COMENTARIOS AL EVANGELIO
Mt 21, 33-43

Par: Mc 12, 1-12  Lc 20, 9-19

 

1. J/CENTRO.

Aunque nunca haya ocurrido que una piedra desechada por los arquitectos que la consideraban inutilizable, terminara por ser la pieza principal del edificio, sí ha sucedido, al menos una vez, que un hombre desechado por sus contemporáneos, que llegaron hasta hacerle morir, se haya convertido en la base de una comunidad nueva. Esta maravilla de la que sólo Dios es capaz, se produjo una vez en Jesús.

A los oyentes de la parábola toca ahora elegir. Cada uno ha de tender a estar ligado a esta piedra, para con ella, por ella, gracias a ella, encontrarse integrado en el edificio; cada cual ha de atender a que esta piedra no sea la roca sobre la que uno cae y se rompe los huesos, o la piedra que se desprende y cae, aplastando al que se encuentra debajo.

LOUIS MONLOUBOU
LEER Y PREDICAR EL EVANGELIO DE MATEO
EDIT. SAL TERRAE SANTANDER 1981.Pág.251


2. D/POBRE: DIOS ES VERDADERAMENTE EL POBRE POR EXCELENCIA PORQUE NOS LO HA DADO TODO. HASTA SU PROPIO HIJO. LO ULTIMO QUE LE QUEDABA. 
SILENCIO-D/A-D: SIGNIFICA QUE DIOS NOS TOMA EN SERIO Y DEJA EL CAMPO LIBRE PARA QUE ACTUEMOS CON PLENA RESPONSABILIDAD.

Con la misión del Hijo se pone en evidencia el último intento realizado por Dios, su extremo y definitivo "mensaje" para los rebeldes. Marcos (12. 1-12) precisará: "...Todavía le quedaba uno, su hijo querido".

Es una expresión que me desconcierta cada vez que la leo. Parece que Dios ha quedado al borde de la pobreza. Le queda solamente el hijo.

Por causa de los hombres, ha dilapidado todos los recursos, agotado todas las posibilidades. Excepto el Hijo. El último tesoro que arriesgar en ese "juego" en donde hasta ahora sólo ha encontrado mala suerte.

Sigue diciendo Marcos: "Y se lo envió el último..." (mejor que Lc: "por último, les mandó"). Jesús es verdaderamente el último, el "eskatos", desde la perspectiva de Dios. No el último en relación al tiempo, no el último de una serie de intentos. El ultimo, es decir, el definitivo, todo. Después del cual ya no queda nada (Ver San Juan de la Cruz: SUBIDA DEL MONTE CARMELO, libro II, cap. 22). Ahora Dios es verdaderamente el pobre por excelencia. Pobre porque ha dado todo. En su incurable pasión por los hombres no se ha quedado ni con su Hijo. También se lo "ha jugado". Dios es pobre. La prueba está en que, con la venida de Jesús, no les falta nada a los hombres. (...)

-La conducta de los labradores se juzga durante la ausencia del amo. AUSENCIA-D/A-D:Se diría que la ausencia de Dios garantiza el trabajo del hombre. Nadie está desocupado, gracias a ella. "El Dios de la confianza es también el Dios de la ausencia. Pero hay que comprender exactamente esta ausencia. Esta significa sólo que Dios nos toma en serio, nos deja el campo libre. Desaparece. Deja su puesto. No se trata ni de abandono, ni de evasión ni de deserción. Es un signo de amor. Se podría decir que se va el Dios de los filósofos y de los sabios (el Dios de la Religión). Y se queda en medio de nosotros únicamente el Dios confiado, pero débil, de la revelación. El Dios que pretende actuar exclusivamente a través del amor que lleva a los hombres" (A. Maillot) (El Dios de Jesús).

ALESSANDRO PRONZATO
EL PAN DEL DOMINGO CICLO A
EDIT. SIGUEME SALAMANCA 1986.Pág.215s.


3.FE/DON.

POR TANTO PUEDE PERDERSE PORQUE NUNCA LLEGA A SER PROPIEDAD NUESTRA.

La garantía de permanencia para la Iglesia, no asegura la estabilidad de una iglesia local; mayores árboles han caído aunque el bosque permanezca. Mucho menos asegura una fe personal, que hemos de mirar con temor y temblor como tesoro que puede perderse, y que cada día habremos de pedirla de rodillas con súplicas y oraciones. ¿Cómo puede alguien decir: "a mí nadie me quita la fe", como si tuviera un título de propiedad sobre ella y no fuera el don cuyo disfrute nos permite el Señor para fructificar en bien del mundo?

MIGUEL FLAMARIQUE VALERDI
ESCRUTAD LAS ESCRITURAS
REFLEXIONES SOBRE EL CICLO A
DESCLÉE DE BROUWER/BILBAO 1989 .Pág. 157


4.

Jesús dirige su palabra crítica a los sumos sacerdotes y senadores del pueblo, a los jefes de Israel, y a los fariseos (v. 45). La viña de la parábola es todo el pueblo de Israel, pero los jefes son los responsables que deben cuidar de esa viña y dar al amo lo que le pertenece y espera; esto es, el derecho y la justicia (primera lectura de hoy).

No hay padre que entregue a su hijo a semejante banda de criminales, pero Dios ha amado tanto al mundo que ha entregado a su propio Hijo para que se salven cuantos crean en él y tengan vida (Jn 3, 16). En estas palabras de Jesús hay una profecía de la muerte que le espera en Jerusalén y una confesión indirecta de que él es el Hijo de Dios. Mateo, teniendo en cuenta los acontecimientos de la crucifixión de Jesús en el calvario, dice aquí que los arrendatarios, agarrando al heredero, "lo empujaron fuera de la viña y lo mataron". Recordemos que Jesús murió fuera de los muros de Jerusalén, rechazado por los jefes de Israel y el pueblo judío. Hecho éste al que atribuye un hondo significado el autor de la carta a los hebreos (13, 12s).

Jesús acostumbraba a referirse a su muerte sin olvidar nunca la resurrección (16, 21; 17, 23; 20, 19). Por eso añade ahora una alusión a su exaltación final, sirviéndose de la cita del salmo 118.

EUCARISTÍA 1990/46


5.

La lectura de este texto evangélico debe realizarse en relación con la imagen del canto de Isaías 5, 1-7. Aquí como allí hay un matiz polémico, contrastando los trabajos que el dueño ha realizado en la viña con el resultado que obtiene de los mismos.

Si bien en el texto de Isaías el protagonismo negativo recaía sobre la viña, aquí recae sobre los labradores. Se subraya así la referencia a la actitud de los dirigentes de Israel hacia Jesús.

-"Llegado el tiempo de la vendimia, envió a sus criados para percibir los frutos...": En el momento decisivo Dios pide cuentas a su pueblo. Los primeros enviados son los profetas. Estos sufren la violencia que está descrita en forma de lapidación, tradicional descripción de la persecución de los profetas en tiempos de Jesús e incluso en los primeros tiempos del cristianismo.

-"Por último, les mandó a su hijo...": Es la última oportunidad que tienen los labradores para la conversión. El término "hijo" tiene una referencia directa a Jesús. Aunque en el judaísmo del tiempo de Jesús el término "hijo" no tenía un sentido mesiánico, el evangelio de Mateo lo utiliza -más que los otros evangelistas- para referirse a la mesianidad de Jesús.

-"Al ver al hijo se dijeron: Este es el heredero: venid, lo matamos y nos quedamos con su herencia": el crimen de los labradores es cometido con plena responsabilidad, no por desconocimiento de la identidad del hijo. Así la parábola quiere subrayar la gravedad del rechazo de Jesús: es un rechazo de Dios en la persona de su enviado. Jesús ya ha manifestado suficientemente con sus obras que es el enviado de Dios.

-"Cuando vuelva el dueño de la viña, ¿qué hará con aquellos labradores?": Así como el canto del profeta Isaías incluía un interrogante al oyente, a fin de que se convirtiera en juez de aquella situación, también ahora Jesús interpela a los dirigentes judíos para que juzguen. Será un juicio sobre su propia actuación. La respuesta implica las referencias del evangelista a la caída de Jerusalén, contemplada como un castigo por su negativa a creer en Jesús como el Mesías.

-"La piedra que desecharon los arquitectos es ahora la piedra angular": Cita del salmo 117 que sirve para explicar el trastorno de situaciones que provoca la persona de Jesús. Quien ahora es desechado, será el jefe de un nuevo pueblo que dará máximo fruto.

JOAN NASPLEDA
MISA DOMINICAL 1987/18


6.

La parábola de la viña describe alegóricamente los principales acontecimientos de la relación entre Dios y su pueblo: la alianza, los profetas, la venida del Hijo y su muerte. Y se añade que el rechazo de Jesús por parte de los hombres será transformado por Dios en glorificación. El pueblo elegido ha de velar siempre para dar fruto a su tiempo.

MISA DOMINICAL 1990/06


7. PARA/VIÑADORES-HOMICIDAS:

La parábola de los viñadores homicidas la pronunció Jesús en una versión muy sobria. Cabe la posibilidad de deslindar sus propias palabras comparando las tres versiones sinópticas con la versión del Evangelio apócrifo de Tomás. La comunidad primitiva habría "alegorizado" esa parábola, como, por lo demás, suele hacerlo, merced a algunos desarrollos sobre la viña de Israel y sobre la piedra rechazada, para descubrir en ella el sentido de la historia de Israel y las bases de la cristología.

a) En la versión elaborada probablemente por Cristo se trataba de un propietario de una viña que habitaba en el extranjero (v. 33) y se veía obligado a tratar con los viñadores por intermedio de sus servidores. El fracaso de estos le obliga a enviar a su propio hijo. Este cuadro está tomado de la situación económica de la época: el país estaba dividido en gigantescos latifundios cuyos propietarios eran en gran parte extranjeros. Los campesinos galileos y judeos que arrendaban esas tierras se dejaban influir por la propaganda de los zelotes y alimentaban un odio muy vivo para con el propietario. El asesinato del heredero es una manera de entrar en posesión de la tierra, puesto que el derecho concedía a los primeros ocupantes una tierra vacante. Pero los viñadores se equivocan: el propietario vendrá a tomar posesión personalmente de su tierra antes que quede vacante y se la confiará a otros (v. 41).

¿Qué ha querido decir Jesús al contar esta parábola? Sin duda establece una cierta distancia con relación a los zelotas; aun cuando la injusticia reine en el mundo, el Reino de Dios no puede venir por la violencia ni por el odio, sino por la muerte y por la Resurrección.

Al proponer esta parábola, Jesús se dirige a los jefes del pueblo (Mc 11, 27) que gustaban precisamente de compararse con los "viñadores". Su finalidad es hacerles comprender que han estado por debajo de su misión y que su tierra será dada a otros, y, en particular, a los pobres (cf. Mt 5, 5). Jesús ha explicado muchas veces en sus declaraciones de alcance escatológico que la Buena Nueva, a falta de ser comprendida por los jefes y los notables, sería comunicada a los pequeños y a los pobres (Lc 14, 16-24; Mc 12, 41-44).

b) La Iglesia primitiva alegorizó rápidamente la parábola. En una primera etapa añadió las alusiones a Is 5, 1-5 al v. 33; introdujo igualmente una alusión a 2 Cr 24, 20-22, con el fin de extraer de la parábola el sentido de la historia de la viña-Israel, su repulsa constante de los profetas, su repulsa del Mesías (sentido que hay que dar al "Hijo" en el v. 6; cf.Sal 2, 7; Mc 1, 11; 9, 7), y finalmente la atribución de las prerrogativas de sus jefes, los viñadores, a otros, los apóstoles (y no ya los pobres, como en la versión de Jesús).

c) Mateo, a su vez, transforma la parábola primitiva de Jesús (que terminaba, probablemente, en el v. 39) en una alegoría destinada a explicar las razones y las repercusiones de la muerte de Cristo. Mateo realiza, sobre todo, su proyecto, haciendo intervenir el Sal 117/118, 22-23. Esta cita es muy hábil, ya que la multitud ha aclamado precisamente a Cristo algunas horas antes con ese salmo (vv. 23-26, citados en Mt 21, 1-10). Mateo recuerda así que la gloria de Cristo pasa por el sufrimiento y la muerte. El Sal 117/118 era considerado, por lo demás, como mesiánico por la comunidad primitiva (cf.Act 4, 11); 2, 33; Mt 21, 9; 23, 39; Lc 13, 35; Jn 12, 13; Heb 13, 16), y eso permite, sin duda, dar a la mención del "Hijo" en el v. 37 el significado mesiánico que, por lo demás, tiene con frecuencia (Sal 2).

Mateo explica, pues, la muerte de Cristo mostrando que las predicciones mesiánicas ya la preveían: subraya igualmente que esa muerte repercute en la edificación de un Reino nuevo, ya que la piedra rechazada se convierte en la piedra angular del templo definitivo. Mateo asocia en particular la idea de la piedra rechazada con la de la muerte fuera de la ciudad (v. 39; cf. Heb 13, 12-13) con una finalidad escatológica: mostrar que el nuevo pueblo de viñadores se apoya en un nuevo sacrificio.

La muerte no es fuerte, sino en la medida en que el hombre se niega a darle un sentido integrándola en su condición de criatura. Rechazada, la muerte hace entonces su obra: abre las puertas al orgullo del espíritu. Aceptando, por el contrario, la muerte a la manera de Jesús, el cristiano mantiene en jaque su poder; la muerte no tiene la última palabra de la existencia humana. La muerte no desaparece, pero el hombre no solo puede quebrantar su cerco, sino que, además, por poco que la aborde en la obediencia del amor, puede hacer de ella el trampolín de una existencia nueva: la piedra rechazada se convierte en piedra angular.

Pero el cristiano sabe que la muerte recibe su poder del hombre mismo que se niega a integrarla en su condición de criatura y trata de divinizarse -como si la muerte no existiese- apoyándose sobre las únicas seguridades de la existencia individual y colectiva.

Enfrentándose a la muerte como lo ha hecho Jesucristo, los miembros de su Cuerpo no hacen que desaparezca; mantienen en jaque su poder y proclaman que, a pesar de las apariencias, la muerte no es la última palabra de la existencia humana. Los cristianos participan desde aquí abajo en la verdadera vida, la del Resucitado; y esa vida estalla con fuerza cada vez que la muerte trata de tocarla.

El cristiano reconoce y acepta que, en sus distintas formas, la muerte le hiere: pero su fe le capacita para discutir su poderío. En este sentido es llamado, día tras día, a mortificarse, a actualizar concretamente en su existencia la muerte de Cristo. Conforme a la expresión de San Pablo, el cristiano es un "muerto"; pero, en realidad, "retorna" constantemente de la muerte, desposeída ya de su poder, y su muerte está "oculta con Cristo en Dios". La mortificación cristiana quiere ser una fuente de verdadera vida en la fe.

La Eucaristía permite a cada creyente proclamar y hacer suya la victoria de Cristo sobre la muerte; invita a cada uno a distinguir mejor los signos de la muerte en su vida y en la vida del mundo.

MAERTENS-FRISQUE
NUEVA GUIA DE LA ASAMBLEA CRISTIANA III
MAROVA MADRID 1969.Pág. 99s.


8.

Jesús sube hacia la cruz. La escalada no tendrá límite. La parábola de los viñadores homicidas es un resumen estremecedor de la escalada de los hombres contra Cristo y contra todos aquellos que, como él, pretenden dar testimonio de Dios. Los viñadores están impacientes por apoderarse de la viña, de la herencia. En cuanto lo consigan, ya no serán obreros dependientes, sino los poseedores de lo que se les había dado como gracia. El asesinato del heredero es casi ritual. El hijo se ha convertido en el rival, en el obstáculo a su deseo. Una vez muerto él, la vida se hará, al fin, igualitaria, sin necesidad de gracias ni favores. Una religión sin el Hijo y, en definitiva, sin hijo alguno.

Esta es la explicación del asesinato de Jesucristo. Nada obligaba a matarlo, a no ser la voluntad hipócritamente religiosa de los sacerdotes y notables de conservar una religión sin dependencia filial. Una religión en la que cada uno cumple su deber, y así queda en paz con Dios. ¡Pero que Dios envíe a su propio Hijo es demasiado! La historia es de ayer... y es de hoy, en que hombres religiosos torturan al hombre en nombre de un supuesto "orden cristiano". ¿Hasta dónde llegará la escalada del crimen y el holocausto? Pero Dios responde con otra escalada: la del amor y la Alianza. No conoce más respuesta que la de comprometerse cada vez más con su obra escarnecida. Los viñadores mataron al Hijo, pero Dios lo resucita para que él mismo sea la Viña.

Nosotros somos los sarmientos de esa viña y los miembros de ese cuerpo. ¿Qué hemos hecho de él? Nosotros también hemos destrozado al Amado. ¿Qué otra cosa hacer, sino entrar en la escalada evangélica, renunciando a todo espíritu de posesión? ¡Que donde impera la violencia opongamos una dulzura sin límite! Eso es dar fruto. No el fruto insípido de nuestros contratos, sino un fruto luminoso, madurado al calor del Espíritu, sin otro artífice que la gracia. Daremos fruto si la resurrección de Cristo pasa a través de nosotros como la savia que da vida a los sarmientos. La alianza entre Dios y los hombres será cosa de amor o no será nada, en cuyo caso seguiremos matando al hombre para dar gloria al Dios-Idolo.

Cristo murió perdonando. Fue la escalada divina, respuesta a la escalada criminal de los hombres. Ese día el holocausto, que debía asegurar la cohesión total de los hombres, se transfiguró en sacrificio de amor del Dios que hace lucir el sol tanto sobre la viña bastarda como sobre el plantío generoso. Por pura gracia.

DIOS CADA DIA
SIGUIENDO EL LECCIONARIO FERIAL
CUARESMA Y TIEMPO PASCUAL
SAL TERRAE/SANTANDER 1989.Pág. 48


9.

La parábola de los viñadores homicidas es un impresionante resumen de la escalada de los hombres contra el Enviado de Dios.

El dueño de la viña se ausentó para un largo viaje, y los viñadores están impacientes por apoderarse de la viña y de la herencia, pues así serán ellos sus propios amos. Ya no vivirán de lo que se les da de favor, sino que podrán asumir la responsabilidad de todo, y ellos mismos se labrarán su propia felicidad. La muerte del Hijo será su liberación. Es "necesario" matar al Hijo, pues él es el rival, el obstáculo. Si se le mata, ya no habrá en la vida ni perdón ni piedad. Haciendo eso, se tendrá la herencia, pero no la gracia de la filiación. Una religión sin hijo, sin engendramiento. Una religión en la que cada cual cumple su deber, lo mismo Dios que el hombre. Pero que Dios envíe a su Hijo, y se le acusará de extralimitarse en sus derechos.

Hermanos, esta historia os parece de ayer, pero es de hoy. Preferimos vivir bajo el régimen de las leyes y las obligaciones, tanto más cuanto que siempre encontramos los medios de eludirlas sin salirnos de la legalidad. Aceptamos estar sujetos a la gerencia, pero a condición de que Dios se mantenga fuera de nuestra vida; intentamos darle, sin pérdidas ni ganancias, el tesoro que nos confió. Matemos al hijo que Dios quiere hacer nacer en nosotros, pues el amor nos comprometería. Preservémosle de la gracia y el atractivo divinos, pues nadie sabe hasta dónde le comprometería el camino de la ternura.

Pero no es posible apoderarse de la viña matando al hijo del dueño. El Reino siempre seguirá siendo un don, no una tierra de la que uno se erige en propietario. A la escalada de los que quieren replegarse sobre sus dominios, responde Dios con la escalada de la Palabra que no cesa de obligar a salir de uno mismo. A la escalada de los que se encierran en la fortaleza de sus certidumbres o de su buena conciencia, cuya cumbre es el Gólgota, responde Dios con la escalada del amor siempre ofrecido.

Los viñadores pueden matar al hijo; Dios hará de él la cepa en la que injertará los sarmientos. Pueden derramar la sangre del Predilecto; Dios la convertirá en savia vivificadora, Espíritu que corre por nuestras venas para hacernos nacer a la vida. Queríamos conservar los frutos, y el fruto de Dios se hace nuestro alimento.

"Este es el Hijo, éste es el heredero....". Quizá lo matemos y prefiramos, antes que la gracia y el "engendramiento", nuestras falaces libertades y nuestras engañosas posesiones. Pero debemos saber que la persona jamás podrá abatir la viña de Dios, la cual crece hasta el día en que, convertida en un árbol inmenso, da cobijo a todas las aves. La piedra desechada por los arquitectos se habrá convertido en la piedra angular.

Padre de bondad:
del mismo modo que se prensa la uva
para que corra abundante el vino de la fiesta,
así se abandonó tu Hijo en nuestras manos
para que naciera el tiempo de tu gracia.
Te pedimos que él sea la savia
que dé vida a nuestros corazones resecos.

DIOS CADA DIA
SIGUIENDO EL LECCIONARIO FERIAL
SEMANAS I-IX T.O. EVANG.DE MARCOS
SAL TERRAE/SANTANDER 1990.Pág. 279 s.


10.

Nos encontramos frente a una alegoría mas bien que una parábola. La descripción de la viña recuerda exactamente el texto griego de los Setenta, que usaban los judíos helenistas, sobre la célebre alegoría de Isaías 5, 1 ss. La "torre" es el caserón donde se vive durante la vendimia, con una abertura de observación en el techo. Sin embargo, está claro que en el centro del relato evangélico no está la conducta de la viña (o sea, de Israel), sino más bien de los campesinos. Por consiguiente, la alegoría se desarrolla no a nivel de pueblo, sino solamente de sus jefes.

Un rasgo de sorprendente originalidad es que Dios aparece como un "extranjero" en medio del pueblo de Israel: Dios, el amo, no es, por así decirlo, "hebreo"; él viene solamente cuando se trata de alquilar la viña. He aquí, pues, un primer significado de la alegoría: Israel no es la patria de Dios. Dios está por otra parte y no está vinculada a las vicisitudes del pueblo elegido. Solamente les ha dado una tarea a los responsables de la viña israelita, y después se ha ido.

El contacto entre Dios-amo y la viña-Israel a veces se realiza a través de sus siervos, que claramente son los profetas. Los siervos-profetas son sucesivamente maltratados, golpeados e incluso matados. Entonces el Dios-amo decide enviar a su "hijo amadísimo": aquí el evangelista vuelve a tomar una expresión típica (1,11; 9,7), empleada en la descripción de los dos momentos teofánicos más solemnes de la vida de Jesús. Nuestro autor no pone nunca en duda la condición divina de Jesús: es el hijo de Dios.

El complot de los viñadores se basa en motivos claramente blasfemos. Ellos saben que el hijo, único heredero, es el solo que puede llevar adelante el proyecto salvífico del Dios-amo. Por esto quieren matar a Jesús, porque saben que él proclama una religión universal, y , por lo tanto, les quita el monopolio de Yahve, monopolio sobre el que se basa su poder económico. La acusación, bastante violenta, se inserta en el contexto inmediato de nuestro evangelio. El "monopolio" israelita está destinado a la destrucción total: "el amo vendrá y exterminará a los viñadores". Pero no se trata solamente de un exterminio, sino de una sustitución: el monopolio quedará suprimido, porque el amo alquilará la viña a otros. He aquí, pues, el punto central de la alegoría: Israel pierde su privilegio y esto no es más que la negativa de la buena noticia dirigida a todos.

La alegoría se concluye en una forma clásica para el segundo evangelio: los jefes, al darse cuenta de que la parábola iba por ellos, en un primer momento piensan capturar a Jesús, pero tienen miedo de la gente. Y es que cuando la evangelización es realmente popular crea problemas muy serios a toda clase de poderes opresores.

COMENTARIOS A LA BIBLIA LITURGICA NT
EDIC MAROVA/MADRID 1976.Pág. 1188 s.


11.LBT/PODER-D:

Alegoría de los viñadores homicidas. La viña es Israel, pueblo elegido, designado como "viña del Señor" en los profetas. El dueño es Dios, que envía a sus siervos, los profetas, y por fin, el Hijo, Cristo.

Los viñadores son los judíos que no aceptan a los profetas y matan al Hijo fuera de la viña, fuera de Jerusalén. El pueblo nuevo al que se entrega la viña son los paganos. La alegoría denuncia la infidelidad de Israel y afirma la extensión del Reino a los paganos. A través de este mensaje, resalta la acción providente de Dios. Como en la historia de José, hay que ver y distinguir dos cosas: el mal que realizan los hombres desde la infidelidad, y el bien que hace Dios a pesar de ese mal, y, -lo que es más importante- a través de ese mal.

Este bien que Dios saca siempre no puede justificar nunca el mal cometido por el hombre, ni tampoco era necesario aquel mal para que Dios sacara este bien, pero, como este mal es acción libre de los hombres, puede cometerse. Y, una vez cometido, la providencia de Dios consiste en que su plan de bien y de salvación atraviesa ese mal y, a pesar de él, se cumple.

-Dios es impotente frente a la libertad de los hombres.

El concepto que Jesús tiene del Padre va a experimentar una maravillosa profundización de sentido. Jesús dice en su oración del huerto que el Padre lo puede todo (/Mc/14/36: Abba, Padre! Todo es posible para ti; aparta de mí este cáliz; pero no sea lo que yo quiero, sino lo que quieras tú").

Ahora ve a descubrir que no, que el Padre no lo puede todo en la historia, que no hay equivalencia entre "Padre" y "Poder", porque el Padre no puede nada en la historia al margen o en contra de la voluntad de los hombres, ni podrá evitar la muerte de su Hijo, decidida ya por los responsables judíos, porque el modo de actuar de Dios Padre en la historia es también en la "Kenosis", es decir, en el impresionante silencio de quien ofrece continuamente la vida pero nunca la impone.

Esta es la trascendencia del Dios de Jesús, la del amor, por el que es mayor que el "poder", precisamente siendo impotente.

Eso es lo que nos muestra el relato del silencio del Padre ante la muerte del Hijo. Pero el mismo relato nos dice que ese silencio no es la última palabra; lo será la resurrección: el rescate eficaz y definitivo de la vida. El poder de Dios no se manifiesta en la muerte vengativa del asesino, sino en el rescate del Hijo asesinado.

Para el que confía en Dios no hay callejón sin salida. Pero no hay salida fácil en ningún callejón. A veces la "salida" es saber morir en el callejón; una muerte que no es un sin-sentido.

FE/FUERZA:La fe no es una fuerza con la que podamos evitar que se nos hundan las cosas, sino una fuerza maravillosa para no hundirnos nosotros en las cosas que se hunden.

Peor que le salieron las cosas a Cristo no le pueden salir a nadie. Cristo, desde la hondura de su confianza en el Padre, desde su seguridad en la certeza de que el amor del Padre no le puede fallar aunque le falle todo, no dudó de que el Padre realizaría su plan de salvación a través de su sufrimiento y de su muerte.

En la Eucaristía tenemos el sacramento de su muerte y de su confianza en el Padre en medio de la muerte de esa esperanza en el amor del Padre, que no se vio defraudada, sino cumplida en la resurrección.


12.

Envío de los profetas. Las relaciones entre profetas y viña de Yahvé han sido una historia dramática: de intolerancia recíproca. Los profetas no pueden tolerar las desviaciones del pueblo, la gente y sus jefes no pueden sufrir a aquellos intrusos. Mt 23, 37: Hech 7, 52 Envío del Hijo. Mc "querido", como había sido designado por el Padre en el bautismo y transfiguración.

Heb 1, 1-2: J 1,11: vino a su casa. Reacción del amo y destino de la viña ¿Qué hará el dueño de la viña? El paso de la viña a otros cultivadores. Una verdadera sorpresa. Para la mentalidad hebrea el castigo de Dios sobre el pueblo infiel es bastante "normal". Porque, a pesar del castigo, Israel queda siempre como pueblo elegido. Lo que es inconcebible es el "paso" de las promesas de Dios a otras gentes, Dios volverá a Israel. No va jamás a otra parte.


13. 

Poco antes de la pasión, el evangelista Mateo hace resaltar, en una larga secuencia, la infidelidad del pueblo de la alianza. Una concatenación, redaccionalmente artificiosa, de tres parábolas (la de los dos hijos, vv 28-32; los viñadores, 33-46, y el banquete nupcial, 22,1-14) que simbolizan tres momentos centrales de la historia de salvación en los cuales el pueblo elegido se ha mostrado infiel: el testimonio de Juan Bautista, la venida de Cristo, la misión de los apóstoles.

Centro de la composición, en la segunda parábola: la muerte del hijo. Transparencia que alegoriza la muerte de Jesús, el Mesías Hijo de Dios. Comienza evocando un texto muy conocido del libro de Isaías (c. 5): el Cántico de la Viña. Imagen clásica del pueblo de Israel, simbolizado frecuentemente por la ciudad de Jerusalén.

La rebelión de los viñadores significa la infidelidad de los responsables, que se niegan a cumplir los compromisos de la Alianza. Culmina con la pasión de Cristo, Hijo de Dios. Pasión que, por un designio admirable, se transfigura en glorificación (v 42). La Alianza pasa a otro pueblo (43). Es decir, a todos los pueblos de la tierra (Mt 28,19) reunidos en Iglesia universal. Este drama del pueblo elegido lo vivían dolorosamente las comunidades de Mateo, compuestas en buena parte de cristianos provenientes del judaísmo. Pero, al redactar Mateo este capítulo, ya no se dirigía a los responsables inmediatos de la muerte de Jesús. Sus palabras son un aviso a las comunidades cristianas. A toda la Iglesia.

Llamados y elegidos del pueblo santo, no seáis infieles. Condición para no serlo: dar frutos. El imperativo de «dar frutos» es característico del Evangelio de Mateo. Habla de ello con frecuencia. Después de inculcarlo en la segunda parte del sermón escatológico con diversas parábolas (las lámparas encendidas, los talentos...) declarará en la visión del juicio (25,31-46) que el fruto que Dios pide es el amor realizado en buenas obras con los hermanos al servicio de Cristo. Rompe la alianza el que hace estéril el tesoro de gracia que el amo ha confiado a su concreta capacidad de administrarlo. La parábola nos interpela a todos: sed fieles en dar los frutos a su tiempo (v 41).

I. GOMA
LA BIBLIA DIA A DIA
Comentario exegético a las lecturas
de la Liturgia de las Horas
Ediciones CRISTIANDAD.MADRID-1981.Pág. 897 s.