Santo Tomás de Aquino
Contra retraentes

Contra la errónea y perjudicial doctrina de aquellos
que apartan a los hombres del ingreso a la vida religiosa

 

 

CAPÍTULO I

PREFACIO DEL AUTOR

El fin de la religión cristiana consiste principalmente, a nuestro parecer, en apartar a los hombres de las cosas terrenas y hacerlos tender a las espirituales. De ahí que Jesús, autor y término de la fe, al venir a este mundo predicara a sus fieles con el ejemplo y la palabra, el desprecio de las cosas del siglo. Con el ejemplo, pues como dice San Agustín, el Señor Jesús hecho hombre despreció todos los bienes terrenos para enseñarnos a despreciarlos, y soportó todos los males terrenos que mandaba soportar, para que ni en aquéllos se busque la felicidad, ni en éstos se tema la infelicidad. Nació de una madre que, aunque haya concebido sin conocer varón y permaneciendo siempre virgen, estaba desposada con un obrero, borrando así todo título de nobleza según la carne. Nació en Belén, la más pequeña entre las ciudades de Judá, para que nadie se gloriase de la grandeza de la ciudad terrena. Se hizo pobre aquél cuyas son todas las cosas y por quien todas las cosas fueron hechas, para que nadie se enorgullezca de las riquezas terrenas. No quiso ser proclamado rey por los hombres, para mostrarnos el camino de la humildad. Tuvo hambre el que a todos alimenta; tuvo sed el que creó toda bebida; se cansó de caminar quien se hizo por nosotros camino del cielo; fue crucificado quien puso término a nuestros tormentos; murió quien resucitó a los muertos.

Todo esto lo enseñó también de palabra, puesto que al comenzar su predicación, no prometió reino terreno alguno, sino el reino de los cielos para los que hicieran penitencia.

Fundó la felicidad primera de sus discípulos en la pobreza de espíritu, a la cual señala como el camino de la perfección al responder a la pregunta del joven: Si quieres ser perfecto, anda y vende cuanto tienes, y dáselo a los pobres y tendrás un tesoro en el cielo; ven, después, y sígueme (Mt 19,21) y éste es el camino que siguieron los discípulos, como si nada poseyesen temporalmente, pero poseyéndolo todo espiritualmente por la virtud. Con tener lo necesario para alimentarse y vestirse, ya estaban contentos.

Pero el diablo, el enemigo de la salvación humana, desde tiempos antiguos procura por medio de los hombres carnales, enemigos de la Cruz de Cristo, aficionados a lo terreno, estorbar tan piadosas como saludables aspiraciones.

Dice San Agustín: "Los hombres, las mujeres, toda edad y toda dignidad han sido transformados en vista a la vida eterna. Unos, desechando los bienes temporales, vuelan a los divinos. Otros aprueban las virtudes de quienes así proceden y alaban lo que no se atreven a imitar. Pero existen aún unos pocos murmuradores, atormentados por una envidia tonta, son los que buscan en la Iglesia sus propios intereses aunque en apariencia sean católicos; o buscan su gloria valiéndose del nombre de Cristo siendo en realidad herejes". Y bien, herejes de esta clase surgieron muchos desde antiguo y en diversos lugares, sobresaliendo con igual extravagancia Joviniano en Roma y Vigilancio en la Galia, lugares que se habían visto anteriormente libres del monstruo del error. Con manifiesta perfidia pretendía el primero equiparar el matrimonio a la virginidad, y el segundo las riquezas a la pobreza, desautorizando, en cuanto estuviese en sus manos, los consejos del Evangelio y de los Apóstoles. En efecto, si las riquezas se han de equiparar a la pobreza y el matrimonio a la virginidad, Nuestro Señor hubiese aconsejado en vano practicar la pobreza y su Apóstol guardar la castidad.

El insigne doctor San Jerónimo refutó eficazmente a ambos. Pero, como se lee en el Apocalipsis, una de las cabezas de la bestia que parecía muerta, se ha curado de su herida mortal, porque surgen en la Galia nuevos Vigilancios que de mil maneras y con toda astucia alejan a los hombres de la observancia de los consejos. He aquí sus doctrinas:

1) Ninguno debe obligarse por el ingreso a la vida religiosa, a la observancia de los consejos, sin haberse ejercitado antes en la observancia de los mandamientos.

Y con esto obstruyen el camino de la perfección a los niños, a los pecadores y a los recién convertidos a la fe.

2) Nadie debe seguir el camino de los consejos sin haber requerido el consejo de muchos.

A nadie que piense rectamente puede pasar inadvertido el grave obstáculo que acarrea esto a quienes desean alcanzar la perfección, teniendo en cuenta que los consejos de los hombres carnales, que tan numerosos son, alejan a los hombres de las cosas espirituales con mayor facilidad que para atraerlos.

3) Sus esfuerzos se dirigen sobre todo a impedir que los hombres se obliguen a ingresar a la vida religiosa.

Con lo cual quitan de por medio esa obligación que afianza al alma en su propósito de abrazar el camino de la perfección.

4) Por último procuran de mil maneras y sin ningún escrúpulo, rebajar la perfección de la pobreza.

Este malvado intento tiene un antecedente en la actitud de Faraón, quien reprendiendo a Moisés y a Aarón que querían sacar de Egipto al pueblo de Dios les dijo: "¿Cómo es que vosotros, Moisés y Aarón, distraéis al pueblo de sus tareas?" Y Orígenes comenta: "Hoy también si Moisés y Aarón, es decir, una voz profética y sacerdotal, indujese a un alma al servicio de Dios, a salir del mundo, a renunciar a todo lo que posee, a consagrarse al estudio de la ley y de la palabra de Dios, al punto oiréis decir a los amigos de Faraón, que piensan como él: Ved cómo seducen a los hombres y pervierten a los adolescentes... Estas eran entonces las palabras de Faraón; éstas repiten hoy sus amigos". Estos son los consejos, con los que no pretenden otra cosa que interrumpir la marcha de los que tienden a la perfección.

Decía Salomón que no hay consejo que valga contra Dios. Confiados, pues, en su auxilio, con armas espirituales confirmadas con el poder de Dios, procuremos rebatir estas opiniones y su arrogante presunción de levantarse contra la ciencia de Dios.

Por lo tanto, en cada uno de los puntos propuestos, procederemos en el siguiente orden:

Primero expondremos las razones en que quieren fundar su doctrina.

Procuraremos después demostrar por qué y cómo cada uno de estos puntos van contra la verdad -que es conforme a la piedad-.

Por último probaremos que las razones invocadas para confirmar sus opiniones son ineficaces y sin sentido.

 

PRIMERA PARTE

EL ESTADO RELIGIOSO
Y LA PERFECCIÓN DE LA CARIDAD


CAPÍTULO II

OBJECIONES

"Para ser admitido en la vida religiosa es necesario haber observado antes los mandamientos".

De muchas maneras quieren nuestros adversarios probar que nadie debe emprender el camino de los consejos sin haberse ejercitado antes en la observancia de los mandamientos.

1) Nuestro Salvador, cuando dio el consejo de pobreza, puso al joven la condición previa de que si quería entrar en la vida eterna, guardara los mandamientos y recién cuando le confesó haberlos observado desde su adolescencia, le dio el consejo de pobreza.

Parece por lo tanto que la observancia de los mandamientos debe preceder a la de los consejos.

2) Sobre aquel lugar de San Mateo (28,20): Enseñándoles a observar todas las cosas que os he mandado, comenta San Beda: "Orden razonable. Primero hay que enseñar al discípulo; después impregnarlo con los misterios de la fe, y recién instruirlo en la guarda de los mandamientos". Por consiguiente, el haber guardado los mandamientos en condición previa para iniciarse en los consejos.

3) En el Salmo (118,104), se lee: Por tus mandamientos he tenido inteligencia. "No digo, -comenta la glosa-, que entiendo tus mandamientos, sino: por medio de tus mandamientos, porque guardándolos llegó éste a la suma sabiduría". Idéntica conclusión.

4) Sobre aquello del Salmo (130): Como el niño recién destetado en los brazos de su madre dice la glosa: "Así como se distinguen cinco etapas en la procreación y nutrición carnal, así también en la espiritual. Primero somos concebidos en el seno; luego nos alimentan allí mismo que nos den a luz; desde entonces somos llevados en brazos de nuestra madre y alimentados con leche hasta que destetados ya nos sentamos a la mesa del padre... La Santa Iglesia observa estas cinco etapas. En efecto, en los miércoles de la cuarta semana la Iglesia concibe, por así decirlo, a sus hijos, pues en este tiempo por los exorcismos y la enseñanza de la doctrina cristiana se instruyen en los rudimentos de la fe. Después son alimentados en el seno de la Iglesia hasta el Sábado Santo en que son dados a luz por el Bautismo. Desde entonces la Iglesia los lleva en sus brazos y los alimenta con leche hasta Pentecostés. Durante este tiempo no se les impone nada extraordinario como levantarse a medianoche y ayunar. Pero una vez destetados comienzan a ayunar y a practicar ciertas cosas más dificultosas".

Muchos hay que pervierten este orden imitando a herejes y cismáticos, privándose de la leche antes de tiempo, con lo que se ocasionan la ruina. Ahora bien, es mucho más difícil observar los consejos que los mandamientos. Por consiguiente, el comprometerse a practicar los consejos sin haber practicado los mandamientos es hacer las cosas al revés y exponerse a la herejía o al cisma.

5) Lleva a la misma conclusión el orden que el Salvador observó en los milagros con que alimentó a las muchedumbres: primero sació a cinco mil hombres con cinco panes y dos peces (Mt 14). Luego a cuatro mil con siete panes y siete pecesitos (Mt 15). Los cinco mil hombres simbolizan a los que en su vida seglar saben usar rectamente los bienes exteriores, y los cuatro mil son los que renuncian completamente al mundo, agraciados con los siete panes, es decir, con la perfección evangélica, y confortados con la gracia espiritual. Por consiguiente, antes de abrazar la perfección de los consejos, es necesario nutrirse con la observancia de los mandamientos.

6) San Jerónimo dice al principio de su comentario a San Mateo: "Cuatro son las cualidades de que están estructurados los Evangelios: preceptos, mandamientos, testimonios y ejemplos. A los preceptos responde la justicia; a los mandamientos, la caridad; a los testimonios, la fe y a los ejemplos, la perfección". Por consiguiente hay que proceder de la justicia de los preceptos a la perfección de los ejemplos, la cual parece referirse a los consejos.

7) Dice San Gregorio en el libro de la Moral: "Después de su enlace con Lía, Jacob se llegó a Raquel; porque el varón perfecto se abraza primero con la fecundidad de la vida activa y se une luego con el reposo de la vida contemplativa". Ahora bien, el estado religioso, en el cual se practican los consejos, es un estado de vida contemplativa; los mandamientos en cambio, nos orientan a la vida activa. "He aquí la vida activa", dice una glosa comentando el capítulo diecinueve de San Mateo en que se enumeran los preceptos de la Ley; y sobre el pasaje del mismo capítulo: Si quieres ser perfecto dice: "He aquí la vida contemplativa". Como se ve, no hay que pasar al estado religioso sin haberse ejercitado antes en la vida activa por la observancia de los mandamientos.

8) Comentando un texto de Ezequiel, dice el mismo San Gregorio: "Nadie se hace muy bueno de repente. Quien sinceramente se convierte comienza practicando las cosas pequeñas para llegar a las grandes". Aquí parece que llama cosas pequeñas a los preceptos del decálogo y grandes a los consejos, que pertenecen ya a la perfección, pues dice San Agustín en su tratado sobre el Sermón de la Montaña: "Los preceptos contenidos en la ley se llaman pequeños; lo que dirá Cristo serán las cosas grandes". Por lo tanto, no hay que comprometerse en grandes empresas, esto es, en los consejos, sin previo ejercicio en otras menores, es decir, en los mandamientos.

9) San Gregorio (Decretis, dist. XLVIII, cap. Sicut.) dice: "A las paredes recién construidas, como sabemos, no se las carga con el peso de los travesaños antes de haberse secado; pues si recibieran este peso antes de adquirir solidez, se vendría abajo todo el edificio".

10) En el mismo lugar: "Se expone a una gran desgracia quien queriendo subir a un monte muy alto, se va por lo escarpado en lugar de ir por la pendiente más suave". Muy peligroso es pues, pretender alcanzar la tan elevada perfección de los consejos sin haberse ejercitado en los grados inferiores, o sea en los mandamientos.

11) En un orden de naturaleza, los mandamientos son anteriores a los consejos puesto que son más generales; mas no a la inversa, es decir, que sean anteriores los consejos, por cuanto se pueden guardar los mandamientos sin practicar los consejos, pero no practicar los consejos sin guardar los mandamientos...

Conclusión: Tender a los consejos sin un hábito adquirido en la guarda de los mandamientos, es pervertir el recto orden.

12) Si los consejos precedieran a los mandamientos, en manera alguna se podrían salvar quienes no practiquen los consejos, pues según este principio no podrían guardar ni los mandamientos.

Estos son los argumentos más gastados para probar que nadie puede abrazar el estado de perfección en la vida religiosa sin haber guardado habitualmente los mandamientos.