26 HOMILÍAS MÁS PARA EL DOMINGO XV DEL TIEMPO ORDINARIO
15-23

H-15.

EL CRISTIANO ACOGE PARA ESPARCIR: ES CAMPO Y SEMBRADO A LA VEZ

Un día, salió Jesús de casa y se sentó junto al lago. Y acudió a él tanta gente que tuvo que subirse a una barca; se sentó y la gente se quedó en la orilla. Les habló mucho rato en parábolas: «Salió el sembrador a sembrar. Al sembrar un poco cayó al borde del camino; vinieron los pájaros y se lo comieron. Otro poco cayó en terreno pedregoso, donde apenas tenía tierra, y como la tierra no era profunda, brotó enseguida; pero en cuanto salió el sol, se abrasó y por falta de raíz se secó. Otro poco cayó entre zarzas, que crecieron y lo ahogaron. El resto cayó en tierra buena y dio grano; unos, ciento; otros, sesenta; otros, treinta. El que tenga oídos que oiga».

Jesús define al sembrador como quien poseyendo y conociendo la semilla la esparce, la da a conocer sin estudiar previamente el terreno, o habiéndolo estudiado y conocido no desiste en sembrar en todas partes por encima y a pesar de sus juicios de valoración. La responsabilidad del sembrador se salva haciendo que la semilla llegue a todas partes, su quehacer es para todos, sin hacer acepción de nadie. Para él no cuentan los resultados, los éxitos o fracasos, cuentan los esfuerzos. Su estrategia de trabajo será ver cómo llega al máximo sin desvirtuar ni maltratar la semilla. Correrá el peligro de querer ver los resultados rápidamente y esto sería nefasto, pues se vería empujado por su afán de éxito a callar, o disimular, algún aspecto de la semilla, del mensaje, compraría así el éxito con una media mentira. Otro peligro del sembrador será tener en consideración sus juicios sobre el campo, sus juicios sobre el auditorio, entonces podría sufrir la presión/tentación de acoplar la semilla al campo, el mensaje al auditorio; en este caso estaría comprando el éxito con medias verdades.

Podríamos afirmar que el genuino sembrador más que poseer la semilla es el que está poseído por ella, entonces le es más fácil mostrarse a sí mismo como instrumento de trasmisión al esparcirla, entregarla completa y sin manipulaciones. Al sembrador no se le permite hacer acepción de campos. En el apostolado no se puede desesperar de nadie, ni excluir a nadie, pues poco cuenta su pasado o su presente, lo que cuenta es su porvenir, su futuro.

No se debe responsabilizar al sembrador ni a la semilla de que ese futuro sea o no fructífero, sino al terreno . Esto es así cuando el sembrador se deja poseer y fecundar por la semilla y la entrega a su vez sin manipular o matizar por su carácter, su carisma, o interés.

Pretender hablar en nombre de Dios es muy peligroso, pues con facilidad uno se pasa a hablar en nombre propio sin darse cuenta. ¡Ojo con los profetas! Es fácil sentirse profeta sin serlo.

La eficacia de una labor apostólica depende en primer lugar de que se realice. No basta dar como realizado lo pensado o programado. La siembra depende del que la realiza, pues nadie va a sembrar en su lugar, y cuando la lleve a término no podrá hacer acepción de campos, de personas.

La eficacia de una labor apostólica depende en segundo lugar de la semilla, que sea auténtica y que no esté manipulada. Y por último, la eficacia de una labor apostólica depende del terreno donde cae, de la disposición del auditorio.

Para la implantación y fructificación se necesitan tres factores: el que siembra, lo que se siembra y donde se siembra.

Ni sembrador ni semilla pueden operar milagro alguno por sí mismos, aunque se trate de un buen sembrador y de una buena semilla; se necesita un buen terreno. (Es preciso que la palabra sea inspirada y que el Espíritu inspire a su vez al que la escucha). El que recibe la semilla necesita encontrar la misma inspiración del mensaje y del mensajero.

La semilla fructifica allí donde supone un enriquecimiento para el terreno, un reto, una felicidad. La semilla no puede fructificar donde no se le presta atención, (los pájaros se la comen), ni donde supone riesgo, miedo o competencia para los planes inmediatos, (las zarzas se la comen). O donde no hay suficiente disciplina, ascesis, como para desterrar las piedras que impiden enraizar. Es el mismo campo quien tiene que trabajarse a sí mismo, es responsabilidad suya aprovechar la inspiración que le viene con la semilla para adquirir la debida sazón.

No se puede mantener en pie un cristianismo, una iglesia, ni establecer el Reino de Dios a base exclusivamente de predicación, donde las gentes reciben y reciben incansablemente sin contrapartida alguna. Los frutos que se esperan del campo es el cambio en profundidad, la conversión.

Cuando la semilla no puede fructificar la crisis está servida, difícilmente se puede crecer como persona.

Asústate si con el tiempo, en ti, no hay resultados. (No basta poseer el Sol o la luz si no somos capaces de alumbrar a nadie. No basta con poseer la semilla, conocerla y guardarla; no es un objeto coleccionable).

Quien recibe la semilla ha de incorporarla a su propia vida sin desfallecer ni buscar excusas o disculpas.

Si no dejas germinar la semilla en ti es que estás muy ocupado en otras cosas que llenan tu campo, tu vida; si esas cosas que ocupan tu vida le dan sentido: enhorabuena. Si además de ocupar tu vida te dejan vacío, es lamentable.

En mi caso particular cuando no dejo existir en mí a la semilla es señal de que estoy hipotecado y enajenado, ni existo yo mismo. Miles de asuntos me quitan la soledad y no me dan compañía. Miles de asuntos llenan mi vida dejándola vacía. Ando atareado pero no para autorealizarme sino para autodegradarme.

Hay momentos en que uno pierde su identidad interna, que es incapaz de definirse por lo que es, y entonces el activismo, las mil y una ocupación, las zarzas que llenan el campo, es el único medio al alcance para confirmarse en su propio valor. Para él lo que hace lo es todo y no deja que otros hagan por él o en él mismo. No dejas enraizar en ti la semilla. El cristiano tiene que relativizar, en nombre de Dios, todo aquello que llena su campo y se arenga un valor absoluto.

Sólo dejan fecundar la semilla los hombres ebrios de Dios que quieran consumar la historia en la eternidad. La historia es renovada por aquellos que la superan soñando y deseando que «venga su reino». Éstos son a la vez campo y sembrador, evangelizadores y evangelizados.

BENJAMIN OLTRA COLOMER
SER COMO DIOS MANDA
Una lectura pragmática de San Mateo
EDICEP. VALENCIA-1995. Págs. 73-75


H-16.

La hermosa figura que presenta el profeta Isaías acerca de la lluvia, en la primera lectura, anticipa de algún modo la idea del Evangelio: el agua cae a la naturaleza y la fecunda así como la semilla cae en tierra para volvese fecunda. La Palabra llega a los corazones y entra en ellos y así cumple su finalidad de dar vida, de comunicar aquello que solamente Dios puede dar: la verdadera vida.

Desde su propia experiencia, la primera comunidad de discípulos interpretó esa agua fecunda y esa semilla prometedora de vida en la persona de Jesús de Nazaret: el Verbo de Dios, la Palabra liberadora que organizó la vida por sobre el caos inicial; la Palabra por la que fueron creados cielos y tierra, y por la que fueron rescatados tras la prevaricación del egoismo humano.

El salmo nos hará repetir en forma de letanía tras cada verso que la misericordia de Dios llena la tierra y se manifiesta al penetrar en nuestra vida para fecundarla.

Pero en el Evangelio hay unas palabras que pueden parecer enigmáticas respecto al estilo de predicación de Jesús. La semilla esparcida por doquier muchas veces cae en terrenos inhóspitos. Hay una resistencia tenaz a dejarse penetrar por la Palabra. Hay una ceguera generalizada y una sordera abrumadora que impiden ver y escuchar aunque aparentemente se mire y se oiga. Jesús afirma que habla en "parábolas", precisamente para dirigirse a la libertad de sus oyentes: ni la evidencia del argumento apabullador, ni la invitación taxativa del que obliga: la parábola es un género literario y discursivo que solamente pueden interpretar, no los sabios de este mundo, sino los que están abiertos con sencillez hacia la verdad.

Este término griego se encuentra unas cincuenta veces en el Nuevo Testamento y casi siempre se refiere a un método de enseñanza usado por Jesús. Era, sin duda, un método de instrucción popular muy en boga, estimado y frecuentemente empleado en Israel. Por su misma naturaleza, la parábola tiene cierto carácter enigmático que si bien excita la atención de los oyentes, requiere una interpretación personal. Los estudiosos de la Biblia afirman que este tipo de predicación fue usado por Jesús, preferentemente al referirse al Reino de Dios, porque la grosera y miope visión del pueblo y las autoridades religiosas judías acerca de ese tema impedían una exposición clara y contundente. Jesús y los judíos de ese tiempo tenían un concepto diametralmente opuesto respecto al Reino de Dios: lo confirma, incluso, la tardía y contumaz pregunta de los propios discípulos tras la resurrección: "¿Es ahora el tiempo en que vas a restablecer el reinado de David?". Una propuesta del Reino, tal como Jesús lo entendía, hubiera sido quitar las vendas de los ojos a una persona para dejarla mirando directamente al sol. El género parabólico permitía revelar la verdad de una propuesta dejando a los oyentes la libertad de la interpretación y la acogida. La historia siguiente nos confirmará que los sabios y prudentes de este mundo no pudieron entender nada, y que los sencillos y pobres en conocimientos y bienes materiales pudieron entender que el Reino era como una semilla, que para crecer y desarrollarse necesita por lo menos unos palmos de buena tierra, es decir, de buena voluntad.

Para la revisión de vida

Dios ha sembrado su palabra en mi vida. ¿Cómo la he acogido yo? ¿Se ha secado o ha fructificado? ¿Cuánto, cómo?

Para la reunión de grupo

- La palabra humana, mi propia palabra, es ineficaz muchas veces; no así la Palabra de Dios, que siempre se cumple. ¿Confío yo en esa palabra cuando me habla de injusticia, de que los pobres son los primeros, de que hay que compartir, de que el que da su vida es el que la gana...?

- Dice san Pablo que "la creación entera gime con dolores de parto". ¿Vivo yo ya con la certeza de que, la victoria sobre la muerte que todos anhelan, nosotros la tenemos ya en las manos gracias a Cristo resucitado, o me puede la falta de esperanza?

- ¿Dejo que la Palabra de Dios llegue a mi vida, día a día, y fructifique? ¿Escucho esa Palabra con atención o soy más dado a que mi oración sea mucha verborrea por mi parte? ¿Colaboro para que esa semilla siga fructificado en el mundo?

Para la oración de los fieles

- Por toda la Iglesia, para que su palabra sea veraz y eficaz como lo es la Palabra del Padre. Oremos.

- Por todos aquellos que desprestigian sus palabras con sus hechos, para que recapaciten y hagan que su vida sea coherente con lo que anuncian y prometen. Oremos.

- Por todos los que tienen la misión de predicar el Evangelio, para que anuncien una fe viva, liberadora, salvífica y transformadora de personas y sociedades. Oremos.

- Por todas las personas que trabajan para dar a luz un mundo nuevo y mejor, para que continúen en la lucha sin desfallecer. Oremos.

- Por todos los que sufren por cualquier causa, para que la Palabra de Dios siembre en ellos la paz y la esperanza. Oremos.

- Por todos nosotros, para que tengamos cada día más abiertos el oído y el corazón a la palabra de Dios. Oremos.

Oración comunitaria

Señor, que la luz de tu Palabra sea siempre guía en nuestra vida; y que tu amor germine en nosotros para que así podamos dar frutos de vida entre nuestros hermanos, de modo que todos alcance la libertad, el gozo y la paz. Por Jesucristo.

SERVICIO BIBLICO LATINOAMERICANO


H-17.

- Saber escucharnos

Hay una cualidad humana nada fácil, mucho menos frecuente de lo que sería de desear. Y, sin embargo, importantísima, decisiva para la convivencia, para poder ayudarnos a alcanzar unos y otros aquel nivel de felicidad que Dios Padre quiere para todos. Me refiero a la cualidad de saber escuchar. De saber escuchar a los demás. Con interés, con atención, con respeto, con afecto. Todos sabemos que con frecuencia no nos es fácil, pero es condición y fruto de un amor real. Las dos cosas al mismo tiempo: condición y fruto. Si no sabemos escucharnos, no puede circular una corriente de amor y cariño; y, al mismo tiempo, todo amor auténtico se demuestra si hay escucha mutua.

Por ejemplo. Saber escuchar los padres a sus hijos adolescentes, aunque estos hablen a veces agresivamente (y viceversa, claro está: saber los hijos adolescentes escuchar a sus padres aunque les cueste entender sus razones). Saber todos escuchar a los ancianos, con interés, aunque pensemos que se repiten (escucharles con interés real, no con atención fingida). Saber escucharse también los esposos, incluso tras muchos años de convivencia que llevan a suponer que ya lo saben todo uno de otro (quizá se supone eso porque se ha dejado de escuchar con interés y también con buen humor). Y tantos otros ejemplos que podríamos recordar.

- Saber escuchar a Dios

He pensado que podíamos iniciar hoy este comentario recordando el gran valor humano -y cristiano, claro está- del saber escuchar, porque en el evangelio que hemos proclamado probablemente las palabras que se repiten más son escuchar, oir.

Muchas veces, cuando comentamos esta parábola del sembrador, insistimos en lo decisivo que es que cada uno de nosotros sea "tierra buena" para que la semilla que Dios siembra en todos pueda dar fruto abundante, respondiendo al anhelo y la esperanza de nuestro Padre.

Sin duda, esta disposición personal a acoger la palabra de Dios, su semilla de vida, con corazón abierto, con profundidad, quitando obstáculos, es muy importante. Pero no olvidemos que hay un paso previo, también decisivo según las palabras de Jesús: el que querer y saber escuchar la palabra que Dios nos dirige.

- Lo que nos perdemos si no escuchamos

Decíamos antes que sabernos escuchar de verdad unos a otros, con frecuencia nos es difícil. No lo practicamos por pereza, comodidad, egoísmo. Y eso nos perdemos: perdemos la posibilidad de enriquecernos personalmente con lo que de los demás podríamos recibir; perdemos la oportunidad de conocernos y apreciarnos mucho más.

Igualmente ante Dios. No sabemos lo que nos perdemos por no escucharle con atención, interés, afecto. Si no escuchamos su palabra de vida que nos llega sobre todo a través de su Hijo Jesús (él es, personalmente, la Palabra de Dios). Que nos llega a través de toda la revelación (por ejemplo, cada domingo, en las lecturas que proclamamos). Pero también si no sabemos escucharle a través de tantos otros modos como en la realidad actual de nuestra vida, Dios nos habla. La bondad, la generosidad, la disponibilidad, de tantos de nuestros hermanos y hermanas que nos rodean, son palabras llenas de contenido que Dios nos dirige. O los hechos alegres -y también las pruebas, las dificultades- son puentes de diálogo que Dios nos tiende.

Repito: no sabemos lo que nos perdemos si no sabemos escuchar.

* * *

Podríamos hoy, en esta Eucaristía, pedirle esto a nuestro Padre amoroso. Que aprendamos a escucharle a él, que aprendamos a escucharnos unos a otros. Con una oración que se basa en un hecho que es nuestra gran confianza: quien, ciertamente, siempre nos escucha, con atención e interés, es él, Dios nuestro Padre.

EQUIPO MD
MISA DOMINICAL 1999/09 45-46


H-18.

LECTURAS DEL DÍA

Isaías 55,10-11: "Como descienden la lluvia y la nieve desde el cielo y no vuelven allá, sino después de empapar la tierra, de fecundarla y hacerla germinar..., así será mi palabra que sale de mi boca".

Carta a los romanos 8,18-23: "Los sufrimientos de ahora no son comparables a la gloria que se ha de manifestar en nosotros... La creación expectante está aguardando la plena manifestación de los hijos de Dios... También nosotros, que poseemos las primicias del Espíritu, gemimos en nuestro interior anhelando la adopción filial, la redención de nuestro cuerpo".

Evangelio según San Mateo 13,1-23: "Salió el sembrador a sembrar... Unas semillas cayeron al borde del camino... Otras en pedregal... Otras entre zarzas... Otras en tierra buena y dieron fruto: una ciento, otra sesenta, otra treinta".

Primera lectura: La palabra viva y eficaz de Dios

1. Israel vivió la cultura oriental de la palabra fácil e imaginativa. El Dios de los profetas y de Jesucristo quiso encarnarse por ello en el itinerario humano de la palabra y asumió la palabra profética como salvoconducto para entablar una comunicación amistosa con su pueblo. A diferencia de los dioses paganos, el "Dios escondido" de Isaías tuvo a bien revelarse a través de la débil y contingente palabra humana, sin menoscabo alguno de su insondable trascendencia.

2. Como escaparate privilegiado del hombre, la palabra bíblica constituye la expresión de la personalidad en todas las facetas del complejo e irrepetible misterio personal. En la palabra se complementan mutuamente el ser y la acción: el hombre que relata los acontecimientos, manifiesta al mismo tiempo su interioridad y provoca la reacción del interlocutor. La palabra es el lugar del encuentro humano con el mundo y con la sociedad.

3. Desde esta perspectiva comunicativa e interpelante de la palabra, podemos entender el carácter vivo y eficaz de la palabra de Dios como encuentro de comunión con el hombre: realiza lo que dice, es a la vez revelación y salvación. Como la lluvia que fecunda y hace germinar la tierra, como la espada cortante de doble filo (Heb 4,12).

Segunda lectura: Sufrimiento en esperanza

1. La densidad de la palabra sirve para expresar la no menos densa realidad humana; en este caso, la estrecha solidaridad entre el universo y la humanidad, de hondas raíces bíblicas. Late de fondo una teología de la fraternidad entre el hombre y la creación, tal como se desprende desde las primeras páginas bíblicas.

2. Este pensamiento sería desarrollado posteriormente por la teología apocalíptica, de la que Pablo es ahora deudor. El creyente sabe que su esperanzado destino, asociado al del mundo creado, pasa necesariamente por las duras pruebas y contradicciones del presente, consecuencia del desajuste moral y del consiguiente desequilibrio ecológico en que vive. De ahí que recurra a las catástrofes y cataclismos de la naturaleza para expresar en toda su crudeza su propia vivencia desgarradora.

3. Pero es consciente igualmente del amor de Dios derramado en los corazones por el Espíritu y, en el crisol de los sufrimientos, sabe madurar y apuntalar su firme esperanza en la salvación alcanzada por Cristo Jesús (Rm 5,3-5). Aunque gime con dolores de parto en medio de sus penalidades, espera también compartir, en comunión con toda la creación, la liberación definitiva de los hijos de Dios.

4. Liberación que afecta a todo su ser y por tanto también a su cuerpo. Por ello asume y valora su condición encarnada como campo de rescate y de redención. A imagen del Resucitado, espera la transformación radical de su humilde condición, lo mismo que la naturaleza, con la que comparte su condición de creatura de Dios y con la que comulga sobre todo por las sensaciones de su realidad corporal.

Evangelio: A pesar de todo, habrá cosecha

1. Enraizado en la antigua tradición agraria del pueblo de Israel, recogida en el salmo responsorial, el hombre bíblico ha dejado siempre patente su sintonía y comunión con la tierra madre que le vio nacer y le da la vida. Acude por ello una vez más a la naturaleza, presente ahora en la imagen agrícola del sembrador, para vehicular el sentir del pueblo cristiano.

2. Nos ceñimos a Mt 13,1-9 para no mezclar planos (el resto del texto es una alegorización posterior de la iglesia; Jesús no solía aplicar a la predicación la imagen de la siembra sino la de la recolección). En la parábola original contrastaban inesperadamente los buenos resultados de la cosecha con las pesimistas previsiones de la dificultosa siembra. La recolección final acababa superando con creces todas las expectativas.

3. Otro tanto ocurre en la vida. Aunque parezcan vanos tantos esfuerzos, Jesús confía en la obra de Dios y rebosa esperanza a pesar de las oposiciones y contrariedades presentes. Sabe que el reino de Dios, más allá de las apariencias y las impaciencias, sigue calladamente su camino. Tampoco sus discípulos han de desfallecer ante tantas resistencias y fracasos, pues han depositado en Dios su confianza. La misión cristiana nunca podrá encontrar excusas para desconfiar de la siembra, por muy infructuosa que parezca.

¿Vacunados contra el desaliento?

1. La madre naturaleza, a pesar de la violencia a que se ve sometida por el hombre, sigue siendo su mejor aliada en el camino de la vida. El hecho de compartir con ella la bondad de la creación y su destino final supone para el cristiano una insoslayable invitación a la esperanza; es el escenario puesto por Dios al hombre como referencia ineludible de su presencia. En su ciclo de muerte y vida, preludio en otro plano del acontecimiento pascual de Jesús, abandera ante el mundo la paradójica utopía del reino frente a toda tentación de indiferencia y desánimo.

2. El hombre que ama realmente la vida no puede divorciarse de su connatural comunión con la naturaleza. De otro lado, ha de ser capaz de superar en cuanto cristiano una primera lectura superficial y negativa de los hechos para contar, a corto o largo plazo, con las semillas del reino que crecen bajo tierra. Llamado a engrosar el capital comunitario de la esperanza, será precisamente en las contrariedades donde haya de probar la autenticidad y entereza de sus convicciones religiosas.

A Ti nos dirigimos, Señor, desde el regazo de nuestra madre tierra, con la que compartimos el destino común de nuestra tensa y ansiada liberación. Tú que haces llover sobre buenos y malos, danos la fe suficiente para confiar también en la eficacia de tu Palabra. Que nunca dudemos de la cosecha de tu reino cuando los pedregales, abrojos y estíos parecieran augurar el fracaso de la siembra. Y en medio de las pruebas que nunca nos falte la tenacidad y generosidad de nuestro padre Abraham, quien esperó contra toda esperanza.

Juan Huarte Osácar. O. P.
Comunidad "Virgen de la Vega"


19.

Excelente el ejemplo de Cristo que se sienta junto al lago y con paciencia predica...

Nexo entre las lecturas

La liturgia de este día se mueve como un péndulo entre dos verdades importantes. De una parte se subraya la eficacia de la Palabra de Dios. Todo aquello que Dios dice es verdadero y encontrará su cumplimiento en el momento oportuno. Ella, la Palabra de Dios, desciende desde el cielo como lluvia que empapa y fecunda la tierra (1L). Por otra parte, aparece la necesidad de que el terreno esté bien preparado para acoger la semilla y producir fruto. Aunque el sembrador siembra a voleo y con auténtica generosidad y a pesar de que la semilla tiene una virtualidad propia, se requiere que la tierra esté preparada y bien dispuesta (EV). El tema es de grande interés, se trata de la colaboración entre la gracia de Dios y la aportación de la libertad humana. Una comprensión exacta y profunda de la liturgia de este día, nos conduce sin duda a una vida cristiana más auténtica y más comprometida, fundada ciertamente en la eficacia de la Palabra de Dios, pero al mismo tiempo responsable de los dones recibidos y de la necesidad de producir fruto. Por su parte, el texto de la carta a los romanos nos muestra que la creación entera está expectante aguardando la plena manifestación de los hijos de Dios. Nos encontramos en una situación paradójica: el hombre ha sido ya salvado y redimido por la obra de Cristo, pero aún le queda peregrinar en la tierra hacia la posesión plena de Dios. "Ya, pero todavía no". La imagen de un parto que entraña simultáneamente gozo y dolor, expresa adecuadamente la situación del cristiano: posee las primicias del espíritu, pero gime hasta llegar a la redención de su cuerpo (2L).


Mensaje doctrinal


1. La Palabra de Dios es eficaz. La Palabra de Dios revela, pero al mismo tiempo obra aquello que revela. Ella es verdadera y es eficaz. Esta segunda característica es la que aparece más claramente en el texto del deutero Isaías que hoy consideramos. La imagen, tomada de la vida del campo, es particularmente sugestiva y penetrante: la lluvia y la nieve caen del cielo, pero antes de tornar nuevamente allá, fecundan la tierra y producen un fruto abundante. De igual modo la Palabra de Dios desciende del cielo, pero no torna sin llevar un fruto. Esta afirmación es altamente consoladora para quien tiene en suma estima la Palabra de Dios y medita en ella " día y noche". Podemos afirmar que toda la Biblia está penetrada de esta verdad. En ella se funda la esperanza del pueblo, sobre todo en los momentos de mayor angustia y adversidad, pues la Palabra de Dios no puede quedar incumplida. El texto de Isaías se encuadra en la dura prueba del exilio, ante ella Israel medita la promesa del Señor: Dios ha prometido la liberación del exilio como un nuevo éxodo; no se puede dudar de que esto tendrá lugar porque Dios cumple aquello que dice. Su palabra no es vana sino eficaz. Esta Palabra posee además una dimensión creativa. Produce una nueva realidad que no existía y hace nuevas todas las cosas.

El salmo 32 explica esta verdad:

Por la palabra de Yahveh fueron hechos los cielos
por el soplo de su boca toda su compañía.
Pues él habló y fue así,
mandó él y se hizo.
Sal 33, 6,9.

Así la Palabra de Dios es creadora. Creadora de la historia, especialmente de la historia salvífica. En cada instante tiene el poder de crear, de dar la vida, de ofrecer la salvación. En realidad esta Palabra de Dios es su plan salvífico es la expresión de su amor que se ha concretado en su alianza con Abraham (la promesa de una descendencia numerosa - y la promesa de la tierra) con Moisés (la Alianza sinaítica constituye el pueblo y hace presente la cercanía del Señor). Esta alianza encuentra su máxima expresión en Jesucristo, la Palabra de Dios encarnada. Él nos manifiesta el amor del Padre y nos envía su Espíritu para llevar a cumplimiento el plan de salvación en su cuerpo que es la Iglesia.


2. El sembrador y la esperanza. La experiencia humana nos demuestra que junto con la siembra nace la esperanza del sembrador. La siembra tiene su origen y raíz en la esperanza, pues nadie sembraría si no tuviera la confianza de recoger un fruto; pero al mismo, la siembra alimenta la esperanza. Al ponerse a trabajar el sembrador en la preparación de la tierra y en el esparcimiento de la semilla, su espíritu se llena de esperanza y de gozo al ver en el futuro realizada la promesa de su trabajo. De este modo el sembrador tiene su mirada puesta, no tanto en los trabajos presentes, llenos de fatiga y sudor, sino en el futuro que promete una valiosa cosecha.

La fecundidad de la que nos habla la parábola del Señor es simbólica. En realidad en los terrenos de Palestina la fertilidad de la tierra arroja al máximo el diez por uno. Hablar por la tanto, del treinta, sesenta y cien por uno, supone una fertilidad que supera con mucho las posibilidades de la tierra misma y posee un carácter simbólico. Ahora bien, el sembrador lanza su semilla a voleo y sabe que parte de su semilla se pierde, cae en tierra infértil, se queda al margen del camino, se la comen los pájaros, cae entre piedras y espinos... Sin embargo, no por ello deja de sembrar; muy por el contrario, cuanto mayor pueda ser el riesgo de que el terreno no produzca todo lo deseado, tanto mayor será el cuidado de sembrar con la mayor de las artes posibles. Mal sembrador sería el que guardase la semilla en el saco por temor de los peligros. Debe enfrentar con entereza de ánimo los riesgos del terreno y debe seguir sembrando, pues únicamente con una siembra generosa se puede esperar una cosecha ubérrima.

Lo espléndido de la parábola es que no obstante que el terreno es irregular y no ofrece excesivas garantías, el sembrador lanza su semilla y, algunos meses más tarde, la semilla empieza a producir su fruto, en algunos casos treinta en otros sesenta y en el cien por uno. Ello confirma que el sembrador tenía razón en sembrar con generosidad y grande sacrificio. Era preciso no ahorrarse esfuerzo alguno y aprovechar con inteligencia el tiempo disponible. Un sembrador que, previendo que parte de su semilla quedase fuera del camino, renunciase a sembrar y a intentar nuevos caminos, obraría insensatamente. No manifestaría plena confianza en el poder de la semilla para vencer los obstáculos y crecer, incluso en aquellos lugares donde la tierra no asegura ni el treinta por uno. En realidad, el sembrador no puede dejar de sembrar. Es aquí donde se revela la profundidad de vida de esos hombres, los santos, que no se conceden descanso en su labor apostólica. Nos sorprende ver cuántas y cuan valiosas obras han puesto en pie en un arco relativamente corto de tiempo. Pensemos en santo Tomás de Aquino y la Suma de Teología por ejemplo, o en san Juan Bosco que en poco tiempo puso en pie innumerables instituciones en favor de los jóvenes. El mundo está en espera de la manifestación de los Hijos de Dios.


Sugerencias pastorales

1. Hay que vivir sembrando. Hay algunos que ante las dificultades de los tiempos presentes se echan atrás, pierden el sentido de su existencia, se dejan arrebatar por el miedo y la inhibición en la práctica del bien. La liturgia de este día nos invita más bien a lo contrario: a confiar en la eficacia de la palabra.

Espontáneamente viene a nuestra mente la exhortación del apóstol de las gentes: Proclama la Palabra, insiste a tiempo y a destiempo, reprende, amenaza, exhorta con toda paciencia y doctrina. 2 Tm 4,2. Proclama la Palabra, sé un buen sembrador, no te reserves tiempo ni energías. En tu esfuerzo de hoy está tu esperanza del mañana. En tu lucha cotidiana, está el descanso de una vida eterna con Dios y una fecundidad espiritual que supera con mucho las cualidades mismas del terreno. Insiste a tiempo y destiempo, es decir, siembra a manos llenas. Ten confianza en la semilla, prepara el terreno, aprovecha el día, porque la vida es corta y la eternidad ya ha comenzado.

Ninguno de los sacerdotes prisioneros en Dachau durante el último conflicto mundial imaginó ni siquiera de lejos que su testimonio de vida, de amor a la eucaristía, de caridad cristiana, vencería el odio del adversario, rompería las alambradas de espinas y los campos de concentración y daría frutos en cientos de sacerdotes que vienen detrás iluminados por su fidelidad y testimonio. La semilla había caído en el surco y empezaba a fructificar.


2. Es necesario preparar el terreno. La parábola del sembrador invita espontáneamente a hacer examen de la propia vida. ¿Qué tipo de terreno soy yo? ¿Qué tipo de terreno ofrezco a la semilla que Dios pone en mi alma? Sería de desear que en este día entráramos al fondo del alma y nos decidiésemos con sinceridad a ser buen terreno, a cultivar nuestra alma, quitando piedras y espinos, es decir, pasiones desordenadas, vicios y pecados. La palabra de Dios suena en nuestra alma como campana que toca a rebato, es decir, como invitación para reunir las fuerzas espirituales de frente al enemigo de nuestra alma (el orgullo, el amor propio, el demonio, el mundo) y preparemos el terreno con la gracia, la virtud.

Pero también es necesario preparar el terreno de las almas encomendadas. Los padres deben preparar el terreno en el corazón de sus hijos para acoger el amor de Dios. Los maestros educan no sólo las mentes, sino primeramente el corazón y el alma de sus educandos. Todos somos responsables del bien espiritual y material de nuestros hermanos. Todos tenemos la obligación de preparar el terreno para la llegada de Dios. No nos cansemos de ser buenosagricultores de los surcos divinos, no nos cansemos de preparar el camino para que Jesucristo halle una digna acogida en el corazón de las personas.

P. Octavio Ortiz


20. 2002 - COMENTARIO 1

UNA PARÁBOLA PARA TIEMPOS DE CRISIS

La parábola es como un juego entre el narrador y el oyente, entre el autor y el lector. En cuanto tal es abierta y puede ser comprendida por todos. Pero no es un juego inocente. Se produce necesariamente en un contexto vital, y esto le confiere un carácter crítico y subversivo. Hay una especie de juego sordo entre el narrador y el oyente en el que cada uno se sitúa en su propia vida y circunstancias, sintiéndose constantemente aludido. El que oye la parábola se siente interpelado, no puede permanecer indiferente, se adhiere a ella o la rechaza, pues la parábola toca las fibras más íntimas de su ser.

Una vez oída, la parábola necesita ser explicada. El oyente, al entrar en el mundo de la ficción narrativa, se introduce en una nueva comprensión de sí mismo, de su vida, de sus circunstancias y de su mundo habitual, y arroja nueva luz sobre su yo. Si el que narra una parábola ha tenido que realizar una transposición entre el mundo real y el de la ficción literaria

-"el Reino de los cielos se parece a un sembrador"- quien la oye tiene que hacer realidad la ficción y vivir de acuerdo con lo narrado.

Veamos como ejemplo la parábola del sembrador. Jesús la pronuncia cuando su vida pública de predicador itinerante está a mitad de camino y ha comenzado un período de crisis. Tras los éxitos y triunfos iniciales, se le han ido poniendo las cosas difíciles. Los jefes religiosos le han declarado la guerra; los fariseos lo consideran un aliado de Satanás y "planean el modo de acabar con él". El pueblo está a la espectativa sin darle plenamente su adhesión. Incluso ha tenido serios problemas con su familia y sus paisanos: "Sólo en su tierra y en su casa desprecian a un profeta". Un puñado insignificante de discípulos permanece a su lado, sin entender del todo las cosas de su Maestro.

Casi toda la semilla de Evangelio, sembrada por Jesús, ha caído en terreno baldío. ¿Todo ha sido un fracaso? Sus enemigos se ríen, la gente se decepciona. Y Jesús sale al paso con la parábola. Cuatro de los seis versículos que tiene describen el fracaso re~ de la semilla. En todos los casos hay un rasgo común: un elemento destructor que impide o aniquila la germinación incipiente: los pájaros, el sol, las piedras, las espinas. Sólo una parte del terreno sembrado acepta la semilla. En esta, los resultados superan lo inesperado: cada grano produce cien, sesenta o treinta. Un fruto de ilusión.

La parábola se convierte así en un canto a la esperanza: no nos vencerán quienes ponen resistencia al Evangelio. El fracaso aparente del cristiano-sembrador entra en el programa. Más aún, es semilla fecundidad. Sentir y sufrir la resistencia, la contrariedad y la oposición se convierte paradójicamente en camino de eficacia y fecundidad.

Como el sembrador, el Reino de Dios no se instaurará en el mundo sino a través de numerosos e impresionantes fracasos. Esto es lo que ni los fariseos ni las turbas- ni siquiera nosotros, cristianos del siglo veinte- podemos comprender. Nos gustaría el éxito, el triunfo arrollador y casi categórico del Evangelio en medio de nuestro mundo. Nos duele y nos desmoraliza demasiado la resistencia y la oposición. Nos cansamos, nos desilusionamos.

También Jesús pasó por ahí. Y aquel día, en lugar de tirar la toalla, se puso a soñar y contó la parábola del sembrador, que siembra cosecha de fecundidad con semilla de esperanza. Una parábola para tiempos de crisis.


21. COMENTARIO 2

PREPARAR LA TIERRA

La palabra de Dios, y en concreto el mensaje de Jesús, no echa raíces en cualquier sitio. Como una semilla cualquiera, necesita que la tierra en la que cae esté preparada para reci­birla. Si no es así. la semilla se perderá y la tierra quedará infecunda.


EL PORQUE DE LAS PARABOLAS

Al terminar Jesús de exponer la parábola del sembrador, sus discípulos le preguntan por qué razón utiliza este medio para dirigirse a la gente. Las parábolas no exponen el mensaje directamente, sino mediante comparaciones, y es necesario in­terpretarlas; los mismos discípulos se ven en la necesidad de pedir a Jesús que les explique algunas parábolas. ¿ Por qué, pues, las parábolas?

El mensaje de Jesús es, en el sentido más serio del térmi­no, revolucionario: va dirigido a sustituir un modo de vida por otro nuevo; es la propuesta que Dios hace a los hombres: atreveos a vivir como hijos míos, atreveos a vivir como herma­nos. Es un mensaje de alegría y de liberación, una invitación a la más profunda reconciliación del hombre consigo mismo, con sus semejantes y con Dios, que se ofrece a ser Padre por encima de razas y de tradiciones religiosas (Jesús se pone a predicar en el mar, zona de frontera con los paganos).

Pero para que este nuevo modo de vivir sea posible, los hombres deben liberarse primero de todos aquellos sistemas sociales, políticos o religiosos que no les permiten percibir cuando ven ni oír cuando escuchan. Porque el mensaje que Jesús proclama no se puede aceptar si no hay unas condiciones mínimas de libertad y de autonomía personal.

Los oyentes de Jesús están dominados por la ideología que defiende un nacionalismo exclusivista que siguen defendiendo la mayoría de los grupos que tienen influencia en la mentali­dad del pueblo; algunos de estos oyentes quizá estarían dis­puestos a aceptar un Dios Padre... de Israel; pero jamás acep­tarían considerarse hermanos de los paganos.

Esta es la razón por la que Jesús habla en parábolas: al presentar por primera vez el mensaje, o algún aspecto del mis­mo, no quiere espantarlos; quiere despertar el interés de sus oyentes para que, intentando interpretar el sentido de las pa­rábolas, empiecen a pensar por sí mismos, primer paso para romper las cadenas de la ideología que los esclaviza; entonces podrán convertirse, comprender y aceptar el mensaje de Jesús «Por esta razón les hablo en parábolas, porque miran sin ver y escuchan sin oír ni entender».


LAS DIVERSAS CLASES DE TIERRA

Las distintas clases de tierra no representan a diversas ca­tegorías de hombres; la tierra del hombre es siempre buena; el problema es cómo la prepara cada cual para recibir la se­milla.

Tiene su tierra como «el camino» quien sigue ambicionan­do el poder, quien sigue pensando que los hombres sólo son iguales en teoría, quien no ha rechazado todavía la idea de que es posible convertir este mundo en un mundo de hermanos desde una estructura de poder. «El Malo», el mismo que en el desierto intentó desviar a Jesús del camino que el Padre le había trazado para la realización de su misión (Mt 4,1-11), se encargará de hacer que desaparezca todo trazo de la semilla que se intentó sembrar en aquel hombre.

«El terreno rocoso». Cuando a una persona se le ofrece la posibilidad de cambiar, se suscita en ella una lucha entre el es­fuerzo que tiene que realizar para que se produzca el cambio y la comodidad que supone el quedarse en donde se está. El mensaje de Jesús, ya lo hemos dicho, es un proyecto de cam­bio radical; ante él hay quien tiene una primera reacción de alegría, de interés por las nuevas perspectivas que se le abren; pero, al final, asusta demasiado el cambio, vence la comodi­dad, falla la constancia, y la planta, apenas nacida, se pierde.

«Las zarzas» son la injusticia de la riqueza, practicada o padecida. «El agobio de esta vida» es la preocupación de quien, víctima de un injusto reparto de los bienes de la tierra, no tiene la supervivencia asegurada y no sabe que la manera más cierta de asegurarla no es la obsesión por la comida, la bebida y el vestido, sino el trabajo para que reine la justicia de Dios (Mt 6,25-33); «la seducción de la riqueza» es la ido­latría de quien ha hecho su dios al dinero (Mt 6,24).

Y «la tierra buena»... es la libertad del hombre que escu­cha y puede elegir; y su generosidad, que lo lleva a aceptar y a hacer propio el proyecto que Jesús presenta en las bienaven­turanzas, y su esfuerzo y su trabajo para que se realicen las condiciones que hagan posible para todos los hombres la reali­zación de la promesa de Jesús: «Seréis dichosos» (Mt 5,1-12).


22. COMENTARIO 3

vv. 1-9. Mt sitúa el discurso de las parábolas el mismo día de los su­cesos anteriores; quiere, por tanto, enlazarlo con ellos. De hecho, la mención del reinado de Dios que sufre violencia se halla en 11,12, y el tema central de las parábolas será precisamente el reinado de Dios. Puede decirse, por tanto, que el discurso (13,1-52) y la escena de Nazaret (13,53-58) terminan la sección.

«La casa» de la que sale Jesús representa el círculo de sus discípulos de la escena anterior (cf. 13,36). Su salida está en rela­ción con la del sembrador (3b). Sale a la orilla del mar, que es la frontera entre Israel y los pueblos paganos, el lugar donde ha­bía llamado a los primeros discípulos (4,18). La subida a la barca para enseñar («se quedó sentado», cf. 5,1) es paralela a la de Mc 4,1. La enseñanza comienza directamente con las parábolas (en Mc 4,12 hay dos comienzos de enseñanza). La parábola del sembrador o de los cuatro terrenos presenta mínimas diferencias de redacción con la de Mc 4,3-9.


v. 10. Aparte con los discípulos. La pregunta de éstos es explícita (cf. Mc 4,10). No ven la razón de que Jesús hable en parábolas a la multitud. Piensan, por tanto, que el mensaje es directamente accesible a todos.


v. 11. La razón de la diferencia entre los discípulos y la gente es que aquéllos han recibido un conocimiento que no se ha dado a los otros. «Se os ha dado indeterminación que supone como agente a Dios o, mejor a Jesús mismo que ejerce en la tierra las funciones divinas (cf. 1,23, 9,6). La palabra «secreto/misterio» usa­da en el AT a partir de Daniel denotaba una realidad de los tiempos finales (escatológico mesiánica) que Dios solo puede revelar (Dn 2,27-30.47), la de un reino eterno. No es que Jesús discrimine entre discípulos y gente sino que la distinta situación de unos y otros con relación a el hace que el conocimiento y la experiencia del reinado de Dios sean diferentes en ambos los discípulos, que han seguido a Jesús tienen la clave para interpretar su enseñanza y actividad en las que se manifiestan los secretos del reinado de Dios, es decir, el modo como el reinado se instaura. supresión del exclusivismo israelita llamada de todos los pueblos al reinado de Dios, reino basado en opciones contrarias a la doctrina del Mesías triunfador sentido del hombre sobre la Ley. Las multitudes siguen aferradas a su espíritu nacionalista según la tradición de los letrados aunque escuchan a Jesús presencian su actividad y la admiran no acaban de darle su adhesión, por ello no entienden. El mensaje no puede entenderse por la mera exposición; para captarlo hay que romper con la ideología oficial del judaísmo. La gente es im­potente para hacerlo. La doctrina propuesta por la institución los aprisiona hasta tal punto que neutraliza y anula el impacto que produce en ellos el contacto con Jesús.


v. 12. Dicho proverbial: ante el mensaje, hay quienes lo asimilan y producen los frutos correspondientes; ésos recibirán con creces. «Se les dará» está en paralelo con el anterior «se os ha dado». Quien responde irá teniendo un conocimiento cada vez más profundo que le permitirá una praxis más semejante a la de Jesús. Los que no responden, como son los de fuera, aunque han escuchado la ense­ñanza de Jesús y han presenciado su actividad, perderán incluso eso que han recibido. En la explicación que sigue aclara Jesús que es «el Malo» o «Satanás», el poder y su ideología (cf. 4,8-10), encar­nado para la gente que lo escucha en la institución judía, quien arrebata el mensaje recibido, impidiendo su posible asimilación.

En cuanto a la traducción de este pasaje, hay que tener en cuenta que el verbo «tener» («al que tiene se le dará») es la forma estática y resultativa de varios verbos dinámicos: «obtener», «ga­nar», «negociar», «comprar», «coger», «recibir». En este caso, por su relación con la parábola anterior, el dicho se refiere a la fecundidad expresada en v. 8, la del grano que cae en tierra buena o, equivalentemente, a la correspondencia a la invita­ción hecha en las bienaventuranzas. Los que no han dado el paso ni hecho la opción, alienados por la ideología que profesan, no producen y perderán el mensaje recibido.


vv. 13-15. Jesús manifiesta la razón de su enseñanza en parábolas. Responde a un hecho: que las multitudes no perciben ni compren­den. Jesús no las fuerza. Hasta ahora se ha expresado y ha actuado claramente, pero la gente no ha entendido; falta así la base para con­tinuar la exposición del mensaje en toda su amplitud y radicalidad. Lo propone por eso en forma velada; las parábolas deben estimu­larlos a pensar por si mismos, a ver si de este modo llegan a cuestionarse los principios ideológicos que les impiden entender. Se repiten las circunstancias del tiempo del Isaías: el pueblo está cerrado al mensaje.


vv. 16-17. También los discípulos ven y oyen, y deben saber apre­ciar el privilegio que supone escuchar y ver actuar a Jesús. Lo que ellos ven y oyen fue el anhelo de los profetas y de los justos. Es­tas dos categorías integran el verdadero pueblo de Dios. «Los justos» son los que aceptaron la enseñanza de los profetas y com­partieron su expectación.

Aunque Jesús dice que los discípulos ven y oyen, no afirma que perciban y entiendan. De ahí que también a ellos a veces ha­ble en parábolas. La condición para que Jesús pueda hablar claro es la adhesión a él y a su programa. Cuando les explica las pará­bolas, por propia iniciativa (13,18-23.49-50) o a petición de los dis­cípulos (13,3643), es señal de que no las han entendido, pero, al mismo tiempo, de que son capaces de aceptar el mensaje que con­tienen. Otras veces, en cambio, no se las explica: esto indica que aún existe en ellos algún obstáculo -algún aspecto de la ideología del judaísmo que los incapacita para aceptar la enseñanza con­tenida en ellas.


v. 18. Sin reproche alguno, Jesús explica a los su­yos la parábola del sembrador. Lo que siembra el sembrador es el mensaje del reino contenido en las bienaventuranzas, en particu­lar en la primera y la última: la opción que hace entrar en el reino y la situación de persecución que la fidelidad a esa op­ción comporta. Constituye el núcleo de «los secretos del reino».


v. 19. Mt pone cada caso en singular (Mc en plural) y, como Mc, describe cuatro actitudes posibles en el mismo hombre. No sólo hay que oír, hay también que entender. Si no se entien­de, es decir, si no se toma el mensaje por norma de conducta perso­nal, «el Malo», el tentador, lo arrebata. Son las tentaciones análogas a las de Jesús en el desierto, en particular la de gloria y poder, las que quitan el mensaje, que no deja huella en el hombre. Por otra parte, «malos» son los fariseos y los letrados y fa­riseos que piden a Jesús una señal. Como se ha visto, es la institución judía la que, con su doctrina del Mesías poderoso, encarna a Satanás. Es, pues, la ideología del poder la que anula el mensaje. Este se siembra «en el corazón», es decir, en el interior del hombre; es allí donde ha de realizarse la deci­sión. Pero el tentador lo quita antes de que ésta se realice. La expresión «junto al camino» reaparece en 20,30, referida a los dos ciegos que aclaman a Jesús como «Hijo de David», es decir, como Mesías según las categorías del judaísmo.


vv. 20-21. Caso del hombre superficial que, aunque haga la op­ción, no se mantiene fiel a ella; corresponde al que edificó su casa sobre arena.


vv. 22-23. Las preocupaciones de esta vida y la seducción de las riquezas están explicadas por Jesús en 6,25-34; también ellas hacen ser infiel a la opción inicial (5,3; cf. 19,23-25). El último caso, el de la tierra buena, corresponde al que fundó su casa sobre roca. Se observa el fuerte sentido del verbo «entender»: signi­fica «abrazar, hacer suyo, tomar por norma de la propia vida».

La parábola y su explicación exponen, por tanto, las posibles actitudes con que un hombre puede presentarse ante el mensaje. Son un aviso de Jesús. No da él por descontado el éxito; éste depende del hombre mismo. El reinado de Dios no va a implan­tarse sin la colaboración humana; no va a ser impuesto desde arriba ni de modo repentino; necesita ser acogido por el hombre y producir en él el fruto correspondiente. El mensaje no es aceptable sin más para todos: hace faltar estar libre, en primer lugar, de la estima y ambición del poder (19). En segundo lugar, necesita que el hombre lo haga suyo, de modo que sea inseparable de él pase lo que pase (20s). En tercer lugar, el hombre tiene que des­prenderse de todo agobio por la subsistencia y del deseo de comodidad (22). Jesús indica, por tanto, las diversas causas del fracaso del mensaje, que pueden coexistir en el mismo individuo.


23. COMENTARIO 4

Los textos del presente domingo insisten en la felicidad que produce en el ser humano la aceptación de Jesús y de su proyecto. La carta de Pablo describe los efectos que se esperan de la acción divina en la creación. Esta “salvación en esperanza” que experimentamos en medio de los sufrimientos del presente nos llena de alegría en la contemplación de la acción salvadora de Dios. Dicha acción salvadora es patente en su cuidado y trabajo en vista a la producción del alimento natural: el Dios agricultor (Sal 64, 10-14) y en la fecundidad de la Palabra de Dios que, a semejanza de la lluvia y de la nieve, hace fructificar la realidad creada y que nunca es ineficaz.

En el mismo ámbito agrícola se desarrollan las imágenes del texto evangélico que centran la atención en Jesús, sembrador escatológico de Dios, capaz de dar plenitud a la vida de sus seguidores.

Podemos distinguir en la articulación del pasaje cuatro momentos. En el primero (vv. 1-3a) se describen el escenario y las circunstancias de la enseñanza de Jesús que sale al encuentro de la multitud para dirigirle la palabra. Sigue inmediatamente el inicio de un discurso que comprende tres elementos: la parábola del sembrador (3b-9), un diálogo con los discípulos respecto a la enseñanza en parábolas (vv. 10-17) y la explicación de la parábola a los discípulos (vv. 18-23). De estos tres elementos, sólo el primero es de lectura obligada en la liturgia, pero se hace necesario comprenderlo desde el diálogo de Jesús y sus discípulos que le suministra el marco en que puede ser entendido adecuadamente.

La ambientación y la parábola están íntimamente asociadas: ambas consignan una “salida” gracias a la cual se identifican Jesús y el sembrador de la comparación. Junto a esta identificación, asume especial relevancia la posición que asume Jesús en la enseñanza. Por primera vez Mateo usa el verbo “sentarse”, propio del Apocalipsis, referido a Jesús. Por otra parte, al final del discurso parabólico un sinónimo de este verbo servirá para describir la acción de los ángeles al fin del mundo. Ya desde el comienzo, esta sección central (13, 1-16. 20) constituida como las restantes por discurso y acciones, nos coloca frente al Juicio de Dios presente en la actuación de Jesús.

Junto a la inminencia del juicio se ofrece como carácter distintivo de estos capítulos una urgente invitación a “comprender” o “entender” su significado. Este verbo se repetirá a lo largo de esta sección central que culmina con la proclamación de la fe de Pedro y la constitución de la Iglesia/Asamblea edificada sobre la fe en Jesús del discípulo.

Mateo señala cuatro categorías de terrenos en que se realiza la acción del sembrador/Jesús. Se presentan sucesivamente los situados junto al camino, los terrenos rocosos, los dominados por las espinas y la tierra buena. En la explicación de la parábola (vv. 18-23) se precisa qué tipo de oyentes se refleja en cada caso: los que se dejan arrebatar el mensaje por el Maligno, los que son inconstantes y no tienen raíces, los que sucumben ante agobios y seducciones, los que escuchan el mensaje y lo comprenden.

Sin embargo, aunque en la parábola se describen cuatro categorías de rendimiento de la semilla, Mateo coloca el acento sobre la distinción que existe entre las tres primeras y la última. La línea divisoria entre el fracaso de aquellas y la plena fructificación de ésta reside en la posición tomada respecto a Jesús. El “entender” los secretos del Reino debe comprenderse como efecto de la manifestación que sólo Dios puede realizar como se deduce de Dn 2, 27-30. 47. Esta manifestación es única y atañe al final de los tiempos ya que anuncia el Reinado eterno de Dios (Dn 2, 44).

Los secretos o el misterio del Reino divide a los oyentes en dos categorías. Para los extraños, la parábola se presenta como una clave imposible de comprender. En ellos está presente el endurecimiento de corazón de la profecía de Isaías (Mt 13, 14-15; cf Is 6, 9-10).

Por el contrario, para los discípulos la comunión de vida con Jesús les da acceso a la comprensión definitiva de los últimos tiempos. Sobre ellos se pronuncia una nueva bienaventuranza: sus ojos y oídos les sirven para establecer una comunicación definitiva con el Misterio de Dios.

Esta cualidad concedida al discípulo no se define solamente frente a sus contemporáneos. Se compara también con la ardiente expectativa de los profetas y justos que vivieron en el pasado. Respecto a ellos la gracia concedida al discípulo ha sido superior. Este vive en la plenitud de la realización, aquellos en la oscuridad de la promesa de la que es cumplimiento la presencia de Jesús.

La adhesión a Jesús se convierte así en realización de la nueva humanidad, capaz de entender plenamente el proyecto de Dios en Jesús. Esta adhesión es puro don que Dios concede a la comunidad de seguidores, a los “humildes y sencillos” (11, 25), a la verdadera familia de Jesús (12, 49-50). Gracias a ellos toda la realidad puede ser transformada y el plan divino encuentra una adecuada comprensión.


Para la revisión de vida

Dios ha sembrado su palabra en mi vida. ¿Cómo la he acogido yo? ¿Se ha secado o ha fructificado? ¿Cuánto, cómo?

Para la reunión de grupo

Somos una generación que entiende la Biblia, por primera vez en la historia, de forma muy diferente a como la han mirado y leído todas las generaciones anteriores de cristianos. Hagamos un elenco de cuáles podrían ser estas diferencias. Comentarlas despues una a una.

“La Biblia no es la palabra de Dios” sino que “la biblia es palabra de Dios”: comentar la distinción. (Hay muchas otras palabras de Dios; la biblia puede ser, a lo más –y sólo para nosotros- la palabra de Dios por antononmasia.

La palabra de Dios es viva y eficaz… Sugerir cuáles pueden ser amores equivocados hacia la palabra de Dios: una lista de posibles fundamentalismos bíblicos…

Dice san Pablo que “la creación entera gime con dolores de parto…”. Se trata de un mensaje distinto de aquél del génesis, que pone a toda la naturaleza a los pies del ser humano, para que sea dominada y explotada enteramente a su servicio. Se ha acusado a la Biblia y a la tradición cristiana de tener una visión excesivamente antropocéntrica de la naturaleza… Una nueva actitud sería la de comprender que el ser humano no puede explotar la naturalez pensando en el propio interés, sino que tiene también la responsabilidad de “cuidar” la tierra, ser no el dueño de la naturaleza sino el hermano mayor de todos los seres, que asume su responsabilidad de cuidar a los hermanos menores.

Aparte de la aplicación fácil de la parábola del sembrador, subsiste el problema de esas alusiones que Jesús parece desvelar: no se explica, para que algunos no entiendan… Comentar en el grupo qué puede significar eso…

Para la oración de los fieles

Por toda la Iglesia, para que su palabra sea veraz y eficaz como lo es la Palabra del Padre. Oremos.

Por todos aquellos que desprestigian sus palabras con sus hechos, para que recapaciten y hagan que su vida sea coherente con lo que anuncian y prometen. Oremos.

Por todos los que tienen la misión de predicar el Evangelio, para que anuncien una fe viva, liberadora, salvífica y transformadora de personas y sociedades. Oremos.

Por todas las personas que trabajan para dar a luz un mundo nuevo y mejor, para que continúen en la lucha sin desfallecer. Oremos.

Por todos los que sufren por cualquier causa, para que la Palabra de Dios siembre en ellos la paz y la esperanza. Oremos.

Por todos nosotros, para que tengamos cada día más abiertos el oído y el corazón a la palabra de Dios. Oremos.

Oración comunitaria

Señor, que la luz de tu Palabra sea siempre guía en nuestra vida; y que tu amor germine en nosotros para que así podamos dar frutos de vida entre nuestros hermanos, de modo que todos alcancen la libertad, el gozo y la paz. Por Jesucristo.

Oh Dios cuya palabra inunda al ser humano, a todos los seres humanos, y a toda la creación, atrayendo hacia adentro y hacia arriba la flecha de la evolución de los seres, hacia ti, misterio inefable… Queremos expresarte nuestro deseo de participar en esa marcha ascendente e interiorizante de todos los seres hacia ti, ayudados por esa palabra tuya que podemos descubrir omnipresente en toda la realidad. Tú que vives y alientas e inspiras, desde siempre, por los siglos de los siglos.

1. J. Peláez, La otra lectura de los Evangelios I, Ediciones El Almendro, Córdoba

2. R. J. García Avilés, Llamados a ser libres, "Seréis dichosos". Ciclo A. Ediciones El Almendro, Córdoba 1991

3. J. Mateos - F. Camacho, El Evangelio de Mateo. Lectura comentada, Ediciones Cristiandad, Madrid.

4. Diario Bíblico. Cicla (Confederación internacional Claretiana de Latinoamérica).