P U E B L A

Capítulo II

Agentes de comunión y participación

Nos dirigimos ahora a los principales agentes de evangelización.

Con ellos queremos reflexionar y tomar nuevo aliento y nuevas opciones para llevar a cabo nuestra tarea pastoral. (Puebla, Conclusiones 658)

Somos responsables de esta difícil pero honrosa misión de evangelizar a todas las personas y todos los ambientes.

Nos referimos a los presbíteros, diáconos, religiosos, religiosas y laicos comprometidos y comenzamos por nosotros mismos, los obispos.

CONTENIDO:
1. Ministerio jerárquico.
2. Vida consagrada.
3. Laicos.
4. Pastoral vocacional.

(Puebla, Conclusiones 658)

1. Ministerio jerárquico

El Ministerio jerárquico, signo sacramental de Cristo Pastor y Cabeza de la Iglesia, es el principal responsable de la edificación de la Iglesia en la comunión y de la dinamización de su acción evangelizadora.

(Puebla, Conclusiones 659)

1.1. Introducción

Ha sido muy activa en estos años la reflexión teológica sobre la identidad sacerdotal, urgida por crisis y desajustes que la golpearon con cierta fuerza. Hace falta, entonces, y para ello invitamos a teólogos y pastoralistas, profundizar en una campo tan importante, según las directrices del magisterio, en particular del Concilio Vaticano II, Medellín, Sínodo de Obispos de 1971 y el Directorio para el Ministerio Pastoral de los Obispos. Una visión de síntesis, en la que aparezca la convergencia de elementos, a veces presentados como contrapuestos, cobra gran interés.

(Puebla, Conclusiones 660)

El Sacerdocio, en virtud de su participación sacramental con Cristo, Cabeza de la Iglesia, es, por la Palabra y la Eucaristía, servicio de la Unidad de la Comunidad. El Ministerio de la comunidad implica la participación en el poder o autoridad que Cristo comunica mediante la ordenación y que constituye al Sacerdote en la triple dimensión del ministerio de Cristo Profeta, Liturgo y Rey, en alguien que actúa en su nombre, al servicio de la Comunidad.

(Puebla, Conclusiones 661)

El ser y el obrar del sacerdote, en la identidad de su servicio, está referido a la Eucaristía, raíz y quicio de toda comunidad, centro de la vida sacramental, hacia la cual lleva la Palabra. Por eso, se puede decir que donde hay Eucaristía hay Iglesia. Como ésta es servida por el Obispo, en unión con el Presbiterio, es igualmente cierto decir «donde esté el Obispo está la Iglesia».

(Puebla, Conclusiones 662)

En virtud de la fraternidad sacramental, la plena unidad entre los Ministros de la Comunidad es ya un hecho evangelizador, cuya exigencia es recordada por el Papa en su Discurso inaugural. De aquí deriva la misma unidad pastoral.

(Puebla, Conclusiones 663)

1.2. Situación

De acuerdo con las necesidades de los tiempos, se advierte un cambio en la mentalidad y actitud de los ministros jerárquicos, y, consiguientemente, en su imagen.

(Puebla, Conclusiones 664)

Se va tomando conciencia más profunda del carácter evangelizador y misionero de la tarea pastoral.

(Puebla, Conclusiones 665)

La forma de vida de muchos pastores ha crecido en sencillez y pobreza, en mutuo afecto y comprensión, en acercamiento al pueblo, en apertura al diálogo y en corresponsabilidad.

(Puebla, Conclusiones 666)

Se ha afianzado la comunión eclesial, tanto de los Obispos con el Santo Padre, como de los Obispos entre sí; igualmente la de los presbíteros y religiosos con el Obispo y entre las diversas familias eclesiales. Especial reconocimiento merecen las Iglesias particulares de diversos países que, no sólo incrementan nuestra labor evangelizadora con el envío de presbíteros, religiosos y demás agentes de evangelización, sino que también contribuyen generosamente con su comunicación cristiana de bienes.

(Puebla, Conclusiones 667)

Es admirable y alentador comprobar el espíritu de sacrificio y abnegación con que muchos pastores ejercen su ministerio en servicio del Evangelio, sea en la predicación, sea en la celebración de los sacramentos o en defensa de la dignidad humana, afrontando la soledad, el aislamiento, la incomprensión y, a veces, la persecución y la muerte.

(Puebla, Conclusiones 668)

Se nota casi en todos los ministros un creciente interés de actualización no sólo intelectual, sino espiritual y pastoral y un deseo de aprovechamiento de todos los medios que la favorecen.

(Puebla, Conclusiones 669)

Se advierte una mayor clarificación con respecto a la identidad sacerdotal que ha conducido a una nueva afirmación de la vida espiritual del ministerio jerárquico y a un servicio preferencial a los pobres.

(Puebla, Conclusiones 670)

Los pastores han contribuido sensiblemente a una mayor toma de conciencia en la acción de los laicos, tanto en su vocación específica secular, como en una participación más responsable en la vida de la Iglesia, inclusive mediante los diversos ministerios.

(Puebla, Conclusiones 671)

Fenómeno estimulante es el de los diáconos permanentes con su variado ministerio, especialmente en parroquias rurales y campesinas, sin olvidar las Comunidades Eclesiales de Base y otros grupos de fieles. Con todo, se hace necesaria una profundización teológica sobre la figura del diácono para lograr una mayor aceptación de su ministerio.

Dentro de este programa alentador, también aparecen aspectos negativos. Proponemos algunos:

(Puebla, Conclusiones 672)

a) Falta unidad en los criterios básicos de pastoral, con las consiguientes «tensiones» de la obediencia y serias repercusiones en «pastoral de conjunto».

(Puebla, Conclusiones 673)

b) A pesar del reciente aumento de vocaciones, hay una preocupante escasez de ministros, debida- entre otras causas- a una deficiente conciencia misionera.

(Puebla, Conclusiones 674)

c) La distribución del clero, a nivel continental, es inadecuada y se ve agravada, en algunos casos, porque los sacerdotes cumplen tareas supletorias.

(Puebla, Conclusiones 675)

d) Falta suficiente actualización pastoral, espiritual y doctrinal; eso produce inseguridad entre los avances teológicos y ante doctrinas erróneas, provoca un sentimiento de frustración pastoral y aun ciertas crisis de identidad.

(Puebla, Conclusiones 676)

e) A veces la insuficiente sustentación y la falta de una modesta previsión social de los presbíteros, provoca la búsqueda de trabajos remunerados, en detrimento de su ministerio.

(Puebla, Conclusiones 677)

f) Falta en algunas ocasiones la oportuna intervención magisterial y profética de los Obispos, así como también una mayor coherencia colegial.

(Puebla, Conclusiones 678)

1.3. Iluminación teológico-pastoral

El gran ministerio o servicio que la Iglesia presta al mundo y a los hombres en él es la evangelización (ofrecida con hechos y palabras), la Buena Nueva de que el Reino de Dios, reino de justicia y de paz, llega a los hombres en Jesucristo. (Puebla, Conclusiones 679)

Desde el principio hubo en la Iglesia diversidad de ministerios, en orden a la evangelización. Los escritos del Nuevo Testamento muestran la vitalidad de la Iglesia que se expresó en múltiples servicios. Así San Pablo menciona, entre otros, los siguientes: la profecía, la diaconía, la enseñanza, la exhortación, el dar limosna, el presidir, el ejercer la misericordia; y en otros contextos habla de ministerios como las palabras de la sabiduría, el discernimiento de espíritus y algunos otros. Igualmente en otros escritos del Nuevo Testamento se describen varios ministerios.

(Puebla, Conclusiones 680)

«El ministerio eclesiástico, de institución divina, es ejercido en diversos órdenes por aquellos que ya desde antiguo vienen llamándose Obispos, presbíteros y diáconos» (LG 28). Constituyen el ministerio jerárquico y se reciben mediante la «imposición de las manos», en el Sacramento del Orden. Como lo enseña el Vaticano II, por el Sacramento del Orden- Episcopal y presbiteral- se confiere un sacerdocio ministerial, esencialmente distinto del sacerdocio común del que participan todos los fieles por el Sacramento del Bautismo; quienes reciben el ministerio jerárquico quedan constituidos, «según sus funciones», «pastores» en la Iglesia. Como el Buen Pastor, van delante de las ovejas; dan la vida por ellas para que tengan vida y la tengan en abundancia; las conocen y son conocidos por ellas.

(Puebla, Conclusiones 681)

«Ir delante de las ovejas» significa estar atentos a los caminos por los que los fieles transitan, a fin de que, unidos por el Espíritu, den testimonio de la vida, los sufrimientos, la Muerte y la Resurrección de Jesucristo, quien, pobre entre los pobres, anunció que todos somos hijos de un mismo Padre y, por consiguiente, hermanos.

(Puebla, Conclusiones 682)

«Dar la vida» señala la medida del «ministerio jerárquico» y es la prueba del mayor amor; así lo vive Pablo, que muere todos los días en el cumplimiento de su ministerio.

(Puebla, Conclusiones 683)

«Conocer a las ovejas y ser conocidos por ellas» no se limita a saber de las necesidades de los fieles. Conocer es involucrar el propio ser, amar como quien vino no a ser servido sino a servir.

(Puebla, Conclusiones 684)

Renovamos nuestra adhesión a todas las enseñanzas que sobre los Pastores nos han dado el Concilio Vaticano II, el Sínodo Episcopal de 1971, Medellín y el Directorio de los Obispos. Proponemos ahora, por creerlas especialmente útiles para la Evangelización en el presente y en el futuro de América Latina, alguna «reflexiones» sobre el Ministerio de los Obispos, de los Presbíteros y de los Diáconos.

(Puebla, Conclusiones 685)

El Obispo como miembro del Colegio Episcopal presidido por el Papa, es sucesor de los Apóstoles y- por su participación plena del sacerdocio de Cristo- es signo visible y eficaz del mismo Cristo, de quien hace las veces como Maestro, Pastor y Pontífice. Esta triple e inseparable función está al servicio de la unidad de su Iglesia particular y crea exigencias de carácter espiritual y pastoral que hoy merecen acentuarse.

(Puebla, Conclusiones 686)

El Obispo es maestro de la verdad. En una Iglesia totalmente al servicio de la Palabra, es el primer evangelizador, el primer catequista; ninguna otra tarea lo puede eximir de esta misión sagrada. Medita religiosamente la Palabra, se actualiza doctrinalmente, predica personalmente al pueblo; vela porque su comunidad avance continuamente en el conocimiento y práctica de la Palabra de Dios, alentando y guiando a todos los que enseñan en la Iglesia (a fin de evitar «magisterios paralelos» de personas o grupos), y promoviendo la colaboración de los teólogos que ejercitan su carisma específico dentro de la Iglesia, desde la metodología propia de la teología, para lo cual busca la actualización teológica a fin de poder discernir la Verdad y mantiene una actitud de diálogo con ellos. Todo esto en comunión con el Papa y con sus hermanos Obispos, especialmente los de su propia Conferencia Episcopal.

(Puebla, Conclusiones 687)

El Obispo es signo y constructor de la unidad. Hace de su autoridad, evangélicamente ejercida, un servicio a la unidad; promueve la misión de toda la comunidad diocesana; fomenta la participación y corresponsabilidad a diferentes niveles; infunde confianza en sus colaboradores (especialmente los presbíteros, para quienes debe ser padre, hermano y amigo); crea en la diócesis un clima tal de comunión eclesial orgánica y espiritual que permita a todos los religiosos y religiosas vivir su pertenencia peculiar a la familia diocesana; discierne y valora la multiplicidad y variedad de los carismas derramados en los miembros de su Iglesia, de modo que concurran eficazmente integrados, al crecimiento y vitalidad de la misma; está presente en las principales circunstancias de la vida de su Iglesia particular.

(Puebla, Conclusiones 688)

El Obispo es Pontífice y santificador. Ejerce personalmente su función de presidente y promotor de la liturgia; apoyado en su propio testimonio promueve la santidad de todos los fieles como primer medio de evangelización; busca en la gracia propia del sacramento del Orden el fundamento para un constante cultivo de la vida espiritual que, en el amor personal a Cristo, impulse su amor a la Iglesia y su entrega al pastoreo generoso de las ovejas; se ocupa de la vida espiritual de sus presbíteros y religiosos; hace de su vida gozosa, austera, sencilla y lo más cercana posible de su pueblo, un testimonio de Cristo Pastor y un medio de diálogo con todos los hombres.

(Puebla, Conclusiones 689)

Los presbíteros, por el sacramento del Orden, quedan constituidos en los colaboradores principales de los Obispos para su triple ministerio; hacen presente a Cristo -Cabeza en medio de la comunidad; forman, junto con su Obispo y unidos en una íntima fraternidad sacramental, un solo presbiterio dedicado a variadas tareas para servicio de la Iglesia y del mundo. Estas realidades hacen de ellos «piezas centrales de la tarea eclesial» (Juan Pablo II, Alocución Sacerdotes 1: AAS 71 p. 179).

(Puebla, Conclusiones 690)

Por ser inseparables de los Obispos, los rasgos de espiritualidad pastoral antes descritos se aplican también el presbítero. En la actual situación de la Iglesia en América Latina se ve prioritario lo siguiente:

(Puebla, Conclusiones 691)

El presbítero anuncia el Reino de Dios que se inicia en este mundo y tendrá su plenitud cuando Cristo venga al final de los tiempos. Por el servicio de ese Reino, abandona todo para seguir a su Señor. Signo de esa entrega radical es el celibato ministerial, don de Cristo mismo y garantía de una dedicación generosa y libre al servicio de los hombres.

(Puebla, Conclusiones 692)

El presbítero es un hombre de Dios. Sólo puede ser profeta en la medida en que haya hecho la experiencia del Dios vivo. Sólo esta experiencia lo hará portador de una Palabra poderosa para transformar la vida personal y social de los hombres de acuerdo con el designio del Padre.

(Puebla, Conclusiones 693)

La oración en todas sus formas- y de manera especial la Liturgia de la Horas que le confía la Iglesia- ayudará a mantener esa experiencia de Dios que deberá compartir con sus hermanos.

(Puebla, Conclusiones 694)

Como el Obispo y en comunión con él, el presbítero evangeliza, celebra el Santo Sacrificio y sirve a la unidad.

(Puebla, Conclusiones 695)

Como Pastor que se empeña en la liberación integral de los pobres y de los oprimidos, obra siempre con criterios evangélicos. Cree en la fuerza del Espíritu para no caer en la tentación de hacerse líder político, dirigente social o funcionario de un poder temporal: esto le impedirá «ser signo y factor de unidad y de fraternidad» (Juan Pablo II, Alocución Sacerdotes 8: AAS 71 p. 182).

(Puebla, Conclusiones 696)

El diácono, colaborador del Obispo y del presbítero, recibe una gracia sacramental propia. El carisma del diácono, signo sacramental de «Cristo Siervo», tiene gran eficacia para la realización de una Iglesia servidora y pobre que ejerce su función misionera en orden a la liberación integral del hombre.

(Puebla, Conclusiones 697)

La misión y función del diácono no se han de medir con criterios meramente pragmáticos, por estas o aquellas acciones que pudieran ser ejercidas por ministros no ordenados o por cualquier bautizado; ni tampoco sólo como una solución a la escasez numérica de presbíteros que afecta a América Latina. Su conveniencia se desprende de una contribución eficaz a que la Iglesia cumpla mejor su misión salvífica por medio de una más adecuada atención a la tarea evangelizadora.

(Puebla, Conclusiones 698)

La implantación del diaconado permanente, pedida ya a la Santa Sede por la mayoría de nuestras Conferencias Episcopales, deberá hacerse buscando «lo nuevo y lo viejo». No se trata simplemente de restaurar el diaconado primitivo, sino de profundizar en la Tradición de la Iglesia universal y en las realidades particulares de nuestro Continente, buscando mediante esta doble atención una fidelidad al patrimonio eclesial y una sana creatividad pastoral con proyección evangelizadora.

(Puebla, Conclusiones 699)

La espiritualidad ministerial común a todos los miembros de la Jerarquía debe centrarse en la Eucaristía y estar marcada por una auténtica devoción a la Santísima Virgen María, tan arraigada en el pueblo a quien evangelizamos y garantía de una permanente fidelidad, característica clave del evangelizador.

(Puebla, Conclusiones 700)

1.4. Orientaciones pastorales

Obispos

Nos comprometemos a:

(Puebla, Conclusiones 701)

Cumplir siempre con gozo, intrepidez y humildad el ministerio evangelizador como tarea prioritaria del oficio episcopal en el camino abierto e iluminado por los insignes pastores y misioneros del continente.

(Puebla, Conclusiones 701)

Asumir la colegialidad episcopal en todas sus dimensiones y consecuencias, a nivel regional y universal.

(Puebla, Conclusiones 702)

Promover a toda costa la unidad de la Iglesia particular, con discernimiento del Espíritu para no extinguir ni uniformar la riqueza de carismas y dar especial importancia a la promoción de la pastoral orgánica y a la animación de las comunidades.

(Puebla, Conclusiones 703)

Dar a los consejos presbiterales y pastorales y a otros organismos pastorales la consistencia y funcionalidad requeridas por el crecimiento espiritual y pastoral de los presbíteros.

(Puebla, Conclusiones 704)

Buscar formas de agrupación de los presbíteros situados en regiones lejanas, a fin de evitar su aislamiento y favorecer una mayor eficacia pastoral. Se recomienda tener en cuenta, en forma especial, a los «Capellanes castrenses» a fin de que, en los lugares donde presten su ministerio sacerdotal, se integren pastoralmente al presbiterio diocesano.

(Puebla, Conclusiones 705)

Empeñarnos, por exigencia evangélica y de acuerdo con nuestra misión, en promover la justicia y en defender la dignidad y los derechos de la persona humana.

(Puebla, Conclusiones 706)

En total fidelidad al Evangelio y sin perder de vista nuestro carisma de signo de unidad y pastor, hacer comprender por nuestra vida y actitudes, nuestra preferencia por evangelizar y servir a los pobres.

(Puebla, Conclusiones 707)

Prestar atención preferencial al Seminario, dada su importancia en la formación de los presbíteros de quienes depende, en gran parte, «la deseada renovación de toda la Iglesia» (OT proemio), darles los mejores sacerdotes adecuadamente capacitados; buscar por todos los medios un mejor conocimiento de los formadores y de los alumnos y un mayor contacto con ellos. (Puebla, Conclusiones 708)

Buscar eficazmente la solución a la situación económica, difícil de los presbíteros, mediante una remuneración y previsión social adecuadas; acudiendo, si fuera necesario, a iniciativas de carácter supradiocesano, nacional o internacional, en el espíritu de la comunicación cristiana de bienes.

(Puebla, Conclusiones 709)

Estudiar objetivamente el fenómeno del abandono del ministerio presbiteral con sus causas e incidencias en la vida de la Iglesia, teniendo presente el criterio trazado por el Sínodo de 1971, que pide que desde el punto de vista pastoral sean tratados «equitativa y fraternalmente» y puedan colaborar en el servicio de la Iglesia, aunque «no sean admitidos al ejercicio de actividades sacerdotales» (El Sacerdocio Ministerial, II 4, d).

(Puebla, Conclusiones 710)

Presbíteros

Den los presbíteros prioridad en su ministerio al anuncio del Evangelio a todos, pero muy especialmente a los más necesitados (obreros, campesinos, indígenas, marginados, grupos afro -americanos), integrando la promoción y defensa de su dignidad humana.

(Puebla, Conclusiones 711)

Renuévese la vitalidad misionera en los sacerdotes y fórmeseles en una actitud de generosa disponibilidad, para que pueda darse una respuesta eficaz a la desigual distribución del clero actualmente existente.

(Puebla, Conclusiones 712)

Den prioridad al trabajo evangelizador en la familia y la juventud y a la promoción de las vocaciones sacerdotales y religiosas.

(Puebla, Conclusiones 713)

Comprométanse en la incorporación del laicado y de las religiosas en la acción pastoral cada vez con más activa participación, dándoles el debido acompañamiento espiritual y doctrinal.

(Puebla, Conclusiones 714)

Diáconos permanentes

Que el diácono se inserte plenamente en la comunidad a la que sirve y promueva continuamente la comunión de la misma con el presbítero y el Obispo. Además, respete y fomente los ministerios ejercidos por laicos.

(Puebla, Conclusiones 715)

Tenga la comunidad un papel importante en la cuidadosa selección de los candidatos al diaconado. Que exista la formación adecuada y continua del mismo y una debida preparación de su propia familia, de la comunidad que lo acoge, del presbiterio y de los laicos.

(Puebla, Conclusiones 716)

Prevéase la justa remuneración de los diáconos permanentes, dedicados completamente al ministerio pastoral.

(Puebla, Conclusiones 717)

Promuévase estudios para profundizar los aspectos teológicos, canónicos y pastorales del diaconado permanente y procúrese la adecuada divulgación de tales estudios.

(Puebla, Conclusiones 718)

Formación permanente

La gracia recibida en la ordenación, que ha de reavivarse continuamente, y la misión evangelizadora exigen de los ministros jerárquicos una seria y continua formación, que no puede reducirse a lo intelectual sino que se extenderá a todos los aspectos de su vida.

(Puebla, Conclusiones 719)

Objeto de esta formación, que tendrá en cuenta la edad y las condiciones de las personas, ha de ser: capacitar a los ministros jerárquicos para que, de acuerdo con las exigencias de su vocación y misión y la realidad latinoamericana, vivan personal y comunitariamente un continuo proceso que los haga pastoralmente competentes para el ejercicio del ministerio.

(Puebla, Conclusiones 720)

2. Vida consagrada

La vida consagrada es en sí misma evangelizadora en orden a la comunión y participación en América Latina. (Puebla, Conclusiones 721)

2.1. Tendencias de la Vida Consagrada en América Latina

Es un motivo de gozo para nosotros los Obispos verificar la presencia y el dinamismo de tantas personas consagradas que en América Latina dedican su vida a la misión evangelizadora como lo hicieron ya en el pasado. Podemos decir con Pablo VI: «se les encuentra no raras veces en la vanguardia de la misión y afrontando los más grandes riesgos para su santidad y su propia vida. Sí, en verdad la Iglesia les debe muchísimo» (EN 69). Esto nos mueve a promover y acompañar la vida consagrada según sus notas características.

(Puebla, Conclusiones 722)

De toda la experiencia de Vida Religiosa en América Latina queremos recoger sólo las tendencias más significativas y renovadoras que el Espíritu suscita en la Iglesia, así como señalar algunas de las dificultades que manifiesta la crisis en los últimos años.

(Puebla, Conclusiones 723)

Si bien nos referimos directamente a la vida religiosa, queremos decir a los Institutos seculares y a otras formas de Vida Consagrada que aquí encuentran muchas ideas y experiencias que también les pertenecen. La Iglesia de América Latina estima su estilo de consagración a Dios y su «secularidad» como medio especialmente valioso para llevar la presencia y el mensaje de Cristo a toda clase de ambientes humanos.

(Puebla, Conclusiones 724)

El conjunto de la Vida Religiosa constituye el modo específico de evangelizar propio del religioso. Por eso, al señalar estos aspectos, recogemos el aporte de los religiosos a la Evangelización. Descubrimos especialmente las siguientes tendencias:

(Puebla, Conclusiones 725)

a) Experiencia de Dios

Hay ciertos signos que expresan un deseo de interiorización y de profundización en la vivencia de la fe al comprobar que, sin el contacto con el Señor, no se da una Evangelización convincente y perseverante.

(Puebla, Conclusiones 726)

Se intenta que la oración llegue a convertirse en actitud de vida, de modo que oración y vida se enriquezcan mutuamente: oración que conduzca a comprometerse en la vida real, y vivencia de la realidad que exija momentos fuertes de oración. Además de buscar la oración íntima, se tiende de modo especial a la oración comunitaria, con comunicación de la experiencia de fe, con discernimiento sobre la realidad, orando juntamente con el pueblo.

(Puebla, Conclusiones 727)

Oración que ha de ser visible y estimulante. También se está encontrando de nuevo el sentido de la gran tradición de la Iglesia de orar con salmos y textos litúrgicos, sobre todo en la Eucaristía participada. Lo mismo sucede con otras devociones tradicionales como el Rosario.

(Puebla, Conclusiones 728)

Hay que reconocer que algunos religiosos no han logrado la integración entre vida y oración, especialmente si están absorbidos por la actividad, si en la inserción faltan espacios de intimidad o si viven una falsa espiritualidad.

(Puebla, Conclusiones 729)

b) Comunidad fraterna

Se busca poner énfasis en las relaciones fraternas: interpersonales en que se valora la amistad, la sinceridad, la madurez, como base humana indispensable para la convivencia; con dimensión de fe, pues es el Señor quien llama; con un estilo de vida más sencillo y acogedor; con diálogo y participación.

(Puebla, Conclusiones 730)

Se dan diversos estilos de vida comunitaria. Para ciertas obras y de acuerdo con los diversos carismas fundacionales, existen comunidades numerosas. También surgen «pequeñas comunidades» que nacen generalmente del deseo de insertarse en barrios modestos o en el campo, o de una misión evangelizadora particular. La experiencia muestra que estas pequeñas comunidades deben asegurar ciertas condiciones para tener éxito: motivación evangélica, comunicación personal, oración comunitaria, trabajo apostólico, evaluaciones, integración en el Instituto y la Diócesis a través del servicio indispensable de la autoridad.

(Puebla, Conclusiones 731)

Se experimentan hoy especiales dificultades por la cercanía personal y la diversidad de mentalidades, cuando disminuye el sentido de fe o cuando no se respeta el debido pluralismo.

(Puebla, Conclusiones 732)

c) Opción preferencial por los pobres

La apertura pastoral de las obras y la opción preferencial por los pobres es la tendencia más notable de la vida religiosa latinoamericana. De hecho, cada vez más, los religiosos se encuentran en zonas marginadas y difíciles, en misiones entre indígenas, en labor callada y humilde. Esta opción no supone exclusión de nadie, pero sí una preferencia y un acercamiento al pobre.

(Puebla, Conclusiones 733)

Esto ha llevado a la revisión de obras tradicionales para responder mejor a las exigencias de la evangelización. Así mismo ha puesto en una luz más clara su relación con la pobreza de los marginados, que ya no supone sólo el desprendimiento interior y la austeridad comunitaria, sino también el solidarizarse, compartir y en- algunos casos- convivir con el pobre.

(Puebla, Conclusiones 734)

Con todo, esta opción trae efectos negativos cuando falta la preparación adecuada, el apoyo comunitario, la madurez personal o la motivación evangélica. En no pocas ocasiones, esta opción ha supuesto correr el riesgo de ser mal interpretado.

(Puebla, Conclusiones 735)

d) Inserción en la vida de la Iglesia particular

Se comprueba un volver a descubrir y una vivencia del misterio de la Iglesia particular; un creciente deseo de participación, con el aporte de la riqueza del propio carisma vocacional. Esto conduce a mayor integración en la pastoral de conjunto y a mayor participación en los organismos y obras diocesanas o supradiocesanas.

(Puebla, Conclusiones 736)

Sin embargo, se dan tensiones. A veces dentro de las comunidades; a veces, entre éstas y los Obispos. Puede perderse de vista la misión pastoral del Obispo o el carisma propio del Instituto; puede faltar el diálogo y el discernimiento conjunto, cuando se trata de revisar obras o de cambio personal al servicio de la Diócesis. Nos preocupa el abandono inconsulto de obras que tradicionalmente han estado en manos de comunidades religiosas, como colegios, hospitales, etc.

(Puebla, Conclusiones 737)

Las comunidades contemplativas constituyen como el corazón de la vida religiosa. Animan y estimulan a todos a intensificar el sentido trascendente de la vida cristiana. Son también ellas mismas evangelizadoras, pues «el ser contemplativa no supone cortar radicalmente con el mundo, con el apostolado. La contemplativa tiene que encontrar su modo específico de extender el Reino de Dios» (Juan Pablo II, Alocución a las Religiosas de Guadalajara 2: AAS 71 p. 226).

(Puebla, Conclusiones 738)

2.2. Criterios

a) El designio de Dios

La Vida Consagrada, arraigada desde antiguo en los pueblos de América Latina, es un don que el Espíritu concede sin cesar a su Iglesia como «un medio privilegiado de evangelización eficaz» (EN 69).

(Puebla, Conclusiones 739)

El Padre, al proponerse liberar nuestra historia del pecado, germen de indignidad y muerte, elige en su Hijo, mediante el Espíritu, a mujeres y hombres bautizados para un seguimiento radical de Jesucristo dentro de la Iglesia.

(Puebla, Conclusiones 740)

Y como la Iglesia universal se realiza en las Iglesias particulares, en éstas se hace concreta para la Vida Consagrada la relación de comunidad vital y de compromiso eclesial evangelizador. Con ellas, los consagrados comparten las fatigas, los sufrimientos, las alegrías y esperanzas de la construcción del Reino y en ellas vuelcan las riquezas de sus carismas particulares, como don del Espíritu evangelizador. En las Iglesias particulares encuentran a sus hermanos presididos por el Obispo, a quien «compete el ministerio de discernir y armonizar» (MR 6).

(Puebla, Conclusiones 741)

b) Llamados al seguimiento radical de Cristo

Llamados por el Señor, se comprometen a seguirlo radicalmente, identificándose con él «desde las bienaventuranzas», como lo ha señalado el Papa: «no olvidéis nunca que para mantener un concepto claro del valor de vuestra vida consagrada necesitaréis una profunda visión de fe que se alimenta y mantiene con la oración. La misma que os hará superar toda incertidumbre acerca de vuestra identidad propia, que os mantendrá fieles a esa dimensión vertical que os es esencial para identificaros con Cristo desde las Bienaventuranzas y ser testigos auténticos del Reino de Dios para los hombres del mundo actual» (Juan Pablo II, Alocución a las Religiosas 4: AAS 71 p. 178).

(Puebla, Conclusiones 742)

Por su consagración aceptan gozosamente, desde la comunión con el Padre, el misterio del anonadamiento y de la exaltación pascual. Negándose, pues, radicalmente a sí mismos, aceptan como propia la cruz del Señor, cargada sobre ellos y acompañan a los que sufren por la injusticia, por la carencia del sentido profundo de la existencia humana y por el hambre de paz, verdad y vida. De este modo, compartiendo su muerte, resucitan gozosamente con ellos a la novedad de vida y, haciéndose todo para todos, tienen como privilegiados a los pobres, predilectos del Señor.

(Puebla, Conclusiones 743)

Son especialmente llamados a vivir en comunión intensa con el Padre, quien los llena de su Espíritu, urgiéndolos a construir la comunión siempre renovada entre los hombres. La Vida Consagrada es, así, una afirmación profética del valor supremo de la comunión con Dios entre los hombres (cf. ET 53) y un «eximio testimonio de que el mundo no puede ser transfigurado ni ofrecido a Dios sin el espíritu de las Bienaventuranzas» (LG 31).

(Puebla, Conclusiones 744)

Teniendo a María como modelo de consagración y como intercesora, los consagrados encarnarán la Palabra en su vida, y, como Ella y con Ella, la ofrecerán a los hombres en una continua evangelización.

(Puebla, Conclusiones 745)

Su consagración radical a Dios amado sobre todas las cosas y por consiguiente al servicio de los hombres, se expresa y realiza por los consejos Evangélicos, asumidos mediante votos u otros vínculos sagrados que los «unen especialmente con la Iglesia y con su misterio» (LG 44).

(Puebla, Conclusiones 746)

Así, viviendo pobremente como el Señor y sabiendo que el único Absoluto es Dios, comparten sus bienes; anuncian la gratuidad de Dios y de sus dones; inauguran, de esta manera, la nueva justicia y proclaman «de un modo especial, la elevación del Reino de Dios sobre todo lo terreno y sus exigencias supremas» (LG 44); con su testimonio son una denuncia evangélica de quienes sirven al dinero y al poder, reservándose egoístamente para sí los bienes que Dios otorga al hombre para beneficio de toda la comunidad.

(Puebla, Conclusiones 747)

Su obediencia consagrada, vivida con abnegación y fortaleza «como sacrificio de sí mismos» (PC 14) será expresión de comunión con la voluntad salvífica de Dios y denuncia de todo proyecto histórico que apartándose del plan divino, no haga crecer al hombre en su dignidad de hijo de Dios.

(Puebla, Conclusiones 748)

En un mundo en que el amor está siendo vaciado de su plenitud, donde la desunión acrecienta distancias por doquier y el placer se erige como ídolo, los que pertenecen a Dios en Cristo por la castidad consagrada serán testimonio de la alianza liberadora de Dios con el hombre y, en el seno de su Iglesia particular, serán presencia del amor con el que «Cristo amó a la Iglesia y se entregó a Sí mismo por ella» (Ef 5, 25). Serán, finalmente, para todos un signo luminoso de la liberación escatológica vivida en la entrega a Dios y a la nueva y universal solidaridad con los hombres.

(Puebla, Conclusiones 749)

De este modo, «este testimonio silencioso de pobreza y de desprendimiento, de pureza y de transparencia, de abandono en la obediencia puede ser a la vez que una interpelación al mundo y a la Iglesia misma, una predicación elocuente, capaz de tocar incluso a los no cristianos de buena voluntad, sensibles a ciertos valores» (EN 69).

(Puebla, Conclusiones 750)

En una vida de continua oración son llamados a mostrar a sus hermanos el valor supremo y la eficacia apostólica de la unión con el Padre.

(Puebla, Conclusiones 751)

La comunión fraterna vivida con todas sus exigencias, a la que están convocados los consagrados, es el signo del amor transformador que el Espíritu infunde en sus corazones, más fuerte que los lazos de la carne y de la sangre.

(Puebla, Conclusiones 752)

Personas diversas, a veces de distinta nacionalidad, participan de la misma vida y misión, en íntima fraternidad. Se esfuerzan de este modo, por su testimonio elocuente de la vida de Dios Trino en su Iglesia, de la misma comunión eclesial y actúan como fermento de comunión entre los hombres y de co-participación en los bienes de Dios.

(Puebla, Conclusiones 753)

Si todos los bautizados han sido llamados a participar de la misión de Cristo, a abrirse a sus hermanos y a trabajar por la unidad, dentro y fuera de la comunidad eclesial, mucho más aún los que Dios ha consagrado para sí. éstos son invitados a vivir el mandamiento nuevo en una donación gratuita a todos los hombres «con un amor que no es partidista, que a nadie excluye, aunque se dirija con preferencia al más pobre» (Juan Pablo II, Alocución Sacerdotes 7: AAS 71 p. 181).

(Puebla, Conclusiones 754)

Surgen así los servicios suscitados por el Espíritu, como expresión salvífica de Jesucristo que, aunque realizados individualmente, son asumidos por toda la comunidad. Urgidos por el amor de Cristo, son fermento de conciencia misionera dentro de la comunidad eclesial, al mostrarse disponibles para ser enviados a lugares y situaciones donde la Iglesia necesite una mayor y generosa ayuda.

(Puebla, Conclusiones 755)

La riqueza del Espíritu se manifiesta en los carismas de los fundadores que brotan en su Iglesia a través de todos los tiempos, como expresión de la fuerza de su amor que responde solícitamente a las necesidades de los hombres (cf. LG 46).

(Puebla, Conclusiones 756)

La fidelidad al propio carisma es, pues, una forma concreta de obediencia a la gracia salvadora de Cristo y de santificación con él para redimir a sus hermanos, ya sea desde la perspectiva del área educacional, del servicio de la salud o social, del ministerio parroquial, o desde la perspectiva de la cultura, el arte, etc. De este modo se hace presente el Espíritu Santo que evangeliza a los hombres con su multiforme riqueza.

(Puebla, Conclusiones 757)

2.3. Opciones hacia una vida consagrada más evangelizadora

Orientados por las enseñanzas de las Exhortaciones Apostólicas Evangelii Nuntiandi, Evangelica Testificatio y por el Documento Mutuae Relationes, nos comprometemos a colaborar con los Superiores Mayores para llevar a cabo las siguientes opciones:

(Puebla, Conclusiones 758)

a) Consagración más profunda

Acrecentar por los medios más convenientes la vivencia de la consagración total y radical a Dios, que comporta dos aspectos inseparables y complementarios: entrega y reserva a Dios generosa y total y su servicio a la Iglesia y a todos los hombres.

(Puebla, Conclusiones 759)

Favorecer la actitud de oración y contemplación que nace de la Palabra del Señor, escuchada y vivida en las circunstancias concretas de nuestra historia.

(Puebla, Conclusiones 760)

Valorar el testimonio evangelizador de la Vida consagrada como expresión vital de los valores evangélicos anunciados en las Bienaventuranzas.

(Puebla, Conclusiones 761)

Revitalizar la vida consagrada mediante la fidelidad al propio carisma y al espíritu de los Fundadores, respondiendo a las nuevas necesidades del Pueblo de Dios.

(Puebla, Conclusiones 762)

Alentar una selección vocacional que permita la decisión plena y consciente y capacite para un servicio evangelizador adecuado en el presente y futuro de América Latina. Favorecer, para ello, una seria formación inicial y permanente, adaptada a las circunstancias peculiares y cambiantes de nuestra realidad.

(Puebla, Conclusiones 763)

b) Consagración como expresión de comunión

Acrecentar la fraternidad en las comunidades, en su interior, favoreciendo las relaciones interpersonales que permitan la integración y conduzcan a mayor comunión y mejor colaboración en la misión. Estimular la apertura a relaciones intercongregacionales en las que, respetando el pluralismo de carismas particulares y las disposiciones de la Santa Sede, crezca la unidad.

(Puebla, Conclusiones 764)

Crear en la diócesis un clima tal de comunión eclesial orgánica y espiritual alrededor del Obispo que permita a las comunidades religiosas vivir su pertenencia peculiar a la familia diocesana y, de manera especial, lleve a los religiosos presbíteros a descubrir que son cooperadores del orden episcopal y, en cierto modo, pertenecen al clero de la diócesis. Para ello estudiar conjuntamente los documentos eclesiales, particularmente el de «Relaciones entre los Obispos y los Religiosos en la Iglesia».

(Puebla, Conclusiones 765)

Promover la plena adhesión al magisterio de la Iglesia, evitando cualquier actitud doctrinal o pastoral que se aparte de sus orientaciones (cf. Juan Pablo II, Discurso inaugural I 7: AAS 71 p. 193).

(Puebla, Conclusiones 766)

Fomentar el conocimiento de la teología de la Iglesia particular entre los religiosos y el de la teología de la vida religiosa entre el clero diocesano, con miras al fortalecimiento de una auténtica pastoral orgánica, a nivel de diócesis y de Conferencia Episcopal.

(Puebla, Conclusiones 767)

Establecer relaciones institucionalizadas entre las Conferencias Episcopales y otros organismos eclesiales con las Conferencias Nacionales de Superiores Religiosos y otros organismos religiosos, de acuerdo con los criterios de la Santa Sede para las relaciones entre los Obispos y Religiosos en la Iglesia.

(Puebla, Conclusiones 768)

c) Misión más comprometida

Alentar a los religiosos a que asuman un compromiso preferencial por los pobres, teniendo en cuenta lo que dijo Juan Pablo II, «sois sacerdotes y religiosos; no sois dirigentes sociales, líderes políticos o funcionarios de un poder temporal. Por eso os repito: no nos hagamos la ilusión de servir al Evangelio si tratamos de" diluir" nuestro carisma a través de un interés exagerado hacia el amplio campo de los problemas temporales» (Juan Pablo II, Alocución Sacerdotes 8: AAS 71 p. 182).

(Puebla, Conclusiones 769)

Estimular a los religiosos y las religiosas a que con su acción evangelizadora lleguen a los ámbitos de la cultura, del arte, de la comunicación social y de la promoción humana, a fin de ofrecer su aporte evangélico específico, acorde con su vocación y su peculiar situación en la Iglesia.

(Puebla, Conclusiones 770)

Despertar la disponibilidad de los consagrados para asumir, dentro de la Iglesia particular, los puestos de vanguardia evangelizadora en comunión fiel con sus pastores y con su comunidad y en fidelidad al carisma de su fundación.

(Puebla, Conclusiones 771)

Estimular la fidelidad al carisma original y su actualización y adaptación a las necesidades del Pueblo de Dios, para que las obras logren mayor fuerza evangelizadora.

(Puebla, Conclusiones 772)

Renovar la vitalidad misionera de los religiosos y la actitud de generosa disponibilidad que los lleve a dar respuestas eficaces y concretas al problema de la desigual distribución actual de las fuerzas evangelizadoras.

(Puebla, Conclusiones 773)