JUEVES DE LA SEMANA 4ª DEL TIEMPO ORDINARIO

 

Primer Libro de los Reyes 2,1-4.10-12.

Estando ya próximo a su muerte, David hizo estas recomendaciones a su hijo Salomón: "Yo me voy por el camino de todo el mundo. Sé fuerte y compórtate como un hombre. Observa las prescripciones del Señor, tu Dios, siguiendo sus caminos, observando sus preceptos, sus mandamientos, sus leyes y sus instrucciones, según lo que está escrito en la Ley de Moisés. Así prosperarás en todo lo que hagas y en todo lo que emprendas, y el Señor mantendrá esta palabra que me ha dicho: Si tus hijos vigilan su conducta, caminando delante de mí con fidelidad, de todo corazón y con toda su alma, nunca te faltará un descendiente en el trono de Israel. David se fue a descansar con sus padres, y lo enterraron en la Ciudad de David. Cuarenta años duró su reinado sobre Israel: reinó siete años en Hebrón y treinta y tres en Jerusalén. Salomón se sentó en el trono de su padre David, y su realeza quedó firmemente afianzada.

1 Crónicas 29,10-12.

Después David bendijo al Señor en presencia de toda la asamblea, diciendo: "¡Bendito seas, Señor, Dios de nuestro padre Israel, desde siempre y para siempre!
Tuya, Señor, es la grandeza, la fuerza, la gloria, el esplendor y la majestad; porque a ti pertenece todo lo que hay en el cielo y en la tierra. Tuyo, Señor, es el reino; tú te elevas por encima de todo.
De ti proceden la riqueza y la gloria; tú lo gobiernas todo, en tu mano están el poder y la fuerza, es tu mano la que engrandece y afianza todas las cosas.


Evangelio según San Marcos 6,7-13.

Entonces llamó a los Doce y los envió de dos en dos, dándoles poder sobre los espíritus impuros. Y les ordenó que no llevaran para el camino más que un bastón; ni pan, ni alforja, ni dinero; que fueran calzados con sandalias, y que no tuvieran dos túnicas. Les dijo: "Permanezcan en la casa donde les den alojamiento hasta el momento de partir. Si no los reciben en un lugar y la gente no los escucha, al salir de allí, sacudan hasta el polvo de sus pies, en testimonio contra ellos". Entonces fueron a predicar, exhortando a la conversión; expulsaron a muchos demonios y curaron a numerosos enfermos, ungiéndolos con óleo.

Extraído de la Biblia, Libro del Pueblo de Dios.



 

1.- Hb 12, 18-19.21-24

1-1.

-Cuando habéis ido hacia Dios no os habéis acercado a ninguna realidad sensible como el monte Sinaí, ni a un fuego ardiente, ni a oscuridad, tinieblas y tormentas, ni al estrépito de la trompeta ni al clamor de las palabras pronunciadas por aquella voz que suplicaron los que lo oyeron no se les hablara más. Tan espantoso era el espectáculo que el mismo Moisés dijo: «Espantado estoy y temblando.»

A esos Hebreos, tentados de volver atrás, el autor les mostrará la superioridad de la nueva Fe cristiana. El Sinaí era el símbolo mismo del terror sagrado: los fenómenos espantosos habían reforzado una cierta idea de Dios, que es la de la mayoría de las religiones naturales. Un Dios terrible, un Dios que infunde miedo.

¡Los judíos pidieron entonces a Dios que callase! (Éxodo 20,19). El Dios revelado en

Jesús es completamente distinto.

-Vosotros, en cambio, os habéis acercado al monte Sión.

Comparándolo al Sinaí, montaña alta y desértica Sión es sólo una humilde colina que no puede amedrentar a nadie.

¿Sigo teniendo miedo de Dios aun después que se humilló hasta nosotros? (Filipenses 2 8; Hebreos 2,9.)

-A la ciudad de Dios vivo, la Jerusalén celestial.

En comparación al desierto, lugar de inseguridad y de soledad -el desierto del Sinaí es de los más terribles- una villa rodeada de murallas, una ciudad, es el símbolo de la seguridad y de la vida en una comunidad.

La Iglesia "ciudad de Dios vivo" es una comunidad fraterna en la que se vive familiarmente con Dios. ¿Es así como veo yo a la Iglesia?

-Os habéis acercado a millares de ángeles reunidos en asamblea festiva y a la reunión de los primogénitos cuyos nombres están inscritos en el cielo.

El término «asamblea» traduce aquí el término griego «ecclesia». ¿Es verdaderamente la Iglesia esa comunidad festiva? Todo lo contrario del temor aterrador del Sinaí.

¿Tienen nuestras liturgias un carácter verdaderamente festivo? ¿Es mi religión la del Antiguo Testamento o la que Jesús nos enseñó?

¿Tengo yo la seguridad de que mi nombre está escrito en el cielo? Mi nombre escrito en el corazón del Padre. Jesús pedía a sus amigos que se alegraran de ello: «Alegraos de que vuestros nombres estén escritos en el cielo.» (Lucas 10 20.) ¡Cuán grande ha de ser nuestra confianza!

-Os habéis acercado a Dios, juez universal y a los espíritus de los justos llegados ya a la perfección.

El autor, naturalmente, quiere espiritualizar la esperanza de los cristianos. Nada hay material en todo esto. Es una Iglesia que se reúne no alrededor de una «montaña» ni siquiera de un «templo» sino en torno a Dios y a las «almas de los justos».

-Y a Jesús, mediador de una nueva Alianza y a la aspersión de su sangre derramada por los hombres.

La comunidad fraterna y confiada de los cristianos se reúne finalmente en asamblea festiva en torno a Jesús resucitado. Porque estamos seguros de ser amados, de estar salvados: derramó su sangre por nosotros.

-Sangre que habla mas alto y mejor que la de Abel.

¡La sangre de Jesús habla! Nos comunica su amor infinito.

Nos habla de la voluntad de Salvación de Dios. Y nos dice hasta donde Dios quiere llegar. Gracias.

NOEL QUESSON
PALABRA DE DIOS PARA CADA DIA 5
PRIMERAS LECTURAS PARA EL TIEMPO ORDINARIO
DE LOS AÑO IMPARES
EDIT. CLARET/BARCELONA 1983.Pág. 50 s.


2.- 1R 2, 1-4.10-12

2-1.

Se acercan los días de la muerte de David. Su papel ha sido muy importante. Ha soldado la unidad de las doce tribus de Israel, que hasta entonces vivían independientes. Pacificó el país de Palestina, de Dan hasta Bersabé, rechazando a todos los enemigos que todavía atacaban a los hebreos. Dio una capital y una ciudad santa, Jerusalén, a ese pueblo hasta entonces nómada.

David, ya lo hemos visto, no es un hombre perfecto. Pero, es incontestable que vivió "delante de Dios".

Y su testamento espiritual, que confía a su hijo Salomón, es la última prueba de ello.

-"Yo me voy por el camino de todos..."

Una maravillosa fórmula para hablar de la muerte. El "camino de todos". Fórmula de humildad y de solidaridad con el conjunto de la humanidad.

Tampoco yo me escaparé de ello.

Un día tomaré ese camino por el que pasan todos los hombres. En silencio puedo detenerme considerando esto...

Ayúdame, Señor, a morir en paz y a preparar ese momento durante toda mi vida.

-«Ten valor y sé hombre.»

Consejo de valentía.

No dejarse abatir.

Permanecer de pie en la adversidad.

-«Guarda las observaciones del Señor, tu Dios, yendo por su camino... observando sus preceptos... sus órdenes, sus leyes y sus instrucciones...»

Hay aquí una acumulación de términos idénticos.

El segundo consejo, después de la valentía, es pues la fidelidad a Dios.

Estar atento a Dios.

Seguir sus caminos.

Estar en comunión con la voluntad de Dios.

A menudo no estamos atentos. Dios hubiera querido esto o aquello. Y no hemos estado a su escucha.

La gracia de la oración cotidiana: un momento privilegiado de escuchar el querer de Dios... y de nuestras responsabilidades humanas. No vivir superficialmente.

Vivir en profundidad. Encontrarnos con Dios que está ahí en el corazón de nuestra vida.

-«Para que tengas éxito en cuanto hagas o emprendas...»

Seguir la voluntad de Dios conduce a ese éxito de la vida.

No será, quizá, un éxito brillante, aparente, externo. Pero es el único éxito esencial. El que corresponde a lo que Dios esperaba de nosotros:

llegar al máximo de humanidad...
llegar al máximo de amor...
llegar al máximo de santidad...

«La gloria de Dios es el hombre vivo.»

La alegría de Dios es «un hombre logrado», «una vida lograda». Esto no se hace sin obstáculos y dificultades -como se ha visto en la vida de David-. Pero ese éxito sigue siendo el fin, la esperanza.

¿Me esfuerzo en ello? «Sed perfectos como vuestro Padre celestial es perfecto.»

¿Tengo sed de perfección?

NOEL QUESSON
PALABRA DE DIOS PARA CADA DIA 4
PRIMERAS LECTURAS PARA EL TIEMPO ORDINARIO
DE LOS AÑOS PARES
EDIT. CLARET/BARCELONA 1984.Pág. 50 s.


2-2. /1R/01/11-35  /1R/02/10-12

Aparentemente la sucesión al trono de David es una historia neutra que cuenta unos hechos dramáticos con la sencillez de una nota de diario. Pero, en realidad, los personajes que juegan en el drama encarnan una teología de la institución real dentro del pueblo de Israel, con sus valores y contravalores.

Cuando Israel pidió un rey como el de los demás pueblos Dios accedió a traspasar a su ungido algo de su obra creadora y salvadora: liberarlo de sus enemigos, defender a los desvalidos, promover la prosperidad. Por amor de su pueblo, concedió Dios estos favores a David y a sus sucesores (2 Sm 7,8-16).

Mas no quiso Dios borrar del todo la inspiración pagana de la realeza, que él había aceptado a disgusto (1 Sm 8,4-22). Los derechos concedidos al rey le habían de llevar insensiblemente a la pretensión absolutista de ocupar el lugar de Dios y ejercer en provecho propio el poder real. Partiendo de aquí, nada tienen de extraño las ambiciones, intrigas y disputas que nacen en torno de la sucesión.

Sobre tal fondo se mueve la trama de este episodio. A título de hermano mayor y del favor del pueblo, creía Adonías tener derecho al trono, mientras que Salomón veía en estos derechos de su hermano una amenaza a su propio derecho. Según Betsabé, en cambio, todo Israel esperaba que David designara quién le había de suceder, y David había jurado ya que sería Salomón. Alrededor de ambos pretendientes se habían dividido en dos bandos los grandes dignatarios religiosos y militares de la corte, que se excluían uno a otro hasta sentirse amenazados de muerte: «para que salves tu vida y la de tu hijo», decía Natán a Betsabé.

La entronización de Salomón es una fiesta entusiasta. Era preciso celebrar así el favor divino de la unción real. Mas la raíz pagana de la institución regia tiene la contrapartida del pánico y las amenazas de muerte. El trono de Salomón se consolida al precio de eliminar al hermano y a grandes héroes del pueblo que habían sostenido a David en horas difíciles.

Estos episodios y otros que seguirán en los libros de los Reyes nos hacen comprender mejor el valor de la doctrina de Jesús, el verdadero sucesor de David. Contra la tentación de Israel, que había querido un rey como los de los demás pueblos, Jesús nos enseña a no valorar los primeros lugares como los valoran los reyes paganos, sino como lo hace el Hijo del hombre, que da su vida al servicio de todos (Mc 10,42-45). Sólo este principio nos permitirá festejar sin sombras las misiones que Dios nos ha confiado.

G. CAMPS
LA BIBLIA DIA A DIA
Comentario exegético a las lecturas de la Liturgia de las Horas
Ediciones CRISTIANDAD.MADRID-1981.Pág. 690 s.


3.- Mc 6, 7-13

3-1.

Ver Paralelo: Mt 9, 36-10, 8 

3-2. APOSTOL/CARISMAS

-Jesús llama a los "doce" y, por primera vez, los "envía"...

Esta es la primera vez que van a encontrarse solos, sin Jesús... lejos de El. Es el "tiempo de la Iglesia" que empieza con un período de prácticas.

Durante los cinco primeros capítulos de su relato, Marcos nos ha presentado, con una insistencia evidente, a "Jesús con sus discípulos"... frente a la muchedumbre... frente a los adversarios. En el momento de su vocación (Mc 3, 13-14), Marcos había dicho: "Jesús estableció a doce para estar con El y para enviarlos..." Es el movimiento del corazón: diástole, sístole... la sangre viene al corazón y de allí es enviada al organismo... Es el mismo movimiento del apostolado: vivir con Cristo, ir al mundo a llevarle este Cristo... intimidad con Dios, presencia en el mundo...

-Los envía de dos en dos...

Esto es muy moderno y avanzado. En la Iglesia no se trabaja solo sino en equipo. Es voluntad explícita de Jesús. Me interrogo sobre mis actitudes a partir de aquí. El individualismo tiene formas sutiles, temibles: no suele gustarnos mucho que los hermanos controlen nuestros propios comportamientos apostólicos u otros... Y ¿sin embargo?

-Dándoles poder sobre los espíritus impuros...

Partieron, y predicaron que se arrepintiesen.

Y echaron muchos demonios, y ungían a muchos enfermos con óleo y los curaban.

Hacen exactamente lo que hemos visto hacer a Jesús en estos cinco capítulos. Hoy discutimos mucho sobre el "poder de los ministros" en la Iglesia. Marcos los resume en tres palabras:

--el carisma de la "palabra" que proclama la necesidad de un cambio de vida.

--el carisma de "echar los demonios", potencia de acción contra el mal.

--el carisma de "curar a los enfermos", mejorar la vida humana.

El evangelio tiene algo de virulento, de activo. Marcos utiliza las imágenes y los esquemas mentales de sus contemporáneos que veían a Satanás presente en todas partes. Ciertamente se debe hacer una purificación de las imágenes para que nuestros contemporáneos nos comprendan... pero queda claro que la misión tiene un carácter dramático: el misionero, el enviado de Jesús no es un agente publicitario de un producto que se venderá bien si es bueno... sino ¡una persona que va al combate contra los adversarios, contra las fuerzas del mal! El enviado de Jesús debe instaurar un mundo más justo y mas fraternal, debe mejorar la vida humana -convertir, sacar el mal, sanar-: ¡tales son los signos del Reino de Dios! Y yo, en mi vida, ¿dónde estoy?

-Y les encargó que no tomasen para el camino nada más que un bastón; ni pan, ni alforja, ni dinero en el cinturón... y que se calzasen con sandalias y no llevasen túnica de recambio...

Dondequiera que entréis en una casa quedaos en ella, hasta que salgáis de aquel lugar..." Lo que Jesús quiere son tropas ligeras, sin bagajes embarazosos, siempre dispuestos a partir donde sea... caminantes, gentes disponibles, desprendidos. "Lo hemos dejado todo para seguirte: casa, hermanos, hermanas, madre, padre, niños, campos..." (Mc 10, 29-30).

-Y si una localidad no os recibe ni os escucha, partid.

Como Jesús, se encontrarán ante el rechazo, ante la incredulidad.

La misión de la Iglesia es cosa difícil: Jesús les ha advertido; está previsto.

NOEL QUESSON
PALABRA DE DIOS PARA CADA DIA 1
EVANG. DE ADVIENTO A PENTECOSTÉS
EDIT. CLARET/BARCELONA 1984.Pág. 304 s.


3-3.

1. (año I) Hebreos 12,18s.21-24

a) La carta a los Hebreos sigue comparando las instituciones del AT -que sus lectores parece que añoraban- con las del NT, que en Cristo Jesús han encontrado plenitud de sentido y superan en mucho a las antiguas, y por tanto deberían estimular a una fe más firme y constante.

Aquí la comparación se refiere al acontecimiento de la primera Alianza, que fue espectacular, con fuego y nubarrones y estrépito de trompetas en el adusto monte Sinaí una Alianza que fue dictada bajo el signo del miedo, por parte del pueblo y hasta del mismo Moisés.

Ahora, la nueva y definitiva Alianza en Cristo Jesús se describe mucho más amable: el monte Sión, más cercano, con ángeles y multitud de creyentes que han alcanzado ya la salvación y gozan en el cielo; y Dios, juez justo, y Jesús como Mediador, que nos ha purificado con su Sangre. Todo ello hace que miremos a la nueva Alianza con confianza, no con miedo.

b) ¿Estamos bajo la ley del miedo o de la confianza y el amor?

El amor de Dios que se nos ha manifestado en Cristo Jesús y la Alianza que él ha sellado por todos nosotros, no son ciertamente una invitación a la superficialidad y la dejadez: nos comprometen radicalmente. No hay nada más exigente que el amor.

Pero nos envuelven en una atmósfera de confianza, con la actitud de los hijos que se encuentran en casa de su Padre, acompañados de los bienaventurados -la Virgen y los Santos y los ángeles- y el Mediador, Cristo, y delante de todos, Dios que es Juez pero también es Padre. La Nueva Alianza en que vivimos nos debería llenar de alegría por pertenecer a una comunidad que es congregada por el Espíritu de Dios en torno a Cristo. Ahora el lugar de la Alianza no es un monte: es la persona misma del Señor Resucitado, Jesús.

En la oración penitencial ahora más repetida, el «Yo confieso», invocamos a Dios y a la comunidad que nos rodea («vosotros, hermanos») y también a la Virgen María, los ángeles y los santos, para que intercedan por nosotros ante Dios. No estamos solos en nuestro camino de fe: también los hermanos de la comunidad cristiana y la Virgen María y los ángeles y santos están interesados en nuestra conversión a Dios. Es una hermosa oración, que seria completa si además nombrara explícitamente a Jesús, el Mediador, el que en la cruz nos reconcilió con Dios de una vez por todas.

Cuando el Catecismo de la Iglesia, al hablar de la liturgia cristiana, se pregunta: «¿quién celebra?», responde con una visión de la comunidad celestial en torno a Dios y al Cordero, con un río de agua viva que es el Espíritu, y los ángeles y los bienaventurados, con la Virgen Madre, y multitud incontable de salvados por la Pascua de Cristo. Esta es la Alianza a la que pertenecemos. Una visión llena de optimismo, tomada del Apocalipsis (CEC 1137-1139). Una asamblea donde «la celebración es enteramente comunión y fiesta» (CEC 1136) y a la que ya nos unimos ahora en nuestra celebración.

1. (año II) 1 Reyes 2,1-4.10-12

a) Se acaba el reinado de David, tan importante en la historia de Israel. Leemos los consejos que dio a su hijo Salomón antes de emprender «el viaje de todos», como dice él mismo. Aparece aquí el esquema que se repite en las despedidas típicas de la Biblia (Jacob. Moisés, Pablo, Jesús).

Así empezamos la lectura del primer libro de los Reyes, que continúa la historia del pueblo a partir de la muerte de David. Leeremos una primera parte ahora durante diez días: desde el reinado de Salomón hasta la escisión de su reino en tiempo de su sucesor.

Volveremos a abrir este libro y el segundo de Reyes más tarde, en las semanas décima a la duodécima del Tiempo Ordinario.

Las últimas recomendaciones de David son todo un programa de actuación para un rey que debe ser eficaz políticamente pero a la vez humilde servidor de Dios: si es valiente -«ánimo, sé un hombre»- y camina según los caminos de Dios, siguiendo fielmente sus normas, se asegurará la fidelidad de Dios, que ha hecho Alianza con su pueblo.

Empieza así el reinado de Salomón, en el que la monarquía llegará a su mayor esplendor, que durará muy poco, porque inmediatamente después, con la división del Norte y el Sur, empezará la decadencia.

b) No estamos ciertamente acostumbrados a que en la toma de posesión o en la despedida de un rey o de un gobernante suenen estas invitaciones a la conducta moral y a la fidelidad a Dios.

No se podría decir que el espíritu del salmo de hoy, el del libro de las Crónicas, esté precisamente en el ánimo de todos los que gobiernan: «Tú eres Señor del universo, en tu mano está el poder y la fuerza... tuyos son, Señor, la grandeza y el poder».

También debería ser éste el tono de las recomendaciones que unos padres hacen a sus hijos, o unos educadores a los que se están formando. Los valores que más les van a servir en su vida -más que las riquezas o los títulos o las cualidades humanas- son los valores profundos humanos y cristianos. Valores que, en un tiempo de tanta corrupción y superficialidad, les darán consistencia humana y les atraerán la bendición de Dios y la de los hombres.

Cuando programamos nuestra vida, o una próxima etapa o año, también nosotros deberíamos dar importancia a los valores más profundos, y no a los más aparentes.

2. Marcos 6,7-13

a) El envío de los apóstoles a una misión evangelizadora, de dos en dos. está sencillamente contado por Marcos. aunque con matices muy interesantes.

Les había elegido para que estuvieran con él y luego les pudiera enviar a misionar. Ya han convivido con él, le han escuchado, han aprendido: ahora les envía a que prediquen la Buena Nueva, con autoridad para expulsar demonios y con el aviso de que puede ser que en algunos lugares sí les reciban y en otros no. Les hace partícipes de su misión mesiánica. Se hace ayudar. Busca quien colabore en la tarea de la evangelización.

Para ello les recomienda un estilo de austeridad y pobreza -la pobreza «evangélica»-, de modo que no pongan énfasis en los medios humanos, económicos o técnicos, sino en la fuerza de Dios que él les transmite.

b) Los cristianos -y de un modo particular los ministros ordenados, los religiosos y los laicos más comprometidos en la acción pastoral de una comunidad- somos enviados en medio de este mundo a evangelizar. Dios no se sirve normalmente de ángeles ni de revelaciones directas. Es la Iglesia, o sea, los cristianos, los que continúan y visibilizan la obra salvadora de Cristo.

Como los doce apóstoles, que «estaban con Jesús», luego fueron a dar testimonio de Jesús, así nosotros, que celebramos con fe la Eucaristía, luego somos invitados a dar testimonio en la vida. Tal vez no individualmente, cada uno por su cuenta, sino con una cierta organización, de dos en dos, enviados y no tanto autoenviados.

También para nosotros vale la invitación a la pobreza evangélica, para que vayamos a a misión mas ligeros de equipaje, sin gran preocupación por llevar repuestos, no apoyándonos demasiado en los medios humanos -que no habrá que descuidar, por otra parte- sino en la fe en Dios. Es Dios el que hace crecer, el que da vida a todo lo que hagamos nosotros.

Deberíamos dar ejemplo de la austeridad y pobreza que quería Jesús: todos deberían poder ver que no nos dedicamos a acumular «bastones, dinero, sandalias, túnicas». Que nos sentimos más peregrinos que instalados. Que, contando naturalmente con los medios que hacen falta para la evangelización del mundo -la Madre Teresa de Calcula necesita millones para su obra de atención a los pobres-, nos apoyamos sobre todo en la gracia de Dios y nuestra fe, sin buscar seguridades y prestigios humanos. Es el lenguaje que más fácilmente nos entenderá el mundo de hoy: la austeridad y el desinterés a la hora de hacer el bien.

También a nosotros, como a los apóstoles, y al mismo Cristo, en algunos lugares nos admitirán. En otros, no. Estamos avisados. Se nos ha anunciado la incomprensión y hasta la persecución. Pero no seguimos a Cristo porque nos haya prometido éxitos y aplausos fáciles. Sino porque estamos convencidos de que también para el mundo de hoy la vida que ofrece Cristo Jesús es la verdadera salvación y la puerta de la felicidad auténtica. No sólo queremos «salvarnos nosotros», sino colaborar para que todos, nuestros familiares y conocidos, se enteren y acepten el Reino de Dios en sus vidas.

«Os habéis acercado a la congregación de los primogénitos inscritos en el cielo» (1ª lectura, I)

«Oh Dios, meditamos tu misericordia» (salmo, I)

«Guarda las consignas del Señor tu Dios, caminando por sus sendas» (1ª lectura, Il)

«Les fue enviando de dos en dos, dándoles autoridad sobre los espíritus inmundos» (evangelio)

J. ALDAZABAL
ENSÉÑAME TUS CAMINOS 4.
Tiempo Ordinario. Semanas 1-9
Barcelona 1997. Págs. 110-114


3-4.

Primera lectura: 1 Reyes 2, 1-4.10-12:
Yo emprendo el viaje de todos. ¡Animo, Salomón, sé un hombre!

Salmo responsorial: 1 Crónicas 29, 10.11ab.11d-12a.12bcd:
Tú eres Señor del universo

Evangelio: San Marcos 6, 7-13:
Los fue enviando.

El relato del evangelio de Marcos está enmarcado en el envío que Jesús hace de sus discípulos, envío que se concretiza con la misión encomendada a los discípulos de dos en dos. La intención del envío no es otro sino la predicación a los judíos del acontecimiento del Reino de Dios que el mismo Jesús ha venido a predicar y que ahora anuncia a través del grupo de sus discípulos.

Ser enviado por el maestro tiene una serie de exigencias, exigencia que van a dar credibilidad a la acción evangelizadora. El no llevar nada para el camino más que un bastón, da muestra clara de que el Maestro quiere que el anuncio sea ratificado con la vida de sobriedad de sus seguidores. Ellos han aprendido de Jesús que la predicación no debe ser sólo de palabra sino de vida, por eso van de dos en dos, dando testimonio de comunidad, y dando testimonio de pobreza manifestada en la simplicidad de sus vestidos y en la ausencia de equipaje. Esta doble realidad -palabra y vida- va a caracterizar a la primera comunidad cristiana, que a tiempo y a destiempo vivía predicando el Reino de Dios manifestado en la persona de Jesús.

Nuestras comunidades deben desapegarse de tantos equipajes que se han inventado para anunciar el Reino de Dios. Hoy más que nunca surge la necesidad de ser sobrios y coherentes en la proclamación cristiana. Debemos imitar a aquellos hombres y mujeres que con su sencillez y sobriedad en todo lugar eran transmisores del accionar liberador de Dios en la vida individual y colectiva. Necesitamos una Iglesia reformada, que sea capaz de vivir íntegramente el Evangelio enseñado por Jesús, pero sobre todo con capacidad de sanar a los individuos del egoísmo que mata, con capacidad de expulsar los demonios que generan la corrupción, el empobrecimiento y la muerte, en definitiva, el pecado.

SERVICIO BIBLICO LATINOAMERICANO


3-5.

Hb 12, 18-19.21-24: Vds. se han acercado a la Jerusalén celestial.

Sal 47, 2-4.9-11

Mc 6, 7-13: Jesús envía a los doce.

El autor de la carta sigue en la tarea de animar la fe de sus destinatarios, y sus argumentos también nos pueden animar a nosotros. Con visión penetrante por la fe, el autor les redescubre con ojos nuevos su propia realidad: se han acercado a la Jerusalén Celeste... En este texto se inspiraba aquel canto famoso de Lucien Deiss, de los tiempos de la renovación bíblico-litúrgica posconciliar que cantaba:

Ciudadanos del cielo, moradores de la Casa de Dios, caminamos hacia el Padre, en el Señor, por el Espíritu.

Como señalábamos, lo que el autor dice a los hebreos vale para nosotros. De hecho, el canto es para todos nosotros también. Una mirada de fe, unos ojos nuevos iluminados pueden hacernos recuperar el ánimo, al contemplar las maravillas de gracia que, también a nosotros, como a aquellos hebreos cristianos destinatarios de la carta, el Señor ha realizado en nuestra vida.

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3-6.

Hebreos 12, 18-19 y 21-24: Su sangre habla a nuestro favor

Salmo responsorial: 47, 2-3 y 9-11

Marcos 6, 6b-13: Los envió de dos en dos

El autor de la carta a los Hebreos vuelve a ponernos hoy una comparación: por una parte los israelitas en el desierto, delante del monte Sinaí, ante el fuego y el humo, los truenos y las trompetas de la manifestación divina que provocaba temblor de miedo hasta al mismo Moisés. El relato de esta "teofanía" (=manifestación divina) lo tenemos en Ex 19,16-25. Por otra parte, la manifestación de Dios en Jesucristo, el humilde predicador de Galilea, llamando a pobres pescadores a seguirle. Y la continuación de la obra de Jesús en las comunidades cristianas, que el autor equipara al monte Sión, a una asamblea de ángeles en fiesta, a una multitud de hijos en torno a su Padre misericordioso, en fin, a la Iglesia que nos congrega a todos los creyentes junto a Jesucristo y que en lugar de terror nos infunde confianza con su entrega generosa. Podemos concluir que en esta nueva alianza entre Dios y nosotros quedan excluidos el miedo y la amenza. No debemos ser como siervos asustados sino como hijos responsables, que tomamos en serio la voluntad del Padre y hacemos todo lo posible por realizarla en nuestro mundo.

Teniendo en cuenta la primera lectura, aquí en el Evangelio se nos dice qué quiere el Padre de nosotros: hemos de ir, como discípulos de Cristo, a predicar el Evangelio, con la palabra y con las obras. Hemos de ir en comunidad, apoyados los unos en los otros. Sin pretender imponer el mensaje por la fuerza, ni con las armas que dan el dinero o el poder. Y hemos de realizar los mismos gestos de Jesús y de sus apóstoles: sanar a los enfermos, llamar y acoger a los pecadores, consolar a los afligidos, denunciar las injusticias, bendecir a los niños, liberar a los oprimidos. Es una tarea de todos, como lo fue de los primeros cristianos. Ellos, que eran tan pocos, realizaron el milagro de difundir el Evangelio por los cuatro puntos cardinales, y así ha hecho la Iglesia a lo largo de estos veinte siglos.

Recordemos que son millones y millones los seres humanos que no han oído la buena noticia de que Dios los ama, que sufren las consecuencias de la violencia y de la guerra, del hambre y la opresión. De todo eso los puede liberar el Evangelio que Cristo nos manda predicar.

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3-7.

SI GRITAS, PORQUE GRITAS, Y SI NO...

Heb 12, 18-19. 21-24; Sal 47; Mc 6, 7-13 

      ¡Pobre Dios! (iba a escribir a continuación: "con perdón", pero no lo haré: mira al Crucifijo y entiende). ¿Cómo tendrás que habértelas con nosotros? Si gritas, te diremos que no grites, que no somos sordos, que ya está bien de amenazar con ese tono de Dios justiciero y castigador. Y, si no gritas... Si no gritas es peor, porque te dejamos hablar y entre tanto bostezamos.

      "Vosotros no os habéis acercado a un monte tangible, a un  fuego encendido, a densos nubarrones, a la tormenta, al sonido  de la trompeta"... Sucedió en el Sinaí, cuando gritaste mientras el monte ardía y el pueblo se tapo los oídos. Les temblaban las piernas, y te pidieron que callases. No podían soportarte, Dios de las tormentas, Dueño del trueno y de la tempestad. Muchos, después de ellos, se han rebelado contra ti y te han mandado callar al escuchar tus gritos. Despierta el temporal, cuando el viento retuerce las copas de los árboles y descorteza las selvas, aparece con toda su fuerza el sufrimiento y la muerte golpea sonora junto a ellos; todo se tambalea y amenaza con desmoronarse... Entonces los hombres levantan la mirada al Cielo y exclaman: "¿Cómo Dios puede permitir esto? ¡Si hay un Dios en lo alto, que haga cesar la tempestad!". Algunos dejaron de aparecer por la iglesia desde la muerte de un ser querido. Otros abandonaron la oración al ser alcanzados por sufrimientos terribles; pensaron que, al acercarse a Ti, sus dolores cesarían, y cuando vieron que tu grito no se apagaba, se alejaron. No quisieron escuchar tu voz en el huracán.

      "Vosotros os habéis acercado al monte Sión, ciudad del Dios  vivo, Jerusalén del cielo, a millares de ángeles en fiesta, a la  asamblea de los primogénitos inscritos en el cielo"... Entonces decidiste hablar en voz baja, te volviste manso como un pedazo de Pan (¿a quién le asusta un pedazo de Pan?), te subiste al altar y te reclinaste sobre las manos de un pobre sacerdote... Ni siquiera esas manos ciegas temblaban. A tu alrededor, en torno a ese altar, están los ángeles, los santos, la Virgen María y San José, pero todos ellos están en silencio, conjurados en un pacto de dulzura para no aturdir a los hijos de los hombres. En lugar de gritar a lomos de un trueno, tu Palabra se proclama con voz humana, y tu Cuerpo susurra en las almas en vez de atronar los oídos... Mira lo que has conseguido mordiéndote la lengua hasta morir apagado en el silencio de la Cruz: ¡Qué poquita gente viene a Misa! Les preguntas el por qué, y te responden: "me aburro". Hoy es jueves, y en mi parroquia viven unas tres mil personas. Mientras celebre el Santo Sacrificio, habrá seis en la iglesia y dos mil novecientas noventa y cuatro viendo en casa la televisión...

      Si gritas, porque asustas. Y, si hablas en voz baja, porque aburres... ¡Pobre Dios! No es tu voz, sino nuestros oídos. Si quisiéramos afinarlos con los de María como se afinan las cuerdas con un diapasón, tus gritos nos harían estremecer fascinados y tus susurros nos inundarían con su paz.

ARCHIMADRID


3-8.

Realmente es muy hermoso vivir una semana de misiones, y más si esa es la semana Santa. Cristo manda hoy a sus apóstoles para que le preparen el camino. Les da las instrucciones para que lo hagan con prontitud y haciendo el mayor bien posible.

Recuerdo con mucho cariño haber ido de misiones. Nos juntamos un grupo de jóvenes para realizar la obra de la evangelización. Todos estábamos muy animados. Nos habíamos preparado durante varios días para este momento. A la primera misa asistieron como unas cincuenta personas. Y a la última, después de todas nuestras oraciones y esfuerzos logramos reunir más de doscientas.

No todos los hombres de hoy pueden ir de misiones a los pueblos perdidos en las selvas o las montañas. Pero sí pueden vivir su día a día como si estuvieran de misiones. La misión no es estar en un pueblo perdido en los bosques del África, sino que es la evangelización de todos los hombres para Dios. Tú puedes ser un misionero en medio de tu trabajo, en medio de tus amigos, en la escuela, en la calle, de compras... lo único que necesitas es vivir fielmente tus compromisos de cristiano, y así darás testimonio de la verdad, porque las palabras mueven, pero el ejemplo arrastra.

P. Rodrigo Escorza


3-9. CLARETIANOS 2002

Queridos amigos:

Podríamos aferrarnos al esquema prefijado y detenernos hoy en una frase: "si un lugar no os recibe ni os escucha, al marcharos sacudíos el polvo de los pies, para probar su culpa". Pero sería demasiado rígida esa posición que no se sale del esquema de desencuentros seguido hasta ahora. Aquí, en cambio, se nos informa: los Doce salieron "a predicar la conversión, echaban muchos demonios, ungían con aceite a muchos enfermos y los curaban".

La buena noticia en este pasaje es doble. Primero: Jesús da a los Doce autoridad sobre los espíritus inmundos. No sólo quiere limpiar él la casa de Dios, este mundo nuestro en que había y hay tanto poder negativo que parece campar por sus respetos; incorpora a las labores de limpieza, magnífica limpieza, a sus acompañantes. Estos no son un simple coro de entusiastas, un grupito de fans y admiradores que jalean al ídolo, meras comparsas y figurantes. Forman con Jesús un coro en que también tienen, por don de Jesús, su voz y papel co-estelar. No para lucirse ellos, sino para que haya más luz en el mundo, en estos escenarios de dolor y en los patios de butacas, como en el teatro vivo en que se salta la barrera mágica de las candilejas y se incorpora a la escena a los que eran simples espectadores. Eso está llamada a ser la realidad nuestra de cada día: por todas partes, con una intensidad y unos ritmos mayores o menores, se está invitando a los laicos a entrar en la misión compartida. La autoridad de Jesús se difunde por todos los miembros y células de su cuerpo, la Iglesia. Descubre, pues, tu don y ponlo a servir. Trata de descubrir el don de los que están a tu lado, en tu casa, en tu parroquia, entre tus amigos, el don de la gente con que tratas, díselo y anímalos a que salgan a escena y se lancen al ruedo. Es lo que se está haciendo en las "misiones populares" gracias al trabajo de los equipos de evangelización misionera. Se crea un nuevo clima y uno empieza a sentirse Iglesia con una intensidad mucho mayor.

La buena noticia es, en segundo lugar, el texto que hemos citado: que los Doce se empeñaron en la misión recibida y realizaron una labor eficaz. Y esto sigue sucediendo. También ahora, para los que habitaban en una región de tinieblas, una luz les brilló. El evangelio sigue siendo fecundo, aunque el Sr. Sádaba no esté quizá muy al corriente de ello. Y quizá tampoco nosotros. Debiéramos contarnos relatos que muestran "si el mundo es o no tarea / de un Dios que sigue despierto". Contarnos más relatos, y contarlos más veces. La recuperación de la narrativa en nuestra Iglesia ha de crecer bastante más: historias de conversión, de desprendimiento y amor servicial, de sanación, de "increíble" aceptación de la enfermedad incurable, de reconciliaciones, de una alegría que no da "el mundo", de presencia en contextos de muerte (enfermos terminales de SIDA...), de múltiples servicios eficaces a la paz (reconocidos públicamente aunque el Sr. Sábaba, que él me perdone, no se haya enterado), de diálogo intelectual, social y religioso, de entrega martirial... y de los otros milagros. Decía Anatole France: "A no dudarlo, los cristianos son unos cretinos. Pero hay que reconocer que les suceden cosas extraordinarias a esos tipos". ¡Claro que hay deserciones que nos entristecen, envejecimiento, debilidad...! Pero conviene recordar las palabras de Pablo: "la fuerza (de Dios) se realiza en la debilidad". El Jesús de Marcos las suscribe sin reservas.

Cordialmente,

Pablo Largo (pldomizgil@hotmail.com)


3-10. CLARETIANOS 2003

Que exigente el mensaje de Jesús nos pide que nos despojemos de todas las seguridades y emprendamos la segunda parte del camino. Ya hemos escuchado sus enseñanzas, sus parábolas, hemos presenciado sus milagros, los que realiza en nuestras vidas y en las de muchos hermanos y hermanas. Hemos estado con Él en la intimidad, en la oración, en la liturgia y llega el momento de dar a conocer a todos la oferta de divina de Salvación, de Amor, de libertad ...

No hay un modelo práctico igual para todos, pero todos desde nuestra peculiar vocación en la Iglesia podemos vivir esta radicalidad. El verdadero discípulo es una persona desinstalada.

Los religiosos/as se suelen identificar profundamente con este Evangelio, pero también experimentan el contraste entre la radicalidad de la pobreza y la realidad de las formas institucionales de vida.

Los seglares a veces no ven posible el cumplimiento literal de esto. Solamente a través de un proceso de maduración en la fe, aprendemos a distinguir la radicalidad de los consejos concretos de Jesús (ligados a una época) y la radicalidad del estilo de vida que conlleva la vocación cristiana.

Ser llamado a ser discípulo de Jesús, y todo cristiano lo es, desencadena una dinámica de transformación de la vida entera. Esta transformación viene de la exigencia a vivir en radicalidad todos los valores de la existencia: las relaciones interpersonales, el “status social”, lo económico...

Rosa Pérez (rprmi@yahoo.es)


3-11. 2001

COMENTARIO 1

v. 7 Convocó a los Doce y comenzó a enviarlos de dos en dos, dándoles auto­ridad sobre los espíritus inmundos.

Jesús convoca a los Doce como había hecho antes con los que iban a constituir el grupo (3,13), pero no les encarga proclamar (cf. 3,14) lo que no han asimilado todavía. Toda labor de proclamación hecha por estos individuos falsearía el mensaje.

Lo que hace es enviarlos de dos en dos, como los había llamado al principio (1,16-21a). Como en aquel pasaje, ir de dos en dos implica la afirmación de la igualdad y excluye la subordinación de uno a otro; es, además, testimonio de ayuda y solidaridad mutuas.

Tampoco les confiere «autoridad para expulsar los demonios» (3,15), sino solamente autoridad sobre los espíritus inmundos, para dominarlos, sin atribuirlos a otros individuos ni mencionar expulsión alguna. Parece referirse a los mismos enviados; son ellos los que tienen que tener a raya su fanatismo judaizante, que sería un obstáculo insuperable para el trato con la gente. Jesús les hace posible acercarse a todo hombre sin pre­tensiones de superioridad.



vv. 8-9 Les ordenó que no cogiesen nada para el camino, excepto sólo un bastón: ni pan, ni alforja, ni dinero en la faja; «calzaos sandalias, pero no os pon­gáis dos túnicas».

Les da a continuación minuciosas instrucciones sobre el modo como deben comportarse: no deben llevar provisiones (pan), tampoco una aljorja, propia de los mendigos, para guardar lo que pudieran recibir por el camino; tampoco dinero, que les daría la seguridad de no quedarse desprovistos en caso de no recibir nada. Por una parte, el despego del dinero permite la libertad; por otra, la confianza en los hombres es la tra­ducción en la conducta del mensaje de la fraternidad.

Jesús los envía, pues, para que, con su modo de proceder, den un tes­timonio de igualdad entre los hombres (de dos en dos); al mismo tiempo, la carencia de provisiones y dinero debe mostrar a todos que esperan solidaridad humana y que confían en la gente; pero que no van a apro­vecharse de la solidaridad ajena, pues no van a pedir limosna ni a acep­tar nada para guardarlo (ni alforja); no van a presentarse como mendigos, sino con plena dignidad. Pero, al ser dependientes de la buena voluntad de los demás, se elimina toda posible pretensión de superioridad.

El bastón y las sandalias eran imprescindibles para los viajes largos; eso sí deben llevarlo. Por el contrario, llevar puestas dos túnicas era señal de riqueza, por eso no deben hacerlo. El vestido refleja la clase social a la que se pertenece; ellos deben estar al nivel de la gente modes­ta o pobre.

Igualdad, solidaridad humana, confianza mutua, dignidad, carencia total de ambición, sencillez en el vestir: tal es el mensaje que han de transmitir con su modo de proceder.

Puede verse ya el propósito de Jesús con este envío de los Doce; al no poder convencerlos con su ejemplo y palabra, quiere ponerlos en contac­to con hombres de otros pueblos, para que sea la experiencia lo que les haga cambiar de mentalidad. Es una especie de terapia de choque. No los envía a predicar, sino a aprender por el contacto humano. No señala duración ni traza itinerario para el viaje, pero, desde luego, no lo limita al pueblo judío. Deberán convencerse de que la frontera entre la bondad y la maldad humana no coincide con la frontera étnica de Israel.



v. 10 Además les dijo: «Dondequiera que os alojéis en una casa, quedaos en ella hasta que os vayáis de allí».

Añade después Jesús otras instrucciones sobre el contacto con la gente que van a encontrar y cuál ha de ser su reacción según la acogida que reciban. No menciona el ir a las sinagogas, institución judía, lo que sería contrario a la finalidad del envío. Menciona solamente «el lugar» y «la casa/familia», que pueden encontrarse en cualquier país. Han de aceptar la hospitalidad que se les ofrece, sin cambiar de casa, para no desairar la buena voluntad de la gente ni afrentar la hospitalidad ofreci­da. No tienen que informarse sobre quién los acoge; deben aceptar lo que les ofrecen sin mostrarse reacios a los usos del lugar.

Para los Doce, el nuevo Israel, esta instrucción implica un cambio radical de mentalidad: entrar en casa de paganos, despreciados por los judíos, y depender de ellos para la supervivencia. Jesús pretende que olviden su identidad judía para colocarse en el plano de la humanidad.



v. 11 «Y si un lugar no os acoge, ni os escuchan, marchaos de allí y sacudíos el polvo de los pies, como prueba contra ellos».

Puede darse el caso de que un grupo humano (un lugar) se niege a aceptar la presencia de los enviados. El rechazo delata una postura xenó­foba: lo que viene de fuera no tiene nada que aportarnos. Se expresa de dos maneras: la falta de solidaridad (no os acoge) y la cerrazón completa al diálogo o a la comunicación humana (ni os escuchan). Han erigido una barrera que impide el acercamiento entre los hombres. Es lo mismo que hacían los judíos con los que no pertenecían a su nación.

Si eso sucede, deben abandonar el lugar, pero, al marcharse, tienen que hacer un gesto de acusación, el que hacían los judíos al salir de tierra pagana; ahora significa que los verdaderos paganos, los que no conocen al verdadero Dios, son los que se oponen a la igualdad y solidaridad humanas: ser pagano no se define por las creencias, sino por el modo de actuar; lo es quien no refleja en su conducta el amor universal de Dios.



v. 12 Ellos se fueron y se pusieron a predicar que se enmendaran.

Recibidas las instrucciones, los Doce se ponen en marcha. No se pre­cisa adónde van ni cuánto dura el viaje. Pero la actividad que desarro­llan no coincide en absoluto con la encargada por Jesús. En primer lugar, se dedican a «proclamar», exhortando a la enmienda, de lo que Jesús no ha hecho mención; es decir, hacen suyo el mensaje del Bautista al pueblo judío (1,4), exhortando a un cambio individual, sin proponer un ideal alternativo de sociedad; para Jesús, la enmienda era solamente condición para construir la sociedad nueva o reino de Dios (1,15).



v. 13 ... expulsaban muchos demonios y, además, ungían con aceite a muchos postrados y los curaban.

La expulsión de demonios y las curaciones están en paralelo con las efectuadas por Jesús en Cafarnaún antes de que expusiera el programa universalista y rompiera con la institución judía (2,1-3,7a). Los Doce, por una parte, liberan de la adhesión fanática al sistema judío (expulsión de demonios); por otra, suscitan en el pueblo abatido la esperanza de un mesías davídico restaurador de la gloria de la nación (el ungir con aceite recuerda la unción de los reyes de Israel); así remedian momentánea­mente (curaban) el estado de postración de muchos. Todo indica que se dirigen solamente a judíos y que siguen en su mentalidad reformista; no proponen la alternativa de Jesús, sino la renovación de Israel. Tienen gran éxito: con esta propuesta no experimentan rechazo alguno.



COMENTARIO 2

El texto evangélico de la liturgia de hoy nos pone frente a un problema fundamental que vivimos en nuestra vida cristiana: el apego al poder, manifestado de tantas formas –dinero, autoridad, inteligencia, estados de vida, etc.- Esta realidad contradice la invitación del Maestro de anunciar el Reino con toda sobriedad, sin buscar intereses propios.

Hay que asumir la invitación de Jesús de ser predicadores y constructores del Reino. Es también la invitación a no apegarnos a nada que interfiera la misma vivencia del proyecto del Reinado de Dios en nuestras vidas y en la vida de la comunidad. Muchas veces terminamos desplazando el proyecto original de Jesús y de la primitiva comunidad, por cuidar los intereses de nuestras instituciones y los intereses privados.

La Iglesia no puede estar al servicio de ella misma, ni de sus jerarcas, ni de su estructura. Si la Iglesia tiene una función en esta historia humana, es la de estar siempre al servicio del Reino de Dios. Esa es la tarea fundamental que el cristianismo tiene. Los cristianos y las cristianas tenemos un compromiso con la causa que hemos asumido y, sobre todo, con el amor gratuito de Dios que nos ha incluido por pura misericordia. Esa tarea es hacer posible, por todos los medios y sin apegarse a los valores de este mundo, que el Reino de Dios no sea una realidad abstracta, sino concreta. Que sea una realidad donde tengan cabida los deshumanizados de esta historia, los excluidos de nuestras sociedades y los vulnerables de nuestros pueblos.

¿Cuántas veces hemos desplazado lo absoluto del Reino de Dios por instalarnos, por llenarnos de equipajes y por cuidar nuestros intereses? Aprendamos a desinstalarnos, aprendamos a vivir en sobriedad y en pobreza evangélica, para que de esta forma la Buena Noticia del Reino de Dios sea creíble y palpable en medio de este mundo de desiguales y de políticas económicas deshumanizantes. Sólo cuando logremos vaciar el equipaje de nuestro egoísmo, podremos vivir libres, a ejemplo de Jesús.

1. Juan Mateos, Nuevo Testamento, Ediciones Cristiandad 2ª Ed., Madrid, 1987 (Adaptado por Jesús Peláez)

2. Diario Bíblico. Cicla (Confederación Internacional Claretiana de Latinoamérica)


3-12. 2002

Decepcionado por la reacción de la sinagoga, de los fariseos, de sus paisanos y familiares, Jesús llama a los discípulos -los Doce- dándoles autoridad sobre los espíritus impuros. Y los envía de dos en dos, para que experimenten la igualdad y la solidaridad mutua; los manda libres de seguridades: sin pan y sin morral donde guardar las provisiones que les den; los quiere pobres: sin monedas en la faja y con una sola túnica, como gente modesta y sencilla; durante el viaje deben confiar en la acogida y la generosidad que les presten quienes se encuentren con ellos.

El camino será largo; por eso deberán llevar bastón y sandalias en los pies. En ningún caso andarán cambiando de casa para medrar, ni preocuparse demasiado si alguien no los recibe: Quédense en la casa donde los alojen hasta que se vayan de aquel lugar. Y si un lugar no los recibe ni los escucha, al marcharse sacúdanse el polvo de las suelas para echárselo en cara. El gesto de sacudirse el polvo de las suelas lo hacían los judíos al volver a Israel desde tierra pagana. Quienes no los acojan, quienes no practiquen la solidaridad con ellos serán considerados como paganos, pues pagano no es ya quien no pertenece al pueblo de Dios -pues el Dios de Jesús no es ya Dios de un solo pueblo, sino padre de todos- , sino quien no practica la solidaridad y el amor.

Éste será su modo de presentarse en sociedad. En su misión tendrán ocasión de experimentar la acogida y la solidaridad, pero también la indiferencia y el rechazo.

Pobres, sin falsas seguridades, libres, solidarios, confiados, abiertos y acogedores... Así nos quiere Jesús a los suyos en medio del mundo también hoy.

Diario Bíblico. Cicla (Confederación Internacional Claretiana de Latinoamérica)


3-13. ACI DIGITAL 2003

8. Véase Mat. 10, 5 ss.; Luc. 9, 1 ss.; 10, 1 ss. Jesús quiere que sus ministros tengan plena confianza en la providencia del Padre Celestial (Mat. 6, 25 ss.) y se desprendan de todo lo que no sea absolutamente necesario. Les basta con la eficacia infalible de la palabra evangélica y la gracia que la acompaña. Véase II Tim. 2, 4: "Ninguno que milita como soldado se deja enredar en los negocios de la vida; así podrá complacer al que le alistó".

13. El óleo se usaba en primer lugar para reanimar las fuerzas físicas del enfermo. También hoy se lo emplea en la Santa Unción, que no es, como suele creerse, sólo para los moribundos, sino como explica Santiago, un sacramento para confortar a los enfermos graves, incluso devolviéndoles la salud, y para perdonar pecados si los hubiere (Sant. 5, 14).


3-14. DOMINICOS 2004

En la liturgia de ayer, se sugería que David cometió algún desliz, y que Dios le ofreció tres opciones para sufrir el castigo: hambre, persecución bélica o peste. Él, turbado y confuso, se abatió y pidió misericordia, y Dios le perdonó, pero advirtiendo que sus días estaban contados.

En la liturgia de hoy, David, el arrepentido, mira hacia sus adentros, se olvida de otras cosas porque ve venir el final de sus días, y convoca a su hijo Salomón para hacerle depositario de un gran mensaje: que su Casa había recibido del Señor la promesa a la que no se puede ser infiel: "Si tus hijos saben comportarse, caminando sinceramente en mi presencia, con todo el corazón y con toda el alma, no te fa­llará un descendiente en el trono de Israel”.

Dicho eso, David murió y fue enterrado en la Ciudad de Jerusalén, después de ha­ber sido rey de Israel durante cuarenta años.

La luz de la Palabra de Dios
Del primer Libro de los Reyes 2, 1‑4, 10‑12:
"Estando ya próximo a morir, David hizo esta recomendación a su hijo Salomón: ¡Animo, sé un hombre! Guarda las consignas del señor, tu Dios, caminando por sus sen­das, guardando sus preceptos, mandatos, decretos y normas, como están es­critos en la ley de Moisés. Así tendrás éxito en todas tus empre­sas dondequiera que vayas, y el Señor cumplirá su promesa ...

Muerto David, Salomón le sucedió en el trono, y su reino se consolidó"

Evangelio según san Marcos 6, 7‑13:
"En aquel tiempo, llamó Jesús a los Doce y les fue enviando de dos en dos, dándoles autoridad sobre los espíritus inmundos. Les encargó que llevaran para el camino un bastón y nada más... Y añadió: quedaos en la casa donde entréis, hasta que os vayáis de aquel sitio. Y si en algún lugar no os reciben ni os escuchan, al marcharos sacu­did el polvo de los pies, para probar su culpa.

Ellos salieron a predicar la conversión, echaban muchos demonios, y ungían con aceite a muchos enfermos y los curaban”

Reflexión para este día
Palabras del ‘adiós’ y palabras de ‘enviados’
Palabras del ‘adiós’ son las del rey David moribundo, que se siente, por una parte, colmado de bendiciones de lo alto del cielo, y, por otra, salpicado por múltiples marcas del pecado que recorren su vida e historia. Quiere comunicarle el gran mensaje: Sábete que Yhavé prometió a nuestra Casa: "Si tus hijos saben comportarse, caminando sinceramente en mi presencia, con todo el corazón y con toda el alma, no te faltará un descendiente en el trono de Israel".

Quiere decir: Dios actúa muy por encima de nuestros merecimientos, porque su elección de nosotros y su fidelidad duran por siempre. Incluso podríamos decir –en nuestro pobre lenguaje- que nuestro Dios parece complacerse en derramar bondades sobre quienes, siendo pecadores reconocidos, le piden perdón.

Vivamos, pues, siempre en su presencia, al menos como pecadores arrepentidos. Ese es también el mensaje que recomienda Jesús a sus ‘enviados’: hablad de Dios, de una Dios padre que siempre está por encima de vuestras miserias, y os ama.


3-15. 2004. Servicio Bíblico Latinoamericano

Hasta ahora, los discípulos han aprendido de lo que han visto y oído de Jesús. Parábolas, refranes, exhortaciones, etc., para enseñar y explicar la Buena Nueva. Los milagros adquieren sentido porque convierten la palabra en hechos concretos y manifiesta la solidaridad con los excluidos. También han experimentado el rechazo, la persecución y la desconfianza de parte de las autoridades, los paisanos y hasta los familiares de Jesús.

Después del rechazo en Nazaret, Jesús continúa con su misión, recorriendo por tercera vez los pueblos vecinos. También es la tercera vez que aparece el grupo de los doce (Mc 3,13-19; 4,1-10). Las exigencias de la realidad le permiten a Jesús dar un paso adelante en el proceso de formación de los discípulos. Los envía como misioneros, dando cumplimiento a lo anunciado en Mc 3,14 (“instituyó a los doce para que estuvieran con él, y para enviarlos a predicar”). Los discípulos dejan de ser espectadores y pasan a ser partícipes activos de la misión de Jesús.

Para llegar a ser misionero, Jesús deja claro desde el principio algunos criterios:
-Antes de enviarlos los llama. Esto significa que el misionero no va por capricho o gusto personal, ni para ofrecer opiniones o teorías propias, sino para prolongar la misión de Jesús.

-De dos en dos indica el carácter comunitario, solidario y de mutuo apoyo que implica la misión. Es probable que el envío por parejas responda a la tradición judía de la necesidad de dos testigos para que un testimonio tenga validez (Dt 17,6; 19,15). En la primera etapa misionera de la Iglesia eran comunes las parejas misioneras: Pablo y Bernabé, Pablo y Silas, Bernabé y Juan Marcos.

-El hecho que Jesús les haya dado poder sobre los espíritus inmundos implica que su misión no es solo de palabra sino de acciones concretas contra aquello que viniendo desde fuera esclaviza y oprime el interior del ser humano. La palabra y los hechos identifican al misionero cristiano.

-Del equipamiento misionero propuesto en los versículos 8 y 9, llama la atención que Mc permita el bastón y las sandalias, prohibidos en Lc 9,3; 10,4 y en Mt 10,9. Es probable que hayan sido insertados tardíamente ante las largas caminadas de los primeros misioneros cristianos donde las sandalias y el bastón les hacía más llevadero el duro peso de la misión. Estaban prohibidos los alimentos porque el misionero debe vivir de lo que le ofrezcan en la casa que lo reciben. También las alforjas porque se utilizaban precisamente para cargar los alimentos. Tampoco puede llevar dinero, ni siquiera la moneda de cobre que era la menos valiosa de todas. Llevar dos túnicas se consideraba un lujo. No debemos sin embargo, limitar el equipamiento misionero a una lista de lo que se debe o no se debe llevar, sino a las exigencias de pobreza, libertad, desapego, sencillez, disponibilidad, “inseguridad”, etc. que esto implica. Si hay más preocupación por las cosas que se deben llevar antes que por el mensaje y el testimonio a transmitir, habría que reconsiderar el carácter cristiano de la misión.

-Los versículos 10 y 11 orientan sobre el comportamiento del misionero en el lugar de misión. En primer lugar no debe cambiarse de la casa donde haya sido acogido. Aquí puede reflejarse la costumbre de las primeras comunidades cristianas de fijar determinada como el centro misionero o Iglesia. En efecto, las primeras iglesias cristianas fueron casas. En segundo lugar, el misionero debe saber que no va a repartir plata sino a anunciar una nueva y Buena Noticia, que por su contenido no será del agrado de todos. Debe estar preparado para el rechazo, la oposición y el conflicto; hay que aprender a ser misionero aún en condiciones difíciles. El gesto simbólico de sacudir el polvo de las sandalias era una costumbre judía que se practicaba al regresar de tierras paganas, por considerarlas impuras. Esto significa que el rechazo del anuncio del reino los reduce a la condición de paganos.

-Finalmente, los versículos 12 y 13 nos permite verificar que en la misión hay que combinar la Palabra con los hechos concretos. El recuento de lo que hicieron los misioneros no es otra cosa que un resumen de lo que ha venido haciendo Jesús: predicar la conversión (Mc 1,15), expulsar demonios (Mc 1,21-28.34; 5,1-20; curar enfermos (Mc 1,29-31.34.40-45; 2,1-12; 3,1-6) etc.


3-16.

Reflexión

Jesús nos enseña en este pasaje lo difícil que puede ser nuestro trabajo de evangelización entre los nuestros, en nuestra casa, en nuestro centro de trabajo, incluso en nuestros barrios. Cuánta gente se admira de nuestro cambio de vida, de nuestra alegría, de una manera diferente de ser y de pensar, y sin embargo permanecen en su falta de fe. Esto lejos de desanimarnos debe alentarnos, pues es y será finalmente el Espíritu Santo quien hará la obra. A pesar de la incredulidad de la gente, Jesús continuaba con su misión: Enseñar el camino del Reino. Si te sientes desanimado porque tu trabajo apostólico en tu casa o con los tuyos no ha tenido el resultado que esperabas… no te desanimes, la obra no es tuya sino del Espíritu. Tarde o temprano verán en tu estilo de vida un invitación a vivir en el Reino. La palabra de Dios dice: “Cree tú y creerá tu casa”.
...............

El pasaje evangélico de hoy nos invita a reflexionar en nuestra participación a la extensión del Reino y en cómo ésta en sí misma trae la recompensa y el bienestar para aquellos que la realizan. Es triste ver que hoy en día pocos hermanos dedican algo de su tiempo para la evangelización y por ello la vida evangélica no se desarrolla en nuestras comunidades. Podríamos pensar que no tenemos los recursos necesarios para hacerlo, sin embargo hoy Jesús, al invitar a sus Discípulos a que no llevaran nada para el camino, nos hace ver que Dios mismo proveerá, no solo las necesidades materiales de los evangelizadores, sino incluso de todo aquello que hiciera falta para que el anuncio llegue a tocar los corazones. Lo único que requiere es nuestra disposición y generosidad con nuestro tiempo. Escucha hoy con atención el llamado y el envío que Dios te hace a ti personalmente a participar en la conversión de tu casa, de tu oficina, de tu barrio de tu propio ambiente. Trata y verás que no es difícil hablar del amor y la misericordia de Dios.

Que pases un día lleno del amor de Dios.

Como María, todo por Jesús y para Jesús

Pbro. Ernesto María Caro


3-17. La misión de los apóstoles

Fuente: Catholic.net
Autor: Ignacio Sarre

La semilla del Evangelio comenzó a esparcirse por el mundo. Doce hombres se encargaron de la labor: los apóstoles de Jesús. Para eso los había llamado el Señor: para que anunciaran su mensaje a todos los hombres. Así, ellos fueron los primeros eslabones de una larga cadena, que llega hasta nosotros.

“No llevéis más que un bastón, ni pan, ni alforja, ni dinero, ni dos túnicas...” ¿Acaso no quiere Cristo que vayamos bien preparados? Sí. Por eso mismo nos da este consejo. A veces nos preocupamos demasiado de las cosas del Señor y nos olvidamos del Señor de las cosas. El único equipaje indispensable para nuestra misión es que llevemos a Cristo. Que estemos muy llenos de Dios, para poder compartirlo con los demás. Como dice la Escritura: “Nadie da lo que no tiene”.

Hoy sabemos que los apóstoles cumplieron su misión. A pesar de sus posibles defectos y debilidades, ayudaron a Cristo a extender su Reino entre los hombres. Nuestra labor es continuar su misión, la misma misión de Cristo, convirtiéndonos en testigos del amor de Dios. Predicar, ante todo, con el ejemplo de las buenas obras. Predicar a tiempo y a destiempo, también con la palabra. Podemos llevar el Evangelio a pequeños rincones del mundo, en nuestro hogar, en nuestro trabajo, en nuestra parroquia... y hacer así más grande la cadena de la salvación.


3-18. CLARETIANOS 2004

Queridos amigos y amigas:

¡El Señor nos llama y nos envía! Si nos paráramos a pensar en que esta misma tarde nos tenemos que marchar a una misión porque así quiere el Señor, ¿cuáles serían nuestras preocupaciones? “Tengo que avisar a...”, “¿Qué me pongo...?”, “¿Cuánto durará...?”, “Antes necesito saber...”, “¿Hará frío o calor...?”. Imagínate cuántas y cuántas preguntas, dudas, miedos, esperanzas, expectativas...

“Nada”, la respuesta es nada. Si ya tenemos el “poder” que nos ha dado Jesús, ¿qué más necesitamos? Seguir a Jesús es cambiar completamente de perspectiva, de horizonte, también por lo que se refiere a las necesidades humanas. ¿Significa eso que vivamos despreocupados? Yo creo que no, pero sí que miremos a nuestras necesidades “físicas” transfiguradas por las promesas de Jesús.

Cuando por el contrario no recibimos a Jesús, no escuchamos, nos alejamos de Él, entonces el cubrir nuestras necesidades puede convertirse en una obsesión: pues, como dice una canción que muchos de nosotros conocen “ si no te tengo no soy nada, si no estás junto a mi, nada... ", y cuando nos damos cuenta que no tenemos nada, de que sin Él no somos nada entonces nos vemos necesitados de todo, todo lo queremos para sentirnos arropados, menos desnudos.

Carlo Gallucci (galluccicarlo@hotmail.com)


3-19. ARCHIMADRID 2004

NUESTRA RELACIÓN CON DIOS

“¡Ánimo, sé un hombre!”. En el libro de los Reyes cuando David anima a su hijo a que sea un hombre, se ve que lo que quiere decir va más allá de un mero comportamiento humano. Se trata de una verdadera llamada de atención de lo que comporta una sincera relación del hombre con Dios.

Así pues, recordemos, una vez más, lo que el rey David recomienda a su hijo para discernir su propia vocación: “Guarda las consignas del Señor, tu Dios, caminando por sus sendas, guardando sus preceptos, mandatos, decretos y normas”. ¿Puede existir algo más natural y auténtico que esto?


3-20.

LECTURAS: 1RE 2, 1-4. 10-12; 1CRO 29; MC 6, 7-13

1Re. 2, 1-4. 10-12. Aquel que nos creó a su imagen y semejanza es el único punto de referencia para que el hombre encuentre su realización plena. Por eso David invita a su hijo Salomón diciéndole: Ten valor y sé hombre. Y en seguida le indica que viva fiel a Yahweh siguiendo sus caminos y observando sus mandatos. Nadie, al margen del Señor, puede llegar a ser plenamente hombre. Por eso hemos de estar siempre dispuestos no sólo a caminar en su presencia, sino a escuchar su Palabra y a ponerla en práctica. Y puesto que su Palabra se hizo hombre y puso su tienda en medio de la nuestra, aprendamos a creer en Aquel que el Padre Dios nos envió; aprendamos a tomar nuestra cruz de cada día e ir, generosa y amorosamente, tras sus huellas. Ojalá y los padres de familia aprendieran, de este consejo de David a su hijo Salomón, a guiar así a sus hijos, enseñándoles a ser hombres no por una vida de maldad y de violencia, sino por una vida de cercanía en amor a Dios y en amor al prójimo; finalmente esta es la mejor herencia que les pueden dejar. Sólo entonces Dios se convertirá para nosotros en una bendición.

1Cro. 29, 10-12. Cuando David ha preparado, con destino al templo de su Dios, infinidad de materiales de toda especie, invita al pueblo a aportar también lo que deseen para engrandecer el Templo que, en el futuro, construirá su hijo Salomón en honor del Dios de Abraham, de Isaac y de Jacob. Y el pueblo se desborda en donativos. Entonces David entona un cántico de alabanza al Señor, pues no se le está dando, sino devolviendo al Señor lo que es suyo, para que le quede consagrado. Recordemos que no sólo hemos de ofrecerle cosas materiales al Señor; el Padre Dios nos envió a su propio Hijo para que, purificándonos de nuestros pecados, pudiera consagrarnos y presentarnos ante su Padre Dios como una ofrenda agradable a Él. Vivamos conforme a la gracia recibida, dejando los caminos que nos alejan de Dios y que echan por tierra toda la obra de Salvación que el Señor adquirió para nosotros mediante la entrega de su propia vida.

Mc. 6, 7-13. La eficacia del Evangelio sólo viene de Dios. Nosotros sólo somos siervos que están al servicio del Evangelio. No podemos perdernos en edificación de lugares lujosamente construidos, pensando que con ello las personas podrán realmente encontrarse con Dios; no podemos pensar que el evangelizador logrará sus objetivos en la medida en que impresione a sus oyentes por su porte externo lujosamente presentado. La autoridad y el poder salvador que tiene la Iglesia viene de Dios y no de las cosas pasajeras. Por eso nuestra confianza sólo está puesta en el Señor. Aprendamos a cumplir con gran amor y valentía la misión que Él nos ha confiado, recordando que sólo en la debilidad humana será donde se manifieste el poder de Dios. Entonces no buscaremos quedar satisfechos con las alabanzas de los hombres, pues sólo Dios será nuestra recompensa. A Él sea dado todo honor y toda gloria ahora y para siempre.

No es el lugar de culto, en el que estamos reunidos, lo que es grato al Señor, sino nosotros, que somos su Pueblo de redimidos. Por eso debemos permitirle al Espíritu Santo que nos haga santos como Dios es Santo, para que seamos una digna morada del Señor. Dios se encuentra con nosotros en nuestro propio interior; Jesucristo está con nosotros, de un modo especial, cuando dos o más nos reunimos en su Nombre. Esta Eucaristía lleva a término nuestra unión con el Señor. Y viviendo unidos a Él, Él nos envía para continuar su obra salvadora en el mundo y su historia. No vamos a nombre propio; es Jesús quien, por medio de su Iglesia, se hará cercano a todo hombre en su camino por la vida. Por eso, quien nos escuche lo escuchará a Él; y quien nos rechace, no sólo lo rechazará a Él, sino que estará rechazando y despreciando a Aquel que lo envió como Salvador nuestro y como único camino que nos lleva a unirnos, como hijos en el Hijo, con Dios, nuestro Padre. Si hemos venido con fe a esta Eucaristía aceptemos el compromiso de ser testigos del Señor para todos los pueblos.

Trabajemos ardua e intensamente a favor del Evangelio. Conozcamos al hombre de hoy en sus alegrías, en sus gozos y esperanzas; pero también en sus deficiencias, en su pecado, en su pobreza, en sus injusticias. Hemos sido enviados al hombre concreto de nuestros días, y por eso hemos de serle leales en el anuncio del Evangelio para poder tender la mano al hombre concreto, y no a un hombre creado por nuestras imaginaciones. El Papa Juan Pablo II nos invita a realizar en nuestros días una Nueva evangelización: nueva en sus métodos, nueva en sus expresiones, nueva en su ardor. Nuestro mundo requiere misioneros que proclamen el Nombre del Señor con la misma valentía de los Apóstoles de Cristo y de sus colaboradores. Y aun cuando la eficacia de la Palabra de Dios está en la Palabra misma, sin embargo debemos saber utilizar todos los medios técnicos y pedagógicos de nuestro tiempo, no como un simple afán de novedad, sino como instrumentos que nos ayuden a hacer cercano el Evangelio al hombre actual en su cultura y en sus aspiraciones, así como clarificarles el camino de perfección en Cristo en medio de sus dudas y desconfianzas.

Roguémosle al Señor, por intercesión de la Santísima Virgen María, nuestra Madre, que nos conceda la gracia de anunciar su Nombre a todos los pueblos de tal forma que al llegar el Evangelio a todas las culturas no sólo las purifique, sino que ayude, a quienes viven inmersos en ellas, a descubrir a Cristo como aquel que ha venido, no sólo a curarnos, a socorrernos y a consolarnos, sino a darle plenitud a nuestra vida por medio de la comunicación de su Vida y de su Espíritu, que derrama abundantemente en el corazón de los creyentes. Amén.

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3-21.Fray Nelson Jueves 3 de Febrero de 2005
Temas de las lecturas: Se han acercado ustedes a Sión, el monte y la ciudad del Dios viviente * Envió a los discípulos de dos en dos.

1. Dos montañas, dos alianzas
1.1 El pasaje de la Carta a los Hebreos en este día nos ofrece un paralelo entre dos montes y dos alianzas. Sinaí con Moisés, por un lado; Sión con Jesús por el otro.

1.2 Aunque esta comparación tiene algo de forzado porque Moisés celebró la alianza con Yahvé en el monte Sinaí, mientras que Jesús no estaba en la colina de Sión, en Jerusalén, sino en el montículo de la calavera, el Calvario. Desde luego, el autor de esta Carta conocía en dónde había derramado su Sangre nuestro Señor, y por ello empieza su comparación diciendo: "ustedes no se han acercado a algo palpable". Mucho le interesa que entendamos este punto y por eso no toma como lugar del nuevo pacto al Calvario sino a la imagen evocadora y densamente teológica del monte Sión. ¿Por qué?

1.3 Seguramente porque le interesa que no nos quedemos comparando lugares como gustaban de hacer por ejemplo los samaritanos, según nos cuenta otro pasaje de los evangelios (cf. Jn 4,20). En aquella ocasión dijo Jesús que Dios buscaba y quería "adoradores en espíritu y en verdad" (Jn 4,23-24). No gente que estuviera atada a un lugar sino unida a una realidad de salvación. Es la misma idea que encontramos en el pasaje de hoy: Jesús celebró su alianza en "Sión", que hay que escribir entre comillas porque no corresponde al lugar físico donde estaba el templo renovado por Herodes, sino que alude discreta y bellamente al santuario del cielo. Por eso dice: "no es algo palpable".

1.4 Un lugar se puede contraponer a otro: el monte Garizim quizá es mejor que el Tabor; Jerusalén tal vez es más santa que Roma; es posible que la Meca tenga más trascendencia espiritual que Nueva York. El cielo es, entre otras cosas, una designación de aquello que no tiene comparación ni contraposición: es "otro nivel", es un estadio nuevo y una realidad que nos trasciende. Hemos llegado a Jesús significa: hemos llegado al Incomparable.

2. Enviados por Jesús
2.1 "Hemos llegado a Jesús" es la enseñanza de la primera lectura; "Jesús nos envía" es el resumen del evangelio de hoy. A él llegamos y de él partimos; en él se resume todo y él es el comienzo de todo; a todos nos convoca y a todos nos envía. Como el corazón, que reúne toda la sangre, congrega toda la vida, y la difunde con vigor por todo el cuerpo.

2.2 Creo que muchas de las imágenes que tenemos sobre la Iglesia son demasiado estáticas, quizá por el deseo de conjurar todo desorden. Mas es bello ver a la Iglesia como un mar de gracia que confluye con fuerza en su centro y desde allí renace sin cesar en una efusión incesante de vida y de amor.

2.3 Así que miremos a Jesús, que hoy envía a sus amigos de dos en dos. Y como los profetas hablan primero con lo que hacen que con lo que dicen, queramos entender qué significa eso de enviar de dos en dos. De seguro tiene más de un significado. Indica tal vez que son inseparables el amor a Dios, predicado en la palabra, y el amor al prójimo, manifiesto en la caridad y trato con el hermano. O sirve de recuerdo vivo de la naciente experiencia de comunidad que los Doce han empezado a vivir. O muestra que aunque se puede prescindir de todo, incluyendo el pan y el vestido nunca se puede prescindir de los hermanos.

2.4 Jesús envió y es él también quien sigue enviando. Un sacerdote que pierda su tiempo tratando de entrar en la mente de su obispo para averiguar las motivaciones últimas de los decretos de su superior podría recordar esta enseñanza que hoy nos da el Señor: es Jesús quien envía. Tú escoges si te quieres sentir enviado por Pepe Pérez o por Jesús de Nazareth. Y escoges entonces si quieres agradar a Pepe Pérez o a Jesús de Nazareth.


3-22.

Comentario: Rev. D. Josep Vall i Mundó (Barcelona, España)

«Jesús llamó a los Doce y comenzó a enviarlos de dos en dos. Y yéndose de allí, predicaron que se convirtieran»

Hoy, el Evangelio relata la primera de las misiones apostólicas. Cristo envía a los Doce a predicar, a curar todo tipo de enfermos y a preparar los caminos de la salvación definitiva. Ésta es la misión de la Iglesia, y también la de cada cristiano. El Concilio Vaticano II afirmó que «la vocación cristiana implica como tal la vocación al apostolado. Ningún miembro tiene una función pasiva. Por tanto, quien no se esforzara por el crecimiento del cuerpo sería, por ello mismo, inútil para toda la Iglesia como también para sí mismo»

El mundo actual necesita —como decía Gustave Thibon— un “suplemento de alma” para poderlo regenerar. Sólo Cristo con su doctrina es medicina para las enfermedades de todo el mundo. Éste tiene sus crisis. No se trata solamente de una parcial crisis moral, o de valores humanos: es una crisis de todo el conjunto. Y el término más preciso para definirla es el de una “crisis de alma”.

Los cristianos con la gracia y la doctrina de Jesús, nos encontramos en medio de las estructuras temporales para vivificarlas y ordenarlas hacia el Creador: «Que el mundo, por la predicación de la Iglesia, escuchando pueda creer, creyendo pueda esperar, y esperando pueda amar» (san Agustín). El cristiano no puede huir de este mundo. Tal como escribía Bernanos: «Nos has lanzado en medio de la masa, en medio de la multitud como levadura; reconquistaremos, palmo a palmo, el universo que el pecado nos ha arrebatado; Señor, te lo devolveremos tal como lo recibimos aquella primera mañana de los días, en todo su orden y en toda su santidad».

Uno de los secretos está en amar al mundo con toda el alma y vivir con amor la misión encomendada por Cristo a los Apóstoles y a todos nosotros. Con palabras de san Josemaría, «el apostolado es amor de Dios, que se desborda, con entrega de uno mismo a los otros (...). Y el afán de apostolado es la manifestación exacta, adecuada, necesaria, de la vida interior». Éste ha de ser nuestro testimonio cotidiano en medio de los hombres y a lo largo de todas las épocas.


3-23.

Reflexión:

Heb. 12, 18-19. 21-24. Nosotros nos hemos acercado a Dios. Lo hemos hecho en la sencillez de nuestra fe en Cristo Jesús. Junto con Él contemplaremos lo que ni el ojo vio, ni el oído oyó, ni se nos ocurrió pensar. Unidos a Cristo vivimos ya desde ahora participando de los bienes celestiales. Esto no puede desligarnos de nuestra realidad, ni de nuestras obligaciones temporales, pues hemos de vivir en el mundo, sin ser del mundo. La Palabra, llena de amor y de ternura, que Dios ha pronunciado sobre nosotros por medio de su Hijo Jesús, debe ser escuchada continuamente, de tal forma que no sólo se abran nuestros oídos, sino que nuestra voluntad, fortalecida con la gracia divina, se decida a ir tras las huellas del mismo Cristo. Entonces, junto con Él entraremos en el santuario eterno. Habiendo sido hechos hijos de Dios en Cristo Jesús, vayamos por la vida con una conciencia libre de todo pecado, pues el Señor ha entregado su vida para que seamos purificados de toda maldad. No queramos, por tanto, llamarnos hijos de Dios, mientras nuestras obras manifiesten que vivimos lejos de Él.

Sal. 48 (47). Muchas veces se llega a pensar que por acudir con frecuencia al templo, o por traer consigo determinadas medallas, escapularios o imágenes, o por realizar determinados actos devocionales, por eso ya se encuentra uno salvado. Y no es nada, ni nadie, sino sólo el Señor el que nos protege y nos salva, convirtiéndose en una fortaleza inexpugnable y en alegría para toda la tierra. Pero, igualmente, no sólo hemos de llamar a Jesús: Señor, Señor; sino que hemos de estar dispuestos a escuchar su Palabra, a meditarla en nuestro corazón y a cumplirla con un amor fiel. Cuando acudamos al templo estemos dispuestos a escuchar la voz de Dios, pues Él se dirige siempre a nosotros con gran amor, y quiere que toda nuestra vida se convierta en una alabanza a su Santo Nombre que llene el mundo entero. No podemos, por tanto, estar en paz mientras haya personas que, lejos del Señor, se hayan convertido en motivo de destrucción, de muerte, de dolor o de sufrimiento para los demás; pues así como Cristo vino para conducirnos a las mansiones eternas, entregando incluso su vida para el perdón de nuestros pecados, así su Iglesia debe ir por ese mismo camino hasta lograr su plenitud en Él a la diestra de Dios Padre.

Mc. 6, 7-13. La eficacia del Evangelio sólo viene de Dios. Nosotros sólo somos siervos que están al servicio del Evangelio. No podemos quedarnos en la edificación de lugares lujosamente construidos, pensando que las personas podrán realmente encontrarse con Dios en ellos; no podemos pensar que el evangelizador logrará sus objetivos en la medida en que impresione a sus oyentes por su porte externo lujosamente presentado. La autoridad y el poder salvador que tiene la Iglesia viene de Dios y no de lo pasajero. Por eso nuestra confianza sólo está puesta en el Señor. Aprendamos a cumplir con gran amor y valentía la misión que Él nos ha confiado, recordando que sólo en la debilidad humana será donde se manifieste el poder de Dios. Entonces no buscaremos quedar satisfechos con las alabanzas de los hombres, pues sólo Dios será nuestra recompensa. A Él sean dados todo honor y toda gloria ahora y para siempre.

No es el lugar de culto, en el que estamos reunidos, lo que es grato al Señor, sino nosotros, que somos su Pueblo de redimidos. Por eso debemos permitirle al Espíritu Santo que nos haga santos como Dios es Santo, para que seamos una digna morada del Señor. Dios se encuentra con nosotros en nuestro propio interior; Jesucristo está con nosotros, de un modo especial, cuando dos o más nos reunimos en su Nombre. Esta Eucaristía lleva a término nuestra unión con el Señor. Y viviendo unidos a Él, Él nos envía para continuar su obra salvadora en el mundo y su historia. No vamos a nombre propio; es Jesús quien, por medio de su Iglesia, se hará cercano a todo hombre en su camino por la vida. Por eso, quien nos escuche lo escuchará a Él; y quien nos rechace, no sólo lo rechazará a Él, sino que estará rechazando y despreciando a Aquel que lo envió como Salvador nuestro y como único camino que nos lleva a unirnos, como hijos en el Hijo, con Dios, nuestro Padre. Si nosotros hemos venido con fe a esta Eucaristía, aceptemos el compromiso de ser testigos del Señor para todos los pueblos.

Trabajemos ardua e intensamente a favor del Evangelio. Conozcamos al hombre de hoy en sus alegrías, en sus gozos y esperanzas; pero también en sus deficiencias, en su pecado, en su pobreza, en sus injusticias. Hemos sido enviados al hombre concreto de nuestros días, y por eso hemos de serle leales en el anuncio del Evangelio para poderle tender la mano al hombre concreto, y no a un hombre creado por nuestras imaginaciones. El Papa Juan Pablo II nos invita a realizar en nuestros días una Nueva evangelización: nueva en sus métodos, nueva en sus expresiones, nueva en su ardor. Nuestro mundo requiere misioneros que proclamen el Nombre del Señor con la misma valentía de los Apóstoles de Cristo y de sus colaboradores. Y aun cuando la eficacia de la Palabra de Dios está en la Palabra misma, sin embargo debemos saber utilizar todos los medios técnicos y pedagógicos de nuestro tiempo, no como un simple afán de novedad, sino como instrumentos que nos ayuden a hacer cercano el Evangelio al hombre actual en su cultura y en sus aspiraciones, así como clarificarles el camino de perfección en Cristo en medio de sus dudas y desconfianzas.

Roguémosle al Señor, por intercesión de la Santísima Virgen María, nuestra Madre, que nos conceda la gracia de anunciar su Nombre a todos los pueblos, de tal forma que al llegar el Evangelio a todas las culturas no sólo las purifique, sino que ayude, a quienes viven inmersos en ellas, a descubrir a Cristo como aquel que ha venido, no sólo a curarnos, a socorrernos y a consolarnos, sino a darle plenitud a nuestra vida, por medio de la comunicación de su Vida y de su Espíritu, que derrama abundantemente en el corazón de los creyentes. Amén.

Homiliacatolica.com


3-24.

Reflexión

El pasaje evangélico de hoy nos invita a reflexionar en nuestra participación a la extensión del Reino y en cómo ésta en sí misma trae la recompensa y el bienestar para aquellos que la realizan. Es triste ver que hoy en día pocos hermanos dedican algo de su tiempo para la evangelización y por ello la vida evangélica no se desarrolla en nuestras comunidades. Podríamos pensar que no tenemos los recursos necesarios para hacerlo, sin embargo hoy Jesús, al invitar a sus Discípulos a que no llevaran nada para el camino, nos hace ver que Dios mismo proveerá, no solo las necesidades materiales de los evangelizadores, sino incluso de todo aquello que hiciera falta para que el anuncio llegue a tocar los corazones. Lo único que requiere es nuestra disposición y generosidad con nuestro tiempo. Escucha hoy con atención el llamado y el envío que Dios te hace a ti personalmente a participar en la conversión de tu casa, de tu oficina, de tu barrio de tu propio ambiente. Trata y verás que no es difícil hablar del amor y la misericordia de Dios.

Pbro. Ernesto María Caro


3-25. Envió a los discípulos de dos en dos

Fuente: Catholic.net
Autor: Catholic.net

Reflexión

El evangelista San Marcos escribe: "Llamó Jesús a los Doce". ¡Sí! Jesús llama a sus apóstoles, a aquellos a quienes les confiaría más adelante su Iglesia y la salvación de las almas. Escoge y llama de entre muchos a los que ha de enviar por todo el mundo a predicar el Evangelio, la buena nueva.

Así, el mismo Jesús nos llama a nosotros, nos invita a colaborar con Él en la salvación de las almas, de muchas almas, empezando por las de nuestras y las de nuestros familiares y personas más cercanas. Nos llama a acompañarlo y a conocerlo más íntimamente. Ese mismo llamado que hizo a los Doce hoy nos lo hace a nosotros. Nos invita a estar cerca de Él. Esa es la vocación de todo Cristiano: buscar parecerse a Jesús en su comportamiento, que es lo que llamamos Santidad, y a llevar el mensaje de salvación a todos los hombres, que es lo que llamamos Apostolado. Esta es la doble vocación o llamado de todo cristiano, como tú y yo.

Ante ese llamado que el Señor nos hace personalmente a cada uno d nosotros, hemos de responder también de forma personal. Él no va a forzar a nadie. Espera que nosotros lo hagamos libremente.

¿Por qué nos llama? Nos podríamos preguntar. ¿Por qué no a otros más sabios, más fuertes, más inteligentes que nosotros? ¿Por qué no llama mejor a gente más rica, más importante, más principal? ¿Por qué nos llama a nosotros?

Si le preguntáramos al Señor, Él seguramente nos ha de responder: "Porque te amo a ti. Porque eres una persona que desde siempre yo he amado. Porque quiero que vivas eternamente conmigo. Porque quiero que seas feliz". Esas serían las palabras que el Señor nos diría y que amorosamente nos dice. Pero siempre que hay un llamado, habrá que dar una respuesta. Si un amigo nos invita a comer a su casa, lo menos que podemos hacer es decirle sí o no. Él esperará la respuesta. La invitación del Señor es por amor. Con el mismo amor hemos de responder.

El Señor, además, siempre respetará nuestra respuesta, pues Él nos ha creado libres. Nunca nos forzará a decir sí o a decir no. ¡No! Él siempre pide que le contestemos nosotros por nosotros mismos. No nos amenazará, ni nos tratará mal. La respuesta al llamado amoroso de Dios a nosotros ha de ser libre y por amor. Después de haber llamado a sus discípulos, los envió de dos en dos a predicar, a anunciar la buena nueva, el Evangelio. Esa era su gran misión: anunciar a los demás la salvación.

Señor, te pedimos confiada y humildemente que nos ayudes a aceptar nuestra vocación al apostolado, porque queremos que muchas almas te conozcan, te amen y te alaben. Fortalécenos para que el egoísmo y la comodidad no nos impidan trabajar generosamente por la salvación de las almas.
Amén.


3-26.

La lectura del día de hoy deja para mí una palabra clave: apoyo. Jesús
manda a sus discípulos que sólo lleven un bastón. El principal uso de este artículo es para apoyarse, para caminar mejor. Pero también Jesús los manda de dos en dos, para que sean apoyo el uno del otro. No hemos nacido para estar solos. Necesitamos quién nos ayude a echar adelante día a día.

Necesitamos quien camine con nosotros queriendo alcanzar la misma meta y guiados por los mismos principios, valores, convicciones. Estas palabras me hacen reflexionar acerca de quiénes están a mi alrededor, mi pareja, mis amigas y amigos, mis compañeras y compañeros de trabajos. ¿Quién o qué me guía a mí? ¿Quién o qué los guía a ellas y ellos? ¿Quién o qué nos guía en conjunto? ¿De qué o quiénes me apoyo?

Señor, te pido que tú seas mi verdadero sostén. Que como el salmista pueda decir que tu eres la roca en la que me apoyo.

Dios nos bendice,

Miosotis