DOMINGO XIII DEL TIEMPO ORDINARIO


PRIMERA LECTURA

Del libro de Nehemías 3, 33—4, 17

Construcción de las murallas de Jerusalén

Cuando Sanbalat se enteró de que estábamos reconstruyendo la muralla, se indignó, y enfurecido, empezó a burlarse de los judíos, diciendo a su gente y a la guarnición samaritana:

—¿Qué hacen esos desgraciados judíos? ¿No hay nadie que se lo impida? ¿Van a ofrecer sacrificios? ¿Se creen que van a terminar en un día y a resucitar de montones de escombros unas piedras calcinadas?

El amonita Tobías, que se encontraba a su lado, dijo:

—Déjalos que construyan. En cuanto suba una zorra abrirá brecha en su muralla de piedra.

Escucha, Dios nuestro, cómo se burlan de nosotros. Haz que sus insultos recaigan sobre ellos y mándalos al destierro para que se burlen de ellos. No encubras sus delitos, no borres de tu vista sus pecados, pues han ofendido a los constructores.

Seguimos levantando la muralla, que quedó reparada hasta media altura. La gente tenía ganas de trabajar.

Cuando Sanbalat, Tobías, los árabes, los amonitas y los asdoditas se enteraron de que la reparación de la muralla de Jerusalén iba adelante —pues empezaban a cerrarse las brechas— lo llevaron muy a mal. Se confabularon para luchar contra Jerusalén y sembrar en ella la confusión. Encomendándonos a nuestro Dios, apostamos una guardia día y noche para vigilarlos.

Mientras los judíos decían: «Los cargadores se agotan y los escombros son muchos; nosotros solos no podemos construir la muralla», nuestros enemigos comentaban: «Que no sepan ni vean nada hasta que .hayamos penetrado en medio de ellos y los matemos; así detendremos las obras».

En esta situación, los judíos que vivían entre ellos, viniendo de diversos lugares, nos repetían una y otra vez que nos iban a atacar. Entonces aposté en trincheras detrás de la muralla y entre matorrales gente dividida por familias y armados con espadas, lanzas y arcos. Después de una inspección, dije a los notables, a las autoridades y al resto del pueblo:

—No les tengáis miedo. Acordaos del Señor, grande y terrible, y luchad por vuestros hermanos, hijos, hijas, mujeres y casas.

Al ver nuestros enemigos que estábamos informados, Dios desbarató sus planes y pudimos volver a la muralla, cada cual a su tarea. Con todo, desde aquel día la mitad de mis hombres trabajaba mientras la otra mitad estaba armada de lanzas, escudos, arcos y corazas. Las autoridades se preocupaban de todos los judíos. Los que construían la muralla y los cargadores estaban armados; con una mano trabajan y con la otra empuñaban el arma. Todos los albañiles llevaban la espada al cinto mientras trabajaban. Y el corneta iba a mi lado, pues había dicho a los notables, a las autoridades y al resto del pueblo: «El trabajo es tan grande y tan extenso, que debemos desperdigarnos a lo largo de la muralla, lejos unos de otros. En cuanto oigáis la corneta, dondequiera que estéis, venid a reuniros con nosotros. Nuestro Dios combatirá por nosotros». Así seguimos, unos trabajando y otros empuñando las lanzas, desde que despuntaba el alba hasta que salían las estrellas. Por entonces dije también al pueblo:

—Todos pernoctarán en Jerusalén con sus criados. De noche haremos guardia y de día trabajaremos.

Yo, mis hermanos, mis criados y los hombres de mi escolta dormíamos vestidos y con las armas al alcance de la mano.



SEGUNDA LECTURA

Beato Guerrico de Igny, Sermón 3 sobre la Resurrección del Señor (3.5: SC 202,250-252.256-258)

Velad, para que os ilumine la luz de la mañana

Velad, hermanos, orando incesantemente, velad y comportaos circunspectamente, teniendo especialmente en cuenta que ya ha amanecido la mañana del día sin ocaso después que la luz eterna ha retornado de los infiernos más serena y favorable para nosotros y la aurora nos ha regalado un nuevo sol. Realmente ya es hora de espabilarse, porque la noche está avanzada, el día se echa encima. Velad —repito--, para que os ilumine la luz de la mañana, es decir, Cristo, cuyo origen está dispuesto desde antiguo, preparado para renovar frecuentemente el misterio de su matinal resurrección en beneficio de quienes velan por él. Entonces sí, entonces cantarás con el corazón rebosante de júbilo: El Señor es Dios: él nos ilumina. Este es el día en que actuó el Señor: sea nuestra alegría y nuestro gozo; esto es, cuando haya dejado brillar para ti la luz que tiene escondida entre sus manos, diciendo a quien es amigo suyo que ella es su lote y que le es posible acceder a ella.

¿Hasta cuándo dormirás, holgazán?, ¿cuándo sacudirás el sueño? Un rato duermes, un rato das cabezadas, un rato cruzas los brazos y descansas, y mientras tú duermes, sin que tú te apercibas, Cristo resucitará del sepulcro y, al pasar su gloria, no merecerás ver ni siquiera sus espaldas. Entonces, movido por una tardía penitencia, llorarás y dirás con los impíos: Sí, nosotros nos salimos del camino de la verdad, no nos iluminaba la luz de la justicia, para nosotros no salía el sol.

En cambio, para vosotros, que honráis mi nombre — dice— os iluminará un sol de justicia, y el que procede con justicia, contemplarán sus ojos a un rey en su esplendor. Cierto que aquí se trata de la felicidad de la vida futura, pero, en cierta medida y a título gratuito, se nos concede asimismo para solaz de la vida presente, como lo prueba con meridiana claridad la resurrección de Cristo.

Resucite, pues, y reviva el espíritu de cada uno de nosotros tanto a una vigilante oración como a una actuación eficaz, para que, mediante una renovada y vívida energía, dé muestras de haber nuevamente participado en la resurrección de Cristo. Ahora bien, el primer indicio del hombre que vuelve a la vida es su actuación esforzada y diligente, pero su perfecta resurrección —en cuanto le es posible a este moribundo cuerpo— se produce cuando abre los ojos a la contemplación. Sin embargo, la inteligencia no se hace acreedora a esta gracia, si antes no ensancha el afecto con frecuentes suspiros y ardientes deseos, para hacerse capaz de una tan grande majestad.

Recabamos el provecho de la resurrección cuando, por la oración, se dilata el afecto; y conseguimos su perfección cuando el entendimiento es iluminado en orden a la contemplación. Esforzaos, pues, hermanos míos, en resucitar más y más, escalando estos grados de las virtudes y progresando en una vida gradualmente más santa, a fin de que —como dice el Apóstol— podáis llegar un día a la resurrección de Cristo de entre los muertos, él que vive y reina por todos los siglos. Amén.

EVANGELIOS PARA LOS TRES CICLOS



LUNES


PRIMERA LECTURA

Del libro de Nehemías 5, 1-19

Nehemías libera al pueblo de la opresión de los ricos

La gente sencilla, sobre todo las mujeres, empezaron a protestar fuertemente contra sus hermanos judíos. Unos decían: «Tenemos muchos hijos e hijas; que nos den trigo para comer y seguir con vida». Otros: «Pasamos tanta hambre, que tenemos que hipotecar nuestros campos, viñedos y casas para conseguir trigo». Y otros: «Hemos tenido que pedir dinero prestado para pagar el impuesto real. Somos iguales que nuestros hermanos, nuestros hijos son como los suyos, y, sin embargo, debemos entregar como esclavos a nuestros hijos e hijas; a algunas de ellas incluso las han deshonrado, sin que podamos hacer nada porque nuestros campos y viñas están en manos ajenas».

Cuando me enteré de sus protestas y de lo que sucedía me indigné y, sin poder contenerme, me encaré con los nobles y las autoridades. Les dije:

—Os estáis portando con vuestros hermanos como usureros.

Convoqué contra ellos una asamblea general, y les dije:

—Nosotros, en la medida de nuestras posibilidades, rescatamos a nuestros hermanos judíos vendidos a los paganos. Y vosotros vendéis a vuestros hermanos para que luego nos los vendan a nosotros.

Se quedaron cortados, sin respuesta, y yo seguí:

—No está bien lo que hacéis. Sólo respetando a nuestro Dios evitaréis el desprecio de nuestros enemigos, los paganos. También yo, mis hermanos y mis criados les hemos prestado dinero y trigo. Olvidemos esa deuda. Devolvedles hoy mismo sus campos, viñas, olivares y casas, y perdonadles el dinero, el trigo, el vino y el aceite que les habéis prestado.

Respondieron:

—Se lo devolveremos sin exigir nada. Haremos lo que dices.

Luego me despojé de mi manto diciendo:

—Así despoje Dios de su casa y de sus bienes al que no cumpla su palabra, y que se quede despojado y sin nada. Toda la asamblea respondió:

—Amén.

Y alabó al Señor. El pueblo cumplió lo prometido.

Dicho sea de paso, desde el día en que me nombraron gobernador de Judá, cargo que ocupé durante doce años. desde el veinte hasta el treinta y dos del rey Artajerjes, ni yo ni mis hermanos comimos a expensas del cargo. Los gobernadores anteriores gravaban al pueblo, exigiéndole cada día cuatrocientos gramos de plata en concepto de pan y vino, y también sus servidores oprimían a la gente. Pero yo no obré así por respeto al Señor. Además, trabajé personalmente en la muralla, aunque yo no era terrateniente y todos mis criados se pasaban el día en la obra. A mi mesa se sentaban ciento cincuenta nobles y consejeros, sin contar los que venían de los países vecinos. Cada día se aderezaba un toro, seis ovejas escogidas y aves; cada diez días encargaba vino de todas clases en abundancia. Y a pesar de esto nunca reclamé la manutención de gobernador, porque bastante agobiado estaba ya el pueblo.

Dios mío, acuérdate para mi bien de todo lo que hice por esta gente.


SEGUNDA LECTURA

De una antigua homilía del siglo V (Hom 33: PG 34, 741-743)

Conviene orar y hacer votos a Dios
continua y atentamente

Debemos orar, pero no de una manera mecánica, ni por el gusto de enhebrar palabras, ni por la costumbre de guardar silencio o de ponerse de rodillas, sino con sobriedad, esperando a Dios con el espíritu recogido, cuando él decidiese hacerse presente y visitar al alma a través de sus facultades externas y por conducto de los órganos de los sentidos; de esta forma, tanto cuando convenga orar en silencio, como cuando haya que rezar en voz alta o incluso a gritos, la mente estará fija en Dios. Pues lo mismo que cuando el cuerpo realiza un trabajo cualquiera, todo él se concentra en la obra que se trae entre manos y todos sus miembros se ayudan unos a otros, así también el alma debe consagrarse toda ella a la petición y al amor del Señor, de modo que ni se entretenga en bagatelas o se deje distraer por las preocupaciones, sino que toda su esperanza y su expectación estén colocadas en Cristo.

De este modo seremos iluminados por aquel que enseña el método correcto de la oración de petición y sugiere una oración pura y espiritual, digna de Dios, y la adoración que se hace en espíritu y verdad. Y lo mismo que el mercader de profesión no se contenta con una sola fuente de ingresos, sino que especula sobre todos los medios a su alcance para aumentar y acumular ganancias, empleando su habilidad y su ingenio ya en uno ya en otro negocio; y pasando de uno a otro método, da de lado los mercados improductivos por otros más rentables: así también nosotros debemos adornar nuestra alma acudiendo a los más variados artificios, a fin de poder ganarnos la suprema y ' auténtica ganancia, es decir, Dios, que nos enseñe a orar en verdad. Con esta condición, Dios descansará en la buena intención del alma, haciendo de ella el trono de su gloria, poniendo en ella su asiento y descansando en ella.

Y así como una casa, mientras su dueño está presente abunda en ornato, belleza y decoro, así también el alma que alberga a su Dios y en la que Dios permanece, está colmada de belleza y decoro, ya que tiene como guía y huésped al Señor con todo el cortejo de sus espirituales tesoros. Y cuando el Señor viere que el alma vive recogida en la medida de sus posibilidades, que incesantemente busca a Dios, que le espera día y noche y que clama a él, de acuerdo con su mandato de orar constantemente en cualquier negocio, el Señor —de acuerdo con su promesa— le hará Justicia y, purificada de toda su malicia, se la elegirá como esposa sin mancha y sin reproche.

Por lo demás, si crees que esta doctrina es verdadera, como realmente lo es, examínate a ti mismo y mira si tu alma ha logrado realmente esa luz que la guíe, la verdadera comida y bebida, que es el Señor. En caso negativo, busca día y noche hasta conseguirlo. Por ejemplo, cuando mires al sol, pregúntate por el verdadero sol: pues, palabra de honor, eres ciego. Al ver la luz, mira a ver si tu alma ha logrado ya la luz buena y verdadera. Porque todas las cosas visibles son sombra de las auténticas realidades que interesan al alma. En efecto, al margen del hombre perceptible existe otro hombre interior, y otros ojos que Satanás cegó y otros oídos que taponó. Y Jesús vino precisamente para devolver la salud a este hombre interior. A él la gloria y el dominio con el Padre y el Espíritu Santo por los siglos. Amén.



MARTES


PRIMERA LECTURA

Del libro de Nehemías 8, 1-18

Lectura de la ley

Entonces todo el pueblo se congregó como un solo hombre en la plaza que hay ante la Puerta del Agua. Dijeron al escriba Esdras que trajera el libro de la ley de Moisés que el Señor había prescrito a Israel. Esdras, el sacerdote, trajo el libro a la asamblea de hombres y mujeres y de todos los que podían comprender. Era a mediados de septiembre. Leyó el libro en la plaza que hay ante la Puerta del Agua, desde el amanecer hasta el mediodía, en presencia de hombres, mujeres y de los que podían comprender; y todo el pueblo estaba atento al libro de la ley.

Esdras, el escriba, estaba de pie sobre un estrado de madera, que habían hecho para el caso. A su derecha se encontraban Matitías, Sema, Anayas, Urías, Jelcías y Maseyas; a su izquierda, Fedayas, Misael, Malquías, Jasún, Jasbadana, Zacarías y Mesulán. Esdras abrió el libro a vista del pueblo, pues los dominaba a todos, y cuando lo abrió, el pueblo entero se puso en pie. Esdras pronunció la bendición del Señor, Dios grande, y el pueblo entero, alzando las manos, respondió: «Amén, amén»; se inclinó y se postró rostro a tierra ante el Señor.

Los levitas Josué, Bani, Serebías, Yamin, Acub, Sabtay, Hodiyías, Meseyas, Quelitá, Azarías, Yozabad, Janán y Felayas explicaron la ley al pueblo, que se mantenía en sus puestos. Leían el libro de la ley de Dios con claridad y explicando el sentido, de forma que comprendieron la lectura. Nehemías, el gobernador, Esdras, el sacerdote y letrado, y los levitas que enseñaban al pueblo, decían al pueblo entero, viendo que la gente lloraba al escuchar la lectura de la ley:

—Hoy es día consagrado a nuestro Dios: No hagáis duelo ni lloréis.

Y añadieron:

—Andad, comed buenas tajadas, bebed vino dulce y enviad porciones a quien no tiene preparado, pues es un día consagrado a nuestro Dios. No estéis tristes, pues el gozo en el Señor es vuestra fortaleza.

Los levitas acallaban al pueblo, diciendo:

—Silencio; no estéis tristes, que es un día santo.

Por fin el pueblo se fue a comer y beber, a repartir alimentos y a organizar una gran fiesta porque habían comprendido lo que les habían enseñado.

Al día siguiente, los cabezas de familia de todo el pueblo, los sacerdotes y los levitas se reunieron con el letrado Esdras para estudiar el libro de la ley. En la ley que había

mandado el Señor por medio de Moisés encontraron escrito: «Los israelitas habitarán en chozas durante la fiesta del mes de octubre».

Entonces pregonaron en todos sus pueblos y en Jerusalén:

—Id al monte y traed ramas de olivo, pino, mirto, palmera y de otros árboles frondosos para construir las chozas, como está mandado.

La gente fue, las trajo e hicieron las chozas; unos en la azotea, otros en sus patios, en los patios del templo, en la plaza de la Puerta del Agua y en la plaza de la Puerta de Efraín. Toda la asamblea que había vuelto del destierro hizo chozas, habitaron en ellas —cosa que no hacían los israelitas desde tiempos de Josué, hijo de Nun— y hubo una gran fiesta. Todos los días, del primero al último, leyó Esdras el libro de la ley de Dios. La fiesta duró siete días, y el octavo tuvo lugar una asamblea solemne, como está mandado.


SEGUNDA LECTURA

San Clemente de Alejandría, El pedagogo (Lib 1, cap 7: PG 8, 315-318)

Yo soy vuestro preceptor

Con razón el Logos es llamado pedagogo, pues a nosotros, niños, nos conduce a la salvación. Por eso ha dicho clarísimamente de sí mismo por boca del profeta Oseas: Yo soy vuestro preceptor. Pedagogía es, el culto divino, comprensivo de una educación en el servicio de Dios, de una introducción al conocimiento de la verdad y de una buena formación que conduce al cielo.

La palabra pedagogía es polivalente: está la pedagogía del que es conducido y enseñado y la del que conduce y enseña; pedagogía es, en tercer lugar, la misma formación recibida y, en cuarto lugar, las materias objeto del aprendizaje, por ejemplo, los mandamientos. Existe la pedagogía según Dios, que es la señalización del recto camino hacia la verdad, en orden a la contemplación de Dios, así como la indicación de una conducta santa que tiene como meta la eterna perseverancia. Como el general conduce a su ejército velando por la seguridad de sus soldados, y como el piloto maneja el timón de la nave atento a la salvación de los pasajeros, así también el pedagogo conduce a los niños a un tenor de vida saludable, en aras de su solicitud por nosotros. Y, en general, todo cuanto razonablemente pudiéramos pedir a Dios, lo obtendremos si obedecemos al pedagogo.

Ahora bien, así como no siempre el piloto se deja llevar por la marea, sino que a veces, poniendo proa a la tempestad, resiste a todas las borrascas, así tampoco el pedagogo expone al pequeño a los vientos que soplan en nuestro mundo, ni menos le abandona a merced de ellos, cual bajel, para que se estrelle entregándose a una vida bestial y licenciosa; al contrario, sólo cuando el ánimo del muchacho es impulsado a lo alto por el espíritu de verdad, empuña fuertemente el timón del niño —me estoy refiriendo a sus oídos—, y no lo suelta hasta haberle conducido, sano y salvo, al puerto celestial. Porque si lo que los hombres califican de costumbres patrias es de escasa duración, la formación recibida de Dios es una adquisición que permanece para siempre.

Nuestro pedagogo es el Dios santo, Jesús, el Logos que conduce a la humanidad entera; el mismo Dios, que ama a los hombres, es el pedagogo. De él habla el Espíritu Santo en un pasaje del Cántico: Lo encontró en una tierra desierta, en una soledad poblada de aullidos; lo rodeó cuidando de él; lo guardó como a las niñas de sus ojos. Como el águila incita a su nidada, revolando sobre los polluelos, así extendió sus alas, los tomó y los llevó sobre sus plumas. El Señor solo los condujo, no hubo dioses extraños con él. Aquí la Escritura nos presenta, según creo, al pedagogo, indicándonos cuál es su misión. Nuevamente se presenta a sí mismo como pedagogo, cuando se expresa así hablando en primera persona: Yo soy el Señor Dios tuyo, que te saqué del país de Egipto.



MIÉRCOLES


PRIMERA LECTURA

Del libro de Nehemías 9, 1-2.5-21

Liturgia penitencial. Oración de Esdras

El día veinticuatro de este mismo mes de octubre se reunieron los israelitas para ayunar, cubiertos de saco y polvo. La raza de Israel se separó de todos los extranjeros, y puestos en pie confesaron sus pecados y las culpas de sus padres.

Y los levitas Josué, Cadmiel, Baní, Jasabnías, Serebías Hodiyas, Sebanías y Petajías dijeron:

—Levantaos, bendecid al Señor, vuestro Dios, desde siempre y por siempre; bendecid su Nombre glorioso, que supera toda bendición y alabanza.

Y Esdras rezó:

«Tú, Señor, eres el único Dios. Tú hiciste los cielos, lo más alto de los cielos y todos sus ejércitos; la tierra y cuantos la habitan, los mares y cuanto contienen. A todos les das vida, y los ejércitos celestes te rinden homenaje.

Tú, Señor, eres el Dios que elegiste a Abrán, lo sacaste de Ur de los caldeos y le pusiste por nombre Abrahán. Viste que su corazón te era fiel e hiciste con él un pacto para darle la tierra de los cananeos, hititas, amorreos, fereceos, jebuseos y guirgaseos, a él y a su descendencia. Y cumpliste la palabra porque eres leal.

Viste luego la aflicción de nuestros padres en Egipto, escuchaste sus clamores junto al Mar Rojo. Realizaste signos y prodigios contra el Faraón, contra sus ministros y toda la gente del país —pues sabías que eran altivos con ellos— y te creaste una fama que perdura hasta hoy. Hendiste ante ellos el mar, y cruzaron el mar a pie enjuto. Arrojaste al abismo a sus perseguidores, como una piedra en aguas turbulentas.

Con columna de nube los guiaste de día, con columna de fuego de noche, para iluminarles el camino que debían recorrer. Bajaste al monte Sinaí, hablaste con ellos desde el cielo. Les diste normas justas, leyes válidas, mandatos y preceptos excelentes. Les diste a conocer tu santo sábado, les diste preceptos, mandatos y leyes por medio de tu siervo Moisés. Les enviaste pan desde el cielo cuando tenían hambre, hiciste brotar agua de la roca cuando tenían sed. Y les ordenaste tomar posesión de la tierra que, mano en alto, habías jurado darles.

Pero ellos, nuestros padres, se mostraron altivos; poniéndose tercos desoyeron tus mandatos. No quisieron oír ni recordar los prodigios que hiciste en su favor. Tercamente se empeñaron en volver a la esclavitud de Egipto.

Pero tú, Dios del perdón, clemente y compasivo, paciente y misericordioso, no los abandonaste, ni siquiera cuando hicieron un becerro fundido y proclamaron: "Este es tu dios, que te sacó de Egipto", cometiendo una ofensa terrible.

Pero tú, por tu gran compasión, no los abandonaste en el desierto. No se alejó de ellos la columna de nube que los guiaba por el camino de día, ni la columna de fuego que de noche les iluminaba el camino que debían recorrer. Les diste tu buen espíritu para instruirlos, no les quitaste .de la boca tu maná, les diste agua en los momentos de sed. Cuarenta años los sustentaste en el desierto y nada les faltó; ni sus vestidos se gastaron ni se hincharon sus pies».


SEGUNDA LECTURA

San Cipriano de Cartago, Tratado sobre la unidad de la Iglesia católica (12-14: CCL 3, 257-259)

Cristo nos dio la paz y nos mandó que tuviéramos
un solo corazón y una sola alma

Cuando el Señor recomendó a sus discípulos la unanimidad y la paz, les dijo: Os aseguro que si dos de vosotros se ponen de acuerdo en la tierra para pedir algo, se lo dará mi Padre del cielo. Porque donde dos o tres están reunidos en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos, demostrando que se concede mucho no a la multitud, sino a la unanimidad de los suplicantes. Si dos de vosotros —dice— se ponen de acuerdo: pone como primera condición la unanimidad; antes había hablado de la paz y de la concordia y nos insistió en que leal y firmemente hagamos lo posible por ponernos de acuerdo.

Y ¿cómo puede estar de acuerdo con el hermano quien no lo está con el cuerpo de la misma Iglesia ni con toda la fraternidad? ¿Cómo pueden dos o tres reunirse en el nombre de Cristo, si consta que están separados de Cristo y de su evangelio? Pues no somos nosotros, sino ellos los que se han separado de nosotros. Y cuando poco después nacieron herejías y cismas y, al erigirse en conventículos diversos, abandonaron el principio y origen de la verdad.

El Señor habla de su Iglesia y habla a los que están en la Iglesia diciendo que si ellos estuvieran de acuerdo, si —según lo que él encargó y advirtió— reunidos, aunque sólo fueran dos o tres, orasen unánimemente, aunque —repito— sólo fueran dos o tres, podrían impetrar de la majestad de Dios lo que pidieren. Donde dos o tres están reunidos en mi nombre —dice—, allí estoy yo en medio de ellos. Es decir, afirmó que estaría con los sencillos y pacíficos, con los que temen a Dios y observan sus preceptos, aunque sólo fueran dos o tres, como estuvo con los tres jóvenes en el horno encendido. Y como eran sencillos para con Dios y permanecían unidos entre sí, metió dentro un viento húmedo que silbaba, y el fuego no les atormentó. Como asistió a los dos apóstoles encerrados en la cárcel porque eran sencillos y vivían en perfecta armonía: él, abiertas las puertas de la prisión, les mandó a la plaza pública para que transmitiesen al pueblo la palabra que fielmente predicaban. Por tanto, cuando en su predicación afirma y dice: Donde dos o tres están reunidos en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos, no separó a los hombres de la Iglesia, él que instituyó y creó la Iglesia, sino que echándoles en cara a los pérfidos su discordia y recomendando oralmente la paz a los fieles, quiso demostrar que él está más bien con dos o tres que rezan con una sola alma, que con muchos disidentes; que puede conseguirse más con la oración concorde de unos pocos, que con la discorde de una multitud.

Por lo cual, cuando fijó las normas que deben presidir la oración, añadió estas palabras: Y cuando estéis de pie orando, perdonad lo que tengáis contra otros, para que también vuestro Padre del cielo os perdone vuestras culpas. Y al que va a presentar su ofrenda con la discordia en el corazón lo aparta del altar y le ordena que vaya primero a reconciliarse con su hermano, y entonces, ya en paz, que vuelva a presentar a Dios su ofrenda.

Cristo nos dio la paz, nos mandó que tuviéramos un solo corazón y una sola alma, y nos encargó que mantuviéramos incorruptos e inviolados los vínculos de la dilección y de la caridad.



JUEVES


PRIMERA LECTURA

Del libro de Nehemías 9, 22-37

Oración de Esdras (sigue)

Y Esdras rezó:

«Tú, Señor, les entregaste reinos y pueblos, repartiste a cada uno su región. Se apoderaron del país de Sijón, rey de Jesbón, de la tierra de Og, rey de Basán. Multiplicaste sus hijos como las estrellas del cielo, los introdujiste en la tierra que habías prometido a sus padres en posesión. Entraron los hijos para ocuparla y derrotaste ante ellos a sus habitantes, los cananeos. Los pusiste en sus manos, igual que a los reyes y a los pueblos del país, para que dispusieran de ellos a placer. Conquistaron fortalezas y una tierra fértil; poseyeron casas rebosantes de riquezas, pozos excavados, viñas y olivares, y abundantes árboles frutales; comieron hasta hartarse y engordaron y disfrutaron de tus dones generosos.

Pero, indóciles, se rebelaron contra ti, se echaron tu ley a las espaldas y asesinaron a tus profetas, que los amonestaban a volver a ti, cometiendo gravísimas ofensas. Los entregaste en manos de sus enemigos, que los oprimieron. Pero en su angustia clamaron a ti, y tú los escuchaste desde el cielo; y por tu gran compasión les enviaste salvadores que los salvaron de sus enemigos.

Pero al sentirse tranquilos hacían otra vez lo que repruebas; los abandonabas en manos de sus enemigos, que los oprimían; clamaban de nuevo a ti, y tú los escuchabas desde el cielo, librándolos muchas veces por tu gran compasión. Los amonestaste para que volvieran a tu ley, pero ellos, altivos, no obedecieron tus preceptos y pecaron contra tus normas, que dan la vida al hombre si las cumple. Volvieron la espalda con rebeldía; tercamente, no quisieron escuchar. Fuiste paciente con ellos durante muchos años, tu espíritu los amonestó por tus profetas, pero no prestaron atención y los entregaste en manos de pueblos paganos. Mas por tu gran compasión no los aniquilaste ni abandonaste, porque eres un Dios clemente y compasivo.

Ahora, Dios nuestro, Dios grande, valiente y terrible, fiel a la alianza y leal, no menosprecies las aflicciones que les han sobrevenido a nuestros reyes, a nuestros príncipes, sacerdotes y profetas, a nuestros padres y a todo el pueblo desde el tiempo de los reyes asirios hasta hoy. Eres inocente en todo lo que nos ha ocurrido, porque tú obraste con lealtad, y nosotros somos culpables.

Ciertamente, nuestros reyes, príncipes, sacerdotes y padres no cumplieron tu ley ni prestaron atención a los preceptos y avisos con que los amonestabas. Durante su reinado, a pesar de los grandes bienes que les concediste y de la tierra espaciosa y fértil que les entregaste, no te sirvieron ni se convirtieron de sus malas acciones.

Por eso estamos ahora esclavizados, esclavos en la tierra que diste a nuestros padres para que comiesen sus frutos excelentes. Y sus abundantes frutos son para los reyes a los que nos sometiste por nuestros pecados, y que ejercen su dominio a su arbitrio sobre nuestras personas y ganados. Somos unos desgraciados».


SEGUNDA LECTURA

San Clemente de Alejandría, Los tapices (Lib 7, cap 7: PG 9, 450-451.458-459)

Hemos de honrar a Dios durante toda la vida

Se nos manda adorar y honrar al que estamos convencidos ser el Logos, el Salvador y el jefe y, por su medio, al Padre. Y no solamente hemos de hacerlo en determinados días, sino continuamente, durante toda la vida y de las más variadas formas.

En realidad, la raza escogida, justificada por el precepto, dice: Siete veces al día te alabo. No es, pues, en un lugar determinado, ni en un templo escogido, ni en ciertas fiestas o en días fijos, sino que durante toda la vida y en todas partes, el verdadero «gnóstico» —viva solo o en una comunidad que comparte su fe— honra a Dios, esto es, le da gracias por el conocimiento, vector de su vida.

Si ya la presencia de un hombre virtuoso, observante y respetuoso, no deja de conformar e influir beneficiosamente en aquel con quien convive, ¿cómo no se hará normalmente cada día mejor en todo: acciones, palabras y sentimientos, el que está continuamente en la presencia de Dios por el conocimiento, el estilo de vida y la acción de gracias? Tal es el que está persuadido de que Dios está en todas partes, sin estar circunscrito a lugares estables y determinados.

Viviendo, pues, toda nuestra vida como un día de fiesta, en la firme persuasión de que la omnipotencia divina llena el universo, lo alabamos cuando cultivamos los campos, navegamos al son de himnos, y en cualquier circunstancia de la vida nos comportamos paralelamente. El auténtico «gnóstico» vive íntimamente unido a Dios, y en todas las cosas hace gala de gravedad e hilaridad; gravedad por su constante atención a Dios, hilaridad por cuanto los dones de Dios los considera como bienes humanos.

Y aun cuando se nos den los bienes sin pedirlos, no por eso es superflua la oración de petición. La misma acción de gracias y la petición de cuanto puede colaborar a la conversión del prójimo son ya acciones típicas del «gnóstico». Con idéntica finalidad oró el mismo Señor, dando gracias por haber llevado a feliz término su ministerio, rogando que cuantos más mejor consiguiesen la sabiduría, y así los que se salvan den gloria a Dios por saberse salvados, y el que es el único bueno y el único salvador sea reconocido mediante el Hijo, por los siglos infinitos. Por otra parte, la misma fe por la que uno cree que ha de recibir lo que pide es una forma de petición, ínsita en el ánimo del «gnóstico».

Además, si la oración es una ocasión de conversar con Dios, no hemos de dejar pasar ni una sola ocasión de acceder a Dios. Ciertamente que la santidad del «gnóstico» en sintonía con la divina providencia, mediante una espontánea confesión, es una prueba fehaciente del perfecto don de Dios. La solicitud de la providencia, la santidad del «gnóstico» y la recíproca benevolencia del amigo de Dios son realidades interdependientes.

Dios no hace el bien por necesidad, sino que libremente otorga sus favores a quienes espontáneamente se convierten. La providencia que nos viene de lo alto no es en manera alguna servil, como si actuara en un proceso ascendente de peor a mejor, sino que las continuas actuaciones de la providencia se ejercen teniendo en cuentanuestra humana debilidad, como lo hace el pastor con sus ovejas, el rey con sus súbditos, y nosotros con nuestros superiores, que gobiernan a quienes les fueron encomendados, de acuerdo con las órdenes recibidas de Dios. Por tanto, son siervos y adoradores de Dios cuantos le prestan un acatamiento y le rinden un culto obsequioso y verdaderamente regio. Lo cual se realiza mediante una mentalidad recta y mediante el conocimiento.



VIERNES


PRIMERA LECTURA

Del libro de Nehemías 12, 27-47

Inauguración de las murallas de Jerusalén

Al inaugurar la muralla de Jerusalén buscaron a los levitas por todas partes para traerlos a Jerusalén a celebrar la inauguración con una fiesta y con acciones de gracias, al son de platillos, arpas y cítaras. Se reunieron los cantores del valle del Jordán, de la comarca de Jerusalén, de las aldeas de Netofat, de Bet-Guilgal y de los campos de Loma y Azmaut (porque los cantores se habían construido aldeas en las cercanías de Jerusalén). Los sacerdotes y los levitas se purificaron y luego purificaron al pueblo, las puertas y la muralla.

Mandé a las autoridades de Judá que subiesen a la muralla y organicé dos grandes coros. Uno iba por la derecha, encima de la muralla, hacia la Puerta de la Basura. Cerraban la marcha Oseas, la mitad de las autoridades de Judá, Azarías, Esdras, Mesulán, Judá, Benjamín, Semayas, Jeremías, sacerdotes con trompetas, Zacarías, hijo de Jonatán, hijo de Semayas, hijo de Matanías, hijo de Miqueas, hijo de Zacur, hijo de Asaf, y sus hermanos, Semayas, Azarel, Milalay, Guilalay, Maay, Netanel, Judá y Jananí, con los instrumentos de David. Esdras, el letrado, iba al frente de ellos.

Pasaron por la Puerta de la Fuente y, siguiendo en línea recta, subieron a la escalera de la Ciudad de David y bajaron por la cuesta de la muralla, junto al palacio de David, hasta la Puerta del Agua, a levante. El segundo coro, al que seguía yo con la mitad de las autoridades y los sacerdotes Eliaquín, Maseyas, Minyamín, Miqueas, Elioenay, Zacarías y Ananías, con trompetas, y Maseyas, Semayas, Eleazar, Uzí, Juan, Malquías, Elán, Ezer, se dirigió hacia la izquierda, por encima de la muralla, a lo largo de la Torre de los Hornos hasta el muro ancho, y continuó por la Puerta de Efraín, la Puerta Antigua, la Puerta del Pescado, la Torre de Jananel, y Torre de los Cien y la Puerta de los Rebaños, hasta detenerse en la Puerta de la Cárcel. Los dos coros se situaron en el templo de Dios; los cantores cantaban dirigidos por Yizrajías.

Aquel día ofrecieron sacrificios solemnes y hubo fiesta, porque el Señor los inundó de gozo; también las mujeres y los niños participaron en ella. La algazara de Jerusalén se escuchaba desde lejos.

Por entonces se nombraron los intendentes de los almacenes destinados a provisiones, ofrendas, primicias y diezmos, donde se guardaban, por campos y pueblos, las porciones que prescribe la ley para los sacerdotes y los levitas. Porque los judíos estaban contentos de los sacerdotes y levitas en funciones, que se ocupaban del culto de Dios y del rito de la purificación, como habían mandado David y su hijo Salomón, y también de los cantores y porteros. (Ya desde antiguo, en tiempos de David y Asaf, había jefe de cantores y cánticos de alabanza y de acción de gracias a Dios.) Y en tiempos de Zorobabel y de Nehemías todos los israelitas subvenían diariamente a las necesidades de los cantores y porteros, y hacían ofrendas sagradas a los levitas, igual que éstos a los descendientes de Aarón.


SEGUNDA LECTURA

San Ambrosio de Milán, Comentario sobre el salmo 47 (16-17: PL 14, 1152-1153)

Él mismo fundó su Iglesia

Oh Dios, hemos recibido tu misericordia en medio de tu templo. Si el Hijo de Dios es llamado templo, lo es en elsentido en que él mismo dijo de su cuerpo: destruid este templo y en tres días lo levantaré. Templo de Dios es realmente el cuerpo de Cristo, en el que se llevó a cabo la purificación de nuestros pecados. Templo de Dios es realmente aquella carne, en la que no pudo haber contagio alguno de pecado, antes bien ella fue la víctima sacrificada por el pecado de todo el mundo.

Templo de Dios fue realmente aquella carne, en que refulgía la imagen de Dios y en la que la plenitud de la divinidad habitaba corporalmente, ya que el mismo Cristo es esa plenitud. Por tanto, a él se le dice: Oh Dios, hemos recibido tu misericordia en medio de tu templo. Y ¿qué significa esto sino aquello que dijo: En medio de vosotros hay uno a quien no conocéis, esto es, está en medio de vosotros y vosotros no lo veis? Si por el contrario se refiere al Padre, ¿qué significa: en medio de tu templo, sino que Dios estaba en Cristo reconciliando al mundo consigo?

En este templo, pues, hemos recibido —dice— tu misericordia, esto es, a la Palabra que se hizo carne y acampó entre nosotros. Pues del mismo modo que Cristo es la redención, es también la misericordia. Porque, ¿cabe mayor misericordia que ofrecerse como víctima por nuestros delitos para lavar con su sangre al mundo, cuyo pecado de ningún otro modo hubiese sido posible abolir?

En efecto, si hablando de los santos, dijo el Apóstol: Vosotros sois el templo de Dios, y el Espíritu Santo habita en vosotros, con cuánta mayor razón no podré llamar templo de Dios a la humanidad del Señor Jesús, del que leemos que estuvo siempre lleno del Espíritu Santo, como él mismo lo atestigua, diciendo: Yo he sentido que una fuerza ha salido de mí, cuya fuerza sanaba las acerbas heridas de todos.

Lo que dijo de haber él recibido, junto con el pueblo, la misericordia de Dios en medio de su templo, puede entenderse también en el sentido de que él mismo fundó su Iglesia y la propagó para siempre; de que él mismo, junto con su Hijo unigénito, confirió realmente esta gracia a su pueblo, a la vez que le presentaba como constructor, diciendo: edificará una ciudad. Ciudad que, dilatada por todo el orbe de la tierra, hizo que la tierra se llenara de su alabanza y de su nombre. Pues si está escrito: La tierra está llena de su alabanza, lo está también: Se le concedió el Nombre-sobre-todo-nombre», de modo que al nombre de Jesús toda rodilla se doble en el cielo, en la tierra, en el abismo, y toda lengua proclame: Jesucristo es Señor, para gloria de Dios padre.



SÁBADO


PRIMERA LECTURA

Del libro del profeta Isaías 59, 1-15

Liturgia penitencial

Mira, la mano del Señor no es tan corta que no pueda salvar, ni es tan duro de oído que no pueda oír; son vuestras culpas las que crean la separación entre vosotros y vuestro Dios; son vuestros pecados los que tapan su rostro, para que no os oiga; pues vuestras manos están manchadas de sangre, vuestros dedos, de crímenes; vuestros labios dicen mentiras, vuestras lenguas susurran maldades. No hay quien invoque la justicia ni quien pleitee con sinceridad; se apoyan en la mentira, afirman la falsedad, conciben el crimen y dan a luz la maldad.

Incuban huevos de serpiente y tejen telarañas: quien come esos huevos, muere; si se cascan, salen víboras. Sus telas no sirven para vestidos; son tejidos que no pueden cubrir. Sus obras son obras criminales, sus manos ejecutan la violencia. Sus pies corren al mal, tienen prisa para derramar sangre inocente; sus planes son planes criminales, destrozos y ruinas jalonan su camino. No conocen el camino de la paz, no existe el derecho en sus senderos; se abren sendas tortuosas; quien las sigue, no conoce la paz.

Por eso está lejos de nosotros el derecho y no nos alcanza la justicia; esperamos la luz, y vienen tinieblas; claridad, y caminamos a oscuras. Como ciegos vamos palpando lapared, andamos a tientas como gente sin vista; en pleno día tropezamos como al anochecer, en • pleno vigor estamos como muertos. Todos gruñimos como osos y nos quejamos como palomas. Esperamos en el derecho, pero nada, en la salvación, y está lejos de nosotros.

Porque nuestros crímenes contra ti son muchos, y nuestros pecados nos acusan; nuestros crímenes nos acompañan, y reconocemos nuestras culpas: rebelarnos y olvidarnos del Señor, volver la espalda a nuestro Dios, tratar de opresión y revuelta, urdir por dentro engaños; y así se tergiversa el derecho y la justicia se queda lejos, porque en la plaza tropieza la lealtad, y la sinceridad no encuentra acceso; la lealtad está ausente, y expolian a quien evita el mal.


SEGUNDA LECTURA

Selección de las Sentencias de los Padres y de los relatos de Juan Mosco y otros autores (Patericon 196: CSCO, Scriptores Aethiopici, t. 54, 118-121)

Haz penitencia y vuelve al Señor

Haz penitencia y vuelve al temor del Señor, tu Dios; esfuérzate en practicar el ayuno, la oración, la súplica y las lágrimas. Dame ocasión de hacer tu panegírico y haré que lleguen hasta tu Dios tus buenas obras, el suave olor de tus ayunos, de tus limosnas, de tu oración, de tu misericordia para con los pobres, a fin de que mi rostro rebose de gozo con mis hermanos los ángeles, y descienda sobre ti el Espíritu Santo, e inmediatamente serás contado con los justos y los buenos, que el día de la retribución escucharán una palabra de gozo.

Vuelve al Señor, oh alma, por la penitencia, pues te aproxima a Dios y Dios es bueno. ¿Qué es la penitencia? Apartarse del pecado, renunciar al deseo y abandonar la conducta anterior; aceptar una norma de vida a base de frecuentes ayunos, asidua oración, servicio diligente, todo ello acompañado de lágrimas noche y día.

Practica el amor a los pobres: Dios lo prefiere al sacrificio que sube a su presencia; huye de las delicias del cuerpo y atiende, en cambio, con solicitud a tu alma; purifica tus manchas a fin de que gustes qué bueno es el Señor: entonces descenderá sobre ti su luz, y quedarás a salvo de la tentación del enemigo, pues el Señor prometió acoger a quienes acuden a él, haciéndoles el don de su misericordia.

Escucha con atención: no frecuentes las reuniones mundanas, ni te des a la excesiva comida y bebida, no sea que pierdas lo que el Señor prometió a los buenos y justos. Y de esta forma, oh alma, con las limosnas que hicieres ahora se irá edificando tu morada y con el óleo de la misericordia arderá tu lámpara en el reino de los cielos. Da fe a a palabra que el Señor pronunció en el evangelio: Yo soy manso y humilde y mi carga es ligera; venid a mí todos los que estáis cansados y agobiados y yo os aliviaré. ¡Oh pobre alma! Muchos son tus pecados, pero su misericordia es más grande que los pecados de todo el mundo. Acércate a su perdón y a su misericordia y hará brillar sobre ti su Espíritu. Ahoga en lágrimas tus pecados y descenderá sobre ti el bien.

Mira, acabo de exponerte con claridad todas las cosas y te he indicado el camino de la vida, que es la penitencia. Ella te ayudará a acercarte al Señor y te dará a gustar el manjar del paraíso. Arropa a los pobres con tu manto y protégelos del rigor del invierno; llena su estómago y multiplica tus ayunos.

Haz penitencia y vuelve al Señor, y acógete a su infinita misericordia, pues que se la prometió a cuantos le invocan. Oh alma, mira que nuestro Señor ha dicho: Nadie conoce su hora. Date prisa en alcanzar la salvación, presenta tu ofrenda y, en la palestra del hacer cotidiano, adquiere la paciencia, la humildad, el silencio de la lengua, la pureza, el amor a los pobres, y habrás cosechado la justicia. Si esto hicieres, los bienes lloverán sobre ti. Y a nuestro Señor Jesucristo, Hijo del Señor, la magnificencia y el honor por los siglos de los siglos. Amén.