ITINERARIOS DE FE PARA LA FORMACIÓN ESPIRITUAL DEL
«MINISTRO DE LA PALABRA» 

SER CATEQUISTA HOY 1 
por GAETANO GATTI


INTRODUCCION


HACERSE CATEQUISTA DIA A DIA


¡«Ser catequistas» no es cosa fácil! Es mucho más sencillo «dar 
catecismo»... a unas horas establecidas... con un texto que explicar 
en las manos... con un programa a desarrollar... Se incurre en este 
peligro cuando se convierte uno en catequista con demasiada 
precipitación, en una situación pastoral que muchas veces 
demanda con urgencia una contribución inmediata a la educación 
de los muchachos en la fe. Antes que nada es importante «ser 
catequistas» lo demás viene por si solo.
Tú mismo tal vez, después de haber adquirido el método y 
asimilado mejor el mensaje cristiano, adviertes en este punto 
precisamente la necesidad de definir y cualificar tu identidad. 
Deseas «convertirte en catequista», es decir, rehacer un camino 
que personalmente te compromete a lo largo y ancho de itinerarios 
de fe que te sitúan junto a los muchachos para crecer con ellos en 
la vida de comunión con el Señor, en la escucha de la Palabra de 
Dios, en la oración y en la participación asidua en los sacramentos. 


El catequista, por lo mismo, no debe olvidarse nunca de que la eficacia 
de su magisterio, más que a aquello que dice, sera proporcional a aquello 
que es, al calor que dimane de los ideales por él vividos y que irradie de 
todo su comportamiento. Su preocupación primordial será, pues, la de 
adecuar su propia vida espiritual a aquello que él enseña, cultivando la 
oración, la meditación de la palabra de Dios, la fidelidad en el propio 
cumplimiento del deber, la caridad para con los hermanos indigentes, la 
esperanza de los bienes eternos (Card. Giovanni Colombo). 

En este camino es donde me acerco a ti para estar juntos 
delante del Señor, de la Iglesia, ante nosotros mismos, en el 
silencio y en la meditación, antes de anunciar la Palabra de Dios.
Solamente de esta manera es posible llegar a descubrir la 
propia identidad de catequistas, que es un don antes que un 
compromiso, una.vocación antes que una opción personal, una 
respuesta de fe antes que un simple servicio de promoción 
humana.
Puedes, sobre todo, releer en profundidad tu tarea catequistica, 
captarla en sus aspectos esenciales y especificos; adquirir un 
nuevo modo de relacionarte con los muchachos y formarte una 
imagen de ellos a la luz de Dios.
De hecho, el catequista acierta a dar con las respuestas de fe 
tan sólo cuando él en persona se pone con frecuencia a la 
escucha de la Palabra, la medita con sincera humildad y vive con 
entusiasmo su ministerio, redescubriéndolo de continuo de una 
manera nueva y gozosa. 
Este es el propósito que tiene que guiarte a lo largo de los tres 
itinerarios propuestos: bíblico, teológico y eclesial, para una 
relectura espiritual de tu servicio catequético.
Te recomiendo evitar la tentación de la prisa. Detente más de 
una vez, ya que no se trata de lecciones, sino de sugerencias para 
la meditación personal o de grupo.
Por ello, no busques aquí normas o métodos, sino tan sólo tu 
identidad de catequista a la luz de la palabra de Dios en la Iglesia 
actual. Advertirás que el lenguaje empleado, en los momentos de 
mayor intensidad, te interpela de una manera directa, a fin de que 
no te evadas de la provocación que te supone. 
Podrás vivir esta experiencia solo o en grupo, durante un curso 
de formación espiritual o en retiros para catequistas.
Eso si, es necesario que recuperes la conciencia de la 
importancia básica de la vida de comunión con Dios, a fin de 
cumplir con fidelidad tu servicio de la Palabra, que es un ministerio 
de gracia y exige competencia y santidad.
Te deseo que el Espiritu del Señor te acompañe en las 
reflexiones que puedan sugerirte estas páginas, a fin de llegar a 
hacerte cada día más y más «catequista». 

GAETANO GATTI 


ABREVIATURAS 
Aquí tienes una lista de documentos que un catequista debe 
conacer y meditar si es que ha de ser fiel a su ministerio. Como 
son usados con frecuencia, los citaremos con las abreviaturas 
indicadas a continuación. Te son ofrecidos por la Iglesia para que 
te conviertas en un auténtico «portavoz» de ella. Es necesario 
remitirse a ellos si se quieren profundkar las reflexiones sugeridas 
en este libro. 

DOCUMENTOS DEL CONCILIO VATICANO II 
AA=Apostolicam actuositatem, decreto sobre el apostolado de 
los seglares.
AG=Ad gentes, decreto sobre la actividad misionera de la 
Iglesia.
GS=Gaudium et spes, constitución pastoral sobre la Iglesia en el 
mundo actual.
LG=Lumen gentium, constitución dogmática sobre la Iglesia.
PO=Presbyterorum ordinis, decreto sobre el ministerio y la vida 
sacerdotal.

DOCUMENTOS DE LA SANTA SEDE QUE INTERESAN A LOS 
CATEQUISTAS 
DCG=Directorio catequético general, de la congregación para el 
clero (1971). 
EN=Evangelii nuntiandi, exhortación apostólica de Pablo VI sobre 
la evangelización en el mundo contemporáneo (1975).
GD=Gaudete in Domino, exhortación apostólica de Pablo VI 
(1975).
MSPD=Mensaje del sínodo al pueblo de Dios (1977). 

DOCUMENTOS DE LA IGLESIA ITALIANA 
EM=Evangelizzazione e ministeri, documento pastoral del 
episcopado italiano (1977).
ESM=Evangelizzazione e sacramento del matrimonio, documento 
pastoral del episcopado italiano (1975).
CdB=Catechismo dei bambini (1973).
CdF= Catechismo dei fanciulli: «Io sono con voi»s (1974); 2. 
«Venite con me» (1975); 3. «Sarete miei testimoni» (1976).
ICF=Iniziazione cristiana dei fanciulli, subsidio de pastoral 
catequética, a cargo de UCN (1977).
PSM=Preparazione al sacerdocio ministeriale, orientaciones y 
normas de la Cei para la preparación al sacerdocio ministerial 
(1972).
RdC=Rinnovamento della catechesi: aparece el último en la lista, 
pero será el mas citado en este libro, porque se trata del 
«documento basico» que el episcopado ha dado a la Iglesia 
italiana (1970) para que en él se inspire toda pastoral catequetica 
de nuestras comunidades.

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ITINERARIO BIBLICO 

LOS CATEQUISTAS: 
SERVIDORES DE LA PALABRA

EL MINISTERIO 
CATEQUETICO 
Está en uso hoy en día un nuevo lenguaje para definir la obra 
del catequista. Se dice de él que desempeña un «ministerio de 
hecho» (EM 67) en la comunidad cristiana, dado que es un 
servidor de la Palabra. «Ministerio catequético»: ¿un término 
diverso para expresar las ideas acostumbradas? 
Vistas las cosas de una manera superficial, podría parece así, 
dado que en la catequesis, al menos exteriormente, no ha 
cambiado nada: un grupo de muchachos... un manual... unos 
medios y tú mismo.. 
La novedad tiene que ser descubierta toda ella dentro de las 
relaciones que el catequista es invitado a asumir en la 
confrontación con la Palabra de Dios que anuncia; dentro de la 
comunidad cristiana en la que actúa; dentro del misterio de Cristo 
que hace presente con su servicio; del Espiritu Santo que le ha 
llamado a desempeñar esta misión en medio de los muchachos. 
De este entramado de relaciones es de donde arranca el primer 
itinerario de fe de carácter bíblico que te lleva a redescubrir de un 
modo nuevo, comprometedor, pero fascinante, tu tarea de 
catequista como un «ministerio» dimanante de una vocación que 
hay que vivir dentro de la corresponsabilidad eclesial, con 
«sencillez de vida, espiritu de oración, caridad para con todos y 
especialmente para con los pequeños y los pobres, obediencia y 
humildad, desprendimiento de nosotros mismos y espíritu de 
renuncia. Sin esta contraseña de santidad, nuestra palabra 
dificilmente se abrirá camino en el corazón del hombre 
contemporáneo, sino que corre el peligro de resultar vana e 
infecunda», (EN 76). 

UN MODO «NUEVO» 
DE SER CATEQUISTA 
Hay el peligro, en la tarea catequética, de materializar las 
relaciones en términos de cosas que poner en práctica, de 
técnicas que aplicar, de contenidos que proponer, de plazos que 
respetar, sin implicar suficientemente en el empeño las actitudes 
interiores del catequista. 
De no percatarte de esto, tu servicio se verá privado de una 
eficacia significativa, que nace del convencimiento de estar 
ejercitando un ministerio orientado al crecimiento en la fe de los 
muchachos, a fin de que éstos lleguen a alcanzar la estatura de 
Cristo, establecida por el Espíritu Santo, que «es el agente 
principal de la evangelización; él es quien impulsa a anunciar el 
evangelio y quien, en la intimidad de las conciencias, hace acoger 
y comprender la palabra de la salvación» (EN 75). 
De aquí es de donde dimanan los criterios de actuación, los 
motivos, el fin, el método y la misma pedagogía que caracterizan la 
originalidad del servicio catequético en la Iglesia. 
­ Recuperas ante todo la identidad de servidor de la Palabra 
(Hech 1,2) en el Espiritu, en virtud de una vocación que te es 
concedida como un don por el bautismo y la confirmación y que tu 
condición actual de casado, célibe, religioso. . perfecciona 
ulteriormente con la gracia.
­ Descubres el sentido de la corresponsabilidad que te pone al 
servicio de la Iglesia, no en solitario, sino juntamente con otros, 
dependiente y necesitado del testimonio de toda la comunidad (cf. 
EN 60). 
­Te sientes anunciador de Cristo salvador, introduciendo a los 
muchachos de hoy en día en la participación de un misterio de 
muerte y resurrección, de sacrificio y de alegría, que encuentra su 
más alta expresión en las celebraciones litúrgicas. 

Es una relectura nueva del acto de la catequesis, en la que las 
relaciones de fe animan los contactos pedagógicos, la pertenencia 
eclesial dirige la dinámica de los encuentros y el horizonte de la 
historia de la salvación se convierte en la referencia obligada de tu 
servicio de la Palabra. 
Podrá parecerte que te alejas de los problemas, de los 
interrogantes, de las dificultades, de las incertidumbres vinculadas 
al «dar catecismo». Créeme, es menester conquistar esta 
perspectiva que te acerca en la fe a la Palabra de Dios, a tu grupo 
y... a ti mismo delante del Señor. 
Efectivamente, mientras trazas para tus muchachos un itinerario 
de crecimiento en el amor de Cristo, no puedes separarte del 
camino que ellos recorren, sino que debes avanzar a una con ellos 
en el redescubrimiento de la originalidad cristiana, es decir, en 
hacerse en el mundo de hoy signos vivientes del «santo servidor 
Jesús» (Hech 4,27) con miras a la construcción de una Iglesia 
ministerial. 
Se requiere por consiguiente, de parte del catequista, «una 
solida y permanente formación espiritual» (ICF 87), ya que 
«solamente quien está en una profunda comunión con el Espíritu 
Santo puede convertirse en anunciador del mensaje que vive» 
(ibid). 
 


I

SER CATEQUISTA ES UNA VOCACION 


CATI/VOCACION MIRIO-CATEQUISTICO: 
«No me escogisteis vosotros a Mi, sino que Yo os escogí a 
vosotros» (Jn 15,16) 
¿Por qué te has hecho catequista? Es posible que no sepas dar 
una respuesta inmediata a esta pregunta. Si reflexionas y tratas de 
reconstruir el entramado de las circunstancias, a veces fortuitas, de 
las situaciones imprevistas, o de los encuentros ocasionales de los 
que ha brotado tu opción de poner manos a la obra catequética, te 
quedas desconcertado. 
¿Ha sido una invitación... una toma de conciencia de tu 
condición de creyente a fondo... una propuesta... un testimonio... 
un deseo de comprometerte con la comunidad cristiana?... 
No lo sé; tal vez ni siquiera tú mismo lo sepas. Todo esto, visto 
de un modo superficial, puede parecer que haya sucedido así, casi 
como por casualidad... Pero en realidad nada, a los ojos de Dios, 
ocurre por casualidad. Sobre todo cuando él escoge a sus 
colaboradores inmediatos, como lo es todo catequista. ¡Seria una 
decisión irresponsable! 
Jesús pasa una noche en oración antes de llamar a sus 
discípulos: «Subió al monte a hacer oración», (Lc 6,13). En otra 
ocasión les afirma: «No me escogisteis vosotros a mi, sino que yo 
os escogí a vosotros» (Jn 15,16). 
Ha sido el Señor quien ha entretejido la sabia trama de 
circunstancias en la que, en momentos diversos, te hacia saber su 
llamamiento. 
Tú no te percatabas, pero él es siempre el primero en actuar; 
nos precede, nos sorprende con sus gratuitas iniciativas que, 
juntas todas en uno, constituyen nuestra vocación. 
Has acogido su propuesta: ¡ya eres catequista! 
Pero que no sea la tuya una acogida resignada a una invitación 
que te llega acaso de un sacerdote, al que no pudiste decir que 
«no» porque su demanda tenía el tono de la súplica y el acento de 
la urgencia. Es necesario redescubrir el sentido de un gesto que 
tal vez te haya pasado inadvertido en su importancia y en su 
profundidad. 
¿No te has preguntado nunca por qué no ha llamado a otros? 
Con un asombro unido al sentido de la sorpresa, de la gratitud, de 
la responsabilidad, observa el evangelista Marcos: «Llamando a los 
que quiso, vinieron a él»' (Mc 3,13). 
Es importante volver al origen de este llamamiento que te ha sido 
dirigido también a ti, reconstruirlo, volverlo a escuchar de nuevo 
como la primera vez para responder hay como ayer, más aún, 
mejor que ayer, con tu «si»' gozoso a la invitación del Señor que te 
envía a anunciar su Palabra. 

1. LLAMADOS PERSONALMENTE 
A ANUNCIAR LA PALABRA DE DIOS 
VOCA/CR CR/VOCACION: Hay una manera equivocada de 
entender la vocación que consiste en identificarla con elementos y 
aspectos extraordinarios, excluyendo todo lo que puede ser 
ocasional y cotidiano.
La vocación, que está en el comienzo del ministerio catequético, 
es algo que pertenece al género de lo extraordinario por ser «don 
y gracia del Espiritu Santo» (EM 68), sin que esto implique 
manifestación exterior excepcional alguna. 
La vocación es siempre un gesto de predilección. 
FE/V-ORDINARIA D/PROVIDENCIA MIRADA/FE J/LLAMADAS: 
Efectivamente, lo extraordinario hay que descubrirlo en la intimidad 
de las relaciones que el Señor establece contigo. Por desgracia, 
«nuestra mayor limitación es la de no acertar a ver las cosas 
extraordinarias por la sencilla razón de que se nos presentan de un 
modo familiar» (·Teilhard-de-Chardin). Es necesaria la mirada de 
la fe que nos permite descubrir a Dios actuando en medio de 
nosotros. Por lo demás, el modo como Jesucristo mismo llama a los 
apóstoles y a los discípulos no tiene nada de excepcional. Invita a 
Juan y a Andrés a seguirle mientras éstos van de camino: «Venid y 
veréis» (Jn 1,39; llama a Mateo mientras éste se encuentra en su 
mesa de trabajo: «Sigueme» (Mc 2,14); a Pedro mientras se afana 
en arreglar las redes de pesca: «No temas: de ahora en adelante 
serás pescador de hombres» (Lc 5,11). Las situaciones cotidianas 
se convierten en el lugar en que resuena la palabra del Señor y 
donde los discipulos acogen su propuesta. Algo semejante, 
aunque en un tono diverso, ha ocurrido también en tu propia vida, 
constituyendo el comienzo de la historia de tu vocación 
catequética. El redescubrirlo en la fe te ayuda a sentirte de 
continuo un llamado, un escogido, y te responsabiliza cada vez 
más. 

Consagrado por Cristo (RdC 185) 
CR/PROFETA: La vocación del catequista nace y se precisa 
dentro de la llamada sacramental, en la que encuentra su 
fundamento el ejercicio del ministerio de la Palabra. Aquí es donde 
el Señor invita, cita, otorga sus dones, envia en misión. 

«La vocación profética de cada uno de los miembros del pueblo de 
Dios tiene su origen en la consagración bautismal a Cristo; se desarrolla 
y se especifica, a través de los otros sacramentos, en ministerios 
diversos...» (RdC 197). Por tanto, «todo cristiano es responsable de la 
Palabra de Dios según su vocación y sus circunstancias vitales... Es una 
responsabilidad enraizada en la vocación cristiana. Brota del bautismo; 
es solemnemente vigorizada en la confirmación; se califica de maneras 
singulares con el matrimonio y con la ordenación sagrada; se sostiene 
con la Eucaristía» (RdC 183). 

La responsabilidad de la Palabra en el pueblo de Dios, es, pues, 
conferida a cada uno por el Espiritu según la propia vocación. 
En esta perspectiva tu llamamiento no tiene, pues, que ser 
entendido como un encargo ocasional, sino que proviene ante todo 
de la situación inherente a tu estado de vida en la comunidad 
cristiana como bautizado, confirmado, desposado, célibe... 
Es, por consiguiente, una consagración de toda la persona, a la 
que Dios mismo provee con la gracia sacramental haciendo 
madurar en el cristiano «al catequista». Estás efectivamente 
comprometido a hacer patente la proclamación de la fe en 
correlación con tu experiencia de vida, a fin de que la salvación se 
haga realidad y sea proclamada también a los demás. 
El llamamiento al ministerio catequetico no es una 
«super-vocación», añadida desde fuera, sino un modo concreto y 
específico de responder en la comunidad a la invitación del Señor. 


«El catequista es consagrado y enviado por Cristo y puede tener su 
confianza puesta en esta gracia: mas aún, debe solicitar la abundancia 
de la misma, a fin de hacerse en el Espíritu instrumento adecuado de la 
benevolencia del Padre (RdC 185). 

La consagración al ministerio catequetico es para ti una garantía 
de auxilios y de gracia que debes invocar con fe y con fervor en la 
oración incesante al Espiritu Santo (EN 75). 

Enviado por el Espíritu para la comunidad 
El ministerio de la Palabra nace de una vocación especifica que 
el Espiritu suscita en la comunidad y para la comunidad. 
De hecho, todo «ministerio es un servicio puramente eclesial en 
su esencia y en su finalidad» (EM 68). Aquel que libremente acoge 
el ministerio de la Palabra, recibe también los dones adecuados 
para poder desempeñar eficazmente dicho servicio dentro de la 
Iglesia. La vocación no es nunca genérica, sino que se halla 
situada en relación con toda la comunidad, donde adquiere sus 
contornos específicos y sus matices originales. Cada cual 
descubre, por lo mismo, el sentido de la corresponsabilidad conexa 
a la llamada del Espiritu dentro de la comunión eclesial. Los 
ministerios, efectivamente, son dones que el Señor hace a la 
Iglesia. 

«El dio a unos ser apóstoles; a otros, profetas; a otros, evangelistas; a 
otros, pastores y doctores... para la edificación del Cuerpo de Cristo» (Ef 
4,11-12). 

El ámbito del ejercicio de la vocación catequética es parte misma 
de la llamada del Espíritu y no un simple corolario exterior. El Señor 
te envía efectivamente a anunciar su Palabra dentro de un 
ambiente preciso, a un determinado grupo, con una finalidad bien 
concreta. Al irte haciendo cada vez más dócil a la acción del 
Espíritu (RdC 40), te será posible ir descubriendo este proyecto 
que él tiene sobre ti. Es cierto que no solamente tú eres un 
llamado, sino que también tus muchachos, en la catequesis, son 
llamados a escuchar, en tu voz, la Palabra de Dios. 
Por consiguiente, tu vocación se extiende también al grupo de 
catecismo que el Espíritu ha escogido precisamente para ti, para 
que, en la fe y en el amor, construyas en él la Iglesia. 
El encuentro habitual con tus muchachos debe hacerte cada vez 
más consciente de los dones que el Señor, a través de tu voz y de 
tus gestos, quiere comunicarles a ellos. 
En un determinado sentido te conviertes en el mediador único e 
insustituible de los mismos, en aquel momento y en aquel 
determinado ambiente. 

El reconocimiento de la Iglesia 
El catequista, para poder desempeñar el servicio de la Palabra, 
tiene necesidad de la fe de la comunidad, que reconoce en él los 
dones del Espiritu. Es efectivamente la Iglesia la que descubre su 
propio misterio en las palabras y en la vida de uno de sus 
miembros, le aprueba y le otorga el consentimiento para el ejercicio 
del ministerio catequistico (cf. RdC 197). 
La falta de catequistas no hay que achacarla a la carencia de 
instituciones o a defectos organizativos, sino que, ante todo, hay 
que atribuirla a una profunda crisis de fe de la comunidad entera, 
que no sabe vislumbrar en ella el «paso» del Espiritu. 
La Iglesia local, bajo la gula del Espiritu y la dirección de sus 
responsables, no crea ministerio alguno, sino que lo descubre, lo 
hace visible, a fin de que cada cual pueda asumir la propia 
responsabilidad en la construcción del Reino de Dios. El 
catequista, por su parte, al acoger la propuesta que le llega a 
través de la comunidad, responde a la invitación del Espiritu. 
«Los pastores tienen autoridad para reconocer y alimentar la vocación 
de cada cual, así como también para asignar tareas especificas en el 
servicio a la comunidad. Toda mision catequética se ve de esta manera 
robustecida también por la llamada que, de diversas maneras, lanzan los 
pastores para asociar a todos a su ministerio apostólico: en los encargos 
que el obispo y el párroco confien, es posible siempre percibir el mandato 
que, reconociendo los dones del Señor, los pastores confíen en su 
nombre a los fieles para confirmar su mision» (RdC I 97). 

Tu servicio catequetico es una expresión de la fe de tu 
comunidad en el Espiritu, que no la abandona nunca, sino que 
continuamente la renueva con sus dones. Te conviertes por tanto, 
ante tus muchachos, en un signo de la confianza de la Iglesia. 


2. UNA VOCACION QUE ES GRACIA 
Y DON DEL ESPIRITU SANTO 
Puede suceder que el catequista, en el ejercicio de su ministerio, 
sobre todo frente a las dificultades, experimente incomodidad y 
turbación y conozca el peso y la fatiga del compromiso que ha 
aceptado. 
Incurre fácilmente entonces en el riesgo de vivir su vocación tan 
sólo con un profundo sentido del deber y de la responsabilidad 
asumida ante la Iglesia, el grupo de los muchachos y sus familias, 
hasta el punto de perder de vista una dimensión importante de su 
servicio, es decir, el sentido de la gratuidad y de la predilección. 
Ser catequista es una gracia y un don, ya que tu opcion no está 
vinculada a mérito particular alguno, sino únicamente al misterio de 
la llamada del Espiritu. 
CATI/VOCACION: La vocación catequética es, por encima de 
todo, un don que te sorprende, te maravilla y te invita a orar como 
la Virgen ante el anuncio del ángel: «Engrandece mi alma al Señor 
y se alegra mi espirita en Dios, mi salvador; porque ha puesto los 
ojos en la humildad de su sierva» (Lc 1,47). 
El servicio a la Palabra, por su propia naturaleza, es siempre 
superior a las fuerzas humanas, razón por la cual es desempeñado 
siempre en la gracia del Señor. 

Un ministerio de hecho 
MIRIO-DE-HECHO: La vocación del catequista se perfila a partir 
de la comunidad cristiana, en la que es invitado a desempeñar un 
ministerio específico. Dicho ministerio es conferido a través de su 
designación e implica un servicio que hay que realizar en la Iglesia 
de un modo suficientemente estable. 

En la comunidad ese encuentran los llamados ministerios de hecho, 
es decir, aquellos ministerios que, sin titulo oficial alguno, desempeñan, 
en la praxis pastoral, constantes y consistentes servicios público a la 
Iglesia.... «Uno de los ejemplos más evidentes es el de los catequistas, 
que se encuentra entre los más florecientes en no pocas iglesias locales. 
(EM 67).

El catequista, por consiguiente, desempeña en la comunidad el 
ministerio de Cristo, que con la palabra convoca a los niños y los 
reúne para anunciarles la «buena nueva» del amor del Padre. 
Tiene un papel propio e insustituible en orden a lograr que la 
Iglesia, en cuanto tal, pueda realizar y llevar a termino su misión de 
proclamar la Palabra de Dios 
La comunidad cristiana tiene necesidad de que tú ejercites el 
ministerio catequetico que te ha sido conferido como un don por el 
Espiritu. 

Los seglares tienen que adquirir esta conciencia, que no proviene del 
hecho de constatar la necesidad de prolongar los brazos del sacerdote, 
el cual no puede llegar a todos los ambientes ni atender a todas las 
tareas. Proviene de algo mas profundo y más esencial: Proviene del 
hecho mismo de ser cristiano» (Pablo VI). 

La «gracia de la Palabra» 
VOCA-CATECA/ORIGEN MIRIO-DE-LA-PALABRA: El servicio a 
la Palabra que el catequista desempeña es un modo de expresar la 
propia pertenencia activa y responsable a la comunidad cristiana. 
En esta proclama él haber recibido la gracia de la Palabra (RdC 
182) como un don que compartir con todos para poder reconocer y 
alabar al Señor, que lleva a cabo tales cosas en medio de su 
pueblo. 
El desempeñar la tarea catequética nace sobre todo de la 
necesidad de manifestar a los demas el don recibido y no de 
motivaciones humanas. A diferencia de lo que ocurre en las 
relaciones entre las personas, en las que es posible la reciprocidad 
del favor, cuando se trata de Dios no existe reciprocidad alguna. 
MIRIO/GRACIA-DON: Aquí todo es don, solamente don y 
siempre don, aun despues de haber desempeñado un ministerio. 
Pero, sobre todo, el servicio de la Palabra es «gracia», ya que 
expresa el máximo de confianza que el Señor te otorga cada vez 
que te encuentras con tu grupo en la tarea eatequétiea. Por eso 
mismo estás en deuda para con quien te ha enviado a anunciar su 
mensaje a los muchachos. Al igual que el apóstol Pablo, también 
tu vives esta experiencia saboreando en el espíritu un profundo 
sentimiento de gratitud: «Doy gracias al que me dio fuerzas, a 
Cristo Jesús, Señor nuestro, porque me consideró digno de 
confianza al colocarme en el ministerio» (1 Tim 1,12). Adviertes en 
ti mismo el ansia de ser hallado digno de esta vocación (Ef 4,1). 

La acogida de fe 
La actitud del catequista respecto a la llamada del Señor, más 
que una decisión, es una respuesta de fe a la inivitación del 
Espiritu que la ha precedido. Aceptar el ministerio catequetico 
equivale a acoger en la propia existencia al santo «siervo 
Jesucristo» (Hech 4,27), convertirse en discípulos suyos, es decir, 
compartir su proyecto de vida, seguir su camino y encontrar en el, 
promulgador de la Palabra del Padre, el modelo de práctica del 
ministerio catequético. Sin convertirte en amigo suyo no te es 
posible ser fiel al don recibido. De hecho, lo que capacita a los 
apóstoles para el ministerio de la Palabra es la vida de comunión 
con Jesucristo, es decir, el haber vivido con el (Hech 2,13), haber 
comido y bebido con él (Hech 10,3941), el haber trabado con él 
unas relaciones de familiaridad y de confianza recíproca. Son 
condiciones indispensables. Como catequista no eres llamado ante 
todo a responder a la invitación de Jesús: «Id y enseñad a todas 
las gentes» (Mt 28,18), sino a acoger con fe y con amor su 
invitación: «Venid y veréis'' (Jn 1,39), es decir, a permanecer con él 
en la oración, en la meditación, en el silencio y en la experiencia de 
la vida eucarística. 
Del hecho de convertirte en discípulo de Cristo y, por 
consiguiente, del hecho de escogerle a él como persona con la 
que compartir tu propia vida, es de donde arranca la progresiva 
maduración de tu respuesta de fe a la vocación catequética. 


3. EL CATEQUISTA, 
«PROFETA» EN LA IGLESIA 
CATI/PROFETA: La identidad del catequista en la Iglesia es muy 
semejante a la figura del profeta, hasta el punto de que ésta 
permite reconstruir aproximadamente algunos de los rasgos 
importantes de la fisonomía espiritual del ministerio de la Palabra. 
Se sigue de aquí una mayor conciencia de estar desempeñando 
en la comunidad cristiana un servicio que te sitúa en la linea de los 
profetas y, por consiguiente, dentro de la historia de la salvación, 
que hoy día se lleva a cabo tambien por obra y gracia de tu tarea 
catequética. 

«Mira que pongo mis palabras en tu boca» (Jer 1,8)
Ante el llamamiento de Dios a desempeñar el ministerio de la 
Palabra, el catequista puede compartir, como los profetas, un 
sentimiento profundo y sincero de incapacidad, de insuficiencia, 
que le asalta casi con idéntico acento. 

No me van a creer ni van a escuchar mi voz» (Ex 4,1). 
¡No sé hablar, pues soy muchacho» (Jer 1,6). 
¡Ay de mí, que estoy perdido, pues soy hombre de labios impuros! (Is 
6,5). 

Es el comportamiento característico de quien supone que ha de 
desempeñar por sí solo el ministerio que le ha sido conferido, 
partiendo de las propias fuerzas, lo cual le hace ver una serie de 
limitaciones que en un primer momento le inducen a declinar la 
invitación. 
Tal verificación es, por el contrario, un componente 
indispensable de tu misión catequetica, la cual, como la del profeta, 
nace de la conciencia de hablar «en nombre de otro», de anunciar 
palabras que no te pertenecen, porque son de Dios. 
De hecho, él mismo crea al profeta con algunos gestos 
simbólicos: purifica con fuego sus labios (Is 6,5-7; Jer 1,8), le 
permite asistir al «consejo del Señor» (Jer 23,18) y lo introduce en 
la corte celeste (Ez 1,26-28). 
Es un conjunto de signos que expresan la familiaridad que Dios 
mantiene con aquellos a quienes envia a anunciar su Palabra. 

«Dios no hace nada sin revelar su secreto a sus siervos, los profetas» 
(Amós 3,7). 

Idénticas perspectivas se encuentran en el evangelio. Es Jesús 
quien, a diferencia de los rabinos de la época, llama 
personalmente a los discípulos, siendo así que, de ordinario, eran 
los discípulos los que buscaban al maestro (Mc 1,14-20; 2,13-17; 
8,27-38). 
Jesus conversa con ellos como un «rabino», establesiendo con 
ellos unas relaciones familiares y afectuosas que eliminan toda 
distancia. Les tranquiliza diciendo que en los momentos dificiles no 
deben preocuparse de lo que han de decir, porque será el Espiritu 
quien hablará en ellos 

«No os preocupe cómo o qué hablaréis; porque se os dará en aquella 
hora lo que debéis decir. No seréis vosotros los que habléis, sino el 
Espiritu de vuestro Padre el que hable por vosotros» (Mt 10,19-20). 

San Agustín comenta a propósito de esto: 

«Si el Espiritu Santo habla en aquellos que, por Cristo, son entregados 
a sus perseguidores, ¿por qué no habría de hablar en aquellos que 
entregan a Cristo a sus oyentes?». 

«En el nombre y con la gracia de Cristo Salvador» (EN 59) 
Eres un enviado en el nombre de Cristo, es decir, un 
representante suyo, no en el sentido puramente jurídico de quien 
está en el lugar de otro y se halla habilitado para sustituirle. 
El termino «enviado» expresa una realidad de comunión 
profunda en el lenguaje hebreo. Indica efectivamente que el 
enviado de un hombre es como otro él en persona. Tal aspecto 
está vivo en las palabras de Jesús dirigidas a sus discípulos: 
«Como el Padre me ha enviado a mí, así os envío yo a vosotros» 
(Jn 27,18-21). 
Los profetas eran profundamente conscientes de ser enviados, 
es decir, mensajeros de Dios, y lo expresan con la fórmula habitual 
con que introducen sus proposiciones: «Palabra de Dios», 
«Oráculo del Señor'> (Jer 28,1-2; 15-16; 1 Re 22,11; Ez 13,1). 
Es un modo de autentificar el anuncio, pero sobre todo es 
referirlo a aquél que es su autor y su fiador. 
El catequista, a diferencia de los profetas, no habla tan sólo en 
nombre de otro, sino que con su propia persona, con sus palabras 
y sus gestos, hace Presente a Jesucristo. En un cierto sentido se 
convierte él mismo en la primera encarnación de la Palabra de Dios 
ante los muchachos. Por este motivo, sólo en la medida en que 
tratas de identificarte con Cristo con tu propia vida, te conviertes 
en un auténtico portavoz suyo, porque tu palabra puede ser 
verdaderamente la «suya».

«Tu eres mi siervo, en el que manifestaré mi gloria» (Is 
49,3) 
A través de la palabra y la vida del profeta, Dios manifiesta su 
gloria, es decir, su presencia y su acción de salvacion en medio del 
pueblo. Por eso el silencio de los profetas es concebido como una 
señal de lejanía de Dios y uno de los castigos más temidos. 
También hoy tu servicio de la Palabra se propone revelar a los 
niños la gloria de Dios, es decir, su misterio de amor tal como se ha 
manifestado en Jesucristo. De lo cual se sigue que, antes de 
insistir en la respuesta humana que puede brotar del encuentro 
con el Señor, es necesario subrayar aún más la voluntad y el 
deseo de Dios de dar a conocer su gloria, es decir, de entrar en 
comunión de vida con toda persona. El reconocimiento de la 
proximidad del Señor en la existencia de tus muchachos se 
convierte en un motivo de alabanza, que se expresa ya en la 
oración durante el encuentro catequético y está destinada a 
prolongarse en la asamblea litúrgica. 
De esta manera, el ministerio de la Palabra tiene también una 
función cultual y constituye un ejercicio del sacerdocio universal de 
los seglares. Es un aspecto de tu misión catequética que acentúa 
ulteriormente la importancia de tu ministerio como iniciación 
permanente de los niños a la participación litúrgica. 


PARA LA ORACION 
Sea cual sea mi edad, te seguiré, 
como los obreros que fuiste a buscar a la plaza, 
a todas las horas, 
para que trabajasen en tu campo 

Te seguiré 
aun cuando el mundo no comprenda 
y a veces desprecie 
a quien se entrega completamente a ti. 

Te seguiré 
para realizar la obra que tú has comenzado 
y quieres que nosotros, miembros tuyos, 
llevemos a buen término. 

Te seguiré 
con la prontitud de Pedro y de Andres, 
de Santiago y de Juan, 
los cuales, dejadas las redes y a su padre, 
se consagraron irrevocablemente 
a ti y a tu tarea. 

Te seguiré 
y no buscaré otro premio 
que tú y tu amor, Dios mio. Amén. 
* * * 

Tú me llamas, Señor, 
y yo tengo miedo de pronunciar el sí. 
Me quieres y yo trato de escaparme. 
Me pides que te permita adueñarte de mí y yo me niego.
De este modo no llego a entender qué es lo que quieres de mi.
Tú esperas el don completo: esto es cierto.
Y yo tal vez estoy dispuesto a darlo, 
dentro de los limites de mis posibilidades.
Tu gracia me empuja desde dentro, 
y entonces todo me parece fácil.
Pero bien pronto me recobro, dudo, 
apenas me percato de qué es a lo que debo renunciar 
y de lo dolorosa que es la ruptura definitiva.
¡Oh Señor, dame fuerza para no negarme! 
Ilumíname en la elección de lo que quieres.
Estoy dispuesto.
(J. Lebrel) 

GAETANO GATTI
SER CATEQUISTA HOY
Itinerario de fe para la formación espiritual
del "Ministro de la Palabra"
SAL-TERRAE Santander-1981. Págs. 11-36