MIÉRCOLES DE LA SEMANA 10ª DEL TIEMPO ORDINARIO

 

1.- 2Co 3, 4-11

1-1.

-Hermanos, si tenemos tanta confianza delante de Dios, gracias a Cristo... No es a causa de una capacidad personal de la que podríamos atribuirnos el mérito.

Con el tema de la «tribulación», el tema de la "confianza" es uno de los más importantes de san Pablo.

El cristiano no es un timorato, un semi-hombre, una larva, es un ser lleno de seguridades.

Hay HOY algunas timideces, una vergüenza de ser cristiano, ciertos miedos de afirmar, que repugnarían a san Pablo si volviera entre nosotros.

¡No! Pablo no baja la vista. Frente a sus adversarios se presenta como un hombre «seguro de sí mismo». «Si tenemos tanta confianza...»

Tanto más seguro porque ¡su confianza no proviene de él! Pablo se conoce. Se sabe débil e incapaz.

Dame, Señor, esta confianza que se apoya en Ti y no en mí.

-Nuestra capacidad viene de Dios, el cual nos capacitó para ser ministros de una nueva alianza.

Estas fórmulas nos ponen de entrada en una actitud acogedora y abierta. Ni la vida cristiana ni el ministerio en la Iglesia son realidades que construimos, son realidades que recibimos... que nos han sido «dadas».

También yo, Señor, quisiera ser todo disponibilidad, tener siempre abiertas las dos palmas de mis manos, como el sacerdote en el altar, la posición del orante... en la postura del mendigo que espera recibir. Así estoy ante Ti, Señor, abre mi corazón.

-Comparación entre el ministerio de Moisés y el de los ministros de la nueva alianza: la letra y el espíritu.

Los judaizantes de la Iglesia de Corinto -que reprochaban a Pablo sus novedades en relación a la antigua Ley judaica- trataban de desacreditar el carácter apostólico de san Pablo y su postura en relación a la Ley de Moisés.

Pablo se defiende con una triple «comparación»:

La Ley Antigua: una «letra» demasiado material... una «gloria velada» antes deslumbrante... una «condenación del pecado»... La nueva Alianza: un «espíritu» interiorizado... «una gloria manifiesta y resplandeciente»... una «justificación del pecado»...

Esta comparación confirma a Pablo en su confianza. La historia sagrada progresa. Dios conduce esa historia. Lo que Dios había revelado a Moisés en su tiempo, era bueno.

Pero lo que nos revela en su Hijo Jesús es mejor aún y hace caducar todo lo precedente.

Danos el sentido de TU HOY. Ayúdanos a ver claramente lo que Tú quieres para tu Pueblo, para tu Iglesia. Ayuda a esta Iglesia a no encerrarse de nuevo en «la letra» sino a dejarse llevar por el «Espíritu».

Es verdad, Señor, siento siempre la tentación de pararme.

-La letra mata, pero el espíritu vivifica.

En mi vida este riesgo es constante. Quedarme sólo en el cumplimiento formal de gestos, contentarme con una rectitud exterior, según la letra. Así se degradan las más hermosas cosas: lo mismo sucede con las más hermosas vocaciones, profesiones, plegarias... los más sanos amores y los más puros sentimientos.

Ayúdame, Señor, a no cesar de vivificarlo todo con una nueva vida.

No hacer mi quehacer de HOY sólo de un modo formal, porque hay que hacerlo, sino poniendo en él todo mi ser.

«Espíritu... ven sobre el mundo... danos la vida...»

NOEL QUESSON
PALABRA DE DIOS PARA CADA DIA 5
PRIMERAS LECTURAS PARA EL TIEMPO ORDINARIO
DE LOS AÑO IMPARES
EDIT. CLARET/BARCELONA 1983.Pág. 120 s.


2.- 1R 18, 20-39

2-1.

En caso de conflicto entre dos prácticas litúrgicas, el pueblo hebreo acudía invariablemente a una especie de concurso, en el que el juicio de Dios fallaba entre los protagonistas (cf. Gén 4, 1-5). Elías acude a ese procedimiento para dar a conocer al pueblo el juicio de Dios sobre sus sacrificios.

a) El monte Carmelo, en donde se celebra el concurso, está situado entre Palestina y Fenicia. Pertenece sucesivamente al primero y al segundo reino, lo que explica la presencia en su cumbre de dos altares, uno consagrado a Yahvé (en ruinas) y otro a Baal.

El pueblo "cojea de los dos pies" (v. 21), imitando, en su falta de fe, la danza ritual de los partidiarios de Baal (v. 26). Al determinar claramente a qué Dios pertenece el rayo, el concurso debe hacer salir al pueblo de sus moratorias evasivas. La fe no puede desarrollarse en medio de la duda ni en el servicio simultáneo de dos señores (vv. 21 y 24; cf. Mt 6, 24).

b) El concurso se desarrolla en un clima de violencia. Los sacerdotes de Baal, creyendo que su Dios no se revelará sino como coronación del esfuerzo del hombre, se mutilan y entran en trance (v. 28). Pero Yavhé no se revelará sino en la violencia del rayo (v. 38). En cuanto a Elías, aplica a los profetas de Baal la terrible ley del talión (v. 40; cf. 1 R 18, 4). Pero no tardará en comprender que Dios no está en la violencia (1 R 19, 1-4), sino en la dulzura y el amor. Será precisa la muerte de Jesús para que el mundo comience, al fin, a creerlo así.

MAERTENS-FRISQUE
NUEVA GUIA DE LA ASAMBLEA CRISTIANA VI
MAROVA MADRID 1969.Pág. 41


2-2. IDOLOS/CV 

"¿Hasta cuándo vais a estar cojeando con los dos pies? Si Yahvé es Dios, seguidle; si Baal, seguid a éste" (/1R/18/21). Aquí nos encontramos con un tema esencial en nuestra existencia: ¿Seremos capaces de elegir al verdadero Dios y de servirle honestamente en una decisión definitiva y sin distingos? Las ruinas de Sebaste nos sirven de símbolo y de imagen. Estamos en el sitio donde, en tiempos de los reyes de Israel, en el tiempo de Acab, floreció el compromiso con el paganismo. Por un lado, adoraban al Dios verdadero, el Dios de Abrahán, de Isaac y de Jacob, y por otro, al mismo tiempo, adoraban a los ídolos. Por lo que se refiere a la manera de vivir lo cotidiano, se adaptaban a esta manera de compartimentar la vida. En ciertos momentos observaban la ley de Yahvé y sus mandamientos; en otros los desdeñaban. A veces, ante un peligro, se volvían a Dios renunciando, en apariencia, a los ídolos, pero esta conversión no era de corazón. "Recoged vuestros ídolos, colocadlos bajo un árbol, vamos a enterrarlos". La elección del lugar resulta significativa: un árbol, que servirá de indicación para recuperarlos cuando sientan el deseo.

¿Cómo nos concierne esto? Admitimos fácilmente que haya habido generaciones tan poco evolucionadas que adoraran un becerro de oro, al buey Apis, o a una estela, puesto que nos lo enseña la historia. Quizá hay todavía, en parajes muy atrasados, adoradores de ídolos, pero en nuestra época racionalista apenas se encuentran ya adoradores de un Dios "razonable", incluso en África o en Asia. ¿No creéis que eso de adorar ídolos está ya verdaderamente superado? ¿De verdad que está superado? Más allá de los becerros de oro, de las estelas sagradas, de los dioses y de las diosas de la mitología o del folklore, ¿acaso los hombres no han adorado siempre las fuerzas naturales, la riqueza, el sexo o el apetito de poder? ¿Se puede decir que nuestros contemporáneos no adoran esos mismos ídolos? ¿Y nosotros? ¿No hemos hecho los habitantes de las ciudades un ídolo del sol de las vacaciones? ¿Acaso nuestros movimientos y nuestras actividades no están gobernados por el tener y el poder más que por el ser? ¿Es preciso señalar la invasión del sexo en nuestros esquemas de pensamiento y en nuestros comportamientos?.

Pero no basta con tomar conciencia porque la dificultad característica de vivir de los cristianos que tratan verdaderamente de vivir su fe, que pertenecen a movimientos "buenos", que frecuentan grupos de participación o de oración, es que se hallan relativamente prevenidos contra esos ídolos evidentes, y no ven que todas las realidades humanas, incluso las mejores, pueden volverse ídolos. Todas las realidades "hechas por mano de hombre", todo lo que el hombre cree poder realizar por su potencia y su propia fuerza, todo aquello por lo que el hombre quiere ganar su vida en lugar de perderla, todo eso es ídolo. El problema no consiste en descubrir si tengo o no tengo ídolos -los he puesto cuidadosamente a un lado para mi comodidad y mi satisfacción- sino que el problema estriba en identificarlos a fin de pedir a Dios que me libre de ellos.

Estas realidades en torno de las cuales converge mi vida en detrimento del lugar verdadero que hay que dar a Dios adoptan las formas más variadas; cuanto mayor es la exigencia religiosa, más peligrosas pueden volverse. Ídolo para esa madre de familia es el éxito en la educación de sus hijos si lo ha convertido en la meta de su existencia (y la de sus hijos), si extrae de allí su propia gloria y su propia complacencia. Ídolo para esa pareja es el éxito de su hogar si creen deberlo a ellos mismos y si les aísla de los hogares que sufren. Ídolo para ese hombre de oración es su rezo -y resulta verdaderamente el colmo- si se siente orgulloso de las bellas palabras que dirige a Dios y se cree dueño de su relación con Dios. Ídolo para ese militante es su apostolado si le preocupa más que Aquél que le confía tareas apostólicas. (...)

Señor, siento tal deseo de hacerme dueño de mi propia existencia, de conseguir más poder y de tener más que de las mejores realidades a las que tú mismo me llamas soy capaz de hacer unos ídolos. Tú no estás solo en mi corazón. No tengo el valor de abandonarte -bendito seas por preservarme de eso- ni de abandonar mis ídolos de una vez por todas. Cojeo con los dos pies, queriendo a la vez todo y al Distinto a todo. Enséñame a advertir cuándo ocupo erróneamente el lugar que a ti te corresponde. Eres el dueño de mi vida porque tú eres la vida y no hay otra vida más que la tuya. Todo lo que está hecho por mano de hombre es perecedero. Mira, estoy rodeado de columnas rotas, de frontispicios desplomados. Estas orgullosas construcciones de los reyes de Israel, de los romanos e incluso de los bizantinos, ya son sólo ruinas; igual nos conducen a la ruina los ídolos que fabricamos. Los hombres de mi tiempo adoran la riqueza, el sexo o el poder y nuestro mundo se halla en ruinas. Qué poco satisfechos se sienten los que adoran falsos dioses incapaces de responder a la esperanza que tú has puesto en el fondo de su corazón. Incluso tus hijos, que buscan tu rocío y tu lluvia benéfica, se extravían haciéndose ídolos para ellos mismos.

¿Cómo sorprenderse si tú ya nos habías advertido?. "No habrá estos años rocío ni lluvia más que cuando mi boca lo diga" (1 R 17, 1). El rocío y la lluvia de nuestros corazones es el Espíritu Santo. "Ni por potencia ni por fuerza sino por el Espíritu del Señor", tal es el verdadero camino. Si me aparto, surge la sequía. Por mucho que trate de tener una fe viva, una verdadera vida de oración, si no empiezo por recibir del Padre mi propia vida y por dejar que esta vida se oriente hacia el aliento del Espíritu Santo, caigo en la sequía. Es decir, que no tengo inclinación alguna... ni por mi cónyuge ni por la oración, ni por servir a los demás ni por hacer la voluntad del Padre. No se trata de un castigo que proceda de ti sino de la señal de que necesito una purificación para franquear una nueva etapa. Envíame entonces algún profeta, algún hermano que me haga tomar conciencia de que en mi vida existen todavía ídolos. Elías, tu profeta, es el personaje de referencia que me ilustra sobre este terreno de la liberación de los ídolos. Para mí, ese profeta puede ser hoy mi cónyuge, un amigo, un sacerdote, un equipo. Y al tiempo que me ilustran sobre el carácter idólatra de mi interés por algún sector de mi vida, me anuncian también la lluvia benéfica que sobrevendrá tras la derrota de los ídolos. Los profetas no son dueños de la lluvia pero resulta determinante para mi manera de vivir poder apoyarme en su palabra para aguardar la lluvia y acoger el rocío. Tú eres el dueño de la lluvia; eres muy capaz de encender el fuego de la vida allí en donde los Baales resultan incapaces; eres muy capaz de hacer que se prenda leña empapada como eres capaz de inflamar un corazón rebosante de ídolos. Me apartaría del verdadero camino si pretendiera quemar yo mismo los ídolos. Pero, una vez identificados, los ofrezco al fuego de tu amor. Ven, Espíritu Santo, no tardes. Porque tú eres Dios y no hay otro Dios más que el Dios único en tres personas: Padre, Hijo y Espíritu Santo. Shema Israel... "Escucha Israel; Yahvé nuestro Dios es el único Yahvé" (Dt 6, 4). Y tú me respondes: "No hagáis ídolos ni pongáis imágenes o estelas ni coloquéis en vuestra tierra piedras grabadas para postraros ante ellas, porque soy yo Yahvé, vuestro Dios" (/Lv/26/01).

ALAIN GRZYBOWSKI
BAJO EL SIGNO DE LA ALIANZA
NARCEA/MADRID 1988.Pág. 114ss


2-3.

La escena que leeremos hoy es característica de una época. Elías busca aún convencer por su prestigio, por ser el más fuerte. A pesar de las apariencias, veremos que fracasará con tales métodos. Más tarde, Dios hará que el profeta comprenda que está más presente "en la brisa ligera" que en «el fuego y el temblor de tierra». Lo leeremos uno de los próximos días.

Por hoy, dejémonos instruir por la audacia y la fuerza del profeta que arrostra de frente a los «falsos dioses» y a sus profetas oficiales protegidos por el Poder real.

-¿Hasta cuando vais a estar cojeando con los dos pies? Si el Señor es Dios, seguidle... si es Baal, seguid a éste.

Jesús replicará unas invectivas casi equivalentes: «no podéis servir a dos amos... no podéis servir a Dios y al dinero. .. »

Interrogación siempre válida para mi propia vida (Mateo 6, 24)

Aceptaríamos tan fácilmente la mezcla: un poco de amor de Dios, un poco de amor a nosotros mismos... un poco de vida de piedad, pero sin perder un cierto aspecto de vida mundana... un poco de sumisión al Señor y un poco de insumisión... El profeta Elías propone una alternativa radical: o esto... o eso...

Señor, líbranos de nuestros titubeos, de nuestras dilaciones. Ayúdanos a decidirnos lealmente. Presérvanos de las evasivas, de las actitudes inconsistentes e incoloras. Concédenos ser hombres de decisión y de franqueza.

-Yo, he quedado solo como profeta del Señor... Y los profetas de Baal son cuatrocientos cincuenta...

Lo llevo a la oración.

A menudo, también HOY, tenemos la impresión de ser una minoría, perdida entre la masa de los indiferentes u hostiles. Concédenos la noble valentía de Elías... su carácter bien templado, capaz de mantenerse firme, aunque todos a su alrededor le abandonen.

-Invocaré el nombre del Señor: El es Dios.

No se apoya en su propia fuerza sino en Dios.

Señor, me siento débil, indeciso. Sé Tú mi fuerza y mi valentía.

-Señor, Dios de Abraham, de Isaac y de Israel... respóndeme.

Ante la numerosa horda de sacerdotes de Baal, Elías precisaba de mucha seguridad y temple para orar en público... y para correr el riesgo de perder la vida, si Dios no atendía su plegaria.

Señor, que mi oración sea sincera y a la vez confiada y humilde. "Seguros de tu amor y fuertes en la fe, te lo pedimos, Señor".

-Todo el pueblo, rostro en tierra y con temor... dijeron:

«El Señor Yaveh es Dios.»

Los ídolos han sido reducidos a cenizas.

Sabemos que habitualmente las cosas no suceden así. Lo más corriente es que el mal siga triunfando. Dios mismo no libró a su Hijo cuando se le provocaba: «¡baja de la cruz!»

Es necesario que yo siga confiando en Ti, Señor, incluso en la noche, en la cruz, en el fracaso.

NOEL QUESSON
PALABRA DE DIOS PARA CADA DIA 4
PRIMERAS LECTURAS PARA EL TIEMPO ORDINARIO
DE LOS AÑOS PARES
EDIT. CLARET/BARCELONA 1984.Pág. 120 s.


2-4. /1R/18/16b-40

Es indudable que esta narración es palabra de Dios, pero es indudable también que plantea a la conciencia cristiana unos interrogantes delicados. ¿Podemos conciliar el desafío de Elías a los profetas de Baal con el mandamiento de no poner a Dios a prueba, de la misma manera como Jesús lo practicó? La matanza de los profetas de Baal, parecida a las leyes deuteronómicas del exterminio sagrado y de la intolerancia religiosa (Dt 10, 16; 13,2-19; 17,2-7), ¿es conciliable con el espíritu de Jesús y justificable delante de la fe y la razón? Por lo que respecta al desafío de Elías, no es difícil ver que no proviene de un deseo de poner su Dios a prueba. Bien al contrario, viene de la certeza profética de que Yahvé es Dios y Baal no es nada. Delante de la reserva del pueblo, que calla cuando Elías le pide decidirse por Yahvé o por Baal, el profeta acompaña su predicación con una señal, cosa frecuente en la historia de los profetas, de Jesús y de los apóstoles. Casi todos ellos habían podido hacer suyas aquellas palabras de Pablo a los de Tesalónica: nuestra predicación no es sólo con palabras, sino con poder... (1 Tes 1,5). Sin prodigarlas, Dios ha dado oportunamente sus señales a lo largo de la historia, y estas señales, igual que aquí, han pesado en la fe del pueblo.

Más laborioso es de comprender el comportamiento de Elías con los profetas de Baal. La doctrina del Vaticano II sobre la libertad religiosa nos ha hecho más sensibles ante ciertos hechos de la historia, como las guerras de religión, las cruzadas, los tribunales de la inquisición. Jesús envió a sus discípulos como ovejas en medio de lobos, perdonó a la adúltera que la ley de Moisés mandaba apedrear, regañó a Santiago y a Juan cuando, emulando el celo de Elías, le propusieron que hiciese caer fuego del cielo sobre un pueblecito de samaritanos y mandó a Pedro que envainase la espada. Para nosotros, cristianos, es indudable que hemos de seguir el espíritu de Jesús. Pero esto no quiere decir que hayamos de considerar el gesto de Elías históricamente injustificable, ni que nosotros no podamos aprender ninguna lección. Hemos visto en nuestros días cristianos que, después de condenar durante un tiempo toda violencia, se han hecho partidarios de la lucha armada contra la violencia institucionalizada. Actitud difícil de justificar delante de la conciencia cristiana, pero que puede abrirnos camino para comprender, en aquel momento histórico la severidad de Elías con aquellos colaboradores pseudoproféticos de la violencia real. En todo caso, no podemos olvidar que, al día siguiente, Elías tuvo que huir y que aprendió de Dios en el Horeb otro camino para continuar su misión profética.

G. CAMPS
LA BIBLIA DIA A DIA
Comentario exegético a las lecturas de la Liturgia de las Horas
Ediciones CRISTIANDAD.MADRID-1981.Pág. 700 s.


3.- Mt 5, 17-20 

3-1.

VER DOMINGO 06A y MIÉRCOLES 3ª SEMANA DE CUARESMA


3-2.

1. (Año I) 2 Corintios 3,4-11

a) «Nuestra capacidad nos viene de Dios». Pablo reconoce que no hubiera podido superar las dificultades que le han ido saliendo en el camino, si no hubiera sido por la ayuda de Dios, que es quien le ha dado el ministerio que tiene como apóstol. Ese ministerio apostólico que a Pablo le urge defender contra los ataques de sus enemigos.

Pablo compara el AT con el NT. Su apostolado es ser «servidor de una nueva Alianza».

La Alianza que selló Moisés era «letra», no valía para transmitir vida, sólo servia para denunciar. La que nos ha transmitido Jesús es «espíritu» y nos alcanza el perdón y la vida.

Si la Alianza de Moisés, caduca y grabada en piedra, se recibió con tanto resplandor, cuánto más la Nueva Alianza de Jesús, que es definitiva y nos da su propio Espíritu.

Aquí Pablo estudia la difícil relación entre la ley antigua y la nueva, un tema muy parecido al de la Carta a los Hebreos. Él está muy contento de que le haya tocado anunciar la Alianza de Jesús,y por eso no quiere que los fieles de Corinto se dejen engañar y vuelvan a la antigua.

b) En la vida de un cristiano, sobre todo si se dedica a algún tipo de apostolado, tiene que haber unas convicciones claras, sin las cuales le resultará difícil perseverar en su camino.

También nosotros, como Pablo, ponemos nuestra confianza en Dios: por la fuerza que él nos comunica, y no por nuestras cualidades, es como podemos seguir adelante, viviendo en cristiano y haciendo algo para el bien de los demás.

Lo que intentamos transmitir a otros, con nuestra palabra y nuestro testimonio de vida, es la novedad absoluta de Jesús, su estilo de vida, la Nueva Alianza sellada por su Espíritu, de la que participamos cada vez que celebramos la Eucaristía: «mi Sangre de la Nueva Alianza».

Si en el AT «Moisés y Aarón con sus sacerdotes invocaban al Señora y él les respondía», como nos ha hecho decir el salmo, y descubrían la cercanía de Dios en sus vidas, cuánto más nosotros, que conocemos y seguimos al Hijo mismo de Dios, el Sacerdote supremo, a quien nos unimos para alabar a Dios e interceder por la humanidad.

1. (Año II) 1 Reyes 18,20-39

a) Es una escena de película la que leemos hoy en el libro de los Reyes, con Elías luchando en solitario contra 450 sacerdotes del falso dios Baal. Estos sacerdotes se sentían apoyados por Jezabel, fenicia, adoradora de Baal, y a su vez apoyaban a la reina y al rey en todos sus caprichos y fechorías.

Elías, auténtico «campeón de la causa de Dios», lanza un atrevido reto a todos y provoca, con una escenificación espectacular y un lenguaje de mordaz ironía, el triunfo clamoroso de Yahvé.

Lo principal es la llamada al pueblo para que abandone la idolatría y se decida: «¿hasta cuándo vais a caminar con muletas?; si el Señor es el verdadera Dios, seguidlo; si lo es Baal, seguid a Baal». Parece que su acción tuvo buen resultado, porque, al final, todos exclamaron: «¡el Señor es el Dios verdadero!». Aunque la conversión no duraría mucho.

b) Este estilo de Elías no es el de Jesús. Lo que hizo el profeta es «tentar a Dios», cosa que Jesús desautoriza expresamente. A Jesús no le gustó que sus discípulos quisieran hacer bajar fuego del cielo porque en un pueblo no les habían recibido. No aprobó que Pedro sacara su espada para defenderle. (El viernes escucharemos cómo Dios le dio a Elías una buena lección sobre su carácter).

Jesús actuaba mucho más suavemente, por persuasión. Y dio a su Iglesia el encargo de ser como el fermento oculto que actúa desde su sencillez. O como la semilla que fructifica silenciosamente en el seno de la tierra.

Así debe ser el estilo de nuestro testimonio en medio del mundo: valiente, pero no espectacular; decidido, pero no provocativo; lúcido contra los Baales de nuestro tiempo, pero sin escenificaciones teatrales y triunfalistas. El estilo humilde y eficaz de la sal que da gusto, de la luz que alumbra.

Además, apliquémonos nosotros mismos y transmitamos a los demás el serio aviso de Ellas: no debemos «ir con muletas», o sea, jugar con dos cartas, encendiendo una vela a Dios y otra al diablo, oscilando entre el Dios verdadero y los falsos dioses que nos fabricamos o que aceptamos del ambiente que nos rodea. Hemos hecho la opción por Cristo Jesús y se tiene que notar en nuestra coherencia de vida. No podemos servir a dos señores.

No queremos ser como aquellos de que habla el salmo de hoy, los que «multiplican las estatuas de dioses extraños». Más bien, de los que pueden afirmar: «yo digo al Señor, tú eres mi bien... el Señor es el lote de mi heredad y mi copa, con él a mi derecha no vacilaré».

2. Mateo 5,17-19

a) Jesús, en el sermón de la montaña, compara el AT con el NT: un tema que no resultaba nada fácil para los primeros cristianos.

Jesús criticó repetidas veces las interpretaciones que se hacían de la ley de Moisés, pero no la desautorizó, sino que la cumplió e invitó a cumplirla, porque, durante siglos, había sido, para el pueblo elegido, la concretización de la voluntad de Dios.

No ha venido a abolir el AT, sino a perfeccionarlo, a llevarlo a su plenitud. Pondrá, sucesivamente, varios ejemplos (referentes a la caridad fraterna, la fidelidad conyugal, la claridad de la verdad). Siempre en la línea de una interiorización vivencial, sin conformarse con el mero cumplimiento exterior.

b) El AT no está derogado. Está perfeccionado por Jesús y su evangelio.

Los mandamientos de Moisés siguen siendo válidos. La Pascua de Israel ya fue salvación liberadora, aunque tiene su pleno cumplimiento en la Pascua de Cristo y en la nuestra. La Alianza del Sinaí (Juan Pablo II la llamó «la nunca derogada primera Alianza») ya era sacramento de salvación, pero ahora ha recibido su plenitud en el sacrificio pascual de Cristo en la cruz y en su celebración memorial de la Eucaristía. Lo mismo podemos decir de los sacrificios y del sacerdocio y del Templo y del Pueblo elegido de Dios: en el NT llegan a su realización definitiva en Cristo y su Iglesia.

Seguimos leyendo con interés el AT, como palabra eficaz de Dios e historia de salvación, como diálogo vivo entre la fidelidad de Dios y la manifiesta infidelidad de su pueblo. En algunos aspectos -el sábado, la circuncisión, el Templo, los sacrificios de corderos- la nueva comunidad de Jesús se ha distanciado de la ley antigua. Pero, en la mayoría de sus elementos, sigue consciente de la gracia salvadora de Dios que ya empezó entonces y continúa ahora: basta recordar cómo seguimos rezando los salmos del AT. Eso sí, conscientes de que Jesús ha llevado a su perfección todo lo que se nos dice en el AT, como lo ha hecho en este sermón de la montaña con el novedoso programa de sus bienaventuranzas. No nos lo ha hecho más fácil, sino más profundo e interior.

«Nuestra capacidad nos viene de Dios» (1ª lectura I)

«¿Hasta cuándo vais a caminar con muletas?» (1ª lectura II)

«Me enseñarás el sendero de la vida, me saciarás de gozo en tu presencia» (salmo II)

«Quien cumpla y enseñe estos preceptos será grande en el Reino de los Cielos» (evangelio)

J. ALDAZABAL
ENSÉÑAME TUS CAMINOS 5
Tiempo Ordinario. Semanas 10-21
Barcelona 1997. Págs. 20-23


3-3.

Primer lectura : 1 de Reyes 18, 20-39 Que sepa esta gente que tú eres el Dios verdadero y que tú les cambiarás el corazón.

Salmo responsorial : 15, 1-2a.4.5.8.11 Protégeme, Dios mío que me refugio en ti.

Evangelio : Mateo 5, 17-19 No he venido a abolir, sino a dar plenitud.

Los fariseos, fanáticos obsesivos del cumplimiento de la ley, habían puesto la voluntad de Dios en elementos secundarios, que no buscaban de ningún modo el establecimiento de una sociedad más justa en la que fuera posible la fraternidad. Los fariseos habían logrado hacer de la ley un absoluto inamovible en el cual Dios era puesto como alcahuete de las injusticias que ellos tenían establecidas. Lo que hace Jesús es mostrar un Dios que desaprueba lo establecido por los poderosos.

Lo que desea, en este texto, Jesús, es aclarar a la gente de su tiempo que el Dios verdadero desaprueba las injusticias. Entonces lo que pasará desde ese momento en adelante es cumplir con todo lo que favorezca al ser humano, para lo cual se deberá cumplir hasta el último mandato de Dios, poniendo de lado toda norma que defienda los intereses egoístas de los opresores. Como ejemplo de ello están las bienaventuranzas que leímos en el texto anterior. Detrás de las aseveraciones hechas por Jesús está la promesa de la fidelidad de Dios, quien se compromete a dar la cara por quienes den testimonio de haber acogido la causa de los oprimidos como suya.

Nuestra comunidad no debe perder el rumbo en cuanto a saber cuál es el querer de Dios, el cual se descubre en cuanto se trabaja por la paz, se es misericordioso, se ayuda a los necesitados y demás; con esta conducta es con la que se le da al Reino de Dios el valor que tiene. En el contrapunteo existente entre la ley judía y el humanismo expuesto por Jesús quedará establecido en la historia cuál de estas dos propuestas le van a dar al ser humano las bases para crear una sociedad más justa.

SERVICIO BIBLICO LATINOAMERICANO


3-4.

2 Cor 3, 1-11: Un nuevo pacto

Sal 98, 5-9

Mc 5, 17-19: El verdadero cumplimiento

Esta parte del discurso de la montaña (Mt. 5, 17-19) que tiene como tema la validez de la ley y no la justicia de los discípulos, es una introducción a las antítesis de la sección (Mt. 5, 21-48) dedicada a la relación entre Antiguo Testamento y el mensaje cristiano.

El texto de Mateo nos podría llevar a pensar que Jesús afirma el valor absoluto y perenne de la ley, que es necesario cumplir hasta el último mandamiento cumpliendo con la alianza; y por estar enmarcada en la alianza, la "torah", la ley, tiene un carácter sagrado. De esta manera tendríamos que entender el texto como referencia a la fidelidad a cada precepto de la torah. Sin embargo, esta interpretación no se opone al tono cristológico del darle plenitud a la ley porque la misión de Jesús consiste en potenciar la torah con su observancia hasta el último y más intimo precepto. Jesús no es servidor de la ley, Jesús es señor de la ley y ejerce su señorío manteniendo la validez absoluta de la torah.

Cristo reconoce el valor perenne de la torah, de la ley mosaica: ella ha tenido una función importante e insustituible para Israel. Por esto Jesús no viene a abolir el valor de la ley, sino que viene a darle cumplimiento. Por eso a la manifestación más plena de la voluntad de Dios que es su hijo Jesús en favor del hombre, debe corresponder una respuesta más consciente y decidida.

Para Mateo, el tema del cumplimiento de la ley es esencial. El sostiene constantemente en los gestos y en las palabras de Jesús el cumplimiento de la escritura. Todo cuanto estaba escrito en la ley antigua tiene un valor profético y debía históricamente, cumplirse en los tiempos mesiánicos. Jesús es la plenitud y el cumplimiento de este tiempo de gracia en el que se hace presente, de una manera definitiva, el Reino de Dios. Por tanto, Jesús es la plenitud y el cumplimiento profético de la ley.

Las palabras de Mateo son una invitación a los discípulos para vivir en el testimonio y en el cumplimiento de la ley, incluso en los preceptos menos importantes. Este llamado se ratifica con la enseñanza, con el anuncio de la buena noticia. Observar la ley es vivirla en plenitud y darle, como Jesús, su verdadero cumplimiento; porque el fin de la ley es Cristo y la voluntad del Padre ha sido revelada en forma definitiva por el Hijo. De esta manera es necesario leer el Antiguo Testamento a la luz de Jesucristo.

SERVICIO BIBLICO LATINOAMERICANO


3-5.

¿Recordáis que nos encontramos con Bernabé hace unas cuantas semanas en Antioquía? Es un personaje atractivo. Los Hechos de los Apóstoles lo describen como un hombre de bien, lleno de Espíritu Santo y de fe. Podríamos presentarlo como modelo de evangelizador en las sociedades multiculturales:

Sabe permanecer unido a la comunidad de Jerusalén y, al mismo tiempo, anuncia el evangelio a los gentiles.

Es obediente a los apóstoles y rehabilita a Pablo.

Es un verdadero mediador, precisamente porque está lleno de Espíritu Santo, que es quien crea la unidad en la diversidad.

Cada vez que la liturgia nos presenta la memoria de un evangelizador nos preguntamos por nuestro modo de evangelizar hoy. El texto de Mateo nos ofrece los rasgos esenciales:

El Reinado de Dios está llegando. El evangelizador es quien ayuda a las personas a descubrir todos los signos de vida que se abren paso entre tanta muerte. No es un profeta de calamidades sino un experto en “buenas noticias”.

La gratuidad es el estilo de quien anuncia al Dios de la gracia. La búsqueda del propio interés (a veces tan presente en nuestra Iglesia) mata la experiencia de Dios, que es siempre gratuita, inmerecida.

La sencillez de medios hace brillar la fuerza del mensaje. Lo que llega al corazón humano no es el papel celofán con que envolvemos un producto en el que no creemos demasiado (por eso lo envolvemos) sino la Palabra misma de Dios, que es capaz de llegar a donde ninguna estrategia humana (ni de ayer ni de hoy) llega.
La paz es el regalo que acompaña a quien anuncia y a quien acoge el mensaje. Un evangelizador en guerra con sus fantasmas no es un buen cauce del don de la paz que el Resucitado concede.

En ningún caso se nos pide el éxito. La llamada va siempre en la línea de la fidelidad. ¿Tomamos en serio las exhortaciones de Jesús?

Gonzalo (gonzalo@claret.org)


3-6.

La transmisión de comportamientos y de formas de vida suele exigir personas que cumplan esa función en un determinado grupo humano. Dichas personas están expuestas al riesgo de disociación entre su enseñanza y su práctica. Cuando ese ámbito es el específicamente religioso, las personas encargadas de la enseñanza pueden cuidar más del aprecio de los demás que de la autenticidad de la relación con Dios. La incoherencia se convierte así en oposición a la misma religiosidad.

Esta actitud se podía descubrir en algunos dirigentes judíos del tiempo de Jesús y , posteriormente, en la dirigencia farisea del ámbito en que desarrollaba su vida la comunidad de Mateo. Pero también es un peligro que acecha a las comunidades cristianas y a sus dirigentes. De ahí el interés de hacer presente la enseñanza de Jesús en este punto.

El texto en el v.19 coloca en relación con la Ley dos actividades: la práctica y la enseñanza o, conforme a sus palabras, "hacer y enseñar". Ambas actividades en este marco dicen algo acerca de realización de la vida en la justicia (v.20). De la mención de los fariseos en este último versículo y de la crítica de Mateo al fariseísmo se puede definir la justicia insuficiente de estos como de "incoherencia": "dicen y no hacen" como se consigna en 23, 3b.

La vida en justicia para la comunidad no se juega a nivel de las expresiones verbales sino fundamentalmente en las acciones de cada uno de sus miembros.

Sin embargo, ese v.19 distingue entre dos formas de relación entre enseñanza y práctica religiosa. Se caracteriza la integralidad de la justicia que permite distinguir dos categorías de persona según la atención al "más pequeño de los mandamientos".

Sin embargo, Mateo no pretende presentar un nuevo legalismo para la comunidad. Ya desde el v.17 se tiene presente la actuación de Jesús, su misión que es el fundamento de toda práctica comunitaria.

Dicha misión, frente a la Ley, surge de la afirmación de uno de los dos términos opuestos que se mencionan: abolir y cumplir. "No he venido a abolir...sino a cumplir". Pero esa Ley se presenta con un sentido particular en Mateo. El cumplimiento está referido a las promesas, a lo dicho por Dios a través de los profetas y, en este caso de la Ley. Por tanto debemos entender "La ley y los profetas" como la expresión histórica del designio divino.

De esta forma nos encontramos con la coherencia del mismo Dios que "cumple" su Palabra y nos encontramos con la suprema coherencia de Jesús que lleva a plenitud esa Palabra divina.

Esa coherencia abarca las mínimas disposiciones del querer de Dios, y eso de tal forma que tiene una firmeza superior a la firmeza del curso natural de las cosas a la que se evoca con la mención de "cielo y tierra".

Por consiguiente, desde la coherencia de Dios y de Jesús, se invita a la comunidad cristiana de aquella época y- a toda comunidad cristiana a lo largo del tiempo- a asumir plenamente la voluntad salvífica que se nos manifiesta en las palabras de la Escritura y que deben hacerse vida en la existencia de cada creyente.

La glorificación de Dios que precede inmediatamente a estos versículos (v.16), está íntimamente ligada al testimonio coherente de los miembros de la comunidad cristiana que deben ser capaces de transmitir la enseñanza de una salvación experimentada ya en la propia vida.

SERVICIO BÍBLICO LATINOAMERICANO


3-7.2001

COMENTARIO

v. 17: ¡No penséis que he venido a echar abajo la Ley ni los Profetas! No he venido a echar abajo, sino a dar cumpli­miento...

Jesús quiere deshacer un malentendido y una decepción. Quie­nes conocen la grandeza de las promesas del AT, que se han tra­ducido en la expectativa mesiánica, pueden sentirse defraudados ante el horizonte que presenta Jesús. Una comunidad de pobres y perseguidos no parece responder a la expectativa de felicidad y prosperidad anunciadas. Jesús afirma que su misión («he venido») no consiste en echar abajo el AT (la Ley ni los Profetas) como promesa del reinado de Dios sino todo lo contrario: dar cumplimiento a esas promesas.

«Echar abajo»: el verbo griego katalyô significa «echar abajo, demoler, derribar» un edificio, no abolir una ley. En Mt se usa siempre del templo (24,2; 26, 61; 27, 40).

«La Ley y los Profetas» es un modo de designar el conjunto del AT. El doble complemento excluye también el sentido de «derogar» como si se tratara sólo de preceptos legales.

«Dar cumplimiento». El verbo griego plerosai es utilizado continuamente por Mt para indicar el cumplimento de profecías (1,22; 2,15.17.23; 4,14; 8,17; 12,17 etc.). Su relación con los Profetas» es clara; pero también tiene relación con «la Ley» es decir, con los escritos de Moisés, pues se pensaba que el Mesías había de realizar el éxodo definitivo, del que el realizado por Moi­sés era sólo tipo. De hecho, Mt considera la Ley y los Profetas como profecía del reinado de Dios (cf. 11,13). La misión de Jesús es positiva, no negativa; viene precisamente a dar cumplimiento a las promesas del reinado de Dios contenidas en el AT.

v. 18: porque os aseguro que antes que desaparezcan el cielo y la tierra, ni una letra ni una coma desaparecerá de la Ley antes que todo se realice.

. Jesús confirma solemnemente lo dicho («os aseguro»). Todo lo contenido en la Escritura (lit. «la Ley»; otro modo de designar el AT, que pone el énfasis en la obra de Moisés) se realizará hasta en sus mínimos detalles, antes que desaparezca el mundo visible. No se trata, pues, en el texto de observar una ley, sino de realizar una promesa (cf. 6,10: «realícese en la tierra tu designio del cielo», que equivale a la llegada del reino mencionada inmediatamente antes).

El término «la Ley» se refiere en particular al nuevo éxodo y a la entrada en la nueva tierra prometida. El éxodo liberador comienza con la muerte de Jesús y queda abierto para toda la humanidad. No hay lugar, por tanto, a decepción alguna por lo que Jesús ha dicho. El programa propues­to por él es el único eficaz para llevar a cabo el designio de Dios anunciado en el AT. El malentendido que disipa Jesús revelaba una mentalidad particular: la de aquellos que esperaban un reina­do de Dios implantado desde arriba, sin colaboración humana. Je­sús ha expuesto en su programa (las bienaventuranzas) que esta colaboración es indispensable para crear la sociedad humana justa que es el reinado de Dios y la tierra prometida a la que conduce su éxodo.

v.19: Por tanto, el que se exima de uno solo de esos man­damientos mínimos y los enseñe así a los hombres, será llamado mínimo en el reino de Dios; en cambio, el que los cumpla y enseñe, ése será llamado grande en el reino de Dios.

De ahí la necesidad para los discípulos de practicar cada una de las bienaventuranzas antes propuestas. «Esos mandamien­tos mínimos»: «esos» (en griego, touton) no puede referirse a los mandamientos de la Ley, no mencionados antes, sino a los expuestos por Jesús, es decir, a las bienaventuranzas, código de la comunidad del reino. Para re­ferirse a los de la Ley -ni la letra ni el acento son mandamientos-, el texto debería decir «sus mandamientos». El nombre «manda­mientos» indica precisamente que las bienaventuranzas toman el lugar de los de la antigua Ley. El calificativo «mínimos» corres­ponde a lo expresado por Jesús en 11,30: «Mi yugo es llevadero y mi carga ligera.»

Las frases «será llamado mínimo/grande en el reino de Dios» no indican jerarquía en el reino; son expresiones judías que desig­nan la exclusión del reino o la pertenencia a él. La exigencia de Jesús es, por tanto, total; no se puede pertenecer al reino si no se practican todas y cada una de las bienaventuranzas que tocan al discípulo. Jesús se refiere principalmente a la primera y a la última, que invitan a la opción y a la fidelidad a ella; de éstas nacen la disposición y la actividad en favor de los otros (5,6-9).

Estos «mínimos» o excluidos del reino de Dios reaparecen bajo diversas imágenes en otros pasajes del evangelio: son los falsos profetas (7,15), los árboles dañados que dan fruto dañado (7,17s), los que invocan a Jesús y actúan en su nombre, pero cometen la iniquidad (7,21-23; cf. 13,41), la cizaña en el campo (13,38), los peces que se excluyen (13,48s), el invitado sin traje de fiesta (22,12s). La imagen del árbol (7,17s) los pone en relación con el dicho de Juan Bautista (3,10): son los que no han hecho una verdadera enmienda, los que no han roto con la injusticia del pasado (3,8).


3-8. 2002

La transmisión de comportamientos y de formas de vida suele exigir personas que cumplan esa función en un determinado grupo humano. Dichas personas están expuestas al riesgo de disociación entre su enseñanza y su práctica. Cuando ese ámbito es el específicamente religioso, las personas encargadas de la enseñanza pueden cuidar más del aprecio de los demás que de la autenticidad de la relación con Dios. La incoherencia se convierte así en oposición a la misma religiosidad.

Esta actitud se podía descubrir en algunos dirigentes judíos del tiempo de Jesús y , posteriormente, en la dirigencia farisea del ámbito en que desarrollaba su vida la comunidad de Mateo. Pero también es un peligro que acecha a las comunidades cristianas y a sus dirigentes. De ahí el interés de hacer presente la enseñanza de Jesús en este punto.

El texto en el v.19 coloca en relación con la Ley dos actividades: la práctica y la enseñanza o, conforme a sus palabras, “hacer y enseñar”. Ambas actividades en este marco dicen algo acerca de realización de la vida en la justicia (v.20). De la mención de los fariseos en este último versículo y de la crítica de Mateo al fariseísmo se puede definir la justicia insuficiente de estos como de “incoherencia”: “dicen y no hacen” como se consigna en 23, 3b.

La vida en justicia para la comunidad no se juega a nivel de las expresiones verbales sino fundamentalmente en las acciones de cada uno de sus miembros.

Sin embargo, ese v.19 distingue entre dos formas de relación entre enseñanza y práctica religiosa. Se caracteriza la integralidad de la justicia que permite distinguir dos categorías de persona según la atención al “más pequeño de los mandamientos”.

Sin embargo, Mateo no pretende presentar un nuevo legalismo para la comunidad. Ya desde el v.17 se tiene presente la actuación de Jesús, su misión que es el fundamento de toda práctica comunitaria.

Dicha misión, frente a la Ley, surge de la afirmación de uno de los dos términos opuestos que se mencionan: abolir y cumplir. “No he venido a abolir...sino a cumplir”. Pero esa Ley se presenta con un sentido particular en Mateo. El cumplimiento está referido a las promesas, a lo dicho por Dios a través de los profetas y, en este caso de la Ley. Por tanto debemos entender “La ley y los profetas” como la expresión histórica del designio divino.

De esta forma nos encontramos con la coherencia del mismo Dios que “cumple” su Palabra y nos encontramos con la suprema coherencia de Jesús que lleva a plenitud esa Palabra divina.

Esa coherencia abarca las mínimas disposiciones del querer de Dios, y eso de tal forma que tiene una firmeza superior a la firmeza del curso natural de las cosas a la que se evoca con la mención de “cielo y tierra”.

Por consiguiente, desde la coherencia de Dios y de Jesús, se invita a la comunidad cristiana de aquella época y- a toda comunidad cristiana a lo largo del tiempo- a asumir plenamente la voluntad salvífica que se nos manifiesta en las palabras de la Escritura y que deben hacerse vida en la existencia de cada creyente.

La glorificación de Dios que precede inmediatamente a estos versículos (v.16), está íntimamente ligada al testimonio coherente de los miembros de la comunidad cristiana que deben ser capaces de transmitir la enseñanza de una salvación experimentada ya en la propia vida.

Diario Bíblico. Cicla (Confederación Internacional Claretiana de Latinoamérica)


3-9. Miércoles 11 de junio de 2003

2Cor 3, 4-11: Nos ha hecho ministros de una alianza nueva
Salmo: 98, 5-9
Mt 5,17-19:Ése será llamado grande en el reino de Dios.

Jesús era un excelente pedagogo. Había terminado de proponer las bienaventuranzas en el monte, rememorando de este modo el monte Sinaí, donde Dios entregó a Moisés las tablas de la Ley con los diez mandamientos escritos en fría piedra. Éstos eran los mandamientos máximos que cualquier judío tenía que cumplir para estar a bien con Dios. Frente a aquellos mandamientos, Jesús acababa de proponer en el monte sus mandamientos “mínimos”, -llamando de este modo a las bienaventuranzas-, que deben servir para sentar las bases de la construcción en este mundo de una sociedad alternativa.

Y como en este mundo el ser humano aspira a ser grande, Jesús propone cuál es el camino que lleva a la grandeza en la nueva sociedad. En ésta no se ingresa por el poder, el dinero o los honores que acaban dividiendo la sociedad en poderosos y oprimidos, ricos y pobres, honorables y deshonrados, y no ciertamente mitad y mitad de cada lado. Baste con saber que: 360 personas del planeta acumulan tanta riqueza como la mitad de la población mundial; que el 4% de sus ingresos resolvería los problemas de todos los pobres y que la fortuna de tres de esas personas es igual al PIB de los 48 países más pobres del planeta.

Sin embargo, poder, prestigio y dinero es lo que los judíos piadosos esperaban de Dios en tiempos en los que no se oteaba todavía el horizonte de la vida eterna. Pero no Jesús. Para ser grande en el reino según Jesús, hay que vivir las bienaventuranzas –esos mandamientos mínimos- que hay que enseñar a los seres humanos para que descubran que sólo ama a Dios de verdad quien es capaz de optar libremente por la pobreza, oponiéndose al otro dios reconocido por el mundo –el dios-dinero-; que hay que renunciar al poder como sistema de opresión y que no se debe obrar para obtener el aplauso y el prestigio. Optando por la pobreza evangélica, entendida como austeridad solidaria, el cristiano tendrá fuerza para eliminar el sufrimiento, la dominación y saciar el hambre y sed de justicia de los oprimidos de la tierra (segunda, tercera y cuarta bienaventuranza); se verá animado a prestar ayuda, a practicar la limpieza de corazón y a trabajar por la paz (quinta, sexta y séptima bienaventuranza). La consecuencia de vivir las bienaventuranzas será la persecución (octava bienaventuranza) por parte de la sociedad, que no puede tolerar la existencia y actividad de grupos cuyo modo de vivir niegue las bases del sistema mundano. Pero, en medio de esa persecución, Jesús repite por ocho veces que se trata de un camino de dicha. La antigua ley llevaba a la conciencia de culpa y de pecado, distanciando al ser humano de Dios; los mandamientos mínimos o bienaventuranzas son, para Jesús, un camino que lleva a la dicha plena y a la comunión con Dios.

SERVICIO BÍBLICO LATINOAMERICANO


3-10. ACI DIGITAL 2003

9 s. En estas palabras se contiene una exhortación a amar y practicar la pobreza, un llamado especial que Dios hace a los religiosos y sacerdotes que se dedican al sagrado ministerio. Jesús manda, tanto a los apóstoles, como a los discípulos (Luc. 10, 4), que no lleven bolsa, ni alforja, ni dinero, confiando en la eficacia propia de la divina Palabra, cuya predicación es el objeto por excelencia del apostolado, según se nos muestra en la despedida de Jesús (28, 19 s., Marc. 16, 15); en la conducta de los Doce después de Pentecostés (Hech. 6, 2) y en las declaraciones de S. Pablo (I Cor. 1, 17; 9, 16).

12. Esta costumbre, todavía hoy mantenida en Oriente, sin darse el saludo La paz sea contigo, era seguida fielmente por los primeros cristianos. ¡Qué bien sería restaurarla según lo enseña aquí el Maestro! Saludar, en lenguaje pagano, es desear la salud. En lenguaje cristiano, es desear la paz, que es cosa del alma. Cf. Luc. 1, 28 y nota.


3-11.2004. SERVICIO BÍBLICO LATINOAMERICANO

Hch 11,21-26: Enviaron a Bernabé a Antioquía.
Sal 97: Cantad al Señor un cántico nuevo.
Mt 10,7-13: Id y proclamad que está llegando el Reino de los cielos.


La primera lectura narra el inicio de la comunidad cristiana en Antioquía, la cual jugará un papel decisivo en la expansión del cristianismo en la cuenca del Mediterráneo, tal como lo relatan los capítulos 13 y 14 de los Hechos de los Apóstoles. Cuando la Iglesia de Jerusalén se entera de la respuesta positiva de los habitantes de Antioquía frente al evangelio, enviaron a Bernabé, el cual es descrito como “ser humano justo y lleno del Espíritu Santo y fe” (Hch 11,24).

Bernabé es un “justo”, es decir, según el lenguaje teológico del Antiguo Testamento una persona íntegra y fiel a los mandamientos del Señor. Pero además es descrito como alguien “lleno del Espíritu Santo y fe”, con lo cual se le coloca en el ámbito de la nueva alianza presentándolo como alguien dócil a la acción de Dios en la obra de expansión del evangelio. El Espíritu Santo, en efecto, actuará eficazmente por mediación de Bernabé en la predicación del evangelio a los paganos.

Cuando Bernabé llega a Antioquía se llena de alegría “al ver lo que había realizado la gracia de Dios” (Hch 11,23). En los escritos lucanos, el gozo es una de las manifestaciones típicas de la presencia del Espíritu (Lc 1,47; 10,21). Particularmente importante es Lc 10,21, en donde se afirma el gozo de Jesús gracias al Espíritu Santo, cuando se entera de la obra realizada por sus discípulos. El relato de los Hechos añade que Bernabé, “exhortaba a todos para que se mantuvieran fieles al Señor” (Hch 11,23). Luego se describe el abundante fruto de la predicación y de la exhortación de este hombre “lleno de Espíritu Santo y fe”: “Una considerable multitud se unió al Señor” (Hch 11,24).

En el capítulo 10 del evangelio de Mateo se narra el envío de los Doce de parte de Jesús y se reúnen las instrucciones básicas para la misión evangelizadora: los destinatarios (Mt 10,5-6), el contenido (Mt 10,7-8), sus exigencias (Mt 10,9-10) y el modo cómo debe realizarse (Mt 10,11-13).

Jesús elige a “Doce” de entre los discípulos para continuar su obra. El número “doce” nos remite a las doce tribus de Israel. En el proyecto mesiánico de Jesús “los Doce” representan, por tanto, la raíz ideal del nuevo pueblo de Dios.

La misión de los “Doce” va destinada originariamente a “las ovejas perdidas de la casa de Israel” (10,6). A partir de Israel, la misión se va abriendo poco a poco a todas las gentes, lo cual acontece plenamente sólo después de la muerte y resurrección mediante la cual es constituido Mesías y Señor universal (Mt 28,18). Los Doce son enviados a las ovejas perdidas de la casa de Israel con la misión de convocar a los creyentes en la asamblea mesiánica definitiva.

Su programa misionero, descrito y estructurado a imagen de la misión histórica de Jesús, comprende dos momentos: el anuncio del Reino y la realización de los signos mesiánicos. Palabra y acción. Deberán anunciar que “está llegando el reino de los cielos” (10,7); es decir, tienen que proclamar que la justicia, la compasión y la solidaridad son una gracia y una realidad que hay que acoger como don de Dios para construir un proyecto nuevo de humanidad.

Por otra parte, están llamados a continuar realizando los gestos de liberación de Jesús en favor de los pobres, los enfermos y los marginados del mundo. Para esto, Jesús les hace partícipes de le plenitud de su “poder” mesiánico: “Les dio autoridad y poder para expulsar los espíritus inmundos y para curar toda clase de enfermedad y dolencias” (10,1).

La misión es camino. Exige moverse de un lugar a otro, avanzar, superar obstáculos y no dejarse vencer por el cansancio o el rechazo de los seres humanos. Los Apóstoles deben confiar absolutamente en la gracia que poseen y que anuncian. Esta es su mayor fuerza: no apoyarse en ninguna seguridad humana para anunciar el mensaje de Dios, ir desprovistos de todo, confiando sólo en la fuerza del mensaje que llevan y abandonados totalmente a la providencia divina (Mt 10,9-10).

Jesús les pide además que “cuando lleguen a algún pueblo, averigüen quién hay en él digno de recibirlos y se queden hasta que se vayan” (v. 11). Antes que dar, los evangelizadores deben estar dispuestos a recibir. Su pobreza no está sólo en el no poseer, sino en el depender de lo que los otros les ofrezcan. Aparecen como desprovistos de todo y necesitados de todo, cuando, en realidad, llevan consigo la mayor riqueza: el don del reino. De esta forma enseñan a los demás la actitud fundamental para acoger el don de Dios: la pobreza, la confianza y el abandono.


3-12. DOMINICOS 2004

Gracia. misericordia y paz de Dios

Dios no nos ha dado un espíritu pusilánime sino valiente, audaz.
Todo apóstol es heraldo y maestro, y si habla dirá palabra de Dios.
Bendito sea el Señor que es Dios de vivos, no de muertos.

La liturgia de la palabra nos pone ante los ojos la doble dimensión o doble tiempo de nuestra existencia como hombres ante Dios.

En la primera lectura Pablo programa a Timoteo, su discípulo, cómo debe ser sui vivencia de la gracia y de la fe en el servicio pastoral durante el tiempo de la peregrinación: vivir en actitud de agradecido a Dios, por cuanto Él nos ha dado, y en actitud de servicio, conforme al espíritu de Cristo, su Hijo. Ni una coma se debe perder. Hay que avivar constantemente la gracia del Señor en nosotros.

En la segunda, el texto del Evangelio nos introduce en el misterio del “más allá” que se esconde a nuestra vista y sólo nos deja ver que su rostro será totalmente distinto de la fisonomía peculiar que tiene nuestra existencia terrena.

Quien quiera trasladar al cielo sus dimensiones terrenas no sabe por dónde anda, gracias a Dios, pues si pudiéramos transferir a la dimensión ultraterrena las cualidades de la dimensión en este suelo, aquella valdría muy poco, sería tan pobre como nosotros mismos.


La luz de Dios y su mensaje en la Biblia
Segunda carta de san Pablo a Timoteo 1, 1-3.6-12:
“Pablo, apóstol de Jesucristo por designio de Dios..., a Timoteo, hijo querido: Te deseo la gracia, misericordia y paz de Dios Padre y de Cristo Jesús, Señor nuestro.

Doy gracias a Dios, a quien sirvo con pura conciencia... Tengo siempre tu nombre en mis labios cuando rezo... Aviva el fuego de la gracia de Dios, que recibiste cuando te impuse las manos; porque Dios no nos ha dado espíritu cobarde, sino espíritu de energía, amor y buen juicio.

No tengas miedo de dar la cara por nuestro Señor y por mí, su prisionero. Toma parte en los duros trabajos del Evangelio, según las fuerzas que Dios te dé. Él nos salvó y nos llamó a una vida santa...”

Evangelio según san Marcos 12, 18-27:
“En aquel tiempo, se acercaron a Jesús algunos saduceos, de los que dicen que no hay resurrección, y le preguntaron: Maestro, Moisés nos dejó escrito: “Si a uno se le muere su hermano dejando mujer, pero no hijos, cásese con la viuda y dé descendencia a su hermano”.

Pues bien; había siete hermanos: el primero se casó y murió sin hijos; y lo mismo el segundo..., hasta los siete.. Cuando llegue la resurrección y vuelvan a la vida, ¿de cuál de ellos será mujer?

Jesús les respondió: Estáis equivocados... Cuando resuciten, ni los hombres ni las mujeres se casarán... Y a propósito de que los muertos no resucitan..., sabed que el Dios de Abrahán, de Isaac, de Jacob, no es Dios de muertos sino de vivos”.


Reflexión para este día
Sean hoy tema de reflexión dos rasgos de san Pablo: ternura y conciencia de apóstol. Primero, su lenguaje cercano y tierno en la carta a un discípulo:

“Siempre tengo tu nombre en mis labios cuando rezo”, es decir, Pablo cultiva la comunión espiritual y hace presente al otro en su plegaria y afecto.

“No tengas miedo a dar la cara por nuestro Señor y por mí”. Formidable confesión de que la verdad y el testimonio de su vida (de Pablo) son según Jesús.

Y, al mismo tiempo, su mensaje doctrinal de apóstol:

Prediquemos que no hemos sido salvados no por nuestros méritos sino por pura bondad de Dios, por gracia; y que esa gracia se nos ha dado en Cristo y por Cristo, Evangelio vivo, vencedor del pecado y de la muerte. Nada hay equivalente a la misericordia entrañable de Dios para con nosotros, en Cristo.

La conciencia de apóstol ha de encarnarse en esas verdades sublimes. No en vano somos, por voluntad de Dios, en Cristo, heraldos, apóstoles, pequeños maestros en servicio.


3-13. CLARETIANOS 2004

Queridos amigos:

Una llamada desde las iglesias postapostólicas

Según las estadísticas más recientes, unos treinta misioneros son asesinados cada año; uno o dos por mes. Pero esto no es nuevo; muchas páginas del Nuevo Testamento nos han conservado noticias sobre los sufrimientos de los apóstoles.

Con la liturgia de hoy iniciamos la lectura de otro libro del Nuevo Testamento: la segunda Carta a Timoteo, en la que Pablo es presentado como prisionero por la Palabra. Hoy se tiene la certeza de que se trata de una obra seudónima, compuesto, sin duda, por algún discípulo del apóstol y con una finalidad muy clara: la iglesia, si quiere conservar su identidad, debe seguir la dirección marcada por los primeros enviados de Jesús, concretamente por Pablo. El escrito tiene además un cierto carácter de “testamento”: el apóstol que se despide recuerda cuáles han sido las causas para las que ha vivido, y desea que sus sucesores sigan en la misma dirección. El misionero de los paganos queda dibujado desde una entrega sin límites al servicio de la Palabra, desde sus prisiones y sufrimientos por esa misma Palabra, y como perseverante hasta el final mediante la ayuda del Dios a quien se ha confiado.

Estos escritos de época postapostólica, aun sin mucha originalidad doctrinal, resultan muy adecuados para nuestras iglesias de hoy, que deben dar forma a la vida cristiana en circunstancia nunca imaginadas anteriormente. Escritos “conservadores” (“guardar el depósito”) invitan a una esforzada creatividad: presentar con frescor el mensaje de siempre.

La “trampa saducea”
Del pasaje evangélico de hoy ha salido esta expresión, corriente en castellano. Otra vez encontramos a Jesús ante una pregunta capciosa, dirigida por inmovilistas que no aceptan su enseñanza sobre la indisolubilidad del matrimonio ni su proyección de la historia presente hacia una consumación final en el Reino que Dios quiere implantar. El desacuerdo con el mensaje lleva a los saduceos a buscar la descalificación del mensajero.

Pero Jesús no se queda corto en argumentos; Marcos continúa la narración diciendo que un escriba reconoció que “les había respondido bien” (12,28); y Mt 22,34 apostilla que “los fariseos se enteraron de que había tapado la boca a los saduceos”. Jesús no se limitó a refutar, sino que ofreció una doctrina en positivo: habló del Dios de la vida y de lo que será una vida en plenitud, no necesitada ya de mediaciones (y el matrimonio es una).

Por desgracia, con demasiada frecuencia, muchos bautizados toman a Dios por un “Dios de muertos”, le invocan sólo en situaciones extremas, ante una enfermedad grave, un accidente mortal, un atentado. Hay que resituarle en el centro, percibirle más a las claras en medio de nuestros éxitos; donde hay más vida es donde el Padre de Jesús está más presente

Severiano Blanco cmf
(severianoblanco@yahoo.es)


3-14.

Comentario: Rev. D. Miquel Masats i Roca (Girona, España)

«No he venido a abolir, sino a dar cumplimiento»

Hoy escuchamos del Señor: «No penséis que he venido a abolir la Ley y los Profetas; (...), sino a dar cumplimiento» (Mt 5,17). En el Evangelio de hoy, Jesús enseña que el Antiguo Testamento es parte de la Revelación divina: Dios primeramente se dio a conocer a los hombres mediante los profetas. El Pueblo escogido se reunía los sábados en la sinagoga para escuchar la Palabra de Dios. Así como un buen israelita conocía las Escrituras y las ponía en práctica, a los cristianos nos conviene la meditación frecuente —diaria, si fuera posible— de las Escrituras.

En Jesús tenemos la plenitud de la Revelación. Él es el Verbo, la Palabra de Dios, que se ha hecho hombre (cf. Jn 1,14), que viene a nosotros para darnos a conocer quién es Dios y cómo nos ama. Dios espera del hombre una respuesta de amor, manifestada en el cumplimiento de sus enseñanzas: «Si me amáis, guardaréis mis mandamientos» (Jn 14,15).

Del texto del Evangelio de hoy encontramos una buena explicación en la Primera Carta de san Juan: «En esto consiste el amor a Dios: en que guardemos sus mandamientos. Y sus mandamientos no son pesados» (1Jn 5,3). Guardar los mandamientos de Dios garantiza que le amamos con obras y de verdad. El amor no es sólo un sentimiento, sino que —a la vez— pide obras, obras de amor, vivir el doble precepto de la caridad.

Jesús nos enseña la malicia del escándalo: «El que traspase uno de estos mandamientos más pequeños y así lo enseñe a los hombres, será el más pequeño en el Reino de los Cielos» (Mt 5,19). Porque —como dice san Juan— «quien dice: ‘Yo le conozco’ y no guarda sus mandamientos es un mentiroso y la verdad no está en él» (1Jn 2,4).

A la vez enseña la importancia del buen ejemplo: «El que los observe y los enseñe, ése será grande en el Reino de los Cielos» (Mt 5,19). El buen ejemplo es el primer elemento del apostolado cristiano.


3-15.

Reflexión

Con estas palabras nos enseña Jesús dos cosas: Primero que el Antiguo Testamento forma parte AUTENTICA de la revelación de Dios; y segundo, que no hay mandamientos pequeños o enseñanzas banales en la Escritura. Ciertamente que el Antiguo Testamento, por haber sido escrito en un tiempo y cultura lejanos a nosotros no siempre es fácil de entender. Sin embargo esto no quiere decir que no debemos buscar también en él la voluntad de Dios. Por otro lado, es cierto también que no todo, de lo que entendemos, incluso del Nuevo Testamento, es fácil de cumplir (como lo veremos en los siguientes días). Requiere ante todo la firme convicción de que esto es lo que Dios quiere y que como tal debemos de respetarlo y actuar como él nos lo va proponiendo. Esto es importante tenerlo en mente pues en esta confusión moral e incluso teológica, no faltan las opiniones sobre algunos aspectos, los cuales, aun referidos en la Escritura, no se toman en cuenta y son causa de dolor y de malestar para nosotros mismos y para la sociedad. Estemos siempre atentos, tengamos como fuente de sabiduría la Palabra de Dios, y como fuente de conocimiento el “Magisterio Ordinario de la Iglesia”.

Que pases un día lleno del amor de Dios.

Como María, todo por Jesús y para Jesús

Pbro. Ernesto María Caro


3-16. Jesús ante la Ley antigua

Fuente: Catholic.net
Autor: Buenaventura Acero

Reflexión

Toda esa tremenda legislación se convirtió en una carga demasiado pesada. Los mismos judíos experimentan esta casi insuperable dificultad. Ser un hombre perfecto, como Dios lo quiere, sin estar unido verdaderamente a Dios desde el interior, es una tarea imposible.

Los actos externos, el culto, los ritos y todos los sacrificios, no pueden todo unido llegar al valor de un simple acto de contricción, de una simple y sencilla oración que nace del corazón y que diga: “Señor, ten piedad de mi, porque soy un pecador”... “un corazón contrito y humillado tú, Oh Dios, no lo desprecias”, dice el salmo. Cuántos se habían olvidado de esto en aquellos tiempos, y cuántos hoy pensamos que para tranquilizar la conciencia basta un acto externo, una limosna, o ni siquiera eso... Hemos adaptado tanto a nuestro antojo la ley de Dios que su contenido casi ha desaparecido o nos contentamos con “decir algo a Dios de vez en cuando”...

El camino de una verdadera conversión interior, es el de un leal esfuerzo por interiorizar nuestra experiencia y relación con Él, pero sin dejar de aprovechar las riquezas espirituales de la Iglesia, sobre todo a través de los sacramentos. Ahí encontraremos al Señor siempre que le busquemos. Su espíritu está ahí presente y actúa por encima de las instituciones y de las personas... “yo estaré con vosotros hasta el final del mundo”...


3-17. DOMINICOS 2004

¡Dios de Abraham, muestra tu rostro!

Señor, con la meridiana luz de tu sabiduría, alumbra nuestras mentes.
Señor, que la salida del sol dé comienzo cada día a nuestros afanes cotidianos: a la vida, luz, pan, trabajos...
Señor, haz de nuestros corazones una mansión de amor y día sin ocaso.

Esas frases recogen pensamientos del diácono y doctor de la Iglesia, San Efrén Siro, que en el siglo IV embelleció la historia de la Iglesia con su vida de campesino, peregrino, poeta, ermitaño, predicador... ¡Qué sensibilidad la suya para captar el dinamismo vital de la naturaleza, el encanto de la fidelidad humana, la grandeza de los misterios salvíficos, la riqueza de ser pobre y de pedir ayuda para curar las llagas de otros pobres, la ternura de María, la Madre de Jesús y madre nuestra...! Su teología, sus himnos litúrgicos, sus catequesis, eran tan sencillas y luminosas como los gestos de su vida ejemplar.

Oremos hoy con él: Te pedimos, Señor, que seamos capaces de comprender nuestra débil condición mediante el conocimiento de la belleza espiritual que creó tu voluntad inmortal en la entraña de las criaturas mortales. Amén.



La luz de Dios y su mensaje en la Biblia
Primer libro de los Reyes 18, 20-39:
“En aquellos días, el rey Ajab [fustigado por el desafiante profeta Elías] despachó órdenes a todo Israel, para que los profetas de Baal se reunieron en el monte Carmelo...{Acudieron 450 profetas de Baal, y un solo profeta de Yhavé, Elías)

Reunidos todos, Elías dijo:

Que nos den dos novillos, y vosotros –profetas de Baal- elegid uno de ellos; haced que lo descuarticen y lo pongan sobre la leña, sin prenderle fuego; y yo prepararé el otro...Luego vosotros invocaréis a vuestro dios y yo invocaré al Señor; y el dios que responda enviando fuego a la leña, ése será declarado el Dios verdadero...

Los profetas de Baal gritaron primero: ¡Baal, respóndenos!... Pero no hubo respuesta... Entonces Elías hizo lo mismo, diciendo: ¡Señor, Dios de Abrahám, Isaac e Israel!... Y el Señor envió un rayó que abrasó la víctima... ¡El es el Dios verdadero!’

Evangelio según san Mateo 5, 17-19:
“Dijo Jesús a sus discípulos: No creáis que he venido a abolir la ley o los profetas: no he venido a abolir sino a dar plenitud.

Os aseguro que antes pasarán el cielo y la tierra que deje de cumplirse hasta la última letra o tilde de la ley. El que se salte uno solo de los preceptos menos importantes, y se lo enseñe así a los hombres, será el menos importante en el Reino de los cielos. Pero quien los cumpla y enseñe será grande en el Reino de los cielos”



Reflexión para este día
Desafío a la idolatría desde una fe robusta.
En estas palabras se puede condensar la lección teológica y la burla que de las divinidades paganas hace el profeta del yavismo, Elías.

Su persuasión de que el verdadero Dios es el Dios de Israel es lo que le impulsa a manifestarse con absoluta rotundidad.

Lo vemos en la descripción del encuentro en el Monte Carmelo . La cosa tiene, sin duda, su dramatismo literario intencionado, pero el subsuelo se hace transparente: el auténtico adorador en espíritu y en verdad no se arredra por nada cuando se trata de salir fiador y defensor del Dios Altísimo; Él, por su bondad, eligió al pueblo de Israel para hacerle la revelación de sí mismo y del misterio de nuestra salvación.

Ese pueblo elegido, y nosotros, somos comunidad de creyentes, de testigos: primero, testigos de Yhavé creador, y, luego, testigos de Cristo, plenitud de la ley y los profetas.

Esa es la verdadera vida según el Espíritu, en la Novedad del Reino de Dios. Cristo es el Hijo que ha venido hasta nosotros, y de él somos testigos los creyentes, por medio de la palabra y de la vida. Para nosotros, la plenitud de la Ley es Cristo; y esa plenitud nos lleva a la salvación, derribando todos los ídolos del mundo.


3-18. CLARETIANOS 2004

Queridos amigos, paz y bien.

La primera lectura nos narra una batalla desigual. Nada menos que 450 contra uno. No está mal. Por suerte para él, ese uno era un profeta, y no de los pequeños. Elías se tomó en serio lo de la Ley, y sobre todo, se empeño en que Israel se definiera. Basta ya de cojear con los dos pies. Basta ya de decir que sí y no a Dios a la vez. Y me gusta, porque lo hizo todo con mucho sentido del humor.

Ser fieles hasta la última coma no tiene que significar ser rígidos, ni ser aburridos. Jesús vivió hasta el final fiel a Dios, y no creo que nadie le pueda acusar de ser aburrido. A los discípulos, seguro que cada día les traía una novedad. Y Jesús tenía la suficiente mano izquierda para darle a cada uno lo suyo. Sabiendo dónde estaba la meta, hacía allá iba. Pero respetando el ritmo de cada uno, dando tiempo, dejando que la semilla fuera creciendo dentro de cada uno. Eso sí, sin rebajar la exigencia. Una tarea difícil. Pero no imposible. La tarea de un profeta.

El profeta.
Hubo un hombre que no sabía odiar. Se dedicaba a hacer el bien a todos. Su conducta se hizo primero extraña, luego escandalosa, por último insoportable. Una tarde apareció colgado entre el cielo y la tierra. No tenía figura humana. La gente comentó:
-Pobrecillo, con lo bueno que era.
Y todos experimentaron una extraña sensación de alivio. (No todos los "profetas" incómodos son verdaderos, pero ¿hay algún profeta verdadero que no sea incómodo?)

Vuestro hermano en la fe,
Alejandro J. Carbajo Olea, C.M.F.
(alejandrocarbajo@wanadoo.es)


3-19. 2004

LECTURAS: 1RE 18, 20-39; SAL 15; MT 5, 17-19

1Re. 18, 20-39. Hay muchas carencias en todos los niveles, y que afectan grandes sectores de la humanidad. La pobreza, el hambre, la pérdida de los valores auténticos de la humanidad, la falta de un verdadero testimonio de muchos de los que nos llamamos hombres de fe, la desorientación de la juventud causada por la carencia de padres de familia bien formados y firmes en su amor, la inclinación hacia el hedonismo propiciada por muchos medios de comunicación social que se han casado con los poderosos para explotar a las clases más débiles. Ante este torbellino de inestabilidad interna de la persona, se han levantado muchos profetas de vientos que mueven los corazones, ansiosos de encontrar solución a sus problemas, y les han llevado como se llevan las hojas secas, sin rumbo definido. El Señor invita a su Iglesia a convertirse en una auténtica comunidad profética, que proclame el Nombre del Señor desde la experiencia personal que de Él debe haber tenido. La firmeza de nuestro seguimiento del Señor; nuestra vida consumida en el fuego del amor divino, que nos debe ayudar a santificar los diversos ambientes en que se desarrolle nuestra existencia; nuestra entrega constante a favor del bien de aquellos que han sido azotados por la enfermedad, por la pobreza o por la injusticia debe convertirse en el Signo del Amor de Dios que llega al hombre de nuestro tiempo para convertirse en la opción fundamental del mismo, de tal forma que no sólo se reconozca a Dios como el verdadero Dios y Padre nuestro, sino para que, abandonados nuestros caminos de maldad, hagamos nuestra la Vida que Él nos ofrece en Cristo Jesús, y hagamos de nuestro mundo un signo del Reino de Dios entre nosotros, viviendo en un auténtico amor fraterno. El Señor espera de su Iglesia una respuesta de amor fiel; de amor que se entrega a favor de los demás; de amor que santifica aún a costa de consumir la propia vida con tal de que todos reconozcan al Señor como a su Dios, y en Él encuentren la salvación y la vida eterna. ¿Aceptamos vivir conforme a este compromiso que se nos presenta de acuerdo a la fe que tenemos en el Dios verdadero?

Sal. 15. La formación de las conciencias conforme al Evangelio de Cristo debe ser una prioridad en la acción catequética de la Iglesia. No podemos heredar a los demás sólo bienes materiales. Mientras no nos preocupemos de que las nuevas generaciones cimienten su vida en los auténticos valores del Evangelio, estaremos propiciando una sociedad en el futuro más deteriorada de como nosotros la recibimos. Aprendamos a no ser ocasión de escándalo o de tropiezo para los demás. Antes al contrario ayudémosles a realizarse plenamente en la verdad, en el amor, en la capacidad de trabajar por la paz, de tal forma que puedan construir una sociedad más justa y más fraterna que logre que el gozo y la alegría del Señor se hagan realidad ya desde ahora entre nosotros.

Mt. 5, 17-19. Nos hemos acostumbrado a ver, ya casi con naturalidad, las faltas en contra de los principios fundamentales de la familia y de la sociedad, que cometen muchos de los que se encuentran en el poder. Poco a poco va surgiendo una sociedad, no inmoral sino amoral, que ya no tiene claro el sentido del bien y del mal. Estamos llegando a una sociedad permisiva, en la que ya no quiere juzgar uno mismo sus propias acciones. La New Age está creando una sociedad light, sin sustancia y sin sustento: todo es válido, en la medida en que te deje satisfecho, sin tener que relacionarte con alguien que coarte tu libertad (¿libertinaje?). Se han encendido las luces rojas para que la Iglesia abra los ojos ante lo que muchos llaman el SIDA de la fe, pues la está afectando irremediablemente. ¿Cuáles son nuestras acciones para afianzar la fe de los que nos han sido confiados? ¿Cuál es nuestra capacidad de respuesta? Recordemos que también es un quebrantamiento de la Ley el no saber amar para convertirnos en una luz firme, segura para el hombre de nuestro tiempo. No nos lamentemos de las desviaciones en que están cayendo las nuevas generaciones; lamentémonos más bien de quedarnos con los brazos cruzados mientras se derrumban los cimientos de la fe en muchos hermanos nuestros.

El Señor nos reúne en torno a la celebración Eucarística de su Misterio Pascual, mediante el cual Él nos ha dado nueva vida y nos participa de su Espíritu Santo. ¿Cuál es el motivo de nuestra alegría, de nuestra acción de gracias ante el Señor? Él presenta la entrega de su propia vida para que seamos perdonados y hechos hijos de Dios. ¿Nosotros qué traemos? ¿Cuál es nuestra entrega a favor del bien de los demás, y cuáles son las obras con las que la respaldamos? Ojalá y no vengamos sólo para pedirle al Señor que nos ayude en las cosas temporales. No podemos aparentar postrarnos ante el Señor cuando en verdad nos hemos postrado ante los ídolos creados por nuestra imaginación, cual pueden ser el poder, los bienes materiales y económicos que deseamos compulsivamente, el desenfreno de nuestra concupiscencia. Ídolos de los que queremos hacer cómplice al mismo Dios, queriendo tranquilizar nuestra conciencia acudiendo a su presencia para hacérnoslo propicio, pero sin estar dispuestos a dejar nuestros caminos equivocados.

La Eucaristía es un compromiso para ser personas que, renovadas y revestidas de Cristo, nos hace caminar por la vida como aquellos que proclaman la Verdad, el Bien, el Amor como una entrega a favor de los demás, dejando a un lado aquellos caminos que nos hacían destruirnos unos a otros, o pisotear los derechos de las clases más desprotegidas. El Señor nos pide que seamos fieles a su Ley, la Ley del Amor que no sólo nos ha de llevar a amar a Dios sobre todas las cosas, sino que nos debe llevar también a amar a nuestro prójimo, no como a nosotros mismos, sino en la misma medida del amor con que nosotros hemos sido amados por Cristo. La Iglesia de Cristo debe convertirse en el camino seguro del hombre hacia su plena perfección en Aquel que le creó a su imagen y semejanza, y que le quiere como hijo, pues esta es la herencia, la vocación a la que hemos sido llamados como coherederos en Cristo Jesús.

Que Dios nos conceda, por intercesión de la Santísima Virgen María, nuestra Madre, la gracia de saber vivir como auténticos profetas de Cristo, proclamando su Nombre no como fruto sólo de nuestros estudios, sino como fruto de la experiencia personal del amor que Él nos ha tenido, de tal forma que construyamos cada día con mayor solidez y valentía el Reino de Dios, que ya se ha de iniciar desde ahora entre nosotros. Amén.

www.homiliacatolica.com


3-20. Fray Nelson Miércoles 8 de Junio de 2005
Temas de las lecturas: Dios nos ha hecho servidores de una alianza nueva, basada no en la letra, sino en el Espíritu * No he venido a abolir, sino a dar plenitud.

1. La Grandeza de la Obra del Espíritu Santo
1.1 El apóstol Pablo es no sólo maestro sino testigo invaluable de la obra del Espíritu Santo. Su propia experiencia de vida se resume en haber sido arrollado por las aguas caudalosas de una gracia y un amor que cambiaron todo adentro de él, o mejor: que hicieron que todo lo suyo se convirtiera en instrumento puesto en manos de Dios para manifestar su gloria.

1.2 Fue este apóstol el que una vez dijo: "No vivo yo, sino que Cristo vive en mí" (Gálatas 2,20). Hoy este mismo hombre nos deja ver que tiene clara conciencia de ser poseído por la virtud que viene de lo alto: "Ni siquiera somos capaces de pensar que algo procede de nosotros, sino que nuestra capacidad proviene de Dios."

1.3 Este modo de obrar y hablar, este sabernos inundados del amor y del poder de Dios, es lo que llamamos vivir en el Espíritu Santo. Pablo reconoce que hay una "gloria" en todo aquello que preparó la llegada del Mesías, es decir, lo que nosotros llamamos el Antiguo Testamento; sin embargo, eso era transitorio. Lo permanente es esta acción nueva del Espíritu, y es permanente porque no puede ser derrotada, ya que en Cristo hemos visto que ni la furia del demonio, ni el abandono de la cruz, ni la frialdad del sepulcro fueron mayores que la vida que Cristo anunció y trajo a nosotros. Pablo lo vio y vivió; nosotros podemos verlo y vivirlo.

2. Un texto sencillo de difícil interpretación
2.1 No es de difícil comprensión lo que nos dice Cristo en el evangelio de hoy: la idea no es arrasar con la antigua alianza; no es cosa de anular sino de "llevar a plenitud." Pero no es fácil entender cuál es esta plenitud. Una traducción dice: "llevar hasta sus últimas consecuencias;" otra dice: "perfeccionar"; otra dice: "cumplir."

2.2 San Pablo nos da una idea que parece que aclara el sentido: "Pues lo que la ley no pudo hacer, ya que era débil por causa de la carne, Dios lo hizo : enviando a su propio Hijo en semejanza de carne de pecado y como ofrenda por el pecado, condenó al pecado en la carne, para que el requisito de la ley se cumpliera en nosotros, que no andamos conforme a la carne, sino conforme al Espíritu" (Romanos 8,3-4). Ello significa que Jesús alcanza lo que no alcanzaba la Ley, pero no a espaldas de la Ley ni en contra de la Ley sino más allá y en la misma dirección de la Ley, pues al fin y al cabo, la Ley vino del mismo Dios providente que después de la Ley nos ha dado el régimen de la gracia.

2.3 Por esta razón no es bueno despreciar los preceptos de la Ley o tratarlos como cosas sin significado. Si alguien cree en la salvación de Dios como es propuesta en el nuevo régimen de la gracia pero comete este desprecio, en realidad el despreciado es él mismo, pues achica el significado del plan providente de Dios para sí mismo. Por eso es "el más pequeño en el Reino de los Cielos." Por el contrario, el que descubre el amor y la sabiduría de Dios incluso en las cosas elementales que fueron prescritas, también abre para sí mismo una abundancia de luz y de gracia de Dios, y así es "grande en el Reino de los Cielos."