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H O M I L Í A

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DOMINGO V
DE CUARESMA
CICLO B

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-Se anuncia la Alianza Nueva 
ALIANZA/Jr
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Hemos escuchado en la primera lectura cómo el profeta Jeremías, después de haber sufrido por la ruina de su pueblo, Israel, con el destierro a Babilonia, ahora de parte de Dios, anuncia, por primera vez en todo el Antiguo Testamento, una Nueva Alianza. "Mirad que llegan días en que haré con la casa de Israel y la cada de Judá una alianza Nueva". Dios sigue fiel a su promesa y a su Alianza: "Yo seré su Dios y ellos serán mi pueblo". A pesar de la dureza del corazón de su pueblo, Dios no le abandona. Por sus profetas le va conduciendo, le va exhortando a la conversión.

La Alianza que anuncia Jeremías será más perfecta, más interior. No quedará grabada, como la de Moisés, en unas tablas de piedra: "Meteré mi ley en su pecho, la escribiré en sus corazones". "Todos me conocerán, cuando perdone sus crímenes y no recuerde sus pecados".

Por eso el salmo nos ha hecho pedir: "Oh Dios, crea en mí un corazón nuevo.". La Alianza, como el amor y la amistad, no se quedan en gestos exteriores, sino que piden una actitud interior, profunda.

-A Cristo le costó lágrimas y sangre la Nueva Alianza

Lo que el profeta Jeremías intuyó desde la penumbra del Antiguo Testamento, nosotros lo vemos ya cumplido plenamente en Cristo Jesús. La Nueva Alianza la selló El con su Sangre en la Cruz.

Las lecturas de hoy nos dicen lo que le costó. Sería una falsa imagen de Jesús el imaginarlo como un superhombre, impasible, estoico, por encima de todo sentimiento de dolor o de miedo, de duda o de crisis. Juan, en el evangelio, nos ha dicho cómo Jesús, instintivamente, pedía a Dios que le librara de la muerte, aunque luego él mismo recapacitó y pidió que se cumpliera la voluntad del Padre. Y en la carta a los Hebreos hemos leído detalles que no constan en el evangelio: Cristo, ante la muerte, pidió ser librado de ella con lágrimas y gritos.

Sólo puede extrañar esto a los que no han entendido la profundidad de su comunión y su solidaridad con los hombres.

Tenemos un mediador, un Pontífice, que no es extraño a nuestra historia, que sabe comprender nuestros peores momentos y nuestras experiencias de dolor, de duda y de fatiga. Lo ha experimentado en su propia carne. Y así es como ha realizado entre Dios y la Humanidad la definitiva Alianza.

Obedeciendo, solidarizándose hasta la cruz. haciendo suyo el castigo por nuestro pecado, "se ha convertido para todos los que le obedecen en autor de salvación eterna" (Hebreos).

-El grano de trigo que muere y así da fruto

Pero todo esto no es la última palabra. Este amor total hasta la muerte tiene un sentido positivo.

El mismo Jesús nos ha presentado una imagen muy expresiva: "Si el grano de trigo no cae en tierra y muere, queda infecundo, pero si muere, da mucho fruto". Ese es el camino de la salvación que Cristo nos ha conseguido. Como es el camino de todas las cosas que valen la pena.

Nos estamos acercando a la Semana Santa y la Pascua.

Contemplamos esta figura de Cristo caminando hacia su Cruz y dispongámonos a incorporarnos también nosotros al mismo movimiento de su Pascua: muerte y vida, renuncia y novedad.

Nos ha dicho: "El que quiera servirme, que me siga, y donde esté yo, allí también estará mi servidor. El que se ama a sí mismo, se pierde". Celebrar la Pascua supone renunciar a lo viejo y abrazar con decisión lo nuevo. La novedad de vida que Cristo nos quiere comunicar.

Esto supone lucha. Esto comporta muchas veces dolor, sacrificio, conversión de caminos que no son pascuales, que no son conformes a la Alianza con Dios. El mejor fruto de la Pascua es que nuestra fe, tanto a nivel personal como comunitario, se haga más profunda y convencida, y que cambie el estilo de nuestra vida.

Cuando hoy escuchemos en la Eucaristía lo que el sacerdote dice del cáliz de vino: "este es el cáliz de mi Sangre, Sangre de la Alianza nueva y eterna", recordemos lo que anunciaba Jeremías, y que se ha consumado en la Cruz de Cristo. De esa Alianza participamos cada vez que acudimos a comulgar. La Eucaristía es cada vez una Pascua concentrada: EU/PAS: Cristo mismo ha querido en ella hacernos partícipes de toda la fuerza salvadora de su entrega en la Cruz.

J. ALDAZABAL
MISA DOMINICAL 1991/05


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