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H O M I L Í A S 

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DOMINGO XXXIV
TIEMPO ORDINARIO

CICLO A

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Durante todo el año hemos seguido el evangelio de san Mateo. Hoy es el último domingo: y también su lectura es como el resumen de toda su Buena Noticia: Cristo como Juez Universal, y el amor al hermano como tema de la confrontación de cada hombre con Él. El amor es, pues, el resumen de todo el Evangelio.

* CRISTO, REY DEL UNIVERSO

Cada año es diferente la perspectiva en la que se presenta este misterio de la realeza de Xto. Hoy no se nos ofrece en su aspecto teológico (su origen divino, por ejemplo), sino en su actuación: se le llama Rey, pero las lecturas traducen también esta realeza llamándole Pastor, Juez, Salvador.

El profeta Ezequiel anuncia que el mismo Dios se va a preocupar de su pueblo: como pastor, guía, médico, juez, liberador, reunificador... Es el aspecto que recoge el salmo responsorial, cantando a Dios como nuestro mejor pastor.

Nosotros los cristianos sabemos que esta profecía se ha cumplido perfectamente en Cristo Jesús, en quien Dios se nos ha acercado definitivamente: Pablo le presenta como el Resucitado, que ha vencido al mal, y nos comunica su nueva vida a todos. La solidaridad con Cristo es la clave de nuestra salvación; como la solidaridad con el primer Adán ha sido también la clave de nuestra humanidad. Pero Pablo tiene una perspectiva muy dinámica: el Reino de Cristo no está conquistado del todo. Vencerá progresivamente todo mal y, al final de los tiempos, entregará a su Padre el Reino completo, con todos los que han creído en Él.

Es una proyección escatológica que nos hace ver a Xto como el ya vencedor, pero que todavía no ha realizado plenamente su misión.

El "alfa" y el "omega" que gustaba a Teilhard de Chardin, la "A" y la "Z", el principio y el fin de todo. Cristo, el que da sentido a toda la historia. Él ha inaugurado el Reino, que sigue ahora en la Iglesia y en la humanidad su marcha hacia la plenitud.

La realeza de Cristo se completa con otras imágenes que nos ayudan a entenderla mejor: el Dios de Ezequiel va a curar, guiar, alimentar, librar de peligros a sus ovejas, y también las juzgará, las separará unas de otras y las reunificará. Cristo aparece como el que -después de haberse entregado totalmente por su grey, hasta la muerte- vendrá como Juez, separando a los buenos de los malos al final de los tiempos, concluyendo el ciclo de toda la historia. Le llamamos Señor, Juez, Maestro, Rey, Salvador, Mesías. Son títulos que convergen en una riquísima Persona, la de Cristo, que es la clave para interpretar y vivir la existencia de todo hombre y de todo el cosmos.

* UN EXAMEN FINAL SORPRENDENTE: A-H/SERVICIO 

La segunda idea que habría que destacar en la homilía es la evaluación final que Cristo Juez va a hacer a la humanidad, y que concluye también el evangelio de Mateo, como resumen de todo su mensaje.

El gesto de sorpresa de los buenos y los malos -en la escenificación que ha hecho Mateo de este juicio- no es extraño: el que la pregunta última sea el haber dado o no de comer a los pobres, el haber visitado o no a los solitarios... parecería en un primer momento que no está a la altura de toda la doctrina sublime del evangelio. Y sin embargo es así: el examen va a ser sobre el amor.

La palabra "amor" no sale en el evangelio de hoy: se traduce en unas actitudes que son mucho más concretas. Las famosas "obras de misericordia", que pueden tener un nombre antiguo, pero que siguen teniendo actualidad muy viva, y que además, sorprendentemente, coinciden con los programas de muchas instituciones, partidos y movimientos de nuestra sociedad: el ayudar a los débiles, el apoyar a los marginados. De eso vamos a tener que responder: ¿qué opción he hecho en mi vida: ser hermano" de los demás, o serles extraño? ¿amar, o quedar al margen? ¿de qué me he querido enriquecer: de dinero, de poder, de éxitos? ¿o de obras de amor a los más necesitados? La confrontación es clara. Todos los pueblos van a comparecer ante el Juez de la Historia, Cristo Jesús. Y como su enseñanza fundamental ha sido el amor (el amor a Dios, el amor a los hombres), la pregunta decisiva va a ser también el amor. Esta conclusión del año litúrgico es claramente educativa para todos nosotros.

Y además, la motivación que el Juez va a proponer es igualmente sorprendente: "a mí me lo hicisteis... no me disteis de comer...". Cristo se ha identificado precisamente con los más oprimidos y necesitados. Es un Rey que se solidariza con los pobres y malheridos. Los valores y contenidos de este Reino quedan muy bien enumerados en el prefacio de hoy, que conviene ya adelantar a la homilía: "un reino eterno y universal; el reino de la verdad y la vida, el reino de la santidad y la gracia, el reino de la justicia, el amor y la paz". El que hace la opción, en nombre de Cristo, por todo eso, está ya perteneciendo a su Reino, y oirá las palabras de bienvenida al final. El mundo de hoy opta por otros criterios y otras motivaciones. Los cristianos tenemos ahí nuestra razón de ser y nuestro mejor Modelo. Al final del año (y luego, al final de nuestra vida) la pregunta que ya conviene que nos adelantemos a nosotros mismos es ésta: ¿he progresado en el amor, en la justicia, en la fraternidad? ¿he dado de comer, visitado, ayudado... a Cristo en la persona de los hermanos? Esta es la clave de su Reino y de nuestra pertenencia a él.

J. ALDAZABAL
MISA DOMINICAL 1981/22
 

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