41 HOMILÍAS MÁS PARA EL MIÉRCOLES DE CENIZA
26-35

 

26

Homilia 1

Comienza el profeta Joel con las siguientes palabras: Volved a mí de todo corazón. Seguramente no se podría expresar de una forma más breve y más clara la invitación que Dios nos hace para estos día de Cuaresma. Ese es el deseo de Dios: que nosotros, que a veces nos encontramos y vivimos lejos de él, volvamos no por obligación, no de mala gana, no por miedo... sino de "todo corazón".

   Desgraciadamente, aunque se insiste en lo contrario, para muchos la idea principal de la Cuaresma no es esta, sino la penitencia, el ayuno, el sacrificio, que no puedo comer carne... Y es posible que sea esto lo que lleva a pensar a muchos que la Cuaresma es un tiempo "oscuro"... Pero, desde luego, si la gran propuesta que Dios nos hace es que volvamos a él de todo corazón, es difícil entender este tiempo como una época "oscura".

   Es posible que incluso algunos gestos como el de la ceniza no recuerden precisamente esta idea. Sin embargo, incluso este símbolo nos habla de otra cosa muy diferente. Los primeros cristianos la usaban como una práctica penitencial en señal de humildad y luego eran acompañados a la puerta de la Iglesia donde esperaban, en señal de penitencia, hasta el miércoles santo. La ceniza, pues, era el gesto símbolo con el cual se comenzaba la vuelta a la comunión con la asamblea, a la comunión con Dios.

   Si esto, por tanto, habla de todo, menos de algo triste, ¿por qué hoy en día el comienzo de la Ceniza y la Cuaresma misma parecen tener para algunos otro color, otro matiz? Imagino que cada uno tendría que responder personalmente. No obstante me atrevo a adelantar que quizá sea visto así porque el camino que en este día se nos propone no es precisamente el más agradable para el mundo de hoy en día:

- Hablar de cuaresma es hablar de oración a un mundo que en muchas ocasiones no sólo se olvida de Dios sino del trato personal con Dios.

- Hablar de cuaresma es hablar de limosna a un mundo que cada vez está más invadido por el individualismo. Un mundo en el que hay brotes de solidaridad, pero donde hay también muchos de insolidaridad. La cuaresma nos recuerda que el camino hacia Dios para por el hombre.

- Hablar de cuaresma es hablar de ayuno a un mundo hedonista, donde lo importante, lo que cuenta es el presente, vivir a tope cualquier acontecimiento. Es hablar a un mundo en el que muchos se olvidan del valor del sacrificio (que no tiene que ver nada con el masoquismo).

¿Para quién es oscura, entonces, la cuaresma? Tal vez para los que precisamos escuchar con más atención este mensaje. Para los otros, para los que mantienen la inquietud día a día, debería ser un volver a recordar ese proyecto de vida ilusionante que no se vive sólo en Cuaresma, sino durante todo el año. Para estos, la Cuaresma es escuchar de nuevo la invitación de Dios: "Volved a mí de todo corazón"


27.
Homilia 2

En el día de hoy comienza la Cuaresma, que es el tiempo litúrgico de renovación interior, en que los cristianos se preparan para celebrar el misterio Pascual, entregándose más intensamente a oír la Palabra de Dios y a la oración.

Hoy, Miércoles de Ceniza, junto con el Viernes Santo, es uno de los días que debemos cumplir el precepto del ayuno y la abstinencia *.

En la primera lectura de la misa de hoy se lee:

Ahora dice el Señor: Vuelvan a mí de todo corazón, con ayuno, llantos y lamentos. Desgarren su corazón y no sus vestiduras, y vuelvan al Señor, su Dios, porque él es bondadoso y compasivo, lento para la ira y rico en fidelidad.

Y en el momento de la imposición de las cenizas, durante la misa de hoy, el sacerdote nos recuerda las palabras del Génesis, después del pecado original: Acuérdate hombre que eres polvo, y en polvo te convertirás.

El Señor quiere que nos desapeguemos de las cosas de la tierra para volvernos a Él. Quiere que retornemos a la Fuente de la Vida y de la alegría: Jesucristo mismo es la gracia más sublime de toda la Cuaresma. Es el mismo quién se nos presenta ante nosotros en la sencillez admirable de los Evangelios.

En el Evangelio de hoy, San Mateo nos da tres ejemplos del secreto sin el cual no veremos a Dios: actuar sólo para él, sin querer que alguien lo sepa, y de tal manera que nosotros mismos lo olvidemos pronto.

El Señor critica a los que dan espectáculo cuando realizan buenas acciones, cuando rezan o cuando ayunan. Es difícil tal vez no actuar para los demás, pero es mucho más difícil hacer el bien sin mirarse a sí mismo; sin embargo, ese es el secreto que nos abre la puerta de la presencia de Dios.

Jesús afirma que el ayuno no tiene valor si buscamos el aprecio de los demás más que el de Dios.

Hagamos propósitos en este miércoles que comienza el tiempo de Cuaresma de acercarnos más al Señor. De convertirnos a El. De seguir las recomendaciones que San Pablo nos da en la segunda lectura de hoy cuando nos dice: Os exhortamos a no echar en saco roto la gracia de Dios. Mirad: ahora es el tiempo de la gracia; ahora es el día de la salvación.
 


28.

Nexo entre las lecturas

El miércoles de ceniza a todos nos trae al recuerdo la conversión y la penitencia, pero creo que la liturgia no subraya tanto este aspecto, cuanto la interiorización de los actos de penitencia y de conversión. Así en la primera lectura Dios nos dice mediante el profeta Joel: "Rasgad vuestro corazón, no vuestras vestiduras". En el evangelio Jesucristo, al enseñar sobre las tres prácticas de piedad del judaísmo: ayuno, oración y limosna, en las tres insiste: "No hagáis el bien para que os vean lo hombres, y así os recompensen". Finalmente, san Pablo exhorta a los corintios a que se dejen reconciliar con Dios para sentir su fuerza salvadora, y a que no dejen pasar el tiempo favorable, el día de la salvación (segunda lectura).


Mensaje doctrinal

1. Una religión interior. Religión quiere decir relación justa y debida entre el hombre y Dios. El hombre es un ser "religado", dependiente de Dios, y en este sentido es "religioso". Todas las religiones, de uno u otro modo, son instituciones en que el hombre es ayudado en su dimensión "religiosa", tanto para tomar conciencia de ella como para expresarla en el culto y en la vida. La religión cristiana es la religión fundada por Jesucristo, verdadero hombre y verdadero Dios, en la que la relación hombre - Dios logra su máxima interiorización en la vida y en el corazón de un hombre. Una interiorización que es a la vez suprema familiaridad con Dios, hasta el grado de llamarle: Papá. Todos los cristianos somos invitados a reproducir en nosotros, en cuanto es posible humanamente, la interiorización y la familiaridad de Jesucristo en sus relaciones con Dios, su Padre. Sólo cuando hay una verdadera interiorización, las manifestaciones externas de la religión y las diversas prácticas del culto y de la piedad dejan de ser objeto de manipulación por parte de los hombres, dejan de ser pura obligación "religiosa", para convertirse en una necesidad del corazón y de la vida. Es propio de la experiencia humana que, cuando algo ha calado profundamente en el alma, se sienta la necesidad de manifestarlo y externarlo. Sólo desde la religión interior el paso a las manifestaciones religiosas, a la piedad popular, es verdaderamente auténtico. En efecto, del corazón rasgado nace el impulso interior a la penitencia, el ayuno, la plegaria.

2. Dios mira la intención. Las prácticas religiosas son necesarias, pero si no surgen del corazón, del recinto interior del hombre, son fácilmente manipulables e instrumentalizadas por los hombres al servicio de objetivos egoístas. Jesucristo en el evangelio pone el dedo sobre este punto tan delicado. Ayunar, dar limosna, orar son prácticas buenas en sí, pero se instrumentalizan cuando se llevan a cabo sólo para ser vistos y alabados por los hombres. A los ojos de los hombres, esos que dan limosna haciendo sonar una trompeta para que todos se enteren, o que oran en las esquinas de las plazas para que todos se den cuenta de que oran y de que saben de memoria largas oraciones, o que ponen cara triste para dar a entender que han ayunado, pueden pasar por hombres sumamente piadosos y santos, pero a Dios ni le engañan ni le pueden engañar. Dios mira el corazón, y ve que su corazón es egoísta, que su ayuno, limosna y oración no surge de un corazón lleno de Dios o al menos de arrepentimiento y deseo de converssión, sino que está lleno de egoísmo.

3. Dejaos reconciliar con Dios. Todo hombre, aunque sea muy religioso, siente que su actuar y su vida no siempre están en paz y reconciliación con Dios. Se da cuenta de que a veces no está religado a Dios, sino que ha roto su relación con Él. Dejarse reconciliar es volver a aceptar nuestra condición "religiosa", y establecer con Dios las relaciones auténticas: no de enemistad o de odio, sino de amor y de amistad, no de separación o apartamiento sino de cercanía e intimidad. No somos nosotros quienes nos reconciliamos con Dios, más bien tenemos que dejarnos reconciliar; somos libres para aceptar la reconciliación, pero no para crearla o iniciarla. A nosotros, cristianos, quien nos reconcilia con Dios es nuestro Señor Jesucristo por medio de su cruz y de su gloriosa resurrección. Por eso, el domingo, en que conmemoramos tales realidades y misterios, es el tiempo propicio para que Jesucristo haga eficaz en nosotros la obra de su reconciliación con el Padre y, derivamente, con nuestros hermanos los hombres


Sugerencias pastorales

1. Sentido de la penitencia cristiana. Ya en la "Didaché", de finales del siglo I d. C, se habla de las prácticas penitenciales cristianas. Esas prácticas penitenciales y "religiosas" han estado siempre presente en la vida de la Iglesia, y lo continúan estando. Según las épocas y las costumbres de los pueblos, esas prácticas eran más rigurosas o menos, más numerosas o más reducidas. Cuando, hoy en día, leemos sobre las penitencias de los monjes irlandeses o los gestos penitenciales de los hombres medievales, nos causan sorpresa y pensamos que eran exageradas; pero no parece ser que en esas épocas y lugares pensasen de la misma manera que nosotros. En nuestro tiempo la Iglesia ha atenuado las prácticas penitenciales prescritas, como el ayuno y la abstinencia, o la penitencia impuesta por el sacerdote en el sacramento de la reconciliación. Pero a la vez no ha dejado de indicar otras prácticas de penitencia más acordes con nuestro tiempo y sobre todo la penitencia interior, es decir, de nuestras pasiones de orgullo, de vanidad, de deseo de tener y dominar, de la concupiscencia de la mente y del corazón, del afán de aparecer...Esta es la penitencia que sin duda alguna más agrada a Dios y además la que más nos beneficia espiritualmente a nosotros, pues nos conduce a desprendernos de nuestro yo y de todo aquello en que el yo ocupa el lugar primero, incluso respecto al mismo Dios. Porque, ¿qué sentido tiene macerar el cuerpo, cuando el corazón está podrido de egoísmo? ¿Es la penitencia de nuestro egoísmo y de nuestro orgullo la que más practicamos los cristianos? En la parroquia, en la familia, en la escuela, hay que ir enseñando poco a poco a los niños y adolescentes este tipo de penitencia, en la que reside el verdadero sentido de la penitencia cristiana.

2. Una intención pura para Dios. En la parroquia hay muchas celebraciones y actividades. En el centro, está la celebración de la eucaristía, de los sacramentos. Están además las actividades de catequesis y de ayuda y beneficencia a diversas categorías de personas: enfermos, ancianos, emigrantes, desocupados; están las actividades culturales, deportivas, sociales... No está mal preguntarse alguna que otra vez con qué intención las personas que dirigen las diversas actividades las llevan a cabo. Ojalá fuese siempre una intención pura para Dios, pero no pocas veces se mezclarán otras intenciones muy humanas, y en caso las intenciones humanas quizá sean las predominantes, si no las exclusivas. Tal vez Jesucristo se vea obligado a repetir de nuevo: "Os aseguro que ya recibisteis vuestra recompensa". El periodo de cuaresma que iniciamos, debe propiciar un examen de nuestra conciencia para ver más a fondo y con sinceridad cuáles son las intenciones de nuestros comportamientos, actitudes, actividades, proyectos y realizaciones.



29.

CLARETIANOS 2001-2002

Queridos amigos:

En todas las actividades de la vida diaria, hay épocas en las cuales intensificamos lo que hacemos de ordinario para salir de la rutina. Los comercios ofertan las rebajas en enero, los jóvenes hacen excesos en fin de semana, "Operación triunfo" anuncia la finalísima ...La vida resulta con frecuencia monótona y necesitamos de estos momentos. No faltan tampoco momentos de vacío y desilusión, como si nuestra música interior quedase silenciada por los afanes de cada día. Entonces uno puede conformarse con quedarse así, reducido al mínimo. O puede decidir crecer y vivir en plenitud. Ahí se enmarca la Cuaresma.

En esta época de concursos te invito a participar en uno. "Por 25 pesetas cada una, dígame palabras o expresiones que le vengan a la mente relacionadas con la Cuaresma". "Un, dos tres, responda otra vez": camino, conversión, Pascua, tiempo, gracia, misericordia, ceniza, ayuno, morado, viernes, penitencia, limosna, cuarenta días, caridad, reconciliación, cambiar, intensificar, desierto, charlas cuaresmales, privaciones, oración, purificar, culpa, "memento homo", corazón, salmo 50, domingo laetare, "ni gloria ni aleluya", cruz, torrijas,...Exceptuando las torrijas, que rozan ya con el Triduo pascual y poseen otras connotaciones más jugosas, de cada una de la anteriores palabras, se podría hacer una tesis doctoral. Es como una avalancha de exigencias que nos van sonando a repetidas, entre las que no sabemos muy bien dónde poner el acento, y ante las que nos sentimos incapaces de dar una respuesta conveniente a todas ellas.

Os confieso que para mí esta Cuaresma va a ser distinta, novedosa, especial. Será la primera que viva como sacerdote. Ése va a ser mi acento para este año. Pero seguro que tú también tienes algún buen motivo para vivir el acento de la novedad durante este tiempo. Quizá estás en un nuevo destino, has cambiado de actividad, tienes un grupo nuevo, la familia ha crecido, alguien se te fue, tienes nuevos proyectos, has conocido a una persona especial, el trabajo te sonríe, el paro te acecha, la carrera ha dado un giro, has "derrotado" a las oposiciones, vas a vivir la Pascua en otro lugar, con otras gentes,...En definitiva, Dios te ha concedido vivir este período de tiempo en clave de novedad. Un tiempo que no es chronos (sucesión-duración temporal de acontecimientos), sino que es kairoi (oportunidad de recrear la vida y plenificarla en lo cotidiano).

Cuando hoy recibas la ceniza en la frente, recibe también el deseo de convertir en cenizas aquello que paraliza tu crecimiento, obstaculiza la renovación de tu entorno o que empobrece la misión que llevas adelante. Recibe la ceniza y disponte a vivir la Cuaresma con tu acento, pero a fondo.

Carlos (carlosoliveras@hotmail.com)


30.

CLARETIANOS 2003

Queridos amigos y amigas:

Comenzamos hoy la Cuaresma como itinerario de preparación para la Pascua. En referencia a la historia de salvación, esta cuarentena evoca los cuarenta días que pasa Moisés en la cima del monte Sinaí, los cuarenta años de Israel en el desierto y los cuarenta días de ayuno y oración de Jesús en el desierto, antes de iniciar su ministerio público.

Tengo que reconocer que gusta muy poco esa fórmula de imposición de la ceniza, que ha quedado como reliquia de la antigua liturgia: “Acuérdate de que eres polvo y al polvo volverás”. Prefiero la de “convertíos y creed el Evangelio”. Me parece mucho más consonante con la lectura de la Palabra que vamos a hacer hoy. Efectivamente, el Señor nos dice por el profeta Joel: “convertíos a mí de todo corazón” y ya, en la oración colecta, le pedimos al Señor que nos fortalezca con su auxilio, al empezar la Cuaresma, para que “nos mantengamos en espíritu de conversión”. La Iglesia, creo yo, que quiere que nos hagamos bien conscientes de que la conversión del corazón no es cuestión de un momento y ya está. ¡La vida entera es corta para convertir todo el corazón!. Más aún, si de lo que se trata es de creer en el Evangelio. Dice un buen amigo mío que una cosa es creer en el Evangelio y otra cosa es creérselo.

Para creerse el Evangelio hay que situarse bien. Y esto implica reconocer que la conversión no es cuestión de puños y de ascética, sino de roturar el campo, limpiándolo de pedregales y zarzales, para que la semilla de la Buena Noticia caiga en buena tierra y fructifique en abundante cosecha. Es cuestión de acoger el Evangelio en la escucha y adhesión a quien es la Palabra de Dios (Jesús), removiendo los obstáculos que lo impiden. Es cuestión de dejarse hacer, más que de hacer. Como dice la carta a los Corintios, lo más importante es dejarse reconciliar para ser justicia de Dios, que es sinónimo de no echar en saco roto la gracia con la que Él agracia nuestra vida. Porque, antes de que nosotros nos convirtamos a Dios, Él “se ha convertido” a nosotros, dejándonos su bendición. Él ha volcado sobre nosotros esa compasión, misericordia y piedad que le caracteriza. Él nos ha amado primero.

Tradicionalmente la Cuaresma, en cuanto itinerario preparativo a la Pascua, se ha concretado en los tres gestos de los que nos habla el evangelio de Mateo: limosna, oración y ayuno. Comienza por la limosna, quizá por aquello de que quien dice que ama a Dios, a quien no ve, y no quiere a los hermanos, que ve, es un mentiroso. Pero no se trata de dar limosnas, sino de revisar nuestra vida solidaria y fraterna: ¿estamos en la cercanía concreta, afectiva y efectiva, con los pobres, que son quienes nos pueden evangelizar, porque son los destinatarios prioritarios de la Buena Noticia? Tampoco se trata de hacer oraciones, sino de vivir la vida entera religada a Dios, en la adhesión confiada del corazón, conscientes de que Él es el Pastor que nos conduce a pastos ubérrimos de plenitud y de felicidad, aun en medio de las sendas tortuosas que tengamos que recorrer. Ni se trata simplemente de hacer ayunos corporales, que nos maceren las carnes, sino de abstenernos de que el deseo del poder, del placer y del tener dominen en nuestra vida, conduciéndola por cañadas oscuras. Así nuestros ayunos serán agradables a los ojos de Dios y obrarán como remedio saludable de todos nuestros males, tal como pedimos en la oración después de la comunión. ¡No nos dejes caer en la tentación y líbranos del mal!

Vuestro hermano

José Vico Peinado cmf.


31.

DOMINICOS 2003

Palabra de conversión

Lectura del profeta Joel 2,12-18:

“Dice el Señor: convertíos a mí de todo corazón: con ayuno, con llanto, con luto. Rasgad los corazones, no las vestiduras, y convertíos al señor vuestro Dios, porque es compasivo y misericordioso, lento a la cólera, rico en piedad, y se arrepiente de las  amenazas... Tocad la trompeta, proclamad el ayuno, convocad a la reunión...”

En este texto tenemos condensado todo el camino a recorrer espiritualmente en la cuaresma como tiempo de conversión del pecado y de retorno al amor de Dios: despojarse, desvestirse toda iniquidad, y enfundarse en túnica nueva de justicia, amor

Lectura de la segunda carta de san Pablo a los corintios 5, 20-6,2:

“Hermanos, os lo pedimos por Cristo: dejaos reconciliar con Dios. Dios, por nosotros, hizo pecado al que no conocía el pecado [a su Hijo],  para que nosotros, por él, llegáramos a ser justicia de Dios. Os exhortamos: no  dejéis caer en saco roto la gracia de Dios... Ahora es tiempo de gracia; ahora es tiempo de salvación”.

Retengamos algunas palabras y profundicemos en su sentido espiritual: dejaos reconciliar, Cristo se hizo pecado por nosotros, la gracia no debe caer en saco roto cuando busca nuestro corazón...

Evangelio según san Mateo 6,1-6. 16-18:

“Dijo Jesús a sus discípulos: cuidaos de no practicar vuestra justicia como espectáculo delante de los hombres, para ser vistos por ellos; de lo contrario no tendréis recompensa de vuestro Padre celestial.

Vosotros, cuando hagáis limosna, no vayáis tocando trompetas...; procurad más bien que vuestra mano izquierda no sepa lo que hace la derecha... Vosotros, cuando recéis, no seáis como los hipócritas....; cerrad la puerta y  rezad a vuestro Padre que está en lo escondido... Y cuando ayunéis, no andéis cabizbajos...; perfumaos más bien la cabeza y lavaos la cara, para que no se os note que ayunáis...”

Texto magnífico. En él se apuntan los rasgos de identidad del “hombre interior cristiano”: el que hace las mismas cosas buenas que hacen los demás, pero no las hace como los demás sino en la ‘novedad de espíritu’, como hijo de Dios y amigo de los hombres.

 

Tres puntos de reflexión

Escuchemos su voz: ¡Convertíos! ¡Dejaos reconciliar con Dios!

 Avivemos la conciencia de lo que somos: infieles, pecadores, injustos, hipócritas.

Luego, dejémonos invadir por la fuerza del Espíritu. Dios nos ama y nos convoca a la salvación.

¡Qué gran honor y gracia para una criatura débil, pobre, infiel, saber que Dios la ama, la perdona y  la espera!

Sea dadivosa nuestra mano y esté rasgado nuestro corazón.

Para que en nuestra vida se dé auténtico cambio o conversión, no tenemos que soñar mucho. El Señor nos instruye, alienta y empuja.

Externamente, haya ayuno, llanto y luto, como dice Joel, al estilo clásico de los penitentes. Pero no basta con eso. Hace falta que internamente se rasgue nuestro corazón por el dolor, mientras las vestiduras que cubren el cuerpo se mantienen dignamente.

Y ¿qué es rasgar el corazón? Es tenerlo y sentirlo herido; primero, por el pecado; después, por la gracia.

Justicia, limosna, ayuno, oración perfumada.

Esa herida y cambio de corazón debe llevarnos a un encuentro orante con el Señor, a una prueba nítida en la fidelidad, a una justicia caritativa, a una solidaridad fraterna. No nos interesa, en palabras del evangelio, un cambio clamoroso en su anuncio, como si nosotros fuéramos importantes ante Dios; ni un cambio rumboso en las dádivas, como si con nuestra caridad y limosna arregláramos el mundo y gratificáramos a Dios; ni un cambio teatral en la voz, para que todos sepan cuán buenos somos.... Que todo sea más bien silencioso, magnánimo y sencillo.


32.

KOINONIA 2003

Bienvenidos a la Cuaresma!

Basta pensar por un momento nuestra vida y la realidad que nos rodea para constatar la celeridad de los cambios. Parecería que nos hubieran negado el permiso de hacer alguna parada... El mundo parece en carreras de fórmula uno... Y al terminar el día, la noche nos envuelve en las angustias de lo que hicimos y no hicimos. Nos abraza el afán de poner en orden nuestra vida, de tener un tiempo para nosotros y nuestra familia, de hacer algo por este barrio, por esta ciudad, por este país que cada vez se parece menos al cielo que todos queremos construir, pero, de nuevo... no hay tiempo, o no hay plata, o simplemente no hay ganas.

Bien, para nosotros llega la buena noticia de la Cuaresma. La Palabra de Dios que leeremos durante este tiempo nos mostrará un Dios que nos busca para compartirnos su presencia, sus abrazos de ánimo y esperanza, y su proyecto de liberación. Será también un tiempo de gritos y regaños por parte de los profetas. ¿Cómo vivir entonces esta Cuaresma? Cierra los ojos y vámonos al desierto. Tenemos 40 días para recorrer los pasos del pueblo de Israel y de Jesús. Recordemos que el desierto es el lugar de los contrastes, donde están todas las tentaciones pero al mismo tiempo la fuerza del Espíritu que apoya a quien se deja acompañar. Aprovechemos este tiempo para evaluar las tentaciones y pecados que envuelven la vida personal y comunitaria, la vida de nuestra comunidad y de nuestro pueblo en general. Es necesario reflexionar y hablar de nuestros problemas, será la única manera de resolverlos. Después de un buen tiempo de desierto se sale más fuerte y maduro, con mayor conciencia de tomar en nuestras manos el rumbo de nuestra vida y de nuestro pueblo.

Comencemos esta caminata organizando las ideas. Cuando nos dicen «Cuaresma» se dibujan en nuestra mente las palabras “conversión, penitencia, cambio de vida...”. Pero antes que esto, lo primero que debemos pensar es en la palabra Pascua. La Cuaresma no tiene sentido por si misma, sino como preparación a la Pascua. Los primeros cristianos celebraban la Pascua no la Cuaresma. Y como toda fiesta, se vio la necesidad de prepararla. Siendo la máxima fiesta cristiana no se podían ahorrar esfuerzos en su organización. A finales del S. II por ejemplo, esta preparación para la pascua era de sólo dos días. Para el siglo III, en Roma, eran tres semanas de preparación, ayunando diariamente, excepto sábados y domingos. Sólo a partir del siglo IV se hablará de Cuaresma como tal, según el testimonio de Eusebio, quedando el ayuno establecido los días miércoles y viernes.

La Cuaresma según San León es “un retiro colectivo de cuarenta días, durante los cuales la Iglesia, proponiendo a sus fieles el ejemplo de Cristo en su retiro al desierto, se prepara para la celebración de las solemnidades pascuales con la purificación del corazón y una práctica perfecta de la vida cristiana”. Simbólicamente recuerda los cuarenta días de Moisés en el Sinaí, los cuarenta años del pueblo israelita en el desierto y los cuarenta días de Jesús en el desierto.

La imposición de la ceniza va a introducirse en la liturgia sólo en el siglo X, convirtiéndose con el ayuno en las prácticas fundamentales de la penitencia.

La ceniza tiene desde sus inicios el objetivo de recordar nuestra terrenalidad (Gén 2,7). No somos Dios, como pretendieron serlo Adán y Eva al aceptar el consejo de la serpiente. Y la serpiente sigue tan suelta como el egoísmo personal y social de pensar sólo en intereses particulares por encima de Dios y de los hermanos. Son cuarenta días para morir a todo aquello que nos impide resucitar con Cristo a la vida compartida con los demás.

En la primera lectura las palabras del profeta Joel son una invitación a todo pueblo. Nadie está excluido. La invitación tiene un objetivo claro: volver a Dios. ¿Por qué? Porque Dios es perdón y misericordia. Dios ratifica la Alianza. ¿Cómo? A través de una penitencia real y no superficial, de un ayuno de corazón y no por la ocasión.

Pablo tiene como punto central la reconciliación: “dejar que Cristo nos reconcilie con Dios”. De acuerdo al cambio de vida se da nuestra reconciliación con Dios. Por esto, los ayunos, abstinencias, promesas, etc., tienen sentido si ayudan a cambiar de vida, a renovar la alianza de amor con Dios, a impulsar la reconciliación con Dios como fruto de una vida nueva reconciliada con los hermanos. De lo contrario es puro teatro. El otro aspecto importante de la reconciliación es asumirlo como un regalo gratuito que se adquiere a través de Cristo. Y la reconciliación como regalo de Dios que nos convierte en sujetos del cambio, no es para enterrarla esperando mejores tiempos, sino para multiplicarla ¡ya!, en el ahora que es siempre un tiempo favorable (kairós).

El texto del evangelio forma parte del conocido “discurso de la montaña”. Hace alusión a tres prácticas fundamentales de la religiosidad judía: la limosna, la oración y el ayuno. Para Jesús son prácticas importantes, siempre y cuando se hagan desde el corazón (primera lectura) y cambien nuestra vida (segunda lectura); de lo contrario son inútiles. La palabra griega ypokrites, designaba al actor de teatro que tenía tantas caras como personajes. Aprovechemos la Cuaresma para quitarnos las máscaras. La espiritualidad cristiana exige coherencia; tiene su fundamento en la interioridad o en la conciencia que permite hacer las cosas con mística y por convicción. Esta es la novedad de Jesús con respecto a la práctica tradicional judía.

¿Con qué sentimientos podríamos comenzar la Cuaresma? Lo primero, interiorizar que nos preparamos para la Pascua, es decir para la vida. En cada día de la Cuaresma tenemos que morir a algo, para que alcancemos una vida en plenitud.
En segundo lugar, la vida se hace auténticamente cristiana cuando el cambio de vida es fruto de la toma de conciencia de lo que somos y debemos hacer, y no el catálogo de buenas intenciones que repetimos sin cumplir cada año. Aprovechemos para quitarnos las máscaras que nos hacen hipócritas; así dejaremos de actuar y comenzaremos a vivir como verdaderos cristianos

En tercer lugar, la reconciliación, que es el sacramento de la hermandad, no puede dejarse para más tarde, porque éste el es el tiempo y la hora de comenzar.

En cuarto lugar la Cuaresma es un tiempo para recordar que por nuestra naturaleza humana estamos expuestos al egoísmo que se hace injusticia, corrupción y muerte, pero al mismo tiempo, que contamos con la misericordia de Dios, nuestro mejor aliado si queremos salir vencedores en la lucha por la vida, la justicia y la paz.


33. 2001

COMENTARIO 1

v. 1. Enuncia Jesús el principio general: las obras de piedad no deben practicarse para ganar prestigio ante los hombres y, con ello, adquirir una posición de poder o privilegio. Quienes así obran se privan de la comunicación divina, cesa la relación de hijo-Padre con Dios. Como en 5,12, «la recompensa» consiste en el ejercicio del reinado de Dios sobre los hombres. «Obras de piedad»: dikaio­synê denota en el contexto la fidelidad del hombre a Dios (cf. 3,15; 5,20), expresada según la norma farisea, en las prácticas de piedad: limosna, oración, ayuno.

vv. 2-4. Primera obra de piedad, la limosna. «Hipócrita» es el que finge ejecutando una acción que no corresponde a su actitud in­terior. La limosna practicada para obtener buena fama entre los hombres obtiene un premio humano, la fama misma. La limosna no debe tener publicidad alguna, sino quedar «en lo escondido», en la esfera del Padre. Su recompensa es la comunicación personal del Padre. Excluye Jesús todo interés torcido en la ayuda al prójimo (5,7.8), según corresponde a «los limpios de corazón». Su premio será la experiencia de Dios en la propia vida (5,8).

vv. 5-6. Segunda obra de piedad, la oración. La oración de los «hipócritas» pretendía también exhibir ante los hombres su piedad personal, con la misma finalidad que la limosna pública. Tal ora­ción es inútil, pues no obtiene la comunicación divina («ya han recibido su recompensa»). Esa oración se realiza en lo más profundo del hombre, donde no llega la mirada de los demás. «Tu cuarto», el más retirado de la casa, y «tu puerta» («echa la llave a tu puerta») son metáforas para designar lo profundo de la interioridad. «El Padre que está en lo escondido» está en paralelo con «vuestro Padre que está en los cielos» (6,1). «El cielo» designa, pues, la esfera divina indicando su trascendencia e invisibilidad; «lo escondido» subraya solamente su invisibilidad. La oración que se hace en lo profundo obtiene el contacto con el Padre. La pala­brería en la oración indica falta de fe. El hecho de que el Padre sepa lo que necesita el que ora, muestra que la oración dispone al hombre para recibir los dones que Dios quiere concederle.

vv. 16-18. Tercera obra de piedad farisea: el ayuno. Como en los dos apartados anteriores (6 24 5-6) opone aquí Jesús el ayuno sincero a la conducta de dan a entender que por los hombres. El ayuno ha de hacerse en secreto, sirve para expresar ante el Padre un a actitud íntima Por ser privación de ali­mento, fuente de vida es símbolo de solidaridad con el dolor de la muerte y expresa su tristeza. Esta tiene que ser interior, no afectada como la de «los hipócritas».


COMENTARIO 2

Al colocarnos la ceniza se nos dice: "Conviértete y cree en el Evangelio". En esta frase está resumido el programa de Jesús al comenzar su predicación. Este debe ser también nuestro programa al comenzar esta cuaresma. Qué bueno que en nuestro cuarto, en nuestra casa, en nuestras comunidades e Iglesia, colocáramos en un lugar visible la siguiente frase: "programa para cuaresma" Objetivo general: 'conviértete y cree en el Evangelio'.

Pablo hace su aporte a nuestra programación cuaresmal: no podemos perder este momento, que es el más favorable, para reconciliarnos con Dios y dejar ver, a través de nuestras obras, la fe que decimos tener. Mateo nos comparte el criterio de la justicia, a la hora de las prácticas religiosas (la limosna, la oración y el ayuno). ¿Cómo lograr una limosna que sea solidaridad entre todos, más que dar de lo que me sobra? Cuando se tiene de más es que a alguien le está haciendo falta. Las familias, los barrios, deberían implementar experiencias económicas comunitarias, que ayuden a resolver problemas concretos de la comunidad y al mismo tiempo posibilitara la creación de una ética de la justicia, de la solidaridad, de la organización comunitaria y de la responsabilidad. Cómo lograr una oración que ayude a sentirnos tan seguros con su presencia, que a pesar de lo aplastante de la teoría del "fin de la historia" no perdamos la esperanza en Dios que siempre se la juega por los pobres, la liberación y la felicidad de su pueblo. Cómo ayunar de manera que antes de nuestras tareas comunitarias, reforcemos personalmente nuestra conversión y cercanía de Dios. No podemos seguir siendo luz en la calle y oscuridad en la calle. Eso es exactamente hipocresía. Finalmente, ni la penitencia, ni la reconciliación, ni las prácticas religiosas deben ser motivo de tristeza. Hay que recuperar la alegría propia de la cuaresma. La alegría es la mejor manera de demostrar que somos hombres y mujeres de evangelio.

1. Juan Mateos, Nuevo Testamento, Ediciones Cristiandad 2ª Ed., Madrid, 1987 (Adaptado por Jesús Peláez)

2. Diario Bíblico. Cicla (Confederación Internacional Claretiana de Latinoamérica)


34. 2002

Cuando la práctica religiosa goza de consideración y respeto en una sociedad o en un grupo humano, se corre el peligro que ciertas personas la instrumentalicen en vistas a lograr un ascenso en la vida social.

La cuaresma, como tiempo privilegiado de expresión de la relación religiosa no escapa a ese peligro y por tanto, se hace necesaria una purificación de la finalidad de la práctica religiosa. De allí que el evangelio del miércoles de Ceniza invite a la revisión de las motivaciones de dicha práctica.

Para ello el discurso llama a los seguidores de Jesús al examen de la propia “justicia” en general, y en particular de las tres acciones de mayor valor para la piedad judía de la época: limosna, oración y ayuno.

Como es usual en el evangelio de Mateo el texto dirige su atención a práctica de la “justicia”, entendida como en otros pasajes del evangelio como todo el ámbito del querer de Dios sobre la propia vida. Como en 3,15 en que está referida a la acción de Jesús y en 5,20 en que se compara la práctica de escribas y fariseos con la de los discípulos se da una indicación sobre la forma según la cual los discípulos deben realizarla :”hacer la justicia de ustedes”. La formulación se hace de forma negativa como una advertencia sobre un peligro a evitar: “Cuidado con hacer...”.

Este marco general se concreta en tres acciones de la práctica religiosa con las que se pretende englobar todo ese ámbito.

En primer lugar se habla de la limosna (vv.2-5), seguidamente de la oración (vv. 5-6) y, luego de un desarrollo más detallado de esta práctica, se finaliza con la consideración del ayuno (vv. 16-18).

Cada una de estas acciones se dirige, por su naturaleza, a reconocer el Señorío de Dios sobre todos los ámbitos de la realidad y , como consecuencia la propia limitación del ser humano. Respecto a los bienes debe reconocer que, debido a su carácter de don de Dios, los demás tienen un derecho sobre lo que cada uno posee, la oración y el ayuno deben ayudar a reconocer la propia impotencia que le lleva a la petición y a la expresión de su debilidad por medio del ayuno.

En cada uno de los casos se enuncia la acción, inmediatamente se advierte solemnemente (“se lo aseguro”) sobre el peligro que entraña una forma de realizarla y se pasa a precisar para cada persona (“tú, en cambio”) y de forma positiva el modo que se debe adoptar en la realización de cada una de las prácticas examinadas.

De esa forma se pone en guardia ante el riesgo que ,para la práctica religiosa, entrañan las acciones que tienen como finalidad la consideración social. Se habla de acciones “delante de la gente para llamar la atención” (v. 1), que suscitan el que “la gente los alabe” (v.2), que se dirigen a “exhibirse ante la gente” (vv. 5.16).

En todos los casos se trata de una representación semejante a la que se realiza en el teatro como se refleja del vocabulario en que “ser visto” (v. 1) significa “dar espectáculo” e “hipócrita” significa “actor”, persona que recita su parte e imita un personaje.

Esta teatralidad de las acciones se acentúa con la mención de los ámbitos públicos elegidos para la actuación o en la postura externa asumida: Se trata de “sinagogas y calles” (v. 2), de “sinagogas y esquinas” (v. 5), del “rezar de pie”(v. 5) y del “afear la cara”(v. 16):

Toda práctica tiene entonces como finalidad la búsqueda de consideración social, se hace en vistas a la “paga” de los semejantes y que redunda siempre en beneficio propio. De esa forma, la práctica religiosa en lugar de posibilitar la salida de sí mismo encierra aún más al ser humano en sus propios egoísmos.

Frente a esta falta de diafanidad en la relación con los semejantes y con Dios se propone el camino a seguir entendido de forma general como “paga” del “Padre de los cielos” (v.1) o “retribución” (v. 4.6.18).

El carácter de autenticidad exigida en la realización de estas acciones se expresa por medio del carácter de intimidad en que deben ser llevadas a cabo. Está en juego la relación con el Padre definido como “El que está en lo escondido” (vv. 4.6 y 18), y, por tanto, de este carácter de intimidad debe derivar un cierto estilo en que deben ser actuadas: desconocimiento de la mano izquierda de lo realizado por la derecha(v. 3),entrar en el cuarto echando la llave (v. 6), perfumarse la cabeza y lavarse la cara (v. 17) para no poner en evidencia el ayuno.

La intimidad exigida se dirige a purificar la finalidad y al espíritu de la práctica religiosa y no intenta ser una prohibición de la manifestación de la religiosidad. Ella debe buscar no tanto el crecimiento del propio prestigio sino la aprobación del Padre (vv. 1.4.6.16).

Se trata por tanto, de una purificación de las motivaciones de la práctica religiosa a fin de situarla en el marco de la autenticidad de vida. Esta búsqueda de autenticidad se convierte en el elemento fundamental de la religiosidad de los miembros de la comunidad y debe distinguir a los seguidores de Jesús.

Diario Bíblico. Cicla (Confederación Internacional Claretiana de Latinoamérica)


35. 2003

Basta pensar por un momento nuestra vida y la realidad que nos rodea para constatar la celeridad de los cambios. Parecería que nos hubieran negado el permiso de hacer alguna parada... El mundo parece en carreras de fórmula uno... Y al terminar el día, la noche nos envuelve en las angustias de lo que hicimos y no hicimos. Nos abraza el afán de poner en orden nuestra vida, de tener un tiempo para nosotros y nuestra familia, de hacer algo por este barrio, por esta ciudad, por este país que cada vez se parece menos al cielo que todos queremos construir, pero, de nuevo... no hay tiempo, o no hay plata, o simplemente no hay ganas.

Bien, para nosotros llega la buena noticia de la Cuaresma. La Palabra de Dios que leeremos durante este tiempo nos mostrará un Dios que nos busca para compartirnos su presencia, sus abrazos de ánimo y esperanza, y su proyecto de liberación. Será también un tiempo de gritos y regaños por parte de los profetas. ¿Cómo vivir entonces esta Cuaresma? Cierra los ojos y vámonos al desierto. Tenemos 40 días para recorrer los pasos del pueblo de Israel y de Jesús. Recordemos que el desierto es el lugar de los contrastes, donde están todas las tentaciones pero al mismo tiempo la fuerza del Espíritu que apoya a quien se deja acompañar. Aprovechemos este tiempo para evaluar las tentaciones y pecados que envuelven la vida personal y comunitaria, la vida de nuestra comunidad y de nuestro pueblo en general. Es necesario reflexionar y hablar de nuestros problemas, será la única manera de resolverlos. Después de un buen tiempo de desierto se sale más fuerte y maduro, con mayor conciencia de tomar en nuestras manos el rumbo de nuestra vida y de nuestro pueblo.

Comencemos esta caminata organizando las ideas. Cuando nos dicen «Cuaresma» se dibujan en nuestra mente las palabras “conversión, penitencia, cambio de vida...”. Pero antes que esto, lo primero que debemos pensar es en la palabra Pascua. La Cuaresma no tiene sentido por si misma, sino como preparación a la Pascua. Los primeros cristianos celebraban la Pascua no la Cuaresma. Y como toda fiesta, se vio la necesidad de prepararla. Siendo la máxima fiesta cristiana no se podían ahorrar esfuerzos en su organización. A finales del S. II por ejemplo, esta preparación para la pascua era de sólo dos días. Para el siglo III, en Roma, eran tres semanas de preparación, ayunando diariamente, excepto sábados y domingos. Sólo a partir del siglo IV se hablará de Cuaresma como tal, según el testimonio de Eusebio, quedando el ayuno establecido los días miércoles y viernes.

La Cuaresma según San León es “un retiro colectivo de cuarenta días, durante los cuales la Iglesia, proponiendo a sus fieles el ejemplo de Cristo en su retiro al desierto, se prepara para la celebración de las solemnidades pascuales con la purificación del corazón y una práctica perfecta de la vida cristiana”. Simbólicamente recuerda los cuarenta días de Moisés en el Sinaí, los cuarenta años del pueblo israelita en el desierto y los cuarenta días de Jesús en el desierto.

La imposición de la ceniza va a introducirse en la liturgia sólo en el siglo X, convirtiéndose con el ayuno en las prácticas fundamentales de la penitencia.

La ceniza tiene desde sus inicios el objetivo de recordar nuestra terrenalidad (Gn 2,7). No somos Dios, como pretendieron serlo Adán y Eva al aceptar el consejo de la serpiente. Y la serpiente sigue tan suelta como el egoísmo personal y social de pensar sólo en intereses particulares por encima de Dios y de los hermanos. Son cuarenta días para morir a todo aquello que nos impide resucitar con Cristo a la vida compartida con los demás.

En la primera lectura las palabras del profeta Joel son una invitación a todo pueblo. Nadie está excluido. La invitación tiene un objetivo claro: volver a Dios. ¿Por qué? Porque Dios es perdón y misericordia. Dios ratifica la Alianza. ¿Cómo? A través de una penitencia real y no superficial, de un ayuno de corazón y no por la ocasión.

Pablo tiene como punto central la reconciliación: “dejar que Cristo nos reconcilie con Dios”. De acuerdo al cambio de vida se da nuestra reconciliación con Dios. Por esto, los ayunos, abstinencias, promesas, etc., tienen sentido si ayudan a cambiar de vida, a renovar la alianza de amor con Dios, a impulsar la reconciliación con Dios como fruto de una vida nueva reconciliada con los hermanos. De lo contrario es puro teatro. El otro aspecto importante de la reconciliación es asumirlo como un regalo gratuito que se adquiere a través de Cristo. Y la reconciliación como regalo de Dios que nos convierte en sujetos del cambio, no es para enterrarla esperando mejores tiempos, sino para multiplicarla ¡ya!, en el ahora que es siempre un tiempo favorable (kairós).

El texto del evangelio forma parte del conocido “discurso de la montaña”. Hace alusión a tres prácticas fundamentales de la religiosidad judía: la limosna, la oración y el ayuno. Para Jesús son prácticas importantes, siempre y cuando se hagan desde el corazón (primera lectura) y cambien nuestra vida (segunda lectura); de lo contrario son inútiles. La palabra griega hypokritês, designaba al actor de teatro que tenía tantas caras como personajes. Aprovechemos la Cuaresma para quitarnos las máscaras. La espiritualidad cristiana exige coherencia; tiene su fundamento en la interioridad o en la conciencia que permite hacer las cosas con mística y por convicción. Esta es la novedad de Jesús con respecto a la práctica tradicional judía.

¿Con qué sentimientos podríamos comenzar la Cuaresma? Lo primero, interiorizar que nos preparamos para la Pascua, es decir para la vida. En cada día de la Cuaresma tenemos que morir a algo, para que alcancemos una vida en plenitud.

En segundo lugar, la vida se hace auténticamente cristiana cuando el cambio de vida es fruto de la toma de conciencia de lo que somos y debemos hacer, y no el catálogo de buenas intenciones que repetimos sin cumplir cada año. Aprovechemos para quitarnos las máscaras que nos hacen hipócritas; así dejaremos de actuar y comenzaremos a vivir como verdaderos cristianos

En tercer lugar, la reconciliación, que es el sacramento de la hermandad, no puede dejarse para más tarde, porque éste el es el tiempo y la hora de comenzar.

En cuarto lugar la Cuaresma es un tiempo para recordar que por nuestra naturaleza humana estamos expuestos al egoísmo que se hace injusticia, corrupción y muerte, pero al mismo tiempo, que contamos con la misericordia de Dios, nuestro mejor aliado si queremos salir vencedores en la lucha por la vida, la justicia y la paz.

Diario Bíblico. Cicla (Confederación Internacional Claretiana de Latinoamérica)