REITERASTE TU ALIANZA CON LOS HOMBRES
Al comienzo de esta Cuaresma Dios quiere renovar con nosotros su
Alianza. Como lo hizo con la familia de Noé: después del diluvio, como hemos escuchado
en la primera lectura, Dios le dijo: "Yo hago un pacto con vosotros".
Esta Alianza era renovación de la primitiva que ya había hecho Dios con Adán. Ahora era
como una re-fundación de la humanidad, después de la catástrofe purificadora del
diluvio. Más tarde volverá a sellar su Alianza con Moisés y el pueblo de Israel, tras
los años de la esclavitud de Egipto.
En verdad, como nos ha invitado a cantar el salmo, "el Señor es bueno y
recto", es nuestro "Dios y salvador", "su ternura y misericordia son
eternas".
En una Plegaria Eucarística le decimos agradecidos: "Cuando el hombre, por
desobediencia, perdió tu amistad, tú no le abandonaste al poder de la muerte, sino que,
compadecido, tendiste la mano a todos, para que te encuentre el que te busca, y reiteraste
tu alianza a los hombres."
CRISTO EN LA CRUZ,
EL VERDADERO ARCO IRIS
A los contemporáneos de Noé Dios le indicó un signo muy sencillo y fácil de
aplicar: cuando vieran el arco iris, que sale después de la tormenta, les invitó a que
recordaran su indestructible bondad.
A nosotros, los cristianos, es Cristo Jesús, con su Muerte y Resurrección, o
sea, con su Pascua, el que mejor nos recuerda este amor de Dios. Ha sido El, Jesús el
Salvador, el que "murió por los pecados una vez para siempre, el inocente por los
culpables, para conducirnos a Dios" (lo hemos escuchado así en la lectura de san
Pedro). La Alianza ahora es "la Nueva Alianza en la sangre de Cristo". Ha habido
algo más que un diluvio o un período de esclavitud: Cristo, nuestro Hermano, se ha
entregado hasta la muerte, por solidaridad, y ha restablecido de una vez por todas la
alianza entre Dios y la humanidad. Es lo que vamos a celebrar en todo este tiempo de
Cuaresma/Pascua.
El día de nuestro Bautismo entramos cada uno de nosotros en el ámbito de esta
Alianza. Como nos ha dicho san Pedro, el diluvio fue como símbolo del bautismo: por medio
del signo del agua Dios nos salvó y nos introdujo en la nueva humanidad.
Cuando celebramos la Eucaristía, haciendo el memorial de la Muerte de Cristo,
participamos de su Cuerpo y su Sangre, la "Sangre de la Nueva Alianza". Siempre
es El, Cristo Jesús, ahora en su existencia gloriosa, quien nos hace partícipes de la
fuerza salvadora de su Muerte pascual. Y de una manera especial en la Pascua de cada año.
CUARESMA,
RENOVACIÓN DE LA ALIANZA
Este tiempo de Cuaresma nos invita a renovar nuestro compromiso con Dios. Alianza
es amistad, fidelidad y compromiso. Por las dos partes. De la fidelidad de Dios no podemos
dudar. El es siempre fiel. Nos lo ha demostrado de una vez por todas en la Pascua de su
Hijo. Pero nosotros estamos siempre tentados de infidelidad. Todos tenemos experiencia de
ello.
Tenemos experiencia de que vivir en cristiano -o sea, según el plan de vida que
Dios nos ha mostrado en Cristo Jesús- es difícil, y supone lucha ante las tentaciones de
este mundo. Como también lo experimentó Jesús, en sus tentaciones del desierto, que
recordamos cada año en este primer domingo de Cuaresma, para mostrarnos el ejemplo de su
fidelidad a Dios.
Tenemos experiencia del pecado, y por eso, además de los sacramentos del
Bautismo y la Eucaristía, necesitamos también el de la Reconciliación o Penitencia, que
en este tiempo tendrá especial significado. Sólo podemos celebrar la Pascua con Cristo
si nos dejamos purificar por El y reconciliar con Dios. Las primeras palabras de Jesús,
por tierras de Galilea, fueron: "está cerca el Reino de Dios, convertíos y creed en
la Buena Noticia".
Hermanos y hermanas. Inauguramos un tiempo importante: tres meses de primavera
espiritual para cada uno y para la comunidad. Cuaresma y Pascua. En este tiempo Dios nos
quiere curar de nuestros males, nos quiere comunicar la energía y la vida nueva de Cristo
Jesús. Quiere renovar su Alianza con nosotros. Nos tiende una vez más su mano. Y una
Alianza renovada es una Alianza purificada y reorientada claramente hacia Dios.
Dejémonos convencer y aceptemos esa mano tendida. Miremos el ejemplo de ese
Cristo que empieza su camino, cargado de dificultades y también de tentaciones, hasta
llegar hasta la obediencia total de la Cruz y luego la alegría de la Pascua.
De momento, seis semanas de Cuaresma. Iniciando ya lo que será la Pascua: paso
de lo viejo a lo nuevo, de la oscuridad a la luz, de la enfermedad a la fortaleza, de la
muerte a la vida.
Dejemos a Cristo que actúe en nosotros y nos prepare a celebrar con El su
Pascua.
J.
ALDAZABAL
MISA DOMINICAL 1991/04
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