|
Valores
humanos y cristianos |
3 |
EL
SILENCIO DE DIOS En
esta ermita había una cruz muy antigua. Muchos acudían ahí para pedirle
a Cristo algún milagro. Un
día el ermitaño Haakon quiso pedirle un
favor. Lo impulsaba un sentimiento generoso. Se
arrodilló ante la cruz y dijo: "Señor,
quiero padecer por ti. Déjame ocupar tu puesto. Quiero reemplazarte en la
cruz." Y
se quedó fijo con la mirada puesta en la Efigie, como esperando la
respuesta. El Señor abrió sus labios y habló. Sus palabras cayeron de
lo alto, susurrantes y amonestadoras: "Siervo
mío, accedo a tu deseo, pero ha de ser con una condición. "¿Cuál,
Señor?, - preguntó con acento suplicante Haakon.
¿Es una condición difícil? ¡Estoy dispuesto a cumplirla con tu ayuda,
Señor!, - respondió él viejo ermitaño. Escucha:
suceda lo que suceda y veas lo que veas, has de guardar silencio siempre. Haakon
contestó: "Os, lo prometo, Señor!"
Y se efectuó el cambio. Nadie advirtió el trueque. Nadie reconoció al
ermitaño, colgado con los clavos en la Cruz. El
Señor ocupaba el puesto de Haakon. Y éste
por largo tiempo cumplió el compromiso. A nadie dijo nada. Pero
un día, llegó un rico, después de haber orado, dejó allí olvidada su
cartera. Haakon lo vio y calló. Tampoco dijo
nada cuando un pobre, que vino dos horas después, se apropió de la
cartera del rico. Ni tampoco dijo nada cuando un muchacho se postró ante
él poco después para pedirle su gracia antes de emprender un largo
viaje. Pero
en ese momento volvió a entrar el rico en busca de la bolsa. Al
no hallarla, pensó que el muchacho se la había apropiado. El
rico se volvió al joven y le dijo iracundo: ¡Dame
la bolsa que me has robado!. El joven
sorprendido, replicó: ¡No he robado ninguna bolsa!.
¡No
mientas, devuélvemela enseguida!. Le
repito que no he cogido ninguna bolsa! , afirmó
el muchacho. El
rico arremetió, furioso contra él. Sonó entonces una voz fuerte:
¡Detente! El
rico miró hacia arriba y vio que la imagen le hablaba. Haakon,
que no pudo permanecer en silencio, gritó, defendió al joven, increpó
al rico por la falsa acusación. Éste quedó anonadado, y salió de la
ermita. El
joven salió también porque tenía prisa para emprender su viaje. Cuando
la Ermita quedó a solas, Cristo Se dirigió a su siervo y le dijo: Baja
de la Cruz. No sirves para ocupar mi puesto. No has sabido guardar
silencio". "Señor,
- dijo Haakon - , ¿Cómo iba a permitir esa
injusticia?". Se
cambiaron los oficios. Jesús ocupó la Cruz de nuevo y el ermitaño se
quedó ante la Cruz. El
Señor, siguió hablando: "Tú no sabías que al rico le convenía
perder la bolsa, pues llevaba en ella el precio de la virginidad de una
joven mujer. El pobre, por el contrario, tenía necesidad de ese dinero e
hizo bien en llevárselo; en cuanto al muchacho que iba a ser golpeado,
sus heridas le hubiesen impedido realizar el viaje que para él resultaría
fatal. Ahora, hace unos minutos acaba de zozobrar el barco y él ha
perdido la vida. Tú no sabías nada. Yo sí sé.
Por eso callo. Y
el señor nuevamente guardó silencio". Muchas
veces nos preguntamos ¿por qué razón Dios no nos contesta?.
¿Por
qué razón se queda callado Dios? Muchos
de nosotros quisiéramos que Él nos respondiera lo que deseamos oír...
pero, Dios no es así. Dios nos responde aun con el silencio... Debemos
aprender a escucharlo. Su Divino Silencio, son palabras destinadas a
convencernos de que, él sabe lo que está haciendo. En su silencio nos
dice con amor lo que quiere de nosotros, y lo que nos quiere a nosotros. |
||
|