al olvido de la necesidad y utilidad de las fórmulas.

Las fórmulas permiten expresar de una manera cuidadosa los pensamientos y son por tanto útiles para una exposición exacta de la fe, y, aprendidas de memoria, favorecen una posesión estable de la verdad. Y por último, hacen posible que los fieles tengan una manera común de hablar.

Ordinariamente las fórmulas se utilizan y se explican cuando la lectura o la investigación han llegado -a una síntesis.

Es necesario escoger aquellas fórmulas que expresen fielmente la verdad de la fe y sean adaptadas a la capacidad de los oyentes. No se debe olvidar que las fórmulas dogmáticas constituyen una verdadera profesión de la doctrina católica y, por tanto, se deben acoger por los fieles en el sentido que las ha entendido y entiende la Iglesia. (Cfr. Vat. 1, Const. Dog. Dei Filius, Dz. 3020, 3043).

Las fórmulas tradicionales que se usan para expresar la fe y para orar, como el Símbolo de los Apóstoles, el Padre Nuestro, y el Ave María y otros semejantes, se deben enseñar cuidadosamente.

 

LA EXPERIENCIA

74. a) la experiencia hace nacer en el hombre intereses e interrogantes, esperanzas y ansiedades, reflexiones y juicios que confluyen en un cierto deseo de transformar el modo de vivir.

La catequesis debe por tanto preocuparse para orientar la atención de los hombres hacia sus experiencias de mayor importancia, tanto personales, como sociales; y debe también esforzarse por poner a la luz del evangelio los interrogantes que surgen de tales situaciones, de manera que se estimule en los hombres un justo deseo de transformar la propia manera de vivir.

En este aspecto la experiencia ayuda al hombre a comportarse de una manera activa frente al don de Dios.

b) La experiencia puede favorecer la inteligibilidad del mensaje cristiano.

El mismo Señor Jesucristo predicó el Reino de Dios ilustrando su sentido con parábolas tomadas de la experiencia humana. Jesús evocó ciertas situaciones humanas (el mercader que hace un buen negocio, los sirvientes que hacen fructificar más o menos el dinero recibido en depósito, etc.) para explicar la realidad escatológica y trascendente, y para insinuar la actitud que se debe tomar frente a tales realidades.

Desde este punto de vista la experiencia es un instrumento para explorar y asimilar las verdades contenidas en el depósito de la revelación.

c) La experiencia considerada en sí misma debe ser iluminada por la revelación, la catequesis debe ayudar a los hombres a explorar, interpretar y juzgar sus experiencias y a darle un sentido cristiano a su existencia poniendo de relieve la acción de Dios que opera nuestra salvación.

Bajo este respecto la experiencia se hace un objeto que el catequista debe interpretar e iluminar. Esta tarea, que no carece de dificultades, no puede ser descuidada.

 

DESARROLLO DE LA ACTIVIDAD Y DE LA CREATIVIDAD DE LOS CATEQUIZANDOS

75. Toda enseñanza y toda verdadera comunicación humana requieren que se haga posible y se suscite una actividad interior en aquel a quien se dirigen. En la catequesis, por tanto, se debe suscitar la actividad de fe (también de esperanza y caridad); puesto que la rectitud y la capacidad de juicio que una enseñanza activa debe suscitar, están aquí al servicio de la acogida de la Palabra de Dios. El optimismo sobre las posibilidades humanas, que es propio de toda educación activa, no debe hacernos olvidar que el acto de fe envuelve necesariamente la conversión de la persona.

- Esto supuesto, es claro que la dimensión activa de la catequesis está en plena conformidad con la economía de la revelación y de la salvación. Una pedagogía que favorece una respuesta activa de los catequizados es conforme al estado ordinario de la vida cristiana en 1-a cual los creyentes responden activamente al don de Dios por medio de la oración, la participación de los sacramentos y la liturgia, el compromiso eclesial y social, y el ejercicio de la caridad.

Los catequizandos, sobre todo cuando se trata de adultos, pueden contribuir activamente al desarrollo de la catequesis. Por eso, pregúnteseles cómo han entendido el mensaje cristiano y con qué palabras lo podrían reexpresar. Compárese luego el resultado de esta pregunta con lo que enseña el magisterio y reténgase sólo lo que es conforme a la fe.

De esta manera se podrán encontrar colaboraciones válidas para expresar de modo eficaz el único y verdadero mensaje cristiano.

 

LOS GRUPOS

- 76. El grupo toma una importancia creciente en la catequesis-

En la catequesis de los niños el grupo responde a la función de favorecer su educación para la vida social, sea que se trate de niños que siguen juntamente las lecciones de catecismo, sea que se trate de pequeños grupos dedicados a la realización de alguna actividad.

Para los adolescentes y los jóvenes el grupo debe considerarse como una necesidad vital. En el grupo el adolescente y el joven se conocen y se sienten sostenidos y estimulados.

Entre los adultos el grupo se puede considerar hoy como condición para una catequesis que se proponga crear un sentido de corresponsabilidad cristiana.

En los grupos que se componen de adolescentes y adultos la catequesis asume las características propias de una investigación común.

Esta investigación común consiste en explorar las relaciones y los vínculos que se dan entre el contenido objetivo del mensaje cristiano, que es siempre norma de fe y de acción, y la experiencia del grupo.

El catequista debe tomar parte en la investigación común; pero tiene en el grupo un puesto específico que es el de ser a nombre de la Iglesia, testigo del mensaje, es decir, hombre que sirve y comunica a los otros los frutos de su fe madura y promueve con inteligencia la investigación común con vistas al fin que hay que alcanzar.

Este papel de testigo del mensaje no implica que el catequista sea dirigente del grupo.

El grupo que alcanza un buen nivel de funcionamiento puede ofrecer a sus miembros no solamente una ocasión de instrucción religiosa, sino también una magnífica experiencia de vida eclesial.

La catequesis en grupo podrá mostrar a los jóvenes que La Iglesia no es algo extrínseco a su existencia, sino más bien una realidad de la cual todos somos responsables, cada uno según su propia vocación y su propio ministerio.

 

PARTE V

LA CATEQUESIS SEGUN LA EDAD

 

SIGNIFICADO Y FIN DE ESTA PARTE

 77. Muchos son los caminos por los cuales puede la catequesis hacer llegar el mensaje cristiano de manera adecuada a las circunstancias del hombre. -

 Si se considera la acción misionera, está el camino de la evangelización, de la iniciación de los catecúmenos y de los neófitos.

 Si se pone el acento sobre el desarrollo físico y psíquico de los catequizandos, se tiene la catequesis según la edad.

 Si se tienen presentes los ambientes socio culturales, se tiene la catequesis según las mentalidades: (catequesis a los obreros, a los técnico. s etc.).

 Si por último, se atiende a las actitudes que los bautizados pueden asumir frente a la fe, se tiene la catequesis para los creyentes que quieren una mayor profundización de las verdades de la catequesis, o bien para los que todavía andan a la búsqueda de los verdaderos fundamentos de la fe.

 Es evidente que todas estas vías que se enlazan entre sí y dependen la una de la otra, tienen su valor y su importancia.

 Tocará a los Directorios Catequísticos nacionales y regionales dar al respecto orientaciones específicas y precisas sobre la base de las condiciones concretas y las necesidades locales.

 - Aquí, a manera de ejemplo, se proponen solamente algunos elementos generales, que quieren mostrar el valor y la importancia de la catequesis según la edad.

 

 

LA INFANCIA

78. Los comienzos de la vida religiosa y moral se manifiestan ya desde el amanecer de la vida humana. En una familia de creyentes los primeros meses y años de la vida, que son de particular importancia para el equilibrio del hombre futuro, pueden dar ya las condiciones para una personalidad cristiana.

El Bautismo de los niños asume todo su significado cuando la vida cristiana de los padres —de la madre en modo particular pero no exclusivo— ofrece a la gracia bautismal la posibilidad de dar su fruto. El niño, en efecto, asimila como por "ósmosis", los modos de actuar y los sentimientos familiares. Así se va acumulando en él todo un complejo de experiencias que constituyen un cierto fundamento de la vida de fe que más adelante será explicitada y se hará más evidente.

 - La disposición a la fe se apoya inicialmente sobre la relación del amor que el niño tiene con la madre, y más adelante también con el padre; se nutre de la participación de la alegría y de la experiencia de una autoridad aceptada en el amor.

 - De esta disposición inicial depende en parte la evolución normal de las virtudes teologales, mientras al mismo tiempo ellas contribuyen a consolidarla. En este período empieza a afirmarse la personalidad, es decir la autonomía, necesaria para la adquisición de las virtudes morales y para la integración en la vida comunitaria. Ella exige equilibrio entre la firmeza y la tolerancia. Después vendrá la aptitud para la iniciativa espontánea base indispensable para la vida social y para el compromiso en el servicio de Dios y de Iglesia.

 La aparición de estas actitudes debe ir acompañada de la educación para la oración. El niño debe aprender a invocar a Dios que nos ama y nos conserva; a Jesús Hijo de Dios y hermano nuestro que nos conduce al Padre; al Espíritu Santo que habita en nosotros y a María, Madre de Jesús y Madre nuestra.

 Si estas bases llegan a faltar, es necesario que la catequesis descubra si hay y cuáles son las deficiencias y cómo se podrán remediar. Mediante una formación adecuada se ayudará a los padres cristianos a realizar su tarea educativa de una manera más apropiada y adaptada; esta formación aún impartida de una manera sencilla y adaptada a su cultura, debe confiarse a educadores competentes. Esta obligación, propia de los pastores, no debe ser considerada por ellos como de supererogación: cuando se ayuda a los padres a cumplir bien su misión, se edifica la Iglesia, además de que este trabajo es una magnífica ocasión para la catequesis de adultos,

 

LA NIÑEZ

 79. Cuando el niño empieza a frecuentar la escuela, entra a formar parte de una sociedad más vasta que la familia, e inicia en una forma intensa, que absorbe una parte notable de sus energías y de sus intereses, la vida en la sociedad de los adultos. En la escuela hace él sus primeras experiencias de trabajo (Cf. GE. 5).

 Primero la relación del muchacho con el Pueblo de Dios se realizaba por medio de la familia: ahora en cambio puede comenzar una participación directa en la vida de la Iglesia y puede ser admitido a los sacramentos.

 El muchacho se desarrolla gradualmente en sus capacidades intelectuales y la catequesis se debe adaptar a este progreso mental. El busca una explicación de la vida religiosa de los adultos: y la vida genuinamente cristiana de la comunidad de los adultos se le ofrece de una manera verdaderamente didáctica, cuando la vida religiosa de los adultos y las actividades del Pueblo de Dios se explican a la luz de la Historia de la salvación.

 La primera experiencia no debe considerarse como extraña a los fines de la catequesis. La alegría de hacer y de hacer bien, la cooperación con los otros, el sentido de la disciplina clara y razonable que de allí nace, deben considerarse como otras tantas experiencias útiles no sólo para la integración en la sociedad, sino también para la participación en la vida activa de la Iglesia.

 Siguiendo estos criterios, la pedagogía catequística, sea cual sea el método que se siga, procurará suscitar la actividad del muchacho. Si esto no se logra, la catequesis no realizaría su tarea de enseñar al creyente a responder de una manera siempre más personal a la Palabra y al don de Dios.

 Esta Pedagogía activa no se limitará a expresiones puramente exteriores, por útiles que estas sean, sino que procurará suscitar la respuesta interior y el gusto de la oración.

 Esta educación de la interioridad se hace hoy más difícil, pero más necesaria por la índole de la actual civilización que favorece la dispersión.

 La colaboración entre los catequistas y los padres (intercambio de ideas acerca del programa, los métodos, las dificultades) es necesaria para que la educación de los chicos tenga un proceso adecuado y concorde. Esta colaboración es útil tanto a los catequistas como a los padres, en el sentido de ayuda al ejercicio de sus responsabilidades específicas.

 

LOS NIÑOS QUE NO FRECUENTAN LA ESCUELA

 80. Hay también regiones extensas y a veces bastante pobladas, donde la organización escolar es insuficiente. En estos casos es necesario desarrollar una intensa labor pastoral hacia las familias y promover, en cuanto sea posible, asociaciones varias, oportunamente preparadas que tomen cuidado de los niños y respondan a las condiciones locales y a las necesidades espirituales que ellos tienen.

 

LOS NIÑOS QUE PERTENECEN A FAMILIAS RELIGIOSAMENTE INDIFERENTES

 81. Cada vez se advierte más la dificultad de una catequesis dirigida a los niños que viven en familias o ambientes donde falta la práctica religiosa o es notablemente insuficiente. A veces se oyen dudas acerca de la posibilidad y la conveniencia de esta catequesis.

No se trata evidentemente de renunciar a esta catequesis, sino de concebirla y adaptarla de manera que resulte adaptada con la situación ambiental. En estos casos es necesario establecer relaciones con la familia, que se estudien su mentalidad y sus costumbres, para descubrir los posibles puntos de contacto para un diálogo.

 Conviene también que la catequesis presente un contenido que sea en verdad proporcionado a las posibilidades concretas de los muchachos.

 

LA ADOLESCENCIA Y LA JUVENTUD

 82. La etapa de la adolescencia y, más todavía el "fenómeno de la juventud" revisten una importancia crucial (Cfr. AA. 12). En las sociedades preindustriales, escasamente dotadas de escuelas, se pasaba casi directamente de la niñez a la integración en la comunidad de los adultos. Hoy en cambio prevalece la práctica de extender para los adolescentes el tiempo de la obligación escolar; esta práctica da origen en la sociedad a una generación no integrada en un trabajo directamente productivo, la cual, aunque se encuentre en pleno vigor físico e intelectual, no desarrolla ninguna otra actividad fuera del estudio y el aprendizaje de la profesión futura.

 Esta clase social ejerce una fuerte presión sobre la sociedad de los adultos, lo cual comporta no pequeños problemas.

 El mismo problema se presenta también en la Iglesia, y no es menos grave, aunque se presente en formas diversas. Más que el peligro de una desenfrenada contestación a la Iglesia, existe en estos adolescentes y jóvenes la tentación de alejarse de la Iglesia. Este es un problema gravísimo para la catequesis, incluso porque muchas veces los adultos no llegan a entender lo que de válido pueden ofrecer los adolescentes y los jóvenes.

 Los jóvenes serán tanto menos desconfiados cuanto más capaces se muestren los catequistas de comprender y aceptar su verdadero aporte.

 

LA PREADOLESCENCIA, LA ADOLESCENCIA Y LA JUVENTUD

 83. Es necesario que los Directorios Nacionales distingan la preadolescencia, la adolescencia y la juventud.

 Aquí sólo se quiere recordar que en regiones de cultura adelantada, donde se pone la cuestión, no siempre se reconocen en la práctica las dificultades propias de la preadolescencia o se conocen insuficientemente, El educador puede caer en la tentación de considerar a los preadolescentes como niños y correr el riesgo de no interesarlos; o podría considerarlos como adolescentes y por lo mismo proponerles temas y métodos de trabajo que suponen un desarrollo de la personalidad y una experiencia que ellos no poseen todavía.

 La preadolescencia se caracteriza por la aparición laboriosa de la subjetividad. Conviene por tanto en esta edad no seguir con la enseñanza simple y objetiva que es propia de los niños; pero al mismo tiempo conviene evitar que se propongan problemas y temas que son propios de la adolescencia.

 Una enseñanza concreta, que ilustre la vida y la obra de los santos y de los hombres beneméritos y el estudio de la vida actual de la Iglesia, puede proporcionar en este período un buen alimento.

 La juventud propiamente dicha, que sigue a la adolescencia, es igualmente un período todavía poco estudiado y sus características no han sido suficientemente reconocidas.

 Algunos sostienen que en esta edad debe darse una enseñanza teológica. Otros prefieren proponer las cuestiones humanas y sociales, añadiendo argumentaciones teológicas simples y exhortaciones para una conducta cristiana. La vía preferible parece la de tratar los problemas fundamentales típicos de esta edad, con una serie de documentación teológica y humana y una adecuada metodología de la discusión colectiva.

 

LA BUSQUEDA DEL SENTIDO DE LA VIDA

 84. El adolescente advierte en sí mismo profundas transformaciones físicas y psiquicas y está a la búsqueda de su papel en la sociedad. Está insatisfecho de la religiosidad de su infancia pero no ha alcanzado todavía la madurez de fe que es propia del adulto: por eso busca una orientación fundamental que pueda darle unidad a su vida. Muchas veces esta búsqueda puede traducirse en una crisis religiosa.

 La tarea principal de la catequesis para adolescentes será por tanto, hacerles descubrir el sentido genuinamente cristiano de la vida, Debe proyectar la luz del mensaje cristiano sobre las realidades que mayormente conmueven al adolescente, como el sentido de la existencia corporal, el amor y la familia, la orientación de la propia vida, el trabajo y el tiempo libre, la justicia, la paz, etc.

 

LA ATENCION A LOS VALORES REALES

 85. El adolescente procura ordenar su visión de la vida y su comportamiento en torno a algunos valores fundamentales y primarios. Pero nota que está inmerso en una marea de valores contradictorios. Este hecho agudiza el conflicto del adolescente ante los varios valores y lo impele a rechazar aquellos que él no ve expresados con convencimiento en la manera de vivir de los adultos.

La catequesis debe ayudar al adolescente a descubrir siempre más claramente los valores genuinos y ordenarlos según un recto orden de prioridad.

 

LA AUTONOMIA DE LA PERSONALIDAD

 86, Para lograr la autonomía que desea, el adolescente exagera muchas veces la afirmación de sí mismo y contesta el ordenamiento aceptado por los adultos.

 Los adultos deben tener en cuenta que el adolescente no acepta la fe y no se confirma en ella a través de una identificación con ellos, sino por una decisión personal que madura progresiva. mente.

 De esta exigencia de autonomía nace lo que podíamos llamar "tentación del naturalismo" en virtud de la cual el adolescente tiende a actuar y conquistarse la salvación con sus propias fuerzas. Esta tendencia es tanto más fuerte cuanto más marcada es la personalidad.

 La catequesis por tanto tendrá la misión de favorecer en el adolescente la madurez personal que le permita superar toda forma de subjetivismo y descubrir una renovada confianza en el poder y la sabiduría divina.

 

LOS GRUPOS DE ADOLESCENTES

 87, Para la búsqueda de la propia autonomía a los adoles-centes les gusta agruparse entre ellos con el preciso intento de encontrar la propia identidad personal y defender su independencia de los adultos. En el ámbito de estos grupos el adolescente es solicitado por los diversos valores de la vida y es empujado a vivirlos. En la actividad cotidiana él se entiende mejor con sus iguales que con los adultos.

 La catequesis tiene la misión de influir en estas asociaciones juveniles, que, a su vez, pueden actuar de mediación entre los jóvenes y toda la comunidad eclesial (Cf r. AA. 12).

 Las asociaciones de adolescentes no siempre son portadoras de valores positivos. Conviene por tanto promover relaciones entre estas asociaciones y las comunidades cristianas, de modo que los adolescentes puedan debidamente reconocer y estimar los valores humanos y cristianos que en ellas se encuentran. (Cfr. AA. 12).

 

LAS EXIGENCIAS INTELECTUALES

 88. El adolescente, por sí mismo, posee el uso "formal" del raciocinio. Sabe cómo usar rectamente el entendimiento y descubre que la cultura que se le propone exige de él una posterior reflexión y una aplicación concreta a la vida.

 Si la catequesis quiere suscitar una experiencia de la vida de fe, no debe descuidar la formación de un modo religioso de pensar que muestre el nexo que existe entre todos los misterios y entre ellas: el fin último del hombre (Cfr. Vat. 1, Const. Dei Filius, C. IV. Dz. 3015 - 1020). Para asegurar la coherencia interior de este modo religioso de pensar, no basta el testimonio. Hoy se exige en todas partes el rigor científico: la catequesis por eso debe presentar con cuidado la justificación racional de la fe.

 La estructuración intelectual de la fe de los adolescentes no debe ser retenida como algo complementario, sino como una necesidad esencial de la vida de fe. El modo de enseñar tiene una particular importancia: el catequista en diálogo con el adolescente, debe estimular su inteligencia.

 

LA ACTIVIDAD

 89. Para el desarrollo de la personalidad del adolescente es necesaria la actividad. La liberación del egocentrismo y del subjetivismo pide un contacto con la realidad bien sea con sus éxitos o con sus fracasos.

 La catequesis, a la cual corresponde suscitar una experiencia personal de fe y agilizar una reflexión ordenada sobre las cosas religiosas, alcanza su meta cuando conduce a un compromiso cristiano concreto. La catequesis cristiana debe educar a los adolescentes para que asuman sus propias responsabilidades y para hacerlos progresivamente capaces de una abierta profesión cristiana.

 

LOS ADOLESCENTES QUE NO FRECUENTAN LA ESCUELA

 90. Los jóvenes que ejercen un menester o una profesión, y son muchos, son llevados a un desarrollo acelerado de su personalidad. Esta precipitada maduración puede venir de una manera ordenada o desordenada, de un modo completo o incompleto.

 De aquí la necesidad de una catequesis específica para esta categoría de adolescentes. Ella deberá considerar atentamente los problemas cotidianos más apremiantes, sostener a los jóvenes en el momento en que entran en el mundo del trabajo y ayudarlos a desplegar una actividad proporcionada a sus posibilidades, en colaboración con los movimientos católicos.

 Además, en la medida en que los jóvenes aprendices conservan las características y las exigencias propias de los adolescentes, la catequesis deberá no solamente iluminar su actividad concreta, sino también llevarlos a acoger todo el plan de Dios.

 

LOS NIÑOS Y LOS ADOLESCENTES INADAPTADOS

 91. Este deber no debe ser considerado como secundario y marginal. Los niños y adolescentes inadaptados no constituyen una parte pequeña de la población. Las condiciones de la sociedad moderna muchas veces hacen difícil el crecimiento equilibrado de los jóvenes y su adaptación en la sociedad.

 La catequesis debe proporcionar a estos jóvenes la posibilidad de vivir la vida de fe según su capacidad. Este es un deber eminentemente evangélico y un testimonio de gran relieve, que siempre ha preocupado a la Iglesia.

 La educación de estos jóvenes en la fe constituye un valor pastoral de gran importancia, aún por el hecho de que ofrece la posibilidad de contacto con muchas familias. -

 En fin hay que considerar que la especial dificultad de esta misión y la necesidad de presentar solo lo esencial, pueden ofrecer a la catequesis el beneficio de servirse de los métodos y de las vías que la investigación pedagógica descubre y pone al servicio de los inadaptados.

 

LA EDAD ADULTA

92. El presente Directorio General afirma con fuerza la necesidad de una catequesis de adultos por los siguientes motivos:

a) Los compromisos de la vida social, las responsabilidades familiares, profesionales, civiles y políticas exigen que los adultos alcancen una apropiada e idónea formación cristiana a la luz de la palabra de Dios (Cfr. AA. 29-32). Es necesario que se promueva una acción ordenada entre aquellos que están comprometidos en la catequesis de los adultos y aquellos que prestan su colaboración en las diversas formas de apostolado de los laicos.

b) Las aptitudes y la capacidad, que alcanzan su perfección en la edad adulta, como la experiencia de la vida, la madurez personal, etc., deben ser cultivadas e iluminadas por la palabra de Dios.

c) El adulto, además, está llamado a superar ciertas crisis, que, aún cuando menos ostensibles que las experimentadas - por los adolescentes, sin embargo no deben juzgarse menos peligrosas ni menos profundas. En tales momentos su fe debe ser continuamente iluminada, desarrollada y protegida.

 

ORIENTACIONES DINAMICAS DE LA EDAD ADULTA. COMUNIÓN Y SOLEDAD

93. El hombre adulto ordinariamente es más capaz de comunión y de mutuas relaciones con los otros. 

Esta capacidad y esta exigencia de comunión vienen ejercidas en el ámbito de las responsabilidades familiares y de las relaciones de la vida social, las cuales sin embargo pueden ser a la vez instrumento y obstáculo de comunión.

 Muchas veces el hombre, especialmente en la sociedad moderna, experimenta la soledad.

 La catequesis debe mostrar cómo Dios, que es amor, es el autor de la Iglesia, comunidad de fe, y fomentar el deseo de comunión con todos los hombres. A los cónyuges recuerda que su unión intima en virtud del sacramento del Matrimonio, significa y realiza el misterio de unidad y de amor fecundo que existe entre Cristo y la Iglesia (Cfr. Ef. 5,32).

 En el ámbito de las pequeñas comunidades eclesiales la catequesis deberá ayudar a los adultos a vivir en modo concreto la caridad cristiana, y deberá demostrar cómo en virtud de la caridad, signo de una común experiencia, cada uno debe servir de ayuda a los otros en la fe.

 

EL PERFECCIONAMIENTO DE LA PERSONALIDAD

 94. La edad adulta se caracteriza particularmente por la conciencia de haber llegado a la plena madurez.

 El hombre que ha superado con éxito las varias etapas de su evolución y ha podido establecer relaciones con los otros y ejercer una actividad creadora, llegado a la edad adulta, trata de recoger en una visión unitaria todas las experiencias de su vida personal, social y espiritual.

 Existe aquí el peligro de que el adulto, especialmente si pertenece a una sociedad industrial, crea poder realizar esta unidad simplemente a través de la integración en la sociedad en que vive. Pero la perfecta madurez personal no consiste solamente en un cierto equilibrio exterior entre la vida personal y el contexto cultural, sino sobretodo en la conquista de la sabiduría cristiana.

La catequesis procurará conducir al hombre a respetar el orden de los fines, o sea, a percibir plenamente el significado de la vida y de la muerte, a la luz de la muerte y resurrección de Cristo.

 

DE LA VEJEZ

95. La importancia pastoral de este período de la vida no se reconoce suficientemente.

En nuestros días aumenta siempre más el número de las personas ancianas. Y muchas veces son descuidadas en la moderna sociedad. Por lo que respecta a la actividad pastoral, este es un punto para tenerse muy presente.

En realidad los ancianos pueden ofrecer grandes servicios a la comunidad con su laboriosidad no siempre valorada justamente, y con el testimonio de su experiencia.

Además es un deber de justicia ayudar a los ancianos a través de la catequesis a prepararse para la muerte que está biológicamente próxima —en una cierta medida— y socialmente está ya en acto, por el hecho de que ya no se espera casi nada de su actividad.

La catequesis debe educar a los ancianos a la esperanza sobrenatural, en virtud de la cual la muerte es considerada como un paso a la verdadera vida y un ir al encuentro del divino Salvador. De esta manera 1-a ancianidad puede convertirse en signo de la presencia de Dios, de la inmortalidad y de la futura resurrección. Es este un testimonio escatológico, y los viejos pueden darlo con la paciencia hacia sí mismos y hacia los otros, con la benevolencia, con la alabanza a Dios, con el espíritu de pobreza y la confianza en Dios.

Sería sin duda un grave daño para la Iglesia si la multitud de las personas ancianas bautizadas no dieran pruebas de que su fe cristiana resplandece con luz más fulgida a medida que se avecina la muerte.

 

FORMAS PECULIARES DE CATEQUESIS PARA ADULTOS

96. Se dan situaciones y circunstancias en las cuales se imponen formas especiales de catequesis.

a) La catequesis de iniciación en la vida cristiana o catecumenado de adultos. -

b) La catequesis dirigida a aquellos que están particularmente comprometidos en el apostolado de los laicos. Es obvio que en este caso la catequesis debe procurar un profundizamiento especial del mensaje cristiano.

c) La catequesis que se imparte en ocasiones particularmente significativas de la vida, como el matrimonio, el bautizo de los hijos, la primera comunión y la confirmación, los períodos críticos para la educación de los hijos, la enfermedad etc., son circunstancias en las cuales los hombres están más motivados para buscar el verdadero sentido de la vida.

d) La catequesis que se imparte con ocasión de los cambios de condición de vida, como la entrada a un empleo, el servicio militar, la emigración, el cambio de profesión o de posición social. Estos cambios pueden llevar consigo un enriquecimiento interior, pero pueden causar también desorientación y de aliento. La comunidad cristiana debe en estos casos proporcionar su ayuda fraterna. La palabra de Dios que en estos casos es acogida con más amplitud debe ser luz y apoyo.

e) La catequesis que se refiere al uso cristiano del tiempo libre y la que puede impartirse con ocasión de las vacaciones y de los viajes turísticos (-Cfr. Directorio General para la Pastoral de Turismo, n. 19, 25).

f) La catequesis que se hace con motivo de acontecimiento. tos particulares en la vida de la Iglesia y de la sociedad.

Estas formas generales de catequesis no deben hacer perder de vista la necesidad de promover cursos de catequesis en que se estudie de manera sistemática todo el mensaje cristiano. Esta formación orgánica y ordenada no puede reducirse a una simple serie de conferencias y de discursos.

 

LAS TAREAS PROPIAS DE LAS CATEQUESIS DE ADULTOS

97. Para responder a las necesidades más urgentes de nuestro tiempo, la catequesis de adultos debe:

a) Educar para la apreciación justa de los cambios sociológicos y cultura s de nuestra sociedad a la luz de la fe. El Pueblo cristiano’ se da cuenta, cada vez más, de la necesidad de indagar a dónde puede conducir el progreso de la sociedad actual y discernir cuales sean los verdaderos valores y peligros de nuestra civilización. El pueblo desea ser ayudado en la apreciación de esos cambios e ilustrado en cuanto a la actitud que puede y debe asumir.

b) Aclarar las dudas acerca de las cosas religiosas y morales. La catequesis debe hacer suyas estas dudas que asaltan a los hombres de hoy. Por ejemplo: hoy se da mucha importancia a las cuestiones sociales. El hombre desea imprimir un nuevo curso a la sociedad en que vive. Este esfuerzo de renovación, en el cual el hombre manifiesta claramente sus responsabilidades y sus limitaciones (Cfr. Populor. Prog. AAS. 1967, p. 257-299) no puede escapar a la atención de la catequesis.

c) Aclarar las relaciones entre la acción temporal y la acción eclesial. Es tarea de la catequesis educar a los cristianos para discernir las relaciones recíprocas que hay entre el compromiso temporal .y el compromiso eclesial. Ella, la catequesis debe poner en evidencia que el compromiso temporal puede tener beneficiosas repercusiones en la comunidad eclesial, en cuanto contribuye a hacerla más consciente de su fin trascendente y de su misión en el mundo. Y debe poner en evidencia que el compromiso eclesial se traduce en utilidad de la misma sociedad humana. (Cfr. GS. 40-45).

d) Explicar los fundamentos racionales de la fe. La Iglesia, contra el fideismo, ha defendido siempre los fundamentos racionales de la fe. La catequesis debe explicar cada vez con más claridad la recta comprensión de la fe, para demostrar que el acto de- fe y las verdades que creemos son conformes a las exigencias de la razón humana. Debe demostrar que el Evangelio es siempre actual y oportuno. Conviene por tanto promover una pastoral del pensamiento y de la cultura cristiana.