DIRECTORIO CATEQUÍSTICO GENERAL

 

Sagrada Congregación para el Clero

 

 

INTRODUCCION

 

Se publica el presente Directorio Catequístico General según las normas del Decreto "Christus Dominus" N 44.

No poco tiempo ha llevado la preparación de este documento, por las dificultades inherentes a la obra misma y por el método que se ha seguido.

Efectivamente, después de constituir una comisión especial de auténticos expertos en catequesis, de varias nacionalidades y escogidos tras consultar con algunos Episcopados, se recabaron los consejos y las opiniones de varios Episcopados. Teniendo en consideración tales consejos y opiniones, se elaboró un primer esquema de Directorio, sólo en sus líneas generales, que se presentó, para ser estudiado, a la Congregación Plenaria extraordinaria de la Sagrada Congregación del Clero. Luego se elaboró un esquema más amplio, sobre el cual también se han consultado las Conferencias Episcopales. Con las opiniones y propuestas obtenidas de los Obispos en esta segunda consulta, se preparó el esquema definitivo del Directorio, que antes de ser publicado, fue examinado por una especial Comisión teológica y por la Sgda. Congregación para la Doctrina de la Fe.

Este Directorio presenta los principios fundamentales teológico-pastorales del Magisterio de la Iglesia y especialmente del Concilio Ecuménico Vaticano II, con los cuales se puede dirigir y ordenar mejor la acción pastoral del ministerio de la palabra. De aquí se comprende el porqué en este Directorio prevalece el aspecto teórico, aunque, como se puede ver, no falta el aspecto práctico. Se ha empleado este criterio especialmente por el siguiente motivo: se evitarán los defectos y errores que no pocas veces se detectan en la catequesis moderna, únicamente si se parte de la recta manera de entender la naturaleza y los fines de la catequesis, como también las verdades que se enseñan con la misma, teniendo en la debida cuenta los destinatarios de la catequesis y sus condiciones. La aplicación concreta de los principios y de las enunciaciones contenidas en el Directorio, es incumbencia especifica de los Episcopados, que publicarán Directorios nacionales y regionales, como también catecismos y otras publicaciones aptas para promover con eficacia la obra del ministerio de la palabra.

Es claro que no todas las partes del Directorio tienen la misma importancia. Debe ser aceptado por todos lo que se dice de la Revelación divina, de la naturaleza de la catequesis, de los criterios con los cuales exponer el mensaje cristiano y de sus elementos más importantes. Tienen más bien valor de sugerencia y de indicación lo que se refiere a la condición presente, a la metodología, a los textos de catequesis según las edades, pues muchos de esos datos se toman necesariamente de las ciencias humanas, teóricas o prácticas, que pueden evolucionar.

El Directorio está destinado a los Obispos, a las Conferencias Episcopales y en general a cuantos, colaborando con ellos, tienen una responsabilidad en el campo de la catequesis. El fin inmediato del Directorio es prestar una ayuda para preparar los Directorios catequísticos y los catecismos. Por eso mismo, es decir para ayudar a la preparación de estos instrumentos, se han propuesto unas líneas fundamentales de las actuales condiciones, para que en las distintas partes de la Iglesia se susciten investigaciones, — con estudio atento y diligente— acerca de las condiciones y de las necesidades pastorales de los lugares; se han indicado además unos principios generales de metodología y de catequesis según las varias edades, para poner de manifiesto cuánto es necesario aprender el arte y la ciencia de la educación; un cuidado especial se puso en redactar la tercera parte en la cual se exponen los criterios con los cuales se tendrán que proponer las verdades mediante la catequesis, y a la vez se da un compendio de los elementos esenciales de la fe cristiana, para que quede bien clara la meta que la catequesis debe necesariamente tener: proponer el mensaje cristiano en su integridad.

Como el Directorio está destinado a Naciones que tienen condiciones y necesidades pastorales muy diferentes, es claro que sólo se han podido tener en cuenta las condiciones comunes. Hay que tener presente esta índole peculiar y esta estructura para juzgar y comprender el Directorio. Lo mismo dígase de la descripción de la labor pastoral que figura en la sexta parte. Se trata de la promoción de la acción pastoral, de la que sólo se dan las líneas principales: insuficientes, tal vez para las regiones muy adelantadas en la catequesis, y excesivas para aquellas que no lo son tanto.

Mientras se publica este Documento, por el cual la Iglesia demuestra una vez más su interés por un ministerio absolutamente necesario para cumplir cabalmente su misión en el mundo, es de desear que sea bien recibido y con toda diligencia estudiado y meditado, teniendo presentes las necesidades pastorales de las comunidades eclesiales. Igualmente se desea que sirva de estímulo para ulteriores e incansables investigaciones que respondan fielmente a las necesidades del ministerio de la palabra y a las normas del Magisterio eclesiástico.

 

PARTE PRIMERA

LA ACTUALIDAD DEL PROBLEMA

 

SENTIDO Y FINALIDAD DE ESTA PARTE.

1. Puesto que la preocupación fundamental de la Iglesia es la de anunciar y promover la fe en la sociedad de nuestro tiempo, sometido a profundas transformaciones socio-culturales, es conveniente —teniendo presente cuanto ha expuesto el Concilio Vaticano II— describir algunos rasgos específicos de la situación actual, indicando las repercusiones espirituales y los nuevos compromisos que esta situación pone ante la Iglesia.

Con esto no se quiere de ninguna manera agotar un asunto que en las varias partes de la Iglesia presenta aspectos particulares y muchas veces profundamente diferentes. Será tarea de los Directorios Nacionales completar estas indicaciones y adaptarlas a las exigencias de cada nación o región.

 

LA SITUACION ACTUAL DEL MUNDO

LA EPOCA CONTEMPORÁNEA EN CONTINUA TRANSFORMACION.

  2. "El género humano se halla hoy en un período nuevo de su historia, caracterizado por cambios profundos y acelerados, que progresivamente se extienden al Universo entero... Se puede ya hablar de una verdadera transformación social y cultural que se refleja también en la vida religiosa" (GS. 4).

A manera de ejemplo se pueden indicar dos repercusiones que afectan la vida de la fe e interesan mas de cerca a la catequesis.

a) En el pasado la tradición cultural era más favorable que hoy a la transmisión de la fe; hoy esa tradición ha cambiado no poco, de manera que cada vez se hace menos posible apoyarse en su continuidad. Por eso para poder transmitir la fe a las nuevas generaciones, es necesario una evangelización renovada.

b) Conviene tener presente que la fe cristiana, si quiere arraigarse en las nuevas culturas que se suceden, necesita desarrollo y nuevas formas de expresión.

Aunque las aspiraciones y los deseos profundos del hombre y de su condición humana permanecen profundamente idénticos, sin embargo, los hombres de hoy se hacen nuevas preguntas acerca del sentido y la importancia de la vida.

El hombre creyente de hoy no es totalmente igual al hombre creyente de ayer. De aquí nace la necesidad de asegurar la continuidad de la fe, pero también de proponer de un modo nuevo el mensaje de la salvación.

Hoy es necesario tener presente la grandísima difusión de los medios de comunicación social; su eficacia sobrepasa los confines de las naciones y hace a los individuos como ciudadanos de todo el consorcio humano (Cfr. IM. 22).

Estos medios actúan con gran fuerza en la vida de los fieles, tanto por lo que enseñan como por la mentalidad y modos de comportarse que fomentan en ellos. Todo esto hay que tenerlo en cuenta con la debida atención.

 

EL PLURALISMO DE HOY.

  3. "Por todo ello, son cada día más profundos los cambios que experimentan las comunidades locales tradicionales, como la familia patriarcal, el clan, la tribu, la aldea, otros diferentes grupos y las mismas relaciones de la convivencia social" (GS. 6).

En las antiguas cristiandades la religión era considerada como el mejor principio de unidad de los pueblos. Hoy las cosas han cambiado: la cohesión de los pueblos, que trae su origen en el fenómeno de la democratización, promueve la concordia de las diversas familias espirituales; el "pluralismo" no es ya considerado como un mal que hay que combatir, sino como un hecho digno de consideración; cada uno puede tomar sus decisiones, sin que por eso sea considerado como extraño a la sociedad.

Por tanto los que se encargan del Ministerio de la Palabra, no deben nunca olvidar que la fe es la libre respuesta del hombre a la gracia de Dios que se revela. Y deben proponer, más que en el pasado, el buen mensaje de Cristo en su admirable condición de clave misteriosa que explica toda la condición humana, y de don gratuito de Dios que se recibe de su gracia en la confesión de la propia insuficiencia (Cfr. GS. 10).

 

EL DINAMISMO DE NUESTRA EPOCA

  4. La construcción de la sociedad humana, el progreso y la gradual realización de los proyectos humanos, movilizan las energías de los hombres de nuestro tiempo (GS. 4). La fe no puede permanecer extraña a estos progresos que por otra parte pueden ir unidos a graves desviaciones. El mensaje evangélico debe aportar su juicio sobre este estado de casos y manifestar a los hombres el sentido de estos acontecimientos.

El ministerio de la palabra, por medio de una más profunda exploración de la vocación humana y divina del hombre, debe dejar que el Evangelio derrame sus fermentos de auténtica libertad y progreso (Cfr. AG. 8,12), haga nacer el deseo de la promoción de la persona humana y de la lucha contra el modo de hacer y pensar que se entrega al fatalismo.

Estas indicaciones quieren solamente mostrar cómo el ministerio de la palabra debe dirigir su acción al mundo de hoy:

"...se pide a la Iglesia que inyecte en las venas de la comunidad humana la fuerza perenne, vital y divina del Evangelio". (Juan XXIII, Constituc. Apost. Humanas Salutis, AAS, 1962, p. 6).

 

LA CONDICION DEL SENTIDO RELIGIOSO

  5. La civilización científica, técnica, industrial y urbana no pocas veces aparta el interés del hombre por las cosas divinas y le hace más difícil la preocupación interior por la vida religiosa.

Para no pocos, Dios se ha hecho como menos presente, menos necesario, menos válido para dar una explicación a la vida personal y social: de este estado de cosas surge fácilmente una crisis religiosa (Cfr. GS. 5,7).

La fe cristiana experimenta en sus seguidores esta crisis lo mismo que en las otras confesiones religiosas. Frente a una cultura desacralizada y secularizada, la fe tiene el deber urgente de afirmar su naturaleza que trasciende a todo progreso cultural y manifestar su originalidad.

Toca al ministerio de la palabra descubrir y desarrollar, liberándolos de los elementos ambiguos, los valores auténticos que se encuentran en el patrimonio espiritual de aquellas culturas humanas en las que el sentido religioso se conserva todavía vivo y operante, influyendo en toda la existencia de la vida humana.

En otro tiempo las opiniones desviadas y los errores acerca de la fe y la manera cristiana de vivir alcanzaban a un número pequeño de personas, limitándose, más que hoy, a los ambientes intelectuales.

Hoy, en cambio, el progreso humano y los medios de comunicación social hacen que estas opiniones se divulguen con mayor rapidez y tengan un influjo cada vez más grande en los fieles, especialmente en los jóvenes que sufren una mayor crisis y son empujados a adoptar modos de pensar y de actuar contrarios a la religión. Esta situación requiere adecuados remedios pastorales.

 

LA SITUACION ACTUAL DE LA IGLESIA

  Estas notas que caracterizan la situación religiosa del mundo, tienen profundas repercusiones en la vida de la Iglesia.

 

LA FE "TRADICIONAL"

  6. La fe cristiana en muchos fieles corre graves peligros, especialmente en aquellos lugares donde la religión era considerada como prerrogativa de algunas clases sociales, o donde esa fe confiaba demasiado en las antiguas costumbres y en la unanimidad de la profesión religiosa.

Masas enteras se van haciendo al indiferentismo o corren al peligro de conservar una fe privada del necesario dinamismo y de un influjo real en la vida. Más que conservar las costumbres religiosas, conviene hoy afrontar el problema de una reevangelización de las masas, de una renovada conversión de las mismas y de una más profunda y madura educación de la fe.

Esto sin embargo no debe entenderse en el sentido de que se deba descuidar el sentimiento religioso popular, o que se deba hacer poco caso de la fe genuina conservada en ambientes transidos de cultura cristiana. El sentido religioso, no obstante el progreso de la secularización, sigue vigente en muchas partos de la Iglesia. No se puede hacer caso omiso de él pues muchas veces se expresa en el estilo de vida sincero y auténtico de multitud de hombres.

- Más aún el sentido’ religioso popular brinda una ocasión para el anuncio de la fe. Naturalmente hay que purificarlo y jerarquizar sus elementos válidos para que nadie se contente con formas de acción pastoral inadecuadas a nuestros tiempos y menos adaptadas a la realidad de hoy.

 

EL INDIFERENTISMO RELIGIOSO Y EL ATEISMO

  7. Muchos bautizados se han apartado de la religión de tal manera que llegan a profesar en cierto indiferentismo y disfrace que hasta el ateísmo. "Muchos son, sin embargo, los que hoy día se desentienden del ‘iodo de esta íntima y vital unión con Dios lo niegan en forma explícita. Es esto ateísmo uno de los fenómenos más graves de nuestro tiempo. Y debe ser examinado con toda atención" (GS. 19).

El Concilio Vaticano II ha examinado con detención este fenómeno (GS. 19,20), y ha procurado encontrarlé remedio. "El remedio del ateísmo hay que buscarlo en la exposición adecuada de la doctrina y en la integridad de vida de la Iglesia y de sus miembros. A la Iglesia toca hacer presentes y como visibles a DIOS Padre y a su Hijo encarnado, con la continua renovación y purificación propias bajo la dirección del Espíritu Santo. Esto se logra principalmente con el testimonio de una fe viva y adulta, educada para poder percibir con lucidez las dificultades y poderlas vencer" (GS. 21).

Se da también el caso de una fe cristiana mezclada con una especie de neopaganismo aunque quede un cierto sentido religioso y una cierta creencia en un ser supremo. La mentalidad religiosa puede andar lejos del influjo de la Palabra de Dios y de la vida sacramental y de buscar su alimento en prácticas supersticiosas y mágicas; y la vida moral, por su parte, puede regresar a una ética precristiana. Es posible a veces que en la religiosidad cristiana se introduzcan elementos de cultos naturistas y animistas, de prácticas adivinatorias con peligro de caer en formas sincretistas. Y pueden también difundirse sectas religiosas que mezclan los misterios cristianos con antiguas visiones míticas.

En estos casos principalmente se necesita que el ministerio de la Palabra, sobre todo la evangelización y la catequesis, sean renovadas según lo indicado en el Decreto Ad Gentes divinitus nn. 13, 14, 21 y 22.

 

LA FE Y LAS DIFERENTES CULTURAS

  8. Tampoco faltan cristianos, especialmente entre aquellos que han recibido una formación cultural más elevada, que experimentan cierto descontento frente al lenguaje de la fe que ellos juzgan demasiado apegado a fórmulas superadas y a la cultura occidental.

  Ellos van a la búsqueda de un nuevo lenguaje religioso más de acuerdo con la vida moderna y que permita a la fe difundir su luz sobre las realidades que angustian al hombre de hoy, dejando que el Evangelio pueda encarnarse en las diversas culturas.

  Sin duda es deber de la Iglesia considerar con la mayor atención esta aspiración del hombre.

  Lo que el Decreto Ad Gentes dice a propósito de las Iglesias jóvenes, vale también para todos los que trabajan en el ministerio de la palabra: ". . . de las costumbres y tradiciones, de la sabiduría - y doctrina, de las artes e instituciones de sus pueblos, reciben todo lo que puede servir para confesar la gloria del Creador, para ensalzar la gracia del Salvador y para ordenar debidamente la vida cristiana". (n. 22; cf.: n. 21; Paulus VI, Alloc. 6 agosto 1969).

  Por lo tanto "el ministerio de la palabra presentado de una manera renovada el mensaje evangélico, debe manifestar la unidad del plan de Dios. Sin caer en confusiones e identificaciones simplistas, debe manifestar la unidad profunda que existe entre el plan salvífico de Dios, realizado en Cristo, y las aspiraciones del hombre; entre la historia de la salvación y la historia humana; entre la Iglesia, Pueblo de Dios, y las comunidades temporales; entre la acción reveladora de Dios y la experiencia del hombre; entre los dones y carismas sobrenaturales y los valores humanos". (II Conf. Gen. Episc. Lat. Amer. 1968 VIII, 2,1).

 

LA RENOVACION

   9. En esta situación de tan profundos cambios cualquiera podría pensar que es inútil el esfuerzo apostólico que la Iglesia pretende desplegar. En realidad no se puede acusar al celo de los pastores ni el de los fieles, que en verdad es grande. Los impedimentos para una acción más eficaz parecen provenir o de la falta de una preparación adecuada a los nuevos y difíciles compromisos que se ofrecen al ministerio de la palabra o de una reflexión todavía imperfecta que se expresa en teorías que lejos de favorecer obstaculizan la iniciativa evangélica.

  Es por esto por lo que el Concilio Vaticano II ha multiplicado sus llamadas a una profunda renovación del ministerio de la palabra. Pero esta renovación parece correr peligro principalmente:

  —Por parte de aquellos que no logran ver la profundidad de la renovación propuesta, como si sólo se tratara de poner un remedio a la ignorancia religiosa. Según éstos, bastaría incrementar la instrucción catequística. Es evidente que este remedio no responde a la verdadera realidad. Lo que hay que renovar es el mismo lenguaje catequístico, pues se trata de una renovación no sólo en lo que respecta a la catequesis de los niños sino a la educación permanente de los adultos en la fe.

  —Por parte de aquellos que quieren reducir El mensaje evangélico a sus consecuencias temporales en la vida de los hombres.

  El Evangelio y su. ley de amor requieren, sin duda, que los cristianos colaboren con ‘todas sus fuerzas —comprometiéndose en actividades de orden temporal— a fin de promover cada día más la justicia y la fraternidad entre los hombres. Esto sin embargo no es suficiente para dar testimonio de Jesucristo, hijo de Dios y Salvador nuestro cuyo misterio, muestra inefable del amor de Dios (1 Jn 4,9) debe ser explícita e integralmente anunciado a los evangelizados y aceptado por ellos.

  Las enseñanzas de la Constitución GS y de la Declaración DH no están por el "minimismo" en cuanto al servicio directo de la fe por el ministerio de la Palabra. Ambos documentos muestran su inquietud porque se ponga remedio a las situaciones de estos tiempos. En todo caso la renovación del ministerio de la Palabra no puede ir separada de la renovación general de la Pastoral.

Habrá que realizar tareas graves y decisivas: habrá que promover la evolución de las formas tradicionales del ministerio de la palabra, y suscitar nuevas; evangelizar y catequizar a aquellos que solo han alcanzado niveles culturales bajos; responder a las instancias de la "inteligencia" y salir al encuentro de sus exigencias; mejorar las formas tradicionales de presencia cristiana y encontrar otras más válidas; utilizar todos los recursos actuales de la Iglesia y al mismo tiempo renunciar a aquellas formas que aparezcan menos conformes al Evangelio.

  Para lograr estos propósitos, la Iglesia confía en todos los miembros del pueblo de Dios Cada uno —obispos, sacerdotes, religiosos, religiosas, laicos— según la propia responsabilidad, tiene el deber de desempeñar su misión teniendo presente la situación del mundo que influye tan profundamente en la vida de fe.

La renovación catequística, para que pueda dar una ayuda eficaz a estos obreros del Evangelio, deberá valerse del. apoyo de las ciencias sagradas, de la teología, de los estudios bíblicos, de la reflexión pastoral y de las ciencias humanas y de otros medios —sobre todo de los medios de comunicación social— a través de los cuales se difunden hoy las opiniones y las ideas.