26 HOMILÍAS PARA LOS TRES CICLOS DE LA TRINIDAD
(1-10)

 

1. TRI/C/INDIVIDUALISMO
Hermanos: la confesión de nuestra fe es un solo Dios en tres personas. Lo recordamos, de modo especial, en este domingo de la Santísima Trinidad. Todo el NT nos presenta vigorosamente a UN DIOS UNICO Y AL PROPIO TIEMPO DISTINTO: PADRE, HIJO Y ESPIRITU SANTO. (...) Que Dios sea así es algo que no está al alcance de nuestra inteligencia, pero una vez revelado por JC, resulta fácil de comprender para el corazón humano. Significa que DIOS ES AMOR QUE SE REALIZA EN LA COMUNICACION MUTUA entre el Padre, el Hijo y el Espíritu Sto. No nos resulta difícil comprenderlo, porque nosotros hemos sido formados a imagen y semejanza de Dios y podemos comprender lo que quiere decir comunidad, familia, amistad.

Por ello, precisamente, celebrar la fiesta de la Trinidad nos debe hacer más conscientes de la condición comunitaria de cada persona humana y de la VOCACION A LA COMUNIDAD que debe dominar a toda la humanidad. Cada persona, como Dios mismo, no somos un YO INDIVIDUALISTA, somos miembros de la humanidad, de una familia, de un pueblo, y debemos vivir como tales con toda conciencia y responsabilidad. Debemos desterrar el individualismo y construir una civilización del "NOSOTROS". El lugar de nuestro YO está dentro del NOSOTROS. Nadie debe vivir y respirar para sí mismo, sino para toda la familia humana. LOS DEMAS Y YO SOMOS UNA MISMA COSA EN EL "NOSOTROS".

Para adquirir esta conciencia debemos quitarnos de encima la manía, verdadera enfermedad y pecado, de ir CADA UNO POR SU LADO, de mirar únicamente para sí, de asegurarnos sólo individualmente los bienes materiales y espirituales que necesitamos (comida, vestido, cultura, salud, trabajo...). La primera preocupación del cristiano ha de consistir en aprender y practicar esta mentalidad fraterna que considera al mundo como una familia, como la casa de los hijos de Dios. (...) Ojalá hoy sepamos decir el Padrenuestro con mayor plenitud de sentido, sabiendo integrar el yo personal en el "nosotros". JC vino para enseñarnos a decir de verdad y en plenitud UN NOSOTROS VERDADERAMENTE UNIVERSAL.

De este modo, la gracia de JC, el amor del Padre y el don del ES estarán realmente en nosotros.

J. HORTET
MISA DOMINICAL 1976, 12


 

2. La vida cristiana comienza en el nombre del Padre y del Hijo y del ES: en el nombre de la Stma Trinida hemos sido bautizados. También la Eucaristía comienza en el nombre del P. y del H. y del ES. Cuando el sacerdote o el presidente de la asamblea saluda a los fieles, lo hace generalmente con una fórmula trinitaria; por ejemplo, con la que hallamos en la 2a lectura bíblica de esta solemnidad: "La gracia de N.S.JC, el amor del Padre y la comunión del ES esté siempre con vosotros". Y cuando, terminada ya la Eucaristía, el sacerdoet despide a la asamblea, de nuevo invoca sobre los asistentes el nombre del P. y del H y de ES. En la liturgia la Iglesia dirige siempre sus oraciones al Padre, por el Hijo, en la unidad del ES. En el credo o símbolo de nuestra fe ordenamos los artículos también de acuerdo con el mismo esquema. Toda la vida cristiana y toda la vida de la Iglesia está señalada con el nombre del P. y del H. y del ES. Así nos santiguamos, así oramos, así confesamos nuestra fe, así bendecimos, así celebramos y recibimos el perdón.

Hoy celebramos la fiesta de la Stma. Trinidad. Pero esto no quiere decir que esta fiesta sea una más entre otras y que podamos situarla en un mismo plano o dentro de una misma serie, junto con las fiestas de otros "santos menores, como la Virgen María, S. Francisco de Asís o Santa Teresa. Porque la Sma Trinidad no es el santo de mayor categoría. Los santos nos han precedido en la historia de la fe y del testimonio del evangelio en el mundo, tuvieron su lugar y su momento en esa historia, y es justo y saludable que tengan ahora un día en el calendario de nuestras celebraciones y un recuerdo en el corazón de la Iglesia. Pero ése no es el caso de la Stma. Trinidad. Tampoco es equiparable a los misterios de la historia de la salvación que celebramos en Navidad, en Pascua, etc.

-Misterio de comunión. La Stma Trinidad es Dios en nosotros, Dios con nosotros y Dios por encima de nosotros. Es el misterio que penetra y envuelve nuestra vida y nuestra historia. El Espíritu es Dios en nosotros. De él viene la esperanza que peregrina hacia la plenitud de Cristo, él inspira a los profetas la palabra de Dios, él actúa en el corazón de los creyentes para aceptar la palabra de Dios, él reúne a los hijos de Dios en torno al Hijo, él anima la plegaria que dirigimos al Padre. Él ha sido derramado en nuestros corazones y es más íntimo a nosotros que nosotros mismos.

El Hijo es Dios con nosotros, el que ha nacido para ser nuestro hermano, nuestro compañero, nuestro prójimo. El hijo es el rostro de Dios, el que ve al Hijo ve al Padre. Es su Palabra hecha carne en las entrañas de María, ante la cual se actualiza al máximo nuestra responsabilidad. El Padre es el que nos convoca en JC con su Palabra y a quien nos dirigimos por JC y a impulsos del ES. Es Dios por encima de nosotros y delante de nosotros, el que está aún por ver y por venir, la reserva de nuestra esperanza infinita.

La Stma Trinidad es propiamente el mismo Dios que ha entrado en comunión con nosotros. Es el Padre que se ha hecho "nuestro Padre", es el Hijo que se ha hecho nuestro hermano, es el Espíritu que se ha hecho nuestra vida. La Stma Trinidad es el misterio que funda nuestra convivencia. Para vivir ese misterio se requiere que todos seamos "nosotros" delante del Padre que nos convoca, que todos seamos una fraternidad en el Hijo que nos acompaña, y que todos participemos de un mismo sentir, de una misma esperanza y de un mismo amor, de una misma vida gracias al Espíritu que ha sido derramado en nuestros corazones.

Dios, uno y trino, está por encima de nuestras unidades y pluralidades. Su misterio nos orienta para realizar la utopía de una comunidad en la que la unidad de todos no sea en menoscabo de las diferencias de cada cual, y en la que nadie se pierda en la muchedumbre ni se endiose por encima de sus hermanos. El hombre, que ha sido creado a imagen y semejanza de Dios, sólo puede realizarse en la convivencia y en el encuentro amoroso con sus semejantes.

EUCARISTÍA 1981, 28


 

3. TRINIDAD:FUNDAMENTO DE NUESTRA VIDA CRISTIANA PERSONAL Y COMUNITARIA. TRI/PERSONA/C

SENCILLA GRANDEZA DE DIOS. No es celebrar un misterio incomprensible de Dios, sino precisamente todo lo contrario: descubrimos la fácil comprensión que nos ha proporcionado acerca de él. Gracias a JC hemos conocido la sencilla grandeza de Dios.

Jesús nos ha revelado el misterio de la Stma Trinidad no para que nosotros seamos más sabios sino para que influya en nuestra vida cristiana. Ser cristiano es creer en el Padre, en el Hijo y en el ES, como tres personas distintas y un solo Dios verdadero.

Este es un misterio profundo, inagotable, para la inteligencia humana. Pero es un Misterio presente y eficaz para la salvación porque es el Misterio del Amor de Dios a los hombres. En nombre de estas Tres Personas Divinas hemos sido bautizados y por ellas estamos salvados. Desde que fuimos bautizados vivimos dentro de este Misterio que muchos de nosotros no hemos desvelado aún; tal vez ni sospechamos su grandeza y nos privamos así de algo capaz de dar un vuelco a nuestra vida y hacerla más feliz.

Cristo es Dios, pero es el Hijo; ha sido enviado por el Padre, que también es Dios; y el Espíritu del Padre, que es también el Espíritu del Hijo, se hace presente entre los hombres porque el Hijo y el Padre lo envían. Y el Espíritu del Padre y del Hijo es también Dios.

Nos enfrenta así Cristo con la Stma. Trinidad, Misterio de la Vida Intima de Dios, pero siempre que Cristo nos habla de las Personas Divinas nos las presenta en acción: en acción de salvarnos. El Padre, por un exceso de amor a los hombres, nos ha enviado al Hijo, N.S., que con su muerte y resurrección nos ha salvado y el Espíritu de los dos nos dirige en medio del mundo.

Bautizarse "en el Nombre del P. y del H. y del ES" es entrar en la vida común de las Personas divinas, entrar en relación viva con las Personas divinas: es incorporarse a Cristo por el ES que nos hace hijos del Padre. Vivir la vida de Cristo amados por el Padre y amando al Padre bajo la acción del ES.

Nuestra Misa comienza "en el nombre del P. y del H. y del ES". Esta asamblea es signo visible de la obra de la Trinidad: estamos reunidos por el impulso del ES para celebrar y vivir la salvación del Hijo y bendecir al Padre por todas sus maravillas.

Misterio fecundo, fundamento de nuestra vida cristiana personal y comunitaria.

Fundamento de nuestra vida cristiana personal: es cristiano aquel que se afana en imitar a Cristo para, a ejemplo suyo, ser hijo del Padre bajo la acción del ES. Hacer de nuestra vida diaria una relación familiar con las Personas divinas. Hacerlo todo en el nombre del P. y del H. y del ES.

D/FAMILIA-C:Fundamento de nuestra vida social. No tenemos un Dios individualista, sino un Dios-Trinidad, un Dios Familia, un Dios Comunidad. Tres Personas divinas no aisladas, sino en perfecta comunión de vida, en una entrega mutua infinita y son Personas porque existen entregadas una a otra, en perfecta relación de amor.

Nosotros estamos creados a imagen y semejanza de Dios-Trinidad.

Por tanto, nuestro ser personal es comunitario. Como ocurre en Dios, el hombre sólo es "persona" cuando vive en relación con los otros, entregado a los demás por el amor; si no, no es persona, es egoísta, es un bicho. Decía Pablo VI: "La manifestación concreta del sentido social cristiano es, ante todo, el sentir un vivo interés por los demás, por la situación concreta en que viven los hombres".

En resumen: ser cristiano implica entrar con Cristo en relación con las Divinas Personas, y entrar y vivir en relación fraterna con los hombres.


 

4. LA COMUNIDAD BASICA A LA QUE TODOS PERTENECEMOS ES IMAGEN DE LA TRINIDAD.

La confesión de nuestra fe es un solo Dios en Tres Personas. Lo recordamos de modo especial en este domingo de la Stma. Trinidad. Todo el NT nos presenta vigorosamente a un Dios único y al propio tiempo distinto: P. H. y ES Fácilmente podemos confundir el objeto de la celebra- ción de hoy con la contemplación intelectualizada de un misterio enigmático e inalcanzable. Al contrario, la intención de la liturgia es que vivamos con la máxima intensidad la maravilla del amor de Dios a los hombres.

A lo largo del año litúrgico hemos ido celebrando los diversos acontecimientos de la historia de la salvación, y al llegar a este domingo, intentamos contemplarlos en su mismo origen: la vida íntima de Dios. A través de las actuaciones realizadas por Dios a favor de los hombres, Él mismo nos ha ido descubriendo, nos ha ido revelando su modo íntimo de ser -no modos distintos de hablar- y por eso nosotros, de una sola mirada y aunque no lleguemos a entenderlo, podemos intuir toda la profundidad de su misterio.

En primer lugar, Dios se nos ha mostrado COMO PADRE que nos ha dado la vida por amor y que cuida de nosotros como hace un padre por sus hijos. Este Dios, que es nuestro Padre, al llegar la plenitud de los tiempos, nos ha enviado a su PROPIO HIJO que, a diferencia de los demás hombres, que son también hijos de Dios, lo es de un modo total y perfecto. El Hijo de Dios nos ha salvado con su vida, su muerte y su resurrección. Toda la existencia de Cristo transcurría bajo la presencia del ES, que había recibido como don del Padre y que, al abandonar visiblemente este mundo, nos prometió y entregó también a nosotros, a todos los que creemos en él. Y porque el Hijo nos concede su propio Espíritu, Espíritu que es también propio del Padre, podemos ser hijos del Padre.

A lo largo de la historia de la salvación la misma realidad divina se nos ha mostrado de tres modos dintintos, intimamente unidos: como Padre, como Hijo y como Espíritu de Amor. Al reflexionar sobre todo esto los cristianos hemos llegado a la convicción de que nuestro Dios es un solo Dios pero no es un Dios solitario, sino un Dios que, en su realidad interior, posee una tan gran riqueza de vida que se realiza en tres personas, iguales y distintas, las tras con la misma dignidad y la misma naturaleza divina, pero cada una relacionada con las demás y actuando de modo distinto en relación con la salvación de los hombres. Esta realidad, que nunca llegaremos a comprender totalmente, es lo que llamamos el misterio de la Stma Trinidad.

Dios nos ha revelado algo de su íntima naturaleza. Pero no lo ha hecho para que nosotros nos rompamos la cabeza, intentando comprender cómo es posible que las tres personas divinas no sean tres dioses, o intentando hurgar atrevidamente en la propia intimidad de Dios. Dios nos ha dicho como es, no para que nosotros sepamos cosas acerca de Él, sino para que nosotros le imitemos. Sí, esto no debe asustarnos. Los hombres debemos imitar a Dios.

Y una de las cosas que nos dice el misterio de la Trinidad es que Dios no es un ser solitario, aislado en su propia perfección, sino que en su interior existe una vida de amor y de comunidad, una comunidad que se parece mucho a la comunidad básica a la que pertenecemos todos los hombres: la familia. Por eso, la Biblia usa tres palabras -Padre, Hijo, Amor- sacadas del vocabulario familiar, para expresar de algún modo el misterio de la vida divina.

De todo esto debemos sacar algunas consecuencias prácticas. Nuestra vida de hombres y de cristianos debe ser también comunitaria: no podemos vivir aislados de los demás. Esto quiere decir que no hay verdadero "yo" sin "nosotros". No es posible la persona sin las otras personas. Creer es construir comunidad. Porque todo lo que sabemos de Dios lo sabemos a través de las obras que ha hecho por nosotros; y podemos resumir la obra de Dios diciendo que ha sido una obra de entrega a los hombres: el Padre nos ha regalado a su propio Hijo, y el Padre y el Hijo nos han comunicado su mismo Amor, el gran don del ES.

También nosotros debemos gastar nuestra vida al servicio de los hombres; también nosotros debemos entregar a nuestro hermano aquello que más amemos y apreciemos, incluso debemos estar dispuestos a entregarles lo que vale más que cualquier otra cosa: nuestra propia vida. Así seremos imitadores de Dios, tal como Jesús nos aconseja: "Vosotros sed perfectos, como perfecto es vuestro Padre del cielo" (Mt 5. 48). Así será verdad que creemos en el nombre del P. y del H. y del ES.


 

5. 

-El hombre a imagen y semejanza de Dios H/IMAGEN-SEMEJANZA-D: Dice el libro del Gn que Dios creó al hombre a su imagen y semejanza, y lo creó varón y mujer. Por tanto, la imagen y semejanza de Dios no es el varón ni la mujer, sino el varón y la mujer. No es Adán ni Eva, sino Adán y Eva. Este es el hombre, el hombre acompañado, pues un hombre solo no es aún el hombre a imagen y semejanza de Dios.

Creemos en un solo Dios. 
Pero el monoteísmo cristiano no es la fe en un Dios solitario, que sería la ausencia del amor, sino la fe en el amor. Porque "Dios es amor". Creemos, pues, en un solo Dios, pero en tres personas distintas: P., H. y ES. Creemos en tres personas en comunión infinita, y, por eso, en un solo Dios. Aquí fallan las matemáticas, como fallan también en el amor. Es el misterio. Si nos amamos los unos a los otros, podremos vivir en nosotros el misterio, aunque no sepamos explicarlo.

La Trinidad no es un misterio para rompernos la cabeza, sino para salir cada cual de su egoísmo y componer entre todos la imagen y semejanza de Dios. A medida que construyamos entre todos la comunidad, seremos "nosotros" delante de Dios, delante del "tú" de todos los hombres. Mientras tanto, no podemos saber qué es el hombre, ni imaginarnos siquiera lo que Dios es para el hombre.

-El hombre es más que el hombre 
El misterio que celebramos hoy nos dice que el hombre es más que el hombre, esto es, que cada hombre. Y que, por tanto, para ser cada uno lo que debe ser tiene que serlo en comunión con todos. Nos dice también que nadie tiene en sí mismo la clave para entenderse a sí mismo, y que es preciso ir a buscarla en los demás, en el diálogo y en la fraternidad. Nos dice que esta clave del hombre está, en definitiva, escondida en el misterio de Dios. Que sólo conoce al hombre el que conoce a Dios. Aunque, por otra parte, el conocimiento de Dios depende de que nos reconozcamos los unos a los otros, si es que todos somos unidos la imagen y semejanza de Dios.

-Creer es construir la comunidad 
La Trinidad no es sólo lo que Dios es para sí mismo, sino lo que ha querido ser para nosotros. Es Dios tal y como se revela por su palabra en la historia. Esta palabra de Dios, plenamente pronunciada en JC, nos reúne a todos los creyentes para ser en el mundo el espejo de Dios. Creer es construir comunidad, responder a la palabra y a la iniciativa de Dios unién- donos los unos a los otros para que el mundo vea que Dios es amor, al ver cómo nos amamos los unos a los otros. El amor fraterno es la señal de los cristianos y la manifestación de Dios en la historia.

-Construir la comunidad, una tarea que nunca termina Hacer comunidad es una tarea que comienza y que nunca termina, emprender un camino en el que se realiza una esperanza sin límites, entrar en la aventura de un amor con el que siempre estamos en deuda, pues nadie puede decir en ningún momento que ya ha amado lo suficiente, todo lo que debe amar. En esta aventura nos conduce el espíritu de Cristo, que nos ha sido dado para que, unidos a Cristo, el hermano universal, entremos en comunión de vida con el Padre. Hacer comunidad no es suprimir las diferencias y juzgar a todos por un mismo rasero, como si todos fuéramos idénticos, sino más bien no juzgar a nadie y dejar vivir. Es también convivir, viviendo los unos para los otros, y siendo cada cual lo que es sin dejar de serlo para los otros. Hacer comunidad es solidaridad.

Vivimos en una sociedad pluralista. A veces el pluralismo se entiende como mera yuxtaposición de grupos incompatibles, que a lo más se toleran los unos a los otros. Sin embargo, el pluralismo debiera estar al servicio de la comunidad, de la colaboración, de la concordia, pues si el pluralismo es muchas veces la raíz de los conflictoos, también puede ser y debe ser la condición de posibilidad para el encuentro y el abrazo fraterno.

EUCARISTÍA 1978, 23


 

6. TRINIDAD. DIOS: DIOS NO ES UNA VERDAD DE LAS QUE HACEN PENSAR SINO DE LAS QUE HACEN VIVIR. SOLEDAD/COMUNICACION: A PESAR DE TANTOS MEDIOS DE COMUNICACION EL HOMBRE ESTA CADA VEZ MAS SOLO.

Ya es tópico constatar que el misterio de la Trinidad suele ser visto por la generalidad de los cristianos como una especie de crucigrama sin solución ("no te metas en trinidades") o como una formulación catequética abstracta, lejana e inoperante. Así se la coloca entre las verdades que quizá hagan pensar pero que no hacen vivir. ¿Cambiaría en algo nuestra vida de fe si nunca hubiésemos oído hablar de la Trinidad? Sin embargo, se encuentra en este misterio una vivencia esencial para el cristiano.

Dios se presenta al hombre que le encuentra como un misterio inefable, como una experiencia no definible pero fascinante e inabarcable como el mar o el firmamento. No se trata del primer motor inmóvil que hace funcionar todo lo que existe. No es el dios de los filósofos o el de los sabios sino el Dios de Abrahán, de Isaac y de Jacob, que se hizo presente dentro de la historia humana en JC. Dios no es tanto una verdad de las que hacen pensar. Es, sobre todo, una verdad que hace vivir. Sólo se puede hablar de amor desde la experiencia y lo que se diga difícilmente podrá juzgarse desde unas ortodoxias rígidas. Algo muy similar ocurre con la vivencia de Dios.

Dios se muestra al creyente cristiano como un horizonte en su vida, como Alguien que entró en la historia en Jesús de Nazaret y que anima nuestro caminar por el Espíritu. Pero la Trinidad además de poner ante nuestros ojos el misterio de Dios nos lo revela aportándonos así pautas de vida y valores operativos. No es por tanto una realidad que no afecte a nuestra existencia. Es sabiduría, saber vivir, sentido de la vida. No se nos llama a "rompernos la cabeza" sino a salir de nuestros egoísmos.

El Dios de Jesús se presenta a sí mismo como amor, es decir, como relación, comunicación, plenitud de vida y por tanto como felicidad. El hombre creado a su imagen y semejanza deberá tender también a este tipo de existencia. Celebrar la Trinidad es alegrarse en común por existir con los otros y con el Otro.

El hombre lo único que puede hacer solo es morir. Robinson Crusoe es imposible. No hay verdadero "yo" sin "nosotros". No es posible la persona sin otras personas. No es bueno que el hombre esté solo. El pluralismo no es algo tolerable: es necesario. Repetidamente aluden los sociólogos a la escasa y superficial comuni- cación personal que se da en una sociedad que posee más medios de comunicación que nunca. Los mensajes, nos dicen, suelen ser prefabricados o unidireccionales. Se comunican noticias pero no personas o realidades personales. "Digo cosas pero no me digo a mí mismo". El hombre, contra el deseo de Dios está cada vez más solo y paradójicamente sucede esto en mayor medida allí donde existen las más grandes y "avanzadas" aglomeraciones humanas. Se emplean machaconamente slogans y grandilocuentes palabras pero la realidad no responde a ellas. Se habla de solidaridad y convivencia pero los hechos muestran competición y explotación de los otros.

Los expertos nos dirán que es producto de una sociedad industrial, urbana y capitalista, en la que el individualismo es pieza o consecuencia esencial, pero no parece que los evidentes progresos materiales estén produciendo un hombre más humano y más feliz. En este contexto la auténtica comunidad parece imposible. Sólo la sociedad de intereses externos encuentra suficiente oxígeno para funcionar adecuándose cada vez más al modelo tomado de las máquinas computadoras. Lo materialmente útil es justificado siempre. Lo gratuito y gratificante sólo cuando se convierte en consumo.

Esta tendencia de los hechos no puede ser vista con indiferencia por el cristiano. Ha minado la propia comunidad de fe convirtiéndola en sociedad para los servicios religiosos y provoca sufrimiento, callado o expresado, en los que padecen tal situación. Creer es construir comunidad. La Trinidad no es sólo lo que Dios es para sí mismo, sino lo que ha querido ser para nosotros. Construir comunidad es una tarea que nunca se termina aquí en la tierra. La plenitud del Reino se da en el más allá pero la tarea comienza aquí. El compromiso del cristiano hacia este problema nace directamente de su fe en un Dios que no se define como omnipotente y eterna soledad sino como infinito amor y entrega a los hombres.

EUCARISTÍA 1987, 28


 

7. D/QUIÉN-ES 

DIOS ES HUMILDE
En otros tiempos, "Dios" fue una palabra llena de sentido para muchos hombres y mujeres. Hoy son cada vez más los que se avergüenzan de hablar de Dios de manera seria. Para muchos, Dios trae malos recuerdos. No interesa pensar en él. Es mejor «pasar» de Dios.

¿Cuál es la raíz profunda de este «ateismo mediocre» que sigue creciendo en el corazón de tantos que, incluso, se llaman cristianos? Quizás, muchos de ellos han experimentado a Dios como alguien prepotente, tirano poderoso ante el que tenemos que defender nuestra libertad, rival invencible que nos roba la espontaneidad y la felicidad. Sin darse cuenta, siguiendo la invitación de F. Nietzsche, están matando en su corazón a este Dios indeseado porque están secretamente convencidos de que es un ser prepotente que nos estropea la vida avasallando nuestra libertad. No saben que ese Dios tirano y dominador contra el que inconscientemente se rebelan, es un fantasma que no existe en la realidad. La clave para recuperar de nuevo la fe en el verdadero Dios sería, para muchos, descubrir que Dios es amigo humilde y respetuoso. Dios no es un ídolo satisfecho de sí mismo y de su poder. No es un tirano narcisista que se goza y se complace en su omnipotencia.

Dios no grita, no se impone, no coacciona. Dios no se exhibe. No se ofrece en espectáculo. Son muchos los que se quejan de que Dios es demasiado invisible y no interviene espectacularmente en nuestras vidas, ni siquiera para reaccionar ante tantas injusticias. No han descubierto todavía que Dios es invisible porque es discreto y respeta hasta el final la libertad de los hombres.

La fiesta de la Trinidad nos vuelve a recordar algo que olvidamos una y otra vez. Dios sólo es Amor y su gloria y su poder consiste sólo en amar. Para nosotros, la gloria siempre es algo ambiguo y nos sugiere renombre, éxito por encima de todo, triunfo sobre los demás, poder que puede con los otros... La gloria de Dios es otra cosa. Dios sólo es amor y, precisamente por eso, no puede sino amar. Dios no puede manipular, humillar, abusar, destruir. Dios sólo puede acercarse a nosotros para que nosotros podamos ser nosotros mismos. «La gloria de Dios consiste en que el hombre esté lleno de vida» como dice S. Ireneo.

Muchos hombres y mujeres cambiarían su actitud ante Dios si descubrieran que su idea de Dios es una «degradación lamentable» y si aprendieran a creer en un Dios humilde y respetuoso, amigo de la vida y la felicidad de los hombres, un Dios que no sabe ni puede hacer otra cosa que querernos.

JOSE ANTONIO PAGOLA
BUENAS NOTICIAS
NAVARRA 1985. Pág. 181 s.


 

8. TRI/3-DIMENSIONES D/H/DIMENSIONES

La Trinidad es un misterio que "atormenta", y no solamente hoy, a muchos hombres, cristianos y no cristianos. Una especie de rompecabezas. El caso es que nos dejamos atrapar en una especie de ejercicio trivial de álgebra: uno igual a tres.

No es ciertamente con el gancho de la lógica como podemos abordar este misterio. Hay que afrontarlo, más bien, desde un punto de vista existencial. Un conocido escritor francés -Jean Claude Barreau- ha presentado una interpretación extraordinariamente sugestiva, aun cuando no sea muy nueva, del misterio trinitario, pero lo ha hecho precisamente desde una perspectiva existencial. Intentemos resumirla brevemente. El hombre auténtico, verdadero y completo, vive en tres dimensiones: vertical, horizontal y profunda.

Podemos expresarlo en tres términos: - sobre - en torno - dentro

A través de la dimensión vertical el hombre se pone en relación con lo que está "sobre él": por ejemplo, el padre; o la madre, los superiores o cualquier clase de autoridad. Reconoce los valores que están encarnados especialmente en el padre: obediencia, docilidad, dependencia, orden.

Si acepta vivir en esta dimensión, el hombre es hijo. Si la rechaza radicalmente, se queda en adolescente, en una estéril rebeldía contra el padre, y se debate en una protesta confusa y anárquica.

La dimensión horizontal enlaza al hombre con aquello que se halla "en torno" a sí mismo: hermanos, hermanas, amigos, compañeros, todos sus semejantes, en suma. Los valores esenciales son los de fraternidad e igualdad. La persona que vive esta dimensión horizontal se convierte en hermano. Si la rechaza se queda en un niño egoísta y preocupado por su propio bienestar (también espiritual), extraño a las exigencias del mundo que lo rodea, insensible a los problemas de la justicia.

Finalmente existe la dimensión interior, mediante la cual el hombre entra en relación y sintonía con lo que está "dentro" de sí mismo, con su ser profundo. Es el mundo del alma, del espíritu, de la intuición, de la creatividad. La persona descubre los valores de interioridad, silencio, reflexión, libertad, contemplación, poesía, llega a las propias fuentes subterráneas, a las propias raíces. Se convierte en un ser espiritual. Y, subrayémoslo bien, el espiritual no es una criatura que vive en las nubes, desencarnada. Es sencillamente, un hombre profundo.

La persona privada de esta dimensión interior se condena a la superficialidad, a la vanidad, a la agitación exterior. Se queda en la superficie de todo. H/UNIDIMENSIONAL:Por consiguiente, el hombre completo debe vivir en relación con lo que está "sobre", "en torno" y "dentro" de él mismo. Estas tres dimensiones hay que aceptarlas, y desarrollarlas simultáneamente. El que vive una sola dimensión, eliminando o minimizando las otras, viene a ser el "ser unidimensional" de Marcuse-H.

Así, el que es solamente "hijo" se inclina a asumir actitudes conservadoras, preocupado exclusivamente por el orden -o el desorden- constituido. No participa en las luchas por la justicia. No ama la novedad. No sabe mirar hacia adelante.

El que es solamente "hermano", se opondrá a los valores de disciplina, sacrificio y autoridad, y además a los del espíritu (oración, adoración y silencio).

El que se limita a ser "espiritual" considerará el propio mundo interior como una cómoda evasión de los compromisos concretos en favor de la transformación del amplio mundo. Será, en definitiva, un "emboscado".

Lo malo del mundo de hoy procede precisamente del hecho de que se presentan como opuestas, o mejor dicho en competencia, estas dimensiones, en vez de hacer que convivan para que mutuamente se completen y se ordenen armónicamente.

Pero ¿qué tiene que ver todo esto con la Trinidad?.

Veámoslo. El creyente no encuentra en Dios un ser "unidimensional". Sino que lo ve en sus tres dimensiones fundamentales.

Así, abriendo el evangelio, el cristiano conoce a un Dios que está "sobre". Es el Padre. El Padre nuestro. Un Padre tierno, misericordioso, respetuoso de la libertad de sus hijos (padre, no paternalista). Siempre dispuesto a acoger al pródigo. Siempre dispuesto a perdonar.

Pero encuentra también a un Dios que, en Jesús, ha tomado un rostro humano, fraterno.

Un Dios que está "en torno" a nosotros.

Un Dios "hermano nuestro". "Tuve hambre...".

Y, finalmente, Dios se encuentra también en la dimensión interior, en las profundidades de nuestro ser. Dios está "dentro" de nosotros. "Dios es más íntimo a mí que yo mismo" (San Agustín).

Por consiguiente, Dios nuestro padre, nuestro hermano, nuestro espíritu.

En vez de abordar el misterio de la Trinidad utilizando imágenes y comparaciones insuficientes, además de gastadas -como el famoso triángulo- pienso que será más útil para nuestra vida reflexionar sobre la Trinidad en una perspectiva de "comunión". Siguiendo esta línea, había llegado muy lejos aquel niño que decía candorosamente: "Dios es una familia".

TRI/BERDIAEFF: Resultan así también iluminadas nuestras relaciones humanas.

No parece entonces demasiada paradoja la frase que Berdiaeff-N dirigía a sus propios compañeros de lucha comunista: "Nuestra doctrina social es la Trinidad".

El cristiano que cree en la Trinidad, se esfuerza en vivir este misterio rechazando todo egoísmo, todo cuanto sea replegarse sobre sí mismo. Resulta así la auténtica imágen de un

Dios que es "comunidad", relación, comunión de personas.

ALESSANDRO PRONZATO
PAN-DOMINGO/C.Pág. 92


 

9. FIESTA/QUÉ-ES:

¿Qué es una fiesta?: Celebramos el nacimiento de un hijo, el encuentro con un amigo, la curación de un enfermo, la caída de un tirano, la liberación de un pueblo...; los hombres celebramos siempre un buen suceso y no un hermoso ideal o buen programa. En la mayoría de los casos este suceso, que acrecienta la vida y la alegría de vivir, se presenta como una gracia maravillosa que sorprende todas nuestras expectativas. Observamos también que los hombres celebran la fiesta con otros, en compañía, y el que tiene motivos para celebrar algo, reúne a sus amigos. La fiesta, como la vida misma, es comunicación.

Por último, hay que decir que la verdadera fiesta surge espontáneamente por la fuerza de los hechos y no por obligación. De ahí que sea un aguafiestas el que asiste porque no le queda otro remedio y no puede excusarse. Pero hay otras formas de arruinar las fiestas, como son el aprovecharse de ellas para hacer negocios o propaganda. Lo que importa sobre todo es vivir y convivir, celebrando la vida como don, sin pretender realizarla como tarea. La fiesta es la exaltación de la vida, que en ella se revela como convivencia y como gracia.

La fiesta de la Santísima Trinidad: ¿Qué suceso celebramos hoy los cristianos? El mejor de todos: que Dios se ha comunicado a los hombres tal cual es y los ha reunido para que tengan vida y la tengan en abundancia. La Santísima Trinidad no es en primer lugar una fórmula del catecismo o un dogma, mucho menos aún una frase enigmática, sino todo un acontecimiento y una revelación. Es propiamente el mismo Dios que ha entrado en Jesucristo en comunión con nosotros, culminando así toda la historia de la salvación. La Santísima Trinidad es Dios en sí y Dios para nosotros. Es el Padre, "nuestro Padre", ante quien comparecemos; y el Hijo, que se ha hecho hermano universal y hombre para los hombres; y el Espíritu, que ha sido derramado en nuestros corazones. La Santísima Trinidad es el misterio que funda y anima nuestra convivencia cristiana, la vida de nuestras vidas en la que nos gozamos y a la que alabamos. Para vivir este misterio -y de eso se trata, no de comprenderlo- se requiere que todos, tú y yo, seamos nosotros delante del Padre que nos convoca, con el Hijo y en la unidad gozosa que opera el Espíritu Santo.

La imagen de Dios es el hombre acompañado: la comunidad: Dios es muy parecido a nosotros, porque nosotros somos muy parecidos a Dios. En efecto, el hombre no es un solitario ni puede vivir en solitario. De manera que aislar a un hombre es condenarlo a muerte y ésta no es otra cosa que la marginación radical. Tampoco Dios es un solitario, y si decimos que no hay más que un solo Dios, no es para afirmar su aislamiento absoluto, sino su entrañable comunicación. Por eso la unidad de Dios no excluye la pluralidad de personas.

Dios, uno y trino, está por encima de todas nuestras unidades y pluralidades. Su misterio nos orienta para realizar la utopía de una comunidad en la que la unidad de todos no sea en menoscabo de las diferen- cias de cada uno, en la que el individuo no se pierda en la masa ni se endiose por encima de ella.

El hombre, que ha sido creado a imagen y semejanza de Dios, sólo puede vivir en la convivencia y en el encuentro amoroso con sus semejanzas.

EUCARISTÍA 1977, 27


 

10.

-"En el nombre del Padre..."

En el nombre del Padre, y del Hijo y del Espíritu Santo. Con estas palabras comenzábamos nuestra celebración. con esta invocación comenzaba también nuestra vida cristiana, vida de hijos de Dios: Yo te bautizo en el nombre del Padre, y del Hijo y del Espíritu Santo. Toda nuestra vida está llena de la presencia de Dios. Del Dios que es origen y fuente de vida y de amor, que ama y es amado. Padre, Hijo y Espíritu Santo. Misterio inefable -que la palabra humana no puede expresar- y central de nuestra fe. Pero misterio que, en lugar de alejar a Dios de nosotros, nos lo manifiesta cercano. Tan cercano que se nos revela presente y activo en nosotros, por Jesucristo, nuestro Señor.

Así la contraseña del cristiano -el hombre nuevo, redimido por Jesús- es el "nombre del Padre", que también solemos llamar "señal de la cruz". Porque es en la cruz de Cristo donde se nos revvela en plenitud el misterio trinitario en relación a nosotros. Es en su entrega hasta la muerte donde Jesús manifiesta su radical obediencia amorosa a Dios y nos revela el inmenso amor del Hijo eterno del Padre, que le ama y le sostiene en su sacrificio hasta darle el triunfo sobre el mal y la muerte y sentarlo a su derecha en la gloria. La cruz es revelación de la entrega total del Padre al HIjo amado, y por él, con él y en él a toda la humnanidad, en la donación mutua del Espíritu Santo, personificación del amor eterno de Dios. Marcados con la cruz de Cristo, los hombres y las mujeres devienen imágenes vivas de Dios, Padre, Hijo y Espíritu Santo.

-"Creo en un solo Dios..."

Hoy es la fiesta del "Credo". Dentro de unos momentos y como respuesta al don recibido de la palabra de Dios, proclamamos nuestra fe.

¿En qué creemos, los cristianos? Y cada uno de los que estamos aquí responde: Creo en un solo Dios. El Dios que es Padre todopoderoso en su amor por los hombres y mujeres de todo mundo. El Padre todopoderoso, creador de cielo y tierra, de todo lo visible y lo invisible, que proclaman su fuerza majestuosa. Y en el centro de esta grandeza cósmica se alza el hombre, débil y fuerte a la vez, imagen de Dios. Lo hiciste poco inferior a los ángeles, hemos cantado en el salmo responsorial. ¿Qué es el hombre, para que te acuerdes de él, el ser humano, para darle poder? Y la respuesta creyente nos sale al paso en seguida: es hijo con el Hijo. Porque nuestro Dios es también Hijo unigénito de Dios, nacido antes de todos los siglos, eterno. Por eso confesamos con el lenguaje de los antiguos Padres de la iglesia, muy distinto del nuestro, pero que si lo hacemos resonar de lleno en nuestro interior veremos cuán luminoso es, que el Hijo es Dios nacido de Dios, es Luz surgida de la Luz, Dios verdadero nacido del Dios Verdadero, engendrado, no creado como el mundo y los que lo poblamos, de la misma naturaleza del Padre: por él -el Hijo- como nos ha dicho la primera lectura, todo fue hecho.

Y este Hijo de Dios se nos ha revelado en Jesús, como único Señor y Mesías. Y ha sido Jesús, el Hijo de Dios hecho hombre, que por nosotros, los hombres, y por nuestra salvación, nos ha manifestado el amor inmenso de Dios, haciéndose obediente hasta la muerte y muerte de cruz. Por eso Dios ha exaltado a ese Jesús sentado a la derecha del Padre. El, Jesús, es el salvador de vivos y muertos y Señor de la historia. Dios es también el Espíritu Santo que procede del Padre y del Hijo, personificación del amor y dador de la vida de Dios, que habiendo hablado por los profetas, ha conducido al Hijo por los caminos de la encarnación y, revelado en Jesús nacido de la Virgen María, ahora conduce a la Iglesia, Cuerpo de Cristo, hasta la consumación de los siglos.

J. M. ARAGONÉS
MISA DOMINICAL 1992, 8