33 HOMILÍAS PARA EL DOMINGO I DE CUARESMA
1-10

 

1.  

Es el Espíritu quien conduce a la Iglesia al desierto de nuevo. La Cuaresma que iniciamos es la gran invitación a dejarnos conducir al desierto, seducidos por Dios, para que nos pueda hablar amorosamente. Caminamos hacia la Pascua, para renovar nuestra fe, para renovarnos a nosotros mismos y llevar nueva vida allí donde cada uno actúa y vive. "Se ha cumplido el plazo, está cerca el Reino de Dios" nos urge Jesús en el evangelio. Debemos saber aprovechar este tiempo favorable y dar frutos de conversión. "Convertíos y creed", nos reclama la predicación de Jesús.

¿COMO PODEMOS CREER SI NO ESCUCHAMOS? ¿Y cómo escuchamos si no hacemos silencio muy en lo hondo de nuestro corazón? Es necesario hacer callar muchas voces y mucho ruido cotidiano, para oír mejor la llamada de Jesús a cambiar, a renovarnos, a revivir la gracia de nuestro bautismo, a morir y resucitar con Él. Esta es la experiencia del desierto, de reflexión, de ayuno, de caridad y de oración que se nos vuelve a proponer, para poder celebrar la Pascua de verdad.

¿POR QUÉ NO INTENTAMOS CAMBIAR? Ya sé que cuesta creer en la posibilidad de cambiar. Parece difícil. O imposible. Quizá ya lo hemos intentado otras veces... ¡Fiémonos de Dios! Para Él nada le es imposible. "Cristo, que murió por los pecados una vez para siempre... para conducirnos a Dios", nos ayudará a realizar un proceso de conversión auténtica. Tengamos confianza, dejémonos conducir hacia el desierto por el Dios de las promesas, para concienciarnos de nuestro mal, de todo lo que impide que seamos auténticos hijos de Dios. Y Él será quien vencerá el mal en nosotros, y nos ayudará a responder decididamente, con generosidad, a su llamada de conversión.

DEBEMOS PEDIR la gracia de darnos cuenta más claramente de todo lo que nos aleja de Dios y del prójimo. Y de darnos cuenta del desorden general que puede haber en nosotros. Y arrepintiéndonos, ordenarnos según los criterios del Evangelio. Esta es la gracia más grande que la Cuaresma debe producir en todos los cristianos. ¿Quiero hacer caso de Cristo? ¿Quiero escuchar su predicación, acoger su Reino, y creer de verdad? Dejemos que hoy cale hondo esta predicación de Jesús. No nos hagamos el sordo. Ojalá hoy le escuchemos. Es el mismo Jesús quien nos invita a ello.

Esta conversión, que tiene un proceso, intentaremos ir concretándola -a lo largo de estos domingos de cuaresma- a algunos puntos que puedan servir para nuestra revisión personal y comunitaria.

D/AMIGO-V:.-Fijémonos hoy en lo que constituye el fondo de la primera lectura. DIOS ES "AMIGO DE LA VIDA" (/Sb/11/26). Dios de vivos, no de muertos, un Dios que nos asegura que "el diluvio no volverá a destruir la vida, ni habrá otro diluvio que devaste la tierra". Cuando tanta gente vive hoy metida de lleno en una cultura del vacío, "la cultura de la muerte" (Juan Pablo II), que se conforma con un mundo sin sentido, lleno de opresión, de tortura, de guerra, de carrera de armamentos, de odio; un mundo que nada quiere hacer para que cese el paro o la invasión de la droga entre los jóvenes; un mundo que ve indiferente cómo se incrementa la pobreza de tanta gente y su soledad... Ante este mundo que muchos querrían destruir y huir de él, o que intentan no mirar cara a cara. Dios nos recuerda que Él ama la vida y el mundo. Que los quiere intensamente y que desea hacer un pacto perpetuo con los hombres y las mujeres del mundo. El mal no tiene la última palabra. Él interviene en este mundo, por JC, para salvar, liberar, potenciar y elevar la vida de los hombres. Se nos revela como un Dios que siempre está al lado del hombre y en oposición al mal que lo oprime, lo desintegra y lo deshumaniza. Un Dios que desea el bien de la persona y dice un no radical a todo lo que provoca su esclavitud y su destrucción.

-¿COMO LLEGAR A SER CREYENTES HOY EN ESTE DIOS AMIGO DE LA VIDA? Luchando como Jesús contra toda clase de ídolos que conducen a hombres y mujeres hacia la muerte. Toda cosa, persona o ideología que ocupe el lugar de Dios, que arrastre al hombre al vacío y rompa la comunión y el amor es un ídolo.

HAY QUE LUCHAR CONTRA TODOS LOS ÍDOLOS. Y la Cuaresma es un tiempo importante para concienciarnos de los ídolos que pueda haber en nuestro vivir personal y comunitario.

-Y no basta con esto. Hay que favorecer todo lo que es vida para el mundo, para las personas. SER "AMIGOS DE LA VIDA", COMO DIOS LO ES. Crear vida donde estamos, ayudar la debilidad de los demás, mejorar la vida para todo el mundo, y no sólo para unos pocos. Dedicar tiempo, esfuerzo, dinero, a favorecer proyectos que hagan nacer la vida, la conserven y la enaltezcan. Una vida digna de la persona humana, que Dios ha creado y salvado en JC.

-Dios será Buena Noticia para nosotros en la medida que lo acojamos humildemente en nuestra existencia personal y en nuestra convivencia social, y así podemos experimentar que su presencia nos hace más humanos, más libres, más capaces de amar, de vivir y de crear. Realicémoslo ya ahora en esta Eucaristía que celebramos.

JOAN ENRIC VIVES
MISA DOMINICAL 1988/05


2.

Marcos cuenta de forma muy expeditiva la tentación presentándonos cuatro personajes (el Espíritu, Jesús, Satanás, los ángeles) y tres acciones: el Espíritu empuja a Jesús al desierto, Satanás lo tienta, los ángeles le sirven en medio de los animales salvajes que han vuelto a amansarse.

Entre el Espíritu y los ángeles, Satanás se ve casi acorralado: el Espíritu no impulsa más que hacia una victoria que convierte a la tierra en lo que era al comienzo: un paraíso en el que todo es armonía y bondad: "Habitará el lobo con el cordero, la pantera se tumbará con el cabrito, el novillo y el león pacerán juntos: un muchacho pequeño los pastorea" (Is/11/06).

Pero la idea de la tentación recobra su fuerza desde la primera predicación de Jesús: "¡Convertíos!". La vida del hombre sobre la tierra será siempre un combate en contra de la tentación, esfuerzo continuo por convertirse.

Jesús no ha venido a librarnos de este combate; pedir que lo hiciera no sería una buena oración. Ha venido "para que vivamos" (Jn 10, 10) y esto supone luchas continuas contra el orgullo, contra las preocupaciones paganas y contra la sexualidad anárquica. Estas luchas sólo se acabarán cuando exhalemos el último suspiro.

CV/ILUSION. ¡Nos habría gustado tanto que las cosas fueran diferentes! Una hermosa conversión aplastante que hiciera de nosotros seres maravillosamente transformados, avanzando desde entonces con la cabeza bien alta por una camino de amor fraternal y de obediencia a Dios. Si soñamos con eso, no nos convertiremos nunca. La conversión, en sentido evangélico, es más modesta, más realista y continua.

Tiene ciertamente, ante todo, el aspecto de una franca transformación. Al salir de una predicación, de una meditación, de un retiro, cuando nos ha golpeado una enfermedad, la muerte de una persona querida, cuando nos ha entusiasmado un amor, descubrimos que vivíamos mal y nos decidimos realmente a cambiar. Será posible señalar la fecha de ese viraje, de ese cambio de dirección. La vida de algunos convertidos simbolizan, por la enormidad del cambio, lo que nos ocurre a nosotros en un nivel mucho más pequeño: final- mente, se le dice sí a Dios.

Pero lo que viene a continuación es desalentador. En los verdaderos convertidos el cambio sigue en pie, ellos van subiendo cada vez más. Nosotros sin embargo caemos de nuevo en la mediocridad e incluso en el mal. Nuestra conversión no era en el fondo más que una pequeña fiebre de santidad.

¿Dónde está el fallo? ¿Es que somos incurablemente gente mediocre y cobarde? Somos más bien personas que escuchan mal el evangelio, sobre todo cuando el texto es corto, como el de hoy, y corre el peligro de quedar mutilado. Jesús dice: "convertíos... y creer en la buena nueva". Tomar solamente la mitad es estropearlo todo; seguiremos viviendo soñando con la conversión y nada más. Quizás fuera necesario cambiar una palabra para marcar con energía la relación necesaria entre las dos ideas: "Convertíos CREYENDO en la buena nueva".

Creer. Ante todo creer. Lo primero no es arremangarse, sino creer que el reino de Dios se ha acercado a nosotros, que está al alcance de nuestra mano, con Jesucristo, y que la buena nueva es realmente una buena nueva: el mundo entero puede salvarse en Jesucristo. Tú, seas lo que seas y sea cual fuere tu situación actual, puedes ser salvado por Jesucristo. Esa salvación se ha dado ya. Si crees en eso, te has salvado.

Pero no estropeemos esta proclamación de Jesús de otra manera igualmente desastrosa: creyendo en la buena nueva... sin arremangarnos. La buena nueva nos dice que en adelante todo es posible y por tanto que podemos salir adelante. ¡Pero hay que salir adelante!.

CVS/FRACASO. La maravilla está en que no luchamos ya solos y en que estamos seguros de la victoria. "Los ángeles le servían". Los ángeles nos servirán y las fieras se amansarán. Nuestras conversiones fracasaban porque nadábamos con solo nuestro voluntarismo cándido y orgulloso. "Yo quiero convertirme". No: "concédeme que lo quiera, y lo querré contigo y por ti". Una verdadera conversión es la experiencia del reino, el descubrimiento vivido de que todo es posible si se le pide a Dios. Decid: "El reino está cerca" es decir: "Tú puedes pedir". Pero pide, intenta hacer esa petición.

ANDRE SEVE
EL EVANG. DE LOS DOMINGOS
EDIT. VERBO DIVINO ESTELLA 1984. Pág. 73


3.

Según el evangelio, Jesús, que fue bautizado por Juan y sobre el que "bajó" el Espíritu, es "llevado", incluso "empujado" al desierto por ese mismo Espíritu: Juan Bautista predicaba en una región desértica (v.4); no necesita Jesús ir lejos para encontrar el desierto. Es interesante la unidad del lugar; esta correspondencia sugiere la estrecha unión existente entre el bautismo, entronización de Jesús como Mesías-Hijo de Dios, y la prueba del desierto, la Tentación. Los cristianos conocen por experiencia propia esta vinculación; en la catequesis bautismal que presenta la primera epístola de Pedro, no se omite una reflexión acerca del riesgo que Satanás, "león rugiente que busca a quien devorar" (5, 8), hace correr a los nuevos bautizados.

La presencia del Espíritu, que no sólo está con Jesús sino que inspira y provoca su ida al desierto, supone la necesidad de la prueba que los títulos dados a Jesús exigen, sin duda: no es hijo de Dios sino aquel que se muestra efectivamente dispuesto a vivir como tal. Pero esa presencia del Espíritu hace prever ya el resultado: bajo el impulso del Espíritu, el enfrentamiento con Satanás sólo puede acabar con la victoria del candidato mesiánico. De la realidad de esta victoria que Marcos va a mencionar en un versículo muy breve, hablará más adelante él mismo en su evangelio, presentando efectivamente a Jesús como triunfador en la lucha con el demonio (ver, por ejemplo, 3, 20-3-: evangelio del 10 domingo ordinario).

Durante cuarenta días, Jesús es sometido a prueba, es tentado.

Esta cifra es tradicional para recordar la estancia en el desierto (Ex 16, 35, etc.); significa, pues, el tiempo en que los hombres aprenden a depender enteramente de Dios y a no contar más que con él (Dt 2, 7; Ne 9, 21). Esta misma cifra es también la del tiempo del castigo, como el tiempo del Diluvio (Gn 7, 16: el Diluvio, texto para una posible primera lectura); la del tiempo del ayuno y, por último, la de la proximidad de Dios: "Moisés estuvo allí con Yahvéh cuarenta días y cuarenta noches, sin comer pan ni beber agua" (Ex 34, 28).

(...).J/NUEVO-ADAN. Marcos presenta a Jesús como el nuevo Adán. Este es sometido a la prueba, como el primero. Pero mientras el primer Adán había dudado de la promesa divina, como refiere el Génesis, Jesús, sale vencedor. El primero había sucumbido, pero Jesús se mantiene obstinadamente confiado y sumiso. Con ello demuestra ajustarse realmente y de modo perfecto al título proclamado en su bautismo: Hijo de Dios. Imagen de Dios, como Adán, Jesús conserva o más bien restaura, esta imagen que el primer Adán había echado a perder con su culpa.

Las consecuencias de la primera culpa habían rebasado a su autor; el éxito obtenido por Jesús rebasa asimismo su persona.

En él se restablece la imagen humana de Dios, antaño desfigurada, de modo que la creación entera se pone a respetar este reflejo divino, que en el hombre-Jesús brilla con un nuevo esplendor. Los ángeles sirven una comida al nuevo Adán, y los animales salvajes forman su corte.

J/PARAISO: El sentido de estas últimas reflexiones es claro. Con su obediencia prolongada a lo largo de los cuarenta días de la Tentación, Jesús restablece la primitiva armonía que el paraíso había conocido. A partir de este momento, dicha armonía está a disposición de los que se adhieren a Jesús e imitan su obediencia confiada.

Este cuadro idílico de un mundo en paz, es la imagen coloreada de esa realidad misteriosa que se llama el Reino de Dios. Con Jesús que "viene" como vencedor de Satanás, como restaurador de la humanidad herida y como iniciador de un nuevo paraíso, el Reino de Dios, hasta entonces objeto de esperanza, se convierte en una posibilidad para los hombres. Se ha vuelto realidad cercana a ellos, al alcance de su mano. Que cambien su vida, que se arrepientan y que "crean" en la propuesta que Dios les hace; que crean en esta Buena Noticia que Dios les transmite en su Hijo.

(...).NOE/HUMANIDAD-NUEVA. BAU/HUMANIDAD-NUEVA. Los relatos que presentan a Noé como único justo en medio de una humanidad corrompida, sobreviviendo mientras los de su entorno pecador son destruidos, y que nos le muestran como el tronco del que brota una humanidad nueva fundada sobre una relación de alianza con Dios, proporciona un oportuno pero sutil comentario al tema. Así como los compañeros de Noé escapan con él, y gracias a él, de las mortíferas oleadas del Diluvio, así también los cristianos, reunidos en torno a Jesús que se va de este mundo para "pasar" al cielo, gracias a él se salvan de un mundo que muere; su paso se realiza a través de las aguas bautismales: aguas de la muerte (acuden a la mente las reflexiones de Pablo sobre el bautismo en el agua y la sepultura de Jesús, Rm/06/03s.) , de las que sin embargo brotó la vida.

Jesús-hombre se enfrenta en el desierto con la tentación humana por excelencia: la de la aceptación o el rechazo de Dios; al revés de la humanidad que sucumbe y se causa su propia infelicidad, Jesús triunfa y se convierte para todos en la fuente de una felicidad paradisíaca.

LOUIS MONLOUBOU
LEER Y PREDICAR EL EVANGELIO DE MARCOS
EDIT. SAL TERRAE SANTANDER 1981. Pág. 23


4.

Comienza un tiempo fuerte en la vida de la comunidad cristiana. La cuaresma. No se trata de escuchar unas lecturas u otras, sino de introducirse en una experiencia espiritual comunitaria. Se trata de participar con Jesús en el camino que le lleva desde su proclamación del Reino hasta la Pascua.

¿Somos honestos con nuestra realidad? ¿Iniciamos la cuaresma con el deseo de ser sacudidos por el Espíritu o con la habitual rutina de quien cumple suficientemente sus "obligaciones" religiosas?

-EL ESPÍRITU

El texto evangélico de hoy nos presenta una serie de claves para iniciar nuestro camino cuaresmal, siempre a partir de la experiencia y misión de Jesús. El breve texto de Marcos tiene dos partes: la tentación y la proclamación del Evangelio de Dios.

A diferencia de Mateo y Lucas, la presentación de la escena de las tentaciones en Marcos es muy esquemática y sin detalles.

Por eso las claves son más visibles.

ES/CREACION-NUEVA. La escena viene "empujada" por el Espíritu. Ya en la escena inmediatamente anterior, el Bautismo de Jesús, inseparable de la que estamos comentando, el Espíritu tiene el protagonismo especial. Jesús es presentado como el Hijo amado, en quien está el favor del Padre, mientras el Espíritu lo invade y le reviste de su fuerza para cumplir la misión. En las dos escenas tiene el Espíritu la iniciativa. Como el Espíritu "revoloteaba" en la primera creación, toda nueva creación de vida tiene como clave al Espíritu.

Constatar la presencia del Espíritu, dejar la iniciativa al Espíritu, seguir las mociones del Espíritu, sentir la vida y la fuerza del Espíritu hacen que el seguimiento de Jesús no sea una militancia intelectual o ideo- lógica, ni un esfuerzo moral, sino una experiencia espiritual.

La iniciativa del Espíritu en la escena de la tentación nos indica que lo que va a vivir Jesús no es lo que ocurre a los hombres que todavía no se han decidido entre el bien y el mal, sino a los hombres "espirituales". Muchas veces creemos que la tentación consiste en elegir entre el bien y el mal. Mucho más sutil y difícil de captar es la tentación propia de los que son guiados por el Espíritu. La escena de hoy afirma rotundamente que éstos tienen su prueba específica.

-EL DESIERTO DESIERTO/QUÉ-ES:

Cuarenta años según la tradición bíblica debió caminar el pueblo elegido por el desierto antes de entrar en la tierra prometida. Cuarenta días queda Jesús en el desierto que puede simbolizar todo un camino hasta la Pascua. El desierto más allá de una localización geográfica o temporal, es un lugar teológico en que uno se ve forzado a enfrentarse con su propia verdad en total desnudez.

Liberado por Dios y solo en el desierto, el pueblo de Israel se ve ante su propia verdad. ¿Qué habita en su corazón y qué busca? ¿Qué imagen de Dios tiene? Las situaciones límite muestran la verdad más profunda.

El desierto puede ser un lugar apartado y solitario (una casa de ejercicios), un tiempo reservado (día de retiro); o puede ser la vida ajetreada de la ciudad donde la persona se pierde en la muchedumbre. En un retiro o en las calles bulliciosas, uno puede intentar escapar de la propia verdad, cubierta con mil urgencias personales o apostólicas. Pero quien es empujado por el Espíritu, tarde o temprano, se verá en el desierto. Sólo ante sus profundidades. Escapar del desierto es un símbolo de indocilidad al Espíritu. Desierto teológico, que cuenta con la posible presencia de alimañas y colaboradores o mensajeros de Dios.

-LA TENTACIÓN

Quien, guiado por el Espíritu, se encuentra en el desierto ante su propia verdad no puede ahorrarse la prueba. En la Escritura podemos hallar numerosos ejemplos de personas justas, en tensión y tentación, antes que Jesús. Moisés (Ex 34, 28) o Elías (1 Re 19,8) entre otros.

J/TENTACION-MEDIOS: La tentación de Jesús, como la de los hombres movidos por el Espíritu, no es ya la de elegir el bien, el decidirse por el servicio de Dios y de los hombres. Es la de discernir los medios. En la Iglesia se ha dado tradicionalmente más importancia al fin -seguir a Jesús- que a los medios -seguirlo por su mismo camino-. Jesús y todo hombre espiritual, la Iglesia, experimentan la prueba de elegir medios para el servicio del Reino que responde a "otra" visión del camino que la de Dios.

Estamos en 1991 en el V Centenario del nacimiento de san Ignacio de Loyola. Podemos recordar que en sus Ejercicios Espirituales se da no sólo una mística del servicio que lleva al amor a Jesús, sino también y fundamentalmente una pedagogía para discernir los medios. Hay programas, estrategias, medios, que corresponden a dos visiones contradictorias de la existencia y entre las que hay que elegir: riquezas-honor-soberbia y pobreza-oprobio-humildad (dos banderas).

La gran tentación del cristiano y de la Iglesia es no discernir los medios, dando por supuesto que somos movidos por el Espíritu en una mística de servicio.

-EL REINO

Sale de escena el precursor, y deja el sitio a Jesús, que proclama cumplido el plazo y cercano el Reino. Ante esta Buena Noticia, capaz de revolucionar la situación del hombre, que polariza toda la existencia de Jesús y que es el tesoro que sus seguidores hemos recibido para transmitir al mundo, se pide: conversión y confianza. El Reino, clave de la vida y muerte de Jesús, ¿lo es también para nosotros? Sólo una honesta respuesta afirmativa nos impulsará en esta Cuaresma a esas dos actitudes inseparables, conversión y confianza. En ellas tendremos que avanzar.

J. M. ALEMANY
DABAR 1991/14


5. 

Jesús pasa un tiempo de "desierto". Como tantos cristianos que quieren ponerse a tono, rehacer su vida. Cuatro rupturas fundamentales se suelen dar en el hombre: ruptura con Dios, ruptura con los otros hombres, ruptura con la naturaleza, ruptura dentro de sí mismo. Pero no parece que sea éste el caso de Jesús. Está en paz consigo mismo y con la naturaleza ("estaba con las fieras"), vive en comunicación con Dios ("los ángeles le servían") y en solidaridad con los hombres (acaba de estar hermanado en la fila de los pecadores bautizados por Juan).

Su desierto no parece tanto el de los pecadores que necesitan reconstruir su armonía, cuanto el de los "utópicos" que se "ensimisman" en el proyecto que acarician, que lo sueñan y desean una y otra vez aun antes de comenzar a realizarlo. En el caso de Jesús, su proyecto es el del Padre, el Reinado de Dios en favor preferentemente de los pobres para establecer a sus hijos en fraternidad.

Y, sin embargo ese desierto de la utopía, del ensimismamiento con el proyecto y la misión, aparece como lugar de la prueba.

No es la tentación de la carne (en sentido paulino), esa que se interpone en una elección entre el bien y el mal. Es la prueba que lleva consigo la utopía cuando el Espíritu empuja hacia ella. Es la prueba de los espirituales, los bienintencionados, los generosos, los inquietos. Es la prueba de tener que enfrentarse a la realidad, donde el mal, muchas veces, es fuerte, se convierte en un poder, en Satán.

En esta prueba, la fundamental para el Reinado de Dios, se sucumbe de dos maneras: -O nos alejamos de la realidad, nos refugiamos más allá de nuestra historia en Dios despojándole de la auténtica buena noticia para los pobres: la de que quiere hacer efectivo su reinado en la historia. O pretendiendo que este Reinado se establezca de una manera quasimágica, con intervenciones dictatoriales de Dios sin aceptar los costes de un trabajo paciente, duro, incomprendido, no necesariamente eficaz ni exitoso a las inmediatas.

-O nos abandonamos a la realidad, que nos desgarra, que nos hace hombres amargos y tristes en nuestro compromiso por el Reino, olvidando que lo que anunciamos y construimos no es nuestro reino, sino el Reino de Dios.

Jesús supera la prueba. "Cuando detuvieron a Juan, Jesús se fue a Galilea a pregonar de parte de Dios la buena noticia".

Se atreve a pregonar y comenzar a construir la alternativa de Dios en una realidad donde el mal tiene el poder de detener a los profetas. Aunque en realidad lo que le importa detener son sus utopías, sus alternativas, sus denuncias, sus propuestas, su imaginación iluminada por el amor. ¿Es que Jesús pensaba que él iba a ser una excepción, que la realidad sobre la que tenía que trabajar la utopía iba a estar repentinamente libre del mal que había "detenido" a los demás profetas? No, pero había aceptado los costes de su misión -sin evadirse de la realidad- y al mismo tiempo sin olvidar que la buena noticia era de Dios -sin sucumbir a la realidad. De ahí su invitación: "Arrepentíos y creed la buena noticia".

P/NO-CREER/A-D. Podemos caer en muchos pecados, pero el fundamental es no creer la buena noticia. Nos arrepentimos de muchos pecados, y no nos arrepentimos de éste, porque nos da vergüenza confesar nuestra falta de fe en la buena noticia y, por tanto, en nuestra misión. Y entonces o cultivamos un Dios lejos de la realidad donde el mal nos incomoda y le dejamos mágicamente la tarea que debía ser nuestra, la de construir pacientemente día a día el Reino; o sucumbimos a la realidad en la que generosamente intentábamos trabajar como si la alternativa fuera nuestra y no de Dios. En cualquier caso, no nos creemos la buena noticia.

Bellamente, dice ·González-Faus: "La identidad cristiana se podría falsificar o porque el evangelio no sea -como lo definió Jesús- "buena noticia para los pobres", o porque sea para los pobres una pretendida buena noticia "distinta" de la de Jesús". No engañemos a los pobres: no anunciemos nuestra fuerza, sino la fuerza de Dios. Nuestro compromiso y solidaridad es signo de la solidaridad de Dios, pero nuestro fracaso no es signo del fracaso de Dios.

Por eso, tanto Jesús -"yo te bendigo, Padre..."-, como María -"engrandece mi alma al Señor..."-, encontrarán en su misión el camino del gozo y de la alabanza al Padre.

EUCARISTÍA 1982/17


6.

Según la concepción bíblica el aspecto negativo de la salvación se caracteriza por una serie de rupturas: ruptura con Dios por el pecado que da lugar a un estado de enemistad.

-Como consecuencia de la ruptura con Dios se produce una mutua ruptura entre los hombres (entre Adán y Eva, Caín y Abel, confusión entre los hombres a raíz de la torre de Babel).

-Ruptura con la creación: entre el hombre y la tierra se entabla una guerra sorda y un forcejeo mudo: la naturaleza se niega a servir al hombre y se declara enemiga.

-Ruptura dentro del hombre mismo, que se manifiesta en la división y rebelión interna, como describe Pablo en tonos patéticos (Rm 7. 14-25).

En su dimensión positiva, la salvación consistirá en rehacer la armonía, la integridad y la unidad rotas por el pecado.

Para expresar este aspecto positivo de la salvación, la Biblia se sirve, sobre todo, de la imagen del pacto o alianza. El pacto tiene la finalidad de solucionar crisis y conflictos entre individuos o grupos humanos. De ahí el acento y oportunidad de los autores sagrados al emplear este concepto para presentar la salvación en su aspecto positivo, que consiste, precisamente, en restaurar la paz original con Dios, entre los hombres, entre el hombre y la creación, en el hombre mismo.

-El pacto con Noé inaugura la cadena de alianzas que culminarán en Cristo "por el que Dios tuvo a bien reconciliar todas las cosas, pacificando mediante la sangre de su cruz, lo que hay en la tierra y en los cielos" (Col 1. 20).

CUA/RUTINA.-No se puede presentar la Cuaresma como una mera costumbre, "porque toca, "porque siempre ha sido así". Hoy -y sobre todo por los jóvenes- no se soporta esta ley de la rutina, que en el fondo no es más que miedo a deja de ser.

-La Cuaresma apunta a prepararnos a la Pascua; no es principalmente un mensaje de penitencia, de sacrificio, sino de salvación, de liberación. En la segunda lectura dice Pedro que Xto sufriendo y muriendo, ha salvado al Pueblo de Dios y a la vez ha conquistado para sí un nuevo modo de vivir: la gloria del cuerpo resucitado frente a la limitación y debilidad del cuerpo mortal.

-A esa amistad con Dios y con la creación, que simboliza la tercera lectura, presentando a Jesús, después de su Cuaresma, viviendo entre animales salvajes y servido por los ángeles, tendemos también nosotros a través de la Cuaresma de toda nuestra vida, pero que hemos de vivir más intensamente en esta Cuaresma litúrgica.

-Tenemos un peligro grande: de apuntarnos a una cuaresma infantil, de prácticas devotas, de fáciles limosnas, de algún que otro ayunito, y ¡santas pascuas! NO. -Debemos buscar la fidelidad al pacto que Dios ha hecho con nosotros, haciéndonos atravesar las aguas del bautismo, y desear esa conversión para vivir en amistad con Dios y con los hombres.


7. COR/LIMPIO  /Mt/05/08.

En el marco de este primer domingo de Cuaresma, Pedro nos regala con una preciosa lectura de la que a mí, personalmente, me ha impresionado sobre todo, una frase: Se refiere el apóstol al Arca de Noé llamándolo símbolo del Bautismo y subrayando preciosamente que ese Bautismo que "actualmente os salva no consiste en limpiar una suciedad corporal sino en impetrar a Dios una conciencia pura, por la resurrección de Cristo Jesús Señor nuestro, que está a la derecha de Dios".

Preciosa manera de decirnos en qué consiste el encuentro con Cristo que, en nosotros, ha tenido lugar a través y por medio del Bautismo. Y de decirlo hoy precisamente cuando contemplamos a Cristo preparándose con toda responsabilidad para comenzar su misión en el mundo. Al menos para comenzarla públicamente.

El encuentro con Cristo, sólo es la posibilidad de alcanzar una conciencia pura. Por eso, a través de su vida pública, Cristo hablará de los limpios de corazón llamándolos bienaventurados y pondrá de relieve que no es lo que entra por la boca del hombre lo que es capaz de ensuciarlo sino lo que sale de su boca desbordando de su corazón. Por eso dijo con toda seguridad que si la mirada es limpia todo el ser quedará iluminado.

Ahí es nada. Tener una conciencia pura. Mirar limpiamente a los hombres y a los acontecimientos, ser transparentes, desechar segundas intenciones, descubrir en los demás su bondad en lugar de cebarnos despiadadamente en lo que calificamos de defectos; ponerse siempre en el "lugar del otro" para intentar comprenderlo y salvarlo siempre.

Lamentablemente hay una cierta clase de personas espirituales especializadas en la malevolencia, en la insidia, en la crítica y en el juicio duro o despiadado. Hay muchas ocasiones en las que uno piensa que se entiende mejor con personas "menos piadosas" y que son, sin duda, mejores. Ese tipo de personas que todos conocemos y que desgraciadamente llenan con demasiada frecuencia los actos de culto de nuestras iglesias, son la antítesis de lo que Xto vino a traer a la tierra.

Una conciencia pura. Ese es el lema que pone delante de nuestra mirada Pedro en este primer domingo de Cuaresma.

Intentar alcanzar esta meta es ciertamente tarea arriesgada.

Se necesita para lanzarse a su consecución, un buen rato de desierto en el que contemplemos, sin prisas, el camino que se abre ante nosotros al comprometernos a seguir a Xto. En ese camino será necesario cambiar radicalmente nuestros postulados, arrancar escamas de nuestros ojos, dureza de nuestro corazón, malicia de nuestras entrañas. Será necesario que aprendamos a caminar por la vida repartiendo amor, alegría, confianza, seguridad, convicción. Todas esas maravillosas realidades de las que tanto carece el mundo nuestro, porque los hombres nos hemos empeñado en vivir sin conciencia pura, sin ojos limpios, sin apoyarnos en Cristo.

Hoy empezamos a prepararnos para asistir al gran triunfo de Cristo: la resurrección. Hoy debiéramos comenzar nuestro entrenamiento para ser triunfadores. Porque eso debiéramos ser los cristianos: unos triunfadores natos. Sin embargo, en la mayoría de las ocasiones damos la imagen de eternos perdedores, de personas tristes, angustiadas y resignadas por haber emprendido un camino de renuncias. Nos falta conciencia pura y mirada limpia para encontrar el secreto del triunfo verdadero, que no tiene nada que ver con lo que los hombres llaman ordinariamente triunfo y que dista tanto de él como dista el día de la noche.

Cerca de Cristo, en el desierto, en la soledad y en silencio, hoy es un buen día para ahondar un poco en aquello que va a constituir el gran mensaje del Señor, mensaje que no es otro que prepararnos para descubrir el rostro de Dios, un rostro que sólo verán los limpios de corazón.

DABAR 1982/17


8. 

Durante cuarenta días Jesús es sometido a prueba, es tentado.

Esta cifra es tradicional para recordar la estancia del pueblo de Dios en el desierto.

Significa el tiempo en que los hombres aprenden a depender enteramente de Dios y a no contar más que con él.

Para Jesús, el desierto es símbolo de la historia de su pueblo y realidad de que vive en su carne la lucha contra las posibles desviaciones a que está sometido el camino que va a recorrer como hombre.

Mc presenta a Jesús como el nuevo Adán. Sometido a la tentación como el primer Adán. Pero mientras el primero había dudado de la promesa de Dios, el segundo sale vencedor. Permanece confiando en el Padre y obediente a su voluntad. En Jesús se restablece la imagen humana de Dios, que el primer hombre había echado a perder por su culpa, y la creación entera se pone a respetar este reflejo divino que en el hombre Jesús brilla con un nuevo esplendor. Los ángeles sirven una comida al nuevo Adán y los animales salvajes forman su corte.

Jesús es el Hombre Nuevo. Reconstruye el Paraíso y el Éxodo.

Adán e Israel cedieron a la tentación: no quisieron depender enteramente de Dios. Quisieron contar con sus fuerzas y sus razones antes que con el amor del Padre. Jesús rechaza esas mismas tentaciones y por eso vive en hermandad con la creación y en amistad con Dios.

RD/PARAISO/ARMONIA. Este cuadro maravilloso que presenta el evangelio: de un hombre en paz consigo mismo, con Dios y con toda la creación es la imagen de esa realidad misteriosa que se llama el REINO DE DIOS. Con Jesús, que viene como vencedor de Satanás, como restaurador de la humanidad herida y como iniciador de un nuevo Paraíso, el Reino de Dios, hasta entonces objeto de esperanza, se convierte en una posibilidad para los hombres.

Es una realidad que tienen al alcance de la mano: basta que "crean" en la propuesta que Dios les hace, que crean en esta Buena Noticia que Dios les ofrece en su Hijo, y en consecuencia que se conviertan, que se arrepientan y cambien de vida.

Esta fe que Jesús exige desde el comienzo de su actividad la define maravillosamente la Biblia de Jerusalén en una nota a Mt 8. 10: "Es un impulso de confianza y de abandono, por el cual el hombre renuncia a apoyarse en sus pensamientos y en sus fuerzas, para abandonarse a la palabra y al poder de Aquél en quien cree". (CARLOS DE FOUCAULD:Padre, me pongo en tus manos...).

El movimiento lógico y natural de la Fe cristiana es la conversión. No es un estado adquirido sino un acto permanente.

Cuando el hombre está marcado por el pecado de poco sirve que cambie de chaqueta. Debe cambiar de corazón.

La palabra penitencia que sale a relucir con frecuencia durante la Cuaresma se presta a malentendidos porque sugiere, de ordinario, una serie de prácticas religiosas que miran más bien hacia el pasado. Así, por ejemplo, la penitencia nos hace pensar en el dolor y la pena por los pecados cometidos. Y desde este punto de vista alguien podría creer que la penitencia consiste en una simple restauración del pasado y en un arreglo de cuentas con Dios, en cuyo arreglo de cuentas el pecador pagaría a Dios en penas lo que antes le había quitado en placeres.

La penitencia, bien entendida, es siempre conversión hacia el Reino de Dios que se acerca. Mira hacia el futuro y no se detiene en el pasado ni siquiera para llorarlo. El hombre que escucha la Buena Noticia del Reino de Dios ha de cambiar radicalmente y no sólo las apariencias. Por eso decía que no basta cambiar de chaqueta. Ha de cambiar de corazón. Da la vuelta a su vida como si fuera un calcetín. Cambia la cabeza y el corazón, la mentalidad y las actitudes profundas, hasta llegar a ser un extraño para los que no han cambiado.


9.

"...El espíritu lo empujó...".

Me agrada esta acción del Espíritu, inmediatamente después del bautismo. Cristo es echado fuera, empujado hacia el desierto para librar un combate.

El Espíritu no mina al creyente, no le asegura un clima "favorable", no pone al resguardo su fe.

Más que aire acondicionado, es "soplo" que empuja hacia el mundo, donde las potencias del mal obstaculizan el plan de Dios.

"Echa fuera" de la tibieza de una piedad confortable, de esquemas garantizados que excluyen cualquier tipo de aventura, de estructuras en las que el funcionamiento ocupa el puesto de la vida, para precipitarse en el desierto donde se vive el riesgo de la fe y donde se siente uno abofeteado por los rigores de la vida real.

El Espíritu no protege, hace salir de la intemperie.

No dispensa de las dificultades, sino que nos mete precisamente dentro de ellas. Después de la inmersión en el agua, el Espíritu nos sumerge en las ambigüedades, contradicciones, peligros de la existencia cotidiana.

Es el bautismo en la humanidad.

Es la participación en las luchas de los hombres.

El mismo Espíritu nos hace hijos de Dios, y hermanos de todos los hombres. Nos une hacia arriba y hacia abajo.

El desierto -lugar de la prueba, de la lucha, no de la evasión- se convierte así en el punto de soldadura entre las dos dimensiones, la divina y la humana.

La vida en el Espíritu no produce "almas bellas", sino cristianos que aprenden el oficio de hombres en medio de los otros hombres.

La vida en el Espíritu no es parada, no es nido, sino camino, itinerario que ha de inventarse día a día.

Un cristiano que se coloca "al resguardo", no es alguien que se pone al seguro.

Es alguien que se ha escapado a la fuerza del Espíritu, que se ha sustraído a su "soplo".

"Se quedó en el desierto cuarenta días, dejándose tentar por Satanás".

Marcos, a diferencia de Mateo y Lucas, no precisa el contenido y la forma de las tentaciones.

Sostengo que el dejar la tentación en la indeterminación es intencionado por parte del evangelista. En realidad, a lo largo de todo el evangelio Cristo sufre la tentación. Durante todo el desarrollo de su misión, Cristo tiene que afrontar a quien intenta disuadirlo, "separarlo" del camino emprendido: el del servicio, de la debilidad, de la obscuridad, de la derrota, del sufrimiento. Siempre habrá alguien que le sugerirá otro camino, le invitará a dejarse servir, a comportarse como amo y no como siervo, le propondrá ser Mesías "de otra manera", le solicitará para que sea Dios acomodándose a los deseos de los hombres.

Que Cristo haya superado la prueba del desierto Marcos más que afirmarlo explícitamente lo sugiere con las dos imágenes de los "animales salvajes" y de los ángeles que le servían.

La primera imagen indica o bien la victoria de Cristo sobre las potencias del mal, o bien una referencia a Adán que, rodeado de animales, les había dado un nombre, signo de dominio (Gén 2,20). La armonía restablecida con los animales sería signo de la comunión restablecida entre el hombre y Dios. Es, en suma, la reconciliación entre las criaturas y el creador.

"Vivía entre alimañas y los ángeles le servían...". Hemos dicho que es la imagen de la armonía reencontrada.

Pero esta armonía debemos restablecerla antes que nada dentro de nosotros. Sólo recuperando la fidelidad a nuestra vocación, redescubriendo en ella las líneas fundamentales coincidentes con el proyecto de Dios, tenemos la posibilidad de poner un poco de orden también en torno a nosotros.

La paz, pues, como plenitud, unidad reencontrada. Como relación con Dios que, lejos de empobrecer, enriquece y potencia las relaciones con los hombres.

El otro tema del evangelio de hoy es sugerido por la primera predicación de Jesús en Galilea.

Su programa-anuncio se expresa con cuatro formulas muy breves:

-El tiempo se ha cumplido.

-El reino de Dios está cerca.

-Es necesario convertirse.

-Hay que creer en el evangelio.

Las dos primeras fórmulas constituyen la revelación por parte de Dios. Las dos últimas comprenden la decisión por parte del hombre.

Una decisión que se expresa en dos exigencias: conversión y fe.

El tema de la proclamación es el evangelio, o sea el anuncio gozoso, que nos viene de Dios. Es importante caer en la cuenta de que la buena noticia es dada de parte de Dios. Dios es el encargado de dar las buenas noticias al hombre.

"Se ha cumplido el plazo" (V. 15). Es el anuncio del cumplimiento. Kairós quiere decir tiempo determinado, circunstancia favorable, pero también "medida justa". Dice un estudioso de prestigio: "Marcos usa esta metáfora para indicar, que estando llena la medida, ya no hay nada que añadir al tiempo transcurrido antes del evento esperado" (G. Nolli). Por tanto Jesús no orienta hacia el futuro. Este es el tiempo establecido por Dios, esta es la estación favorable. La atención es dirigida al presente.

"Marcos intenta resaltar "el día" en que, a través de la palabra de Jesús, resuena la proclamación del reina de Dios. En este día es cuando comienza lo que es nuevo, por el mismo hecho de su proclamación. Su "cumplimiento" tiene la resonancia del ahora, hoy, aquí".

"Y se ha hecho cercano al reino de Dios". O sea, se trata de una realidad presente o inminente. Algo que ha llegado a cumplimiento.

Esta realidad del Reino es ofrecimiento, don. Es algo hecho por Dios, que el hombre simplemente puede buscar, recibir.

Frente a esta realidad, surge la exigencia de la "conversión", o sea de un cambio radical de postura.

La conversión exigida, más que un ir para atrás, es un mirar hacia adelante, hacia el "nuevo", el inaudito evento. No se trata de un conocimiento de sí mismo de tipo psicológico o de una exasperada introspección en sentido existencial. Convertirse, aquí, significa colocarse frente a la buena noticia anunciada por Jesús y tomar postura ante la persona misma de Jesús.

Finalmente es necesario "creer en la buena noticia". Y creer en el evangelio significa creer en el mensaje de Cristo -palabras y acciones.

Es una frase, con todo, que desarrolla una fuerza misteriosa: ser creyentes al evangelio. Y tienes la impresión de que tu vida está como aferrada y empujada hacia una decisión. Una vida que se juega, precisamente, tomando en serio o rechazando -acoger o rehusar- una noticia.

"El momento decisivo" para mí, también en esta cuaresma, es aquel en que "decido" si la cosa me interesa o más bien nada tiene que ver conmigo...

ALESSANDRO PRONZATO
EL PAN DEL DOMINGO CICLO B
EDIT. SIGUEME SALAMANCA 1987. Pág. 52 ss.


10. 

No es raro escuchar, cuando se habla de Jesús, de su entrega y de su fidelidad a la misión que el Padre le encomendó que "es que él era el Hijo de Dios". Es comprensible que busquemos alguna justificación al experimentar nuestras limitaciones. Pero lo cierto es que Jesús no jugó con ventaja: tampoco a él le resultó fácil.

EL COMPROMISO DEL BAUTISMO

En el comentario correspondiente a la fiesta del Bautismo del Señor, que se celebra unas cuantas semanas antes de este primer domingo de Cuaresma, decimos que, al recibir el bautismo, Jesús se comprometió a dar su vida por la felicidad de los hombres. Ese comentario termina con esta pregunta: "Recibir el bautismo cristiano es asumir el compromiso de seguir los pasos de Jesús. ¿Se parece mucho nuestro compromiso bautismal, nuestro compromiso cristiano, al compromiso de Jesús?" Quizá alguno se sienta inclinado a responder como decíamos anteriormente: "Pero es que Jesús era el Hijo de Dios".

Marcos, el evangelista, parece que tiene en su mente esta objeción y nos la responde antes de empezar a contarnos de qué modo Jesús llevó a cabo su misión con toda fidelidad: Jesús venció las mismas dificultades que debe superar cualquiera de sus seguidores. Es cierto que, para ello, contó con la fuerza del Espíritu de Dios y gozó de la ayuda de los ángeles; pero esto no es un privilegio, pues, como se verá a lo largo de todo el evangelio, todos los que se decidan a vivir como él vivió y asuman el compromiso de gastar la vida por la felicidad de los hombres podrán contar con tal fuerza y con la misma ayuda.

LAS TENTACIONES

Marcos no nos cuenta una por una las tentaciones que sufre Jesús, como hacen Mateo y Lucas, indicándonos así que no se trata de hechos aislados que sucedieron una vez y que no se volvieron a repetir más. Este relato, colocado al comienzo del evangelio, nos presenta el marco general en el que se habría de desarrollar toda la actividad pública de Jesús, las circunstancias que van a acompañar permanentemente la realización de su misión mesiánica: "Estuvo en el desierto cuarenta días, tentado por Satanás..." Su actividad será un proceso de liberación (cuarenta días en el desierto, como los cuarenta años del pueblo de Israel) que llevará a un nuevo modo de vivir en libertad (a una nueva tierra prometida).

Pero durante ese tiempo tendrá que luchar contra la tentación del poder simbolizado en Satanás. La tentación no se le presentará en forma de duda personal, como atracción que pudiera ejercer el poder en el mismo Jesús; serán otras personas las que intentarán desviarlo de la práctica del servicio y de la entrega de la propia vida y lo invitarán a elegir el camino del triunfo y de la conquista del poder para, una vez instalado, instaurar desde él el reino de Dios. Como ejemplo de esta tentación podríamos citar el episodio que cuenta el mismo evangelio de Marcos (/Mc/08/31-33), cuando Jesús llamó "Satanás" a Pedro por protestar porque el camino de Jesús conducía a lo que él considera un fracaso, la muerte, e intentar desviarlo en dirección a la conquista del poder para, desde él, hacer triunfar el reino de Dios (domingo vigésimo cuarto del tiempo ordinario).

"Estuvo en el desierto cuarenta días, tentado por Satanás; estaba entre las fieras y los ángeles le prestaban servicio".

Pedro reaccionó así cuando Jesús anunció que el Mesías tenía que ser "rechazado por los senadores, sumos sacerdotes y letrados, ser ejecutado y resucitar a los tres días". Este conflicto es lo que Marcos anuncia cuando dice que Jesús pasó cuarenta días rodeado de fieras: que Jesús sufrirá durante toda su actividad la amenaza de personas que intentarán acabar con su vida. Así sucedió desde el principio (véase Mc 3, 6) hasta que, al final, lo mataron.

Cierto que en esa lucha por mantener con firmeza el compromiso de amor hasta la muerte que asumió en su bautismo, Jesús no se va a encontrar solo: habrá hombres y mujeres que, actuando de acuerdo con lo que Dios quiere (ésos son los ángeles, mensajeros de Dios; Juan Bautista acaba de ser llamado angel/mensajero de Dios; véase Mc 1,2) le ayudarán ("le prestaban servicio") a llevar a buen término su camino.

Nuestra vida, como cristiano, debe ser también proceso de liberación personal y un compromiso con la liberación de todos los hombres y los pueblos oprimidos y explotados. Cierto, esa tarea no es fácil. Y encontraremos muchos obstáculos: nos intentarán sobornar ofreciéndonos el éxito, el poder o la riqueza para nosotros solos (incluso nos pueden llegar a decir que si logramos ocupar un puesto importante podremos influir más eficazmente en la sociedad), o nos amenazarán diciéndonos que nuestra actitud es ilegal o subversiva y que nos estamos arriesgando a ser juzgados y condenados por ello. No será fácil, por supuesto, pero podremos llegar al final como Jesús si, como él, nos abrimos a la acción del Espíritu y si actuamos unidos -ángeles unos para con los otros- con todos los que intentan organizar este mundo de acuerdo con lo que Dios quiere. Será duro, pero tampoco a él le resultó fácil. Y, al final, valdrá la pena.

RAFAEL J. GARCIA AVILES
LLAMADOS A SER LIBRES. CICLO B
EDIC. EL ALMENDRO/MADRID 1990.Pág. 53ss.)

HOMILÍAS 8-14