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Ya
en el tiempo pascual las lecturas de un domingo nos hablaban del Buena
Pastor, con mayúsculas. Hoy se repite en parte el mismo tema,
pero más bien se podría orientar la reflexión hacia el
"buen pastor", con minúsculas: aquellos cristianos que,
dentro de la comunidad eclesial, de un modo o de otro participan
del servicio pastoral para con los demás, imitando y
representando a Cristo Jesús.
El
tema es parecido al del domingo pasado: entonces leíamos el envío de
los doce, hoy su vuelta. Pero hay matices distintos. Y el domingo
que viene leeremos la escena en la que desemboca la de hoy: la
multiplicación de panes para la muchedumbre.
-Los
malos pastores.
Hay
veces en que es la gente la que murmura de la actuación de sus
pastores. Pero hay otras en que el que protesta es el mismo Dios.
Las
lecturas de hoy nos han puesto primero el contraste: Jeremías, de parte
de Dios, se queja del modo de actuar de los pastores de su pueblo.
Como en otras páginas proféticas (por eje. de Ezequiel) Dios
denuncia que los falsos pastores se buscan y predican a sí
mismos, que buscan su propio interés, y no el de las ovejas,
descuidando su deber: "dispersasteis mis ovejas, no las
guardasteis"...
Dios
promete que suscitará a uno que sí cumplirá lo que se pide a un buen
pastor (cfr. la primera lectura y el salmo). Nosotros vemos en
Cristo la imagen perfecta de este Pastor. Pero también nos damos
cuenta que el mismo Cristo ha suscitado y enviado a otros
pastores, para los cuales va también el aviso de las tentaciones que
les acechan.
-La
vuelta de los "aprendices de pastor".
La
escena del evangelio de hoy es muy sencilla pero llena de matices
humanos y significativos.
Los
doce, de vuelta de su primer envío (de dos en dos) cuentan a Jesús lo
que han hecho. No se nos dice si prevalecían los éxitos o los
fracasos. Pero es interesante que revisen su primera experiencia
de pastores junto a Cristo, y en grupo. El que tiene la tarea
pastoral o se dedica al servicio de los demás necesita el reposo de la
oración, de la contemplación junto a Cristo: reponer fuerzas,
profundizar motivaciones, discernir sus actuaciones.
Y
hay un gesto muy humano de Jesús: les invita a descansar, en la
soledad. El también sabe lo que es la fatiga y busca a veces la
soledad (en el monte, en el campo, o de noche). No es bueno el
"stress", aunque sea espiritual. "No tenían tiempo ni
para comer". Todos los que trabajan, también por el Reino,
necesitan una cierta serenidad, y equilibrio mental y psíquico.
Otra
cosa es que lo consiguieran. Fracasó este intento de retiro espiritual,
porque la gente les siguió agobiando con su presencia.
-Las
cualidades de un buen pastor.
De
nuevo, hoy, las lecturas se prestan a un examen de conciencia que
empieza precisamente por el que está predicando, porque el mensaje
va para aquellos que Cristo ha puesto como pastores en su
comunidad. Pero la lección va también para todos los que
trabajan en equipo, con un grado mayor o menor de
corresponsabilidad, para bien del pueblo de Dios o como testigos
evangélicos.
No
creo que sea violentar la organización de las lecturas el aprovechar,
de la segunda de hoy, lo que Pablo afirma de Cristo y aplicarlo a
todo aquél que quiere imitarle en su tarea pastoral: que ha de
ser lazo de unión, tender puentes, y facilitar el diálogo. Ser persona
de paz, de reconciliación. Precisamente porque estamos
reconciliados por Cristo, y porque El ha roto murallas y
divisiones, debemos saber favorecer la unidad en la comunidad. Los
pastores malos "dispersan" (1. lectura). Los buenos reúnen,
ayudan a superar las muchas divisiones (algunas por motivos bien
tontos) que amenazan siempre a la comunidad eclesial, grande o
pequeña.
Una
cualidad esencial al buen pastor es su entrega total, su disponibilidad
desinteresada. En contraste con los malos pastores que se buscan a
sí mismos, aparecen hoy esos buenos "aprendices de
pastor" que son todavía los apóstoles, totalmente entregados a
su misión, sin tiempo ni para comer: dedican el tiempo a los
demás. Y cuando se les ofrece tiempo para ellos mismos, en el
descanso, saben renunciar a él, siguiendo el ejemplo de Jesús:
siguen atendiendo a la gente, con calma, sin hacerse de rogar.
Tener
tiempo para los demás es el colmo de una vocación pastoral en la
Iglesia. Con lo que supone de renuncia a los propios planes y
horarios. El buen pastor está al servicio de los demás.
Claro
que en todo esto lo que intenta hacer un pastor es seguir el ejemplo de
Cristo Jesús, que puede recomendar estas cosas porque las cumple
a la perfección El mismo. En la introducción al Misal se le dice
al que preside una Eucaristía que "debe servir a Dios y al
pueblo... e insinuar a los fieles, en el mismo modo de comportarse y de
anunciar las divinas palabras, la presencia viva de Cristo" (IGMR
60). Es un buen programa de actuación pastoral.
-Todos
somos un poco pastores al servicio de los demás.
La
aplicación de la homilía no sólo va para los pastores en cuanto
ministros ordenados de la comunidad. Todos los cristianos, en
mayor o menor grado, y cada uno en su ambiente, tenemos la
responsabilidad de ayudar a los demás, con nuestro testimonio y con
nuestra acción: unos padres que educan a sus hijos en la fe, un
joven que da testimonio ante sus amigos, los que forman parte de
los diversos grupos de animación de una parroquia (liturgia, atención
a los enfermos, etc.): todos somos misioneros y apóstoles. Las
cualidades que aquí aparecían como exigidas a los pastores, van
para cada uno de nosotros. Incluyendo toda clase de autoridad
(también social, económica o política) que podamos tener, y que
debemos interpretar y vivir como servicio, y no como usufructo
aprovechado.
El
mundo de hoy sigue estando desorientado, "como ovejas sin
pastor". Y Cristo quiere que todos los cristianos ayuden a
esta humanidad a encontrar los caminos de verdad y felicidad, de
paz y de verdadero progreso, que todos buscan, en medio de la maraña
de ideologías, promesas, movimientos religiosos y mesianismos que
nos interpelan.
J.
ALDAZABAL
MISA DOMINICAL 1988, 15
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