TIEMPO DE NAVIDAD
P. Rufino Mª Grández, ofmcap.
 

 

Himnos de Navidad

Nadie lo puede decir


“Hemos contemplado su gloria: gloria propia del Hijo único del Padre, lleno de gracia y de verdad” (Jn 1,14).

Misterio de la encarnación, misterio del asombro que excede todo pensamiento, toda imaginación. Ya en la antigua Alianza surgía el asombro. “¿Se oyó cosa semejante? ¿Hay algún pueblo que haya oído, como tú has oído, la voz del Dios vivo…? ¿Algún dios intentó jamás venir a buscarse una nación…?” (Dt 4,32-34).

Pero todo esto es poco frente al Hijo de Dios en brazos de una Virgen. Las cinco estrofas ponderan y aceptan. ¡Es verdad! Dios encarnado es nuestro.

Podríamos terminar con una invitación eucarística de Francisco:
“Mirad cómo se humilla (cf. Flp 2,8) cada día, lo mismo que cuando desde el trono real (Sb 18,15), vino al seno de la Virgen; cada día viene a nosotros en humildes apariencias; cada día desciende del seno del Padre (cf. Jn 1,18) sobre el altar en manos del sacerdote” (Admoniciones 1,18-18).


* * *

(Anotación musical. Musicalmente, como lo indica la partitura, habrá que hacerlo a dos coros, interpretando alternativamente cada una de las estrofas. Sólo la última, como signo de unidad, se hará conjuntamente por los dos coros. El interludio, que puede ser ejecutado en el armonio o con una sencilla flauta de madera, alivia un poco la posible monotonía de la misma melodía repetida varias veces. No es un villancico, sino una reflexión sobre el misterio de la encarnación. La melodía recoge este carácter reflexivo).
 

Para escucharlo cantado


Nadie lo puede decir,
y tenemos que decirlo:
Fuera de casa y poblado
en un pesebre ha nacido.
Y era Dios entre nosotros
el Niño que así ha venido.

Nadie lo puede pensar
estando en su sano juicio:
con la sangre de mis venas,
con mis risas y gemidos,
Dios ha querido formar
el corazón de su Hijo.

Nadie lo puede aceptar
si no acepta este prodigio:
que una mujer pobrecilla
en su vientre ha concebido
y sin dejar de ser virgen
la Madre de Dios ha sido.

Nadie se puede atrever
si él no se hubiera atrevido:
con besos de nuestros labios
le damos a Dios cariño;
que primero en nuestra carne
él nos dio su amor divino.

Nadie se puede ausentar
por verse pobre e indigno,
que fueron de los pastores
los primeros villancicos:
¡Gloria a Dios en las alturas,
paz al mundo bien querido! Amén.


Himno compuesto el 25 diciembre 1976; publicado en “Oración de la Horas” (Centro de Pastoral Litúrgica. Barcelona) en diciembre de 1977. Recogido en: RUFINO MARÍA GRÁNDEZ, capuchino (letra) – FIDEL AIZPURÚA, capuchino (música), Himnos para el Señor. Editorial Regina, Barcelona, 1983, pp. 49-52.