DOMINGO VI DEL TIEMPO ORDINARIO


PRIMERA
LECTURA

De la primera carta a los Corintios 6, 12-20

Vuestro cuerpo es templo del Espíritu Santo

Hermanos:

–«Todo me está permitido».

–Sí, pero no todo aprovecha. Todo me está permitido, pero yo no me dejaré dominar por nada.

–La comida es para el estómago y el estómago para la comida y, además, Dios acabará con lo uno y con lo otro.

–Pero el cuerpo no es para la fornicación, sino para el Señor; y el Señor es para el cuerpo. Dios, con su poder, resucitó al Señor y nos resucitará también a nosotros.

¿No sabéis que vuestros cuerpos son miembros de Cristo?, y ¿voy a quitarle un miembro a Cristo para hacerlo miembro de una prostituta? ¡Ni pensarlo! ¿No sabéis que unirse a una prostituta es hacerse un cuerpo con ella? Lo dice la Escritura: «Serán los dos un solo ser». En cambio, el que se une al Señor es un espíritu con él. Huid la fornicación. Cualquier pecado que cometa el hombre, queda fuera de su cuerpo. Pero el que fornica, peca en su propio cuerpo.

¿O es que no sabéis que vuestro cuerpo es templo del Espíritu Santo? El habita en vosotros porque lo habéis recibido de Dios. No os poseéis en propiedad, porque os han comprado pagando un precio por vosotros. Por tanto, ¡glorificad a Dios con vuestro cuerpo!

 

RESPONSORIO                    1 Cor 6, 19.20.17
 
R./ Vosotros sois templos de Dios, * y el Espíritu de Dios habita en vosotros.
V./ Si alguno destruye el templo de Dios, Dios lo destruirá a él; porque el templo de Dios es santo: ese templo sois vosotros.
R./ Y el Espíritu de Dios habita en vosotros.
 


SEGUNDA LECTURA

San Ireneo de Lyon, Tratado contra las herejías (Lib 3, 19, 1.3-20, 1: SC 34, 332.336-338)

Cristo, primicias de nuestra resurrección

El Verbo de Dios se hizo hombre y el Hijo de Dios se hizo Hijo del hombre para que el hombre, unido íntimamente al Verbo de Dios, se hiciera hijo de Dios por adopción.

En efecto, no hubiéramos podido recibir la incorrupción y la inmortalidad, si no hubiéramos estado unidos al que es la incorrupción y la inmortalidad en persona. ¿Y cómo hubiésemos podido unirnos al que es la incorrupción y la inmortalidad, si antes él no se hubiese hecho uno de nosotros, a fin de que nuestro ser corruptible fuera absorbido por la incorrupción, y nuestro ser mortal fuera absorbido por la inmortalidad, para que recibiésemos la filiación adoptiva?

Así, pues, este Señor nuestro es Hijo de Dios y Verbo del Padre por naturaleza, y también es Hijo del hombre, ya que tuvo una generación humana, hecho Hijo del hombre a partir de María, la cual descendía de la raza humana y a ella pertenecía.

Por esto, el mismo Señor nos dio una señal en las profundidades de la tierra y en lo alto de los cielos, señal que no había pedido el hombre, porque éste no podía imaginar que una virgen concibiera y diera a luz, y que el fruto de su parto fuera Dios con nosotros, que descendiera a las profundidades de la tierra para buscar a la oveja perdida (el hombre, obra de sus manos), y que, después de haberla hallado, subiera a las alturas para presentarla y encomendarla al Padre, convirtiéndose él en primicias de la resurrección. Así, del mismo modo que la cabeza resucitó de entre los muertos, también todo el cuerpo (es decir, todo hombre que participa de su vida, cumplido el tiempo de su condena, fruto de su desobediencia) resucitará, por la trabazón y unión que existe entre los miembros y la cabeza del cuerpo de Cristo, que va creciendo por la fuerza de Dios, teniendo cada miembro su propia y adecuada situación en el cuerpo. En la casa del Padre hay muchas moradas, porque muchos son los miembros del cuerpo.

Dios se mostró magnánimo ante la caída del hombre y dispuso aquella victoria que iba a conseguirse por el Verbo. Al mostrarse perfecta la fuerza en la debilidad, se puso de manifiesto la bondad y el poder admirable de Dios.

 

RESPONSORIO                    1 Cor 16, 20.22.21
 
R./ Cristo resucitó, primicia de quienes están muertos. * Como todos mueren en Adán, así todos recibirán la vida en Cristo.
V./ Por un hombre vino la muerte, por un hombre vendrá también la resurrección de los muertos.
R./ Como todos mueren en Adán, así todos recibirán la vida en Cristo.


 
ORACIÓN
 
Oh Dios, has prometido permanecer con los rectos y sinceros de corazón; concédenos vivir de tal manera que merezcamos tenerte siempre con nosotros. Por nuestro Señor Jesucristo tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo por los siglos de los siglos. Amén.
 


EVANGELIOS PARA LOS TRES CICLOS



LUNES


PRIMERA LECTURA

De la primera carta a los Corintios 7, 1-24

Cuestiones sobre el matrimonio

Ahora, acerca de aquello que escribisteis: está bien que uno se case. Sin embargo, por tanta inmoralidad como hay, tenga cada uno su propia mujer y cada mujer su propio marido. El marido dé a su mujer lo que le debe y lo mismo la mujer al marido; la mujer ya no es dueña de su cuerpo, lo es el hombre, y tampoco el hombre es dueño de su cuerpo, lo es la mujer.

No os privéis el uno al otro; si acaso, de común acuerdo y por cierto tiempo, para dedicaros a la oración, y luego os juntáis otra vez, no sea que el diablo os tiente si no podéis conteneros. Y esto lo digo a modo de concesión, no como una orden. A todos les desearía que vivieran como yo, pero cada uno tiene el don particular que Dios le ha dado; unos uno y otros otro.

A los solteros y a las viudas les digo que estaría bien que se quedaran como están, como hago yo. Sin embargo, si no pueden contenerse, que se casen; más vale casarse que quemarse.

A los ya casados les mando —bueno, no yo, el Señor—que la mujer no se separe del marido. Y si llegara a separarse, que no vuelva a casarse o que haga las paces con su marido, y el marido que no se divorcie de su mujer.

A los demás les hablo yo, no el Señor: si un cristiano está casado con una no cristiana y ella está de acuerdo en vivir con él, que no se divorcie. Y si una mujer está casada con un no cristiano y él está de acuerdo en vivir con ella, que no se divorcie del marido. Porque el marido no cristiano queda consagrado a Dios por su mujer, y la mujer no cristiana queda consagrada por el marido cristiano. Si no fuera así, vuestros hijos estarían contaminados, mientras de hecho están consagrados. Ahora que si el no cristiano quiere separarse, que se separe; en semejantes casos el cristiano o la cristiana no están vinculados; Dios nos ha llamado a una vida de paz. ¿Quién te dice a ti, mujer, que vas a salvar a tu marido? o ¿quién te dice a ti, marido, que vas a salvar a tu mujer?

Fuera de este caso, viva cada uno en la condición que el Señor le asignó, en el estado en que Dios le llamó.

Esta norma doy en todas las comunidades. ¿Te llamó Dios estando circuncidado? No lo disimules. ¿Te ha llamado sin estarlo? No te circuncides. Estar circuncidado o no estar no significa nada, lo que importa es cumplir lo que Dios manda.

Siga cada uno el estado en que Dios le llamó. ¿Te llamó Dios esclavo? No te importe (aunque si de hecho puedes obtener la libertad, mejor aprovéchate), porque si el Señor llama a un esclavo, el Señor le da la libertad, y lo mismo, si llama a uno libre, es esclavo en Cristo. Pagaron para compraros, no seáis esclavos de hombres. Hermanos: cada uno siga ante Dios en la condición en que lo llamaron.

 

RESPONSORIO                    Mt 19, 4.5.6; cf. Gen 2, 24
 
R./ Dejará el hombre a su padre y a su madre y se unirá a su mujer, y vendrán a ser los dos una sola carne. * No debe separar el hombre lo que Dios ha unido.
V./ El Creador los hizo desde el principio varón y mujer, así que ya no son dos, sino una sola carne.
R./ No debe separar el hombre lo que Dios ha unido.

 

SEGUNDA LECTURA

San Agustín de Hipona, Sermón 37 sobre perícopas del AT (2-3 : CCL 41, 448-451)

Debemos amar todos a la Iglesia como a madre

Y ahora al escuchar: Una mujer hacendosa, ¿quién la hallará? no penséis que se refiere a la Iglesia que está oculta, sino a aquella Iglesia que fue hallada por Uno de modo que ya no estuviera oculta para nadie. Y se nos describe para atraer sobre ella las alabanzas y la admiración, para que sea amada por todos nosotros, pues es esposa de un solo marido.

Una mujer hacendosa, ¿quién la hallará? Y ¿quién no ve a esta mujer tan hacendosa? Pero es una mujer ya hallada, eminente, conspicua, gloriosa, adornada, lúcida, y —para decirlo de una vez— difundida ya por toda la redondez de la tierra. Esta tal vale mucho más que las perlas. ¿Qué tiene de extraño que una mujer tal valga más que las perlas? Si ahora pensáis en la codicia humana, si atendemos a la calidad de las perlas, ¿qué tiene de extraño que la Iglesia sea considerada más valiosa que las perlas? No hay comparación posible.

Y en ella existen piedras preciosas. Y hasta tal punto son preciosas estas piedras que las llamamos vivas. Existen, pues, piedras preciosas que la adornan, pero la Iglesia misma es más valiosa. Respecto a estas piedras preciosas, quisiera hacer a vuestra caridad una confidencia: lo que yo entiendo, lo que vosotros entendéis, lo que yo temo, lo que vosotros debéis temer.

En la Iglesia existen y existieron siempre piedras preciosas: hombres doctos, llenos de ciencia, de elocuencia y de un profundo conocimiento de la ley. Son realmente preciosas estas piedras. Pero algunos de entre ellos fueron sustraídos del joyero de esta mujer. Por lo que se refiere a la doctrina y a la elocuencia que les da esplendor, piedra preciosa –refulgente en la doctrina del Señor– fue Cipriano, pero permaneció en el joyero de esta mujer. Piedra preciosa fue Donato, pero se sustrajo del ajuar ornamental. Toda piedra preciosa que no figura en el joyero de esta mujer, permanece en las tinieblas. Más le hubiera valido permanecer en el joyero de esta mujer, y así pertenecería a su ajuar. Y añadiría: ¡fielmente!

Se les llama piedras preciosas, porque son caras. Quien ha desertado de la caridad se ha envilecido, se ha depreciado. Ya puede seguir jactándose de su doctrina, ya puede continuar presumiendo de su elocuencia: que escuche la valoración del especialista en determinar la autenticidadde las piedras de esta matrona. Que escuche –repito– el veredicto del experto en joyas. ¿Por qué se jacta de su elocuencia una piedra ya no preciosa, sino vil? Ya podría yo hablar —dice— las lenguas de los hombres y de los ángeles; si no tengo amor, no soy más que un metal que resuena o unos platillos que aturden. ¿Qué se ha hecho de aquella piedra? Ya no brilla, aturde. Por tanto, aprended a apreciar las piedras, vosotros que negociáis el reino de los cielos. Que ninguna, piedra os atraiga, si no está en el joyero de esta mujer. Esta, que vale más que las perlas, es el mismo precio de su ornamento.

 

RESPONSORIO                    Is 54, 12.11
 
R./ Haré tus almenas de rubí, tus puertas de esmeralda, * y de piedras preciosas tus bastiones.
V./ Mira yo mismo asiento tus piedras sobre azabaches, tus cimientos sobre zafiros.
R./ Y de piedras preciosas tus bastiones.


 
ORACIÓN
 
Oh Dios, has prometido permanecer con los rectos y sinceros de corazón; concédenos vivir de tal manera que merezcamos tenerte siempre con nosotros. Por nuestro Señor Jesucristo tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo por los siglos de los siglos. Amén.
 



MARTES


PRIMERA LECTURA

De la primera carta a los Corintios 7, 25-40
La virginidad cristiana

Hermanos: Respecto al celibato no tengo órdenes del Señor, sino que doy mi parecer como hombre de fiar que soy, por la misericordia del Señor. Estimo que es un bien, por la necesidad actual: quiero decir que es un bien vivir así.

¿Estás unido a una mujer? No busques la separación. ¿Estás libre? No busques mujer; aunque, si te casas, no haces mal; y, si una soltera se casa, tampoco hace mal. Pero estos tales sufrirán la tribulación de la carne. Yo respeto vuestras razones.

Digo esto, hermanos: que el momento es apremiante. Queda como solución que los que tienen mujer vivan como si no la tuvieran; los que lloran, como si no lloraran; los que están alegres, como si no lo estuvieran; los que compran, como si no poseyeran; los que negocian en el mundo, como si no disfrutaran de él: porque la representación de este mundo se termina.

Quiero que os ahorréis preocupaciones: el soltero se preocupa de los asuntos del Señor, buscando contentar al Señor; en cambio, el casado se preocupa de los asuntos del mundo, buscando contentar a su mujer, y anda dividido.

Lo mismo, la mujer sin marido y la soltera se preocupan de los asuntos del Señor, consagrándose a ellos en cuerpo y alma; en cambio, la casada se preocupa de los asuntos del mundo, buscando contentar a su marido. Os digo todo esto para vuestro bien, no para poneros una trampa, sino para induciros a una cosa noble y al trato con el Señor sin preocupaciones.

Si, a pesar de todo, alguien cree faltar a la conveniencia respecto de su doncella, por estar en la flor de su edad, y conviene proceder así, haga lo que quiera, no peca; cásense. Mas el que permanece firme en su corazón, y sin presión alguna y en pleno uso de su libertad está resuelto en su interior a guardar a su doncella, hará bien. Así, pues, el que casa a su doncella obra bien. Y el que no la casa obra mejor.

La mujer está ligada a su marido mientras él viva; mas, una vez muerto el marido, queda libre para casarse con quien quiera, pero en el Señor. Sin embargo, será más feliz si permanece así según mi consejo; que yo también creo tener el Espíritu de Dios.

 

RESPONSORIO                    1 Cor 7, 29.31; 1 Jn 2, 15
 
R./ El momento es apremiante; queda como solución: que los que negocian en el mundo vivan como sí no disfrutarán de él; * porque la presentación de este mundo se termina.
V./ La salud está ahora más cerca que cuando abrazamos la fe.
R./ Porque la presentación de este mundo se termina.
 


SEGUNDA LECTURA

San León Magno, Tratado 90 (2-3: CCL 138A, 558-561)

El momento es apremiante

Estrecho y angosto es el camino que lleva a la vida y nadie podría poner el pie en él ni avanzar un solo paso si Cristo, haciéndose él mismo camino, no hubiera facilitado el acceso; de modo que el autor del camino se ha hecho posibilidad para el caminante, pues él es al mismo tiempo el que introduce a la tarea y conduce al descanso. En efecto, en él se fundamenta nuestra esperanza de la vida eterna y en él tenemos un modelo de paciencia. Pues si padecemos con él, reinaremos con él, porque, como dice el Apóstol: Quien dice que permanece en él, debe vivir como vivió él. De otra suerte presentamos una imagen falseada de la fe si no seguimos los preceptos de aquel de cuyo nombre nos gloriamos, preceptos que no nos serían onerosos y nos librarían de todo peligro, si no amáramos más que lo que se nos manda amar.

Dos son en efecto los tipos de amor que condicionan todo el universo volitivo, tan diversificados como lo son los núcleos de que proceden. Pues es un hecho de experiencia que el animal racional, que no puede vivir sin amar, o ama a Dios o ama al mundo. En el amor a Dios no caben excesos; en el amor al mundo, en cambio, todo es nocivo. En consecuencia, hemos de adherirnos inseparablemente a los bienes eternos y utilizar eventualmente los temporales, de modo que al peregrinar por la tierra con los ojos puestos en la patria, todo cuanto de próspero pudiera salirle al paso, lo considere como viático para el camino y no como invitación a instalarse. A esto nos exhorta el Apóstol cuando dice: El momento es apremiante. Queda como solución que los que tienen mujer vivan como si no la tuvieran; los que lloran, como si no lloraran; los que están alegres, como si no lo estuvieran; los que compran, como si no poseyeran; los que negocian en el mundo, como si no disfrutaran de él: porque la representación de este mundo se termina.

Pero quien se mece en la abundancia, en la belleza y variedad de las cosas, difícilmente logrará superar su atractivo a no ser que en la belleza de las cosas visibles ame más al Creador que a la criatura. Cuando él nos dice: Amarás al Señor tu Dios con todo el corazón, con toda el alma, con todas las fuerzas, quiere que por nada del mundo aflojemos los lazos de amor que nos unen a él. Y cuando a este mandamiento une estrechamente el amor al prójimo, nos ordena que imitemos su propia bondad, amando lo que él ama y haciendo lo que él hace.

Y aunque seamos campo de Dios y edificio de Dios; y si bien el que planta no significa nada ni el que riega tampoco, sino el que hace crecer, o sea, Dios, no obstante en todas las cosas exige la colaboración de nuestro ministerio y nos quiere dispensadores de sus bienes, a fin de que quien lleva la imagen de Dios, haga la voluntad de Dios. Por eso, en la oración dominical decimos con la máxima dedicación: Venga a nosotros tu reino, hágase tu voluntad así en la tierra como en el cielo. ¿Qué es lo que pedimos con estas palabras, sino que Dios se someta al que todavía no le está sometido, y haga en la tierra a los hombres ejecutores de su voluntad, como los ángeles lo son en el cielo? Pidiendo esto, estamos amando a Dios, amamos también al prójimo, no con dos tipos de amor, sino con una misma dilección que nos hace desear que el siervo sirva y que el Señor impere.

 

RESPONSORIO                    Rom 8, 23; 1 Cor 29, 15
 
R./ Nosotros que poseemos las primicias del Espíritu * gemimos en nuestro interior, aguardando la adopción filial, la redención de nuestro cuerpo.
V./ Nosotros somos extranjeros delante de ti y peregrinos como todos nuestros padres.
R./ Gemimos en nuestro interior, aguardando la adopción filial, la redención de nuestro cuerpo.


 
ORACIÓN
 
Oh Dios, has prometido permanecer con los rectos y sinceros de corazón; concédenos vivir de tal manera que merezcamos tenerte siempre con nosotros. Por nuestro Señor Jesucristo tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo por los siglos de los siglos. Amén.
 



MIÉRCOLES


PRIMERA LECTURA

De la primera carta a los Corintios 8, 1-13

Sobre las carnes sacrificadas a los ídolos

Hermanos: Acerca de la carne de los sacrificios: «todos tenemos conocimiento», ya lo sabemos. (El conocimiento engríe, lo constructivo es el amor mutuo). Figurarse que uno tiene conocimiento, es no haber empezado a conocer como es debido. A uno que ama es a quien Dios reconoce.

Vengamos a eso de comer de lo sacrificado. Sabemos que en el mundo real un ídolo no es nada y que Dios no hay más que uno; pues aunque hay los llamados dioses en el cielo y en la tierra —y son numerosos los dioses y numerosos los señores—, para nosotros no hay más que un Dios, el Padre, de quien procede el universo y a quien estamos destinados nosotros, y un solo Señor, Jesucristo, por quien existe el universo y por quien nosotros vamos al Padre. Sin embargo, no todos tienen ese conocimiento: algunos, acostumbrados a la idolatría hasta hace poco, comen pensando que la carne está consagrada al ídolo, y como su conciencia esta insegura, se mancha.

No será la comida lo que nos recomiende ante Dios: ni por privarnos de algo somos menos ni por comerlo somos más; pero cuidado con que esa libertad vuestra no se convierta en obstáculo para los inseguros. Porque si uno te ve a ti, «que tienes conocimiento», sentado a la mesa de un templo, ¿no se envalentonará su conciencia, insegura y todo, y comerá carne del sacrificio? Así tu conocimiento llevará al desastre al inseguro, a un hermano por quien Cristo murió.

Al pecar de esa manera contra los hermanos, turbando su conciencia insegura, pecáis contra Cristo. Por eso, si por cuestión de alimento peligra un hermano mío, nunca volveré a comer carne, para no ponerlo en peligro.

 

RESPONSORIO                    1 Cor 8, 5.6.4
 
R./ Aun cuando a muchos se les da el nombre de dioses en el cielo y en la tierra, para nosotros no hay más que un solo Dios, el Padre, * y un solo Señor, Jesucristo, por quien son todas las cosas y por quien somos nosotros también.
V./ Sabemos que en la creación no hay dioses falsos, y que no hay ningún Dios sino el único.
R./ Y un solo Señor, Jesucristo, por quien son todas las cosas y por quien somos nosotros también.
 


SEGUNDA LECTURA

Nicolás Cabasilas, De la vida en Cristo (6: PG 150, 678-679)

Jesús mismo es el premio y la corona de los combatientes

Los que están poseídos por el amor de Dios y de la virtud, deben estar prontos a soportar incluso las persecuciones y, si la ocasión se presenta, no han de rehusar exilarse y hasta aceptar alegremente las mayores afrentas, en la certeza de los grandes y preciosísimos premios que les están reservados en el cielo.

El amor de los combatientes hacia el caudillo y remunerador de la lucha, produce este efecto: infunde en ellos una convicción de fe en los premios que todavía no están a la vista y les comunica una sólida esperanza en los premios futuros. De esta forma, pensando y meditando continuamente en la vida de Cristo, les inspira sentimientos de moderación y les mueve a compasión de la fragilidad de la que son conscientes; les hace además delicados, justos, humanos y modestos, instrumentos de paz y de concordia, y, de tal suerte ligados a Cristo y a la virtud, que por ellos no sólo están prontos a padecer, sino que soportan serenamente los insultos y se alegran en las persecuciones. En una palabra, de estas meditaciones podemos sacar aquellos bienes inconmensurables que son el ingrediente de la felicidad. Y así, en aquel que es el sumo bien, podemos conservar la inteligencia, tutelar la habitual buena compostura, hacer mejor el alma, custodiar las riquezas recibidas en los sacramentos y mantener limpia e intacta la túnica real.

Pues bien: así como es propio de la naturaleza humana estar dotada de una inteligencia y actuar de acuerdo con la razón, así debemos reconocer que para poder contemplar las cosas de Cristo nos es necesaria la meditación. Sobre todo cuando sabemos que el arquetipo en el que los hombres han de inspirarse, tanto si se trata de hacer algo en sí mismos, como si se trata de marcar la dirección a los demás, es únicamente Cristo. El es el primero, el intermedio y el último que mostró a los hombres la justicia, tanto la justicia en relación con uno mismo, como la que regula el trato y la convivencia social. Por último, él mismo es el premio y la corona que se otorgará a los combatientes.

Por tanto, debemos tenerle siempre presente, repensando cuidadosamente todo cuanto a él se refiere y, en la medida de lo posible, tratar de comprenderlo, para saber cómo hemos de trabajar. La calidad de la lucha condiciona el premio de los atletas: fijos los ojos en el premio, arrostran los peligros, mostrándose tanto más esforzados, cuanto más bello es el premio. Y al margen de todo esto, ¿hay alguien que desconozca la razón que le indujo a Cristo a comprarnos al precio de sola su sangre? Pues esta es la razón: no hay nadie más a quien nosotros debemos servir ni por quien debemos emplearnos a fondo con todo lo que somos: cuerpo, alma, amor, memoria y toda la actividad mental. Por eso dice Pablo: No os poseéis en propiedad, porque os han comprado pagando un precio por vosotros.

 

RESPONSORIO                    Hch 13, 48-49
 
R./ Los paganos se alegraban al escuchar la palabra de Dios * y abrasaban la fe todos los que estaban destinados para la vida eterna.
V./ La palabra de Dios se difundía.
R./ Y abrazaban la fe todos los que estaban destinados para la vida eterna.


 
ORACIÓN
 
Oh Dios, has prometido permanecer con los rectos y sinceros de corazón; concédenos vivir de tal manera que merezcamos tenerte siempre con nosotros. Por nuestro Señor Jesucristo tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo por los siglos de los siglos. Amén.
 



JUEVES


PRIMERA LECTURA

De la primera carta a los Corintios 9, 1-18

Libertad y caridad de Pablo

Hermanos: ¿No soy libre?, ¿no soy apóstol?, ¿es que no he visto a Jesús, Señor nuestro?, ¿no es obra mía el que vosotros seáis cristianos? Si para otros no soy apóstol, al menos para vosotros lo soy, pues el sello de mi apostolado es que vosotros sois cristianos. Esta es mi defensa contra los que me discuten.

¿Acaso no tenemos derecho a comer y beber?, ¿acaso no tenemos derecho a viajar en compañía de una mujer cristiana como los demás apóstoles, incluyendo a los parientes del Señor y a Pedro?, o ¿somos Bernabé y yo los únicos que no tenemos derecho a dejar otros trabajos? ¿Cuándo se ha visto que un militar corra cón sus gastos?, ¿quién planta una viña y no come de su fruto?, ¿qué pastor no se alimenta de la leche del rebaño?

¿Que son humanas las razones que alego?, ¿o es que la ley, por su parte, no dice también eso? Porque en la ley de Moisés está escrito: «No pondrás bozal al buey que trilla». ¿Le importan a Dios los bueyes, o lo dice precisamente por nosotros? Sí, se escribió por nosotros, porque el que ara tiene que arar con esperanza, y el que trilla, con esperanza de obtener su parte. Si nosotros hemos sembrado para vosotros lo espiritual, ¿será mucho que cosechemos nosotros de vuestros bienes materiales? Si otros comparten los bienes de que disponéis, nosotros con mayor razón. Sin embargo, no hicimos uso de ese derecho; al contrario, sobrellevamos lo que sea para no crear obstáculo alguno a la buena noticia de Cristo.

Bien sabéis que a los que celebran el culto el templo los sustenta y que los que atienden al altar tienen su parte en las ofrendas del altar. Pues también el Señor dio instrucciones a los que anuncian el evangelio, diciéndoles que vivieran de su predicación.

Yo, sin embargo, nunca he hecho uso de nada de eso ni tampoco escribo estas líneas con intención de reclamarlo, más me valdría morirme que... Nadie me privará de este motivo de orgullo. Porque el hecho de predicar no es para mí motivo de orgullo; no tengo más remedio. ¡Ay de mí si no anuncio el evangelio! Si yo lo hiciera por mi propio gusto, eso mismo sería mi paga. Pero si lo hago a pesar mío es que me han encargado este oficio. Entonces, ¿cuál es mi paga? Precisamente dar a conocer el evangelio, anunciándolo de balde, sin usar el derecho que me da la predicación de esta buena noticia.

 

RESPONSORIO                    1 Cor 9, 16.2
 
R./ El hecho de predicar no es para mí motivo de orgullo. No tengo más remedio y, * ¡ay de mí si no anuncio el Evangelio!
V./ Si para otros no soy apóstol, para vosotros sí lo soy; pues el sello de mi apostolado sois vosotros en el Señor.
R./ ¡Ay de mí si no anuncio el Evangelio!
 


SEGUNDA LECTURA

San Cirilo de Alejandría, Comentario sobre el libro del profeta Isaías (Lib 4, or 2: PG 70, 938-939)

Los apóstoles predican al mundo la alegría

Exulta, cielo, porque el Señor consuela a su pueblo Israel. Tocad la trompeta, fundamentos de la tierra. Mientras exultan los cielos por haber el Señor consolado a Israel, no sólo al Israel carnal, sino al llamado Israel espiritual, tocaron la trompeta los fundamentos de la tierra, es decir, los ministros de los evangélicos vaticinios, cuyo clarísimo sonido resonó por todas partes expandiéndose cual sonidos de otras tantas trompetas sagradas, anunciando por doquier la gloria del Salvador, convocando al conocimiento de Cristo tanto a los que proceden de la circuncisión, como a los que en algún tiempo pusieron el culto a la criatura sobre el culto al Creador.

¿Y por qué los llama fundamentos de la tierra? Porque Cristo es la base y el fundamento de todo, que todo lo aglutina y lo sostiene para que esté bien firme. En él efectivamente todos somos edificados como edificio espiritual, erigidos por el Espíritu Santo en templo santo, en morada suya; pues, por la fe, habita en nuestros corazones.

También pueden ser considerados como fundamentos más próximos y cercanos los apóstoles y evangelistas, testigos oculares y ministros de la palabra, con la misión de confirmar la fe. Pues en el momento mismo en que hayamos reconocido la insoslayable necesidad de seguir sus tradiciones, conservaremos una fe recta, sin alteración ni desviación posible. El mismo Cristo —cuando sabia e inculpablemente confesó su fe en él, diciendo: Tú eres el Mesías, el Hijo de Dios vivo —dijo a san Pedro—: Tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia. Yo creo que al llamarle «piedra», insinúa la inconmovible fe del discípulo.

También dice por boca del salmista: El la ha cimentado sobre el monte santo. Con razón son comparados a los montes santos los apóstoles y evangelistas, cuyo conocimiento tiene la firmeza de un fundamento para la posteridad, sin peligro para quienes se mantienen en su red, de desviarse de la verdadera fe. Admirables y conspicuos fueron los apóstoles, ilustres por sus obras y palabras.

Ahora bien: los admiradores de los vaticinios evangélicos y ministros de los carismas de Cristo, predican al mundo la alegría. En efecto, donde se da la remisión de los pecados, la justificación por la fe, la participación del Espíritu Santo, el esplendor de la adopción, el reino de los cielos y no la vana esperanza de unos bienes que el hombre es incapaz de imaginar, allí se da la alegría y el gozo perennes.

 

RESPONSORIO                    Hch 13, 48.49
 
R./ Cuando los gentiles oyeron esto, se alegraron y alababan la palabra del Señor; y * creyeron los que estaban destinados a la vida eterna.
V./ La palabra del Señor se iba difundiendo por toda la región.
R./ Creyeron los que estaban destinados a la vida eterna.


 
ORACIÓN
 
Oh Dios, has prometido permanecer con los rectos y sinceros de corazón; concédenos vivir de tal manera que merezcamos tenerte siempre con nosotros. Por nuestro Señor Jesucristo tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo por los siglos de los siglos. Amén.
 



VIERNES

PRIMERA LECTURA

De la primera carta a los Corintios 9, 19-27

El buen ejemplo de Pablo

Hermanos: Siendo libre como soy, me he hecho esclavo de todos para ganar a todos. Con los judíos me porté como judío para ganar a los judíos; con los sujetos a la ley me sujeté a la ley, aunque personalmente no esté sujeto, para ganar a los sujetos a la ley. Con los que no tienen ley me porté como libre de la ley, para ganar a los que no tienen ley —no es que yo esté sin ley de Dios, no; mi ley es Cristo—; me he hecho débil con los débiles, para ganar a los débiles; me he hecho todo a todos, para ganar, sea como sea, a algunos. Y hago todo esto por el evangelio, para participar yo también de sus bienes.

Ya sabéis que en el estadio todos los corredores cubren la carrera, aunque uno solo se lleva el premio. Corred así: para ganar. Pero un atleta se impone toda clase de privaciones; ellos para ganar una corona que se marchita; nosotros, en cambio, una que no se marchita. Por eso corro yo, pero no al azar; boxeo, pero no contra el aire; mis golpes van a mi cuerpo y lo tengo a mi servicio, no sea que, después de predicar a los otros, me descalifiquen a mí.

 

RESPONSORIO                    1 Cor 9, 19.22; cf. Sir 24, 32
 
R./ Siendo libre en todo, me he hecho esclavo de todos para ganar el mayor número posible. * Me he hecho todo para todos, para salvarlos a todos.
V./ Mirad que no he trabajado para mí solo, sino para todos los que buscan la verdad.
R./ Me he hecho todo para todos, para salvarlos a todos.
 


SEGUNDA LECTURA

Balduino de Cantorbery, Tratado 12 para los sacerdotes (PL 204, 533-536)

Sed siervos de los siervos

Vosotros, eximios pastores de almas, entre las diversas tareas a que tenéis que prestar atención, atended sobre todo a esto: lo difícil que es regir almas y ponerse al servicio de la índole de cada cual, adaptándose a todos de modo que en nada os diferenciéis de los siervos, siendo señores de todos. Por lo cual, el mayor entre vosotros, para hacerse como el más joven, no se debe avergonzar de llamarse siervo de los siervos de Dios.

Queriendo mostrarnos el Apóstol cuál es la norma de este servicio, dice: Siendo libre como soy, me he hecho esclavo de todos; me he hecho todo a todos, para ganar a todos. El siguiente texto está ordenado asimismo a demostrar lo razonable de este servicio: Hazte pequeño en las grandezas humanas. Cualquier dignidad es indigna de tal nombre si desdeña las cosas humildes. La humildad es a la vez causa y guardián del honor.

Vean, pues, los que ocupan un puesto de honor, de mostrarse humildes en todo a ejemplo de Cristo. El, como maestro de humildad, siendo el que gobierna, se hizo como el que sirve; siendo el primero se portó como el menor arrodillándose a los pies de sus discípulos. Con este ejemplo de humildad, cual potente dispositivo, Cristo os urge a las cosas humildes, hasta haceros siervos de los mismos esclavos. Tened entre vosotros los sentimientos propios de una vida en Cristo Jesús. Él, a pesar de su condición divina, se despojó de su rango y tomó la condición de esclavo.

También vosotros, aunque seáis dioses, despojaos de vuestro rango y tomad la condición de esclavo, siendo de momento hombres entre los hombres, débiles entre los débiles, cargando con las necesidades y enfermedades de todos, como aquel que dijo: ¿Quién enferma sin que yo enferme? ¿Quién cae sin que a mí me dé fiebre? Es necesario que trabajéis más que los demás, ya que trabajáis por todos.

Si amáis a Cristo, amad también la justicia. Dios ha hecho a Cristo para nosotros sabiduría y justicia, cuando al que no había pecado, Dios lo hizo expiar nuestros pecados, para que nosotros, unidos a él, recibamos la salvación de Dios. Cristo se hizo víctima del pecado y, como buen pastor, ha dado la vida por sus ovejas, dejándoos un ejemplo para que sigáis sus huellas. Con su sangre Cristo se adquirió la Iglesia y, para poner de manifiesto el exceso de amor con que la amó, derramó por ella su sangre y así dio curso a su caridad. Adquirida a tal precio, tan querida, tan amada, os la confió a vosotros, os la encomendó, fiándose de vosotros para que, por vuestro medio, también su marido se fíe de ella.

Así pues, en la medida en que amáis a Cristo y Cristo puede confiar en vosotros, custodiad a su esposa con fidelidad, mostrándoos celosos de ella, no por vosotros, sino por él; para que la presentéis como una virgen fiel a su esposo, nuestro Señor Jesucristo, que está por encima de todo: Dios bendito por los siglos. Amén.

 

RESPONSORIO                    Sir 32, 12; Mc 9, 35
 
R./ Si te han puesto de jefe no te exaltes: * Compórtate con los demás como uno de ellos: piensa en ellos.
V./ Si uno quiere ser el primero, sea el último de todos y el siervo de todos.
R./ Compórtate con los demás como uno de ellos: piensa en ellos.


 
ORACIÓN
 
Oh Dios, has prometido permanecer con los rectos y sinceros de corazón; concédenos vivir de tal manera que merezcamos tenerte siempre con nosotros. Por nuestro Señor Jesucristo tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo por los siglos de los siglos. Amén.
 



SÁBADO


PRIMERA LECTURA

De la primera carta a los Corintios 10, 1-13

La historia de Israel como ejemplo para nosotros

No quiero que ignoréis, hermanos, que nuestros padres - estuvieron todos bajo la nube y todos atravesaron el mar y todos fueron bautizados en Moisés por la nube y el mar; y todos comieron el mismo alimento espiritual, y todos bebieron la misma bebida espiritual, pues bebían de la roca espiritual que los seguía; y la roca era Cristo. Pero la mayoría de ellos no agradaron a Dios, pues sus cuerpos quedaron tendidos en el desierto.

Estas cosas sucedieron en figura para nosotros, para que no codiciemos el mal como lo hicieron nuestros padres. No seáis tampoco idólatras, como algunos de ellos, según dice la Escritura «El pueblo se sentó a comer y beber y luego se levantó a danzar». Tampoco seamos libertinos, como lo fueron algunos de ellos, y en un solo día cayeron veintitrés mil. Tampoco provoquemos al Señor, como lo provocaron algunos de ellos y perecieron víctimas de las serpientes. Tampoco protestéis como protestaron algunos de ellos, y perecieron a manos del exterminador.

Todo esto sucedía como un ejemplo: y fue escrito para escarmiento nuestro, a quienes nos ha tocado vivir en la última de las edades. Por lo tanto, el que se cree seguro, ¡cuidado! no caiga.

Ninguna prueba os ha caído encima que salga de lo ordinario: fiel es Dios, y no permitirá él que la prueba supere vuestras fuerzas. No, para que sea posible resistir, con la prueba dará también la salida.

 

RESPONSORIO                    1 Cor 10, 1.2.11.3.4
 
R./ Nuestros padres estuvieron todos bajo la nube, y todos atravesaron el mar; todos fueron bautizados en Moisés por la nube y el mar; * todas estas cosas les acontecían en figura.
V./ Todos comieron el mismo manjar espiritual, y todos bebieron de la misma espiritual bebida.
R./ Todas estas cosas les acontecían en figura.
 


SEGUNDA LECTURA

San Agustín de Hipona, Tratado 45 sobre el evangelio de san Juan (9: CCL 36, 392-393)

Han variado los tiempos, no la fe

Antes de la venida de nuestro Señor Jesucristo, que vino en la humildad de la carne, hubo justos que creyeron en el que había de venir, lo mismo que nosotros creemos en el que ya vino. Han variado los tiempos, no la fe. Y aunque las mismas palabras varían con las varias inflexiones de la conjugación —no es lo mismo decir «vendré» que «vino»—, sin embargo, una misma fe une tanto a los que creyeron en él futuro, como los que creen en él presente. Aunque en épocas diversas, vemos que todos entraron por la misma puerta de la fe, que es Cristo.

Nosotros creemos que nuestro Señor Jesucristo nació de la Virgen, se encarnó, padeció, resucitó y subió al cielo: todo esto lo consideramos como algo ya cumplido, como lo indican los verbos conjugados en pretérito. En idéntica comunión de fe están nuestros padres que creyeron que el Mesías había de nacer de la Virgen, tenía que padecer, resucitar y subir a los cielos. A ellos alude el Apóstol cuando dice: Teniendo el mismo espíritu de fe, según lo que está escrito: «Creí, por eso hablé», también nosotros creemos y por eso hablamos. El profeta había dicho: Creí, por eso hablé; y el Apóstol replica: También nosotros creemos y por eso hablamos. Y para que sepas que una misma es la fe, óyele decir: Teniendo el mismo espíritu de fe, también nosotros creemos. Y en otro lugar: No quiero que ignoréis, hermanos, que nuestros padres estuvieron todos bajo la nube y todos atravesaron el mar y todos fueron bautizados en Moisés por la nube y el mar; y todos comieron el mismo alimento espiritual y todos bebieron la misma bebida espiritual. El Mar Rojo es figura del bautismo; Moisés que conduce a Israel a través del Mar Rojo, es figura de Cristo; el pueblo que pasa significa a los fieles; la muerte de los egipcios significa la abolición de los pecados. La misma fe se expresa en signos diversos: en signos diversos lo mismo que en palabras diversas, que cambian de sonido según el tiempo gramatical. Pues bien: signos y palabras son la misma realidad. Son palabras porque son significativas: quítale a la palabra su significado y queda convertida en un puro sonido no significativo. Pues el significado lo es todo.

¿Es que no creían lo mismo quienes suministraban estos signos, quienes profetizaron lo mismo que nosotros creemos? Cierto que lo creían: ellos lo creían como futuro, nosotros, como ya realizado. Por eso dice así: Bebieron la misma bebida espiritual. Espiritualmente la misma, corporalmente diversa. Porque ¿qué bebían ellos? Bebían de la roca espiritual que los seguía; y la roca era Cristo. Ahí tenéis: los signos han variado, invariada la fe. Allí la roca era Cristo, para nosotros Cristo es lo que se inmola sobre el altar de Dios. Ellos, como beneficiarios de un gran sacramento del mismo Cristo, bebieron el agua que brotaba de la roca; lo que nosotros bebemos es bien conocido de los fieles. Si te fijas en la apariencia visible, son cosas distintas; si consideras el significado inteligible, bebieron la misma bebida espiritual. Por tanto, cuantos en aquel tiempo dieron fe a Abrahán, a Isaac, a Jacob, a Moisés y a los demás patriarcas, así como a los profetas que anunciaban a Cristo, eran ovejas y escuchaban la voz de Cristo; no escucharon la voz de extraños, sino la del mismo Cristo.

 

RESPONSORIO                    Hch 4, 12; 1 Cor 3, 11
 
R./ En nadie más hay salvación: * no existe otro nombre dado a los hombres bajo el cielo, en el cual haya sido establecido que podamos ser salvados.
V./ Nadie puede poner otro fundamento del que ya han puesto, que es Jesucristo.
R./ No existe otro nombre dado a los hombres bajo el cielo, en el cual haya sido establecido que podamos ser salvados.


 
ORACIÓN
 
Oh Dios, has prometido permanecer con los rectos y sinceros de corazón; concédenos vivir de tal manera que merezcamos tenerte siempre con nosotros. Por nuestro Señor Jesucristo tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo por los siglos de los siglos. Amén.