1.13.- La personalidad hipocondriaca o aprensiva.

Existen descripciones de casos de hipocondría desde los tiempos de Hipócrates. Su nombre se debe al hecho de que los griegos asociasen los cambios mentales con modificaciones de los órganos situados en la zona del abdomen denominada hipocondrio.

La personalidad hipocondriaca se caracteriza por una exagerada tendencia a la autoobservación y vigilancia de la corporalidad propia, debido al temor persistente, injustificado y excesivo a la enfermedad o la muerte.

Las personas hipocondriacas suelen estar demasiado volcadas sobre ellas mismas, lo cual les impide muchas veces estar suficientemente pendientes de los demás y sus necesidades, por lo que dan la impresión de ser muy egoístas. Entre ellos son frecuentes las actitudes narcisistas y egocéntricas. Suelen tener una sensibilidad exagerada hacia las críticas de que son objeto de los demás. Aunque muchas veces no es así, son personas más bien materialistas.

Son obstinados en sus planteamientos, particularmente con los que hacen referencia a enfermedades, su tratamiento y prevención, a fármacos, médicos, etc. También suelen ser desconfiados respecto de este tipo de temas, realizando una interpretación errónea y alarmista de cualquier molestia o síntoma físico que puedan observar. También suelen ser muy sugestionables en lo que se refiere a enfermedades y síntomas, y bastante escrupulosos. En bastantes casos, se presentan pensamientos obsesivos y comportamientos compulsivos en relación con enfermedades, su contagio o trasmisión.

Algunas personas hipocondríacas se muestran también muy aprensivas respecto de la salud de sus hijos y otras personas queridas. Es un trastorno que se puede trasmitir de padres a hijos por este motivo. La continua y exagerada preocupación del padre porque los hijos puedan tener o contraer una enfermedad, le lleva a proporcionarles cuidados excesivos, a preocuparles respecto de enfermedades, a aconsejarles hábitos exagerados en relación con la salud, a convertirles a su vez en hipocondríacos, en definitiva.

Otras veces, este tipo de personalidad se ve favorecido por experiencias traumáticas en relación con enfermedades o muertes de personas próximas. En otras ocasiones, lo que sucede es que se comienza con síntomas físicos propios de la ansiedad, como taquicardia, palpitaciones, disnea, opresión precordial, cefaleas, vértigos, mareos, visión borrosa, algias diversas, etc., que llevan al paciente a ser sometido a una larga serie de exploraciones somáticas, sin que se logre evidenciar patología alguna.

Comienza a aparecer entonces la duda, cada vez más preocupante, sobre la naturaleza de su trastorno, cobrando cada vez más fuerza la idea de que se trata de una enfermedad muy grave (que tal vez le ocultan) o muy extraña y dificil de diagnosticar.

Cuando finalmente el médico le asegura que no se ha evidenciado patología orgánica que justifique esta sintomatología y que se trata de un trastorno psíquico, muchos pacientes se niegan a admitir esta posibilidad y, en vez de iniciar el correspondiente tratamiento psiquiátrico, comienzan un largo peregrinaje en busca de otros médicos y de complejas exploraciones complementarias que puedan descubrir la causa de sus molestias.

En este caso, ya no se puede hablar solamente de personalidad hipocondriaca, sino que se ha desarrollado una "neurosis hipocondriaca" o "hipocondría" en el sentido estricto, es decir, la "enfermedad imaginaria", caracterizada por una preocupación exagerada que surge como consecuencia de la creencia o del temor a estar padeciendo una enfermedad orgánica, sin que exista justificación para ello.

Ante la incapacidad de lograr descubrir su hipotética enfermedad, se desesperan, agravándose los síntomas de ansiedad, con el correspondiente incremento de sus molestias, lo cual les lleva a pensar que su enfermedad progresa y se agrava ante la incapacidad de los médicos para ayudarles.

La hipocondría aparece con gran frecuencia asociada a otros trastornos, en algunos casos a depresión o a esquizofrenia, pero sobre todo trastornos por ansiedad y por somatización. En estos dos últimos, los pacientes suelen tener una actitud hipocondríaca, generalmente como consecuencia de no admitir que su trastorno pueda ser de naturaleza psíquica y por el efecto que han  supuesto para ellos las numerosas exploraciones orgánicas a que han sido sometidos, sin que se encontrase ningún hallazgo clínico que justificase su sintomatología, desde una perspectiva somática.

Algunas crisis de ansiedad, por su sintomatología física, y por la sensación de muerte inminente de que se suelen acompañar, hacen que muchos pacientes crean en esos momentos que van a morir a causa de una enfermedad orgánica grave y fulminante (infarto de miocardio, parada respiratoria, etc). En muchas ocasiones, a pesar de las explicaciones que puedan recibir por parte del médico que posteriormente les atienda, muchos continúan dudando que el diagnóstico sea acertado o, incluso si lo admiten, persiste en ellos la idea de que puedan llegar a morir como consecuencia de estas crisis.

En ocasiones, la hipocondría se acompaña de fobias, pero es más frecuente que suceda a la inversa; es decir, algunas fobias, simples en principio, terminan desarrollando un cuadro hipocondriaco. Esto sucede con particular frecuencia con el miedo exagerado y genérico a la muerte ("tanatofobia"), o a enfermedades concretas, sobre todo el infarto de miocardio ("cardiofobia") y al cáncer ("cancerofobia"). También sucede con la fobia a contraer enfermedades de transmisión sexual, que durante los últimos años se han ido concretando progresivamente en el temor a contagiarse del Sindrome de Inmunodeficiencia Adquirida ("sidafobia").

Estas fobias se acompañan casi siempre de una actitud hipocondriaca, alimentándose recíprocamente, creando círculos viciosos. El temor a esa enfermedad desarrolla actitudes hipocondriacas que, a su vez, aumentan la intensidad de la fobia. Sin embargo, no es frecuente que se llegue a la verdadera "hipocondría", ya que no suele existir sensación de certeza de padecer la enfermedad temida.

También se puede producir esta asociación con otras fobias que no guardan relación directa con enfermedades, como, por ejemplo, con la "agorafobia". Este trastorno, caracterizado por el temor a estar solo o hallarse en lugares públicos de los que puede ser dificil escapar u obtener ayuda en caso de una incapacitación súbita, se suma fácilmente al cuadro hipocondriaco, ya que estas personas, convencidas de la gravedad de la enfermedad que creen padecer, tienden a evitar este tipo de situaciones.

Es más, algunos llegan a buscar su vivienda cerca de algún hospital que les ofrezca, dentro de lo que cabe, cierta confianza e incluso, cuando tienen que realizar un viaje, se informan de los centros médicos que existen en las localidades del trayecto.

Las preocupaciones que el hipocondríaco tiene respecto de su hipotética enfermedad, suelen terminar produciéndole algún tipo de incapacitación en el terreno laboral y social. En los casos más graves, se llega a constituir una auténtica fobia social secundaria a la hipocondría.

Algunos trastornos "obsesivo-compulsivos" también guardan una relación directa con la hipocondría. La autoobsservación con el fin de obtener datos exploratorios sobre la naturaleza de la enfermedad imaginaria, puede terminar tomando un carácter compulsivo, constituyendo un ritual típico de este tipo de trastorno por ansiedad.

A la inversa, es decir, que termine apareciendo una hipocondría secundaria a un trastorno por ansiedad "obsesivo-compulsivo", es más raro. Es ciero que un exagerado e irracional miedo al contagio es, con frecuencia, el componente esencial de la ideación obsesiva, lo que conduce a estos pacientes a realizar compulsiones mediante las cuales intentar evitar a toda costa esta posibilidad.

No obstante, se trata generalmente de un miedo a la contaminación por algo concreto que procede de otras personas, que el propio paciente suele vivir como irracional y absurdo, más que de un temor a alguna enfermedad. En cualquier caso, no se suele llegar a la certeza de poseer una enfermedad imaginaria, quedando generalmente todo en el campo de la duda, de esa duda típica que procede del fondo de inseguridad de los obsesivos.

 

Principales características de la personalidad hipocondríaca:

-         Exagerada tendencia a la autoobservación y vigilancia de la corporalidad propia.

-         Temor persistente, injustificado y excesivo a la enfermedad o la muerte.

-         Interpretación errónea y alarmista de sus síntomas físicos.

-         Egocentrismo.

-         Narcisismo. Conductas egoístas. Materialismo.

-         Descuido o desinterés por los demás y sus necesidades.

-         Obstinación.

-         Escrupulosidad.

-         Pensamiento obsesivo y comportamientos compulsivos en relación con enfermedades.

-         Desconfianza.

-         Hipersensibilidad frente a las críticas de los demás.

-         Alta sugestionabilidad.

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