SÁBADO DE LA SEMANA 14ª DEL TIEMPO ORDINARIO

 

1.- Gn 49, 29-33

1-1.

-Jacob dio este encargo a sus hijos: «Yo voy a reunirme con los míos..... Antigua y admirable fórmula para hablar de la muerte; si nuestra fe fuese más sólida consideraríamos nuestra muerte con serenidad, como el momento del reencuentro con los nuestros que partieron antes.

Ruego a partir de este pensamiento evocando el vivo recuerdo de los difuntos amados.

-Sepultadme junto a mis padres...

La sepultura en el mismo cementerio es un símbolo expresivo de esta reunión de familia. Pero es un símbolo que hay que saber superar no tomándolo en un sentido meramente material.

Más allá de los cuerpos alineados el uno al lado del otro, es preciso ver, en la realidad de la fe, las almas y los corazones por fin verdaderamente fusionados en el amor definitivo, en Dios que es amor.

-En la caverna que está en el campo de Efrón, el hitita, en la caverna del campo de Makpelá, enfrente de Mambré, en el país de Canaán, la que compró Abraham como propiedad funeraria.

Todos recordamos hasta qué punto se empeñó Abraham en poseer ese minúsculo «rincón de tierra» (Gn 23).

Para esos nómadas, esos exilados en Egipto, por el momento es la única propiedad que la familia posee en esa tierra que Dios prometió... un campo, cerca de Mambré, para enterrar sus difuntos.

Así, Dios, HOY todavía nos adelanta algunas gracias en prenda de lo que nos dará en plenitud algún día: también nosotros estamos en marcha hacia una "tierra prometida".

-Viendo que su padre había muerto, los hermanos de José se dijeron: «¿A ver si José nos guarda rencor y nos devuelve todo el daño que le hicimos?»

Temen que José sólo les haya perdonado «a causa de su padre» .

José les hará comprender una verdad esencial: que la vitalidad y la supervivencia de su clan no depende ya principalmente de la obediencia al jefe del clan, al patriarca, sino sobre todo y ante todo, depende de la capacidad de que se entiendan entre sí los hermanos, hasta el perdón recíproco.

«Todo reino dividido contra sí mismo, perecerá», dirá Jesús. (Mt 12, 25)

Cuando uno piensa en tantas familias que se disuelven cuando mueren sus padres, puede verse en ello una llamada profunda a una fraternidad exigente que sepa sobrepasar todas las razones, válidas o no válidas, de los conflictos.

-Y José lloró mientras sus hermanos le hablaban.

Una vez más constataremos la magnanimidad de su alma.

Procuremos atender al motivo que da a su perdón.

-«¡No temáis! ¿Estoy yo acaso en vez de Dios? El mal que vosotros pensasteis hacerme, Dios lo pensó para bien a fin de cumplir lo que hoy se realiza: Salvar la vida de un pueblo numeroso...

El perdón de José no se apoya en razones humanas o sociológicas, tiene su fuente «en Dios». En Dios sucede una especie de transmutación: el mal que los hombres quieren hacer se muda en bien. Reflexión capital que hay que prolongar para habituarse a una visión positiva de la historia.

"No te dejes vencer por el mal, antes bien, vence el mal con el bien." (Rm 14, 21). Así actúa Dios. La cruz pasa a ser fuente de vida. El pecado mismo puede mudarse en amor. (Lucas 8, 47).

¿Creo en la presencia activa de Dios en toda situación? Incluso en la aparentemente más negativa: ¡Dios salva!

NOEL QUESSON
PALABRA DE DIOS PARA CADA DIA 5
PRIMERAS LECTURAS PARA EL TIEMPO ORDINARIO
DE LOS AÑO IMPARES
EDIT. CLARET/BARCELONA 1983.Pág. 174 s.


2.- Is 6, 1-8

2-1.

Ver DOMINGO 05C del Tiempo Ordnario


2-2.

Después de Amós y Oseas, abordamos hoy Isaías.

Aquellos profetizaron en el Reino del Norte, en Samaria.

Este habla en el Reino del Sur, en la misma Jerusalén.

Isaías asiste al derrumbamiento de Samaria, minada por la idolatría y la injusticia. Está también atormentado por las amenazas que ve avanzar sobre su pueblo.

Este es hoy el relato de su vocación.

-El año de la muerte del rey Ozías (en 740), vi al Señor sentado en un trono muy elevado... y las haldas de su manto llenaban el templo... Temblaron los quicios de las puertas... El templo se llenó de humo.

Isaías es un joven aristócrata de la capital, destinado, sin duda, a una brillante carrera política. Su edad se halla entre los veinte y los treinta años. Está rezando en el Templo de Jerusalén. «Encuentra a Dios» en una especie de éxtasis místico que marcará toda su vida.

Desde entonces, será el profeta de la santidad grandiosa de Dios.

Lo que le pasó entonces, nadie lo sabe concretamente.

Pero conserva unas «imágenes»: un monarca sobre un trono de gloria... unas aclamaciones extraordinarias que hacen temblar las puertas... la nube de incienso que da a la escena un halo misterioso... un diálogo misionero, una ruda llamada... Esto sucedió también de manera diferente a otros anteriores a él, Abraham, Moisés, Samuel. Esto sucede siempre. La irrupción del Señor en una vida. El «encuentro» del Dios vivo: Pablo de Tarsos en el camino de Damasco, Francisco de Asís en el almacén de su padre, el Cura de Ars podando las viñas, Carlos de Foucault en el confesonario del padre Huvelin...

¿Y yo? ¿He hecho la experiencia de Dios? ¿Dios es Alguien para mí?

-Unos serafines se mantenían erguidos por encima de él; cada uno tenía seis alas... Y se gritaban el uno al otro: "¡Santo! ¡Santo! ¡Santo! Señor del universo. Llena está la tierra de tu gloria". ¿Me he dejado deslumbrar por la luz de Dios? ¿Me he dejado ensordecer por el grito de los serafines? El sanctus de cada misa ¿no se ha convertido para mí más que en un monótono murmullo, siendo así que debería continuar expresando la transcendencia divina, la intensa proximidad de Dios? La tierra, nuestra tierra está llena de su gloria.

¡La verdad es que no sabemos verla, ni gritarla nosotros, esta gloria que llena la creación, que envuelve el universo, que estalla en la humanidad!

GLORIA/PESO: El término «gloria» es muy pálido para traducir el hebreo «Kabôd», que significa el peso real de las cosas.

Toda la tierra está llena de su «peso», de su «densidad infinita».

-Dije entonces: "Ay de mí, que estoy perdido, pues soy un hombre de labios impuros...

Uno de los serafines voló hacia mí con una brasa en la mano que había tomado de sobre el altar; la acercó a mis labios y dijo: "Tu culpa se ha retirado". Oí entonces la voz del Señor que decía: "¿A quién enviaré, quién será nuestro mensajero?" Yo contesté: "¡yo seré tu mensajero, envíame!»

Hay que volver sobre esta escena y este diálogo, imaginar cada detalle. Dios da miedo. Me da miedo. Toda vocación, toda llamada de Dios da miedo. ¿Qué hacer? ¿Cómo atreverse_

Es preciso que Dios intervenga personalmente para "quemar los labios" del que será su portavoz. "Quema Señor mis labios" dice el sacerdote antes de leer el evangelio y de atreverse a hacer la homilía.

NOEL QUESSON
PALABRA DE DIOS PARA CADA DIA 4
PRIMERAS LECTURAS PARA EL TIEMPO ORDINARIO
DE LOS AÑOS PARES
EDIT. CLARET/BARCELONA 1984.Pág. 174 s.


3.- Mt 10, 24-33

3-1.

Para los vv. 26-33 ver también DOMINGO 12A


3-2.

-Un discípulo no es más que su "Maestro"...

Le basta al "discípulo" con ser como su "Maestro"...

Jesús hace una comparación. Evoca el tipo de relaciones existentes entre los "alumnos" y su "maestro". Normalmente el discípulo depende de su maestro, recibe la enseñanza de alguien que, en edad o en ciencia, es mayor que él y que sabe más y mejor que él.

Señor, quiero ponerme a tu escucha, seguir tu escuela, escuchar tu Palabra. Sé que nunca acabaré de aprender de ti... Oración, Estudio del evangelio, Lecturas espirituales, el fraterno compartir. Ahora bien, Jesús, nos propones que seamos como Tú. Que HOY estemos "contentos" de parecernos a ti": la mayor intimidad con Jesús es ser semejantes a El, es imitarle, adoptar sus pensamientos, sus maneras de ver y de amar. Todo el esfuerzo de nuestra vida es reconocerte.

-Y si al Cabeza de familia lo han llamado "Belcebú" ¡cuánto más a la gente de su casa!... Se acusó a Jesús de ser un poseso. No debe, pues, extrañarnos si recibimos también ultrajes, y ataques calumniosos y falsos.

Siendo criticados y acusados nos parecemos a Jesús.

Jesús se presenta aquí como el "cabeza de familia": La casa, la familia de Jesús es la Iglesia, la comunidad de fieles reunidos por El. Y nosotros somos "la gente de su casa".

Me gusta pensar, por un instante, que mi casa, la comunidad de la que formo parte... es tu casa, Señor Jesús. Tú habitas con nosotros. Sé Tú verdaderamente el "cabeza de familia" el que guía, el que decide, con quien agrada encontrarse, a quien se pide consejo, con quien se confía.

-No les temáis... No tengáis miedo de los que matan el cuerpo... No temáis: vosotros valéis más que todos los gorriones juntos.

Por tres veces Jesús nos repite que no tengamos miedo.

Para Jesús, Dlos está presente en los menores acontecimientos de nuestras vidas: no cae un pájaro del nido sin que Dios no lo disponga... dice Jesús. No crece una hierba, no madura un fruto, ni un solo animalillo sufre sin que Dios no lo sepa: Dios lo sabe todo, se interesa por todas sus criaturas... Dios ama a todas sus criaturas. Con más razón se interesa por sus criaturas preferidas, los hombres, sus hijos muy amados. "Los cabellos de vuestra cabeza están contados...

¡Vosotros valéis más que todos los pájaros del mundo! ¡No tengáis miedo!" ¿Tengo hacia el Padre esa confianza absoluta, inaudita que Jesús me sugiere?

-Lo que os digo "en secreto"... "en la oscuridad"... "al oído"... Dadlo a conocer en torno vuestro, a plena luz, ¡proclamadlo! Esas imágenes evocan la idea de confidencia: Jesús no chilla al hablar... no se impone a nosotros, nos habla bajito, a media voz, junto al oído, si sabemos escucharle atentamente... es como un secreto confiado.

Haz, Señor que oiga tu dulce y discreta voz. Y luego ayúdame a repetir, a proclamar a todos tu Palabra.

-Todo el que se pronuncie por mí ante los hombres, Yo me pronunciaré por él ante mi Padre del cielo.

Jesús quiere ser nuestro "mediador": toma nuestra defensa.

NOEL QUESSON
PALABRA DE DIOS PARA CADA DIA 2
EVANG. DE PENTECOSTES A ADVIENTO
EDIT. CLARET/BARCELONA 1983.Pág. 66 s.


3-3.

1. (Año I) Génesis 49,29-33; 50.15-24

a) Están abreviadas, hoy, las despedidas de los dos últimos patriarcas, Jacob y José, con lo que se cierra el ciclo de Abrahán.

Es nuestra última página del Génesis (el lunes iniciaremos la lectura del libro del Éxodo).

Jacob siente que va a morir, que va a «reunirse con los suyos», y encarga que sin falta, cuando vuelvan a la tierra de Canaán, lleven sus restos mortales a Hebrón, a la cueva de Macpela que había comprado Abrahán y donde están enterrados sus antepasados. La muerte está contada con unos rasgos sencillos y emocionantes: «recogió los pies en la cama, expiró y se reunió con los suyos».

Queda José con sus hermanos y sus familias. Una vez más, aparece la magnanimidad de José y su perdón: «no tengáis miedo, ¿soy yo acaso Dios?». Es Dios quien juzga y premia y castiga. De nuevo José interpreta lo sucedido desde la visión providencial de Dios: «vosotros intentasteis hacerme mal, pero Dios intentaba hacer bien, para dar vida a un pueblo numeroso».

También José les hace prometer que, cuando abandonen Egipto, llevarán sus restos a la tierra prometida por Dios a Abrahán. En efecto, así lo hicieron y fue enterrado en la cueva de Macpela, en Hebrón, la llamada «tumba de los patriarcas».

b) La muerte de nuestros seres queridos es buena ocasión para reflexionar: nos recuerda la caducidad de la vida, nos invita a reconciliarnos los que permanecemos aquí, nos ayuda a echar una sabia mirada hacia atrás y hacia delante, nos sitúa en la presencia de Dios como Señor de la vida y de la muerte, nos consuela al pensar que «los nuestros», nuestros seres queridos ya fallecidos, se mantienen en comunión con nosotros de un modo misterioso y nos esperan hasta que también a nosotros nos llegue la hora final...

En nuestra Eucaristía, recordamos, no sólo a la Virgen y a los Santos, sino también a nuestros difuntos, con quienes nos sentimos unidos y para quienes pedimos a Dios que les conceda contemplar la luz de su rostro y participar de su felicidad. Cuando nosotros, en nuestra muerte, pasemos también a la nueva existencia, «nos reuniremos con los nuestros» en un reencuentro gozoso y definitivo.

Además, como para la familia de José, esos momentos son los mejores para la reconciliación y la amnistía, momentos en que hay que saber olvidar y empezar de cero, reparando brechas y tensiones y dejando el juicio último a Dios. José renueva su perdón con sencillez, sin darse importancia: «y los consoló hablándoles al corazón». Los hermanos renuevan su arrepentimiento. Todos maduran y la historia sigue. Sería bueno que, cuando nos asaltan sentimientos de venganza, repitiéramos la frase de José: «¿soy yo acaso Dios?», y tuviéramos el valor de perdonar y seguir con naturalidad la vida.

1. (Año II) Isaías 6,1-8

Durante seis días, a partir de hoy, vamos a oír al profeta Isaías.

En Adviento escuchamos las páginas que este profeta dedica a anunciar los tiempos mesiánicos. Aquí, los capítulos de su vocación como profeta en Judá, en aquellos calamitosos tiempos que hemos ido siguiendo en los libros históricos. Es contemporáneo de Oseas, pero profetiza en el reino del Sur, en Jerusalén.

No todo el libro atribuido a Isaías parece que es suyo. Los estudiosos distinguen, además del auténtico Isaías (que sería el autor de los capítulos 1-39), otros dos autores, seguramente discípulos de su escuela, que completaron los oráculos del maestro (uno, los capítulos del 40 al 55 y otro, del 56 al 66). Las lecturas de esta semana pertenecen al primer bloque.

a) Isaías era un joven de unos veinticuatro años, de una familia noble de Jerusalén, cuando fue llamado por Dios para ser su portavoz en medio del pueblo «el año de la muerte del rey Ozías», o sea, el 740 antes de Cristo.

La visión o experiencia mística del joven es una escena solemne, una teofanía, en la que se destaca la grandeza y la santidad de Dios, rodeado de ángeles, con una escenificación idealizada de la liturgia del cielo. Los ángeles cantan «Santo, santo, santo el Señor de los ejércitos».

A la llamada de Dios, Isaías responde prontamente, después de haber sido purificado por uno de los serafines: «Aquí estoy, mándame».

b) Es Dios quien lleva siempre la iniciativa. Es su santidad y su grandeza y su amor al pueblo quien pone en marcha la dinámica de una vocación: a la vida sacerdotal o religiosa, o sencillamente, al encargo de ser cristianos convencidos y testigos del evangelio en medio de la sociedad.

El salmo pone de relieve, no tanto el mérito de la respuesta del joven Isaías, sino la grandeza de Dios: «el Señor reina, vestido de majestad... tus mandatos son fieles y seguros, la santidad es el adorno de tu casa». Es lo que hacemos también nosotros, cuando en la Eucaristía aclamamos a Dios, dentro de la plegaria eucarística, con el «Santo, santo, santo...» que Isaías oyó cantar a los ángeles en la presencia de Dios.

Ahora bien, porque es el Dios todo santo y todopoderoso, es también el Dios cercano. Quiere comunicar su vida a todos y para ello se sirve de colaboradores. Ojalá encuentre en nosotros, cada uno en su vocación específica, una disponibilidad generosa como en Isaías: «aquí estoy, mándame».

2. Mateo 10,24-33

a) Sigue el sermón misionero de Jesús a sus apóstoles, en el que les da oportunos avisos para su trabajo de evangelizadores.

Insiste de nuevo en el anuncio de las persecuciones. Esta vez la comparación es del mundo de la enseñanza: si a Jesús, el Maestro, le habían calumniado y tramaban su muerte, lo mismo pueden esperar sus discípulos.

Pero no tienen que dejarse acobardar:

- «nada hay escondido que no llegue a saberse»: el tiempo dará la razón a los que la tienen;

- todos estamos en las manos de Dios: si él se cuida hasta de los gorriones del campo, cuánto más de sus fieles;

- y el mismo Jesús saldrá en ayuda de los suyos: «si uno se pone de mi parte ante los hombres, yo también me pondré de su parte ante mi Padre del cielo».

b) «No tengáis miedo». Es la frase que más se repite en el pasaje de hoy.

Jesús avisó muchas veces a los suyos de que iban a tener dificultades en su misión. No les prometió éxitos fáciles o que iban a ser bien recibidos en todas partes. Al contrario, les dijo -nos dijo- que el discípulo no será más que el maestro. Y el Maestro había sido calumniado, perseguido, condenado a la cruz.

Pero este anuncio va unido a otro muy insistente: la confianza. «No tengáis miedo». No es el éxito inmediato delante de los hombres lo que cuenta. Sino el éxito de nuestra misión a los ojos de Dios, que ve, no sólo las apariencias, sino lo interior y el esfuerzo que hemos hecho. Si nos sentimos hijos de ese Padre, y hermanos y testigos de Jesús, nada ni nadie podrá contra nosotros, ni siquiera las persecuciones y la muerte.

El ejemplo lo tenemos en el mismo Jesús, que fue objeto de contradicciones y acabó en la cruz. Pero nunca cedió, no se desanimó y siguió haciendo oír su voz profética, anunciando y denunciando, a pesar de que sabía que incomodaba a los poderosos. Y salvó a la humanidad y fue elevado a la gloria de la resurrección.

Las pruebas y las dificultades de la vida -las que nacen dentro de nosotros mismos, o en el seno de la comunidad o fuera de ella- no nos deben extrañar ni asustar. La comunidad de Jesús lleva un mensaje que, a veces, choca contra los intereses y los valores que promueve este mundo. Nos pueden perseguir, pero la fuerza del Espíritu de Dios nos asiste en todo momento. No nos cansemos, ni nos avergoncemos de dar testimonio de Cristo, y sigamos anunciando a plena luz, a los cercanos y a los lejanos, la buena noticia de la salvación que Dios nos ofrece.

«Recurrid al Señor, buscad continuamente su rostro. Dad gracias al Señor, invocad su nombre» (salmo I)

«Santo, Santo, Santo es el Señor, rey del universo, llenos están los cielos y la tierra de su gloria» (1ª lectura II)

«Aquí estoy, mándame» (1ª lectura II)

«No tengáis miedo» (evangelio)

J. ALDAZABAL
ENSÉÑAME TUS CAMINOS 5
Tiempo Ordinario. Semanas 10-21
Barcelona 1997. Págs. 134-138


3-4.

Is 6, 1-8 : La visión de Isaías

Mt 10, 24-33 : El discípulo no es más que su maestro

Jesús les advierte a sus discípulos sobre dos asuntos importantes.

Primero, los discípulos, si son realmente fieles, no pueden esperar una suerte mejor que la de maestro. Si el maestro se consagró al servicio de los pobres y siendo ejemplo de humildad lo único que consigue es la muerte, los discípulos no pueden aspirar a sentarse en los tronos de este mundo.

Segundo, a diferencia de los fariseos y los esenios, los discípulos de Jesús no pueden aspirar a ocupar el lugar del Maestro. Los discípulos no se preparan para tomar el lugar de un predecesor y establecer jerarquías entre los que más saben y los que menos. La preparación de los discípulos está encaminada al servicio misionero de la Palabra, al servicio del pueblo, a la relación filial con el Padre.

Nosotros sentimos que muchas veces se presentan algunos con intención de ocupar el lugar del Maestro. Pero este puesto no está disponible porque el aún lo ocupa. El Maestro resucitado sigue enseñando a sus discípulos por medio del Espíritu. Continúa enviando a sus discípulos para ser misioneros abiertos a todas las gentes, y a todas sus culturas. Los sigue formando en la escucha atenta de su Palabra en la Biblia y en la vida

SERVICIO BIBLICO LATINOAMERICANO


3-5.

Gn 49, 29-33; 50, 15-24: Dios velará por ustedes

Sal 104

Mt 10, 24-33: No tengan miedo

Después de que Jesús escoge a los doce y los envía a proclamar el Reino de Dios, el Evangelio de Mateo presenta una serie de orientaciones que ayuden a los discípulos en su actividad pastoral (vv. 5-25). Una segunda parte de estas instrucciones es la advertencia contra los peligros y persecuciones que tienen que afrontar, donde no hay cabida para el miedo y la cobardía (v.26). Gritar a los cuatro vientos la misión que les ha sido encomendada. El mensaje revelado a unos pocos "escogidos", debía ser pregonado a todo el mundo (v.27).

El hilo conductor del texto es la consigna negativa "no tengan miedo" (v.26,28,31) o la positiva "teman". No hay que tenerle miedo a las cosas que matan el cuerpo en este caso a quienes los persiguen, los calumnian, los insultan e incluso puedan ocasionarles la muerte material (v.28); "teman" a Dios, es decir, a la incapacidad de cumplir sus preceptos, de no hacer la voluntad del Padre. Jesús invita a confiar en la presencia de Dios dueño y Señor de la vida; todo lo que existe se rige según su voluntad (vv. 29-31). Jesús confirma la confianza que han puesto en El y su Padre (v.33) si están con Dios y defienden su causa, anunciando el Reino por encima de las persecuciones: Dios los protegerá, pero si lo niegan, también los negará ante su padre del cielo.

Tener el valor de levantarse ante el opresor y confesar su confianza en el Señor es la lección que Jeremías plantea a los hombres de hoy. En una sociedad donde la palabra ha perdido su valor, donde el derecho a la libre expresión recibe como repuesta la muerte, tenemos que tener el coraje y la valentía del profeta Jeremías, quien a pesar de las persecuciones, confía plenamente en el poder salvador de Dios.

Esa misma confianza es la que Jesús les trasmite a sus discípulos. En medio de las calumnias, persecución e incluso la muerte que les puede causar el anuncio del Reino, hay que vencer el miedo.

No podemos seguir callados ante el dolor, ante la injusticia y la opresión que viven nuestros pueblos. No podemos dejarnos silenciar, ni ser indiferentes ante la situación de pobreza y explotación que sufren nuestras comunidades. Debemos confiar en la misericordia de Dio que está por encima de los miedos humanos, del mal de este mundo.

Jesús lo entendió y lo vivió así; Pablo nos lo recuerda; lo dió todo: su palabra, su vida por la causa del Reino. Por El, todos hemos sido salvados. Por eso debemos imitarlo para que, venciendo los miedos y las inseguridades, podamos lanzarnos a la maravillosa aventura de anunciar con nuestra vida y con la fuerza renovadora de su Palabra el Reino de Dios entre los hombres.

SERVICIO BIBLICO LATINOAMERICANO


3-6. CLARETIANOS 2002

Terminamos la semana acercándonos a la vocación de Isaías. Sabemos que es un relato-tipo que nos permite comprender mejor en qué consiste la experiencia profética. Lo primero que nos llama la atención es que esta experiencia se da en un contexto determinado: "el año de la muerte del rey Ozías". No estamos hablando de algo que sucede fuera del espacio y del tiempo, de uno de esos "viajes" a los que nos tiene acostumbrados cierta literatura esotérica.

La experiencia vocacional comienza con un fuerte estremecimiento producido por el misterio de Dios, tres veces santo. Frente a él, la reacción de Isaías es de temor. Se siente tan distante de esa santidad, que teme ser destruido a causa de su pecado. Lo confiesa sin rodeos: "Yo, hombre de labios impuros, que habito en medio de un pueblo de labios impuros, he visto con mis ojos al Rey". Y ya se sabe que nadie puede ver a Dios y permanecer vivo.

Vienen luego el signo (el ascua purificadora) y la misión. Dios no elige a los buenos para que sean sus mensajeros sino que hace buenos a los que él quiere (los purifica) para que sean testigos de su bondad. Isaías, como todos los profetas, como Jesús, termina rindiéndose, entonando un Hinnení: "Aquí estoy, mándame".

Este relato es como un "test" para saber dónde hay verdadera experiencia profética (que generalmente el sujeto tiende a rechazar) y donde se da simplemente una autoafirmación en nombre de Dios.

El evangelio de hoy prolonga el mensaje del de ayer, pero lo organiza en torno a una exhortación de Jesús a sus discípulos repetida estratégicamente tres veces: "No tengáis miedo".

¿Por qué no que no debemos tener miedo? Las razones son también tres: porque la fuerza del evangelio es imparable, porque cualquier pérdida sólo es parcial y transitoria y porque, en todo caso, Dios cuidará de nosotros, más de lo que cuida de los gorriones.

¿Recordáis que el Papa Juan Pablo II comenzó su pontificado gritando con fuerza ese "No tengáis miedo" de Jesús? ¿Por qué lo hizo? ¿Sería porque se dio cuenta de que vivimos una fe que no se fía de Dios? ¿Sería porque nos asusta todo lo que no controlamos? ¿Sería porque tememos quedar reducidos a un pequeño resto insignificante?

Os invito a que intentemos caer en la cuenta de los miedos que nos paralizan o, por lo menos, que nos roban parte de la confianza y de alegría propias de los hijos de Dios. Recorrámoslos con calma y pronunciemos sobre cada uno de ellos las palabras de Jesús: "No tengas miedo".

Feliz fin de semana. Hasta el próximo lunes, si Dios quiere.

Gonzalo Fernández , cmf (gonzalo@claret.org)


3-7. COMENTARIO 1

vv. 24-25: Un discípulo no es más que su maestro, ni un esclavo más que su amo. 25Ya le basta al discípulo con ser como su maestro y al esclavo como su amo. Y si al cabeza de fa­milia le han puesto de mote Belcebú, ¡cuánto más a los de su casa!

Esta llegada se refiere sin duda a la destrucción de Jerusalén, cuando terminará el plazo para la proclamación del mensaje a Israel como pueblo.

El destino del discípulo es el mismo de su maestro. Si éste ha sido rechazado por los círculos fariseos como enemigo del orden querido por Dios (agente del demonio), lo mismo y más sucederá con ellos (24s) La sociedad se defenderá del mensaje de Jesús con toda clase de insultos y calumnias (cf. 5,11).

vv. 26-28: Conque no les cojáis miedo, porque nada hay cu­bierto que no deba descubrirse ni nada escondido que no deba saberse; 27lo que os digo de noche, decidlo en pleno día, y lo que escucháis al oído, pregonadlo desde la azotea.28Tampoco tengáis miedo de los que matan el cuerpo pero no pueden matar la vida; temed si acaso al que puede acabar con vida y cuerpo en el fuego.

Instrucción sobre el temor, que desarrolla la última bien­aventuranza (5,10). Ante la amenaza que supone la sociedad, no hay que amedrentarse. El mensaje no puede ocultarse, y procla­marlo es la labor de los discípulos. No les recomienda Jesús que se enfrenten con los perseguidores, pero sí que no cesen por nin­gún motivo de propagar el mensaje. Lo que un tiempo ha estado escondido, tiene que llegar a saberse en todas partes. No hay motivo para vivir en el miedo, pues los hombres pueden su­primir la vida física (el cuerpo), pero no la persona (psykhê = el yo vivo, consciente y libre). Jesús vuelve a insistir en que la muerte no es una derrota (28; cf. 10,22). En caso de que hubiese que te­mer a alguien, ese temor estaría justificado sólo respecto a Dios Creador, el único que podría destruir al hombre.

vv. 29-31: ¿No se venden un par de gorriones por unos cuartos? Y, sin embargo, ni uno solo caerá al suelo sin que lo sepa vuestro Padre. 30Pues, de vosotros, hasta los pelos de la cabeza están contados. 31Conque no tengáis miedo, que vosotros valéis más que todos los gorriones juntos.

Pero para los discípulos Dios es Padre (5,9) y Jesús exhorta a la confianza en él; nada de lo que sucede se le esconde, ni siquiera las cosas más mínimas, como la muerte de los pajarillos. Su amor abraza la creación entera. De la vida de los que trabajan con Jesús, la solicitud de su amor («vuestro Padre») hace que no se les escape nada (cabellos); por eso, la confianza en él ha de ser total. Explica Jesús qué significa «tener a Dios por Rey» en medio de la persecución (5,10).

vv. 32-33: En conclusión: Por todo el que se pronuncie por mí ante los hombres, me pronunciaré también yo ante mi Pa­dre del cielo, 33pero al que me niegue ante los hombres, lo negaré yo a mi vez ante mi Padre del cielo.

Concluye la exhortación. De la postura que tome el dis­cípulo ante los hombres depende su suerte final. El que, sin miedo, se pronuncia por Jesús es quien resiste hasta el fin y corona su vida con éxito (se salva). Quien se acobarda y niega a Jesús, está abocado a la ruina, acaba en el fracaso. Mt presenta la doble suerte del discípulo en términos de una declaración de Jesús ante el Padre. La fidelidad del discípulo a Jesús en la persecución (5,10.11) es la que lo salva a través de la muerte.


COMENTARIO 2

Después de que Jesús escoge a los doce y los envía a proclamar el Reino de Dios, el evangelio de Mateo presenta una serie de orientaciones que ayudan a los discípulos en su actividad pastoral (vv 5-25). Los vv. 24-25 son la conclusión de esta idea: los discípulos no podrán esperar una suerte distinta de la de su Maestro crucificado.

El hilo conductor del texto es la consigna "no tengan miedo" (v. 26, 28 y 31). No se trata de un miedo cualquiera, sino del miedo o temor que asalta al testigo cristiano en el momento que debe confesar su fe. Su tentación consiste en guardar secretas las cosas que es preciso dar a conocer a todos los hombres

Tener el valor de levantarse ante el opresor y confesar su confianza en el Señor es la lección que Mateo plantea a los hombres de hoy. En una sociedad donde la palabra ha perdido su valor, donde el derecho a la libre expresión recibe como respuesta la muerte, tenemos que tener el coraje y la valentía de los discípulos de Jesús, quienes a pesar de las persecuciones confiaron plenamente en el poder salvador de Dios.

Esa misma confianza es la que Jesús sigue trasmitiendo a tantos hombres y mujeres que a lo largo de toda la historia se han convertido en sus discípulos dando testimonio de su Evangelio. Muchos de ellos, en medio de las calumnias, persecución e incluso las amenazas de muerte que les puede causar el anuncio del Reino, han vencido el miedo y han resistido hasta el final.

No podemos seguir callados ante el dolor, ante la injusticia y la opresión que viven nuestros pueblos. No podemos dejarnos silenciar, ni ser indiferentes ante la situación de pobreza y explotación que sufren nuestras comunidades. Debemos confiar en la misericordia de Dios que está por encima de los miedos humanos y del mal de este mundo.

Jesús lo entendió y lo vivió así; Pablo nos lo recuerda; lo dio todo: su palabra, su vida por la causa del Reino.

1. J. Mateos-F. Camacho, El evangelio de Mateo. Lectura comentada, Ediciones Cristiandad, Madrid

2. Diario Bíblico. Cicla (Confederación Internacional Claretiana de Latinoamérica)


3-8. DOMINICOS 2003

Discípula de Jesús
En la memoria semanal de María, Madre de Jesús y madre nuestra, haremos hoy un esquema de letanía en su honor, con sentido de fe y gratitud de corazón.
Salve, María, elegida de Israel para ser madre del Mesías, Salvador.
Salve, María, modelo de esperanza en los pueblos que ansían liberarse del mal.
Salve, María, creyente en la Palabra que anuncia salvación para los humildes.
Salve, María, joven que sonríes a la gracia, al amor, a la ternura de Dios.
Salve, María, mujer fuerte que muestras al mundo un corazón desgarrado pero invencible e inagotable en su amor y compasión.
Salve, María, peregrina de la luz y del misterio, mientras caminas hacia la cruz.
Salve, María, proclamada Madre de los redimidos por el Hijo que nos redime.
Salve, María, madre de los creyentes, madre de la Iglesia, que amando sufres y sufriendo amas, y te hace Maestra de nuestro vivir.

ORACIÓN:

Tú que fuiste primero creyente que madre, haznos vivir y crecer en fe para llegar a ser padres/madres en el espíritu. Tú que fuiste joven alegre y desprendida, jovial y comunicativa, antes de ser elegida, y también cuando fuiste elegida, haznos a todos jóvenes en espíritu para disfrutar la eterna alegría de la fe. Tú que fuiste madre y educadora, y también discípula de tu Hijo maestro, enséñanos a ser creadores y admiradores, maestros y aprendices, predicadores y cumplidores de la voluntad del Padre, del Hijo y del Espíritu. Amén.



Palabra de Dios
Del libro del Génesis 49, 29-33; 50, 15-24:
“Jacob, antes de morir, dio a sus hijos algunas instrucciones: Cuando me reúna con los míos, enterradme con mis padres en la cueva del campo de Efrón, el hitita, frente a Mambré, en Canaán... Allí enterraron a Abrahán y Sara, su mujer; allí interraron a Isaac y Rebeca...

Cuando Jacob murió, los hermanos de José temieron a éste, y decidieron enviarle este mensaje: ‘antes de morir, tu padre nos encargó que te dijéramos que perdonaras nuestro crimen...’ Al recibirlo, José les respondió: No tengáis miedo...; yo os mantendré a vosotros y a vuestros hijos...”

Quien asumió con resignación el ser vendido; quien asumió el trabajo y servicio a los demás como vía de realización personal humana en Egipto; quien alcanzó puestos de gran poder y honor en el mundo; quien no cultivó odio alguno en su corazón, acaba siendo ángel de la guarda de aquéllos que un día le traicionaron. Ése es el triunfo de la caridad, de la suma verdad, del amor.

Evangelio según san Mateo 10, 24-33:
“Jesús dijo a sus discípulos: Mirad, un discípulo no es más que su maestro, ni un esclavo más que su amo; ya le basta al discípulo con ser como su maestro... No tengáis miedo a los hombres y a Belzebú: nada hay oculto que no llegue a descubrirse; nada hay escondido que no llegue a saberse... El Padre tiene contados hasta los cabellos de vuestra cabeza...

Si uno se pone de mi parte ante los hombres, yo también me pondré de su parte ante mi Padre del cielo. Y si uno me niega ante los hombres, yo también lo negaré ante mi Padre del cielo”

Aquí hay enseñanzas múltiples que no debemos olvidar, como expresión del corazón de Jesús, Salvador: ningún creyente debe aspirar a ser mejor tratado que su Maestro; el Maestro sufrió y murió para que nosotros vivamos felices, pero los hombres que mataron al Maestro no han cambiado de corazón; la vida real hay que asumirla con fe, sin miedo, por Jesús; hay una providencia sobre nosotros, aunque no lo podamos explicar bien en cada momento; quien firma fidelidad encontrará, al final, suma fidelidad en Dios.



Momento de reflexión
La conciencia os acusa, pero no temáis.
Es aleccionador observar en los hermanos de José que, cuando su padre fallece, su conciencia les hace revivir el pasado con sus cargas de pecado. El crimen de vender a su hermano pequeño no acaba de borrarse del alma.

A todos nos sucede algo parecido con las lacras de nuestra vida pecadora. ¿Qué hacer para salir de esa situación dolorosa?

Los hermanos de José, que se consideraban pecadores, acudieron a él y a su bondad, y, postrados, le pidieron que les perdonara.

Esa es la llave que abre cualquier puerta. Y la respuesta no se hace esperar: José les disculpó y recurrió a confiar en los designios de Dios en la historia. La permisión divina de que fuera vendido un hermano tuvo frutos saludables.

Maestro y discípulos.
La sencillez y la sagacidad de Jesús instruyendo a sus discípulos es admirable. Entre por los ojos de todos que quien aspire a ser discípulo se ha de mirar en el espejo del maestro. Solo si algún día abre el discípulo caminos nuevos podrá pensar en que su misión es la de prolongar y superar lo recibido.

En nosotros, discípulos de Jesús, no cabe aspiración alguna a crear nuevos mundos, ni siquiera el sueño de que, puesto el sacrificio y la obra de Cristo a favor de los hombres, a nosotros nos estará reservado un camino de rosas en su seguimiento. El discípulo de Cristo, que pisa sobre las huellas del Maestro, tiene que asumir el sufrimiento y la cruz como parte integrante de su única vida.

Y no debe hacerlo con pena sino con la alegría de quien sabe que con ello da gloria a Dios y contribuye a la salvación de los hombres, unido a Cristo.

Pidámoslo a María,

Lucero del alba
luz de mi alma, santa María.
Virgen y Madre, hija del Padre, santa María.
Flor del Espíritu, Madre del Hijo, santa María.
Amor maternal,
del Cristo total, santa María. Amén.


3-9. 2002

Señalar la identificación de Jesús con sus apóstoles constituye la finalidad principal del pasaje evangélico. Dicha identificación sirve para anunciar las dificultades que los enviados encontrarán en la realización de su tarea (vv. 24-25) y sirve también para alentar la confianza con que deben estar emprenderla (vv. 26-33).

El rechazo al mensaje de Jesús por parte de la sociedad de la época se transfiere inevitablemente a los que son de su circulo: discípulos, servidores. La dirigencia religiosa ha considerado a Jesús como una amenaza al orden querido por Dios y, por consiguiente, como presencia diabólica en la historia de los hombres. Esto explica el calificativo de Belcebú que le endilgaron sus adversarios.

Frente al mensaje de Jesús la sociedad egoísta se defiende apelando al insulto y a la calumnia. Y este hecho constatable en la vida de Jesús se prolonga en la vida de sus mensajeros que deberán estar preparados a asumir una condición de vida marcada por las injurias y las falsedades humanas.

Las dificultades nacidas de allí, hacen que el mensajero deba revestirse de coraje para no echarse atrás frente a las oposiciones. Y sólo puede encontrar ese coraje en la identificación con Jesús y con el Padre, comprometidos a fondo con la tarea del anuncio.

Dirigiendo la atención hacia el Padre, providente y cercano a la misión comunitaria, el enviado encuentra una palabra que lo conforta y le da fuerzas para enfrentar los peligros y riesgos que se alzarán a su paso.

El enviado sabe de la preocupación del Padre por las realidades mínimas de su creación. Lo que los hombres consideran de valor ínfimo como las aves son objeto de su cuidado y atención. Y esto que sucede en el ámbito de la naturaleza, encuentra mayor validez en el ámbito de la historia de salvación señalada a lo largo del tiempo por la presencia divina que exhorta a superar el temor gracias a sus oráculos que frecuentemente comienzan con el “No teman” (vv. 26.28).

El verdadero temor para el discípulo consiste sólo en la separación del Padre. Alejarse de la fuente de la Vida es el único fracaso real que amenaza la vida del discípulo-servidor.

Los restantes temores deben ser desechados ya que no pueden extinguir la Vida, difundida a través de un mensaje que vence la resistencia de los que pretenden encubrirlo y mantenerlo en secreto.

De allí surge una opción para todo aquel que ha recibido el encargo de transmitir la Buena Noticia. La valiente proclamación que mantiene la comunión con Jesús y, por medio de El, con el Padre y que lleva la vida hasta su realización plena, o la cobardía de la negación de Jesús que impide la realización personal en su núcleo más fundamental.

La identificación con Jesús, origen de la misión del Apóstol, es también la fuente de su confianza en la realización de su tarea. Ella se convierte de esa forma, en el único elemento verdaderamente importante que se debe tener cuidado de guardar y conservar para mantener el ámbito de comunión en que la vida puede realizarse y llegar a su plenitud.

Diario Bíblico. Cicla (Confederación Internacional Claretiana de Latinoamérica)


3-10. CLARETIANOS 2003

Quisiera centrarme en unas palabras de Jesús que se repiten tres veces en el evangelio de hoy: No (les) tengáis miedo. Son palabras que necesitamos actualizar cada vez que vivimos la fe con temor o que experimentamos una suerte de complejo de inferioridad. Jesús busca discípulos humildes, pero no miedosos; sencillos, pero no apocados; mansos, pero no pusilánimes. Donde hay experiencia de Dios y poder del Espíritu, no hay temor. El amor vence el miedo.

Pero, ¿cuáles son las razones por las cuales no debemos tener miedo? Jesús nos ofrece tres:

Porque nada hay cubierto, que no llegue a descubrirse.

La mentira atemoriza con apariencia de verdad, pero, al final, la verdad se abrirá paso y mostrará a las claras lo que las cosas son.

Porque los que matan el cuerpo no pueden matar el alma. Nuestro centro personal (el corazón) es el santuario de Dios. Nada ni nadie puede destruirlo.

Porque no hay comparación entre vosotros y los gorriones. O, dicho de otro modo, porque Dios, que se ocupa con primor de todas sus criaturas, cuida de manera especial al ser humano.

¿No necesitamos que esta Palabra nos dé fortaleza cuando se cierne sobre nosotros el miedo?

Gonzalo (gonzalo@claret.org)


3-11. Sábado 12 de julio de 2003
Juan Gualberto, Filomena

Gen 49, 29-33; 50, 15-24: Testamento de Jacob
Salmo responsorial: 104, 1-4.6-7
Mt 10, 24-33: No teman a los que matan el cuerpo

Texto: “No temas a los que matan el cuerpo”

El discípulo no es más que el maestro ni el servidor más que su dueño. Al discípulo le basta ser como su maestro y al servidor como su dueño. Si al dueño de casa lo llamaron Belzebul, ¡cuánto más a los de su casa! No les teman. No hay nada oculto que no deba ser revelado, y nada secreto que no deba ser conocido. Lo que yo les digo en la oscuridad, repítanlo en pleno día; y lo que escuchen al oído, proclámenlo desde lo alto de las casas. No teman a los que matan el cuerpo, pero no pueden matar el alma. Teman más bien a aquel que puede arrojar el alma y el cuerpo a la Gehena. ¿Acaso no se vende un par de pájaros por unas monedas? Sin embargo, ni uno solo de ellos cae en tierra sin el consentimiento del Padre que está en el cielo. Ustedes tienen contados todos sus cabellos. No teman entonces, porque valen más que muchos pájaros. Al que me reconozca abiertamente ante los hombres, yo los reconoceré ante mi Padre que está en el cielo. Pero yo renegaré ante mi Padre que está en el cielo de aquel que reniegue de mí ante los hombres.

Comentario

El clima de persecución parece brevemente interrumpido por una explicación: no debe extrañar que a los seguidores les depara idéntica suerte que a su maestro. Pero así dicho el esquema nos ubica en la “lógica” del sufrimiento, con una ligera tendencia a la resignación; aunque aquí no termina el discurso.

Después de esto, un cuadro en el que se repite al principio y final “no teman” nos ubica en el ánimo que debe guiar a los seguidores de Jesús ante el conflicto desatado. Las dificultades arrecian, y el evangelista no las oculta, pero invita a “no temer” en medio de esa situación. Dios es el soberano, y aunque esas cosas terribles ocurran, los discípulos deben buscar la realización de su voluntad en los tiempos finales, que las persecuciones manifiestan. La mirada escatológica, y en el más allá de la vida, es lo que debe dar razón principal al aliento con el que debemos seguir fieles al Maestro.

Finalmente un refrán antitético nos habla del futuro positivo o negativo de aquel que reniega y de aquel que reconoce a Jesús en el presente, en una especie de “ley del Talión” escatológica.

El centro de la unidad reside en el sin-sentido del temor cuando Dios es garante de un futuro de vida definitiva para quienes lo anuncian y reconocen.

El v. 30 probablemente sea un agregado tardío al texto: de hecho la referencia a los cabellos interrumpe la mención de los pajaritos. De todos modos, el problema de fondo es la cuestión de la presencia del mal en el mundo: si Dios es creador, el soberano de la historia, ¿cómo es posible la presencia del mal?

Los seguidores de Jesús son multiplicadores de su mensaje, anunciadores públicos de lo que el Señor les ha comunicado; y este anuncio no debe ni ser hecho con temor -al fin y al cabo no hay motivos definitivos: lo máximo que pueden hacer es algo superficial (“cuerpo”)- ni tampoco hecho con incertidumbre: la muerte no tiene la última palabra. El testimonio de Jesús resucitado -que los lectores de Mateo conocen bien- revela que lo fundamental de la existencia no está dado por lo circunstancial sino por lo que conduce la existencia a la vida definitiva. Los tiempos últimos terminan en la resurrección, y por lo tanto no tiene sentido el temor. Precisamente por esto, anunciar como Jesús el Reino de Dios es garantía de ser -como él- conducidos por Dios a la vida. El temor no tiene sentido. Ya lo ha dicho: la identificación del anuncio del Reino lleva a una identificación con el mensajero: les espera la misma cruz, persecución y muerte. Pero también, la esperanza en el Dios que conduce la historia permite creer que la resurrección, y no la muerte, es la última palabra de la historia.

Reflexión:

La confianza en la resurrección puede ser peligrosa si la entendemos mal, pero puede ser el motor más fuerte de la vida si nos dejamos conducir por el Espíritu. Sería terrible comprenderla como “no hay que buscar que las cosas cambien” porque cambiarán en el cielo, como una especie de tortilla. Así se entendió por un tiempo la idea de que los pobres serán felices “en el cielo” y los ricos “castigados”. Con eso, los ricos permanecían seguros de seguir “pasándola bien”, y los pobres eran invitados a una “resignación” que les garantizaba un futuro feliz “en la otra vida”. ¡Nada de eso dice Jesús! Trabajar por el reino es buscar la voluntad de Dios “en la tierra como (se hace) en el cielo”, y por lo tanto trabajar para que las cosas cambien, para que los pobres sean felices ¡ya aquí! La confianza, el “no teman”, no apunta a “paralizar” sino a “dinamizar”, a saber que nuestros esfuerzos por el reino no caen en saco roto, que no serán sin sentido. Que aunque no veamos los resultados “Dios se hace cargo”, que aunque la vida termine -aun violentamente- Dios está del lado del Reino, y dará su fruto. La confianza en la resurrección da fuerza a la lucha por un mundo fraterno y solidario. La predicación del Reino no debe hacernos temer, porque la vida tiene su triunfo garantizado sobre la vida, como la luz vence las tinieblas. La resurrección de Jesús, y la de los cristianos, es garantía de que la predicación del reino no es estéril, y que -por movernos sin temor- podemos gastar todo, incluso la vida misma para que la vida crezca y dé frutos. Si la vida y no la muerte tienen la última palabra, ¡tiene sentido dar vida! ¡tiene sentido dar la vida!

SERVICIO BÍBLICO LATINOAMERICANO


3-12. ACI DIGITAL 2003

24. El discípulo no es mejor que su maestro: He aquí una de esas palabras definitivas de Jesús, que debieran bastar para que nunca jamás aceptásemos la menor honra. ¿Tuvo honores el Maestro? No. Tuvo insultos. Luego si El no los tuvo, no debe buscarlos nadie porque nadie es más que El. Véase Luc. 6, 40: "No es el discípulo superior al maestro, sino que todo discípulo cuando llegue a ser perfecto será como su maestro.; Fil. 2, 7 y nota: "Sino que se despojó a sí mismo, tomando la forma de siervo, hecho semejante a los hombres. Y hallándose en la condición de hombre".
S. Pablo nos descubre aquí la inmensa, la infinita paradoja de la humillación de Jesús, en la cual reside todo su misterio íntimo, que es de amorosa adoración a su Padre, a quien no quiso disputar ni una gota de gloria entre los hombres, como habría hecho si hubiera retenido ávidamente, como una rapiña o un botín que debiera explotar a su favor, la divinidad que el Padre comunicara a su Persona al engendrarle eternamente igual a El. Por eso, sin perjuicio de dejar perfectamente establecida esa divinidad y esa igualdad con el Padre (Juan 3, 13; 5, 18 - 23; 6, 27, 33, 40, 46, 51 y 57; 7, 29; 8, 23, 38, 42, 54 y 58; 10, 30; 12, 45; 14, 9 - 11, etc.), para lo cual el Padre mismo se encarga de darle testimonio de muchas maneras (Mat. 3, 17; 5, 17; Juan 1, 33; 3, 35; 5, 31 - 37; 8, 18 y 29; 11, 46 s.; 12, 28 ss.; Luc. 22, 42 s., etc.), Jesús renuncia, en su aspecto exterior, a la igualdad con Dios, y abandona todas sus prerrogativas para no ser más que el Enviado que sólo repite las palabras que el Padre le ha dicho y las obras que le ha mandado hacer (Juan 3, 34; 4, 26 y 34; 5, 19 y 30; 6, 38; 7, 16 y 28; 8, 26, 28 y 40; 12, 44 y 49; 15, 15; 17, 4, etc.). Y, lejos de ser "un mayordomo que se hace alabar so pretexto que redundará la gloria en favor del amo", El nos enseña precisamente que "quien habla por su propia cuenta, busca su propia gloria, pero quien busca la gloria del que lo envió, ese es veraz y no hay en él injusticia" (Juan 7, 18). Y así Jesús es, tal como lo anunció Isaías, el Siervo de Yahvé, a quien alaba y adora postrado en tierra (Mat. 26, 39; Luc. 6, 12; 10, 21; 22, 42 - 44) y a quien llama su Dios (Juan 20, 17, etc.), declarándolo "más grande" que El (Juan 14, 28); a quien sigue rogando por nosotros (Hebr. 5, 7; 7, 25; 10, 12), y a quien se someterá eternamente (I Cor. 15, 28), después de haberle entregado el reino conquistado para El (I Cor. 15, 24). Pero hay más aún. Jesús no sólo es el siervo de su Padre, que vive como un simple israelita sometido a la Ley (Rom. 15, 8) y pasando por hijo del carpintero (Marc. 6, 3), sino que, desprovisto de toda pompa de su Sumo Sacerdocio, no tiene donde reclinar su cabeza (Luc. 9, 57 s.) y declara que es el sirviente nuestro (Luc. 22, 27) y que lo será también cuando venga a recompensar a sus servidores (Luc. 12, 37). ¿Qué deducir ante tales abismos de humillación divina? Un horror instintivo a la alabanza (Juan 5, 44), que es la característica del Anticristo (Juan 5, 43; II Tes. 2, 4; Apoc. 4 y 7 ss.). Porque Jesús dijo que sus discípulos no éramos más que El (Mat. 10, 24 ss.) y que, por lo tanto, también entre nosotros, el primero debe ser el sirviente de los demás (Mat. 23, 11; 20, 26 ss., etc.). Fácil es así explicarse por qué Pablo enseña que los apóstoles están puestos como basura del mundo (I Cor. 4, 13), y por qué conservando él su trabajo manual de tejedor, lejos de todos los poderosos del mundo, ajeno a sus cuestiones temporales y perseguido de ellos por su predicación de este misterio de Cristo, puede decir a sus oyentes lo que pocos podríamos decir hoy: "Sed imitadores míos como yo soy de Cristo" (I Cor. 4, 16 y 11, 1). Ante estos datos que Dios nos muestra en la divina Escritura, quedamos debidamente habilitados para descubrir a los falsos profetas que son lobos con piel de oveja (Mat. 7, 15), y de los cuales debemos guardarnos, porque así lo dice Jesús, y a quienes El caracteriza diciendo: "Guardaos de los escribas que se complacen en andar con largos vestidos, en ser saludados en las plazas públicas, en ocupar los primeros sitiales en la sinagoga y los primeros puestos en los convites (Marc. 12, 38 - 39).

25. Beelzebul (Dios de las moscas) es un nombre despectivo que los judíos daban a Satanás o a alguno de los príncipes de los demonios (IV Rey. 1, 2).

27. Cf. Hech. 28, 23 y nota: "Le señalaron, pues, un día y vinieron a él en gran número a su alojamiento. Les explicó el reino de Dios, dando su testimonio, y procuraba persuadirlos acerca de Jesús, con arreglo a la Ley de Moisés y de los Profetas, desde la mañana hasta la tarde". San Pablo se alza aquí por última vez, a lo que parece, en un extremo esfuerzo, por conseguir que Israel y principalmente Judá, acepte a Cristo tal como El se había presentado en el Evangelio, es decir, como el Profeta anunciado por Moisés (cf. Hechos 3, 22 y nota; Juan 1, 21 y 45; Luc. 24, 27 y 44) que no viene a cambiar la Ley sino a cumplirla (Mat. 5, 17 ss.); que "no es enviado sino a las ovejas perdidas de Israel" (Mat. 15, 24), y a Israel envía también primero sus discípulos (Mat. 10, 50). Por eso se dirige Pablo en este último discurso de los Hechos a los judíos principales de Roma, aclarándoles que en nada se ha apartado de la tradición judía (v. 17) antes bien que está preso por defender la esperanza de Israel (v. 20), y les predica según su costumbre, a Cristo y el Reino de Dios con arreglo a la Ley de Moisés y a los Profetas, como lo hace en la Carta a los Hebreos (cf. Hebr. 8, 8 ss.) y como "siempre que predicaba a los judíos" (Fillion). Pero ellos se apartaron de él todos (v. 25 y 29), sin quedarse siquiera los que antes le creyeron (v. 24). Es el rechazo definitivo, pues Pablo, preso por dos años más (v. 30), no puede ya seguir buscándolos en otras ciudades (véase Hech. 13, 46; 18, 6 y notas; cf. Mat. 10, 23 y nota). Termina así este tiempo de los Hechos, concedido a Israel como una prórroga del Evangelio (cf. la parábola de la higuera estéril: Luc. 13, 8 s.) para que reconociese y disfrutase al Mesías resucitado, a quien antes desconoció y que les mantuvo las promesas hechas a Abrahán (cf. 3, 25 s.). San Pablo escribe entonces desde Roma, con Timoteo, a los gentiles de Efeso y de Colosas la revelación del "Misterio" del Cuerpo Místico, escondido desde el principio (Ef. 1, 1 ss.).

28. Gehenna: infierno. Véase 5, 22. Más Yo os digo: "Todo aquel que se encoleriza contra su hermano, merece la condenación; quien dice a su hermano "racá" merece el sanhedrín; quien le dice "necio" merece la gehenna del fuego. Se trata aquí de fórmulas abreviadas de maldición. Se pronunciaba una sola palabra, mas el oyente bien sabía lo que era de completar. Tomado por sí solo, racá significa estúpido y necio en las cosas que se refieren a la religión y al culto de Dios. Necio es más injurioso que "racá", porque equivale a impío, inmoral, ateo, en extremo perverso. El concilio, esto es, el Sanhedrín o supremo tribunal del pueblo judío, constaba de 71 jueces y era presidido por el Sumo Sacerdote. Representaba la suprema autoridad doctrinal, judicial y administrativa. Gehenna es nombre del infierno. Trae su origen del valle Ge Hinnom, al sur de Jerusalén, donde estaba la estatua de Moloc, lugar de idolatría y abominación (IV Rey. 23, 10); y I Juan 4, 18: "En el amor no hay temor; al contrario, el amor perfecto echa fuera el temor, pues el temor supone castigo. El que teme no es perfecto en el amor".

El amor perfecto echa fuera el temor: Vemos así claramente que ese temor de Dios, de que tan a menudo habla la Sagrada Escritura no puede ser el miedo, porque si éste es excluido por el amor, resulta evidente que si tenemos miedo es porque no tenemos amor,y en tal caso nada valen nuestras obras (cf. I Cor. 13). El temer a Dios está usado en la Biblia como sinónimo de reverenciarlo y no prescindir de El; de tomarlo en cuenta para confiar y esperar en El; de no olvidarse de que El es la suprema Realidad. "Soy Yo, no temáis... ¿por qué teméis?... no se turbe vuestro corazón; la paz sea con vosotros; os doy la paz mía". ¿Puede ser éste el lenguaje del miedo? Cf. S. 85, 11; 110, 10 y notas. Hay, sin embargo, un temor y temblor de que habla S. Pablo, pero no por falta de confianza en Dios, sino en nosotros mismos (Filip. 2, 12), "porque es El quien obra en nosotros, tanto el querer como el obrar (Filip. 2, 13). El soberbio, el que se cree capaz de salvarse por sus propios méritos, ese debe temblar y temer, más aún que a los que matan el cuerpo, al Amor despreciado de un Dios que "puede perder cuerpo y alma en la gehenna".

29. Por un as, moneda que en tiempos de Cristo equivalía a 1/16 de denario, unos cinco centavos argentinos.


3-13. CLARETIANOS 2004

Queridos amigos y amigas:

¿Quién no ha tenido miedo alguna vez? Cuando aparece ante nosotros algo que nos evoca peligros, amenazas o incertidumbres, es normal sentir miedo.

El miedo es un “fantasma” con muchos rostros: miedo a la oscuridad, a la soledad, al qué dirán, a hablar, al ridículo, a definirse, al compromiso, al fracaso, a los demás, a uno mismo, a encarar la realidad, al presente, a lo que está por venir, a la vida, a la muerte... Sus efectos son también variados: puede producir indecisión, impedir avanzar, echar para atrás, hacer tomar otro camino, paralizar, atrapar...

El miedo puede ser un sentimiento adaptativo cuando nos previene de peligros reales y nos hace tomar las precauciones necesarias. Pero el problema es cuando atrapa la vida y uno vive huyendo de todo y de todos.

“No tengáis miedo”, “no temáis” es la palabra que Dios nos dirige hoy, repetida siete veces por Mateo en su evangelio, cuando los seguidores de Jesús parecen echarse atrás ante la dificultad, el riesgo, lo nuevo.

Los creyentes tenemos derecho a sentir miedo. Pero a la vez se nos da la oportunidad de dar el paso de la confianza. Porque, en el fondo, sabemos que el mundo y la vida están en manos de Dios. Y que Él tendrá la última palabra. A pesar de las apariencias contrarias.

En el partido de nuestra vida juegan Miedo y Confianza. Ambos quieren ganar. Cuando uno avanza, hace que el otro retroceda. Ojalá que, apoyados en Aquél de quien nos hemos fiado, llegue la Confianza a ganar... por goleada.
Vuestro hermano en la fe:

Luis Manuel Suárez, claretiano (luismacmf@yahoo.es)


3-14. DOMINICOS 2004

Decía Jesús, no tengáis miedo

Santa María, madre de Dios, fortalece nuestra esperanza.
Tú que acompañaste a Jesús hasta la cruz, enséñanos a amar.
Tú que sabes de ternura, haznos muy sensibles al dolor ajeno.

Concluimos la semana escuchando a un profeta y mensajero nuevo. Tras las reflexiones y oráculos de Oseas, contamos hoy con la voz poderosa de Isaías, a quien vemos en su infancia profética, en el llamamiento que le hace el Señor.

Si miramos atentamente al profeta, nos sentiremos invitados a volver sobre nosotros mismos, a recapacitar sobre nuestra propia vocación cristiana. Así podremos decir con el profeta, al considerar su llamada: ¡Ay de mí, estoy perdido! Pero entonces la ternura del Señor nos confortará.


La luz de Dios y su mensaje en la Biblia
Lectura del profeta Isaías 6, 1-8:
{Isaías contempla en éxtasis al Señor}: “El año de la muerte del rey Ozías (740-737 a.C.) vi al señor sentado sobre un trono alto y excelso... Vi serafines en pie junto a él, cada uno con seis alas; con dos se cubrían el rostro, con dos se cubrían el cuerpo, y con dos se cernían. Y se gritaban uno a otro: ¡Santo, santo, santo es el Señor de los ejércitos, la tierra está llena de su gloria!...

Yo dije: ¡Ay de mí, estoy perdido! Yo, hombre de labios impuros que habito en medio de un pueblo de labios impuros... Entonces voló hacia mí uno de los serafines, con un ascua en la mano, que había cogido del altar con unas tenazas; la aplicó a mi boca y me dijo : Mira; esto ha tocado tus labios, ha desaparecido tu culpa, está perdonado tu pecado.... Y dije: aquí estoy, envíame”

Evangelio según san Mateo 10, 24-33:
“Prosiguió Jesús en su discurso a los discípulos: Un discípulo no es más que su maestro, ni un esclavo es más que su amo. Ya le basta al discípulo ser como su maestro, y al esclavo ser como su amo...Lo que os digo de noche, decidlo en pleno día, y lo que os digo al oído, pregonadlo desde la azotea. No tengáis miedo a los que matan el cuerpo, pero no pueden matar el alma. Temed al que puede destruir con el fuego alma y cuerpo.

¿No se vende un par de gorriones por unos cuartos? Y, sin embargo, ni uno solo cae al suelo sin que lo disponga vuestro Padre. Pues vosotros, hasta los cabellos de la cabeza tenéis contados... No hay comparación entre vosotros y los gorriones”


Reflexión para este día
Vocación del profeta Isaías y nuestra vocación cristiana .
El relato de la vocación de Isaías es una introducción al grandioso “Libro del Emmanuel” en el que se recogen textos y oráculos mesiánicos impresionantes.

Como introducción que es, nos sitúa ante la majestad del Dios (¡Santo, Santo, Santo¡) cuyos gestos de amor, misericordia, salvación del hombre, se van a manifestar en el Mesías; y nos hace prever también las actitudes contradictorias de los hombres ante la palabra de fuego del profeta tocado por el Espíritu.

Isaías se turba interiormente, porque ve su pequeñez e insuficiencia.

Necesita del calor de un tizón ardiendo para caldearse en el fuego del amor y arriesgarse en la misión.

¿No es ésa también nuestra actitud ante el compromiso de ser misioneros de la Verdad?

En nuestra condición de discípulos, seguidores, testigos, imitadores, hemos de ser misioneros, y, si lo somos, experimentaremos, junto a nuestra debilidad, la grandeza del Señor que nos asiste. No temamos, pues, a quienes hieren nuestro cuerpo y lo matan; hay otro Señor y Amigo que nos enseña a sufrir y a morir y vivir con él por toda la eternidad


3-15.

Comentario: P. Raimondo Sorgia i Mannai, OP (San Domenico di Fiesole-Florencia, Italia)

«No está el discípulo por encima del maestro»

Hoy, el Evangelio nos invita a reflexionar sobre la relación maestro-discípulo: «No está el discípulo por encima del maestro, ni el siervo por encima de su amo» (Mt 10,24). En el campo humano no es imposible que el alumno llegue a sobrepasar a quien le enseñó el abc de una disciplina. Hay en la historia ejemplos como Giotto, que se adelanta a su maestro Cimabue, o como Manzoni al abad Pieri. Pero la clave de la suma sabiduría está sólo en manos del Hombre-Dios, y todos los demás pueden participar de ella, llegando a entenderla según diversos niveles: desde el gran teólogo santo Tomás de Aquino hasta el niño que se preparara para la Primera Comunión. Podremos añadir adornos de varios estilos, pero no serán nunca nada esencial que enriquezca el valor intrínseco de la doctrina. Por el contrario, es posible que rayemos en la herejía.

Debemos tener precaución al intentar hacer mezclas que pueden distorsionar y no enriquecer para nada la substancia de la Buena Noticia. «Debemos abstenernos de los manjares, pero mucho más debemos ayunar de los errores», dice san Agustín. Ayer mismo me pasaron un libro sobre los Ángeles Custodios en el que aparecen elementos de doctrinas esotéricas, como la metempsicosis, y una incompresible necesidad de redención que afectaría a estos espíritus buenos y confirmados en el bien.

El Evangelio de hoy nos abre los ojos respecto al hecho ineludible de que el discípulo sea a veces incomprendido, encuentre obstáculos o hasta sea perseguido por haberse declarado seguidor de Cristo. La vida de Jesús fue un servicio ininterrumpido en defensa de la verdad. Si a Él se le apodó como “Beelzebul”, no es extraño que en disputas, en confrontaciones culturales o en los careos que vemos en televisión, nos tachen de retrógrados. La fidelidad a Cristo Maestro es el máximo reconocimiento del que podemos gloriarnos: «Por todo aquel que se declare por mí ante los hombres, yo también me declararé por él ante mi Padre que está en los cielos» (Mt 10,32).


3-16. 2004. Comentarios Servicio Bíblico Latinoamernicano


Isaías 6,1-8: La Vocación de Isaías: Aquí estoy, mándame

La vocación de Isaías que tuvo lugar en al año de la muerte del Rey Ozías, sigue el esquema de llamada en la Biblia:

Yahveh se manifiesta con un signo especial.

Explicitación del miedo de la persona

El consuelo “no temas”

El mensaje: la misión

La dificultad de la persona

El signo o señal.


Este esquema se desarrolla así:

Teofanía de Yahveh. Isaías está o es transportado al templo y allí ve a Dios como un rey en su trono. No describe la figura de Yahveh, sino las orlas del ves­tido, el manto real que llenaba el templo. Uno de los signos de las teofanías en el Antiguo Testamento es la presencia de la nube. Isaías óbservó el templo lleno de humo, que como la nube manifiesta y vela la presencia del Señor.

Ante el Señor estaban unos serafines, como la corte de un rey, cada uno con seis alas; tampoco los descri­be, sólo menciona los tres pares de alas; con un par se tapan los ojos, con el otro los pies (la des­nudez, eufe­mis­mo que emplea también en Ex 4,25 y 7,20 para indi­car el respeto a la divinidad). Con el tercer par aletean mientras se conservan erguidos.

Los serafines eran seres celestes, cuyo nombre dice relación con el fuego o el rayo. El origen del término hebreo sair’uh-fim = serafim, es incierto. En Números 21,6 y Dt 8,5 aparece una serpiente venenosa que pica a los israelitas en el desierto, (sarap). El significado de los serafines, ardiendo, brillantes, no puede ser tomado de esta palabra, pero sí, si se alude a la quemadura del veneno, como es la opinión de Alonso Schöckel. (Diccionario Bíblico Hebreo Español, Madrid, Trotta, 1994, p. 739).

Una escultura encontrada en el Tel Half en la ciudad de Gozan (antigua Guzana) muestra una criatura con cuerpo humano, dos alas en los hombros y cuatro abajo de la cintura. Se ha datado esta escultura al rededor del año 800 a.C. Al observarla se evocan necesariamente los serafines de Isaías 6.

Ellos, como llamas ardientes, proclaman la gloria divina y entonan una alabanza: “Santo, santo, santo Yahveh de los ejércitos, llena está toda la tierra de su gloria”. Hay que tener en cuenta que el hebreo carece de una pala­bra para ex­presar el superlativo y lo forman repitiendo la pala­bra. Se quiere decir el más santo, el santo de los santos.Santo en la biblia indica que una cosa está separada del uso profano y se dedica al uso sagrado. En este caso aplicado a Dios, la tras­cen­dencia total. También se usa la palabra santo en un aspecto ético para indicar la rectitud absoluta.

"Está la tierra toda llena de su gloria". Otro concepto de Isaí­as. El término hebreo gloria, kabod, como en las lenguas semitas tiene un significado diferente al de los griegos; para éstos la gloria es un concepto subjetivo, no está en la persona en sí, sino en la buena opinión que los demás tienen de él; en cambio en hebreo, la gloria está en la misma persona, es algo objetivo. Isaías dice que esa gloria llena la tierra y se manifiesta en la creación. Antes de recibir su misión profética tiene una visión de Dios que le da a conocer su gloria y sus proyectos con Isaías.

La reacción del hombre ante la presencia de Yahveh es siempre de terror (Cfr. Gn 32,30; Ex 3,6c; Jer 4,31; 45,3). El hombre se conoce a sí mismo a medida que conoce a Yahveh. I­saías al conocer a Yahveh ve la distancia que lo separa de él y de ahí su exclamación de terror. Se siente culpable y solidario con la culpa del pueblo. Isaías sabe que el profeta ejerce su misión por medio de la palabra y por eso manifiesta su incapacidad para ser profeta porque es un hombre de labios impuros.

En Isaías se trata de una impureza que lo imposibilita para en­trar en el templo de Jerusalén (Cfr. Sal 15 y 24). Isaías dice: soy un hombre de labios impuros, no porque profirió algo incon­veniente, sino porque un hebreo considera una parte del cuerpo como toda la persona. Para que pueda recibir la misión que el Señor le quiere encomendar, debe ser purificado. Parece ser una forma simbólica para expresar que su pecado es perdonado. A Dios corresponde romper la barrera que el pecado interpone entre Dios y el hombre.

Uno de los serafines con un carbón encendido purifica los labios del profeta, enviado para predicar, destruyendo así la barrera que el pecado había construido entre Dios y el profeta porque por los labios entra el fuego que también purificará el corazón. ¿Recibirían los serafines el nombre por su acción simbólica?

El profeta debe responder. “Aquí estoy, mándame”. Es la manifestación de disponibilidad de quien sabe que el hombre sólo puede presentarse ante Dios sin condiciones; a Dios le corresponde enviarlo.


Salmo 92 (93): El Señor es Rey, está vestido de poder

Este es uno de los salmos reales. El autor contempla a Dios como un rey sentado majestuosamente un trono, vestido con gran esplendor. Después al escuchar la fuerza de la naturaleza comprende que esas fuerzas hostiles solo pueden ser vencidas por el “más fuerte en el cielo y en la tierra”.

El salmista asocia los mandamientos que regulan las relaciones entre los hombres, con el trono firme e inmutable del Señor.


Mateo 10,24-33: Un discípulo no es más que su maestro, ni un esclavo más que su amo

Continuando el sermón de la misión, nos encontramos con un motivo de ánimo. El destino del discípulo es igual al de su maestro. Si éste fue rechazado por los fariseos y calumniado por ellos, si fue perseguido por los de su misma raza e incomprendido por su familia, lo mismo sucederá con los discípulos. La sociedad se defenderá del mensaje de Jesús con insultos y calumnias.

Mateo ha querido dar consuelo a quienes se preguntaban angustiados por el sentido de esta experiencia dura, recordándoles que esa misma fue la suerte de Jesús a quien ellos están anunciando. Recordemos también que esa misma fue la suerte de los profetas en el Antiguo Testamento.

La expresión “no temáis” aparece tres veces. Esta frase es muy usada en el Antiguo Testamento y hace parte del esquema del género literario de la vocación o misión, (cfr la vocación del profeta Isaías), y se emplea siempre para expresar la ayuda divina. Ahora esta palabra de consuelo se dirige a los discípulos para que superen el miedo inherente a las persecuciones.

A pesar de las persecuciones, por ningún motivo se ha de callar el mensaje; lo que estaba escondido ha de descubrirse. No hay por qué tener miedo.

Como lo decisivo está en las manos de Dios, no hay que temer si los hombres les quitan la vida.

Nada hay que temer cuando se está en las manos de Dios. El amor del Padre y sus cuidados son insospechados: el cuida hasta los pájaros más pequeños, tiene contados los cabellos ¿cómo no va a preocuparse por sus discípulos que anuncian el Reino? La confianza en él ha de ser total. La certeza de ser hijos de Dios es lo que, en último término, fundamenta la misión y hace que no se detenga ante las dificultades.

Los discípulos que hayan dado testimonio de Jesús ante los hombres, escucharán el testimonio de Jesús en su favor ante Dios y por el contrario los que lo han negado también Jesús los negará ante el Padre.


3-17.

Más instrucciones a los apóstoles

Fuente: Catholic.net
Autor: Jaime Rodríguez

Reflexión

Para el fiel cristiano la vida terrenal es sobre todo ocasión de crecer en el amor por su Creador. Por eso Dios nos advierte que, incluso si humanamente el desaliento nos atenaza, tenemos que estar dispuestos a perder la vida del cuerpo, si con esto vamos a conseguir la gloria por la vida del alma, que es la eternidad.

Más que preocuparse de la estima de los otros o peor aún orientar nuestra vida según las costumbres de la moda, lo que realmente debería importarnos es preocuparnos por las enseñanzas del Hijo de Dios y los valores de la doctrina cristiana. Conocerlos, respetarlos no por obligación sino por elección diaria. Vivirlos auténticamente significa sencillamente emprender y aventurarse en la misión de ser testigos. Es pesado y cansado, a veces incómodo hasta casi a perder los ánimos. Las tablas de madera que se utilizarán en los barcos son puestas a prueba en las llamas del fuego incandescente, y aquellas que no se parten son las que darán elegancia, estabilidad y velocidad al barco. "Que vuestra conducta entre los paganos sea siempre irreprochable porque mientras os calumnien como malhechores, al ver vuestras buenas obras lleguen a glorificar Dios en el día del juicio", 1Pt 2,12.


3-18. Fray Nelson Sábado 9 de Julio de 2005
Temas de las lecturas: Dios cuidará de ustedes y los sacará de este país * No tengan miedo a los que matan el cuerpo, pero no pueden matar el al.

1. "No dejen mis huesos en Egipto"
1.1 Sin el talento y sabiduría de José, que llegó a ser administrador de las riquezas de Egipto, su propia familia habría perecido de hambre. El vino a ser un instrumento de la Providencia de Dios, y gracias a su intervención la promesa hecha a Abraham pudo continuarse en la historia del pueblo elegido que a la vera de los egipcios vino a crecer de modo asombroso. Llegaron a ser muy numerosos y en esa fecundidad y vitalidad vino a verse como un primer cumplimiento de aquello que Dios había dicho a Abraham, que tendría descendientes como las estrellas del cielo.

1.2 Sin embargo, el lugar de la alianza no podía ser Egipto. La tierra que Dios dio a Abraham no fue esa, y la prueba está en que cuando él tuvo que conseguir sepulcro para Sara lo buscó y lo compró donde Dios le indicaba, es decir, en Canaán. Egipto, pues, no podía ser sino una etapa, una larga pero no definitiva parada en el largo peregrinar de la fe del pueblo creado por el poder de Dios.

1.3 En el ocaso de su vida, José comprende de modo maravilloso que su vida era parte de ese plan pero que el plan iba más allá, hacia tierras, gentes y tiempos que él ya no alcanzaría a ver. Como un acto de profecía, y también un modo de unirse al destino de la promesa, él no quiere que sus huesos queden en los elegantes pero idolátricos sepulcros egipcios. Sus huesos, imagen su de su última voluntad y de su última posesión, tendrán que seguir peregrinando, porque sólo hay descanso allí donde Dios cumple sus promesas.

2. Aprendiendo a vivir libres de temor
2.1 El evangelio de hoy es una catequesis preciosa sobre cómo vencer el miedo. No cualquier miedo, sino ese que nos paraliza, que nos inutiliza, que nos impide ser generosos, agradecidos, emprendedores.

2.2 Somos víctimas de ese miedo cuando nos escondemos en el presente para que no nos asalte el recuerdo del mal que hicimos o no nos persigan las preguntas de un futuro incierto. Somos sus víctimas también cuando mendigamos certezas de las cosas que vemos sin llegar a comprender que nuestras preguntas son más grandes que las respuestas que podemos asir.

2.3 Jesús nos muestra que podemos vencer el miedo sobre todo con un arma: sabiendo que somos valiosos ante Dios. Su Evangelio de amor es el anuncio de lo preciosos que somos, y sobre esa certeza la angustia se derrite como la nieve ante el sol del verano.