22 HOMILÍAS MÁS PARA EL DOMINGO IV DEL TIEMPO ORDINARIO
1-7

1. EV/ASOMBRO  RUTINA/COSTUMBRE PD/MANIPULACION: CUIDAR MUCHO DE NO DECIR EN NOMBRE DE DIOS LO QUE NO ES PALABRA DE DIOS.

-Se quedaron asombrados de su enseñanza.

En el evangelio de hoy, Mc subraya el impacto que producía en la gente la enseñanza de Jesús. Nos dice que le escuchaban asombrados y que después, se preguntaban los unos a los otros: "¿Qué es esto?, o ¿qué clase de hombre es éste?, y ¿qué significa este nuevo modo de hablar?" Aunque estas preguntas no sean la respuesta adecuada al evangelio, no sean todavía la fe, debemos considerarlas, al menos, como una condición previa y necesaria. Porque el asombro no es sólo el principio del conocimiento, o de la filosofía, como se ha dicho a veces, sino también de la fe, o de la no-fe, pero nunca de la indiferencia, del olvido, de la rutina. Por eso, cuando se escucha el evangelio de Jesús sin asombro, como quien oye llover o como si no fuera ya una noticia, se pueden tener creencias pero no una fe viva que mueva las montañas. De ahí que un cristianismo convencional sea un producto de una generación que ha perdido la capacidad de asombrarse ante el evangelio.

En este mundo desencantado y aburrido en el que nada ni nadie consigue llamar nuestra atención, en este mundo saturado de conocimientos y noticias en el que priva la razón instrumental y utilitaria -"para qué sirve esto", "cómo se hace aquello", etc.- y se marginan las preguntas por el significado y el sentido de la vida, se comprende que el evangelio pase sin pena ni gloria. Pues la gente no conecta con el evangelio, y, por tanto, no se asombra.

Pero hay otras causas. Es posible también, y no debemos descartarlo, que los sacerdotes enseñen como los letrados y los rabinos y no como Jesús.

-"...porque no enseñaba como los letrados".

En el sermón de la montaña, Jesús recuerda a sus oyentes la enseñanza tradicional que impartían los rabinos: "Habéis oído (en las sinagogas) lo que se dijo a los antiguos..." e, inmediatamente añade: "Pero yo os digo..." La diferencia, la antítesis, más que en los contenidos está en el modo de enseñar.

Los letrados y rabinos enseñaban en Israel por oficio. Y su oficio era comentar la Ley y las tradiciones de los mayores, leer lo que estaba escrito y repetir lo que ellos habían aprendido antes en las escuelas, administrar las verdades y creencias adquiridas, lo que siempre se había dicho. Su magisterio era conservador, legalista y ritualista. Los rabinos conservaban muy bien la letra, pero se olvidaban del espíritu, y la letra sin espíritu mata, mata también de aburrimiento. Por eso no asombraban a nadie.

-"...sino con autoridad". Jesús, en cambio, sin haber ido a la escuela, atraía a las muchedumbres y era un auténtico escándalo, que levantaba el asombro y la polémica, la fe y la contradicción. Los que creían en él decían: "Tú tienes palabras de vida eterna". Y los que no creían le llamaban loco y endemoniado. Porque Jesús no enseñaba como los letrados.

La persona de Jesús no era sólo el soporte o el vehículo de una tradición, de unas verdades tradicionales, sino que se presentaba como verdad viva y palpitante, como palabra encarnada. Lo que él decía, podían verlo en sus obras. Por eso maravillaba, por eso tenía autoridad, por eso era noticia.

J/AUTORIDAD: En su caso, hablar con autoridad era todo lo contrario de hablar autoritariamente. No sentaba cátedra sino que daba testimonio. Se mostraba como una luz que se enciende, que sirva a todos los que quieren ver, pero que no se impone: "El que tenga oídos para oír -decía- que oiga". Y no mandaba caer fuego del cielo para los que no le escuchaban. Porque el que se opone a la verdad ya tiene su castigo.

-¿Cómo enseñamos nosotros el evangelio?.

Es una pregunta que debemos hacernos constantemente, pues nuestra misión como cristianos consiste en enseñar el evangelio, en manifestarlo al mundo, en hacerlo ver con palabras y obras.

A diferencia de Cristo, que es la Palabra, la Iglesia ha de escuchar antes de ponerse a hablar. Y ha de cuidar mucho de no decir en nombre de Dios lo que no es Palabra de Dios. Como testigos del Evangelio, los cristianos deben evitar siempre "hablar en nombre de dioses extranjeros"; esto es, en nombre de intereses ocultos, de determinados grupos de presión, del poder o de los ídolos y señores de este mundo. Porque "el profeta que tenga la arrogancia de decir en nombre de Dios lo que Dios no le haya mandado es reo de muerte". Pero, además, si queremos enseñar como Jesús -que es lo que debemos hacer siempre- debemos practicar lo que enseñamos. Para que el evangelio sea noticia en nuestras vidas, para que sea tradición viva y vivificante, y no una simple doctrina enlatada o custodiada en el depósito de la ortodoxia.

EUCARISTÍA 1982/07


2.

-ENSEÑABA CON AUTORIDAD

Este es el dato del evangelio que la primera lectura parece que quiere poner de relieve. Jesús es el profeta prometido por boca de Moisés, en cuyos labios Dios ha puesto sus palabras (Jn 14, 10; 12, 49) de las que nos va a pedir cuentas (Lc 10, 16; Mt 10, 40). Parece como si Marcos diera más importancia al modo de hablar de Jesús que al contenido de sus enseñanzas. La gente que escuchaba a Jesús quedaba impactada por su modo de hablar porque lo hacía con autoridad. El evangelio nos cuenta un hecho elocuente: mandan a unos guardas para prender a Jesús. Al cabo de un rato regresan los guardas sin Jesús. -¿Por qué no lo habéis traído? La respuesta: -Nadie ha hablado jamás como ese hombre (Jn 7, 32ss).

¿De dónde le venía a Jesús esa autoridad? Sí, Jesús hablaba las palabras del Padre. Pero, ¿en qué captaban los oyentes la verdad de su pretensión? ¿Por qué experimentaban la fuerza de Dios en sus palabras? Sin duda, porque sus palabras brotaban de una experiencia profunda (Jn 8, 38: Yo digo lo que he visto estando junto al Padre y las confirmaban con obras (Jn 5, 36). En el mismo evangelio de hoy Jesús muestra la fuerza, la autoridad de su palabra conjurando al demonio.

Nosotros también invocamos repetidamente la palabra de Dios. Pero nuestras palabras sólo tendrán algo de aquella fuerza de convicción que tenían las palabras de Jesús, si nacen de una verdadera experiencia, si hablamos de lo que realmente vivimos. Si, como el profeta Ezequiel, nos hemos comido el libro (Ez 3, 1-3), es decir, si bajo la acción del Espíritu, hemos interiorizado la palabra de Dios, de modo que ahora vivamos de ella. Por desgracia muchas veces damos la impresión de hablar de memoria. Y, como las de Jesús, nuestras palabras, para que puedan creerse, deberán ir acompañadas por el testimonio de las obras.

-JESÚS LIBERA DEL MALIGNO. J/SAS SAS/LIBERACION:

La venida del Reino en Jesús se pone de manifiesto en la derrota del demonio. En el evangelio de Marcos abundan las expulsiones de demonios, que, por la crítica, sabemos que son los milagros de Jesús que gozan de mayor credibilidad histórica. Pero, ¿qué sentido pueden tener estas expulsiones en un tiempo en que se ha puesto en duda la existencia misma del demonio? Sería conveniente, por tanto, en esta primera narración, precisar su sentido.

La personalización del mal o de las fuerzas del mal parece que es de origen persa (religiones dualistas) y en Israel se generaliza en los tiempos postexílicos. En esa personificación se encuentra, sin duda, una experiencia de fondo: en el mal que hacemos no acabamos de estar de acuerdo con nosotros mismos y, por otro lado, muchas veces nos desborda, nos supera. Es natural, por tanto, concebirlo como originado por un principio externo y superior. Para Israel, este principio no podía ser el Dios único que todo lo creó bueno; tenía que ser, por tanto, un demiurgo inferior y sujeto a Dios: el diablo o maligno. A él se atribuían diversas enfermedades, sobre todo aquellas más desconocidas y misteriosas que desfiguran o alienan al hombre, que afectan al centro de la persona; por ejemplo, la epilepsia. Jesús, como hombre, crece y vive inmerso en esta mentalidad. Pero -tanto si existe como si no existe el demonio, como ser personal-, el sentido profundo y siempre válido de las expulsiones es, como nos explica el mismo Jesús, que, ante la fuerza de Dios que actúa en Jesús, las fuerzas del mal retroceden (Lc 11, 21-22: el maligno es desarmado y destruido su reino). Lo decisivo de la predicación cristiana no es que el demonio exista (esto es relativamente secundario, mientras no nos conduzca a banalizar el misterio de iniquidad que opera en el mundo) sino que (en la medida en que exista) el demonio -las fuerzas del mal- ha sido vencido y que, con Jesús, nosotros podemos hacer nuestra esa victoria.

Entendido de ese modo, el gesto de Jesús adquiere toda la seriedad y nos abre un campo ilimitado de acción. Con Jesús, estamos llamados a luchar contra las alienaciones del hombre, contra el misterio de iniquidad en todas sus formas. La destrucción de las fuerzas opresoras del hombre es el aspecto negativo del Reino.

Aquí convendría detectar y denunciar a los demonios actuales: la ambición de poder y de dinero, la manipulación política y las desigualdades económicas, las opresiones de unos hombres y de unos pueblos por otros, la violencia institucional y la subversiva, la carrera de armamentos (un millón de dólares por minuto), la degradación ecológica, la idolización y banalización del sexo, las envidias, rencores e incompresión a todos niveles...

Cuanto más patalea, más se sumerge el hombre en el mal. Parece una fuerza de gravedad que nos arrastra, o un círculo o espiral de perdición. Pero Jesús ha roto el círculo: con él estamos llamados a ensanchar los ámbitos de libertad.

Como Jesús, con una actitud de pobreza, sin aspavientos ni triunfalismo. Son los demonios expulsados -la victoria de los seguidores de Jesús sobre el mal- los que deben proclamar a gritos la presencia liberadora de Jesús.

J. HUGUET
MISA DOMINICAL 1982/03


3.

-El nuevo profeta

El nuevo profeta anunciado misteriosamente por el Deuteronomio es Jesús. Es el nuevo profeta que en el evangelio muestra una nueva autoridad, que dice cosas nuevas sobre Dios. Una autoridad que causa efecto, es decir, que cambia el hombre, lo transforma y le da una fuerza que jamás había tenido. Da un vuelco a todas las cosas, aunque se llamen enfermedad, miseria o malicia.

No es que dé una respuesta a todos los problemas, pero sí nos da la orientación para afrontarlos. No nos libra de la caída, sino que le da un camino de interpretación y un camino para luchar contra ella hasta las últimas consecuencias.

Con otras palabras, ES EL PROFETA QUE EDUCA PARA LA VIDA: acepta la realidad, la reconoce -enfermedades, contratiempos... que conducen a la muerte-, y da a entender que se puede seguir adelante a pesar de todo ello. Que se puede amar a pesar de todo, porque el hombre está hecho para amar, aunque encuentre la oposición de mil fuerzas.

Y, estas fuerzas del mal, cada uno de nosotros las tenemos, tanto en nuestra interior como en el exterior. Ellas querrían hacer callar la voz autorizada de Jesús.

-Los espíritus inmundos

¿Qué nombre tienen estos "espíritus inmundos", estas fuerzas, que nos poseen? Los hay de todos los colores. Vamos a citar algunos:

- LA DESESPERACIÓN: creer que la vida no tiene sentido, que no hay nada que hacer, que todo es malo.

- EL TRIUNFALISMO: es el extremo contrario; es creer que el mundo es un paraíso, que sin sembrar van a nacer flores, que la vida cristiana puede existir al margen de la cruz.

- LA EVASIÓN: dejar el trabajo para los demás. Pretender el derecho de ser llamado ciudadano sin tener que ejercer ningún deber en bien de la comunidad.

- LA RUTINA: ser esclavo del propio pasado y de las propias costumbres.

-Llamada a la libertad: Jesucristo nos invita a liberarnos hoy de los valores falsos que el mundo nos presenta como salvadores y de los ídolos de nuestro corazón que nos impiden hacer la voluntad del Padre, que nos poseen y nos dañan. Esta invitación no va a quitarnos los problemas, pero sí nos va a ayudar a afrontarlos de un modo nuevo, libre y lleno de amor.

Dentro de un momento nos atreveremos a dar gracias al Padre porque la Palabra de su Hijo ha hecho que nos diéramos cuenta de que, a pesar de todo, podemos enfocar la vida como El lo hizo: amando.

L. SUÑER
MISA DOMINICAL 1982/03


4.

¡Es curioso! Asisten a un exorcismo muy especial y sin embargo, según Marcos, lo que impresiona a la gente no es la acción de Jesús, sino su enseñanza. En este caso, la curación sólo intenta reforzar la autoridad con que Jesús habla. ¡Nadie ha visto nunca nada semejante! El asombro les viene no por este exorcismo que ha tenido éxito -seguramente habían admirado otros exorcismos-, sino que tiemblan ante un hombre que puede hablar con una autoridad tan poderosa. Poderosa y hasta extraña, algo totalmente nuevo. De este modo quedan ligadas fuertemente entre sí tres palabras: enseñanza, autoridad y novedad:

"¿Qué significa esto? Un nuevo modo de enseñar, con autoridad". No se nos dice nada de esta enseñanza porque lo importante para Marcos es dirigir nuestra atención hacia aquel que enseña: "Pero ¿quién es este hombre?". Estamos al comienzo del evangelio de Marcos y ya se le ha dado un color. Cada evangelista tiene su color: Mateo nos ofrece la enseñanza de Jesús; Lucas nos pone en contacto con el cariño de Dios, pero también con su violencia contra el dinero; Juan señala lo que quiere decir creer para vivir. Marcos, por su parte, nos invita a trabar conocimiento con Jesús sin decirnos demasiado pronto: "Es el Hijo de Dios". Nos pide que tengamos un poco de paciencia en nuestra aproximación a Jesús si queremos vivir ese momento de luz en que nos veremos transformados, quemados, enloquecidos y dichosos porque al fin las palabras gritarán su sentido: Jesús es realmente el Hijo de Dios.

Durante una entrevista, el cantautor Nougaro decía: "Nadie me ha sensibilizado por Jesucristo". Marcos es un sensibilizador. Lento, prudente. Elimina las pistas falsas, hace callar a los que podrían engañarnos.

-Sé quién eres, dice el demonio de Cafarnaún, ¡el Santo de Dios!

-¡Cállate!, le dice Jesús.

Cállate, porque sabes mal lo que yo soy y es demasiado pronto para decirlo. La educación familiar tiene éxito, los catecismos son buenos, las lecturas del evangelio son fecundas cuando todo esto sensibiliza poco a poco para este descubrimiento: un hombre, Jesús, es Dios.

¿Por qué esta insistencia en este necesario cuerpo a cuerpo con estas seis palabras que lo dicen todo: "Jesús es el Hijo de Dios"? Porque el evangelio no puede leerse de verdad, no puede rezarse de verdad, más que si establecemos ante todo un contacto entre Jesús y nosotros. Ese contacto es nuestra fe en su divinidad. Las palabras que vamos a escuchar, los gestos que vamos a contemplar son una enseñanza absolutamente única sobre Dios y sobre nosotros porque Jesús es el Hijo de Dios.

Se ve mejor entonces, en este pasaje, la fuerza de la palabra "nuevo". Quiere decir algo más que unas cosas nuevas, no escuchadas hasta entonces, y que podrían contemplar las enseñanzas antiguas. En este sentido, Jesús no dijo muchas cosas nuevas. Su mandamiento: "Amaos los unos a los otros" no habría sido más que una vulgaridad (todo el mundo lo ha dicho antes y después del él), si no hubiera añadido: "Como yo os he amado". La novedad aparece cuando se palpa que, puesto que Jesús es Dios, esto significa: "Amad como Dios ama". ¡Esto sí que es radicalmente nuevo!.

Lo que enseña Jesús lleva entonces la marca de una novedad absoluta que no añade nada, precisamente porque es "otra cosa", otro mundo de pensamiento y de conducta. Jesús hace nacer así un mundo nuevo, porque cuando él habla es Dios el que habla y el que libera en nosotros un ser nuevo.

"¡Sal de ese hombre!", ordena Jesús con una autoridad asombrosa.

¡Que salgan de nosotros esas maneras de pensar que nos paralizan! Por fin, hay alguien que libra nuestro corazón y nuestra vida.

ANDRE SEVE
EL EVANG. DE LOS DOMINGOS
EDIT. VERBO DIVINO ESTELLA 1984.Pág. 75


5. LA NOVEDAD DE JC

Mc nos presenta una revelación progresiva de la condición personal de JC, uniendo su enseñanza, su poder para liberar del mal y el anuncio de su pasión, muerte y resurrección. La predicación y la acción de JC despiertan, de momento, un entusiasmo en las multitudes, pero éstas no lo comprenden, cosa que produce que el Maestro se vaya dirigiendo a su círculo más próximo y a los discípulos, que de hecho tampoco lo comprenden adecuadamente hasta la resurrección.

JC es una novedad interpeladora y que pide la respuesta vivencial del seguimiento. El hecho de seguir a JC es muy importante en Mc.

La multitud y los discípulos lo siguen; aquella por la fama que despierta la novedad y la acción del Maestro; estos por una actitud de fe, ciertamente incipiente y que madurará después de Pascua, pero una cierta fe en el Jesús pre-pascual, como nos lo demuestra la confesión de Pedro: "Tú eres el Mesías" (Mc 8, 29); confesión que responde a la pregunta del Maestro: "Quien dice la gente que soy yo" (Mc 8, 27). Los textos evangélicos del ciclo B, son muy actuales y presentan una buena oportunidad pedagógica para madurar la fe de los fieles. Es preciso que cada uno se pregunte: ¿Quién es JC para mi ahora y aquí? El evangelio de este domingo puede ser una buena introducción para mostrarnos la novedad de JC, novedad siempre actual y que nos interpela, y el sentido de su acción, de los milagros. Más que fijarse en detalles se puede presentar una orientación general para la respuesta de quién es JC para mí.

La gente se maravillaba de cómo enseñaba Jesucristo; no lo hace como los maestros de la ley, sino con autoridad que procede de su misma persona y además enseña una nueva doctrina. Este "con autoridad", es la autoridad mesiánica, la autoridad del profeta prometido (1. lectura), de quien se anuncia que ya ha llegado la hora, que el reino de Dios está cerca, que hay que convertirse a aquello nuevo y definitivo que ya se había anunciado (evangelio del domingo pasado) y que ha llegado en la misma persona de JC.

A la autoridad de la enseñanza se añade el poder de liberar del mal. En la antigüedad las enfermedades se atribuían a espíritus malignos, que se presentan a menudo como la personificación del mal. La novedad es: que en la presencia de JC el mal queda reducido a la impotencia, ya que incluso los espíritus malignos le obedecen; anuncio en el tiempo de la liberación total y escatológica que esperamos por JC.

El evangelio proclamado este domingo narra el primer milagro del evangelio de Mc. Hoy los milagros no están de moda en la predicación pero el evangelio está lleno de ellos; debemos situarlos catequéticamente en el plan de la salvación, dejando para los exégetas los problemas críticos. En el evangelio se utiliza muy poco el término milagro = prodigio; en cambio se usan las palabras "obra" "poder" y en Juan "signo". En esta homilía, adaptándose a la mentalidad de los oyentes, se podría presentar el verdadero sentido de los milagros en el evangelio. Estos, más que signos de la omnipotencia divina que muestren la divinidad de JC, son signos de salvación, de liberación del mal, de una toma de contacto de JC con el mundo y con su miseria, para arrojar fuera, para exorcizar lo que esclaviza al hombre y para curar la miseria intramundana. Los milagros no suscitan la fe, sino que suponen la fe en Cristo, y por lo tanto más que prestar atención a cada narración milagrosa, es preciso fe en EL MILAGRO del poder liberador de Dios manifestado en JC, en quien creemos y esperamos.

J/SEGUIMIENTO:.Una vez presentada la novedad de JC, ¿qué representa para mí? Seguir a Cristo supone un camino, un itinerario, que no permite instalarse. Seguir a Cristo supone estar de camino hacia la liberación de todo lo que personalmente, en la sociedad y en la misma Iglesia nos hace esclavos del egoísmo, de injusticias, de falta de amor y de servicio. Seguir a JC, hoy y siempre, afirmando todo el valor del hombre, es afirmar también que no hay autosalvación, es creer que la plena realización del hombre, que la salvación total se nos da por Cristo y en Cristo, pero a través de una historia humana que hemos de construir y que por Cristo se convierte en historia de salvación.

MISA DOMINICAL 1976/03


6.

Con la narración sobre la vocación de los cuatro discípulos, que se nos anunciaba el domingo pasado, Marcos predicaba a la primera comunidad cristiana que su existencia sólo se debe a un hecho: la palabra de Jesús, Pero, ¿no era demasiado frágil e insegura una tal existencia? ¿Podía ella, sin pensarlo más y sostenida únicamente por esa palabra, emprender el camino que supone el vivir como comunidad de Jesús? Nuestro Evangelista responde a estas cuestiones con dos puntos muy significativos, contenidos en la narración que hoy escuchamos (la curación de un poseso), la cual se diferencia de las demás historias sobre curaciones.

De la lectura del texto sagrado se desprende que todo israelita adulto podía tomar la palabra para explicar el texto que se exponía en la sinagoga. Así, también pudo Jesús enseñar en la sinagoga un sábado... Inmediatamente sintieron los oyentes que la proclamación de Jesús era diferente a la explicación que hacían los escribas. Marcos no nos explica dónde se halla tan poderosa diferencia. Podría haber estado solamente en aspectos externos.

Y, sin embargo, qué poder tenía la palabra de Jesús es algo que se pone de manifiesto en la reacción del demonio, el cual -sin habérsele dirigido la palabra expresamente- se siente interpelado y grita en el momento en que esa palabra está siendo proclamada.

Este es el primer punto llamativo de esta narración: el hombre que está poseído por un espíritu impuro no había venido al servicio divino de la sinagoga precisamente a ser curado por Jesús. Quizá ni siquiera supiese el hombre aquel qué clase de espíritu le poseía, por lo menos hasta el momento en que se sintió interpelado por la palabra de Jesús. Lo cierto es únicamente que en aquel instante se defendió y reveló lo que se había metido en él: el demonio.

A los ojos de los contemporáneos de Jesús, los demonios eran unos poderes oscuros, destructores, ante los cuales no había vida humana que se sintiera segura y de cuyo camino no había poseso que pudiera por sí mismo liberarse alguna vez. Y aun cuando difiriesen las opiniones sobre el origen de estos poderes destructores, tanto judíos como paganos coincidían (para nadie había duda alguna) en afirmar su superpoderosa existencia. Por eso, las narraciones acerca de los exorcismos de Jesús eran, no sólo para judíos, sino también para no judíos, un verdadero Evangelio.

Por esta razón podemos comprender mucho mejor qué significado tenía para el lector o el oyente del evangelio de Marcos encontrarse por primera vez con la palabra de Jesús, que, como decimos, era el único fundamento para ser cristiano: "Hasta los espíritus inmundos obedecían su mandato".

Esto quería decir para ellos: Donde habla Jesús no pueden sostenerse los oscuros poderes que a menudo sentimos cómo atenazan nuestra vida, que no sabemos cuál es su origen y de los que por nosotros mismos no podemos liberarnos. Es cierto que esos "espíritus impuros" no se rinden de pronto. Más bien se defienden en nosotros y acaso los descubrimos por primera vez en el momento en que notamos que algo en nosotros se resiste a la palabra de Jesús, hasta el punto de no ser libres en manera alguna respecto a ese espíritu enemigo de nuestra propia vida. Y puede ocurrir que repentinamente se abran con amplitud nuestros oídos para percibir la fuerza de aquella palabra.

Por supuesto que tampoco se debe olvidar que la resistencia al mensaje de Jesús puede ser extremadamente fuerte y que a menudo quisieran muchos ser arrancados maravillosamente de las garras del mal por la palabra de Dios, pero esta palabra no se deja manipular de manera sorprendente por ningún otro poder.

De este asunto sólo se ocupa Marcos en esta primera narración acerca de una curación. Por eso, al final de la misma, dirige la atención del lector o del oyente -y éste es el segundo punto llamativo- no a la persona de Jesús, sino a su enseñanza.

En este sentido viene bien aquí recordar que, más adelante (en el mismo Marcos, 4, 41), se cuenta que, cuando Jesús hizo amainar la tempestad sobre el lago, los discípulos admirados se decían unos a otros: "¿Pero quién es éste? ¡Hasta el viento y las aguas le obedecen...". En lo que el Evangelista pone el acento no es sencillamente en la fe que los discípulos tienen en el poder maravilloso de Jesús y la enseñanza que de él se desprende, sino sobre todo en su disposición a compartir los peligros que les hacen acudir a la palabra de Jesús. Dicho de otro modo: Marcos nos enseña que la falta de fe o increencia comienza allí donde el cristiano no está dispuesto, por pereza o por miedo, a enfrentarse por sí mismo y a compartir con Jesús y con los demás los riesgos y peligros.

EUCARISTÍA 1988/07


7.

Continúa el evangelio reflexionando sobre la enseñanza única traída por Jesús, y nos conduce a una reflexión que recae sobre Jesús mismo. Lo que el evangelio subraya no es la pasmosa familiaridad que Jesús hacía posible entre los hombres que le trataban y el Misterio presente en él. Los testigos directos de Jesús habían experimentado de tal manera en él esta familiaridad y se les había hecho cotidianamente tan evidente que no creían necesario preguntarse acerca de ella. Lo que, por el contrario, polariza su atención y sus pesquisas es ese Misterio del que Jesús es signo y presencia. A este propósito hace Marcos tres afirmaciones.

a) En Jesús está presente una realidad nueva, inaudita y con todos los indicios de ser de lo alto; esta realidad se manifiesta en su manera de tratar al espíritu inmundo. ESPIRITU/INMUNDO: Este personaje vociferante es un "espíritu": forma parte de esos poderes sobre los que el hombre no tiene poder directo, por ser inasequibles para él; por lo mismo, su fuerza intangible, y además superior, resulta más temible. Es "inmundo". Tomada esta palabra en el sentido bíblico más amplio, significa todo lo que no es apto para la más mínima relación con Dios, que es "puro" y "santo". Así pues, este espíritu representa lo que hay de opuesto a Dios en una determinada realidad del mundo; es el símbolo de la incomunicabilidad que separa a Dios de esta realidad "mundana"; el símbolo de todo aquello que en el hombre, en cada uno de nosotros, está en radical oposición con Dios.

La fuerza de este espíritu es grande; lo indica su voz, o más bien su estruendoso alarido, así como la violenta agitación a que somete al hombre del que "sale"; esta fuerza del espíritu impresiona a la multitud, sobrecogida ante ella como se sobrecogen los hombres cada vez que sienten el poder irreprimible de un mal que les aplasta.

Lejos de impresionarse, y más lejos aún de asustarse, Jesús habla con autoridad al espíritu. No se dice que grite, pero su voz amenazadora se impone al vocerío del espíritu, cuyo "gran grito", bruscamente extinguido, pone fin al insólito alboroto. La "autoridad" de Jesús se ha impuesto al espíritu, como poco antes su fuerza se había impuesto a Satanás, que le "tentaba durante cuarenta días".

b) Ante aquella demostración de excepcional poder, la multitud reacciona. Nuestro texto carga el acento, ante todo, sobre esta reacción de la multitud, impresionada por la "autoridad" demostrada por Jesús. Esta "autoridad" es nueva (v. 27), al menos en el sentido de que nunca se había conocido autoridad tan grande en los escribas. Al comienzo y al final del relato se advierte una doble mención de esta inaudita "autoridad". Lo primero que impresiona, es la manera de enseñar que tiene Jesús, muy alejada de las distinciones, sutilezas e incluso contradicciones contenidas en la enseñanza de quienes no saben hacer otra cosa que referir las opiniones discrepantes de los grandes maestros. Jesús enseña como alguien a quien el Espíritu sugiere la proclamación de una palabra verdaderamente divina. Y por otra parte, es sorprendente la fuerza de autoridad con que Jesús condena a los malos espíritus. Dos manifestaciones de autoridad que parecen estar muy próxima la una de la otra: la palabra imperiosa que se impone a los demonios y le somete a su voluntad, es la misma que domina en el mensaje propuesto para hacer de él un testimonio personal. Hasta tal punto es sorprendente esta "autoridad", que su fama se difunde lejos, por toda la comarca de Galilea. No se puede por menos de hablar de un hombre que actúa como lo hace Jesús y que enseña con los acentos con que él enseña. Sin embargo, esa reputación que parece que nadie podría impedir y que se extiende por todas partes, estriba menos en un conocimiento claro sobre Jesús, que en las preguntas que se hacen acerca de él y en el interrogante provocado por su persona y su comportamiento. Todo el mundo está sorprendido, y nadie sabría decir quién es aquel personaje que trae revuelta a la región.

c) ¡Pero sí! Hay alguien que sabe decirlo: el "espíritu inmundo". Todas las teorías en torno a la psicología de tal personaje, quedarían aquí fuera de lugar. El evangelista se ocupa de otra cosa. Desea comunicar su profunda convicción de que Jesús es un misterio luminoso, a la vez que oscuro. Es un misterio oscuro, y muy oscuro, para las multitudes que sólo saben contemplar perplejas las acciones de Jesús, e intercambiarse las preguntas que sus palabras suscitan. Y sin embargo, es un misterio luminoso, y sucede con él lo que con toda claridad: que no puede pasar inadvertido. Los demonios, seres superiores, perciben esa claridad divina, imperceptible para los hombres y saben definir a Jesús: "eres el Santo de Dios", grita este demonio; y más adelante, proclama aquel otro con mayor conocimiento de las cosas: "Jesús, Hijo de Dios" (5, 2-15). Los hombres irán descubriendo, poco a poco, esta claridad; para comprender a Jesús necesitarán seguirle, hasta el compromiso personal, a todo lo largo de su aventura, particularmente en la última y decisiva etapa, la cual permitirá por fin dar respuesta a las cuestiones en las que, por el momento, no hacen sino tropezar, mientras que el enemigo sabe verlas con claridad. SAS/ENEMIGO-J:

"Al ser el demonio un ser espiritual, inmediatamente ve que Jesús es su enemigo personal. Experimenta casi físicamente la irradiación del poder irresistible que emana de Jesús. Comprende de una vez que para él está todo perdido. Pero las cabriolas de los demonios no son sino el reflejo visible de la personalidad invisible de Jesús. En efecto, al ser de orden espiritual la grandeza de Jesús, escapa a la percepción de las multitudes. Los demonios, que ven las realidades espirituales, son aquí los intermediarios de la revelación del Hijo de Dios. Son el espejo que refleja, en beneficio de los hombres, el rostro invisible del Mesías. Por eso, en la economía del evangelio de Marcos, estos encuentros demoníacos adquieren el valor de verdaderas epifanías. Son una manifestación indirecta y velada de la personalidad transcendente del Hijo de Dios". Se alcanza la cumbre cuando el demonio grita el Nombre de Jesús, es decir, su título de "Hijo de Dios". (·MINETTE-DE-TILLESSE: Le secret messianique dans l'Évangile de Marc. París, Le Cerf, 1979, p. 400).

El evangelio de Marcos es un libro demasiado rico, demasiado profundo y hasta demasiado sublime para que puedan sacarse de él aplicaciones fáciles. Sin embargo, parece haber querido responder a una sola pregunta que hoy nos preocupa a todos. Esta pregunta la habría formulado él así :¿Quién es Jesucristo? ¿Cómo pueden llegar los hombres a este conocimiento? Nosotros la formularíamos en otros términos, pero la pregunta seguiría siendo la misma.

Nosotros nos preguntamos: ¿Qué es evangelizar? ¿Cómo se puede conducir a los hombres a la aceptación del Evangelio? La respuesta que el libro anticipa no es simple; en cada párrafo proporciona un elemento de ella. Al lector atento corresponde reorganizar como elementos de un puzzle, los múltiples datos de esta meditación sobre el Evangelio, que no es sino una meditación sobre Jesucristo.

LOUIS MONLOUBOU
LEER Y PREDICAR EL EVANGELIO DE MARCOS
EDIT. SAL TERRAE SANTANDER 1981.Pág. 33 ss.