40 HOMILÍAS PARA EL DOMINGO V DE CUARESMA
1-9

1.

-A la búsqueda de Jesús

Unos gentiles se acercan a Felipe para rogarle: "Quisiéramos ver a Jesús." Es la urgencia de un feliz encuentro con el mismo Dios, que ahora se asoma al rostro de Jesús.

"Quisiéramos ver a Jesús." ¿No es éste el ruego que, con urgencia clamorosa, nos hacen llegar a los creyentes millones de hombres de nuestra época? "Hombres de Iglesia, devolvednos a Cristo." ¿Quién no conoce o ha escuchado este grito de Roger Garaudy, el comunista con alma de cristiano? Hasta ha tenido el valor de escribir: "El Evangelio todavía tiene que decir algo a la humanidad." No nos quepa la más mínima duda: Jesús sigue interesando vivamente a los hombres que, aun sin saberlo, están clamando por El y por su Evangelio.

-"Un hombre llamado Jesús"

No otra explicación tiene un fenómeno registrado en París, en los cinco últimos meses, y que constituye, de por sí, un hecho sociológico tan llamativo que hace pensar seriamente. Se trata de la obra titulada" Un hombre llamado Jesús" ("Un hombre nommé Jésus"). Es una dramatización del Evangelio.

En ella interviene un lector, con voz muy bien timbrada, que no tiene más papel que el de leer literalmente el Evangelio, sin añadir ni quitar nada, absolutamente nada.

Los actores, por su parte, no pronuncian ni una sola palabra: tan sólo se limitan a ir escenificando el contenido de la lectura, poniendo en su acción la mayor sencillez y una exquisita unción.

El lugar del espectáculo tiene por escenario el Palacio de Deportes (Le Palais des Sports) de París.

Diariamente acuden a presenciarlo cuatro mil espectadores, habiéndose calculado, previsoramente, que a ese ritmo de asistencia se habría alcanzado la cifra de setecientos mil espectadores, entre el 20 de septiembre de 1984 y el 19 de febrero de 1985.

¿Habéis leído bien? ¡Setecientos mil! Algo increíble en un espectáculo de ese género, sin que ningún otro espectáculo, en Francia, haya sido capaz de reunir tan ingente multitud. Es indudable que una parte de los asistentes son creyentes.

Pero son aún más los incrédulos que, en gran parte, no saben nada de la historia de Jesús de Nazaret. Incluso un buen número deberían serle hostiles políticamente, si no ya filosóficamente.

Sin embargo, cada día se repite la misma tónica: los cuatro mil espectadores se sienten atraídos y cautivados por el espectaculo y, sobre todo, por el personaje llamado Jesús. Y allí están: silenciosos, como en tensión, para no perderse detalle, absortos, conmovidos y participando de alguna forma, sin que se atisbe ni un solo encogimiento de hombros, ni la más leve sonrisas irónica, ni menos aún una palabra de mofa o de desprecio.

¿Quiere decir ello que todos creen que ese Jesús es Dios? No es, ahora, éste el problema. Lo importante es que, durante dos horas, se está con el hombre llamado Jesús y durante dos horas se escuchan sus palabras vivas y directas... Al concluir la representación y, tras impresionantes ovaciones, todos se marchan diciendo: ¡Lo que ha dicho, hace veinte siglos, ese hombre llamado Jesús, es realmente formidable! Este encuentro con El, de tamañas dimensiones, causa desconcierto a los mismos analistas y, a no dudarlo, merece un estudio en profundidad.

De algunas forma, se repite aquí la escena de aquellos gentiles que rogaban a Felipe: "Queremos ver a Jesús." En el fondo del espectáculo descrito late la misma pregunta de esos setecientos mil espectadores, que condensan la misma idéntica pregunta, quizá inconsciente, de todos los hombres actuales: "Quisiéramos ver a Jesús."

-Porque Jesús vive

Sí. Vive. Veamos. Los sumos sacerdotes y los ancianos de los judíos habían acusado al Apóstol Pablo de supuestos delitos, pidiendo sentencia condenatoria. El Apóstol ejerce su derecho de apelación al César, para ser juzgado. Comparece ante el rey Agripa, encargándose de su presentación el procurador Festo, el cual reconoce que "solamente tenían contra él unas discusiones sobre su religión y sobre un tal Jesús, ya muerto, pero de quien Pablo afirma que vive" (Hech. 25, 19).

Con San Pablo, también nosotros y los creyentes de todos los siglos afirmamos, sin la menor dubitación, que Jesús está vivo y es Señor del tiempo y de la historia.

-El domingo es fiesta: FIESTA/DOMINGO:

Pero ¿qué fiesta celebramos y cómo la celebramos? En realidad tendríamos que preguntarnos si los domingos celebramos fiesta. Porque celebrar una fiesta significa celebrar algún acontecimiento importante para nosotros y que nos da motivos para estar alegres y para expresar y contagiar nuestra alegría.

Pero una fiesta no se improvisa. Hay que prepararla y prepararse para celebrarla juntos, en comunidad, ya que uno solo no hace fiesta, ni es posible celebrarla estando de mal humor o en desacuerdo con los demás.

Pero ¿puede cualquiera descubrir estas características de una fiesta en la fiesta pascual que celebramos cada domingo los cristianos? ¿En qué se nota nuestra alegría "pascual"...? ¿Alguien puede tomarse en serio que celebramos de verdad un brindis por la pascua triunfal de Cristo...? ¡Qué imagen o qué vivencia de Cristo resucitado presentan nuestras asambleas cristianas cuanto están, no infrecuentemente, presididas por la prisa, por el tedio y el aburrimiento...? ¿Es posible que los "gentiles" de hoy puedan descubrir, sobre todo, al mismo Jesús...? Seamos conscientes y responsables de esto.

San Pablo confiesa que Cristo vive. Y todos los creyentes confesamos lo mismo. Pero ¿dónde está Cristo para esas masas inmensas de hombres, que no acaban de descubrirlo...? Y, sin embargo, Cristo sigue ejerciendo su poder de seducción sobre los hombres de todos los tiempos, cuando les es presentado en directo y sin empañamientos que entorpecen su visión personal!

-Jesús es la fiesta y no el templo: Demos un paso más. Aquellos peregrinos que piden "ver a Jesús" son extranjeros, no judíos, sino griegos, probablemente iniciados en la religión mosaica. Ellos venían de lejos para celebrar la fiesta.

Afortunadamente, dejan de ir al templo, para ir a ver a Jesús, porque en definitiva Jesús es la fiesta y no el templo, que ha quedado superado por Jesús. Y es que donde está Jesús hay fiesta, no donde está el templo, ya que Jesús ha dado un salto cualitativo pasando del templo material al templo de su cuerpo glorioso, cuando dijo aludiendo a su muerte y resurrección: "Destruid este templo (su cuerpo) y en tres días yo lo levantaré." A partir de entonces, Jesús será en su cuerpo viviente el verdadero templo, lugar sagrado de encuentro con el Dios vivo y verdadero. Su cuerpo será, a un mismo tiempo, templo y ofrenda: será ofrecido al Padre y destruido en la cruz, para volver a ser reedificado por la Resurrección.

-Nuestros templos son lugares de reunión

Nuestros templos materiales son lugares donde nos reunimos los cristianos para actualizar la "memoria del Señor". Lugares donde celebramos la fiesta; pero la fiesta es Jesús. Por El debemos preguntar. A El debemos ir y hacia El debemos encaminar a los hombres que preguntan por El.

-Abramos caminos, señalemos rutas

Para que nuestras asambleas, lo mismo que nuestras vidas, abran caminos a los hombres para ir a Jesús, será preciso:

a) Una vida testimonial, dando en un mundo secularizado vivo testimonio de la fe en Cristo. Seamos testigos del Señor resucitado, del Señor que vive.

b) Una vida litúrgica: es como la vía normal para compartir la Palabra de Dios y la Eucaristía, pues en la Eucaristía es donde culmina la vida de la Iglesia, según la expresión conciliar.

c) Una vida de comunión: por la vivencia del amor fraterno, único signo auténtico del amor de Dios, tanto más necesario cuanto que vivimos en un mundo duro e inhumano en muchos aspectos.

d) Una vida de servicio al mundo: porque la Iglesia -que somos nosotros- no está ni existe sino para eso.

Con un talante así, ya sería más fácil que descubriéramos a los hombres el rostro inconfundible de Jesús y que en ellos se despertara la fe. Atinadamente dice ·Congar-Y: "La historia me ha enseñado que la fe resurge allí donde se la creía desarraigada... La Palabra de Dios permanece eternamente y siempre joven".

CARLOS DIAZ
DABAR 1985/19


2.

Los dos temas de la Cuaresmas de este año -la Alianza y el Misterio Pascual- se hacen más intensos y dinámicos a medida que se acerca la Pascua.

-LA ALIANZA NUEVA: Después de la página negra que leíamos el domingo pasado -la infidelidad del Pueblo a su pacto con Dios- hoy escuchamos un anuncio prometedor.

Jeremías, uno de los profetas que más profundizaron en la comprensión de la Alianza -una maduración a la que le llevó su historia personal- nos anuncia una Nueva Alianza, que se cumplirá en los tiempos mesiánicos. Su principal característica será la interioridad, o sea, la primacía de las opciones personales, íntimas, por encima de las prácticas exteriores, de las cosas o los lugares: "meteré mi ley en su pecho, la escribiré en sus corazones, yo seré su Dios y ellos serán mi pueblo".

Los gestos exteriores sólo tienen valor -como también pasa en nuestras relaciones humanas de amistad o alianza- si corresponden a la actitud interior de apertura y fidelidad. Esta Nueva Alianza es la que se cumplió de una vez por todas en Cristo y su Pascua: la "Sangre de la Nueva Alianza", de la que participamos en cada Eucaristía, es la que ha sellado nuestra reconciliación con Dios. En la Noche Pascual las preguntas claves -recuerdo del Bautismo- se referirán a nuestra pertenencia al Pueblo de esta Nueva Alianza: "¿renunciáis?... ¿creéis?". En cada Pascua se nos invita a renovar nuestra comunión de vida con Dios, como criterio de vida.

-LA PASCUA SE ACERCA

Pero a las dos semanas escasa de la Pascua, se acentúa más el misterio de la Muerte salvadora de Cristo.

J/SOLIDARIDAD: Ante todo, según las lecturas de hoy, por su intensa experiencia de dolor. Sería una falsa imagen de Jesús el imaginarlo como un superhombre, impasible, estoico, por encima de nuestros sentimientos de dolor, miedo, duda y crisis.

Juan, en el evangelio, nos habla de su hora de agitación y angustia, pidiendo al Padre con una oración instintiva que le libre de la muerte. Y la carta a los Hebreos añade datos que los evangelistas no habían nombrado ni siquiera en la crisis del Huerto: esta petición la hizo Jesús con lágrimas y gritos.

Sólo puede parecer inesperada esta experiencia de Jesús para los que no han entendido la profundidad de su comunión con nosotros y de su solidaridad con el hombre. Tenemos un mediador, un Pontífice que no está por encima de nuestra historia, sino que sabe comprender nuestros peores momentos, porque los ha experimentado en su propia carne. Pero no es ése el aspecto definitivo. El evangelio nos habla de la fecundidad de ese dolor. El grano de trigo, al morir, da fruto. La obediencia de Cristo fue total, hasta la muerte.

Una obediencia que es solidaridad con el hombre hasta las últimas consecuencias. Ahí está la "consumación" (Hebreos), que le convierte en causa de salvación para todos. Ahí está la "glorificación" (Juan), porque "cuando yo sea elevado sobre la tierra, atraeré a todos hacia mí". Se juntan las dos dimensiones de la Pascua: la renuncia total a sí mismo y el valor positivo, salvador, confirmado en la Resurrección por parte del Padre.

-ENTRAR EN LA PASCUA: INVITACIÓN URGENTE: J/PAS-NOSTRA: La aplicación de este mensaje a nuestras vidas se puede hacer en varias direcciones.

a) Se trata de que la Pascua de Cristo sea también nuestra Pascua: o sea, el Paso a la nueva vida, que está hecho de renuncia y novedad: "el que se ama a sí mismo, se pierde", "donde esté yo, allí también estará mi servidor"... El signo sacramental del Bautismo, si se hace como recomienda el Ritual -por inmersión en el agua- expresa pedagógicamente que eso de ser cristiano es sumergirse con Cristo en su experiencia de muerte y resurrección. La experiencia sacramental de nuestro Bautismo somos invitados a renovarla en la Pascua.

b) Pascua significa lucha y victoria contra el pecado y el mal. Como Cristo pasa a nueva existencia, nosotros estamos comprometidos en una lucha contra el "hombre viejo" e invitados a pasar a la Nueva Alianza, renunciando al mal: "ahora va a ser juzgado el mundo; ahora el príncipe de este mundo va a ser echado fuera", "y atraeré a todos a mí". La conciencia de pecado la tenemos, pero en la Pascua se nos proclama la victoria de Cristo contra todo mal: "cuando perdone sus pecados y no recuerde sus pecados" (Jeremías).

c) El programa de Pascua debe ser de interiorización de la Alianza: a veces también nuestra fe cristiana cae en la rutina o en el formalismo, y por eso el mensaje de Jeremías no es superfluo para nosotros: una "ley" escrita en el corazón, personalizada, seguida con autenticidad. El salmo nos ha hecho repetir: "crea en mí un corazón puro". El mejor fruto de la Pascua es que nuestra fe, tanto a nivel personal como comunitario, se haga más profunda y convencida.

d) La lectura de la última exhortación del Papa, sobre "Reconciliación y penitencia", de diciembre de 1984, puede ponernos en esta línea de convicción: habla mucho de la conversión del corazón, de la personalización tanto del sentido del pecado como de la vuelta a Dios y de la experiencia de su perdón, sin negar sus aspectos sociales y comunitarios. Es una lectura muy útil para la Cuaresma y la Pascua, sobre todo para los que han recibido en la Iglesia la misión de animar a sus hermanos en la fe.

J. ALDAZABAL
MISA DOMINICAL 1985/07


3.

EN UN MUNDO COMO EL NUESTRO, en el que se busca el éxito, el triunfo, el ser más que los demás -aunque ello signifique atropellar a los demás, no porque se quiera atropellarles sino como algo que parece inevitable, fruto de la lucha por la vida-, en este mundo nuestro ciertamente es difícil entender las palabras de JC que hemos escuchado en el evangelio de hoy.

Y, sin embargo, son palabras importantes para nosotros, palabras importantes para todos los que nos decimos cristianos. Palabras importantes para entender qué significa el gran misterio de la Pascua que nos disponemos a celebrar.

-No hay Pascua sin Cruz

Decíamos el domingo pasado que Dios ama al hombre y quiere que el hombre viva. El Evangelio -el cristianismo- no es un anuncio de muerte sino de vida. Pero... Hay un "pero" muy importante. Sin entenderlo, nada entenderíamos de la próxima celebración pascual. De la celebración que desembocará en la gran afirmación de vida que significa la Resurrección, PERO PREVIO EL PASO por la pasión y muerte. No podemos quedarnos en el Cristo muerto en la cruz -olvidando que a este Cristo Dios le resucita y le constituye Señor de vida, fuente de vida- ni podemos celebrar la victoria de JC en su Resurrección olvidando que es fruto de un amor que asumió el paso por la cruz.

Quizá la frase fundamental del evangelio que hoy hemos escuchado sea ésa: "SI EL GRANO DE TRIGO no cae en tierra y muere, queda infecundo; pero si muere, da mucho fruto". Es decir, PARA DAR FRUTO -para comunicar vida, amor y esperanza- es preciso no escamotear la lucha, el esfuerzo y el sacrificio. Aunque parezca un camino de muerte es un camino de vida.

Y no quisiera que eso sonara a palabras huecas de sentido.

Preguntémonos cuándo nos hemos sentido más satisfechos -en lo más hondo de nuestra alma: ¿cuándo hemos buscado por encima de todo nuestro bienestar, nuestro provecho, la satisfacción de nuestro egoísmo, o cuando hemos sabido -por gracia de Dios- ayudar a los demás, compartir nuestra vida..., dicho sencillamente: cuando hemos sabido amar? Aunque ello nos haya ocasionado esfuerzo, dolor, algo de "muerte" para nuestro egoísmo, para nuestro orgullo. Hermanos: NO HAY PASCUA SIN CRUZ. Ese es el camino de Jesús, ese debe ser nuestro camino.

-En la realidad nuestra de cada día

Permitid que insista en un aspecto de esta frase fundamental del evangelio que hoy hemos leído: "Si el grano de trigo NO CAE EN TIERRA...". En la tierra, es decir, en nuestra realidad de cada día. Decía un chico: "Mi padre no está nunca en casa. Durante los días de la semana porque tiene mucho trabajo. Y el sábado y domingo, apenas, porque tiene que distraerse. Y si está, es como si no estuviera. Nos hace callar para mirar la televisión". Y decían unos padres: "Nuestros hijos son como desconocidos para nosotros; nada nos cuentan, entran y salen como si vivieran en una pensión". Decía una oficinista: "Mi jefe nunca se ha interesado por nada de mi vida..., quizá porque no soy atractiva. Sólo me habla para dar órdenes. O para hacerse el gracioso explicando un chiste". Y los ejemplos podrían continuar, todos los conocemos.

El resumen es: nos desentendemos de los demás, no vivimos -de verdad- en nuestra tierra, en nuestra realidad. Quizá nuestra gran tentación sea la de EVADIRNOS. Y si lo hacemos así -más o menos, quizá más que menos- no podemos ser el grano de trigo que da fruto porque está sembrado en la tierra. EN LA TIERRA DE NUESTRA VIDA REAL, en la convivencia de cada día en la familia o en el trabajo o donde sea. Pero que sea. Y si no vivimos en la tierra de nuestra vida real, donde los demás nos esperan, no podremos dar fruto. Simplemente, decepcionamos. Nos esperan y no escuchamos. Quizá porque no nos interesa escuchar: nos obligaría a salir de nuestro egoísmo.

-"El que quiera servirme que me siga"

Pero no podemos terminar este comentario sin una palabra de esperanza. Nos la ofrece Jesús: "el que quiera servirme, QUE ME SIGA". Que es lo mismo que decir: el que quiera dar fruto, hallar un camino de vida, que me siga.

En vísperas de la celebración de la Pascua no podemos quedarnos en la desesperanza, en la depresión. JC nos ofrece un camino de vida. Porque siempre -a todos, a cada uno de nosotros- le es posible seguir el camino de JC. Bastaría, creo, que nos dejáramos ATRAER POR EL ("cuando yo sea elevado sobre la tierra -hemos escuchado en el evangelio-, atraeré a todos hacia mí"). Bastaría que no huyéramos de nuestra realidad cotidiana y en ella intentáramos seguir -obedecer- el camino que en ella nos traza JC. El camino de bondad, de ayuda, de lucha..., que nos enseñó JC.

Sea hoy ésta nuestra plegaria. Como hemos pedido en el SALMO: "Crea en mí un corazón puro, renuévame por dentro con espíritu firme... Devuélveme la alegría de tu salvación, afiánzame con espíritu generoso".

Hermanos: que así sea.

J. GOMIS
MISA DOMINICAL 1982/07


4.

-La nueva alianza de Jeremías. El primer párrafo de la lectura resume lo que veíamos en los dos domingos anteriores: una Ley, un estilo de vida que Dios encomendó a su pueblo, y la ruptura del pueblo con este estilo.

De hecho, esta es la historia de Israel y de la humanidad desde el principio: un proyecto de amor de Dios y una incapacidad del hombre para seguirlo. Y de ahí que los profetas de Israel sueñen y anuncien en nombre de Dios algo distinto, un modo diferente de vivir. Sueñan un mundo en que este deseo de amor y de felicidad que todo hombre lleva en el fondo del alma -aunque con frecuencia haga lo imposible por olvidarse de ello- sea una realidad.

Este modo de vivir sólo va a ser posible si Dios interviene, si Dios mismo viene a poner su mano, su huella en el corazón de cada hombre. Y esto es lo que dice Jeremías: no existirá ya una Ley como unas normas venidas de fuera, sino que será un fuego, una fuerza que será el propio Dios metido en el interior de cada hombre.

-JC, la nueva alianza. La segunda lectura muestra cómo se ha realizado esta esperanza de Jeremías: ha existido un hombre que ha tenido el corazón de Dios, que ha tenido el corazón hecho como solamente Dios puede hacerlo, que ha vivido con el proyecto de Dios metido dentro como sólo Dios es capaz de tenerlo metido. Este hombre, JC, ha vivido las terribles contradicciones entre la tentación de acomodarse al estilo del mundo (y no luchar, y no buscar transformar las cosas, y vivir tranquilo), y la llamada a la fidelidad (o la "obediencia", según dice la segunda lectura), al proyecto del Padre que llevaba dentro, (y que le supuso acabar en la cruz).

JC realizó lo que Jeremías había soñado y se ha convertido en "sacerdote" (=mediador) de la humanidad: ¡ahora ya existe un hombre como Dios esperaba! Y cada creyente, cada hombre, ha recibido su Espíritu para que vaya adelante unido a JC (el Espíritu es lo que Dios nos ha puesto en el corazón; el Espíritu es para que vivamos "para él", como dice la plegaria eucarística IV).

-El grano de trigo que cae en tierra. La frase, de tan sencilla, está llena de toda fuerza: "Si el grano de trigo no cae en tierra y muere, queda infecundo; pero si muere, da mucho fruto". Convendría repetirla e invitar a contemplarla mientras contemplamos la cruz de JC, que en estos días ya se hace plenamente presente en nuestra asamblea.

La homilía hecha a partir del evangelio, y con la ayuda de la segunda lectura, debería conducir a situarse ya de lleno en el ambiente de la cruz, de contemplación de la cruz. ¿Cuál es la gloria de JC? ¿Dónde se encuentra la gloria de Dios? se encuentra en el grano de trigo que murió enterrado en la tierra, se encuentra en la vida que surgió de aquel que no se amó a sí mismo en este mundo.

JC, así ha roto el maleficio de un mundo donde siempre ganaba el afán por mantenerse y por no entregar nada: ahora, en cambio, JC ha hecho que en él, en su modo de vivir, ganase la fidelidad al amor del Padre, y así el mal no domina ya en todo: ahora, en la cruz, es cuando el soberano de este mundo es expulsado.

-" Atraeré a todos hacia mí". Esta frase final de Jesús, y la última frase de la segunda lectura, invitan a insistir en la fe, en el sentirse atraídos a JC y reconocerlo como fuente de salvación. De hecho, él es el único que ha vivido el proyecto de amor del Padre. Nosotros, si estamos en camino de salvación, es porque nos unimos a él y nos dejamos salvar por él. Y esto debemos vivirlo por dentro y debemos expresarlo por fuera: toda la liturgia del Viernes Santo será, por ejemplo, una expresión de ello: cada domingo, cuando celebramos la Eucaristía (por ejemplo, al recibir la comunión ponemos la mano como un mendigo que pide el pan que necesita), también buscamos la fuerza que sólo él puede dar.

"Los que quieren servirme". La Lectura también insiste en ello: debemos ser grano de trigo, no debemos amar la vida según los criterios del mundo. Será bueno, seguramente, recordar nombres de hombres y mujeres que se lo han tomado en serio, hasta derramar la sangre (el último, el obispo Romero, cuyo segundo aniversario de asesinato se cumple esta semana).

Hombres y mujeres que, por la fuerza del Espíritu, han derramado la sangre por los hermanos incluso sin conocer a JC.

Hombres y mujeres que dieron la vida al servicio del Evangelio (recordemos a los santos cuyo centenario celebramos: san Francisco, santa Teresa).

J. LLIGADAS
MISA DOMINICAL 1982/07


5. J/VICTORIA:

EL GRAN ANUNCIO DEL EVANGELIO: "EL PRÍNCIPE DE ESTE MUNDO VA A SER ECHADO FUERA.

Si el pasado domingo centramos la homilía en el sentido de la redención obrada por Jesús, hoy podríamos continuar de alguna manera el mismo tema con dos aspectos especialmente relevantes de esta redención: el fruto final, que es la victoria definitiva sobre el mal, sobre el príncipe de este mundo; y el camino de esta victoria, que es el camino de la debilidad, del grano que muere, del "aprendizaje en los sufrimientos" de que habla la segunda lectura.

I. La victoria. Las frases con que acaba el evangelio de hoy tienen un tono incluso arrogante, de persona satisfecha ante el éxito próximo: "Ahora va a ser juzgado el mundo; ahora el Príncipe de este mundo va a ser echado fuera".

P-MUNDO: Y vale la pena que también nosotros lo proclamemos: nosotros seguimos a Jesús porque creemos, que con él, conseguimos una victoria, la victoria más decisiva que podemos esperar en nuestras vidas. ¿Contra quién? ¿Quién es ese "mundo" que es juzgado, ese "príncipe de este mundo" que es echado fuera y pierde definitivamente su poder? En Juan está muy claro: es la manera perversa como este mundo funciona, hay tanto mal que nos hace pensar en un poder personalizable, un "príncipe" que parece controlar los hilos de la vida de la gente hasta llevarlos a vivir en el mal, o a no hacer nada para luchar contra el mal. Y, al hablar de este tema, no se tratará hoy de detenerse demasiado en nuestra contribución a este mal, sino más bien en centrar nuestra atención en la realidad fuerte, evidente, agobiante, de mal en la que vivimos sumergidos (como hace decir a JC el poeta ·Blai/Bonet: "No me hables de tus pecados personales: desde esta cruz sólo existen los de todo el mundo"). Y esto tienen nombres: un sistema que nos lleva a funcionar con dureza de corazón y hostilidad mutua; una manera de organizar el poder y el bienestar de unos cuantos (personas, países) a costa del hambre, la muerte, el abandono de tanta gente, las famosas y dramáticas cifras de los hospitales y escuelas que se podrían llegar a construir con lo que vale un misil; la simple y estúpida realidad de la existencia de ejércitos (parémonos a pensarlo: hay una gran cantidad de hombres dedicados en todo el mundo a organizarse para poder, si es preciso, matar a otros hombres de manera eficaz); etc.., etc.

Este es el mundo que es condenado, este es el príncipe de este mundo que es echado fuera, este es el pecado que es destruido. ¿Cómo? Simplemente, con el hecho de que una persona, una sola persona, ha sido capaz de amar absolutamente, pasara lo que pasara. El mundo, el príncipe de este mundo, ya no tiene el poder absoluto que pensaba tener, ya no lo domina todo y a todos: ha sido vencido. Y la confianza, la fe, es ésta: el amor manifestado definitivamente en la cruz, es capaz de atraer a todo el mundo, porque llama a la parte más sana (¡el Espíritu!) que hay en cada hombre, muestra a cada hombre que el amor es posible.

II.El camino de la victoria::

Realmente, resulta contradictoria la "arrogancia" con que JC anuncia su victoria sobre el mundo y el momento real que JC está viviendo, a las puertas de su muerte, una muerte de esclavos fuera de la ciudad. Y nunca tendríamos que cansarnos de decirlo, de predicarlo, y de reflexionarlo nosotros mismos: la victoria de Jesucristo es una no-victoria, es aquello que cualquier persona razonable llamaría un fracaso.: CZ/GLORIFICACION: La "glorificación", según Juan, es la cruz. Y la carta a los Hebreos dice que Dios "escuchó" a su Hijo a base de hacerlo aprender por medio de los sufrimientos.

Y esta realidad fundamental de la fe no es sólo una invitación a admirar el desprendimiento y la entrega de Jesucristo. Sino que es una ley para todo cristiano, y una ley para la Iglesia.

Y cuando esto no nos lo acabamos de creer, y pensamos que sin un cierto poder y unos ciertos medios de influencia no se puede anunciar el Evangelio, no estamos haciendo lo mismo que Jesucristo hacía, sino que estamos actuando como el príncipe de este mundo.

(Y si, por la dureza de las circunstancias, no nos vemos capaces de actuar sin estos medios de poder, tenemos que saber que esto no es lo que Jesucristo nos enseña, sino que es una consecuencia del mal que también nos coge a nosotros).

J. LLIGADAS
MISA DOMINICAL 1988/07


6. I/PUEBLO/PERDONADO: IGLESIA, NO COMUNIDAD DE HOMBRES ELEGIDOS, SINO PERDONADOS.

-UN PUEBLO ELEGIDO

En el paso del siglo VII al VI antes de Cristo, Jeremías expresa en su libro todo el desaliento que la historia dramática de su pueblo va produciendo en los ánimos de sus paisanos.

Un pueblo que comienza su historia con una gesta por la que consigue su libertad gracias a la acción de Dios, toma conciencia de ser elegido para recordar y hacer presente ante el mundo la imagen de un Dios bueno, preocupado por los hombres, que hace un pacto, una alianza: El les protegerá a cambio del compromiso de ayudarse unos a otros. Ellos van a ser el pueblo que recibe como encargo el comunicar a todos los demás pueblos que sólo hay un Dios, que este Dios es bueno y que su deseo o voluntad es que los hombres, poco a poco, vayan enterándose y le den culto trabajando por hacer posible una vida digna y libre para todos.

El encargo es una responsabilidad pesada pero gratificante porque une la compañía protectora de Dios con el vivir para realizar el encargo. En la medida en que ellos realicen lo encomendado Dios les irá haciendo posible su propia vida y su futuro, su bienestar y su libertad.

-UN PUEBLO FRACASADO

Pero desde el siglo XI a. C. este pueblo elegido para ser libre y comunicar ese mensaje se ha tomado la protección de Dios como una garantía de seguridad con la que creerse poderoso y mostrarse arrogante. Su arrogancia le llevó a la guerra civil y su poder a caer en manos de potencias extranjeras: primero Siria; en tiempos de Jeremías, Babilonia (Irak) y si Jeremías hubiera vivido más tiempo habría visto a su pueblo en manos de Persia (Irán), Grecia y Roma.

La experiencia de su historia como pueblo es la experiencia del pueblo que fracasa continuamente en su historia de fidelidad al pacto hecho con Dios y, por lo tanto, a sus aspectos temporales políticos y sociales con los que la fidelidad se había unido. Exilio tras exilio, sometimiento tras sometimiento, fracaso tras fracaso. ¿Qué futuro se puede esperar?

-¿QUE FUTURO QUEDA? Visto el horizonte desde el cumplimiento del pacto, el futuro parece sombrío. El pueblo, siglo a siglo y generación tras generación ha fracasado. Sólo queda esperar un futuro que se base en el perdón. No sólo porque Dios les va a perdonar lo que han hecho hasta ahora sino porque el perdón tendrá que ser, necesariamente, la base de las relaciones entre Dios y el pueblo, dada su incapacidad, históricamente demostrada, de realizar las exigencias que le supone el pacto.

Ya no será necesario ser fuertes para imponer el mensaje. Ya no cabe la arrogancia orgullosa por haber sido elegidos, sólo cabe la esperanza del perdón.

-UN NUEVO PUEBLO ELEGIDO

Y así comienza su andadura una comunidad religiosa que se considera el nuevo pueblo elegido para transmitir el mensaje antiguo pero ahora renovado, radicalizado y purificado. Esta comunidad nueva nace de la experiencia del perdón. Porque el antiguo pueblo se ha quedado anclado en sus pretensiones nacionalistas y mesiánicas, ahora un nuevo grupo de gente toma el relevo.

Este nuevo grupo no tiene antecedentes que poder presentar. No son hijos de sangre azul ni pertenecen a ninguna tribu distinguida, ni tienen posesiones o fuerza o sabiduría, no han sido elegidos por especiales. Son la gente más ordinaria y común que han pasado por la experiencia del perdón. Y desde la fuerza que da el saberse perdonados asumen la antigua tarea de transmitir que no hace falta ser especial para conocer, experimentar y acercarse a un Dios que es la mayor gozada que el ser humano puede permitirse.

-EL PUEBLO DE LOS PERDONADOS

No son una comunidad de elegidos sino de perdonados y eso crea una base completamente distinta al orgullo y la arrogancia. Es la comunidad asentada en el perdón que ahora centra la vida en el agradecimiento, y eucaristía es la actitud fundamental, y eucaristía es el acto central de su liturgia, porque dar gracias es lo mejor que puede hacer quien ha sido perdonado y la mejor manera de hablar de nuestro Dios.

D/PERDON: La mejor noticia que podemos dar de nuestro Dios es, precisamente, hablar de su perdón. Porque no hay obra ni poder mayor, ni maravilla más expresiva que el perdón. Tampoco hay mejor noticia ni actitud que el hombre más valore que el perdón.

-EL FUTURO ESTA EN EL PERDÓN

Por eso es la Cruz el signo de la gloria, porque no son las venganzas del talión, ni las represalias de la fuerza, ni la selección racial o de grupo, ni el porte y la ostentación externa, tampoco la arrogancia de quien se cree elegido como privilegiado, sino el perdón y la solidaridad de Dios con los hombres la que transforma la vida y habla de cómo es Dios. No son nuestras grandes obras y cumplimiento la mejor manera de presentar a Dios porque ese fariseísmo oculto distancia a la gente normal que se cree incapaz de ser buena. Es el perdón de la pequeñez lo que abre a la confianza y a la fe en el Dios de la Cruz, hecho sencillo con los sencillos.

Por eso conviene estar atentos ya que nos puede ocurrir como al antiguo pueblo, y nuestra experiencia, en ese caso, sería de desaliento y lástima como la de los contemporáneos de Jeremías.

J. ALEGRE ARAGÜES
DABAR 1991/18


7. J/PERSONALIDAD

-Si el grano de trigo cae en tierra y muere, da mucho fruto

Cuando conocemos y tratamos a una persona noble y buena, de espíritu sencillo, que acoge a los demás, que escucha, que es libre, que ama y que este amor le lleva a servir a los demás, a comprometerse por su bien..., nos damos cuenta de que esta persona nos "atrae". Imanta hacia estas actitudes, que son el Evangelio vivido. Jesús atrae a todo mundo hacia el. Sigue atrayéndonos a todos. Quien le conoce queda cautivado por su persona, por su amor. Jesús irradia y comunica el amor de Dios a todos aquellos que se le acercan. Y es que el amor auténtico atrae y se difunde. Sólo un amor así es digno de fe.

Y sólo un amor como el suyo crea "alianza", comunión indestructible, entre el Padre y la Humanidad. Esto lo alcanzó con el precio muy alto de su sacrificio, de su entrega hasta el extremo. "El, a pesar de ser Hijo, aprendió sufriendo, a obedecer", y ahora es para todos autor de salvación eterna. Su obediencia al Padre ha sido para nosotros gracia y perdón.

Su vida sigue atrayéndonos, porque es una vida totalmente entregada al padre y a los hermanos. ¿Quién es capaz de amar y de entregarse de este modo, hasta este extremo? Si queremos ser buenos discípulos suyos, ¿seremos capaces de seguirle en la entrega de toda nuestra vida? ¡Qué profundas son sus palabras: "El que se ama a sí mismo se pierde, y el que se aborrece a sí mismo en este mundo se guardará para la vida eterna"!

¿Sabremos captar todo el dinamismo de amor que pueden y que deben engendrar en nosotros? Porque el mismo Jesús nos da el significado: "si el grano de trigo no cae en tierra y muere, queda infecundo; pero si muere, da mucho fruto". Caer en la tierra, arraigar donde estamos, hacerse carne de nuestro pueblo y hacer nuestros sus sufrimientos y sus luchas...

Morir para dar fruto, perder para ganar, escoger lo que es débil para confundir lo que es fuerte, sufrir con constancia y esperanza, para vencer el orgullo y la altivez, morir para resucitar...

-Debemos optar preferencialmente por los pobres:

POBRES/OPCION-PORLOS: La conversión que el Señor nos pide, ¿no hay que verla también en la línea de la opción preferencial por los pobres, hoy tan actual? No debemos dejar que parezca una moda o un simple eslogan. Hoy representa un nuevo estadio de la conciencia cristiana, del Magisterio de la Iglesia. Por eso mismo, preguntémonos:

-Este "saber perder la vida" por los demás, que el Evangelio nos reclama, ¿nos lleva al servicio de los más pobres? ¿No deberíamos estar todos más orientados hacia el servicio de los que sufren, los ancianos, los enfermos, los deficientes, los jóvenes, los parados, los marginados de la sociedad, los que se hallan faltos de amor y de fe, de lo necesario para vivir y para desarrollarse como personas? ¿son los pobres la referencia auténtica de nuestro vivir cristiano?

-¿Intentamos estar informados y con los ojos muy abiertos para saber qué pasa con los más necesitados de nuestro contorno? ¿Nos lleva esto a un estilo de vida solidario con ellos? Qué llegamos a compartir, ¿lo que nos sobra o lo que necesitamos? ¿Nos educamos para la solidaridad y la justicia?

-Nuestras comunidades, ¿sabremos inserirnos y encarnarnos en este mundo de los pobres? ¿Sabremos ayudar al tercer mundo con iniciativas solidarias y a la vez generar mejoras sociales para los más pobres que tenemos cerca? Debemos saber hacer ambas cosas al mismo tiempo. De igual modo, ¿tendremos el ánimo de convertirnos y de desposeernos de nuestras cosas en bien de los demás? ¿sabremos defender su causa y correr su misma suerte? ¿Querremos aprender de los más pobres aquellos valores evangélicos de que son portadores y que Cristo ha preferido?

JOAN ENRIC VIVES
MISA DOMINICAL 1988/11


8.LA HORA DE JESÚS Y NUESTRA HORA

-Organizar las ideas.

Dos cosas me han preocupado al redactar estas notas para la homilía: organizar en lo posible mis ideas con los demás domingos de Cuaresma, como si ésta fuera un proceso, y aplicar lo que dicen las lecturas, y especialmente el Evangelio, al cristiano de hoy que nos escucha. No lo he tenido fácil, y no estoy nada seguro de haberlo conseguido.

-La hora de Jesús: Jesús siempre es el centro del Evangelio y de nuestra fe.

Juan, en el Evangelio de hoy, nos insiste en que ha llegado la hora de Jesús, o que va a llegar. ¿Qué quiere decir con esto? Parece que con eso de "llegarle a uno la hora" hay que entender que se acerca el momento decisivo de su vida, la hora de la verdad, cuando, por fin, vamos a saber lo que es una persona y va a quedar patente el sentido de la vida, el desenlace. Para Juan, la hora de Jesús es su muerte, porque en ella va a quedar patente la maldad del presente orden del mundo y el sentido de la muerte de Jesús y de toda su vida, que no es otro que la entrega por los hermanos.

-Es su muerte: J/MU/VICTORIA

La muerte de Jesús, al mismo tiempo que descubre el sentido de toda su vida y su mensaje, es el momento del triunfo de Jesús, porque con ella lleva a cabo la misión que Dios le encomendó y porque si el grano de trigo no cae en tierra y se pudre, no da fruto, y porque en ese momento, cuando sea elevado en la cruz sobre la tierra, atraerá a sí a todos, también a los griegos (y a todos los gentiles) que a través de Felipe y Andrés se están esforzando por acercarse a él.

-Y su gloria.

Juan no habla aquí de la resurrección como el momento culminante, la hora de la vida de Jesús, pero está claro que entiende la muerte de Jesús como antesala y camino de su resurrección, de su exaltación y gloria. Por la cruz a la luz, por la muerte a la resurrección. Paradójicamente, la gloria de Jesús, la gloria de Dios, está en su muerte.

-Un nuevo orden.

La vida y muerte de Jesús establecen un nuevo orden en el mundo. Este nuevo orden se puede describir positivamente haciendo ver en qué consiste y negativamente por oposición al actual orden injusto del mundo.

-Frente al viejo.

Este orden injusto del mundo se centra en la búsqueda egoísta de uno mismo a través del poder, del dinero y del placer. El hombre se constituye en centro de sí mismo y no quiere nada con Dios ni con los demás hombres. Ahí quiere encontrar su felicidad y el sentido de su vida, cerrándose a cualquier llamada de la trascendencia. De siempre el hombre ha andado por estos caminos, pero muchos hoy los proclaman la única salida y la verdadera sabiduría. El hedonismo de la vida diaria es uno de los cantos de sirena de la actual cultura.

-Sentido del nuevo orden.

El nuevo orden inaugurado por la vida y muerte de Jesús tiene el sentido del grano de trigo que, si no se pudre, no produce la espiga. Es la fraternidad, la entrega por los hermanos hasta la muerte. Así es como el hombre gana su vida. Es el camino de la fecundidad. Para que el hombre pueda descubrir este nuevo orden ha sido preciso que el orden injusto haya llevado a Jesús hasta la muerte en coherencia con su misión y su mensaje. Por eso la muerte de Jesús es la hora de su verdad, de la verdad de su mensaje y de su vida. Por eso en ningún sitio como en su muerte se revela la verdad de Jesús, que es la de Dios.

-La cruz como lugar de Dios. CZ/LUGAR-RV La cruz se convierte en el lugar de la revelación de Dios para el hombre de todos los tiempos.

Por eso la cruz es la señal de los cristianos y ante ella hay que tomar las grandes decisiones.

La cruz de Cristo es la gran voz del cielo, que algunos confunden con un trueno, de que nos habla el Evangelio de hoy.

-Nuestra hora.

Y ¿cuál tiene que ser nuestra hora? La misma de Jesús: la de ser grano de trigo, la de la fraternidad o entrega por los hermanos hasta la muerte, si es preciso. El Evangelio de hoy nos pone en meditación ante la muerte de Jesús. Estamos a unos días de la Semana Santa.

MARTÍNEZ DE VADILLO
DABAR 1988/20


9. CR/APOSTOL:

"Quisiéramos ver a Jesús..." Sostengo que esta es la exigencia, la demanda más urgente -si bien con frecuencia inconfesada- del mundo de hoy en relación a los cristianos.

Nos toca a nosotros satisfacer esta pretensión legítima. Nosotros, los "buscadores de Dios", deberíamos estar preparados para implicar a los otros en esta aventura fascinante.

La vida cristiana o es epifanía, manifestación de Dios, o es chata academia espiritual, escuálida cadena de montaje de obras más o menos "buenas" y piadosas, "horrible charlatanería" (Kierkegaard).

El compartir los "descubrimientos", representa el desembocar natural de nuestro itinerario religioso.

Tú que te has lanzado a esta aventura, tú que te has jugado la vida por esta "apuesta" de la "perla preciosa", ahora saca afuera lo que has encontrado. "Ilustra" los resultados de tus exploraciones.

Hay alguien que espera. "Quisiéramos ver a Jesús".

Tú que eres de Betsaida de Galilea, que eres su discípulo, debes conocerlo bien, perteneces a su raza. Así pues, preocúpate tú.

Si el Señor no te ha defraudado, intenta tú no defraudar las esperas de los hermanos. El mundo actual está orgulloso de sus conquistas, se jacta de estar bajo el signa del progreso.

Progresar significa hacer mucho camino, correr, andar cada vez más deprisa, abolir las distancias.

Y todos los hombres están atrapados por este ritmo frenético.

El hombre moderno corre, corre en demasía, está devorado por el delirio de la velocidad.

Pero en su loca carrera ha terminado por dejarse a la espalda muchas cosas importantes: el espíritu, Dios, la oración, la contemplación, el estupor, la atención, los ideales gratuitos.

Es más, se ha olvidado de sí mismo, ha perdido la propia identidad. Ha perdido el "sentido" de su correr desenfrenado. Ya no sabe a dónde va y para qué.

El hombre, este desmemoriado.

El hombre, ese atolondrado.

Pero también: el hombre, ese insatisfecho.

Armado de derechos, alimentado y sobrealimentado, puede disponer de placeres y de comodidades que le ofrece abundantemente la técnica, puede concederse todas las libertades a que la así llamada sociedad permisiva le... obliga (con una salvedad, pero que es una cosa totalmente marginal, la libertad de ser sí mismo), puede desencadenarse en una gran "bonanza".

Pero le falta algo.

No tiene necesidad de dinero (aunque lo busca siempre).

Necesita, simplemente, todo aquello que el dinero no puede dar.

El hombre, ese frustrado.

H/FRUSTRACION: El psicoanálisis subraya los desastres provocados en un individuo por la represión o remoción del instinto sexual. Pero nadie se preocupa de poner en guardia al hombre moderno frente a los desastres provocados por el sofocamiento de su instinto de lo divino.

Pero, como parece que el hombre no se da cuenta de lo que ha perdido, es más, ya se ha resignado a ello, nos toca a nosotros hacerlo consciente, despertando en él la nostalgia de lo que ha perdido.

En una palabra, se trata de volverle a dar el deseo de Dios.

El hombre debe volver a ser "criatura de deseo".

Pero aquí debemos evitar responder a esta espera, a este requerimiento fundamental, de una manera equivocada.

¡Y la manera equivocada puede ser la de ofrecer al hombre de hoy lo que ya posee! (caso que no es precisamente raro...).

Pero la manera equivocada es, sobre todo, la pretensión de "enseñar a Dios".

Quisiéramos ver a Jesús. No queremos oír discursos inteligentes acerca de él.

Tenéis que "mostrárnoslo", no "demostrárnoslo".

"Cuando un monje habla de Dios, es un viajero que cuenta".

No uno que cuenta lo que ha leído en los libros, ni siquiera en los textos de geografía religiosa.

Sino uno que ha estado...

Uno que ha explorado personalmente ese continente misterioso y fascinante, pagando el precio correspondiente.

No se enseña a Dios. Hay que contarlo. Con el entusiasmo, la competencia y la admiración de un explorador.

No se discute sobre Dios. Hay que manifestarlo.

Por eso sostengo que la virtud principal de la vida cristiana, el test decisivo de su autenticidad, es su trasparencia.

La bienaventuranza propia de la trasparencia es sin duda la de los "limpios de corazón".

"Bienaventurados los limpios de corazón, porque ellos verán a Dios" (/Mt/05/08).

Y añadiría: "...y harán ver a Dios".

La pureza del corazón no es solamente la castidad del cuerpo. Sino la castidad de todo el ser. O sea, la limpieza, la trasparencia de toda la persona, que ha eliminado las escorias, las sombras, la opacidad, las hipocresías, y se convierte en cristal limpio que refleja la imagen auténtica de Dios.

"Una iglesia en la que no hubiera ya grandes monjes que no realicen la peregrinación hacia la inmensidad de Dios para volver después hacia los hombres con el rostro radiante como el de Moisés cuando bajaba del Sinaí, sería una Iglesia agonizante. La iglesia goza de buena salud sólo cuando puede disponer de mártires o de monjes" (O. Clément). Pero, entiéndase bien, monjes capaces de volver con... ¡aquel rostro radiante! Y todos nosotros cristianos podemos, debemos serlo.

Sucede, con frecuencia, que nos lamentamos de la indiferencia, del desinterés de los hombres de nuestro tiempo hacia Dios, hacia las "cosas del espíritu".

Un sacerdote me decía: "En mi parroquia tengo la impresión de estar en medio de una manada de individuos que roncan".

Pero en estas circunstancias es honesto que nos planteemos una pregunta: Y nosotros ¿qué hacemos para despertarlos? ¿Qué capacidad tenemos para inquietarlos? ¿Qué imagen de Dios somos capaces de presentar? Saint-Exupéry dice amargamente: "Hay mucha gente que dejamos dormir".

Entonces, ¿cuál es el don esencial de la vida cristiana en relación al mundo moderno? Creo que es precisamente el don de la nostalgia.

Nostalgia de otra cosa.

Nostalgia de Otro.

El hombre, además del coche, del televisor y de una discreta colección de ídolos, posee en la profundidad de su ser algo muy precioso: la marca de fábrica. Podríamos también decir: la cicatriz de Dios.

"Y dijo Dios: hagamos al hombre a nuestra imagen y semejanza..." (/Gn/01/26).

En cada hombre existe esta marca de fábrica, quizás sepultada bajo montones de polvo y... sueño.

Nuestra tarea consiste precisamente en hacer de espejo. Despertar esa imagen, sacarla a la luz.

En este caso "no dejar dormir" no significa tanto levantar la voz, cuanto sobre todo ser trasparentes.

El hombre, ese nostálgico.

Quisiera dejarte, amigo lector, al terminar estas reflexiones, un ejercicio para tu fantasía. Intenta imaginar que alguien, hoy, te aborda y te lanza allí mismo la misma petición que hicieron a Felipe:

-Quisiera ver al Señor...

Y yo, si me lo permites, quisiera ver precisamente cómo te las arreglas. Pero quiero también regalarte una última imagen para tu examen de conciencia, además de la de Felipe.

Cuando murió el abbé Amadeo Ayfre -el creador de la teología de la imagen- tenía cuarenta y dos años. Con su minúsculo 2 Cv se había estrellado contra un árbol en la carretera de Locarno.

Su epígrafe más hermoso fue dictado, aunque involuntariamente, por una actriz: -Qué quieres que te diga -confesó a un periodista que la entrevistaba- ...era un hombre que, cuando te encontrabas con él, te provocaba el deseo de Dios.

Piénsalo un poco. ¿Te ha ocurrido alguna vez que hayas provocado en alguien el deseo de Dios?

ALESSANDRO PRONZATO
EL PAN DEL DOMINGO CICLO B
EDIT. SIGUEME SALAMANCA 1987.Pág. 69 ss.