DOMINGO
III DE ADVIENTO

Si este domingo coincide con el día 17 de diciembre, la primera y segunda lecturas se toman del día 17; el Evangelio y la Homilía son los propios del domingo III.


PRIMERA LECTURA

Del libro del profeta Isaías 29, 13-24

Anuncio del juicio del Señor

Dice el Señor: «Ya que este pueblo se me acerca con la boca, y me glorifica con los labios, mientras su corazón está lejos de mí, y su culto a mí es precepto humano y rutina, yo seguiré realizando prodigios maravillosos: fracasará la sabiduría de sus sabios, y se eclipsará la prudencia de sus prudentes».

¡Ay de los que ahondan para esconderle sus planes al Señor! Hacen sus obras en la oscuridad, diciendo: «¿Quién nos ve, quién se entera?».

¡Qué desatino! Como barro que se considerase alfarero; como obra que dijera del que la hizo: «No me ha hecho»; como cacharro que dijera del alfarero: «No entiende».

Pronto, muy pronto, el Líbano se convertirá en vergel, el vergel parecerá un bosque; aquel día oirán los sordos las palabras del libro; sin tinieblas ni oscuridad verán los ojos de los ciegos.

Los oprimidos volverán a alegrarse con el Señor, y los pobres gozarán con el Santo de Israel; porque se acabó el opresor, terminó el cínico; y serán aniquilados los despiertos para el mal, los que van a coger a otro en el hablar y, con trampas, al que defiende en el tribunal, y por nada hunden al inocente.

Así dice a la casa de Jacob el Señor, que rescató a Abrahán: «Ya no se avergonzará Jacob, ya no se sonrojará su cara, pues cuando vea mis acciones en medio de él, santificará mi nombre, santificará al Santo de Jacob y temerá al Dios de Israel».

Los que habían perdido la cabeza comprenderán, y los que protestaban aprenderán la enseñanza.


SEGUNDA LECTURA

San Agustín de Hipona, Sermón 293 (3: PL 38, 1328-1329)

Juan era la voz, Cristo es la Palabra

Juan era la voz, pero el Señor es la Palabra que en el principio ya existía. Juan era una voz provisional; Cristo, desde el principio, es la Palabra eterna.

Quita la palabra, ¿y qué es la voz? Si no hay concepto, no hay más que un ruido vacío. La voz sin la palabra llega al oído, pero no edifica el corazón.

Pero veamos cómo suceden las cosas en la misma edificación de nuestro corazón. Cuando pienso lo que voy a decir, ya está la palabra presente en mi corazón; pero si quiero hablarte, busco el modo de hacer llegar a tu corazón lo que está ya en el mío.

Al intentar que llegue hasta ti y se aposente en tu interior la palabra que hay ya en el mío, echo mano de la voz y, mediante ella, te hablo: el sonido de la voz hace llegar hasta ti el entendimiento de la palabra; y una vez que el sonido de la voz ha llevado hasta ti el concepto, el sonido desaparece, pero la palabra que el sonido condujo hasta ti está ya dentro de tu corazón, sin haber abandonado el mío.

Cuando la palabra ha pasado a ti, ¿no te parece que es el mismo sonido el que está diciendo: Ella tiene que crecer y yo tengo que menguar? El sonido de la voz se dejó sentir para cumplir su tarea y desapareció, como si dijera: Esta alegría mía está colmada. Reteníamos la palabra, no perdamos la palabra concebida en la médula del alma.

¿Quieres ver cómo pasa la voz, mientras que la divinidad de la Palabra permanece? ¿Qué ha sido del bautismo de Juan? Cumplió su misión y desapareció. Ahora el que se frecuenta es el bautismo de Cristo. Todos nosotros creemos en Cristo, esperamos la salvación en Cristo: esto es lo que la voz hizo sonar.

Y precisamente porque resulta difícil distinguir la palabra de la voz, tomaron a Juan por el Mesías. La voz fue confundida con la palabra: pero la voz se reconoció a sí misma, para no ofender a la palabra. Dijo: No soy el Mesías, ni Elías, ni el Profeta.

Y cuando le preguntaron: ¿Quién eres?, respondió: Yo soy la voz que grita en el desierto: «Allanad el camino del Señor». La voz que grita en el desierto, la voz que rompe el silencio. Allanad el camino del Señor, como si dijera: «Yo resueno para introducir la palabra en el corazón; pero ésta no se dignará venir a donde yo trato de introducirla, si no le allanáis el camino».

¿Qué quiere decir: Allanad el camino, sino: «Suplicad debidamente»? ¿Qué significa: Allanad el camino, sino: «Pensad con humildad»? Aprended del mismo Juan un ejemplo de humildad. Le tienen por el Mesías, y niega serlo; no se le ocurre emplear el error ajeno en beneficio propio.

Si hubiera dicho: «Yo soy el Mesías», ¿cómo no lo hubieran creído con la mayor facilidad, si ya le tenían por tal antes de haberlo dicho? Pero no lo dijo: se reconoció a sí mismo, no permitió que lo confundieran, se humilló a sí mismo.

Comprendió dónde tenía su salvación; comprendió que no era más que una antorcha, y temió que el viento de la soberbia la pudiese apagar.


EVANGELIOS PARA LOS TRES CICLOS



LUNES

PRIMERA LECTURA

Del libro del profeta Isaías 30, 18-26

Promesa de la felicidad futura

El Señor espera para apiadarse, aguanta para compadecerse; porque el Señor es un Dios recto: dichosos los que esperan en él.

Pueblo de Sión, que habitas en Jerusalén, no tendrás que llorar, porque se apiadará a la voz de tu gemido: apenas te oiga, te responderá.

Aunque el Señor te dé el pan medido y el agua tasada, ya no se esconderá tu Maestro, tus ojos verán a tu Maestro. Si te desvías a la derecha o a la izquierda, tus oídos oirán una palabra a la espalda: «Este es el camino, camina por él».

Tendrás por impuros tus ídolos chapeados de plata y tus estatuas adornadas de oro; los arrojarás como inmundicia, los llamarás basura.

Te dará lluvia para la semilla que siembras en el campo, y el grano de la cosecha del campo será rico y sustancioso; aquel día, tus ganados pastarán en anchas praderas; los bueyes y asnos que trabajan en el campo comerán forraje fermentado, aventado con bieldo y horquilla.

En todo monte elevado, en toda colina alta, habrá ríos y cauces de agua el día de la gran matanza, cuando caigan las torres. La luz de la Cándida será como la luz del Ardiente, y la luz del Ardiente será siete veces mayor. Cuando el Señor vende la herida de su pueblo y cure la llaga de su golpe.


SEGUNDA LECTURA

Guillermo de San Teodorico, Tratado sobre la contemplación de Dios (9-11: SC 61, 90-96)

Él nos amó primero

Tú eres en verdad el único Señor, tú, cuyo dominio sobre nosotros es nuestra salvación; y nuestro servicio a ti no es otra cosa que ser salvados por ti.

¿Cuál es tu salvación, Señor, origen de la salvación, y cuál tu bendición sobre tu pueblo, sino el hecho de quehemos recibido de ti el don de amarte y de ser por ti amados?

Por esto has querido que el Hijo de tu diestra, el hombre que has confirmado para ti, sea llamado Jesús, es decir, Salvador, porque él salvará a su pueblo de los pecados, y ningún otro puede salvar.

El nos ha enseñado a amarlo cuando, antes que nadie, nos ha amado hasta la muerte en la cruz. Por su amor y afecto suscita en nosotros el amor hacia él, que fue el primero en amarnos hasta el extremo.

Así es, desde luego. Tú nos amaste primero para que nosotros te amáramos. No es que tengas necesidad de ser amado por nosotros; pero nos habías hecho para algo que no podíamos ser sin amarte.

Por eso, habiendo hablado antiguamente a nuestros padres por los profetas, en distintas ocasiones y de muchas maneras, en estos últimos días nos has hablado por medio del Hijo, tu Palabra, por quien los cielos han sido consolidados y cuyo soplo produjo todos sus ejércitos.

Para ti, hablar por medio de tu Hijo no significó otra cosa que poner a meridiana luz, es decir, manifestar abiertamente, cuánto y cómo nos amaste, tú que no perdonaste a tu propio Hijo, sino que lo entregaste por todos nosotros. El también nos amó y se entregó por nosotros.

Tal es la Palabra que tú nos dirigiste, Señor: el Verbo todopoderoso, que, en medio del silencio que mantenían todos los seres –es decir, el abismo del error–, vino desde el trono real de los cielos a destruir enérgicamente los errores y a hacer prevalecer dulcemente el amor.

Y todo lo que hizo, todo lo que dijo sobre la tierra, hasta los oprobios, los salivazos y las bofetadas, hasta la cruz y el sepulcro, no fue otra cosa que la palabra que tú nos dirigías por medio de tu Hijo, provocando y suscitando, con tu amor, nuestro amor hacia ti.

Sabías, en efecto, Dios creador de las almas, que las almas de los hombres no pueden ser constreñidas a ese afecto, sino que conviene estimularlo; porque donde hay coacción, no hay libertad, y donde no hay libertad, no existe justicia tampoco.

Quisiste, pues, que te amáramos los que no podíamos ser salvados por la justicia, sino por el amor; pero no podíamos tampoco amarte sin que este amor procediera de ti. Así pues, Señor, como dice tu apóstol predilecto, y como también aquí hemos dicho, tú nos amaste primero; y te adelantas en el amor a todos los que te aman.

Nosotros, en cambio, te amamos con el afecto amoroso que tú has depositado en nuestro interior. Por el contrario, tú, el más bueno y el sumo bien, amas con un amor que es tu bondad misma, el Espíritu Santo que procede del Padre y del Hijo, el cual, desde el comienzo de la creación, se cierne sobre las aguas, es decir, sobre las mentes fluctuantes de los hombres, ofreciéndose a todos, atrayendo hacia sí a todas las cosas, inspirando, aspirando, protegiendo de lo dañino, favoreciendo lo beneficioso, uniendo a Dios con nosotros y a nosotros con Dios.



MARTES

PRIMERA LECTURA

Del libro del profeta Isaías 30, 27-33; 31, 4-9

Jerusalén será salvada de los asirios

Mirad: el Señor en persona viene de lejos, arde su cólera con espesa humareda; sus labios están llenos de furor, su lengua es fuego devorador; su aliento es torrente desbordado que alcanza hasta el cuello: para cribar a los pueblos con criba de exterminio, para poner bocado de extravío en la quijada de las naciones.

Vosotros entonaréis un cántico como en noche sagrada de fiesta: se alegrará el corazón al compás de la flauta, mientras vais al monte del Señor, a la Roca de Israel. El Señor hará oír la majestad de su voz, mostrará su brazoque descarga con ira furiosa y llama devoradora, con tormenta y aguacero y pedrisco.

A la voz del Señor temblará Asiria, golpeada con la vara. Cada golpe de la vara de castigo que el Señor descargue sobre ella se dará entre panderos y cítaras y danzas. Que está preparada hace tiempo en Tofet, está dispuesta, ancha y profunda, una pira con leña abundante: y el soplo del Señor, como torrente de azufre, le prenderá fuego.

Me lo ha dicho el Señor: «Como gruñe el león y sus cachorros con su presa, y se reúne contra ellos un tropel de pastores, pero ellos no se asustan de sus voces ni se intimidan por su tumulto, así bajará el Señor de los ejércitos a combatir sobre el Monte Sión, sobre su cumbre. Como un ave aleteando, el Señor de los ejércitos protegerá a Jerusalén: protección liberadora, rescate salvador.

Hijos de Israel, volved a él de lo hondo de vuestra rebelión. Aquel día, todos rechazaréis los ídolos de plata y los ídolos de oro que hicieron vuestras manos pecadoras.

Asiria caerá bajo una espada no humana, espada no de mortal la devorará; y si sus jóvenes escapan de la espada, caerán en trabajos forzados. Despavorida escapará su peña, y sus jefes huirán espantados de su estandarte». Oráculo del Señor, que tiene una hoguera en Sión, un horno en Jerusalén.


SEGUNDA LECTURA

Del libro de la Imitación de Cristo (Lib 2, cap 2-3)

Sobre la humildad y la paz

No te importe mucho quién está por ti o contra ti, sino busca y procura que esté Dios contigo en todo lo que haces. Ten buena conciencia y Dios te defenderá.

Al que Dios quiere ayudar no le podrá dañar la malicia de alguno.

Si sabes callar y sufrir, sin duda verás el favor de Dios.

Él sabe el tiempo y el modo de librarte, y por eso te debes ofrecer a él.

A Dios pertenece ayudar y librar de toda confusión.

Algunas veces conviene mucho, para guardar mayor humildad, que otros sepan nuestros defectos y los reprendan.

Cuando un hombre se humilla por sus defectos, entonces fácilmente aplaca a los otros y sin dificultad satisface a los que lo odian. Dios defiende y libra al humilde; al humilde ama y consuela; al hombre humilde se inclina; al humilde concede gracia, y después de su abatimiento lo levanta a gran honra.

Al humilde descubre sus secretos y lo atrae dulcemente a sí y lo convida.

El humilde, recibida la afrenta, está en paz, porque está en Dios y no en el mundo.

No pienses haber aprovechado algo, si no te estimas por el más inferior a todos.

Ponte primero a ti en paz, y después podrás apaciguar a los otros.

El hombre pacífico aprovecha más que el muy letrado. El hombre apasionado aun el bien convierte en mal, y de ligero cree lo malo.

El hombre bueno y pacífico todas las cosas echa a buena parte.

El que está en buena paz de ninguno sospecha.

El descontento y alterado, con diversas sospechas se atormenta; ni él sosiega ni deja descansar a los otros. Dice muchas veces lo que no debiera, y deja de hacer lo que más le convendría.

Piensa lo que otros deben hacer, y deja él sus obligaciones.

Ten, pues, primero celo contigo, y después podrás tener buen celo con el prójimo. Tú sabes excusar y disimular muy bien tus faltas y no quieres oír las disculpas ajenas.

Más justo sería que te acusases a ti, y excusases a tu hermano.

Sufre a los otros si quieres que te sufran.



MIÉRCOLES

PRIMERA LECTURA

Del libro del profeta Isaías 31, 1-3; 32, 1-8

El reino de la verdadera justicia

¡Ay de los que bajan a Egipto por auxilio y buscan apoyo en su caballería! Confian en los carros, porque son numerosos, y en los jinetes, porque son fuertes; sin mirar al Santo de Israel ni consultar al Señor.

Pues él también es hábil para traer desgracias y no ha revocado su palabra. Se alzará contra la casa de los malvados, contra el auxilio de los malhechores.

Los egipcios son hombres y no dioses, sus caballos son carne y no espíritu. El Señor extenderá su mano: tropezará el protector y caerá el protegido, los dos juntos perecerán.

Mirad: un rey reinará con justicia y sus jefes gobernarán según derecho. Serán abrigo contra el viento, reparo del aguacero, acequias en el secano, sombra de roca maciza en tierra reseca.

Los ojos de los que ven no estarán cenados, y los oídos de los que oyen atenderán; la mente precipitada aprenderá sensatez, la lengua tartamuda será ágil y hablará con soltura. Ya no llamarán noble al necio, ni tratarán de excelencia al pícaro, pues el necio dice necedades, y su corazón planea el crimen: practica el vicio y habla falsamente del Señor, deja vacío al hambriento y le quita el agua al sediento.

El pícaro usa malas artes y maquina sus intrigas: perjudica a los pobres con mentiras y al desvalido que defiende su derecho. En cambio, el noble tiene planes nobles y está firme en su noble sentir.


SEGUNDA LECTURA

San Ireneo de Lyon, Tratado contra las herejías (Lib 4, 20, 4-5: SC 100, 634-640)

Cuando venga Cristo, Dios será visto por todos
los hombres

Hay un solo Dios, quien por su palabra y su sabiduría ha hecho y puesto en orden todas las cosas.

Su Palabra, nuestro Señor Jesucristo, en los últimos tiempos se hizo hombre entre los hombres para enlazar el fin con el principio, es decir, el hombre con Dios.

Por eso, los profetas, después de haber recibido de esa misma Palabra el carisma profético, han anunciado de antemano su venida según la carne, mediante la cual se han realizado, como quería el beneplácito del Padre, la unión y comunión de Dios y del hombre. Desde el comienzo, la Palabra había anunciado que Dios sería contemplado por los hombres, que viviría y conversaría con ellos en la tierra, que se haría presente a la criatura por él modelada para salvarla y ser conocido por ella, y, librándonos de la mano de todos los que nos odian, a saber, de todo espíritu de desobediencia, hacer que le sirvamos con santidad y justicia todos nuestros días, a fin de que, unido al espíritu de Dios, el hombre viva para gloria del Padre.

Los profetas, pues, anunciaban por anticipado que Dios sería visto por los hombres, conforme a lo que dice también el Señor: Dichosos los limpios de corazón, porque ellos verán a Dios.

Ciertamente, según su grandeza y gloria inenarrable, nadie puede ver a Dios y quedar con vida, pues el Padre es incomprensible.

Sin embargo, según su amor, su bondad hacia los hombres y su omnipotencia, el Padre llega hasta a conceder a quienes le aman el privilegio de ver a Dios, como profetizaban los profetas, pues lo que el hombre no puede, lo puede Dios.

El hombre por sí mismo no puede ver a Dios, pero Dios, si quiere, puede manifestarse a los hombres: a quien quiera, cuando quiera y como quiera. Dios, que todo lo puede, fue visto en otro tiempo por los profetas en el Espíritu, ahora es visto en el Hijo gracias a la adopción filial y será visto en el reino de los cielos como Padre. En efecto, el Espíritu prepara al hombre para recibir al Hijo de Dios, el Hijo lo conduce al Padre, y el Padre en la vida eterna le da la inmortalidad, que es la consecuencia de ver a Dios.

Pues del mismo modo que quienes ven la luz están en la luz y perciben su esplendor, así también los que ven a Dios están en Dios y perciben su esplendor. Ahora bien, la claridad divina es vivificante. Por tanto, los que contemplan a Dios tienen parte en la vida divina.



JUEVES

PRIMERA LECTURA

Del libro del profeta Isaías 32, 15-33, 6

Promesa de salvación. Expectación de los fieles

En aquellos días, cuando se derrame sobre nosotros un aliento de lo alto, el desierto será un vergel, el vergel parecerá una selva; en el desierto morará la justicia, y en el vergel habitará el derecho: la obra de la justicia será la paz, la acción del derecho, la calma y tranquilidad perpetuas.

Mi pueblo habitará en dehesas de paz, en moradas tranquilas, en mansiones sosegadas; aunque sea abatida la selva, aunque sea humillada la ciudad. Dichosos vosotros que sembráis junto al agua, y dais suelta al toro y al asno.

¡Ay de ti, devastador, nunca devastado; saqueador, nunca saqueado! Cuando acabes de devastar, te devastarán a ti; cuando termines de saquear, te saquearán a ti.

Piedad, Señor, que esperamos en ti: sé nuestro brazo por la mañana y nuestra salvación en el peligro.

A tu voz potente se desbandarán los pueblos; al levantarte tú, se dispersaron las naciones. Se recogía botín como se recoge la langosta, se abalanzaban a él como se abalanza el saltamontes.

El Señor es excelso, porque habita en la altura; él llenará a Sión de justicia y derecho, y la fidelidad será su adorno. La sabiduría y el saber serán su refugio salvador, el temor del Señor será su tesoro.


SEGUNDA LECTURA

De la Constitución dogmática Dei Verbum, sobre la divina revelación, del Concilio Vaticano II (Núms 3-4)

Cristo, plenitud de la revelación

Dios, al crear y conservar todas las cosas por su Palabra, da a los hombres testimonio perenne de sí en las cosas creadas, pero, queriendo abrir el camino de la salvación sobrenatural, se manifestó, además, personalmente a nuestros primeros padres ya desde el principio.

Después de su caída, alentó en ellos la esperanza de la salvación con la promesa de la redención, y tuvo incesante cuidado del género humano, para dar vida eterna a todos los que buscan la salvación con la perseverancia en las buenas obras.

A su tiempo, llamó a Abrahán para hacerlo padre de un gran pueblo, al que después de los patriarcas instruyó por Moisés y por los profetas para que lo reconociera como Dios único, vivo y verdadero, Padre providente y justo juez, y para que esperara al Salvador prometido; de esta forma, a través de los siglos, fue preparando el camino del Evangelio. Después que, en distintas ocasiones y de muchas maneras, Dios habló por los profetas, ahora, en esta etapa final, nos ha hablado por el Hijo.

Pues envió a su Hijo, es decir, la Palabra eterna, que ilumina a todos los hombres, para que viviera entre ellos y les manifestara los secretos de Dios; Jesucristo, pues, la Palabra hecha carne, «hombre enviado a los hombres», habla las palabras de Dios y lleva a cabo la obra de la salvación que el Padre le confió.

Por tanto, Jesucristo —ver al cual es ver al Padre—, con su total presencia y manifestación personal, con palabras y obras, con señales y milagros, y, sobre todo, con su muerte y resurrección gloriosa de entre los muertos, finalmente, con el envío del Espíritu de la verdad, completa la revelación y confirma, con el testimonio divino, que Dios vive con nosotros para liberarnos de las tinieblas del pecado y de la muerte y resucitarnos a la vida eterna.

La economía cristiana, por tanto, como alianza nueva y definitiva, nunca cesará; y no hay que esperar ya ninguna revelación pública antes de la gloriosa manifestación de nuestro Señor Jesucristo.



VIERNES

PRIMERA LECTURA

Del libro del profeta Isaías 33, 7-24

La salvación futura

Oíd: los heraldos gimen en la calle, los mensajeros de paz lloran amargamente; están destruidas las calzadas y ya no transitan caminantes. Ha roto la alianza, despreciando a los testigos, no respetando al hombre. Languidece y se marchita el país, el Líbano se descolora y queda mustio, el Sarión es una estepa, están pelados el Basán y el Carmelo.

Dice el Señor: «Ahora me pongo en pie, ahora me yergo, ahora me alzo. Concebiréis paja y pariréis rastrojo, mi aliento como fuego os consumirá; los pueblos serán calcinados, como cardos segados arderán. Los lejanos, escuchad lo que he hecho; los cercanos, reconoced mi fuerza».

Temen en Sión los pecadores, y un temblor agarra a los perversos: «¿Quién de nosotros habitará un fuego devorador, quién de nosotros habitará una hoguera perpetua?».

El que procede con justicia y habla con rectitud y rehúsa el lucro de la opresión, el que sacude la mano rechazando el soborno y tapa su oído a propuestas sanguinarias, el que cierra los ojos para no ver la maldad: ése habitará en lo alto, tendrá su alcázar en un picacho rocoso, con abasto de pan y provisión de agua.

Contemplarán tus ojos a un rey en su esplendor y verán un país dilatado, y pensarás sobrecogido: «¿Dónde está el que contaba, dónde está el que pesaba, dónde el que contaba las torres?» Ya no verás al pueblo violento, a la gente que pronuncia extrañamente en una lengua oscura que no se entiende.

Contempla a Sión, ciudad de nuestras fiestas: tus ojos verán a Jerusalén, morada tranquila, tienda estable, cuyas estacas no se arrancarán, cuyas cuerdas no se soltarán.

Allí el Señor es nuestro campeón, en un lugar de ríos y canales anchísimos; no lo surcarán barcas de remo ni los cruzará la nave capitana. Porque el Señor nos gobierna, el Señor nos da leyes, el Señor es nuestro rey, él es nuestra salvación.

Los cordajes están flojos, no sujetan el mástil ni tensan las velas. Entonces el ciego repartirá enorme botín, y hasta los cojos se darán al saqueo. Y ningún habitante dirá: «Me siento mal», pues al pueblo que allí habita le han perdonado la culpa.


SEGUNDA LECTURA

San Agustín de Hipona, Comentario sobre el salmo 37 (13-14: CCL 38, 391-392)

Tu deseo es tu oración

Los gemidos de mi corazón eran como rugidos. Hay gemidos ocultos que nadie oye; en cambio, si la violencia del deseo que se apodera del corazón de un hombre es tan fuerte que su herida interior acaba por expresarse con una voz más clara, entonces se busca la causa; y uno piensa para sí: «Quizá gima por aquello, y quizá fue aquello loque le sucedió». ¿Y quién lo puede entender como no sea aquel a cuya vista y a cuyos oídos llegaron los gemidos? Por eso dice que los gemidos de mi corazón eran como rugidos, porque los hombres, si por casualidad se paran a escuchar los gemidos de alguien, las más de las veces sólo oyen los gemidos exteriores; y en cambio no oyen los gemidos del corazón.

¿Y quién iba a poder interpretar la causa de sus gemidos? Añade por ello: Todo mi deseo está en tu presencia. Por tanto, no ante los hombres, que no son capaces de ver el corazón, sino que todo mi deseo está en tu presencia. Que tu deseo esté en su presencia; y el Padre, que ve en lo escondido, te atenderá.

Tu deseo es tu oración; si el deseo es continuo, continua también es la oración. No en vano dijo el Apóstol: Orad sin cesar. ¿Acaso sin cesar nos arrodillamos, nos prosternamos, elevamos nuestras manos, para que pueda afirmar: Orad sin cesar? Si decimos que sólo podemos orar así, creo que es imposible orar sin cesar. Pero existe otra oración interior y continua, que es el deseo. Cualquier cosa que hagas, si deseas aquel reposo sabático, no interrumpes la oración. Si no quieres dejar de orar, no interrumpas el deseo.

Tu deseo continuo es tu voz, es decir, tu oración continua. Callas cuando dejas de amar. ¿Quiénes se han callado? Aquellos de quienes se ha dicho: Al crecer la maldad, se enfriará el amor en la mayoría.

La frialdad en el amor es el silencio del corazón; el fervor del amor es el clamor del corazón. Mientras la caridad permanece, estás clamando siempre; si clamas siempre, deseas siempre; y si deseas, te acuerdas de aquel reposo.

Todo mi deseo está en tu presencia. ¿Qué sucederá si delante de Dios está el deseo y no el gemido? Pero ¿cómo va a ocurrir esto, si el gemido es la voz del deseo?

Por eso añade el salmo: No se te ocultan mis gemidos. Para ti no están ocultos; sin embargo, para muchos hombres lo están. Algunas veces el humilde siervo de Dios afirma: No se te ocultan mis gemidos. De vez en cuando puede advertirse que también sonríe el siervo de Dios: ¿puede acaso, por su risa, deducirse que murió en su corazón aquel deseo? Si tu deseo está en tu interior también lo está el gemido; quizá el gemido no llega siempre a los oídos del hombre, pero jamás se aparta de los oídos de Dios.



SÁBADO

El sábado de la semana III de Adviento, por caer siempre después del 16 de diciembre, todo el Oficio se toma del día correspondiente del mes, AQUÍ.