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HOMILÍAS MÁS PARA EL DOMINGO XV DEL TIEMPO ORDINARIO
15-23
H-15.
EL CRISTIANO ACOGE PARA ESPARCIR: ES CAMPO Y SEMBRADO A LA VEZ
Un día, salió Jesús de casa y se sentó junto al lago. Y acudió a él tanta gente que tuvo que subirse a una barca; se sentó y la gente se quedó en la orilla. Les habló mucho rato en parábolas: «Salió el sembrador a sembrar. Al sembrar un poco cayó al borde del camino; vinieron los pájaros y se lo comieron. Otro poco cayó en terreno pedregoso, donde apenas tenía tierra, y como la tierra no era profunda, brotó enseguida; pero en cuanto salió el sol, se abrasó y por falta de raíz se secó. Otro poco cayó entre zarzas, que crecieron y lo ahogaron. El resto cayó en tierra buena y dio grano; unos, ciento; otros, sesenta; otros, treinta. El que tenga oídos que oiga».
Jesús define al sembrador como quien poseyendo y conociendo la semilla la esparce, la da a conocer sin estudiar previamente el terreno, o habiéndolo estudiado y conocido no desiste en sembrar en todas partes por encima y a pesar de sus juicios de valoración. La responsabilidad del sembrador se salva haciendo que la semilla llegue a todas partes, su quehacer es para todos, sin hacer acepción de nadie. Para él no cuentan los resultados, los éxitos o fracasos, cuentan los esfuerzos. Su estrategia de trabajo será ver cómo llega al máximo sin desvirtuar ni maltratar la semilla. Correrá el peligro de querer ver los resultados rápidamente y esto sería nefasto, pues se vería empujado por su afán de éxito a callar, o disimular, algún aspecto de la semilla, del mensaje, compraría así el éxito con una media mentira. Otro peligro del sembrador será tener en consideración sus juicios sobre el campo, sus juicios sobre el auditorio, entonces podría sufrir la presión/tentación de acoplar la semilla al campo, el mensaje al auditorio; en este caso estaría comprando el éxito con medias verdades.
Podríamos afirmar que el genuino sembrador más que poseer la semilla es el que está poseído por ella, entonces le es más fácil mostrarse a sí mismo como instrumento de trasmisión al esparcirla, entregarla completa y sin manipulaciones. Al sembrador no se le permite hacer acepción de campos. En el apostolado no se puede desesperar de nadie, ni excluir a nadie, pues poco cuenta su pasado o su presente, lo que cuenta es su porvenir, su futuro.
No se debe responsabilizar al sembrador ni a la semilla de que ese futuro sea o no fructífero, sino al terreno . Esto es así cuando el sembrador se deja poseer y fecundar por la semilla y la entrega a su vez sin manipular o matizar por su carácter, su carisma, o interés.
Pretender hablar en nombre de Dios es muy peligroso, pues con facilidad uno se pasa a hablar en nombre propio sin darse cuenta. ¡Ojo con los profetas! Es fácil sentirse profeta sin serlo.
La eficacia de una labor apostólica depende en primer lugar de que se realice. No basta dar como realizado lo pensado o programado. La siembra depende del que la realiza, pues nadie va a sembrar en su lugar, y cuando la lleve a término no podrá hacer acepción de campos, de personas.
La eficacia de una labor apostólica depende en segundo lugar de la semilla, que sea auténtica y que no esté manipulada. Y por último, la eficacia de una labor apostólica depende del terreno donde cae, de la disposición del auditorio.
Para la implantación y fructificación se necesitan tres factores: el que siembra, lo que se siembra y donde se siembra.
Ni sembrador ni semilla pueden operar milagro alguno por sí mismos, aunque se trate de un buen sembrador y de una buena semilla; se necesita un buen terreno. (Es preciso que la palabra sea inspirada y que el Espíritu inspire a su vez al que la escucha). El que recibe la semilla necesita encontrar la misma inspiración del mensaje y del mensajero.
La semilla fructifica allí donde supone un enriquecimiento para el terreno, un reto, una felicidad. La semilla no puede fructificar donde no se le presta atención, (los pájaros se la comen), ni donde supone riesgo, miedo o competencia para los planes inmediatos, (las zarzas se la comen). O donde no hay suficiente disciplina, ascesis, como para desterrar las piedras que impiden enraizar. Es el mismo campo quien tiene que trabajarse a sí mismo, es responsabilidad suya aprovechar la inspiración que le viene con la semilla para adquirir la debida sazón.
No se puede mantener en pie un cristianismo, una iglesia, ni establecer el Reino de Dios a base exclusivamente de predicación, donde las gentes reciben y reciben incansablemente sin contrapartida alguna. Los frutos que se esperan del campo es el cambio en profundidad, la conversión.
Cuando la semilla no puede fructificar la crisis está servida, difícilmente se puede crecer como persona.
Asústate si con el tiempo, en ti, no hay resultados. (No basta poseer el Sol o la luz si no somos capaces de alumbrar a nadie. No basta con poseer la semilla, conocerla y guardarla; no es un objeto coleccionable).
Quien recibe la semilla ha de incorporarla a su propia vida sin desfallecer ni buscar excusas o disculpas.
Si no dejas germinar la semilla en ti es que estás muy ocupado en otras cosas que llenan tu campo, tu vida; si esas cosas que ocupan tu vida le dan sentido: enhorabuena. Si además de ocupar tu vida te dejan vacío, es lamentable.
En mi caso particular cuando no dejo existir en mí a la semilla es señal de que estoy hipotecado y enajenado, ni existo yo mismo. Miles de asuntos me quitan la soledad y no me dan compañía. Miles de asuntos llenan mi vida dejándola vacía. Ando atareado pero no para autorealizarme sino para autodegradarme.
Hay momentos en que uno pierde su identidad interna, que es incapaz de definirse por lo que es, y entonces el activismo, las mil y una ocupación, las zarzas que llenan el campo, es el único medio al alcance para confirmarse en su propio valor. Para él lo que hace lo es todo y no deja que otros hagan por él o en él mismo. No dejas enraizar en ti la semilla. El cristiano tiene que relativizar, en nombre de Dios, todo aquello que llena su campo y se arenga un valor absoluto.
Sólo dejan fecundar la semilla los hombres ebrios de Dios que quieran consumar la historia en la eternidad. La historia es renovada por aquellos que la superan soñando y deseando que «venga su reino». Éstos son a la vez campo y sembrador, evangelizadores y evangelizados.
BENJAMIN OLTRA
COLOMER
SER COMO DIOS MANDA
Una lectura pragmática de San Mateo
EDICEP. VALENCIA-1995. Págs. 73-75
H-16.
La hermosa figura que presenta el profeta Isaías acerca de la lluvia, en la primera lectura, anticipa de algún modo la idea del Evangelio: el agua cae a la naturaleza y la fecunda así como la semilla cae en tierra para volvese fecunda. La Palabra llega a los corazones y entra en ellos y así cumple su finalidad de dar vida, de comunicar aquello que solamente Dios puede dar: la verdadera vida.
Desde su propia experiencia, la primera comunidad de discípulos interpretó esa agua fecunda y esa semilla prometedora de vida en la persona de Jesús de Nazaret: el Verbo de Dios, la Palabra liberadora que organizó la vida por sobre el caos inicial; la Palabra por la que fueron creados cielos y tierra, y por la que fueron rescatados tras la prevaricación del egoismo humano.
El salmo nos hará repetir en forma de letanía tras cada verso que la misericordia de Dios llena la tierra y se manifiesta al penetrar en nuestra vida para fecundarla.
Pero en el Evangelio hay unas palabras que pueden parecer enigmáticas respecto al estilo de predicación de Jesús. La semilla esparcida por doquier muchas veces cae en terrenos inhóspitos. Hay una resistencia tenaz a dejarse penetrar por la Palabra. Hay una ceguera generalizada y una sordera abrumadora que impiden ver y escuchar aunque aparentemente se mire y se oiga. Jesús afirma que habla en "parábolas", precisamente para dirigirse a la libertad de sus oyentes: ni la evidencia del argumento apabullador, ni la invitación taxativa del que obliga: la parábola es un género literario y discursivo que solamente pueden interpretar, no los sabios de este mundo, sino los que están abiertos con sencillez hacia la verdad.
Este término griego se encuentra unas cincuenta veces en el Nuevo Testamento y casi siempre se refiere a un método de enseñanza usado por Jesús. Era, sin duda, un método de instrucción popular muy en boga, estimado y frecuentemente empleado en Israel. Por su misma naturaleza, la parábola tiene cierto carácter enigmático que si bien excita la atención de los oyentes, requiere una interpretación personal. Los estudiosos de la Biblia afirman que este tipo de predicación fue usado por Jesús, preferentemente al referirse al Reino de Dios, porque la grosera y miope visión del pueblo y las autoridades religiosas judías acerca de ese tema impedían una exposición clara y contundente. Jesús y los judíos de ese tiempo tenían un concepto diametralmente opuesto respecto al Reino de Dios: lo confirma, incluso, la tardía y contumaz pregunta de los propios discípulos tras la resurrección: "¿Es ahora el tiempo en que vas a restablecer el reinado de David?". Una propuesta del Reino, tal como Jesús lo entendía, hubiera sido quitar las vendas de los ojos a una persona para dejarla mirando directamente al sol. El género parabólico permitía revelar la verdad de una propuesta dejando a los oyentes la libertad de la interpretación y la acogida. La historia siguiente nos confirmará que los sabios y prudentes de este mundo no pudieron entender nada, y que los sencillos y pobres en conocimientos y bienes materiales pudieron entender que el Reino era como una semilla, que para crecer y desarrollarse necesita por lo menos unos palmos de buena tierra, es decir, de buena voluntad.
Para la revisión de vida
Dios ha sembrado su palabra en mi vida. ¿Cómo la he acogido yo? ¿Se ha secado o ha fructificado? ¿Cuánto, cómo?
Para la reunión de grupo
- La palabra humana, mi propia palabra, es ineficaz muchas veces; no así la Palabra de Dios, que siempre se cumple. ¿Confío yo en esa palabra cuando me habla de injusticia, de que los pobres son los primeros, de que hay que compartir, de que el que da su vida es el que la gana...?
- Dice san Pablo que "la creación entera gime con dolores de parto". ¿Vivo yo ya con la certeza de que, la victoria sobre la muerte que todos anhelan, nosotros la tenemos ya en las manos gracias a Cristo resucitado, o me puede la falta de esperanza?
- ¿Dejo que la Palabra de Dios llegue a mi vida, día a día, y fructifique? ¿Escucho esa Palabra con atención o soy más dado a que mi oración sea mucha verborrea por mi parte? ¿Colaboro para que esa semilla siga fructificado en el mundo?
Para la oración de los fieles
- Por toda la Iglesia, para que su palabra sea veraz y eficaz como lo es la Palabra del Padre. Oremos.
- Por todos aquellos que desprestigian sus palabras con sus hechos, para que recapaciten y hagan que su vida sea coherente con lo que anuncian y prometen. Oremos.
- Por todos los que tienen la misión de predicar el Evangelio, para que anuncien una fe viva, liberadora, salvífica y transformadora de personas y sociedades. Oremos.
- Por todas las personas que trabajan para dar a luz un mundo nuevo y mejor, para que continúen en la lucha sin desfallecer. Oremos.
- Por todos los que sufren por cualquier causa, para que la Palabra de Dios siembre en ellos la paz y la esperanza. Oremos.
- Por todos nosotros, para que tengamos cada día más abiertos el oído y el corazón a la palabra de Dios. Oremos.
Oración comunitaria
Señor, que la luz de tu Palabra sea siempre guía en nuestra vida; y que tu amor germine en nosotros para que así podamos dar frutos de vida entre nuestros hermanos, de modo que todos alcance la libertad, el gozo y la paz. Por Jesucristo.
SERVICIO BIBLICO LATINOAMERICANO
H-17.
- Saber escucharnos
Hay una cualidad humana nada fácil, mucho menos frecuente de lo que sería de desear. Y, sin embargo, importantísima, decisiva para la convivencia, para poder ayudarnos a alcanzar unos y otros aquel nivel de felicidad que Dios Padre quiere para todos. Me refiero a la cualidad de saber escuchar. De saber escuchar a los demás. Con interés, con atención, con respeto, con afecto. Todos sabemos que con frecuencia no nos es fácil, pero es condición y fruto de un amor real. Las dos cosas al mismo tiempo: condición y fruto. Si no sabemos escucharnos, no puede circular una corriente de amor y cariño; y, al mismo tiempo, todo amor auténtico se demuestra si hay escucha mutua.
Por ejemplo. Saber escuchar los padres a sus hijos adolescentes, aunque estos hablen a veces agresivamente (y viceversa, claro está: saber los hijos adolescentes escuchar a sus padres aunque les cueste entender sus razones). Saber todos escuchar a los ancianos, con interés, aunque pensemos que se repiten (escucharles con interés real, no con atención fingida). Saber escucharse también los esposos, incluso tras muchos años de convivencia que llevan a suponer que ya lo saben todo uno de otro (quizá se supone eso porque se ha dejado de escuchar con interés y también con buen humor). Y tantos otros ejemplos que podríamos recordar.
- Saber escuchar a Dios
He pensado que podíamos iniciar hoy este comentario recordando el gran valor humano -y cristiano, claro está- del saber escuchar, porque en el evangelio que hemos proclamado probablemente las palabras que se repiten más son escuchar, oir.
Muchas veces, cuando comentamos esta parábola del sembrador, insistimos en lo decisivo que es que cada uno de nosotros sea "tierra buena" para que la semilla que Dios siembra en todos pueda dar fruto abundante, respondiendo al anhelo y la esperanza de nuestro Padre.
Sin duda, esta disposición personal a acoger la palabra de Dios, su semilla de vida, con corazón abierto, con profundidad, quitando obstáculos, es muy importante. Pero no olvidemos que hay un paso previo, también decisivo según las palabras de Jesús: el que querer y saber escuchar la palabra que Dios nos dirige.
- Lo que nos perdemos si no escuchamos
Decíamos antes que sabernos escuchar de verdad unos a otros, con frecuencia nos es difícil. No lo practicamos por pereza, comodidad, egoísmo. Y eso nos perdemos: perdemos la posibilidad de enriquecernos personalmente con lo que de los demás podríamos recibir; perdemos la oportunidad de conocernos y apreciarnos mucho más.
Igualmente ante Dios. No sabemos lo que nos perdemos por no escucharle con atención, interés, afecto. Si no escuchamos su palabra de vida que nos llega sobre todo a través de su Hijo Jesús (él es, personalmente, la Palabra de Dios). Que nos llega a través de toda la revelación (por ejemplo, cada domingo, en las lecturas que proclamamos). Pero también si no sabemos escucharle a través de tantos otros modos como en la realidad actual de nuestra vida, Dios nos habla. La bondad, la generosidad, la disponibilidad, de tantos de nuestros hermanos y hermanas que nos rodean, son palabras llenas de contenido que Dios nos dirige. O los hechos alegres -y también las pruebas, las dificultades- son puentes de diálogo que Dios nos tiende.
Repito: no sabemos lo que nos perdemos si no sabemos escuchar.
* * *
Podríamos hoy, en esta Eucaristía, pedirle esto a nuestro Padre amoroso. Que aprendamos a escucharle a él, que aprendamos a escucharnos unos a otros. Con una oración que se basa en un hecho que es nuestra gran confianza: quien, ciertamente, siempre nos escucha, con atención e interés, es él, Dios nuestro Padre.
EQUIPO
MD
MISA DOMINICAL 1999/09 45-46
H-18.
LECTURAS DEL DÍA
Isaías 55,10-11: "Como descienden la lluvia y la nieve desde el cielo y no vuelven allá, sino después de empapar la tierra, de fecundarla y hacerla germinar..., así será mi palabra que sale de mi boca".
Carta a los romanos 8,18-23: "Los sufrimientos de ahora no son comparables a la gloria que se ha de manifestar en nosotros... La creación expectante está aguardando la plena manifestación de los hijos de Dios... También nosotros, que poseemos las primicias del Espíritu, gemimos en nuestro interior anhelando la adopción filial, la redención de nuestro cuerpo".
Evangelio según San Mateo 13,1-23: "Salió el sembrador a sembrar... Unas semillas cayeron al borde del camino... Otras en pedregal... Otras entre zarzas... Otras en tierra buena y dieron fruto: una ciento, otra sesenta, otra treinta".
Primera lectura: La palabra viva y eficaz de Dios
1. Israel vivió la cultura oriental de la palabra fácil e imaginativa. El Dios de los profetas y de Jesucristo quiso encarnarse por ello en el itinerario humano de la palabra y asumió la palabra profética como salvoconducto para entablar una comunicación amistosa con su pueblo. A diferencia de los dioses paganos, el "Dios escondido" de Isaías tuvo a bien revelarse a través de la débil y contingente palabra humana, sin menoscabo alguno de su insondable trascendencia.
2. Como escaparate privilegiado del hombre, la palabra bíblica constituye la expresión de la personalidad en todas las facetas del complejo e irrepetible misterio personal. En la palabra se complementan mutuamente el ser y la acción: el hombre que relata los acontecimientos, manifiesta al mismo tiempo su interioridad y provoca la reacción del interlocutor. La palabra es el lugar del encuentro humano con el mundo y con la sociedad.
3. Desde esta perspectiva comunicativa e interpelante de la palabra, podemos entender el carácter vivo y eficaz de la palabra de Dios como encuentro de comunión con el hombre: realiza lo que dice, es a la vez revelación y salvación. Como la lluvia que fecunda y hace germinar la tierra, como la espada cortante de doble filo (Heb 4,12).
Segunda lectura: Sufrimiento en esperanza
1. La densidad de la palabra sirve para expresar la no menos densa realidad humana; en este caso, la estrecha solidaridad entre el universo y la humanidad, de hondas raíces bíblicas. Late de fondo una teología de la fraternidad entre el hombre y la creación, tal como se desprende desde las primeras páginas bíblicas.
2. Este pensamiento sería desarrollado posteriormente por la teología apocalíptica, de la que Pablo es ahora deudor. El creyente sabe que su esperanzado destino, asociado al del mundo creado, pasa necesariamente por las duras pruebas y contradicciones del presente, consecuencia del desajuste moral y del consiguiente desequilibrio ecológico en que vive. De ahí que recurra a las catástrofes y cataclismos de la naturaleza para expresar en toda su crudeza su propia vivencia desgarradora.
3. Pero es consciente igualmente del amor de Dios derramado en los corazones por el Espíritu y, en el crisol de los sufrimientos, sabe madurar y apuntalar su firme esperanza en la salvación alcanzada por Cristo Jesús (Rm 5,3-5). Aunque gime con dolores de parto en medio de sus penalidades, espera también compartir, en comunión con toda la creación, la liberación definitiva de los hijos de Dios.
4. Liberación que afecta a todo su ser y por tanto también a su cuerpo. Por ello asume y valora su condición encarnada como campo de rescate y de redención. A imagen del Resucitado, espera la transformación radical de su humilde condición, lo mismo que la naturaleza, con la que comparte su condición de creatura de Dios y con la que comulga sobre todo por las sensaciones de su realidad corporal.
Evangelio: A pesar de todo, habrá cosecha
1. Enraizado en la antigua tradición agraria del pueblo de Israel, recogida en el salmo responsorial, el hombre bíblico ha dejado siempre patente su sintonía y comunión con la tierra madre que le vio nacer y le da la vida. Acude por ello una vez más a la naturaleza, presente ahora en la imagen agrícola del sembrador, para vehicular el sentir del pueblo cristiano.
2. Nos ceñimos a Mt 13,1-9 para no mezclar planos (el resto del texto es una alegorización posterior de la iglesia; Jesús no solía aplicar a la predicación la imagen de la siembra sino la de la recolección). En la parábola original contrastaban inesperadamente los buenos resultados de la cosecha con las pesimistas previsiones de la dificultosa siembra. La recolección final acababa superando con creces todas las expectativas.
3. Otro tanto ocurre en la vida. Aunque parezcan vanos tantos esfuerzos, Jesús confía en la obra de Dios y rebosa esperanza a pesar de las oposiciones y contrariedades presentes. Sabe que el reino de Dios, más allá de las apariencias y las impaciencias, sigue calladamente su camino. Tampoco sus discípulos han de desfallecer ante tantas resistencias y fracasos, pues han depositado en Dios su confianza. La misión cristiana nunca podrá encontrar excusas para desconfiar de la siembra, por muy infructuosa que parezca.
¿Vacunados contra el desaliento?
1. La madre naturaleza, a pesar de la violencia a que se ve sometida por el hombre, sigue siendo su mejor aliada en el camino de la vida. El hecho de compartir con ella la bondad de la creación y su destino final supone para el cristiano una insoslayable invitación a la esperanza; es el escenario puesto por Dios al hombre como referencia ineludible de su presencia. En su ciclo de muerte y vida, preludio en otro plano del acontecimiento pascual de Jesús, abandera ante el mundo la paradójica utopía del reino frente a toda tentación de indiferencia y desánimo.
2. El hombre que ama realmente la vida no puede divorciarse de su connatural comunión con la naturaleza. De otro lado, ha de ser capaz de superar en cuanto cristiano una primera lectura superficial y negativa de los hechos para contar, a corto o largo plazo, con las semillas del reino que crecen bajo tierra. Llamado a engrosar el capital comunitario de la esperanza, será precisamente en las contrariedades donde haya de probar la autenticidad y entereza de sus convicciones religiosas.
A Ti nos dirigimos, Señor, desde el regazo de nuestra madre tierra, con la que compartimos el destino común de nuestra tensa y ansiada liberación. Tú que haces llover sobre buenos y malos, danos la fe suficiente para confiar también en la eficacia de tu Palabra. Que nunca dudemos de la cosecha de tu reino cuando los pedregales, abrojos y estíos parecieran augurar el fracaso de la siembra. Y en medio de las pruebas que nunca nos falte la tenacidad y generosidad de nuestro padre Abraham, quien esperó contra toda esperanza.
Juan
Huarte Osácar. O. P.
Comunidad "Virgen de la Vega"
19.
Excelente
el ejemplo de Cristo que se sienta junto al lago y con paciencia predica...
Nexo entre las lecturas
La liturgia de este día se mueve como un péndulo entre dos verdades
importantes. De una parte se subraya la eficacia de la Palabra de Dios. Todo
aquello que Dios dice es verdadero y encontrará su cumplimiento en el momento
oportuno. Ella, la Palabra de Dios, desciende desde el cielo como lluvia que
empapa y fecunda la tierra (1L). Por otra parte, aparece la necesidad de que el
terreno esté bien preparado para acoger la semilla y producir fruto. Aunque el
sembrador siembra a voleo y con auténtica generosidad y a pesar de que la
semilla tiene una virtualidad propia, se requiere que la tierra esté preparada
y bien dispuesta (EV). El tema es de grande interés, se trata de la colaboración
entre la gracia de Dios y la aportación de la libertad humana. Una comprensión
exacta y profunda de la liturgia de este día, nos conduce sin duda a una vida
cristiana más auténtica y más comprometida, fundada ciertamente en la
eficacia de la Palabra de Dios, pero al mismo tiempo responsable de los dones
recibidos y de la necesidad de producir fruto. Por su parte, el texto de la
carta a los romanos nos muestra que la creación entera está expectante
aguardando la plena manifestación de los hijos de Dios. Nos encontramos en una
situación paradójica: el hombre ha sido ya salvado y redimido por la obra de
Cristo, pero aún le queda peregrinar en la tierra hacia la posesión plena de
Dios. "Ya, pero todavía no". La imagen de un parto que entraña
simultáneamente gozo y dolor, expresa adecuadamente la situación del
cristiano: posee las primicias del espíritu, pero gime hasta llegar a la
redención de su cuerpo (2L).
Mensaje doctrinal
1. La Palabra de Dios es eficaz. La Palabra de Dios revela, pero al mismo
tiempo obra aquello que revela. Ella es verdadera y es eficaz. Esta segunda
característica es la que aparece más claramente en el texto del deutero Isaías
que hoy consideramos. La imagen, tomada de la vida del campo, es particularmente
sugestiva y penetrante: la lluvia y la nieve caen del cielo, pero antes de
tornar nuevamente allá, fecundan la tierra y producen un fruto abundante. De
igual modo la Palabra de Dios desciende del cielo, pero no torna sin llevar un
fruto. Esta afirmación es altamente consoladora para quien tiene en suma estima
la Palabra de Dios y medita en ella " día y noche". Podemos afirmar
que toda la Biblia está penetrada de esta verdad. En ella se funda la esperanza
del pueblo, sobre todo en los momentos de mayor angustia y adversidad, pues la
Palabra de Dios no puede quedar incumplida. El texto de Isaías se encuadra en
la dura prueba del exilio, ante ella Israel medita la promesa del Señor: Dios
ha prometido la liberación del exilio como un nuevo éxodo; no se puede dudar
de que esto tendrá lugar porque Dios cumple aquello que dice. Su palabra no es
vana sino eficaz. Esta Palabra posee además una dimensión creativa. Produce
una nueva realidad que no existía y hace nuevas todas las cosas.
El salmo 32 explica esta verdad:
Por la palabra de Yahveh fueron hechos los cielos
por el soplo de su boca toda su compañía.
Pues él habló y fue así,
mandó él y se hizo.
Sal 33, 6,9.
Así la Palabra de Dios es creadora. Creadora de la historia, especialmente de
la historia salvífica. En cada instante tiene el poder de crear, de dar la
vida, de ofrecer la salvación. En realidad esta Palabra de Dios es su plan salvífico
es la expresión de su amor que se ha concretado en su alianza con Abraham (la
promesa de una descendencia numerosa - y la promesa de la tierra) con Moisés
(la Alianza sinaítica constituye el pueblo y hace presente la cercanía del Señor).
Esta alianza encuentra su máxima expresión en Jesucristo, la Palabra de Dios
encarnada. Él nos manifiesta el amor del Padre y nos envía su Espíritu para
llevar a cumplimiento el plan de salvación en su cuerpo que es la Iglesia.
2. El sembrador y la esperanza. La experiencia humana nos demuestra que
junto con la siembra nace la esperanza del sembrador. La siembra tiene su origen
y raíz en la esperanza, pues nadie sembraría si no tuviera la confianza de
recoger un fruto; pero al mismo, la siembra alimenta la esperanza. Al ponerse a
trabajar el sembrador en la preparación de la tierra y en el esparcimiento de
la semilla, su espíritu se llena de esperanza y de gozo al ver en el futuro
realizada la promesa de su trabajo. De este modo el sembrador tiene su mirada
puesta, no tanto en los trabajos presentes, llenos de fatiga y sudor, sino en el
futuro que promete una valiosa cosecha.
La fecundidad de la que nos habla la parábola del Señor es simbólica. En
realidad en los terrenos de Palestina la fertilidad de la tierra arroja al máximo
el diez por uno. Hablar por la tanto, del treinta, sesenta y cien por uno,
supone una fertilidad que supera con mucho las posibilidades de la tierra misma
y posee un carácter simbólico. Ahora bien, el sembrador lanza su semilla a
voleo y sabe que parte de su semilla se pierde, cae en tierra infértil, se
queda al margen del camino, se la comen los pájaros, cae entre piedras y
espinos... Sin embargo, no por ello deja de sembrar; muy por el contrario,
cuanto mayor pueda ser el riesgo de que el terreno no produzca todo lo deseado,
tanto mayor será el cuidado de sembrar con la mayor de las artes posibles. Mal
sembrador sería el que guardase la semilla en el saco por temor de los
peligros. Debe enfrentar con entereza de ánimo los riesgos del terreno y debe
seguir sembrando, pues únicamente con una siembra generosa se puede esperar una
cosecha ubérrima.
Lo espléndido de la parábola es que no obstante que el terreno es irregular y
no ofrece excesivas garantías, el sembrador lanza su semilla y, algunos meses más
tarde, la semilla empieza a producir su fruto, en algunos casos treinta en otros
sesenta y en el cien por uno. Ello confirma que el sembrador tenía razón en
sembrar con generosidad y grande sacrificio. Era preciso no ahorrarse esfuerzo
alguno y aprovechar con inteligencia el tiempo disponible. Un sembrador que,
previendo que parte de su semilla quedase fuera del camino, renunciase a sembrar
y a intentar nuevos caminos, obraría insensatamente. No manifestaría plena
confianza en el poder de la semilla para vencer los obstáculos y crecer,
incluso en aquellos lugares donde la tierra no asegura ni el treinta por uno. En
realidad, el sembrador no puede dejar de sembrar. Es aquí donde se revela la
profundidad de vida de esos hombres, los santos, que no se conceden descanso en
su labor apostólica. Nos sorprende ver cuántas y cuan valiosas obras han
puesto en pie en un arco relativamente corto de tiempo. Pensemos en santo Tomás
de Aquino y la Suma de Teología por ejemplo, o en san Juan Bosco que en poco
tiempo puso en pie innumerables instituciones en favor de los jóvenes. El mundo
está en espera de la manifestación de los Hijos de Dios.
Sugerencias pastorales
1. Hay que vivir sembrando. Hay algunos que ante las dificultades de los
tiempos presentes se echan atrás, pierden el sentido de su existencia, se dejan
arrebatar por el miedo y la inhibición en la práctica del bien. La liturgia de
este día nos invita más bien a lo contrario: a confiar en la eficacia de la
palabra.
Espontáneamente viene a nuestra mente la exhortación del apóstol de las
gentes: Proclama la Palabra, insiste a tiempo y a destiempo, reprende, amenaza,
exhorta con toda paciencia y doctrina. 2 Tm 4,2. Proclama la Palabra, sé un
buen sembrador, no te reserves tiempo ni energías. En tu esfuerzo de hoy está
tu esperanza del mañana. En tu lucha cotidiana, está el descanso de una vida
eterna con Dios y una fecundidad espiritual que supera con mucho las cualidades
mismas del terreno. Insiste a tiempo y destiempo, es decir, siembra a manos
llenas. Ten confianza en la semilla, prepara el terreno, aprovecha el día,
porque la vida es corta y la eternidad ya ha comenzado.
Ninguno de los sacerdotes prisioneros en Dachau durante el último conflicto
mundial imaginó ni siquiera de lejos que su testimonio de vida, de amor a la
eucaristía, de caridad cristiana, vencería el odio del adversario, rompería
las alambradas de espinas y los campos de concentración y daría frutos en
cientos de sacerdotes que vienen detrás iluminados por su fidelidad y
testimonio. La semilla había caído en el surco y empezaba a fructificar.
2. Es necesario preparar el terreno. La parábola del sembrador invita
espontáneamente a hacer examen de la propia vida. ¿Qué tipo de terreno soy
yo? ¿Qué tipo de terreno ofrezco a la semilla que Dios pone en mi alma? Sería
de desear que en este día entráramos al fondo del alma y nos decidiésemos con
sinceridad a ser buen terreno, a cultivar nuestra alma, quitando piedras y
espinos, es decir, pasiones desordenadas, vicios y pecados. La palabra de Dios
suena en nuestra alma como campana que toca a rebato, es decir, como invitación
para reunir las fuerzas espirituales de frente al enemigo de nuestra alma (el
orgullo, el amor propio, el demonio, el mundo) y preparemos el terreno con la
gracia, la virtud.
Pero también es necesario preparar el terreno de las almas encomendadas. Los
padres deben preparar el terreno en el corazón de sus hijos para acoger el amor
de Dios. Los maestros educan no sólo las mentes, sino primeramente el corazón
y el alma de sus educandos. Todos somos responsables del bien espiritual y
material de nuestros hermanos. Todos tenemos la obligación de preparar el
terreno para la llegada de Dios. No nos cansemos de ser buenosagricultores de
los surcos divinos, no nos cansemos de preparar el camino para que Jesucristo
halle una digna acogida en el corazón de las personas.
P. Octavio Ortiz
20. 2002 - COMENTARIO 1
UNA PARÁBOLA PARA TIEMPOS DE CRISIS
La parábola es como un juego entre el narrador y el oyente, entre el autor y el
lector. En cuanto tal es abierta y puede ser comprendida por todos. Pero no es
un juego inocente. Se produce necesariamente en un contexto vital, y esto le
confiere un carácter crítico y subversivo. Hay una especie de juego sordo entre
el narrador y el oyente en el que cada uno se sitúa en su propia vida y
circunstancias, sintiéndose constantemente aludido. El que oye la parábola se
siente interpelado, no puede permanecer indiferente, se adhiere a ella o la
rechaza, pues la parábola toca las fibras más íntimas de su ser.
Una vez oída, la parábola necesita ser explicada. El oyente, al entrar en el
mundo de la ficción narrativa, se introduce en una nueva comprensión de sí
mismo, de su vida, de sus circunstancias y de su mundo habitual, y arroja nueva
luz sobre su yo. Si el que narra una parábola ha tenido que realizar una
transposición entre el mundo real y el de la ficción literaria
-"el Reino de los cielos se parece a un sembrador"- quien la oye tiene que hacer
realidad la ficción y vivir de acuerdo con lo narrado.
Veamos como ejemplo la parábola del sembrador. Jesús la pronuncia cuando su vida
pública de predicador itinerante está a mitad de camino y ha comenzado un
período de crisis. Tras los éxitos y triunfos iniciales, se le han ido poniendo
las cosas difíciles. Los jefes religiosos le han declarado la guerra; los
fariseos lo consideran un aliado de Satanás y "planean el modo de acabar con
él". El pueblo está a la espectativa sin darle plenamente su adhesión. Incluso
ha tenido serios problemas con su familia y sus paisanos: "Sólo en su tierra y
en su casa desprecian a un profeta". Un puñado insignificante de discípulos
permanece a su lado, sin entender del todo las cosas de su Maestro.
Casi toda la semilla de Evangelio, sembrada por Jesús, ha caído en terreno
baldío. ¿Todo ha sido un fracaso? Sus enemigos se ríen, la gente se decepciona.
Y Jesús sale al paso con la parábola. Cuatro de los seis versículos que tiene
describen el fracaso re~ de la semilla. En todos los casos hay un rasgo común:
un elemento destructor que impide o aniquila la germinación incipiente: los
pájaros, el sol, las piedras, las espinas. Sólo una parte del terreno sembrado
acepta la semilla. En esta, los resultados superan lo inesperado: cada grano
produce cien, sesenta o treinta. Un fruto de ilusión.
La parábola se convierte así en un canto a la esperanza: no nos vencerán quienes
ponen resistencia al Evangelio. El fracaso aparente del cristiano-sembrador
entra en el programa. Más aún, es semilla fecundidad. Sentir y sufrir la
resistencia, la contrariedad y la oposición se convierte paradójicamente en
camino de eficacia y fecundidad.
Como el sembrador, el Reino de Dios no se instaurará en el mundo sino a través
de numerosos e impresionantes fracasos. Esto es lo que ni los fariseos ni las
turbas- ni siquiera nosotros, cristianos del siglo veinte- podemos comprender.
Nos gustaría el éxito, el triunfo arrollador y casi categórico del Evangelio en
medio de nuestro mundo. Nos duele y nos desmoraliza demasiado la resistencia y
la oposición. Nos cansamos, nos desilusionamos.
También Jesús pasó por ahí. Y aquel día, en lugar de tirar la toalla, se puso a
soñar y contó la parábola del sembrador, que siembra cosecha de fecundidad con
semilla de esperanza. Una parábola para tiempos de crisis.
21.
COMENTARIO 2
PREPARAR LA TIERRA
La palabra de Dios, y en concreto el mensaje de Jesús, no echa raíces en
cualquier sitio. Como una semilla cualquiera, necesita que la tierra en la que
cae esté preparada para recibirla. Si no es así. la semilla se perderá y la
tierra quedará infecunda.
EL PORQUE DE LAS PARABOLAS
Al terminar Jesús de exponer la parábola del sembrador, sus discípulos le
preguntan por qué razón utiliza este medio para dirigirse a la gente. Las
parábolas no exponen el mensaje directamente, sino mediante comparaciones, y es
necesario interpretarlas; los mismos discípulos se ven en la necesidad de pedir
a Jesús que les explique algunas parábolas. ¿ Por qué, pues, las parábolas?
El mensaje de Jesús es, en el sentido más serio del término, revolucionario: va
dirigido a sustituir un modo de vida por otro nuevo; es la propuesta que Dios
hace a los hombres: atreveos a vivir como hijos míos, atreveos a vivir como
hermanos. Es un mensaje de alegría y de liberación, una invitación a la más
profunda reconciliación del hombre consigo mismo, con sus semejantes y con Dios,
que se ofrece a ser Padre por encima de razas y de tradiciones religiosas (Jesús
se pone a predicar en el mar, zona de frontera con los paganos).
Pero para que este nuevo modo de vivir sea posible, los hombres deben liberarse
primero de todos aquellos sistemas sociales, políticos o religiosos que no les
permiten percibir cuando ven ni oír cuando escuchan. Porque el mensaje que Jesús
proclama no se puede aceptar si no hay unas condiciones mínimas de libertad y de
autonomía personal.
Los oyentes de Jesús están dominados por la ideología que defiende un
nacionalismo exclusivista que siguen defendiendo la mayoría de los grupos que
tienen influencia en la mentalidad del pueblo; algunos de estos oyentes quizá
estarían dispuestos a aceptar un Dios Padre... de Israel; pero jamás
aceptarían considerarse hermanos de los paganos.
Esta es la razón por la que Jesús habla en parábolas: al presentar por primera
vez el mensaje, o algún aspecto del mismo, no quiere espantarlos; quiere
despertar el interés de sus oyentes para que, intentando interpretar el sentido
de las parábolas, empiecen a pensar por sí mismos, primer paso para romper las
cadenas de la ideología que los esclaviza; entonces podrán convertirse,
comprender y aceptar el mensaje de Jesús «Por esta razón les hablo en parábolas,
porque miran sin ver y escuchan sin oír ni entender».
LAS DIVERSAS CLASES DE TIERRA
Las distintas clases de tierra no representan a diversas categorías de hombres;
la tierra del hombre es siempre buena; el problema es cómo la prepara cada cual
para recibir la semilla.
Tiene su tierra como «el camino» quien sigue ambicionando el poder, quien sigue
pensando que los hombres sólo son iguales en teoría, quien no ha rechazado
todavía la idea de que es posible convertir este mundo en un mundo de hermanos
desde una estructura de poder. «El Malo», el mismo que en el desierto intentó
desviar a Jesús del camino que el Padre le había trazado para la realización de
su misión (Mt 4,1-11), se encargará de hacer que desaparezca todo trazo de la
semilla que se intentó sembrar en aquel hombre.
«El terreno rocoso». Cuando a una persona se le ofrece la posibilidad de
cambiar, se suscita en ella una lucha entre el esfuerzo que tiene que realizar
para que se produzca el cambio y la comodidad que supone el quedarse en donde se
está. El mensaje de Jesús, ya lo hemos dicho, es un proyecto de cambio radical;
ante él hay quien tiene una primera reacción de alegría, de interés por las
nuevas perspectivas que se le abren; pero, al final, asusta demasiado el cambio,
vence la comodidad, falla la constancia, y la planta, apenas nacida, se pierde.
«Las zarzas» son la injusticia de la riqueza, practicada o padecida. «El agobio
de esta vida» es la preocupación de quien, víctima de un injusto reparto de los
bienes de la tierra, no tiene la supervivencia asegurada y no sabe que la manera
más cierta de asegurarla no es la obsesión por la comida, la bebida y el
vestido, sino el trabajo para que reine la justicia de Dios (Mt 6,25-33); «la
seducción de la riqueza» es la idolatría de quien ha hecho su dios al dinero (Mt
6,24).
Y «la tierra buena»... es la libertad del hombre que escucha y puede elegir; y
su generosidad, que lo lleva a aceptar y a hacer propio el proyecto que Jesús
presenta en las bienaventuranzas, y su esfuerzo y su trabajo para que se
realicen las condiciones que hagan posible para todos los hombres la
realización de la promesa de Jesús: «Seréis dichosos» (Mt 5,1-12).
22.
COMENTARIO 3
vv. 1-9. Mt sitúa el discurso de las parábolas el mismo día de los sucesos
anteriores; quiere, por tanto, enlazarlo con ellos. De hecho, la mención del
reinado de Dios que sufre violencia se halla en 11,12, y el tema central de las
parábolas será precisamente el reinado de Dios. Puede decirse, por tanto, que el
discurso (13,1-52) y la escena de Nazaret (13,53-58) terminan la sección.
«La casa» de la que sale Jesús representa el círculo de sus discípulos de la
escena anterior (cf. 13,36). Su salida está en relación con la del sembrador
(3b). Sale a la orilla del mar, que es la frontera entre Israel y los pueblos
paganos, el lugar donde había llamado a los primeros discípulos (4,18). La
subida a la barca para enseñar («se quedó sentado», cf. 5,1) es paralela a la de
Mc 4,1. La enseñanza comienza directamente con las parábolas (en Mc 4,12 hay dos
comienzos de enseñanza). La parábola del sembrador o de los cuatro terrenos
presenta mínimas diferencias de redacción con la de Mc 4,3-9.
v. 10. Aparte con los discípulos. La pregunta de éstos es explícita (cf. Mc
4,10). No ven la razón de que Jesús hable en parábolas a la multitud. Piensan,
por tanto, que el mensaje es directamente accesible a todos.
v. 11. La razón de la diferencia entre los discípulos y la gente es que aquéllos
han recibido un conocimiento que no se ha dado a los otros. «Se os ha dado
indeterminación que supone como agente a Dios o, mejor a Jesús mismo que ejerce
en la tierra las funciones divinas (cf. 1,23, 9,6). La palabra
«secreto/misterio» usada en el AT a partir de Daniel denotaba una realidad de
los tiempos finales (escatológico mesiánica) que Dios solo puede revelar (Dn
2,27-30.47), la de un reino eterno. No es que Jesús discrimine entre discípulos
y gente sino que la distinta situación de unos y otros con relación a el hace
que el conocimiento y la experiencia del reinado de Dios sean diferentes en
ambos los discípulos, que han seguido a Jesús tienen la clave para interpretar
su enseñanza y actividad en las que se manifiestan los secretos del reinado de
Dios, es decir, el modo como el reinado se instaura. supresión del exclusivismo
israelita llamada de todos los pueblos al reinado de Dios, reino basado en
opciones contrarias a la doctrina del Mesías triunfador sentido del hombre sobre
la Ley. Las multitudes siguen aferradas a su espíritu nacionalista según la
tradición de los letrados aunque escuchan a Jesús presencian su actividad y la
admiran no acaban de darle su adhesión, por ello no entienden. El mensaje no
puede entenderse por la mera exposición; para captarlo hay que romper con la
ideología oficial del judaísmo. La gente es impotente para hacerlo. La doctrina
propuesta por la institución los aprisiona hasta tal punto que neutraliza y
anula el impacto que produce en ellos el contacto con Jesús.
v. 12. Dicho proverbial: ante el mensaje, hay quienes lo asimilan y producen los
frutos correspondientes; ésos recibirán con creces. «Se les dará» está en
paralelo con el anterior «se os ha dado». Quien responde irá teniendo un
conocimiento cada vez más profundo que le permitirá una praxis más semejante a
la de Jesús. Los que no responden, como son los de fuera, aunque han escuchado
la enseñanza de Jesús y han presenciado su actividad, perderán incluso eso que
han recibido. En la explicación que sigue aclara Jesús que es «el Malo» o
«Satanás», el poder y su ideología (cf. 4,8-10), encarnado para la gente que lo
escucha en la institución judía, quien arrebata el mensaje recibido, impidiendo
su posible asimilación.
En cuanto a la traducción de este pasaje, hay que tener en cuenta que el verbo
«tener» («al que tiene se le dará») es la forma estática y resultativa de varios
verbos dinámicos: «obtener», «ganar», «negociar», «comprar», «coger»,
«recibir». En este caso, por su relación con la parábola anterior, el dicho se
refiere a la fecundidad expresada en v. 8, la del grano que cae en tierra buena
o, equivalentemente, a la correspondencia a la invitación hecha en las
bienaventuranzas. Los que no han dado el paso ni hecho la opción, alienados por
la ideología que profesan, no producen y perderán el mensaje recibido.
vv. 13-15. Jesús manifiesta la razón de su enseñanza en parábolas. Responde a un
hecho: que las multitudes no perciben ni comprenden. Jesús no las fuerza. Hasta
ahora se ha expresado y ha actuado claramente, pero la gente no ha entendido;
falta así la base para continuar la exposición del mensaje en toda su amplitud
y radicalidad. Lo propone por eso en forma velada; las parábolas deben
estimularlos a pensar por si mismos, a ver si de este modo llegan a
cuestionarse los principios ideológicos que les impiden entender. Se repiten las
circunstancias del tiempo del Isaías: el pueblo está cerrado al mensaje.
vv. 16-17. También los discípulos ven y oyen, y deben saber apreciar el
privilegio que supone escuchar y ver actuar a Jesús. Lo que ellos ven y oyen fue
el anhelo de los profetas y de los justos. Estas dos categorías integran el
verdadero pueblo de Dios. «Los justos» son los que aceptaron la enseñanza de los
profetas y compartieron su expectación.
Aunque Jesús dice que los discípulos ven y oyen, no afirma que perciban y
entiendan. De ahí que también a ellos a veces hable en parábolas. La condición
para que Jesús pueda hablar claro es la adhesión a él y a su programa. Cuando
les explica las parábolas, por propia iniciativa (13,18-23.49-50) o a petición
de los discípulos (13,3643), es señal de que no las han entendido, pero, al
mismo tiempo, de que son capaces de aceptar el mensaje que contienen. Otras
veces, en cambio, no se las explica: esto indica que aún existe en ellos algún
obstáculo -algún aspecto de la ideología del judaísmo que los incapacita para
aceptar la enseñanza contenida en ellas.
v. 18. Sin reproche alguno, Jesús explica a los suyos la parábola del
sembrador. Lo que siembra el sembrador es el mensaje del reino contenido en las
bienaventuranzas, en particular en la primera y la última: la opción que hace
entrar en el reino y la situación de persecución que la fidelidad a esa opción
comporta. Constituye el núcleo de «los secretos del reino».
v. 19. Mt pone cada caso en singular (Mc en plural) y, como Mc, describe cuatro
actitudes posibles en el mismo hombre. No sólo hay que oír, hay también que
entender. Si no se entiende, es decir, si no se toma el mensaje por norma de
conducta personal, «el Malo», el tentador, lo arrebata. Son las tentaciones
análogas a las de Jesús en el desierto, en particular la de gloria y poder, las
que quitan el mensaje, que no deja huella en el hombre. Por otra parte, «malos»
son los fariseos y los letrados y fariseos que piden a Jesús una señal. Como se
ha visto, es la institución judía la que, con su doctrina del Mesías poderoso,
encarna a Satanás. Es, pues, la ideología del poder la que anula el mensaje.
Este se siembra «en el corazón», es decir, en el interior del hombre; es allí
donde ha de realizarse la decisión. Pero el tentador lo quita antes de que ésta
se realice. La expresión «junto al camino» reaparece en 20,30, referida a los
dos ciegos que aclaman a Jesús como «Hijo de David», es decir, como Mesías según
las categorías del judaísmo.
vv. 20-21. Caso del hombre superficial que, aunque haga la opción, no se
mantiene fiel a ella; corresponde al que edificó su casa sobre arena.
vv. 22-23. Las preocupaciones de esta vida y la seducción de las riquezas están
explicadas por Jesús en 6,25-34; también ellas hacen ser infiel a la opción
inicial (5,3; cf. 19,23-25). El último caso, el de la tierra buena, corresponde
al que fundó su casa sobre roca. Se observa el fuerte sentido del verbo
«entender»: significa «abrazar, hacer suyo, tomar por norma de la propia vida».
La parábola y su explicación exponen, por tanto, las posibles actitudes con que
un hombre puede presentarse ante el mensaje. Son un aviso de Jesús. No da él por
descontado el éxito; éste depende del hombre mismo. El reinado de Dios no va a
implantarse sin la colaboración humana; no va a ser impuesto desde arriba ni de
modo repentino; necesita ser acogido por el hombre y producir en él el fruto
correspondiente. El mensaje no es aceptable sin más para todos: hace faltar
estar libre, en primer lugar, de la estima y ambición del poder (19). En segundo
lugar, necesita que el hombre lo haga suyo, de modo que sea inseparable de él
pase lo que pase (20s). En tercer lugar, el hombre tiene que desprenderse de
todo agobio por la subsistencia y del deseo de comodidad (22). Jesús indica, por
tanto, las diversas causas del fracaso del mensaje, que pueden coexistir en el
mismo individuo.
23.
COMENTARIO 4
Los textos del presente domingo insisten en la felicidad que produce en el ser
humano la aceptación de Jesús y de su proyecto. La carta de Pablo describe los
efectos que se esperan de la acción divina en la creación. Esta “salvación en
esperanza” que experimentamos en medio de los sufrimientos del presente nos
llena de alegría en la contemplación de la acción salvadora de Dios. Dicha
acción salvadora es patente en su cuidado y trabajo en vista a la producción del
alimento natural: el Dios agricultor (Sal 64, 10-14) y en la fecundidad de la
Palabra de Dios que, a semejanza de la lluvia y de la nieve, hace fructificar la
realidad creada y que nunca es ineficaz.
En el mismo ámbito agrícola se desarrollan las imágenes del texto evangélico que
centran la atención en Jesús, sembrador escatológico de Dios, capaz de dar
plenitud a la vida de sus seguidores.
Podemos distinguir en la articulación del pasaje cuatro momentos. En el primero
(vv. 1-3a) se describen el escenario y las circunstancias de la enseñanza de
Jesús que sale al encuentro de la multitud para dirigirle la palabra. Sigue
inmediatamente el inicio de un discurso que comprende tres elementos: la
parábola del sembrador (3b-9), un diálogo con los discípulos respecto a la
enseñanza en parábolas (vv. 10-17) y la explicación de la parábola a los
discípulos (vv. 18-23). De estos tres elementos, sólo el primero es de lectura
obligada en la liturgia, pero se hace necesario comprenderlo desde el diálogo de
Jesús y sus discípulos que le suministra el marco en que puede ser entendido
adecuadamente.
La ambientación y la parábola están íntimamente asociadas: ambas consignan una
“salida” gracias a la cual se identifican Jesús y el sembrador de la
comparación. Junto a esta identificación, asume especial relevancia la posición
que asume Jesús en la enseñanza. Por primera vez Mateo usa el verbo “sentarse”,
propio del Apocalipsis, referido a Jesús. Por otra parte, al final del discurso
parabólico un sinónimo de este verbo servirá para describir la acción de los
ángeles al fin del mundo. Ya desde el comienzo, esta sección central (13, 1-16.
20) constituida como las restantes por discurso y acciones, nos coloca frente al
Juicio de Dios presente en la actuación de Jesús.
Junto a la inminencia del juicio se ofrece como carácter distintivo de estos
capítulos una urgente invitación a “comprender” o “entender” su significado.
Este verbo se repetirá a lo largo de esta sección central que culmina con la
proclamación de la fe de Pedro y la constitución de la Iglesia/Asamblea
edificada sobre la fe en Jesús del discípulo.
Mateo señala cuatro categorías de terrenos en que se realiza la acción del
sembrador/Jesús. Se presentan sucesivamente los situados junto al camino, los
terrenos rocosos, los dominados por las espinas y la tierra buena. En la
explicación de la parábola (vv. 18-23) se precisa qué tipo de oyentes se refleja
en cada caso: los que se dejan arrebatar el mensaje por el Maligno, los que son
inconstantes y no tienen raíces, los que sucumben ante agobios y seducciones,
los que escuchan el mensaje y lo comprenden.
Sin embargo, aunque en la parábola se describen cuatro categorías de rendimiento
de la semilla, Mateo coloca el acento sobre la distinción que existe entre las
tres primeras y la última. La línea divisoria entre el fracaso de aquellas y la
plena fructificación de ésta reside en la posición tomada respecto a Jesús. El
“entender” los secretos del Reino debe comprenderse como efecto de la
manifestación que sólo Dios puede realizar como se deduce de Dn 2, 27-30. 47.
Esta manifestación es única y atañe al final de los tiempos ya que anuncia el
Reinado eterno de Dios (Dn 2, 44).
Los secretos o el misterio del Reino divide a los oyentes en dos categorías.
Para los extraños, la parábola se presenta como una clave imposible de
comprender. En ellos está presente el endurecimiento de corazón de la profecía
de Isaías (Mt 13, 14-15; cf Is 6, 9-10).
Por el contrario, para los discípulos la comunión de vida con Jesús les da
acceso a la comprensión definitiva de los últimos tiempos. Sobre ellos se
pronuncia una nueva bienaventuranza: sus ojos y oídos les sirven para establecer
una comunicación definitiva con el Misterio de Dios.
Esta cualidad concedida al discípulo no se define solamente frente a sus
contemporáneos. Se compara también con la ardiente expectativa de los profetas y
justos que vivieron en el pasado. Respecto a ellos la gracia concedida al
discípulo ha sido superior. Este vive en la plenitud de la realización, aquellos
en la oscuridad de la promesa de la que es cumplimiento la presencia de Jesús.
La adhesión a Jesús se convierte así en realización de la nueva humanidad, capaz
de entender plenamente el proyecto de Dios en Jesús. Esta adhesión es puro don
que Dios concede a la comunidad de seguidores, a los “humildes y sencillos” (11,
25), a la verdadera familia de Jesús (12, 49-50). Gracias a ellos toda la
realidad puede ser transformada y el plan divino encuentra una adecuada
comprensión.
Para la revisión de vida
Dios ha sembrado su palabra en mi vida. ¿Cómo la he acogido yo? ¿Se ha secado o
ha fructificado? ¿Cuánto, cómo?
Para la reunión de grupo
Somos una generación que entiende la Biblia, por primera vez en la historia, de
forma muy diferente a como la han mirado y leído todas las generaciones
anteriores de cristianos. Hagamos un elenco de cuáles podrían ser estas
diferencias. Comentarlas despues una a una.
“La Biblia no es la palabra de Dios” sino que “la biblia es palabra de Dios”:
comentar la distinción. (Hay muchas otras palabras de Dios; la biblia puede ser,
a lo más –y sólo para nosotros- la palabra de Dios por antononmasia.
La palabra de Dios es viva y eficaz… Sugerir cuáles pueden ser amores
equivocados hacia la palabra de Dios: una lista de posibles fundamentalismos
bíblicos…
Dice san Pablo que “la creación entera gime con dolores de parto…”. Se trata de
un mensaje distinto de aquél del génesis, que pone a toda la naturaleza a los
pies del ser humano, para que sea dominada y explotada enteramente a su
servicio. Se ha acusado a la Biblia y a la tradición cristiana de tener una
visión excesivamente antropocéntrica de la naturaleza… Una nueva actitud sería
la de comprender que el ser humano no puede explotar la naturalez pensando en el
propio interés, sino que tiene también la responsabilidad de “cuidar” la tierra,
ser no el dueño de la naturaleza sino el hermano mayor de todos los seres, que
asume su responsabilidad de cuidar a los hermanos menores.
Aparte de la aplicación fácil de la parábola del sembrador, subsiste el problema
de esas alusiones que Jesús parece desvelar: no se explica, para que algunos no
entiendan… Comentar en el grupo qué puede significar eso…
Para la oración de los fieles
Por toda la Iglesia, para que su palabra sea veraz y eficaz como lo es la
Palabra del Padre. Oremos.
Por todos aquellos que desprestigian sus palabras con sus hechos, para que
recapaciten y hagan que su vida sea coherente con lo que anuncian y prometen.
Oremos.
Por todos los que tienen la misión de predicar el Evangelio, para que anuncien
una fe viva, liberadora, salvífica y transformadora de personas y sociedades.
Oremos.
Por todas las personas que trabajan para dar a luz un mundo nuevo y mejor, para
que continúen en la lucha sin desfallecer. Oremos.
Por todos los que sufren por cualquier causa, para que la Palabra de Dios
siembre en ellos la paz y la esperanza. Oremos.
Por todos nosotros, para que tengamos cada día más abiertos el oído y el corazón
a la palabra de Dios. Oremos.
Oración comunitaria
Señor, que la luz de tu Palabra sea siempre guía en nuestra vida; y que tu amor
germine en nosotros para que así podamos dar frutos de vida entre nuestros
hermanos, de modo que todos alcancen la libertad, el gozo y la paz. Por
Jesucristo.
Oh Dios cuya palabra inunda al ser humano, a todos los seres humanos, y a toda
la creación, atrayendo hacia adentro y hacia arriba la flecha de la evolución de
los seres, hacia ti, misterio inefable… Queremos expresarte nuestro deseo de
participar en esa marcha ascendente e interiorizante de todos los seres hacia
ti, ayudados por esa palabra tuya que podemos descubrir omnipresente en toda la
realidad. Tú que vives y alientas e inspiras, desde siempre, por los siglos de
los siglos.
1. J. Peláez, La otra lectura de los Evangelios I, Ediciones El Almendro,
Córdoba
2. R. J. García Avilés, Llamados a ser libres, "Seréis dichosos". Ciclo A. Ediciones El Almendro, Córdoba 1991
3. J. Mateos - F. Camacho, El Evangelio de Mateo. Lectura comentada, Ediciones Cristiandad, Madrid.
4. Diario Bíblico. Cicla (Confederación internacional Claretiana de Latinoamérica).