VIERNES DE LA SEGUNDA SEMANA DE CUARESMA

 

Libro de Génesis 37,3-4.12-13.17-28.

Israel amaba a José más que a ningún otro de sus hijos, porque era el hijo de la vejez, y le mandó hacer una túnica de mangas largas. Pero sus hermanos, al ver que lo amaba más que a ellos, le tomaron tal odio que ni siquiera podían dirigirle el saludo. Un día, sus hermanos habían ido hasta Siquém para apacentar el rebaño de su padre. Entonces Israel dijo a José: "Tus hermanos están con el rebaño en Siquém. Quiero que vayas a verlos". "Está bien", respondió él. "Se han ido de aquí, repuso el hombre, porque les oí decir: "Vamos a Dotán". José fue entonces en busca de sus hermanos, y los encontró en Dotán. Ellos lo divisaron desde lejos, y antes que se acercara, ya se habían confabulado para darle muerte. "Ahí viene ese soñador", se dijeron unos a otros. "¿Por qué no lo matamos y lo arrojamos en una de esas cisternas? Después diremos que lo devoró una fiera. ¡Veremos entonces en qué terminan sus sueños!". Pero Rubén, al oír esto, trató de salvarlo diciendo: "No atentemos contra su vida". Y agregó: "No derramen sangre. Arrójenlo en esa cisterna que está allá afuera, en el desierto, pero no pongan sus manos sobre él". En realidad, su intención era librarlo de sus manos y devolverlo a su padre sano y salvo. Apenas José llegó al lugar donde estaban sus hermanos, estos lo despojaron de su túnica - la túnica de mangas largas que llevaba puesta - , lo tomaron y lo arrojaron a la cisterna, que estaba completamente vacía. Luego se sentaron a comer. De pronto, alzaron la vista y divisaron una caravana de ismaelitas que venían de Galaad, transportando en sus camellos una carga de goma tragacanto, bálsamo y mirra, que llevaban a Egipto. Entonces Judá dijo a sus hermanos: "¿Qué ganamos asesinando a nuestro hermano y ocultando su sangre? En lugar de atentar contra su vida, vendámoslo a los ismaelitas, porque él es nuestro hermano, nuestra propia carne". Y sus hermanos estuvieron de acuerdo. Pero mientras tanto, unos negociantes madianitas pasaron por allí y retiraron a José de la cisterna. Luego lo vendieron a los ismaelitas por veinte monedas de planta, y José fue llevado a Egipto.

Salmo 105,16-21.

El provocó una gran sequía en el país y agotó las provisiones.
Pero antes envió a un hombre, a José, que fue vendido como esclavo:
le ataron los pies con grillos y el hierro oprimió su garganta,
hasta que se cumplió lo que él predijo, y la palabra del Señor lo acreditó.
El rey ordenó que lo soltaran, el soberano de pueblos lo puso en libertad;
lo nombró señor de su palacio y administrador de todos sus bienes,


Evangelio según San Mateo 21,33-34.45-46.

Escuchen otra parábola: Un hombre poseía una tierra y allí plantó una viña, la cercó, cavó un lagar y construyó una torre de vigilancia. Después la arrendó a unos viñadores y se fue al extranjero. Cuando llegó el tiempo de la vendimia, envió a sus servidores para percibir los frutos. Los sumos sacerdotes y los fariseos, al oír estas parábolas, comprendieron que se refería a ellos. Entonces buscaron el modo de detenerlo, pero temían a la multitud, que lo consideraba un profeta.

Extraído de la Biblia, Libro del Pueblo de Dios.
 

 

LECTURAS 

1ª: Gn 37, 3-4. 12-13a. 17b-28 

2ª: Mt 21, 33-46 = DOMINGO 27A


 

1.

Esta narración quiere explicar simbólicamente la historia de la tribu de José y de su preeminencia sobre las demás tribus, y cómo en los planes de Dios, José estaba destinado a ser la salvación del pueblo. Y todo tiene que pasar por la prueba y la mortificación. La Iglesia también tendrá acceso a la gloria por las pruebas, como Cristo, el nuevo José, lo ha verificado con su propia vida.

MISA DOMINICAL 1990/06


2.

Lectura tomada de la historia de José. Esta historia de José tiene un hilo teológico que le da sentido y unidad: la providencia del Señor lleva de la mano la vida de José y la de todo el pueblo: "aunque vosotros pensasteis hacerme daño -dice José a sus hermanos al final de todo el episodio- Dios lo pensó para bien, para hacer sobrevivir a un pueblo numeroso". (/Gn/50/20).

Desde esta afirmación hemos de leer toda la narración de José y en concreto el texto de la lectura de hoy.

Existe la envidia de los hermanos de José, pero el camino que traza el odio es también camino providente por el que Dios salva a toda la familia de José. Y no es que Dios necesite ese odio para realizar esa salvación, pero, una vez que el odio existe y actúa, en eso -y a pesar de eso- actúa Dios.


3.

En el evangelio de hoy, Jesús habla de un «hijo» enviado para cosechar los frutos de una viña, y que los viñadores matan para desembarazarse de él. Es el anuncio de su propia muerte.

«Venid. Matémosle».

Encontraremos las mismas palabras en la página del Antiguo Testamento. La historia de José prefigura la de Jesús.

-Israel amaba a José más que a todos los demás hijos.

Sus hermanos vieron que su padre le amaba.

"Este es mi hijo, mi bien amado, escuchadle...»

«Aquel que me ha enviado...»

Era el refrán de Jesús.

«Mi alimento es hacer la voluntad del que me ha enviado...»

«La obra de Dios es que creáis en aquel que me ha enviado...»

«La palabra que oiréis no es mía, sino del que me ha enviado...»

-Conspiraron contra él para matarle: «Venid, matémoslo»

Estamos tan habituados a oír el relato de la Pasión, que no llegamos a darnos cuenta realmente de lo que sucede en ella. Nos será muy conveniente que meditemos la "Pasión de Jesús" a la vez que pensamos en otras fechorías y matanzas.

Donde quiera que se mate a un hombre, en el mundo...

Dondequiera que corra la sangre sobre un rostro, víctima de la brutalidad humana... Es el rostro ensangrentado de Jesús que aún perdura.

-Le vendieron por veinte monedas de plata...

El dinero. Por dinero se maltrata a los hombres. Perdón, Señor.

Por dinero, Judas vendió a Jesús a los sumos sacerdotes.

-Y éstos se llevaron a José a Egipto.

Dios escribe recto sobre líneas torcidas.

Dios se sirve de acontecimientos aparentemente contrarios a su proyecto.

Los once hermanos de José creían "haber llevado bien su asunto", al desembarazarse de ese importuno... de hecho favorecerán el "asunto de Dios". Sin que ellos lo sepan contribuyen a realizar un episodio importante de esa Historia sagrada, en la cual Dios desarrolla su designio: el pueblo hebreo se instalará durante algunos siglos en Egipto... para vivir allí un cierto número de experiencias que serán decisivas.

Asimismo, el complot y la muerte de Jesús...

En apariencia, un fracaso absoluto de Dios. De hecho, su victoria absoluta. Ayúdame, Señor, a ver tu designio en los acontecimientos que me suceden y en los que suceden a tu Iglesia. Incluso en las situaciones desfavorables, creo que Tú sigues dirigiendo la historia.

-«La piedra que desecharon los constructores es ahora piedra angular».

José, traicionado por sus hermanos, será quien les salvará, dentro de unos años, cuando venga el hambre y ellos mismos vayan a Egipto donde encontrarán a su hermano, al que acaban de «vender».

Jesús, también, salva a los que no le aman.

NOEL QUESSON
PALABRA DE DIOS PARA CADA DIA 3
PRIMERAS LECTURAS PARA ADVIENTO - NAVIDAD
CUARESMA Y TIEMPO PASCUAL
EDIT. CLARET/BARCELONA 1983.Pág. 122 s.


4. 

La historia de José, tanto por las características formales como por el contenido, se diferencia claramente de la historia patriarcal. Sólo la tradición sacerdotal la ha incorporado a la historia de Jacob. Concebida como una unidad, se estructura en escenas, con una presentación y una acción que se lleva hasta un punto álgido. En cuanto al género literario, puede considerarse como novela histórica, y tiene un notable cuño sapiencial: José es presentado con las virtudes típicas del sabio (la humildad, la magnanimidad, la prudencia, el dominio de sí, el temor de Dios, etc.). Dios es también aquí el supremo conductor de los acontecimientos. Además, la historia de José tiene la función de unir la historia patriarcal con el Éxodo.

La presente lectura nos da diversas versiones de los motivos por los que José se había hecho odioso a sus hermanos, y también de la manera como se desembarazaron de él y lo vendieron a los egipcios. Así, la tradición sacerdotal atribuye el rencor al hecho de que José refería a su padre los comentarios negativos de sus hermanos, mientras que para el yahvista se debe a la predilección paterna, manifestada en la túnica de mangas largas que mandó hacer para él. En cambio, según la opinión elohísta son los sueños de grandeza los que provocan las iras del padre y de los hermanos. El resentimiento es tan fuerte que intentan eliminar a José; pero, según el yahvista, Judá sugiere a los demás hermanos que es preferible venderlo a los ismaelitas que pasaban por allí. Se avienen a ello y traman hacer creer a Jacob que ha muerto su hijo predilecto presentándole la túnica teñida de sangre de macho cabrío y diciéndole que una fiera lo ha devorado. La versión elohísta presenta estas diferencias: es Rubén, y no Judá, el que salva a José de la muerte y el que hace que lo metan en una cisterna (de la que lo sacan furtivamente unos madianitas, que lo venden a Putifar en Egipto). Al darse cuenta Rubén de que José no está en la cisterna, se siente, como hermano mayor, responsable de José ante su padre y presa de la inquietud y la consternación. Todo esto atestigua que hubo un largo proceso en la historia de la tradición, lo que explica algunas incongruencias, como la de que José era mucho más joven que sus hermanos, en contra de 30,23. La mención de los ismaelitas es también un anacronismo ya que, según las genealogías del Génesis, los hijos de Ismael serían tíos de José.

El precio de una persona parece que se cifraba entonces en 20 monedas de plata (cf. Lv 27,4s).

Por una parte, en cuanto al odio mortal entre hermanos nuestra narración conecta con los relatos de Caín y Abel y de Jacob-Esaú; por otra, el anciano patriarca paga ahora sus antiguas trampas, al ser engañado por sus hijos, y sufre el luto con la privación de su hijo predilecto.

J. MAS ANTON
LA BIBLIA DIA A DIA
Comentario exegético a las lecturas
de la Liturgia de las Horas
Ediciones CRISTIANDAD.MADRID-1981.Pág. 101 s.


5.

La urgencia de la conversión: Dios espera que demos mucho fruto.

-Un padre de familia plantó una viña, la rodeó de una cerca, cavó en ella un lagar, y edificó una torre...

Jesús hace alusión a un oráculo de Isaias, 5, 2-5:

"Ciudadanos de Jerusalén, y vosotros hombres de Judá, pronunciad la sentencia entre yo y mi viña.

¿Qué podía hacer yo por mi viña, que no lo haya hecho? ¡Pues bien! Voy a revelaros lo que voy a hacer:

Quitaré la cerca, para que puedan pisotearla". Decepción divina. Tantos cuidados, tantos desvelos, tanto amor.

¿Qué decepciones tiene Dios de mí? ¿Qué esperas de mí, Señor?

-Y la arrendó a unos viñadores...

Dios ha hecho lo esencial para "su viña", pero no todo: confía algunas responsabilidades al hombre... el universo ha sido confiado al hombre. "Dominad la tierra y sometedla." El hombre es el gerente de la empresa de Dios.

Soy el gerente de una porción del Reino de Dios. Me ha sido alquilada una parte de sus bienes, y me ha confiado responsabi1idades. ¿Cuáles? ¿De qué y de quiénes deberé darte cuenta? ¿Qué debo hacer fructificar? ¿Qué iniciativas esperas de mí para que la porción de tus tierras no pase a ser un erial?

-Cuando se acercaba el tiempo de los frutos, envió a sus criados para percibir su parte...

Los viñadores les apedrearon, apalearon y mataron a uno...

Se rechaza a Dios.

Este mismo rechazo continúa también hoy. Dios es un estorbo. Yo mismo te rehúso,

Señor, cuando vienes a pedirme los frutos.

Ahora, detenidamente, me propongo buscar, en mi vida concreta, las exigencias, las llamadas divinas que acepto mal y que rechazo.

-De nuevo les envió otros siervos, en mayor número que los primeros. Finalmente les envió a su Hijo.

La perseverancia de Dios. Va hasta el final. Sacrifica lo que es más precioso para El. "De tal manera ha amado Dios al mundo que le ha enviado su propio hijo." Me detengo a contemplar la amplitud insospechada de este don.

"Puesto que Dios nos ha amado hasta darnos a su propio Hijo, ni la muerte, ni el pecado nos arrancarán de su amor."

-Cuando venga, pues, el amo de la viña... ¿Qué hará? "Hará perecer de mala muerte a los malvados, y arrendará la viña a otros.

El proyecto de Dios no puede fallar. Pero nosotros podemos ser dejados de lado. La "viña del Señor" llevará fruto, pero nosotros podemos ser condenados. El fallo de Israel, primer gerente del Reino, no impedirá que se forme un nuevo pueblo de Dios" al que le será confiada la "viña".

-"La piedra que rechazaron los constructores pasó a ser piedra angular . Esta es la obra de Dios; ¡cuán admirable es a nuestros ojos! El Mesías rechazado, la pobre piedra informe que los constructores habían juzgado inútil y fue tirada a la basura... es luego una hermosa piedra muy apreciada que se coloca en el lugar esencial de la construcción, en el ángulo que une dos muros. Es de esta piedra que depende toda la solidez del edificio. Jesús, elemento esencial del gran proyecto de Dios... base de toda la construcción... El que era tan pobre, tan desvalido, tan despreciado, tan rechazado.

¡He aquí "la obra" de Dios! ¡Es admirable!

NOEL QUESSON
PALABRA DE DIOS PARA CADA DIA 1
EVANG. DE ADVIENTO A PENTECOSTES
EDIT. CLARET/BARCELONA 1984
.Pág. 126 s.


6.

Gén 37, 3-4.12-13a.17b-28: Vendieron a José por veinte monedas de plata 
Sal 104, 16-17.18-19.20-21: Recordad las maravillas que hizo el Señor 
Mt 21, 33-43.45-46: Se os quitará a vosotros el Reino de los cielos y se dará a un pueblo que produzca sus frutos

En la alegoría de los viñadores homicidas, se nos relata cómo unos labradores que habían arrendado una viña, cuando llega el tiempo de dar cuentas, golpean y matan a quienes el dueño de la viña envía a cobrar, incluyendo a su mismo hijo. La parábola termina planteando lo que debe hacer el amo: acabar con los homicidas, para arrendar la viña a gente que actúe correctamente. La perícopa concluye advirtiendo que el liderazgo en el Reino de Dios que viene le será quitado a la oficialidad judía, para dárselo a un pueblo nuevo que dé frutos. Por eso las palabras de Jesús enfurecieron a los sacerdotes y fariseos, que se sintieron claramente señalados.

Más que una parábola, Jesús propone una alegoría. Este género literario, a diferencia de la parábola, ofrece tantos puntos de comparación cuantos personajes y acciones plantee el relato. Por eso hay que entender que Jesús está haciendo un resumen de la historia del A.T.: todos los enviados de Dios que quisieron plantear una sociedad alternativa fueron condenados a muerte. Esto mismo era lo que ya estaba tratando de hacer con Jesús la oficialidad judía. De aquí las palabras de condenación tan claras de Jesús.

El planteamiento de Jesús era grave: comprometerse con un grupo no es alcahuetear su injusticia. Si el grupo ya no tiene contenidos de justicia, Dios no puede garantizarle fidelidad, cerrando sus ojos al pecado. Y en esto había terminado la oficialidad judía: en un sistema lleno de una gran capacidad de muerte, que sólo funcionaba al servicio de sus propios intereses, eliminando a todo aquél que viniera a amenazar su continuidad. Quien desenmascarare esto ante el pueblo, se convertirá en su enemigo. La verdad dicha por Jesús fue lo que le costó la vida.

SERVICIO BIBLICO LATINOAMERICANO


7.

1. Hoy, viernes, las lecturas nos presentan más explícitamente el destino de cruz y muerte que espera a Jesús al final de su camino.

Y en el AT se ha buscado una figura entrañable: José, traicionado por sus propios hermanos.

La de José es una historia novelada, «edificante», que expresa las infidelidades de Israel y sobre todo del estilo que tiene Dios de sacar bien del mal.

«Matémoslo y echémoslo en un pozo cualquiera». Aunque después se conformaron con venderle a los mercaderes que pasaban por allá. Es el fruto de una raíz interior: la envidia, el rencor de los hermanos para con José (que, por cierto, también contribuye a fomentar esos sentimientos contándoles imprudentemente sus sueños de grandeza).

La lectura termina ahí. Pero el salmo -de nuevo muy oportuno- prolonga la historia y nos dice cómo aquello, que parecía una maldad sin sentido, tuvo consecuencias positivas para la salvación de Israel: «por delante había enviado a un hombre, José, vendido como esclavo: hasta que el rey lo nombró administrador de su casa».

2. La historia de José se repite en Jesús.

La parábola de los viñadores que llegan a apalear a los enviados y a matar al hijo parece calcada del poema de Isaías 5, con el lamento de la viña estéril. Pero aquí es más trágica: «Matémoslo y nos quedaremos con su herencia». Los sacerdotes y fariseos entendieron muy bien «que hablaba de ellos» y buscaban la manera de deshacerse de Jesús.

También aquí, lo que parecía una muerte definitiva y sin sentido, resultó que en los planes de Dios conducía a la salvación del nuevo Israel, como la esclavitud de José había sido providencial para los futuros tiempos de hambre de sus hermanos y de su pueblo. El evangelio cita el salmo pascual por excelencia, el 117: «la piedra que desecharon los arquitectos es ahora la piedra angular». La muerte ha sido precisamente el camino para la vida. Si el pueblo elegido, Israel, rechaza al enviado de Dios, se les encomendará la viña a otros que sí quieran producir frutos.

3. a) Durante la Cuaresma, y en particular los viernes, nuestros ojos se dirigen a la Cruz de Cristo.

Todavía con mayor motivo que José en el AT, Jesús es el prototipo de los justos perseguidos y vendidos por unas monedas. La envidia y la mezquindad de los dirigentes de su pueblo le llevan a la muerte. Su camino es serio: incluye la entrega total de su vida.

Nuestro camino de Pascua supone también aceptar la cruz de Cristo. Convencidos de que, como Dios escribe recto con líneas torcidas, también nuestro dolor o nuestra renuncia, como los de Cristo, conducen a la vida.

b) También tenemos que recoger el aviso de la esterilidad y la infidelidad de Israel.

Nosotros seguramente no vendemos a nuestro hermano por veinte monedas. Ni tampoco traicionamos a Jesús por treinta. No sale de nuestra boca el fatídico propósito «matémosle», dedicándonos a eliminar a los enviados de Dios que nos resultan incómodos (aunque sí podamos sencillamente ignorarlos o despreciarlos).

Pero se nos puede hacer otra pregunta: ¿somos una viña que da sus frutos a Dios? ¿o le estamos defraudando año tras año? Precisamente el pueblo elegido es el que rechazó a los enviados de Dios y mató a su Hijo. Nosotros, los que seguimos a Cristo y participamos en su Eucaristía, ¿podríamos ser tachados de viña estéril, raquítica? ¿se podría decir que, en vez de trabajar para Dios, nos aprovechamos de su viña para nuestro propio provecho? ¿y que en vez de uvas buenas le damos agrazones? ¿somos infieles? ¿o tal vez perezosos, descuidados?

En la Cuaresma, con la mirada puesta en la muerte y resurrección de Jesús, debemos reorientar nuestra existencia. En este año concreto, sin esperar a otro.

«A ti, Señor, me acojo, no quede yo nunca defraudado» (entrada)

«Lleguemos a las fiestas de Pascua con perfecto espíritu de conversión» (oración)

«Tanto amó Dios al mundo, que entregó a su Hijo único» (aclamación)

«La viña se dará a un pueblo que produzca frutos» (evangelio)

«Que el fruto de esta celebración se haga realidad permanente en nuestra vida» (ofrenda)

J. ALDAZABAL
ENSÉÑAME TUS CAMINOS 2
La Cuaresma día tras día
Barcelona 1997. Pág. 55-57


8.

Nos repiten la enseñanza, y por algo será: no debemos ser duros ni aprovechados, no sea que nos pase lo de los Maestros de la Ley, personificados en los viñadores asesinos. Ha vuelto el aire de amenaza, pero éste se lo da la estructura de la parábola, no la enseñanza que nos quiso dar Jesús con la narración que hace.

Elementos de esta parábola son: La vid, que significa, desde muy antiguo, el pueblo de Israel, "la viña del Señor", "que El plantó, que se hizo vogorosa y que sus manos regaron". Los enviados, que son los profetas que Dios envió a su pueblo, de tiempo en tiempo. El hijo del viñador, el Hijo de Dios; y el desenlace fatal para ambos.

Pero está la paciencia enorme de Dios, y la paciencia enorme que deben tener los trabajadores del Reino, a los cuales perseguirán con todas seguridad, porque, al fin al cabo, es una de las señales que distinguen fuertemente al profeta.

SERVICIO BIBLICO LATINOAMERICANO


9. CLARETIANOS 2002

Queridos amigos:

La historia de José se presta, sin ningún género de duda, a una buena producción de la factoría Disney o de Dreamworks. Tiene todos los elementos necesarios para constituir un drama atractivo y didáctico: sueños, preferencias, envidias, abandonos. La historia -todo hay que decirlo- presenta también sus pequeñas incoherencias debidas a que el relato actual mezcla dos tradiciones previas. Por eso, en un caso parece que los raptores de José lo encuentran por casualidad en la cisterna, y en el otro, es vendido por sus propios hermanos. La tradición cristiana siempre ha visto en la historia de José un símbolo de la historia de Jesús. El "predilecto entre todos los hermanos" es echado fuera, despojado de sus vestidos, ultrajado, vendido.

La parábola del evangelio va en la misma dirección. Los labradores homicidas se comportan como los hermanos de José. Parece que en su versión más original esta parábola se centraba en la muerte del hijo. Con ella, Jesús habría querido expresar su relación íntima con el Padre y el presentimiento de su trágico final. En el estadio actual, el autor del evangelio la ha convertido en una alegoría en la que la viña es Israel (cf Is 5,1-7) y los viñadores son las autoridades del pueblo. Puesto que estos no han dado los frutos oportunos, el amo arrendará la viña a "otros labradores". Se trata, pues, de una alegoría en la que se subraya que la buena noticia de Jesús, dirigida en primer término al pueblo de Israel, será dada a todos los pueblos.

La parábola admite una relación más estrecha con cada uno de nosotros, con nuestras comunidades. Por una parte, nos confronta con nuestra responsabilidad en la "muerte del hijo". Yo puedo estar matando a Jesús. Por otra, nos previene contra una concepción de la fe como patrimonio exclusivo de unos pocos.

Vuestro amigo.

Gonzalo (gonzalo@claret.org)


10. CLARETIANOS 2003

La historia de José y la parábola de los viñadores homicidas tienen muchos puntos en común. Por eso la liturgia las propone juntas. En ambos casos, se narra la suerte de un personaje (José en un caso, el primogénito del dueño de la viña en otro) que, por envidia, es eliminado: mediante su venta como esclavo o directamente por asesinato.

Para sus hermanos, José era un iluso: Por ahí viene el soñador. Para los labradores, el hijo del dueño era un obstáculo: Este es el heredero: venid, lo matamos y nos quedamos con su herencia.

En el camino de la Cuaresma, los dos relatos bíblicos nos “hablan” de Jesús. También él es un soñador. Amado por el Padre, sueña con hacer ver a todos los seres humanos su condición de hijos e hijas de Dios. Sueña con un mundo en el que el reinado de Dios acabe con la violencia, la injusticia, la inhumanidad. Pero no se limita a soñar. Acepta visitar la viña de su Padre (Visita, Señor, tu viña, la cepa que tu diestra plantó y que tú hiciste vigorosa). Al llegar a ella, se da cuenta de que no es bien recibido por los labradores (Vino a los suyos y los suyos no lo recibieron).

A medida que Jesús fue presentando la novedad del Reino, comprendió que su vida corría peligro. Su sueño no encajaba con los sueños de quienes se consideraban los “fieles de Dios”. Y lo hace ver a través de sus parábolas. Es curiosa la explicación que ofrece hoy el evangelio de Mateo: Los sumos sacerdotes y los fariseos, al oír sus parábolas, comprendieron que hablaba de ellos.

¿Por qué tendemos a rechazar los “sueños” de Dios que no encajan con nuestras expectativas religiosas? ¿Aceptaríamos a Jesús hoy si él echase por tierra muchas de nuestras concepciones, rutinas, prácticas sobre Dios?

¿Cómo visita hoy esta viña nuestra el hijo del dueño de la viña? ¿A través de qué signos visibles sigue Jesús llegando a nosotros? ¿Cómo acogemos su visita? ¿Lo aceptamos? ¿Lo rechazamos?

Gonzalo (gonzalo@claret.org)


11. 2001

COMENTARIO 1

v. 33. Jesús reclama la atención de los dirigentes para la pará­bola que sigue («escuchad»). La imagen de la viña está tomada de Is 5,ls, citado libremente. «La torre del guarda», lit. «una torre»; se trata de una torrecilla o atalaya para vigilar la viña, sobre todo en la época de la vendimia. Con la especificación «del guarda» se indica la finalidad para la que se construye. La viña como imagen del pueblo elegido era familiar a los judíos (cf. Os 10,1; Jr 2,21; Ez 15,lss; 19,l0ss; Sal 80,9ss).

Para mayor claridad, puede anticiparse el significado de las figuras simbólicas que aparecen en esta alegoría: el propietario de la viña representa a Dios; la viña, como se ha dicho, a Israel; la plantación y trabajos del dueño en favor de ella muestran la solicitud y el amor de Dios por el pueblo elegido; los labradores encargados de que la viña produzca, son figura de los dirigentes; el fruto, como lo indica el paralelo de Is 5,7, es el amor al prójimo, es decir, cl derecho y la justicia; los criados enviados por Dios representan a los profetas; su repetido envío señala la constante llamada de Dios a la conversión; el Hijo y heredero es Jesús el Mesías.



vv. 34-35. «El tiempo de la vendimia», lit. «el tiempo/momento de los frutos». Dios pide cuentas a los dirigentes; envía dos grupos de criados, que pueden corresponder a los profetas de antes y después de la deportación a Babilonia. Los malos tratamientos que sufren por parte de los labradores marcan una progresión ascen­dente: apalear, matar, apedrear, mostrando el empeoramiento pro­gresivo de las relaciones del pueblo con Dios. Tanto en el judaísmo como en el cristianismo primitivo se habla de la lapidación de los profetas (cf. 2 Cr 24,21; Mt 23,37).



vv. 36-37. El segundo grupo de criados, más numeroso que el pri­mero, sufre los mismos malos tratos. Los dirigentes tampoco res­ponden a su mensaje. La historia de Israel está dominada por la infidelidad a Dios. Pasa un período de tiempo («por último»). El dueño está seguro de que a su hijo lo respetarán; Dios espera siempre una respuesta del hombre. «El Hijo» es clara alusión a Jesús mismo (cf. 2,15; 3,17; 4,3; 8,29; 14,33; 16,16; 26,63; 27,43-54).



v. 38. La expectación del dueño se ve defraudada. Los labradores reconocen inmediatamente al hijo; no hay vacilación, pero deciden matarlo. Su crimen no es consecuencia de un error trágico; tienen plena conciencia de la gravedad de su acción.

Quieren ser ellos los únicos dueños y señores de la viña, del pueblo de Dios. La parábola se refiere directamente a los dirigen­tes de Israel, pero indirectamente toca también al pueblo, en cuanto éste se deja arrastrar y participa de la infidelidad de sus dirigentes. Así sucederá en el juicio ante Pilato (27,20).



v. 39. «Echar fuera de la viña» indica la exclusión de la sociedad judía que los dirigentes decretan contra Jesús. Se juzga al hijo indigno de vivir y aun de morir dentro de su heredad; la viña ya no le pertenece. «Lo mataron» pone el punto final a la acción de los labradores.



vv. 40-41. La pregunta de Jesús recuerda la de Is 5,3: «Pues ahora, habitantes de Jerusalén, hombres de Judá, sed jueces entre mí y mi viña.» La respuesta de los dirigentes tiene ecos de la ruina y destrucción de Jerusalén, que será predicha por Jesús más tarde (24,2.l5ss).



v. 42. Jesús pone al descubierto la responsabilidad de los diri­gentes. La cita de Sal 118,22s supone la costumbre de que un ofi­cial o maestro diera su aprobación a cada uno de los sillares des­tinados a un edificio; los defectuosos se desechaban. La piedra que los dirigentes desechan, que se identifica con el Hijo al que ex­pulsan fuera y matan, será la que corone el nuevo edificio, figura del nuevo pueblo de Dios. No se hace esto por iniciativa de Jesús, sino de Dios mismo, y para los que lo presencian es algo absolu­tamente insólito, pues invierte los valores establecidos en la socie­dad israelita.



v. 43. Recoge Jesús el juicio dado por sus adversarios (v. 41) y lo aplica a ellos mismos. La viña representaba el reinado de Dios. Este va a ejercerse sobre otro pueblo (en singular), es decir, sobre el Israel mesiánico, en el que se integrarán todas las naciones. Es la adhesión a Jesús como Mesías Hijo de Dios vivo (16,16) la que funda el nuevo edificio y constituye el nuevo pueblo.



vv. 45-46. En lugar de los senadores aparecen ahora los fariseos. Su deseo de prender a Jesús se ve detenido por la opinión de las multitudes. Estas piensan de Jesús lo mismo que habían pensado de Juan (cf. 21,26; 21,11). La expectación mesiánica expresada en la entrada en Jerusalén no acaba de cuajar.


COMENTARIO 2

En la alegoría de los viñadores homicidas, se nos relata cómo unos labradores que habían arrendado una viña, cuando llega el tiempo de dar cuentas, golpean y matan a quienes el dueño de la viña envía a cobrar, incluyendo a su mismo hijo. La parábola termina planteando lo que debe hacer el amo: acabar con los homicidas, para arrendar la viña a gente que actúe correctamente. La perícopa concluye advirtiendo que el liderazgo en el Reino de Dios que viene le será quitado a la oficialidad judía, para dárselo a un pueblo nuevo que dé frutos. Por eso las palabras de Jesús enfurecieron a los sacerdotes y fariseos, que se sintieron claramente señalados.

Más que una parábola, Jesús propone una alegoría. Este género literario, a diferencia de la parábola, ofrece tantos puntos de comparación cuantos personajes y acciones plantee el relato. Por eso hay que entender que Jesús está haciendo un resumen de la historia del A.T.: todos los enviados de Dios que quisieron plantear una sociedad alternativa fueron condenados a muerte. Esto mismo era lo que ya estaba tratando de hacer con Jesús la oficialidad judía. De aquí las palabras de condenación tan claras de Jesús.

El planteamiento de Jesús era grave: comprometerse con un grupo no es alcahuetear su injusticia. Si el grupo ya no tiene contenidos de justicia, Dios no puede garantizarle fidelidad, cerrando sus ojos al pecado. Y en esto había terminado la oficialidad judía: en un sistema lleno de una gran capacidad de muerte, que sólo funcionaba al servicio de sus propios intereses, eliminando a todo aquél que viniera a amenazar su continuidad. Quien desenmascarare esto ante el pueblo, se convertirá en su enemigo. La verdad dicha por Jesús fue lo que le costó la vida.

1. Juan Mateos, Nuevo Testamento, Ediciones Cristiandad 2ª Ed., Madrid, 1987 (Adaptado por Jesús Peláez)

2. Diario Bíblico. Cicla (Confederación Internacional Claretiana de Latinoamérica)


12. 2002

Jesús sigue dirigiéndose a los sumos sacerdotes y a los senadores del pueblo (cf. v. 23) con una parábola en la que describe el rechazo pasado y presente al reconocimiento del señorío de Dios por parte de los dirigentes israelitas.

Puesta de manifiesto la responsabilidad culpable de los jefes, con ayuda del Sal 118,22, muestra que en El, el excluido y rechazado, encuentra su coronación toda la historia salvífica de Dios. Se señala una inicia­tiva divina que trastrueca los valores sociales acepta­dos, y que produce el asombro y la sorpresa de todos los que lo contemplan.

Seguidamente, recoge el juicio sobre los viñadores que sus adversarios han pronunciado en el v. 41 y anuncia que el Reino de Dios será quitado a sumos sacerdotes y senadores del pueblo. Especificando el nuevo "arriendo a otros" (v.41), la continuación in­troduce un nuevo elemento de sorpresa: no se habla de nuevos dirigentes sino de un "pueblo que produzca sus frutos" (v.43).

El nuevo Israel, construido en torno a Jesús, será el encargado de producir los frutos que el antiguo Is­rael no ha sido capaz de producir. No obstante, noso­tros, herederos de esta misión, podemos repetir la his­toria del rechazo a Jesús, de mil formas, abiertas o solapadas, conscientes o menos explícitas... De ahí la necesidad del examen y de la humildad...

Diario Bíblico. Cicla (Confederación Internacional Claretiana de Latinoamérica)


13. DOMINICOS 2003

¿VENDÍ A MI HERMANO, Y A BAJO PRECIO? 

Hoy, tercer viernes del tiempo cuaresmal, la tradición penitencial y el camino de conversión nos llevan a hacer memoria de una cadena de injurias y traiciones que forman parte de nuestro bagaje histórico personal y colectivo. La primera lectura nos refiere cómo José, el hijo de Israel, fue traicionado y vendido por sus hermanos. La segunda nos habla, en forma de parábola mesiánica, de los obreros de una viña que apedrean y dan muerte tanto a los mensajeros como al propio hijo que el amo les envía para liquidar las cuentas de su trabajo; y todas las oraciones nos invitan a mirar hacia Cristo, el Hijo de Dios, que avanza con la cruz de nuestros pecados en el curso de su pasión. De esa forma, los dos relatos de las lecturas aparecen como anticipo y preparación de ánimo para que sepamos apreciar lo que será la traición, prisión, condena y muerte de Jesús.

¡Cuán lejos están los contenidos de esas dos lecturas bíblicas de lo que es una vida según el Espíritu! En ésta, aunque se parte de la personal debilidad, pobreza , humildad y turbación, se va ofreciendo y sirviendo a los demás cuanto se puede de consuelo, animación, paz, amor. Por eso es camino de santidad.

Tomemos una expresión nueva de esa noble actitud mística en Teresa de Calcuta:

Cuando necesite comprensión, Señor, mándame alguien que necesite la mía.

Cuando necesite que me cuiden, mándame a alguien a quien cuidar

Cuando tú y yo, amigo/a, nos hemos encontrado en la vida en situaciones de ser no bien comprendidos o incluso  incomprendidos, ¿hemos  vivido la grata experiencia de superarnos a nosotros mismos haciendo el bien a los demás, comprendiéndolos, acogiéndolos, dándales lo que parecía faltarnos para nosotros mismos?

 ORACIÓN:

Señor Jesús, maestro, verdad y vida. Tú eres el mejor ejemplo de amor traicionado, de hijo y hermano vendido por treinta monedas, y arrojado fuera de la viña amada; y eres también quien nos enseñó a cuidar de los demás aún estando abandonado, agotado, abofeteado. Danos fortaleza para ser justos ante la injusticia, cariñosos ante el desprecio, pacificadores ante la violencia destructora. Amén.

MENSAJE EN LA PALABRA Y EN LOS SIGNOS

Libro del Génesis 37, 3-4. 12-13, 17. 28:

“Israel (Jacob) amaba a José más que a todos los demás hermanos, por ser para él el hijo de la ancianidad. Le había hecho una túnica larga... Sus hermanos, al ver que José era el preferido de su padre..., lo aborrecieron.. A su debido tiempo, sus hermanos trashumaron hacia Siquén con los rebaños... Un día Israel dijo a su hijo José: mira,  te voy a mandar a donde están ellos...José, obedeciendo, se fue y los encontró en Datán.

Ellos, cuando le vieron de lejos, conspiraron contra él... y se decían: matémoslo y echémoslo a un pozo...Rubén trató de liberarlo..., y Judá dijo: ¿qué ganamos con matarlo?... Vendámoslo a los ismaelitas... Al llegar los mercaderes, se lo vendieron por veinte monedas de plata, y los mercaderes llevaron a José a Egipto”.

Este relato de la traición de los hermanos, aguijoneados por la celotipia, nos indica cuán fácilmente, y por qué fútiles motivos, despreciamos la persona y vida de los demás. Aunque el relato tiene un desarrollo posterior admirable, quedémonos con su primer mensaje: somos capaces de vender al hermano por veinte monedad.

Evangelio según san Mateo 21, 33-43. 45-46:

“En aquel tiempo dijo Jesús a la multitud de los judíos y a los sumos sacerdotes esta parábola: Un propietario plantó una viña, la rodeó con una cerca, cavó en ella un lagar, construyó la casa del guarda, la arrendó a unos labradores y se marchó de viaje. Llegado el tiempo de la vendimia, envió sus criados a los labradores para recibir los frutos..., pero los labradores mataron a uno, apedrearon a otro...

Por último, mandó a su hijo, diciendo: ‘Tendrán respeto a mi hijo’. Pero ellos, al ver al hijo, lo agarraron, lo empujaron fuera de la viña y lo mataron... Yo os pregunto: ¿Qué hará el dueño con aquellos labradores? Respondieron: Los hará morir de mala muerte y arrendará la viña a otros labradores. Pues ahora os digo a vosotros: se os quitará a vosotros el Reino de los cielos y se dará a un pueblo que produzca sus frutos. Por esas palabras los sumos sacerdotes y los fariseos comprendieron que hablaba de ellos... y buscaban echarle mano...”

A los creyentes en Cristo, la construcción bíblica de esta parábola es intencionada: Jesús es el hijo, Hijo del Padre que tiene a Israel como a su viña amada. En la plenitud de los tiempos, tras los profetas, vino a su pueblo, viña, es muerto vilmente.

MOMENTO DE REFLEXIÓN

1.Mensaje de la historia novelada de José.

La “historia de José”, hijo último y mimado de Israel (Jacob), es un relato novelado. Históricamente sería muy difícil señalar sus rasgos esenciales. En cambio, moralmente está repleto de enseñanzas en las que, para nosotros, se prefigura la vida de Jesús de Nazaret.

En su contexto psicológico, el amor preferencial por el “hijo de la ancianidad” es un hecho frecuente en la historia de las familias. En cambio, el final del relato, con la decisión de matar o vender al hermano, se sale de lo habitual. A tanto extremo pocas veces se llega. Pero literaria y psicológicamente ese dato nos prepara para entender mejor la grandeza de alma de José.

Es admirable, en efecto -frente a la lección de lo que no debemos hacer, vender al hermano- , la estampa posterior de José en Egipto, como hombre honrado, bueno, humilde,callado, sufrido.Transcurrido un tiempo, se transforma en poderoso señor,  y, para afear y perdonar la traición de sus hermanos, les da cariño, dinero y pan.

1. ¡Terrible lección la del hijo expulsado de la viña y muerto!

La parábola evangélica de la viña y sus empleados, con la muerte dada al hijo de su propietario, resulta evidentemente intencionada. Jesús se la expone a una “multitud de judíos y a los sumos sacerdotes”, dándoles a entender claramente quiénes son los actores de la escena real “parabolizada”.

Viñador propietario es Dios Padre que planta como viña su Casa de Israel, Pueblo suyo. Obreros de la viña o Pueblo son los judíos, principalmente sus responsables, sacerdotes... Enviados a ajustar cuentas son los profetas, mensajeros de la verdad en nombre de Dios. El último enviado es el Hijo de Dos, Jesús mismo, al que le darán (le daremos) muerte, expulsándolo fuera de la ciudad, del templo del pueblo.

¡Señor, Padre nuestro! Nos damos cuenta de nuestras miserias e infidelidades. También nosotros hemos dado muerte a almas limpias, a testigos de tu amor, a tus hijos, incluso a tu Hijo, Jesús de Nazaret. ¡Ten misericordia de nosotros!


14. ACI DIGITAL 2003

34. Los viñadores representan al pueblo judío que rechazó al Mesías y, por eso, fue desechado. El "hijo del dueño de casa" es Jesucristo; los "criados" son los profetas y los apóstoles. Esta parábola nos enseña también a nosotros que el privilegio del don de Dios no se entrega sin grandísima responsabilidad. Véase Rom. 11, 17 ss.

42. Véase S. 117, 22; Is. 28, 16; Rom. 9, 33; I Pedro 2, 7. El primer caso del v. 44 es Israel (cf. Luc. 2, 34). El segundo, los gentiles. Cf. Dan. 2, 45.


15.Aceptar a Jesucristo.

Autor: P. Fintan Kelly

El cristianismo es aceptar a Jesucristo y todo lo que Él nos enseña en el Evangelio, interpretado auténticamente por el Magisterio de la Iglesia.

Jesucristo contó la parábola de los viñadores infieles (Mt 21,33-46) a los sacerdotes judíos y a los fariseos, pues ellos estaban rechazándole a Él, el Hijo de Dios, enviado por el Padre (v.45).

Los "siervos" de la parábola, que fueron golpeados, apedreados y matados son los profetas que Dios había enviado a predicar al pueblo a lo largo de los siglos (vv. 35-36). El "hijo" que fue matado "fuera de la viña" es el mismo Jesucristo que iba a ser crucificado fuera de las murallas de Jerusalén (v.39). Los israelitas no sólo rechazaron a los profetas, sino también al Hijo, enviado por el Padre. Esta parábola es la historia del rechazo de los profetas y del gran Profeta, Jesucristo, el Hijo de Dios Padre.

Jesucristo es la "piedra angular", el salvador del pueblo (v.42), pero llega a ser "piedra de escándalo" por su doctrina de amor.

El cristianismo no es esencialmente la aceptación de una doctrina, sino de una Persona, Jesucristo. La fe no es sólo creer "en" lo que Dios dice, sino creer "a" Dios.

No basta creer que Dios existe para salvarse, pues hasta los demonios saben que Él existe y no por eso están sanos y salvos. Hay que creer a Dios y como consecuencia todo lo que Él nos dice por la Revelación. Dado que Él nos ha revelado todo por medio de su Hijo Jesucristo, es necesario aceptar la doctrina de Éste.

La aceptación de Jesucristo exige hacer una opción. Delante de Él cada hombre tiene que tomar posición. Si uno acepta a Jesucristo como su Salvador, entonces tiene que aceptar toda su doctrina. No hay que filtrar las verdades evangélicas. Existe la tendencia a hacer precisa-mente eso: aceptar las páginas del Evangelio que nos resultan bonitas y fáciles de creer y dejar a un lado las que nos resultan demasiado exigentes. Se cree en el Cielo, pero no en el Infierno; se cree en el perdón de los pecados, pero no en el sacramento de la reconciliación; se acepta que Jesucristo da la verdadera felicidad, pero no se quiere pagar el precio de alcanzarla que es el llevar la cruz de todos los días...

Ponernos delante de Jesucristo y decirle que aceptamos todo lo que Él nos enseña.


16.

Fuente: Fundación GRATIS DATE
Autor: P. Manuel Garrido Bonaño, O.S.B.

Entrada: «A Ti, Señor, me acojo, no quede yo nunca defraudado; sácame de la red que me han tendido, porque tú eres mi amparo» (Sal 30,2.5).

Colecta (del misal anterior y, antes, del Gregoriano y Gelasiano): «Concédenos, Dios Todopoderoso, que, purificados por la penitencia cuaresmal, lleguemos a las fiestas de Pascua con perfecto espíritu de conversión».

Comunión: «Dios nos amó y nos envió a su Hijo como propiciación por nuestros pecados» (1 Jn 4,10).

Postcomunión: «Señor, después de recibir la prenda de la eterna salvación, haz que, de tal modo la deseemos y busquemos, que podamos conseguirla por tu misericordia».

Génesis 37,3-4.12-13.17-28: ¡Ahí viene el soñador! ¡Venid, matémosle! El episodio de José es figura de Cristo, rechazado por los hombres y glorificado por Dios. La esclavitud a la que fue entregado José por sus hermanos es condenada con estas palabras de San Gregorio Niseno:

«Ahora bien, el que se apropia lo que es de Dios, atribuyendo a su linaje tal poder que se tenga a sí mismo por dueño de los hombres y mujeres, ¿qué otra cosa hace que traspasar por la soberbia de la Naturaleza, mirándose a sí mismo como cosa distinta de aquellos sobre los que manda? He poseído esclavos y esclavas. Condenas a servidumbre al hombre cuya naturaleza es libre e independiente, y te opones a la ley de Dios, trastornando la ley que Él estableció sobre la naturaleza.

«Y es así que el que fue creado para ser dueño de la tierra, y destinado por su Hacedor para mandar, a ése lo metes tú bajo el yugo de la servidumbre, como si quisieras contravenir e impugnar la ordenación de Dios. Tú has olvidado cuáles son los límites de tu autoridad, que no se extienden más allá del dominio de los irracionales. Imperen, dice la Escritura, sobre los volátiles, sobre los peces y los cuadrúpedos (Gén 1,26)... Pues, si Dios no esclaviza al libre, ¿quién osará poner su propio poder por encima del poder de Dios?» (Homilía 4, sobre el Eclesiastés).

Además, la acción de los hermanos de José tuvo mayor maldad aún, pues eran hermanos y obraron por envidia, para eliminarlo, después de haber pretendido asesinarlo.

–El Salmo 104 es un canto a la bondad de los planes de Dios: José, liberado de la esclavitud, se convierte en su día en salvador de su pueblo. El cumplimiento inexorable de la voluntad de Dios no resta culpa a la perversidad de sus hermanos.

El Señor actuó conduciendo la historia y lo hace hoy también, a pesar de los pecados de los hombres: «Llamó al hambre sobre aquella tierra: cortando el sustento de pan; por delante había enviado a un hombre, a José, vendido como esclavo. Le trabaron los pies con grillos, le metieron al cuello la argolla, hasta que se cumplió su predicción y la palabra del Señor lo acreditó. El rey lo mandó desatar, el Señor de pueblos le abrió la prisión, lo nombró administrador de su casa, señor de todas sus posesiones».

Mateo 21,33-43.45-46: Este es el heredero. Venid, matémosle. La parábola de los viñadores, encierra la predicción de la pasión y muerte de Cristo. Después de haber enviado a mensajeros, como los profetas, que fueron aniquilados, envió a su propio Hijo, al que también mataron. La parábola es también fundamento de la vocación del pueblo gentil al reino de Dios. San Agustín así lo explica:

«Se plantó la viña, es decir, la ley dada en los corazones de los judíos. Fueron enviados los profetas a buscar el fruto, o sea, la rectitud de vida. Estos profetas recibieron afrentas y hasta la muerte. Fue enviado también Cristo, el Hijo único del Padre de familia; y no solo dieron muerte al heredero, sino que también, por ello, perdieron la heredad. Su perversa decisión les produjo el efecto contrario. Para poseerla le dieron muerte, y por haberle dado muerte, la perdieron» (Sermón 87,3).

Nuestro Señor toma sobre sí nuestros pecados, los expía y suplica desde la cruz, con lágrimas de sangre, para nosotros y en nuestro lugar, el perdón y la gracia.

Merecemos el castigo de Dios por no haber recibido generosamente sus dones y por no habernos comportado como lo exige la vocación a la que hemos sido llamados, por nuestros pecados y nuestras iniquidades. Supliquemos al Señor que aparte su ira y su furor de nosotros. ¡Cuántos pecados, cuántas iniquidades se cometen diariamente en el mundo! ¿Qué sería de todos nosotros si el Señor no fuera nuestro Redentor y Salvador?


17.

Comentario: Rev. D. Melcior Querol i Solà (Ribes de Freser-Girona, España)

«La piedra que los constructores desecharon, en piedra angular se ha convertido»

Hoy, Jesús, por medio de la parábola de los viñadores homicidas, nos habla de la infidelidad; compara la viña con Israel y nos viñadores con los jefes del pueblo escogido. A ellos y a toda la descendencia de Abraham se les había confiado el Reino de Dios, pero han malversado la heredad: «Por eso os digo: Se os quitará el Reino de Dios para dárselo a un pueblo que rinda sus frutos» (Mt 21,43).

Al principio del Evangelio de Mateo, la Buena Nueva parece dirigida únicamente a Israel. El pueble escogido, ya en la Antigua Alianza, tiene la misión de anunciar y llevar la salvación a todas las naciones. Pero Israel no ha sido fiel a su misión. Jesús, el mediador de la Nueva Alianza, congregará a su alrededor a los doce Apóstoles, símbolo del “nuevo” Israel, llamado a dar frutos de vida eterna y a anunciar a todos los pueblos la salvación.

Este nuevo Israel es la Iglesia, todos los bautizados. Nosotros hemos recibido, en la persona de Jesús y en su mensaje, un regalo único que hemos de hacer fructificar. No nos podemos conformar con una vivencia individualista y cerrada a nuestra fe; hay que comunicarla y regalarla a cada persona que se nos acerca. De ahí se deriva que el primer fruto es que vivamos nuestra fe en el calor de familia, el de la comunidad cristiana. Esto será sencillo, porque «donde hay dos o más reunidos en mi nombre, yo estoy allí en medio de ellos» (Mt 18,20).

Pero se trata de una comunidad cristiana abierta, es decir, eminentemente misionera (segundo fruto). Por la fuerza y la belleza del Resucitado “en medio nuestro”, la comunidad es atractiva en todos sus gestos y actos, y cada uno de sus miembros goza de la capacidad de engendrar hombres y mujeres a la nueva vida del Resucitado. Y un tercer fruto es que vivamos con la convicción y certeza de que en el Evangelio encontramos la solución a todos los problemas.

Vivamos en el santo temor de Dios, no fuera que nos sea tomado el Reino y dado a otros.


18. Aborrecer el pecado

. El esfuerzo de conversión personal que nos pide el Señor debemos ejercitarlo todos los días de nuestra vida, pero en determinada épocas y situaciones –como es la Cuaresma- recibimos especiales gracias que debemos aprovechar.

I. La liturgia de estos días nos acerca poco a poco al misterio central de la Redención. El Señor vino a traer la luz al mundo, enviado por el Padre: vino a su casa y los suyos no le recibieron (Juan 1, 11)... Así hicieron con el Señor: lo sacaron fuera de la ciudad y lo crucificaron. Los pecados de los hombres han sido la causa de la muerte de Jesucristo. Todo pecado está relacionado íntima y misteriosamente con la Pasión de Jesús. Sólo reconoceremos la maldad del pecado si, con la ayuda de la gracia, sabemos relacionarlo con el misterio de la Redención. Sólo así podremos purificar de verdad el alma y crecer en contrición de nuestras faltas y pecados. La conversión que nos pide el Señor, particularmente en esta Cuaresma, debe partir de un rechazo firme de todo pecado y de toda circunstancia que nos ponga en peligro de ofender a Dios. Y así lo haremos, por la misericordia divina, con la ayuda de la gracia.

II. El esfuerzo de conversión personal que nos pide el Señor debemos ejercitarlo todos los días de nuestra vida, pero en determinada épocas y situaciones –como es la Cuaresma- recibimos especiales gracias que debemos aprovechar. Para comprender mejor la malicia del pecado debemos contemplar lo que Jesucristo sufrió por los nuestros. El Señor nos ha llamado a la santidad, a amar con obras, y de la postura que se adopte ante el pecado venial deliberado depende el progreso de nuestra vida interior, pues los pecados veniales, cuando no se lucha por evitarlos o no hay contrición después de cometerlos, producen un gran daño en el alma, volviéndola insensible a las mociones del Espíritu Santo. Debilitan la vida de la gracia, hacen más difícil el ejercicio de las virtudes, y disponen al pecado mortal. En la lucha decidida contra todo pecado demostraremos nuestro amor al Señor. Le pedimos a Nuestra Madre su ayuda.

III. Para afrontar decididamente la lucha contra el pecado venial es preciso reconocerlo como tal, como ofensa a Dios que retrasa la unión con Él. Es preciso llamarlo por su nombre. Debemos pedir al Espíritu Santo que nos ayude a reconocer con sinceridad nuestras faltas y pecados, a tener una conciencia delicada, que pide perdón y no justifica sus errores. Fomentemos un sincero arrepentimiento de nuestros pecados y luchemos por quitar toda rutina al acercarnos al sacramento de la Misericordia divina. La Virgen, refugio de los pecadores nos ayudará a tener una conciencia delicada para amar a su Hijo y a todos los hombres, a ser sinceros en la Confesión y a arrepentirnos de nuestras pecados con prontitud.

Fuente: Colección "Hablar con Dios" por Francisco Fernández Carvajal, Ediciones Palabra.
Resumido por Tere Correa de Valdés Chabre


19.¿En qué nos va convirtiendo nuestra voluntad?

Autor: P. Cipriano Sánchez

Gn 37, 3-4.12-13.17-28
Mt 21, 23-43.45-46

“Vamos a matarlo y nos quedaremos con su herencia. Le echaron mano, lo sacaron del viñedo y lo mataron”. En estas palabras con las cuales Jesucristo cierra la acción de los viñadores sobre el hijo y, sobre todo, lo que el dueño de la viña había proyectado respecto a este terreno, también está encerrando qué es lo que sucede en los corazones de los viñadores.

Los viñadores homicidas no solamente es una parábola de la crueldad de los hombres para con Dios y para lo que el Señor nos va pidiendo a todos nosotros, sino que también es un reclamo al corazón del hombre, a nuestra libertad y a nuestra voluntad para que también nos preguntemos si en nosotros puede haber esta misma intención de homicidio.

Nos podría sonar como algo extraño, algo lejano, algo apartado de nosotros, pero tenemos que cuestionarnos con mucha claridad para ver si efectivamente esta voluntad de no darle a Dios lo que de Dios es, es algo alejado de nosotros, o si por el contrario, es voluntad nuestra el dar siempre a Dios lo que de Dios es.

Todo el problema de estos viñadores homicidas no nace de una crueldad con respecto a los enviados; porque los viñadores homicidas son conscientes de que los enviados no son sino una parte del contrato que se había hecho con el dueño de la viña. El problema de los viñadores homicidas es que quieren quedarse con la herencia. Una voluntad torcida, una voluntad totalmente pervertida es la que va a hacer que los viñadores se conviertan de arrendatarios en homicidas.

Que no nos suene muy lejano esto, que no nos suene muy apartado de nosotros, que por el contrario, sea para nosotros una pregunta: ¿En qué nos va convirtiendo nuestra voluntad?, ¿qué es lo que va haciendo de nosotros?, ¿qué es lo que va realizando en nuestra vida? Ése es el punto más importante, el punto más serio en el cual nuestra existencia puede torcerse o encaminarse hacia Dios nuestro Señor.
¿Nuestra voluntad y nuestra libertad hacia dónde y hacia qué están orientadas? ¿Hacia dónde estamos orientando nuestra voluntad? ¿Hacia lo que Dios quiere, hacia el ser capaces de dar los frutos que Dios nos está pidiendo? ¿O estamos orientando nuestra voluntad hacia el quedarnos injustamente con la herencia? Es una disyuntiva que se nos presenta todos los días y que va forjando nuestra personalidad, porque de esa disyuntiva va a acabar dependiendo el que nosotros vivamos de una forma coherente o incoherente con lo que Dios nuestro Señor nos va pidiendo.

Cuántas veces —y de esto somos generalmente muy conscientes—, Dios nuestro Señor pide ciertos cambios de comportamiento en nuestra alma, que son los frutos. Cuántas veces, Dios nuestro Señor pide que le devolvamos en la medida en la que Él nos ha dado.

Y si Dios fue el que hizo todo: Él es el que cavó, rodeó la cerca, construyó la torre y plantó la viña, a nosotros nos toca simplemente trabajar la viña del Señor. Si a Dios no le regresamos lo que nos dio, estamos como esos viñadores: quedándonos o queriéndonos quedar con la herencia. Lo cual, a la hora de la hora, no es sino un deseo en sí mismo frustrado, vano e inútil.

Está en nuestra voluntad el decidirnos por dar a Dios lo que es de Dios o quedarnos nosotros con lo que es de Dios. Para eso tenemos que estar revisando constantemente nuestra voluntad; revisando si nuestras obras, nuestras reacciones, nuestros deseos, son auténticamente cristianos, o si por el contrario, son simplemente manifestaciones de un deseo que quizá no está todavía orientado a Dios nuestro Señor.

Los viñadores habían trabajado no para el dueño de la viña, sino para ellos mismos. A los viñadores no les importaba el fruto del dueño de la viña, les importaba el fruto para ellos. Nuestra vida, ¿para qué trabaja?

Cuando se nos presentan cuestionamientos, preguntas, inquietudes, ¿a quién le damos los frutos? ¿A Dios? ¿O se los damos a nuestro egoísmo, a nuestro afán de autonomía o a nuestro afán de manejar las cosas como a nosotros nos gusta manejarlas?

Ciertamente que nos damos cuenta de que no está bien. No es que nuestra inteligencia se ciegue, pero nuestra voluntad pasa por alto todo esto. Como la voluntad de los viñadores pasó por alto el hecho de que el hijo era el dueño de la herencia. Esa frase tan llena de cinismo: “Venid, éste es el heredero. Vamos a matarlo y nos quedaremos con su herencia”, encierra muchas veces el mecanismo de nuestra voluntad que, iluminada por la inteligencia, descubre perfectamente a quién le pertenecen las cosas, de quién es la vida, de quién es el tiempo, de quién son nuestras cualidades. Descubre perfectamente que determinada reacción no es todo lo cristiana que debría ser; descubre perfectamente que determinado comportamiento no está respondiendo adecuadamente a lo que Dios le pide, pero usa este mismo mecanismo: “Éste es el heredero. Vamos a matarlo y a quedarnos con la herencia”.

Esto es pavoroso cuando aparece en el alma, porque indica la absoluta perversión de la voluntad. Cómo nos puede extrañar después, que en nuestra vida haya comportamientos negativos, comportamientos que difieren de la voluntad de Dios, cuando ese mecanismo está funcionando con una relativa frecuencia en nosotros; cuando nuestra voluntad no ha sido capaz de purificarse para ser capaz de romper, de quebrar ese mecanismo en nuestra alma; cuando cada vez que vemos al heredero lo queremos matar para quedarnos con la herencia.

Tenemos que ser muy inteligentes para descubrir en nuestra voluntad que ese mecanismo está funcionando. Pero tenemos que ser también muy firmes y constantes en nuestra purificación personal para ir eliminando, una y otra vez, ese mecanismo de nuestra voluntad. Mecanismo que nos lleva siempre, y de una manera ineludible, a la más tremenda de las desgracias, que es perdernos a nosotros mismos.

“Dará muerte terrible a esos desalmados y arrendará el viñedo a otros viñadores”. Para lo que tú existes como viñador es para trabajar el viñedo. Y Dios quitará el viñedo a esos viñadores. ¡Qué tremendo es correr en vano! ¡Qué tremendo es vivir en vano! ¡Qué tremendo es ver pasar los días, pasar los años, ver cómo el calendario va corriendo por nuestra vida y no haber todavía dejado de correr en vano!

Ojalá que esta Cuaresma sea para nosotros un momento de particular iluminación por parte del Espíritu Santo para que, efectivamente, descubramos dónde y en qué estamos corriendo en vano, dónde y en qué nuestra voluntad todavía no es capaz de superar el mecanismo de viñador homicida. ¿Por qué, cuando vemos perfectamente quién es el heredero, en nuestro interior todavía aparece el interés por arrebatarle la herencia y quedarnos nosotros con ella? Como cristianos, como miembros de la Iglesia no podemos seguir jugando con el Dueño de la viña.

¡Qué importante es que nos iluminemos para poder iluminar; que nos aclaremos para poder aclarar; que nos purifiquemos para poder purificar! Hagamos de esta Cuaresma un camino de conversión y de orientación de nuestra voluntad hacia Dios nuestro Señor para que Él y solamente Él, sea el que se lleve los frutos de nuestra viña.


20.San Ambrosio (340-397) obispo de Milán, doctor de la Iglesia
Tratado sobre el evangelio de Lucas 9, 29-30

La parábola de la viña

La viña es la figura del pueblo de Dios, porque, injertado sobre la vid eterna se levanta por encima de toda la tierra. Brote de un suelo ingrato, brota y florece, se reviste de verdor, pareciéndose al yugo de la cruz cuando sus pámpanos se extienden como brazos fecundos de una viña hermosa... Con razón se llama al pueblo de Cristo la viña del Señor, sea porque está marcado con el signo de la cruz (Ez 9,4), sea porque se recoge de él los frutos en la última estación del año, sea porque como los renglones de la viña, pobres y ricos, humildes y poderosos, siervos y amos, todos en la Iglesia tienen una igualdad perfecta...

Cuando se ata la viña, ella se reconduce; cuando se la poda, no es para dañarla sino para hacerla crecer. Lo mismo pasa con el pueblo santo; atándolo se hace libre; humillado se vuelve a levantar; recortado recibe una corona. Mejor aún: igual que el brote, cogido de un árbol viejo, es injertado sobre otra raíz, asimismo el pueblo santo... alimentado en el árbol de la cruz... se desa rrolla. Y el Espíritu Santo, esparcido en los surcos de una viña, se derrama en nuestro cuerpo, lavando todo lo impuro y levantando nuestros miembros para dirigirlos hacia el cielo.

Esta viña es expurgada por el viñador, es ligada, podada (Jn 15,2)...A veces quema con el sol los secretos de nuestro cuerpo, a veces nos riega con su lluvia. El viñador quiere expurgar la viña para que las zarzas no perjudiquen a los brotes tiernos, vela para que las hojas no hagan demasiada sombra...no priva nuestras virtudes de luz, y no impide la maduración de nuestros frutos.


21. 2004. Servicio Bíblico Latinoamericano

Análisis

En la parábola de "los viñadores homicidas", ¿estamos frente a una alegoría, donde cada cosa o personaje tiene un sentido, o ante una parábola, donde lo importante hay que buscarlo en la conclusión? Algunos autores, al ver temas tan importantes para el cristianismo primitivo (herencia; persecución; venida; rechazo de las autoridades...) y tantos elementos con significado: la viña es Israel; los viñadores, las autoridades; el hijo, Jesús; el dueño de la viña, Dios; los enviados, los profetas; el otro pueblo, la Iglesia... concluyen que estamos frente a una alegoría (y por lo tanto ante una creación de la primitiva comunidad cristiana). Otros, piensan que la parábola es perfectamente plausible en tiempos de Jesús: Un extranjero es terrateniente en Israel, y contrata campesinos para trabajar la tierra (de la que obviamente no son dueños); en el contexto del levantamiento zelote, es explicable la negativa a pagar la proporción de frutos acordada, y la violencia. El envío del hijo es explicable dado que tiene autoridad jurídica y puede ordenar el desalojo (cf. Ga 4,1-3), y la muerte del hijo, en la suposición de que el padre ha muerto, les hace pensar en la posibilidad de ser herederos ya que una tierra sin dueño podía ser reclamada... Sin embargo, esto no explica todos los detalles. Hay detalles que no pueden ser alegorizados (el viaje, la cerca, la torre y el lagar...) y hay detalles que no pueden explicarse verosímilmente desde un punto de vista histórico (¿triple envío de siervos? ¿envío del hijo después de la muerte de los siervos? ¿Cómo no alegorizar al padre, al hijo, los siervos y la viña? La solución más probable parece ser suponer una parábola con tendencias alegóricas; y una mayor tendencia a la alegorización con el tiempo. Hay elementos que se enmarcan en cosas populares (la "regla de tres"), el envío del hijo (recordar que el uso del término Abbá es propio de Jesús, por lo que no es "incoherente"), y la falta de horizonte mesiánico nos ubica en un contexto hebreo del tiempo de Jesús y Él mirando su propio destino como el del profeta rechazado. Al cuento originario se agregan los elementos alegorizantes en el modelo de pensamiento enmarcado en la historia de la no-salvación en la combinación con la historia de la misión profética como elemento de la predicación de la primitiva comunidad.

El contexto de Mateo lleva a un agravamiento del conflicto, sigue a Mc pero agregando lo propio y acentuando los elementos alegóricos; como se ve de Isaías (LXX). Son dos grandes partes que comienzan cada una por "cuando" (vv.34.40) y tienen el término "frutos" formando una inclusión (vv.34. 43, cf.41); la primera se centra en la infidelidad y la constancia de Dios, la segunda acentúa el castigo.

Oigan, Mt la dirige a los jefes a quienes interpela. El "propietario" es característico de Mt (cf. 13,27; 20,1.11; cf. Mc 14,14) e ilustra las relaciones Dios-hombres como "señor-siervos", (cf.10,25; 13,27; 20,1.11). No se trata entonces de la cepa sino de la propiedad, se destaca la propiedad de Dios; y el alejamiento del propietario subraya la responsabilidad de los viñadores. La "viña" es un biblicismo (Gn 9,20; Dt 20,6; 28,30.39; Esd 4,16; Sal 107,37; Qo 2,4; Am 5,1; 9,14; Is 5,2; 37,30; Jer 2,21; 31,5; Ez 19,10; 28,26; 1 Mac 3,56), es algo común; con el resto de las referencias, recuerda Is 5, y la dedicación del dueño (no se cita 5,2 sino 5,2.5 libremente); simboliza a Israel según la cita de Is 5 LXX.

Es "tiempo de frutos" (cf. 13,30; también el Reino se acerca: 3,2; 4,17; 10,7; cf. 26,45s; 12,28); cf. 24,32s se acerca el tiempo final; refiere a entregar a Dios los frutos del Reino; comparar 7,16-20; 12,33 con Lc 6,43-44; se remarca la (in)fidelidad a la alianza (Sal 1,1-3).

Los "siervos" enviados en dos turnos son los profetas (23,34.37 / Lc 13,34) o quizás los profetas y justos (13,17); refiere a los mensajeros: Moisés (Jos 14,7; Sal 105,26), Josué (Jos 25,29), David (2 Sam 3,18); después se generaliza a los profetas (Am 3,7; Zac 1,6; Jer 7,25) pero sólo es un dato ya que estos no deben cobrar sino anunciar la voluntad de Dios (cf. Mt 5,12; 23,31.37). Ellos pretenden "recibir sus frutos", no paren querer recibir una parte sino la totalidad, lo que -por ser menos real- acentúa (junto con los siervos) la alegoría.

Las relaciones se agravan, y esto se refleja en el aumento de la violencia; "apedrear" (ver 2 Cr 24,21; Hb 11,37; Lc 13,34; Mt 23,37). Sobre el destino de los profetas (cf. Jer 26,23; 20,8; cf. Neh 9,26). El segundo envío, ¿refiere a los primeros y a los últimos profetas?

Al enviar el hijo juega toda su autoridad: "envío... hijo" remarca la relación con el padre. "Finalmente" (hysteron) indica la última oportunidad (4,2; 21,30; 25,11; 26,60). "Hijo" es común en Mt (2,15; 3,17; 4,3; 8,29; 14,33; 16,16; 26,63; 27,43.54) y no es usado en la terminología mesiánica de tiempos de Jesús. El padre cree que lo "respetarán" lo que supone respeto al padre en la persona del hijo; "respetarán" supone una convicción"(cf. Ex 10,3; Lv 26,41; 2 Re 22,19; 2 Cr 7,14; 12,7.12; 34,27; 36,12); Israel no ha respetado a los profetas, ¿respetará al último? De él se afirma que "es el heredero"; esto implica un reconocimiento, no hay error; se revela la gravedad de rechazar a Dios en la persona del hijo; Cristo está en conexión con el envío de los profetas, pero como "hijo" y "heredero" (cf. Hb 1,1s), con lo que aparece como profeta de los últimos tiempos. Hay, además, una ironía: Israel no se reconoce como el heredero.

Mateo invierte el orden de Marcos: es sacado fuera y luego asesinado (= Lc; ver. Lv 24,14-16; Hch 7,58; y además Lv 24,23; 16,27; Nu 15,36; Dt 22,24); con esto acentúa la alegoría.

Jesús pregunta, y la respuesta de los interlocutores es común en Mt; "hará perecer" ¿refiere a la caída de Jerusalén? Los "otros labradores" se especifican en v.43: no se trata de un simple cambio de jefes: ¿es el reino y el pueblo representado por los jefes? ¿es el templo y los sacerdotes expulsados por los pobres o los santos? No debemos forzar las imágenes, supone que quienes reciban al hijo entrarán al servicio de Dios; Jesús les revela su responsabilidad.

El contexto es evidentemente apologético: decir "¿nunca han leído?" supone una respuesta positiva (ver 12,3.5; 19,4; 21,16; 22,31; usando el plural, cf.22,29; 26,54.56).

Con la cita del Salmo se pasa del interés del Reino en la obra de Dios a la resurrección de Jesús (cristológico), paso de la viña al hijo. El "rechazo" es el término técnico de una moneda que un experto juzga falsa (cf. Mc 8,31; Lc 17,25; Hb 12,17). En la imagen de la "piedra angular" no es importante saber si refiere a la piedra del ángulo de la casa -a la base- o la piedra que remata el arco -en la superficie-.

Los sacerdotes no han creído; otros -el Nuevo Israel- darán frutos. Explicita el v.41, la repulsa de Israel (¿Ve el castigo como Venida de Dios?). Relaciona el versículo con el Nuevo Pueblo. La viña designa el Reino, y por tanto los viñadores designan a Israel. Será dado a un "pueblo" (no usa laos), quizá designa una nueva generación (Jer 7,28-29); "nación fiel" son los que den frutos (cf. Rm 9,25; 1 Pe 2,10) no un grupo particular. La "viña" designa la obra de la salvación confiada a Israel por la alianza, el centro está claro: pide cuentas al judaísmo incrédulo y anuncia la sustitución por un nuevo Pueblo de Dios.

El "reino": la referencia a Isaías lleva a remontarse a Israel, pero se da una nueva dirección: en la parábola ya no es Israel sino el Reino (cf. Jer 7,24-26; Mt 23,34-36; cf. 27,25). Los frutos del Reino son una justicia superior a la de los fariseos (5,20). Sugiere castigo y promesa: recusación del antiguo pueblo y formación del Nuevo. Llegando al tema del Reino, Mt dio con el sentido original; sacó a la luz lo explícito Con esto, se subordina la cristológico a lo eclesiológico.

Que el reino sea "de Dios" (y no de los cielos, como es habitual en Mateo), que los frutos se produzcan y no "entreguen" (cf.21,41) y que se hable de "un" pueblo ("otro" cf. Dn 2,44) invita a algunos a pensar que el texto es pre-sinóptico; la viña designa el reino; "dar-quitar" es también de Mt 13 (v.12; cf. 25,29); el pueblo (singular) no es igual a 8,12; cf. 24,7) no designa a "las naciones", quizá a "la Iglesia" (¿es igual a 'ethnos`, 1 Pe 2,9?); es una sentencia cristianizada (cf. Jer 7,28-29). La parábola apuntaba al destino del reino en perspectiva eclesial que engloba lo cristológico: el advenimiento del nuevo pueblo de Dios va ligado al destino del enviado-hijo, es importante ponerse de su lado. El reino que se quita, ¿no es el mismo Jesús? (el mismo juicio puede caer sobre la iglesia; el criterio es la fidelidad, todos deben dar a Dios los frutos). Sabemos que Mateo ha optado por modificar sus fuentes y donde encontró “reino de Dios” lo modificó por “reino de los cielos” a fin de no ser chocante a sus destinatarios (recordar que en el judaísmo de su tiempo era muy frecuente reemplazar el nombre de Dios por apelativos, como Señor, por la voz pasiva, que lo supone sin nombrarlo, o por espacios, como “cielos”). Sin embargo, en 6,33; 12,28; 19,29; 21,31.43 utiliza “reino de Dios”. Parecería que algunos temas son delicados o que Mateo quiere “shoquear” a la comunidad, y ha preferido “reino de Dios” como para llamare la atención sobre la gravedad del tema en cuestión; en este caso, la Iglesia -la de Mateo- no está exenta de repetir lo mismo que hizo Israel, y debe saber que tiene la responsabilidad de dar frutos (derecho y justicia, como queda claro por la imagen de Is 5).

En muchos manuscritos, y la liturgia, omite el v.44 (se dice que es una repetición del paralelo de Lucas puesta por error): este está formado con Dn 2,44 + Is 8,14. Pero parece que hay que mantenerlo; si es tomado de Lc, ¿por qué los cambios? Al acentuar el castigo, al doble anuncio muerte/traspaso corresponde una doble recompensa: resurrección-traspaso del reino. El juicio será según sea la respuesta.

La referencia a los "fariseos" es anacrónica (cf. 27,62), pero es coherente para tiempos del evangelista.

Comentario

Dios puso en medio de la historia un pueblo, un pueblo del que espera frutos. La parábola, bastante alegorizada, nos pone frente al Pueblo de Israel -con mucha frecuencia simbolizado en una viña- que no dio frutos para Dios y rechazó a los enviados de Dios, los profetas; hasta al mismo Enviado por excelencia, el Hijo fue rechazado y los oyentes se dan cuenta, están ante la última oportunidad de aceptarlo o matarlo “fuera de la viña”. Los lectores sabemos que los “sumos sacerdotes y los fariseos” no aprovecharon esta oportunidad. Por eso nos indica que se le dará ese Pueblo (la vid) a otro, que es la Iglesia, que dé frutos de “derecho y justicia” para Dios.

Pero eso no es garantía de que la Iglesia dé los frutos. Siempre es posible repetir la historia. Por eso se nos llama a construir una nueva historia, más humana, más fraterna, más evangélica. Los frutos nos dirán qué Evangelio hemos sembrado, si un Evangelio deformado por nuestro pecado, nuestras ideologías, nuestra mediocridad y nuestros temores, o el Evangelio del Reino de la vida, del amor, “el derecho y la justicia”.

Convocados a la Nueva Evangelización, estamos llamados a mirar nuestra historia, a mirar los frutos, y mirar nuestro pecado... Desde el llamado de Dios que nos entrega la viña y la urgencia de la historia, alegrémonos por el desafío al que se nos invita y "con un oído en el Evangelio y otro en el Pueblo" (E. Angelelli) lancémonos a la historia para regalarle los frutos del Reino de Dios; lancémonos a la vida generosa en el servicio hasta el extremo del amor; lancémonos a buscar los frutos de la Vida, y dárselos a Dios en los hermanos.


22.

Reflexión

Quizás, y a propósito de esta parábola de Jesús, sería bueno el preguntarnos: ¿qué hemos hecho de nuestra vida, de la viña que el Señor nos confió el día de nuestro bautismo? ¿Podríamos decir que hemos o estamos produciendo frutos? O ¿Nos hemos apoderado de ella, sin respetar a aquellos que nos han sido enviados para pedirnos cuentas (padres, hermanos, amigos, sacerdotes)? Y ¿que podríamos decir de la viña que nos entregó nuestro Señor en nuestra familia, en la esposa, en los hijos, y en general en todo lo que poseemos? Es bueno recordar siempre que no somos dueños sino administradores y que al menos una parte de los frutos le tocan al Señor. Este tiempo de cuaresma puede ser una buena oportunidad para cambiar nuestra actitud en relación a cómo vivo mi bautismo y como administro los bienes y las gracias que Dios me ha dado. No vaya a ser que corramos la suerte de los viñadores de la parábola.

Que el Señor sea luz y lámpara para tu camino.

Como María, todo por Jesús y para Jesús

Pbro. Ernesto María Caro


23. Parábola de los viñadores infieles

Fuente: Catholic.net
Autor: P. Sergio A. Cordova

Reflexión

La dramática historia de una viña

Nuestro Señor nos cuenta otra historia en el Evangelio de hoy. A Jesús le encantaba predicar por medio de parábolas porque así toda la gente le entendía con facilidad y cada uno podía sacar de ellas las enseñanzas y aplicaciones pertinentes para su propia vida.

Hoy nos narra la historia de una viña y de unos viñadores. Y también en esta ocasión se dirige a los sumos sacerdotes y a los jefes del pueblo.

Había un rico propietario que poseía una viña. Y, a pesar de ser el dueño, él mismo se encargaba de sembrarla, cuidarla, regarla, abonarla, escarbarla, etc., labores todas más propias de un jornalero que de un hacendado. Pero en estos datos encontramos un mensaje muy rico y sugerente. Con esta descripción, nuestro Señor quería recordar a sus oyentes otra historia muy parecida que ya había contado el profeta Isaías a los israelitas ocho siglos antes: la canción del amigo a su viña (Isaías 5, 1-7). Allí aparece con una claridad meridiana el mensaje: el dueño de la viña es Dios, y la cuida con infinito amor y cariño; la planta, la riega y la abona con sus propias manos; le construye una cerca para protegerla de los animales selváticos; pero, en vez de darle uvas buenas, la viña le da agrazones. Entonces Dios se queja lastimeramente: –“¿Qué más podía yo haber hecho por mi viña que no lo hiciera? ¿Entonces por qué, esperando que diera uva buena, sólo dio uvas agraces?”... La viña es el pueblo de Israel, que no corresponde a todos los cuidados con que el Señor la ha tratado: ha sido ingrata e infiel. Ésta es la viña de la que nuestro Señor habla en esta parábola.

Pero hay otro dato muy interesante: Cristo habla de viñadores crueles e inicuos, que matan a todos los enviados del dueño de la viña, hasta que, por fin, el propietario decide mandar a su propio hijo. Fijémonos muy bien en las palabras de los viñadores homicidas: “Éste es el heredero; venid, matémoslo y nos quedaremos con su herencia”. Y añade nuestro Señor: «agarrándolo, lo empujaron fuera de la viña y lo mataron». ¿Verdad que nos queda clara la alusión a los profetas y a Jesucristo mismo? ¡Con cuán pocas pinceladas nos pinta el drama de la pasión que, dentro de poco, tendrá que padecer a manos de los judíos! También a Él lo agarrarán, lo empujarán fuera de la ciudad de Jerusalén y lo matarán colgándolo de un madero.

–“¿Y qué es lo que hará el dueño de la viña con esos viñadores?”–pregunta Jesús a los sumos sacerdotes. Y ellos se condenarán por su propia boca: –“Hará morir a esos malvados y dará la viña a otros labradores que le entreguen los frutos a su tiempo”. ¡Ellos son esos viñadores homicidas!

Esta parábola es la historia del pueblo de Israel. Y, después de la muerte de Cristo, el pueblo judío será dispersado y la viña pasará a otras manos. El antiguo Israel desaparecerá, la nueva viña será ahora la Iglesia de Cristo y los nuevos viñadores los Apóstoles, el Papa, los obispos y los sacerdotes.

Sin embargo, esa viña también podemos ser tú y yo: tantos dones que hemos recibido de parte de Dios con tanto amor y delicadeza, y que, tal vez, no hemos respondido siempre a esos cuidados del Viñador celestial. Es más, quizá no le hayamos dado frutos buenos, sino sólo uvas amargas y podridas. Cristo está esperando que también nosotros “le demos los frutos a su tiempo”. ¿Qué frutos has dado a Dios hasta el día de hoy en tu vida? ¿Eres tú uno de esos viñadores homicidas que rechazan a Cristo con su rebeldía, incredulidad o indiferencia? Ojalá que no.


24. DOMINICOS 2004

"Conspiraron contra él para matarlo"

La luz de la Palabra de Dios
1ª Lectura: Génesis 37,3-4.12-13ª.17b-28
Israel amaba a José más que a todos sus hijos, porque era el hijo de su ancianidad, y le hizo una túnica con mangas largas. Sus hermanos vieron que su padre lo amaba más que a todos ellos, y le cobraron tal odio que no podían hablarle con cariño.

Sus hermanos habían ido a pastorear las ovejas de su padre a Siquén. Israel dijo a José: «Tus hermanos están pastoreando las ovejas en Siquén; ven, que quiero que vayas donde ellos».

José partió en busca de sus hermanos y los encontró en Dotán. Al verlo venir desde lejos, antes de que llegara hasta ellos, conspiraron contra él para darle muerte. Se dijeron unos a otros: «Ahí viene el soñador. Vamos a matarlo: lo echamos en una cisterna y luego decimos que una bestia feroz lo devoró. Veremos en qué paran sus sueños».

Al oír esto, Rubén quiso salvarle de sus manos, y dijo: «¡Matarle, no!». Y añadió: «No derraméis sangre; echadlo a esa cisterna solitaria, pero no pongáis las manos en él». Era para librarlo de sus manos y devolverlo luego a su padre.

Cuando José llegó junto a sus hermanos, le quitaron la túnica, la túnica de mangas largas que llevaba, lo agarraron y lo echaron en una cisterna vacía, sin agua. Y se pusieron a comer. Alzando los ojos, divisaron una caravana de ismaelitas que venían de

Galaad. Sus camellos iban cargados de aromas, bálsamo y mirra, que llevaban a Egipto.

Judá dijo a sus hermanos: «¿Qué sacamos con matar a nuestro hermano y ocultar su sangre? Vamos a vendérselo a los ismaelitas, y no pongamos nuestras manos en él; es nuestro hermano, es nuestra misma carne».

Sus hermanos le hicieron caso. Al pasar los mercaderes madianitas, ellos sacaron a José de la cisterna. Vendieron a José a los ismaelitas por veinte monedas de plata, y éstos se lo llevaron a Egipto.

Evangelio Mateo 21,33-43.45-46
«Oíd otra parábola: Un hacendado plantó una viña, la cercó con una valla, cavó en ella un lagar, edificó una torre para guardarla, la arrendó a unos viñadores y se fue de viaje.

Cuando llegó el tiempo de la vendimia, mandó sus criados a los viñadores para recibir su parte. Pero los viñadores agarraron a los criados, y a uno le pegaron, a otro lo mataron y a otro lo apedrearon. Mandó de nuevo otros criados, más que antes, e hicieron con ellos lo mismo. Finalmente les mandó a su hijo diciendo: Respetarán a mi hijo.

Pero los viñadores, al ver al hijo, se dijeron: Éste es el heredero. Matémoslo y nos quedaremos con su herencia. Lo agarraron, lo echaron fuera de la viña y lo mataron.

Cuando venga el dueño de la viña, ¿qué hará con aquellos viñadores?».

Le dijeron: «Hará morir de mala muerte a esos malvados y arrendará la viña a otros viñadores que le paguen los frutos a su tiempo».

Jesús les dijo: «¿No habéis leído nunca en las Escrituras: La piedra que los constructores desecharon, en piedra angular se ha convertido; esto ha sido obra del Señor, una maravilla a nuestros ojos?»

«Pues bien, os digo que se os quitará a vosotros el reino de Dios para dárselo a un pueblo que pague sus frutos.

Cuando los sumos sacerdotes y los fariseos oyeron estas parábolas, comprendieron que se refería a ellos y querían prenderlo, pero temían a la gente porque lo tenían por profeta.

Reflexión para este día
“Los hermanos de José conspiraron contra él para matarlo”.
Vamos avanzando en este tiempo de Cuaresma. En ella queremos penetrar en el misterio de Jesucristo, Salvador del mundo. La liturgia de la Palabra de este viernes proyecta sobre nosotros la presencia del sufrimiento, de las dificultades que implica el seguimiento del Señor. La vida de Jesús también fue una experiencia dolorosa de persecución, de conspiración y rechazo. Pese a todo, continuó caminando, siendo él mismo en su afán de fidelidad y amor al plan salvador que el Padre la había confiado. La figura de Jesé, rechazado y vendido por sus hermanos, preanuncia lo que Jesús padeció y superó por amor a la humanidad.

En la parábola de la viña, Jesús concreta más su propia historia de amor y marca pauta para la historia de cuantos hemos decidido seguir sus pasos.

“Por último les mandó a su hijo, pensando que le respetarían. Pero, agarrándolo, lo empujaron fuera de la viña y lo mataron”.

Así de concreto describe Jesús lo que le iba a suceder. Era consciente de lo desgarrador que le resultaría responder al Padre para redimirnos. Fiel a su palabra con el Padre que le envió y fiel a nosotros, asumió todas las consecuencias de su sincero sí. Es desde su testimonio de vida, desde donde nos dice a todos los cristianos: “El que quiera que me siga”. Así de clara y comprometida es su propuesta. Ahora nos corresponde a nosotros intentar responderle sin miedo a las heridas, sin asustarnos del sufrimiento.

Ciertamente que no es humanamente agradable ni fácil seguir de verdad al Señor. Lo sabemos por experiencia. Una corriente de oposición, de conspiraciones ocultas y manifiestas se opondrá en nuestro recorrido tras los pasos de Jesús. Hasta puede que la tentación del cansancio y del desencanto salga a nuestro paso. ¿Cómo animarnos y reaccionar?. Jesús nos responde: “La piedra que desecharon los arquitectos es ahora la piedra angular. Es el Señor quien lo ha hecho”. La convicción de esta verdad, del triunfo del amor es lo que nos orienta y anima a los cristianos a ser fieles seguidores de Jesús. Ese es el “milagro patente” que Dios puede hacer con nosotros, si es que nos fiamos de su Palabra y decidimos responderle. Merece la pena colaborar y ser sarmientos vivos de la Viña del Señor. Jesús es la Vid que nos vivifica y nos sostiene.


25. CLARETIANOS 2004

Queridos amigos y amigas:

¿Por qué nos molestan tanto lo soñadores y soñadoras? ¿por qué nos parecen tan irritantes esas personas de buen humor, que normalmente no murmuran ni malmeten contra nadie? Esas personas afables, cordiales, seguras de sí, capaces de decir no cuando la situación lo requiere y a la vez capaces de seguir soñando y proponiendo sueños en medio de realidades bastante grises y átonas. Esas personas, molestan. Quizá no lleguemos a intentar matarlas, como pasó con José, pero si podemos hacerlas de menos o intentar anularlas... ¿no lo hacemos?

Un vez me dijeron que el justo molesta porque de alguna manera está denunciando con su vida mi propio pecado, mi incoherencia, mi falta de justicia (en el sentido más amplio de la palabra). Y creo que es verdad. Unas veces, porque me he sentido atacada sin razón “por ser justa”, y otras porque he atacado yo “al justo”. Cuando no somos capaces de permanecer alegres, nos saca de quicio la alegría serena de quien está al lado; cuando no soportamos un mal que recibimos, nos desquicia el perdón sincero de otra persona...Y es cierto, que en ocasiones, su mismo ejemplo es un motivo para que reflexionemos y cambiemos, en lugar de criticar y juzgar.

¿Nunca os preguntasteis cuáles eran los motivos de los labradores del evangelio de hoy para matar a los criados que el dueño de la viña envía para recoger lo que era suyo? Mateo solo da razón de por qué matan al heredero (para quedarse con la herencia), pero no dice nada de los labradores. ¿Envidia? ¿amargura? ¿ganas de hacer daño al dueño? ¿miedo a perder la posibilidad de seguir siendo labradores?... La cuestión es que los ancianos del pueblo y los sumos sacerdotes, con quienes está hablando Jesús, se sienten horrorizados ante la actitud de estos trabajadores asesinos (como le pasó a David con Natán) y creen que el dueño debe hacer lo mismo con ellos. Una vez más, consolidar la espiral de odio y muerte. Jesús, como suele ocurrir, se sitúa en otro plano. Deja de hablar de la parábola y se dirige a ellos: los labradores sois vosotros y no se trata de castigaros con la muerte sino de poner en vuestro lugar a aquellos que quieran dar fruto, que quieran poner tanto cariño y cuidado en la viña como el mismo propietario puso en ella cuando la plantó. Y todo, por puro amor a la viña, al Reino de Dios; no por ansiar sus frutos o su propiedad, porque entonces, confundimos nuestro papel en la vida y olvidamos que solo es Dios quien hace maravillas y milagros patentes. No nosotros. Lo nuestro es simplemente colaborar en tanto sueño como Dios pone cada día en nuestro mundo.

Vuestra hermana en la fe,

Rosa Ruiz, rmi (rraragoneses@hotmail.com)


26.LECTURAS: GÉN 37, 3-4. 12-13. 17-28; SAL 104; MT 21, 33-43. 45-46

Gén. 37, 3-4. 12-13. 17-28. Como decimos vulgarmente: Dios escribe derecho en renglones torcidos. Todo sirve para nuestro bien. La historia de José debe ser leída conforme a su hilo conductor (Cantus Firmus) expresado en las palabras que él dirigirá a sus hermanos: No teman, ¿puedo ponerme yo en lugar de Dios? Ciertamente que ustedes se portaron mal conmigo, pero Dios lo cambió en bien para hacer lo que hoy estamos viendo: para dar vida a un gran pueblo (Gén. 50, 19-20). Dios está decidido a salvarnos. Y si muchas veces se levanta el odio sobre nosotros y nos pareciera como que hemos perdido las esperanzas, Dios va con nosotros incluso en los momentos más oscuros de nuestra vida. Él hará que, finalmente, todo contribuya para nuestra salvación. Así vislumbramos lo que será la aparente derrota de Jesús y la aparente victoria de sus enemigos. Gracias a su muerte en Cruz Jesús inauguró la salvación en el mundo, y nosotros somos testigos de que, mediante su muerte y resurrección, Dios ha dado vida a un gran pueblo, el nuevo pueblo de los hijos de Dios.

Sal. 104. El Padre Dios nos envió a su propio hijo para liberarnos de la esclavitud del pecado y no dejar que muriésemos eternamente. Dios nos ama y nos quiere eternamente con Él. Tal vez no entendemos la muerte de Jesús como camino de salvación. Sólo a la luz de su gloriosa resurrección sabemos que no un hombre, sino Dios mismo vino para convertirse en nuestro único camino de salvación. Esos son los caminos de la Providencia de Dios sobre la humanidad. A pesar de que el Señor murió a causa de nuestras culpas, puesto que entregó su vida por amor a nosotros para liberarnos de todo lo que nos esclavizaba al pecado, no tengamos miedo en acercarnos a Él para recibir el perdón y alcanzar, así la salvación. Teniendo a Dios con nosotros no continuemos siendo pecadores, sino que dejemos que Dios nos transforme, desde lo más profundo de nuestro ser, para que en adelante nos manifestemos como hijos suyos con un corazón recto.

Mt. 21, 33-43. 45-46. El pecado no puede ser leído sino desde la muerte de Cristo en la cruz. No tanto algunos judíos del tiempo de Jesús provocaron su muerte. Somos nosotros, pues por nuestras culpas, por nuestras desobediencias y por nuestro rechazo, Él dio su vida para liberarnos de todo el peso de nuestra maldad. Finalmente el que vive pecando rechaza a Dios, y aún cuando rece, con sus obras está indicando que realmente no cree en Él, que no acepta su existencia de un modo práctico, pues vive y actúa como si Dios no existiera. Pecar y permanecer en el pecado es una forma de vivir en el ateísmo, pues Dios ha sido expulsado de la propia vida. Si queremos quedarnos con la herencia de Cristo al margen de Él, estaremos buscando nuestra felicidad, centrando nuestro corazón en las cosas pasajeras y no sólo despreciando a nuestro prójimo, sino aprovechándonos de él para lograr nuestros intereses de corrupción, de maldad y de violencia para sentarnos por encima de todos, pisoteando sus derechos. El Señor nos pide una sincera conversión para no continuar persiguiéndolo ni haciéndolo sufrir, ni asesinándolo en la persona de nuestro prójimo. Vivamos con mayor lealtad nuestra fe y el amor que decimos tenerle a Cristo.

La Eucaristía, Memorial de la Pascua de Cristo, nos hace vivir el amor que Dios nos ha tenido siempre. Nadie nos ama como Él: Dios misericordioso para con todos; siempre dispuesto a perdonarnos y a recibirnos como a hijos suyos. Nosotros entregamos a su Hijo a la muerte y Él, libremente, la aceptó, pues aun cuando podía liberarse de ella, quiso entregar su vida para que nosotros tuviésemos vida, y vida en abundancia. Entrar en comunión de vida con el Señor, mediante la Eucaristía, nos hace gozar en plenitud de la vida de Dios.

Quienes participamos de la vida de Dios no podemos continuar siendo unos malvados. Dios quiere de nosotros personas capaces de trabajar por la paz y por la unidad de todos, en torno a nuestro único Dios y Padre; nos quiere fraternalmente unidos; quiere que desterremos de nosotros el gesto amenazador en contra de nuestro prójimo. No podemos entregar a los inocentes a la muerte para liberarnos de sus molestias. Debemos reconocer, con humildad, que nadie tiene la última ni la única palabra válida en la vida. Todos necesitamos unos de otros. Por eso no podemos vivir en la envidia, en la persecución y en la muerte de los demás, para allanar nuestro camino hacia la gloria terrena. Tenemos que aprender a respetar los derechos humanos de todos. Hemos de aprender a vivir en comunión fraterna, sabiendo que cada uno de los miembros de la Iglesia y de la sociedad debe aportar lo propio, para que lleguemos a construir cada día, de un modo más perfecto ya desde ahora, el Reino de Dios entre nosotros, hasta que llegue a su plenitud en la vida eterna. Pero si vivimos asesinándonos, envidiándonos, persiguiéndonos, ¿podremos llamarnos en verdad hijos de Dios? ¿Podremos decir que somos hermanos unidos por el amor? ¿nos diferenciaremos en algo de aquellos que persiguieron y asesinaron a Cristo? Tratemos de ser más congruentes con nuestra fe.

Roguémosle al Señor, por intercesión de la Santísima Virgen María, nuestra Madre, que nos conceda la gracia de vernos y amarnos como hermanos, manifestando así que realmente la Redención de Cristo ha dado frutos abundantes de salvación en nosotros. Amén.

www.homiliacatolica.com


27. ARCHIMADRID 2004

PENITENCIA

Los viernes son días penitenciales, especialmente los de Cuaresma. Es el día en que recordamos especialmente la cruz y el corazón traspasado de Cristo. La penitencia humilla, es la oración del cuerpo, de los sentidos, del estómago, de la vista. Es el día en que a uno le apetece especialmente un bocadillo de chorizo o hincarle el diente a ese jamón que te regaló alguien antes de la Cuaresma. ¡Una tontería!, dicen muchos, hay cosas mucho más importantes que esas niñerías.

Desengáñate, la vida está hecha de esas “tonterías” , de la fidelidad en lo pequeño, de meter a Cristo en cada asunto de tu vida. Piensa un poco y pregúntate: ¿Cuántas cosas excepcionales has hecho en la última semana?, ¿en qué situaciones a lo James Bond te has visto implicado en el último mes?. Me hacen gracia esas películas en que el protagonista pasa de ser un chiquito esmirriado y asquerosillo buscando venganza, a una especie de bestia parda del kárate, con bíceps hasta en las orejas, después de unas semanas de entrenamiento con un ancianito coreano. La vida se vive día a día y no se cambia de la noche a la mañana a no ser por un especialísimo don de Dios.

“Éste es el heredero: venid, lo matamos y nos quedamos con su herencia”, así solucionan todos sus problemas, de un golpe. Si los labradores de la parábola en vez de dedicarse a matar a todos los criados que mandaba el dueño de la viña se hubieran dedicado a cuidar la viña, a procurar que diese más y mejores frutos, hubieran tenido de sobra para ellos y para su señor. Pero no, garrotazo en la nuca al criado, crucificar al hijo y a imaginar que se quedarían con la viña sin pensar que si no la cuidan sólo daría agrazones, incomestibles e inmaduros, y que sin el señor de la viña no podrían hacer nada.

Igual les ocurre a los hermanos de José, queriendo que su padre les tuviese más cariño (y tenía como buen padre cariño distinto a los hijos distintos), quieren matar al pequeño. Consiguieron un padre siempre triste y hambre en tiempos de sequía.

“Recordad las maravillas que hizo el Señor”. “La piedra que desecharon los arquitectos es ahora la piedra angular. Es el Señor quien lo ha hecho, ha sido un milagro patente”. No desprecies las pequeñas penitencias, pueden parecer “tonterías” y humillarte delante de aquellos que se consideran muy dueños de su vida, pero son las piedras que construyen las maravillas de Dios. Un día llegará el momento de la prueba, de la enfermedad, de la muerte, de la soledad, de la difamación o la calumnia y esas pequeñas penitencias se convertirán en muro fuerte contra el que se chocan todas las adversidades, contra el que rebotan todas las dificultades. No lo habrás construido tú, lo habrá hecho el Señor con la argamasa de esas “tonterías” que pones cariño en cumplir, con las piedras de esas humillaciones personales que nadie ve excepto tú, nuestra Madre la Virgen y Dios. Pruébalo, verás que vale la pena.


28. Fray Nelson Viernes 25 de Febrero de 2005
Temas de las lecturas: Ahí viene el soñador; démosle muerte * Este es el heredero, vamos a matarlo.

1. El desechado y los desechables
1.1 Hay una expresión espantosa que sin embargo se ha abierto camino en el lenguaje común en Colombia. A aquellos indigentes, muchas veces adictos al alcohol o las drogas, que deambulan por las calles se les llama "desechables". Pues bien, hoy la Escritura nos presenta dos solemnes "desechados": José, el hijo de Jacob, y Jesús, el Hijo mismo de Dios.

1.2 La extraña ley que nos ofrece la Liturgia de la Palabra hoy, para la Santa Misa, es esa: Dios tiene ojos muy distintos para ver a los "desechables". Tiene una predilección especial por aquellos que no cuentan, que no lucen, que no importan ni aportan. Y el colmo de esa extraña predilección es lo que vamos a encontrar en el Gran Viernes, el Viernes Santo: allí, desestimado y desechado, Cristo es el Salvador del mundo.

1.3 ¿Por qué sucede así? ¿Por qué son tan importantes para Dios esos que nada significan para el común de la gente? ¿Por qué el gran emblema de su amor es precisamente un "desechable desechado"?

1.4 Tal vez la razón primordial es que en cada uno de nosotros hay algo de indigencia total. Y en ese fondo de verdad de nuestra indigencia podemos y debemos aprender cuánto necesitamos de Dios y qué clase de locura es la soberbia. Sólo allí, en ese rincón de indigencia absoluta que todos tenemos, está la clave para descubrir las palabras fundamentales del Evangelio: perdón, gracia, compasión, amor, alegría.

2. Falsos representantes
2.1 Es curioso analizar la actitud de aquellas "autoridades" que contienden con Jesucristo. El pasaje del evangelio de hoy nos habla de "sumos sacerdotes y fariseos". Los unos, por su oficio, y los otros por su estricta aunque hipócrita observancia de la ley, se consideraban "autoridad" y creían que eran líderes del pueblo.

2.2 Sin embargo, estos líderes tiene miedo del pueblo al que dicen representar. El pueblo ve en Jesús un profeta y estos protectores del pueblo quieren quitar a Jesús de en medio. Pero tienen miedo de sus protegidos y les angustia pensar que se vuelvan contra ellos los mismo que guían. ¿De dónde esta contradicción?

2.3 Es un caso en que podemos aprender lo que significa una falsa autoridad. No obedecen a Dios y no buscan el bien de la gente. Obedecen a sus intereses y quieren cuidar su fama, su honra y sus privilegios. Por eso les estorba Jesús y por eso harán todo para eliminar a Jesús.

2.4 Y lo lograrán: quitaran a Jesús de la tierra, con lo cual lo habrán liberado del poder inicuo que ellos mismos detentan. La muerte de Jesús será el triunfo más grande de su astucia y el fracaso más grande de su locura. Puesto en el umbral de la muerte, este Cristo estará también puesto en las manos del Dios Fuerte. Y resucitado de entre los muertos ni la muerte ni los siervos de la muerte tendrán ya poder sobre él.