27 HOMILÍAS PARA EL DOMINGO PRIMERO DE ADVIENTO - CICLO A
7-14

 

7.

-A la hora que menos penséis viene el Hijo del Hombre» No es ésta una mala noticia, sino el mejor Evangelio que podemos escuchar. Porque el Hijo del Hombre no vendrá para destruir o castigar, sino para llenarlo todo de filiación y humanidad. Viene el Hijo del Hombre para que todos los hombres sean hijos, para enseñarnos que tenemos un Padre común, para hablarnos de ese Padre, que es la realidad primera y última, que todo ha empezado por la corazonada de un Padre y que todos terminaremos en el corazón del Padre. Viene a enseñarnos la canción del Abba. Viene el Hijo del Hombre para enseñarnos al mismo tiempo una conclusión muy hermosa: que todos somos hermanos y que debemos tratarnos como tales. Entre nosotros no debe existir rivalidad, sino fraternidad; no egoísmos, sino solidaridad; no envidia, sino colaboración; no lejanía, sino empatía. Viene para que aprendamos las lecciones de la familia.

Viene el Hijo del Hombre para que seamos verdaderamente hombres. Creíamos que el hombre se realiza por el saber, por el poder, por el tener; por el ganar, por el gastar, por el gozar; por el triunfo, por el aplauso, por la conquista. El Hijo del Hombre nos dice que la verdad está en el ser, en el dialogar, en el amor; en el com-padecer, en el com-partir, en el colaborar; en la amistad, en el servicio, en la entrega. No viene para destruir a los hombres, sino para hacerlos más hombres.

«A la hora que menos penséis»

El Hijo del Hombre «viene a la hora que menos penséis». Así es, en verdad, y viene en el lugar, de la manera que menos imaginamos. Creemos que va a venir el día 25 de diciembre y se presenta el día 3. Creemos que va a llegar en el templo y se le encuentra en el atrio. Creemos que se manifestará en forma de pan y se disfraza de pobre. O quién sabe. Es siempre imprevisible y sorprendente. A lo mejor se le encuentra en la palabra, en el canto, en el llanto, en la mano tendida, en el grupo que crece, en la familia que se une, en el enfermo que sufre, en el niño que ríe; y a lo mejor está en el obispo que vigila, en el sindicalista que lucha, en la religiosa que reza, en la prostituta que ama. El Hijo del Hombre está en todos los hombres y viene con todos los hombres.

La razón de la sorpresa es para que no durmamos ni nos distraigamos. Si supiéramos de antemano el sitio, la hora y la manera, el resto del tiempo viviríamos para nosotros, entretenidos en vanidades y bagatelas. No es que se muriera la esperanza, pero enfermaría; porque una esperanza a plazo fijo se aburguesa, se hace cómoda y pierde encanto. El Señor quiere que estemos siempre preparados, siempre «en vela». No se puede dormir. ¿O es que puede dormir quien espera la visita de su Amor? ¿Se puede dormir cuando recibes la carta que esperabas? ¿Se puede dormir cuando la esposa está dando a luz? ¿Se puede dormir cuando la naturaleza entera está de parto? Como dice San Pablo: «Daos cuenta del momento en que vivís». Todo momento es tiempo de gracia y de encuentro.

El Hijo del Hombre viene siempre Debes estar siempre despierto para reconocerle y preparado para recibirlo. Este tiempo de Adviento es el más apropiado para cultivar estas actitudes. Escucharás la voz de los grandes profetas que alertaron al pueblo de Dios, es decir, a todos los creyentes. Contemplarás figuras magníficas, como las de David, Juan el Bautista, Pablo, José. Pero, sobre todo, que tus ojos no se aparten de la humilde figura que mejor encarna todo este tiempo, la que hizo posible la venida del Hijo del Hombre: María.

IDEAS PRINClPALES PARA LA HOMILÍA

1. El Adviento es tiempo de espera y esperanza. Los grandes profetas, hoy en concreto Isaías, se encargan de alimentar esta virtud tan hermosa y necesaria. No creáis eso de que «nada hay nuevo bajo el sol»; llegarán días en que todo será distinto.

2. Al final de los días será el triunfo de la verdad, la justicia, la libertad, la paz y el amor. Es decir, el Reino de Dios. Esta realidad divina se concreta y encarna en Cristo. Cristo es el que posibilita nuestras esperanzas y compromisos. Con él empieza la era nueva, el tiempo último, el final de los días.

3. Cristo se hace presente en todo momento. «A la hora que menos penséis viene el Hijo del Hombre». Se nos invita a prepararnos, a vigilar, a ser conscientes del momento: «Daos cuenta del momento en que vivís». Que sepamos reconocer y acoger al Señor que viene. Y él viene, no para destruir, sino para salvar y liberar, para enseñarnos el rostro del Padre y hacer posible la fraternidad universal.

CARITAS
LA MANO AMIGA DE DIOS
ADVIENTO Y NAVIDAD 1989.Págs. 23 s.


8.

También este pasaje forma parte del discurso escatológico de Jesús. En él nos recomienda insistentemente estar en vela y en constante vigilancia, porque el final -individual y colectivo- será inesperado. Después ya no habrá tiempo para nada más: cada uno será "llevado" o "dejado" según la consistencia de su vivir. Nuestro tiempo sobre la tierra es breve, único y decisivo; es un tiempo no terminado, no definitivo. El tiempo que vivimos no es el último, sino el penúltimo. Tiempo de hacer como Noé, como el dueño de la casa que espera al ladrón, como el criado fiel y cuidadoso. Es lo que responde Jesús a los que querían saber cuándo tendría lugar la parusía: en lugar de responder a su curiosidad, les indica la actitud que deben tener durante este tiempo de activa espera. El tiempo final será el cumplimiento y la consumación de todas las esperanzas y anhelos de la humanidad; el desarrollo lógico de la fe cristiana en Jesús resucitado.

¿Es posible esta esperanza en un mundo atormentado por la violencia la injusticia, el paro, las insistentes amenazas de guerra nuclear...? ¿un mundo en el que parece que Dios ha muerto, suplantado por los dioses de turno: consumismo, fama. poder, sexo, dinero...?; ¿un mundo en el que Dios ha dejado de ser noticia y centro de interés?

1. El ejemplo de Noé

La generación del diluvio pasó a la historia como una generación corrompida. Pero Jesús no trae su recuerdo principalmente a causa de su maldad, sino para indicarnos su vivir despreocupado de lo fundamental: su relación con los valores de Dios. Vivían zambullidos y absorbidos en sus preocupaciones cotidianas; de espaldas al vivir verdadero; tranquilos, sin tener idea del juicio de Dios que les amenazaba. Jesús explica a los que le escuchaban que los que vivan en el momento de su vuelta se portarán lo mismo que los contemporáneos de Noé. Un aviso que se haría actual en sus propios contemporáneos, que se hace actual ahora y que será actual siempre. Jesús nos llama la atención del peligro que corremos de vivir indiferentes ante los verdaderos valores de la vida.

La actitud de Noé traduce perfectamente la postura del hombre de fe. El no contaba con datos de ningún tipo para deducir la catástrofe que se cernía sobre ellos. Se fía única y exclusivamente de la palabra de Dios, de sus insinuaciones. Y lleva a cabo aquella construcción absurda en un país seco, guiado únicamente por la orden que creía haber recibido de Dios. Noé está en la línea más pura de Abrahán, modelo de creyentes; en la línea de los que ponen incondicionalmente su fe en Dios.

Antes del diluvio la gente hacía una vida normal: "comía, bebía y se casaba". La vida se juega en esos momentos normales, cotidianos. No esperemos muchas ni pocas oportunidades para hacer cosas importantes. Correríamos el riesgo de pasarnos la vida sin hacer nada. Las decisiones definitivas las vamos tomando en la vida corriente, lo mismo que nuestro cuerpo se va formando día a día sin que nos demos cuenta de ello.

"Cuando menos lo esperaban, llegó el diluvio y se los llevó a todos". Vivían seguros y, de pronto, les sorprendió el diluvio. Se da un cambio brusco: de la seguridad a la destrucción. Vivimos inmersos en las actividades cotidianas, siguiendo el curso normal de ellas, y repentinamente puede cambiarse por completo nuestra vida, incluso puede acabar inesperadamente. ¡Es tan frágil la vida del hombre!

Los cristianos debemos estar siempre atentos a lo desconocido, a lo imprevisto. Nunca podemos creernos seguros. La vida segura de sí misma se hace perezosa y pesada. La vida del hombre vigilante está llena de viva tensión. Deberíamos saber claramente lo que esperamos. Lo imprevisible de los acontecimientos últimos, a nivel colectivo -final del mundo- o a nivel individual -la propia muerte-, no nos permiten esperar al último momento para la conversión a una vida auténtica. Hemos de vivir vigilantes y cumpliendo con fidelidad nuestro deber. Sólo así estaremos disponibles a la vuelta del Señor. Jesús nos invita a ser como Noé y no como sus conciudadanos, porque cuando venga él se repetirá la imprevisión de los hombres.

El momento de la muerte de cada uno y del juicio final son desconocidos. Ignorancia que debe provocar en nosotros la vigilancia. Además, sería dramático que supiéramos el momento de nuestra muerte: viviríamos como condenados a la máxima pena esperando el momento, aunque la fe en Jesús dulcificara en ocasiones esta idea. Siempre es duro caminar hacia lo incierto. Lo mismo la humanidad: las reacciones de las masas ante la inminencia del final serían catastróficas. Esta ignorancia no debemos confundirla con despreocupación.

La venida del Hijo del hombre tendrá lugar dentro de la normalidad cotidiana, mientras se hacen las labores del campo o las domésticas. Con dos comparaciones ambientales nos indica el valor selectivo de las obras. La venida mostrará las diferencias existentes entre las personas; diferencias que ahora pasan desapercibidas. Exteriormente hacen lo mismo los dos hombres y las dos mujeres. En su actividad no hay nada que los distinga. La diferencia está en su actitud: uno cuenta consigo y con su propio plan de vida, anda a lo suyo; el otro cuenta con Dios y su venida, está abierto a las necesidades y problemas de los demás. Uno interiormente está dormido; el otro está despierto.

2. Hemos de vivir vigilantes, en vela

Se nos señala uno de los motivos de la vigilancia: "Porque no sabéis qué día vendrá vuestro Señor". La parusía es, al mismo tiempo, inminente e imprevisible: el Señor puede llegar hoy y puede tardar. Nadie puede saber de un acontecimiento que depende de la voluntad soberana de Dios. De aquí que el único comportamiento serio sea la vigilancia, estar siempre dispuestos a acogerlo, en cualquier momento y lugar, con una vida digna. Una realidad que se hace acuciante en la actualidad por las numerosas muertes repentinas y de accidente.

Vigilar significa estar constantemente en vela, despiertos, en actitud de espera activa; significa vivir una actitud de servicio permanente al prójimo, a disposición del Hijo del hombre, que puede regresar en cualquier momento; significa lucha, fatiga, renuncia. No significa, ni mucho menos, indiferencia o falta de compromiso ante las obligaciones de cada día.

No son los acontecimientos externos, por muy ruidosos y terroríficos que sean, los que nos hacen estar vigilantes, aunque nos impidan dormir. La vigilancia cristiana es otra cosa: depende de algo que está dentro de nosotros, del paso por nuestra vida de Alguien que nos mantiene despiertos y a la escucha en medio del silencio interior; de Alguien que nos empuja a hacer realidad el reino de Dios a nuestro alrededor.

La vigilancia nos previene de los que viven preocupados por saber el día y la hora y de las desviaciones de los falsos mesías y falsos profetas. También de la relajación de los que se acomodan a este mundo: ese día descubrirán que su modo de pensar y de vivir fue una necedad.

Lucas nos exhorta a "no embotar nuestra mente con el vicio, la bebida y la preocupación del dinero"; a "mantenernos en pie ante el Hijo del hombre". Hemos de vivir con sobriedad, convencidos de que lo verdaderamente necesario para una vida humana digna es mucho menos de lo que quiere hacernos creer la sociedad de consumo. A los que nos gusta la vida al aire libre sabemos por propia experiencia qué pocas cosas son necesarias para vivir. Contrariamente a las leyes del mundo de la física, sólo se está de pie, según el evangelio, cuando nuestro eje de gravedad pasa fuera de nosotros.

3. Tres breves parábolas

La necesidad de la vigilancia es ilustrada por Mateo con dos comparaciones o pequeñas parábolas: la del dueño de la casa que espera en vela al ladrón y la del criado fiel que aguarda la llegada del amo. Marcos nos ha transmitido sólo una; Lucas, ninguna, pero nos ha avisado del peligro de embotar la mente y nos ha invitado a estar siempre despiertos y en pie.

La parábola del dueño de la casa y el ladrón puede hacer alusión a un robo reciente. Las casas palestinas estaban construidas, sobre todo en su techumbre, con barro mezclado con ramajes, y las paredes laterales eran con frecuencia de adobes. De ahí la descripción del ladrón que abre un boquete para entrar a robar. Si el dueño de la casa hubiera sabido la hora en que se iba a realizar el robo en su hogar, es lógico que hubiera vigilado para evitarlo.

Jesús aplica este suceso a la caída de Jerusalén y a su parusía. Ambas se producirán en plena despreocupación, y sorprenderá a los hombres como el ladrón sorprendió al dueño de la casa. Sólo para los que viven despreocupados o dormidos aparecerá el retorno de Jesús como el de un ladrón; para los que estén velando, trabajando por el reino, Cristo vendrá como un amigo: "Estoy a la puerta llamando: si alguien oye y me abre, entraré y comeremos juntos. A los vencedores los sentaré en mi trono, junto a mí; lo mismo que yo, cuando vencí, me senté en el trono de mi Padre, junto a él" (Ap 3,20-_21).

La segunda parábola de Mateo no invita sólo a estar en vela, sino también a ser fiel a la voluntad del amo. Nos presenta a un señor que tiene varios criados y pone a uno de ellos al mando de los demás, encargándole que sea leal en su ausencia a la misión que le confía. Si al volver a casa sin avisar lo encuentra cumpliendo bien su oficio, obtendrá la recompensa de los que son fieles. Pero si, viendo que tarda el amo, maltrata a los compañeros y busca únicamente su propio provecho, busca ser servido en lugar de servir, tendrá su merecido castigo cuando vuelva su señor "el día y la hora que menos se lo espera". La escena de golpear a los compañeros y abusar de ellos era muy frecuente en el criado oriental que era encumbrado por el amo. No se especifica el castigo. Textualmente dice: "Lo hará pedazos, como se merecen los hipócritas. Allí será el llanto y el rechinar de dientes".

Marcos recoge el caso de un hombre que parte de viaje y deja a cada uno de sus criados una tarea a realizar durante su ausencia. Es el portero el único encargado de vigilar, mientras los demás criados se dedican al trabajo encomendado. Las cuatro posibles venidas del dueño -"al atardecer, o a medianoche, o al canto del gallo, o al amanecer"- hacen alusión a las cuatro vigilias en que dividían los judíos la noche e indican que la vuelta del amo será siempre inesperada -en la noche-.

El amo no procede, a su vuelta, a ninguna rendición de cuentas, lo que hace suponer que la parábola no apunta hacia la vigilancia que todos hemos de tener para prepararnos al juicio, sino hacia esa vigilancia más especial que corresponde, en primer lugar, a Pedro -el portero que vela-, después a cada uno de los cristianos -"lo digo a todos: ¡velad!"-, y que consiste en estar atentos a los signos de los tiempos: esas señales que nos van marcando la dirección, casi siempre imprevisible, del reino de Dios.

La vigilancia es la disponibilidad para la última venida de Cristo y para su venida de cada día en los acontecimientos cotidianos de los hombres.

FRANCISCO BARTOLOME GONZALEZ
ACERCAMIENTO A JESUS DE NAZARET- 4 PAULINAS/MADRID 1986.Págs. 109-113


9.

TIEMPO DE ESPERANZA

Adviento, tiempo de espera y esperanza. Puede que esta expresión nos suene a tópico y a repetición. Es una situación que tenemos que superar porque aquí se apunta a algo profundo y necesario en el corazón del hombre. El futuro, nos ha recordado el Vaticano II, "está en manos de quienes sepan dar a las generaciones venideras razones para vivir y razones para esperar". Las lecturas de este domingo, principio del Adviento, arrancan con una visión del profeta Isaías. El profeta es el hombre de Dios al mismo tiempo que del futuro y de la esperanza.

A un paso del siglo XXI y ante una situación del mundo que no nos gusta, el hombre de hoy necesita tener alguna visión de futuro y de esperanza más que el pan que come. Muchos buscan afanosamente atisbar los caminos del futuro por muy diversos caminos ante el ocaso de un siglo. Los creyentes disponemos de algunos indicadores que no podemos desperdiciar. Los responsables de la Iglesia no están callados. Es el tiempo de los profetas, de los antiguos y de los actuales.

La visión de Isaías acerca de Judá y de Jerusalén nos dice que "al final de los días estará firme el monte de la casa del Señor".

Para nosotros esos días finales de que habla el profeta ya han empezado con la presencia del Reino de Dios que inaugura Jesús. Esta es la casa del Señor, la casa de todos los creyentes, de todos los Hijos de Dios. El Reino de Dios ya está entre nosotros, si bien su establecimiento definitivo lo esperamos todavía.

En nuestros días se habla, con frecuencia, de la casa de Europa o de la izquierda. La liturgia de hoy nos habla repetidamente de la casa del Señor que para nosotros los creyentes es, sin duda, la Iglesia, la comunidad cristiana. Ante la intemperie de los tiempos hace falta un cobijo, un hogar, una casa. Especialmente cuando arrecia el temporal de la increencia y la vida sin freno.

Hay que dejar la noche y conducirse como en pleno día, nos recuerda Pablo en la segunda lectura.

Hay que convertir las espadas y las lanzas en arados y podaderas. Hay que hacer la paz, superando la guerra y el rencor. Es condición imprescindible para habitar la casa del Señor.

Para poder ir con alegría a la casa del Señor y celebrar allí su nombre. Hace muchos tiempos, especialmente en el tiempo moderno, que la mayoría de los hombres no pisan la casa del Señor ni celebran su nombre. Habrá que convocarlos de nuevo, hace falta otra venida de Dios. Por todas partes se habla de una nueva evangelización.

LA VENIDA DE DIOS

Adviento quiere decir venida de Dios.

En el tiempo moderno por todos los rincones de la tierra se ha pregonado que Dios ha muerto o, al menos, se ha ido o se ha callado. El autor alemán Heinz Zahrnt dice que la parábola del Padre Pródigo refleja la situación de muchos ambientes actuales respecto a la ausencia de Dios. El padre era ya muy anciano. Los hijos apenas lo tenían en cuenta y empezó a sentirse un estorbo en la casa. Así que un buen día se largó. Todos se pusieron a buscarlo, pero no apareció. Surgieron mil sospechas: ¿se ausentó voluntariamente?, ¿se cayó al río?, ¿se fue a otro país,, ¿se murió?, ¿volverá?... Con el tiempo los hijos se han ido a sus negocios y tareas y, al parecer, no echan de menos ni necesitan al padre. Tal vez algún día vuelva, pero está pasando el tiempo y...

El panorama que nos describe la parábola parece excesivo. Los creyentes sabemos que Dios ha venido, que está viniendo y que está presente. Adviento nos recuerda esa verdad. Hay diversas venidas de Dios o, si se prefiere, Dios viene por diversos caminos. Para los cristianos la venida definitiva de Dios, aunque no la última, tiene lugar en la persona de Jesús en un determinado momento histórico y se prolonga o continúa a través de su palabra y sus discípulos.

La venida última tendrá lugar al final de los días. Mientras tanto a nosotros nos interesa especialmente la venida de Dios a la vida ordinaria, a ésa que nos recuerda el Evangelio de hoy al aludir a Noé, a los dos hombres que están en el campo y a las dos mujeres que muelen o al ladrón nocturno. Se nos pide estar en vela alerta.

Para que la venida de Dios cale en nuestra vida ordinaria hay que escuchar la palabra de Dios, abrirnos a ella, a los profetas, a las lecturas de este tiempo en la liturgia. Y celebrar en la Iglesia, en comunidad con los demás creyentes, en la casa del Señor, la venida de Dios en el Hijo del Hombre, que viene cuando menos penséis.

En la historia y experiencia de cada uno de nosotros hay constancia de muchas venidas de Dios. Hay que recuperarlas, avivarlas, ponerlas al día y enriquecerlas personal y comunitariamente en estos días de Adviento. Escuchar y celebrar.

Y un detalle importante: Dios siempre viene como salvación del hombre. En el "aleluya" se canta: "Danos tu salvación". Y Pablo recuerda: "nuestra salvación está más cerca que cuando empezamos a creer".

Adviento: tiempo de esperanza, de salvación, de escuchar la palabra de Dios y de celebrar su venida. Hora de alertar y de mirar al futuro.

MARTÍNEZ DE VADILLO
DABAR 1992/01


10.

-Al final de los días.

Este primer domingo de adviento pone fin a todo un año litúrgico, un año vivido en la fe y desde la fe, y nos encara con un nuevo año para la fe y la esperanza. Pero este pasar de los años, que es el pasar de la vida, nos encara siempre y definitivamente con el futuro absoluto. Ese es el verdadero sentido del Adviento que nos remite, en tanto que cristianos, a la venida del Señor. En esa esperanza, y de esa esperanza, vivimos con paciencia los creyentes. El fin de los días, del que nos habla Isaías, el fin del mundo, que señalan los evangelistas, no hace referencia a un final absoluto, sino a un nuevo principio y un nuevo orden que culminará con la venida del Señor. No esperamos, por tanto, que todo termine fatalmente; esperamos que pase este mundo y sus tribulaciones y venga el Reinado de Dios. Isaías lo pinta poéticamente en tres pinceladas: fin de las guerras, prosperidad y paz para todos.

-Caminemos a la luz del Señor.

Ese hermoso futuro, que hermosamente describe el profeta, esa utopía soñada por todos los seres humanos en todos los tiempos, aunque sea con acentos dispares, es lo que debe ser, lo que será por la gracia de Dios, que cumple lo que promete. Pero nada de eso sucederá sin nuestro esfuerzo y cooperación, pues tal es nuestro destino por voluntad de Dios. Por eso el profeta termina su visión del futuro, invitándonos y urgiéndonos a caminar a la luz del Señor. Pues la palabra de Dios, que es promesa, es la que nos muestra el camino y nos da fuerzas para emprenderlo sin desmayo. Así es como la Palabra de Dios nos descubre el sentido de la vida y de la historia, que es adviento, esperanza y paciencia para hacer ya aquí, en la tierra, la voluntad de Dios, como se hace en el cielo.

-Daos cuenta del momento.

Como el pueblo de Israel, sometido y desterrado, también nosotros compartimos esa amarga experiencia, esa tensión entre el presente, lleno de injusticias, y un futuro soñado y no alcanzado. Por eso Pablo nos exhorta a recapacitar y cobrar conciencia del momento, de la coyuntura en que nos encontramos. Hoy se habla de un nuevo orden internacional, pero, al parecer, lo único que se discute es quién va a ser el señor de este mundo. Nosotros, en cambio, creemos que Dios es el único Señor, y que su voluntad es la única capaz de poner orden en este caos, donde tantos mueren víctimas de las guerras, de las injusticias, del desorden establecido. Nosotros creemos, por eso tenemos algo que decir y tenemos mucho que hacer.

-Vigilad.

El evangelio nos llama a la vigilancia. No nos invita a cruzarnos de brazos para verlas venir, sino que nos recomienda vivir alertados, ojo avizor, para poder responder adecuadamente a los signos de los tiempos. La fe no es un estado o situación dada de una vez por todas, al margen del mundo, sino una vida y un proceso de permanente evolución para responder en cada instante a la Palabra de Dios, que nos anuncia su venida. El ejemplo de Noé resulta muy instructivo. En su tiempo nadie hacia caso a los avisos del patriarca, sino que cada cual iba a lo suyo, procurando vivir sin complicarse la vida. El diluvio fue una sorpresa, pero fue también su ruina. Jesús, en cambio, nos llama a la vigilancia y nos insta a que nos preparemos. Y Pablo nos dice cómo: renunciando a las actividades de la noche y pertrechándonos de las armas de la luz. Está claro que las tinieblas simbolizan el mal, la despreocupación y la holganza, mientras que la luz simboliza el bien que se anuncia en la Palabra de Dios. Porque está claro que el orden que reina en el mundo sigue siendo un caos, en que la injusticia, la explotación y la violencia campan por sus respetos a costa de la pobreza, la inocencia y la muerte de tantos seres humanos. Y también parece claro que hay que poner orden, luz, claridad y justicia. Y alguien tendrá que hacerlo.

-Estamos en adviento.

Nosotros somos ese alguien. para eso hemos recibido el don de la fe, para eso hemos sido llamado por Dios en el bautismo. Esa es nuestra misión, porque creemos y porque tenemos esperanza. Naturalmente no podemos esperar cambiar el mundo de repente, como no podemos pretender imponer en el mundo nuestro modelo. Tenemos que empezar en el mundo nuestro modelo. Tenemos que empezar por cambiar nosotros, cambiar de actitud y de conducta. Pero no basta. Ser cristiano no se reduce a ser bueno, sino a hacer el bien, como Jesús. Por otra parte, nuestra esperanza es la esperanza del mundo, porque la promesa de Dios no es un privilegio para los creyentes, sino la misericordia de Dios para todos los seres humanos. De ahí la urgencia de cobrar conciencia y de vigilar para compaginar nuestra esperanza con los signos del tiempo, de modo que podamos sumar nuestros esfuerzos a los de todos los que luchan por la paz, por la justicia, por un nuevo orden. Ese debe ser el sentido y la vivencia del Adviento.

-Empezamos el año litúrgico: ¿Estamos decididos a empezar con nuevos brios la aventura de la fe cristiana?

Estamos en Adviento: ¿estamos llenos de esperanza? ¿Vivimos con esperanza y de la esperanza en la venida del Señor?

¿Cuenta mucho la esperanza en todas nuestras decisiones y actividades, ¿O preferimos vivir y forjarnos ilusiones?

¿Somos conscientes del momento en que vivimos? ¿Nos dejamos llevar del pesimismo? ¿Nos sentimos animados a trabajar por el Reinado de Dios? ¿Cómo?

¿Vivimos vigilantes? ¿o nos dejamos llevar como si tal cosa? ¿Vivimos con plena responsabilidad? ¿De cara a Dios y a los hombres?

EUCARISTÍA 1992/54


11.

Frase evangélica: «Estad en vela»

Tema de predicación: EL RETORNO DE CRISTO

1. El año litúrgico comienza cada año con el Adviento, que significa "venida" o «advenimiento». Es tiempo de alimentar la esperanza que nos prepara a la doble venida del Señor: la histórica en la encarnación, por medio de María (Navidad), y la escatológica al final de los tiempos (Parusía). El Adviento es tiempo propicio para anunciar la liberación en base a las promesas de libertad y justicia hechas por Dios, aunque todavía no realizadas en su totalidad. Es tiempo, además, de vigilancia ante lo que esperamos, que es el retorno de Cristo en la plenitud de su reino.

2. La principal recomendación de Jesús en su discurso sobre el retorno del Hijo del Hombre es una llamada a despertarnos a la fe con responsabilidad personal y social. A veces sólo nos fijamos en la muerte y en el juicio final, sin tener en cuenta que Dios juzga constantemente y que nos juzgará en la plenitud por la totalidad de nuestra vida. Mientras tanto, nos afanamos por vivir y trabajar -como los contemporáneos de Noé (comían, bebían y se casaban) o los de Jesús (el hombre en el campo, la mujer moliendo en su casa...), sin juzgar la injusticia, el descreimiento, el individualismo o la insolidaridad. La venida de Dios en plenitud será semejante a la primera: con gozo y alegría (presencia de ángeles cantando), recreándolo todo (sin catastrofismos) y suscitando actitudes de adoración y reconocimiento.

3. Para estar adecuadamente preparados, nuestra mejor actitud consiste en practicar la justicia con el prójimo, frente al sistema opresor. «Es hora de despertar», dice Pablo en la epístola. Esto significa que debemos rechazar las «obras de la oscuridad»: negocios ilícitos, tergiversaciones de la verdad, dominaciones imperialistas y repartos inmorales. Las «armas de la luz» se basan en la paz de los pueblos, la justicia social, la dignidad personal y la construcción de una nueva sociedad. Cada llegada de Dios es una liberación.

REFLEXIÓN CRISTIANA:

¿Somos conscientes de la fuerza del mensaje de Jesús?

¿Estamos despiertos o nos encontramos dormidos?

CASIANO FLORISTAN
DE DOMINGO A DOMINGO
EL EVANGELIO EN LOS TRES CICLOS LITURGICOS
SAL TERRAE.SANTANDER 1993.Pág. 93 s.


12.

Jesús afirma claramente que este mundo, este orden y esta historia tienen un fin, que no son lo último y definitivo. Este fin paradójicamente no es un fin o muerte, sino un nacimiento, una nueva creación. La historia para el creyente sigue siendo desde el principio al fin una historia de salvación. Por eso el fin de los tiempos, más que la hora de la muerte y de la catástrofe, será el día del Señor, cuando se revele el último y definitivo gesto salvífico de Dios. Entonces se realizará de verdad el reino de Dios con una creación nueva, con un hombre nuevo y una tierra y unos cielos nuevos. Será el tiempo de la paz cuando "de las espadas forjarán arados; de las lanzas, podaderas. No alzará la espada pueblo contra pueblo, no se adiestrarán para la guerra" (Isaías).

Decir que el mundo y la historia tienen un fin, es decir, que tiene un sentido y una esperanza que sólo Dios puede dar. He aquí la verdad última de la historia a espaldas de la cual no se puede vivir si uno no se quiere perder, porque ese día del Señor implica también un juicio.

El hombre debe descubrir ese sentido y vivir de acuerdo con él. Por eso la insistencia de Jesús de que estemos despiertos. Este es el punto clave de las palabras de Jesús. Aun las cosas menudas de la vida ordinaria, como el arar y amasar que nos recuerda el Evangelio, deben realizarse bajo esa perspectiva del fin y de Dios. Eso quiere decir San Pablo cuando nos dice que hay que vivir "en pleno día y con dignidad". Y concreta esto como puede leerse en la segunda lectura.

Ese momento último de salvación ya ha comenzado, ya se puede vivir. La primera venida de Jesús. La Navidad, ha inaugurado este tiempo de gracia y de esperanza. La liturgia de este domingo enlaza estrechamente la segunda venida de Jesús con la primera. En el fondo es la misma, como el mismo es el reino de Dios de ahora y del final. Hoy y ahora podemos y debemos comenzar a vivir el tiempo de salvación, de espera y esperanza que es el adviento. La vigilancia de que nos habla tan insistentemente Jesús ha de ponernos, ante todo, en el camino de Dios para vivir nuestro tiempo y nuestra historia y evitar el error de perspectiva tanto a nivel de inteligencia como de vida.

Sólo una actitud de fe nos puede descubrir el sentido de la historia y sólo una actitud de vigilancia nos puede ayudar a vivir en consecuencia en un clima de espera y esperanza.

DABAR 1977/01


13.

ESTAD EN VELA

"En tiempos de Noé..."

En tiempos de Reagan la gente compraba y consumía, gastaba y se divertía, trabajaba o estaba en paro, tenía hijos y abortaba, fabricaba armas y las vendía. En tiempos de Andropov la gente trabajaba y obedecía, se mentalizaba y se uniformaba, practicaba el deporte y se preparaba para la guerra, hacía planes y lanzaba consignas, espiaba y tiraba cohetes.

En tiempos de Indira Gandhi la gente comía y bebía, pero menos; se casaba y procreaba, pero más, enfermaba y pasaba hambre, hasta el límite, esperaba y desesperaba, siempre.

-Aves de mal agüero

En estos tiempos no volverá un diluvio pacificador. Hay promesas y señales que lo confirman. Pero sí puede venir un diluvio de aburrimiento y de tristeza, un diluvio de depresión, en el que se ahoguen muchos. Y pueden levantarse olas rojas y amarillas de violencia y corrupción que azoten sin misericordia. Y puedan aparecer en el horizonte nubarrones tormentosos preñados de las peores cargas destructivas -llamadas nucleares- y aves de mal agüero -llamadas misiles pacificadores- que amenacen con cataclismos de fuego universales.

Dos estarán trabajando, vendrá un terrorista, a uno lo matará, a otro lo dejará.

Dos viajaran en automóvil: tendrán un accidente, uno sucumbirá, otro se salvará.

Dos estarán en servicio militar: vendrá una guerra, uno caerá, otro se defenderá.

Dos estarán en casa: llegará el cáncer o la colza, a uno lo atacará, a otro lo perdonará.

Dos parejas se casarán: llegarán los problemas, una se divorciará, otra se fortalecerá

Dos se estarán divirtiendo: pasará el tiempo, uno se degradará, otro se liberara.

-La locura del tener

Así pues, "estad en vela". Tened ojos y oídos abiertos y no os dejéis embotar o aturdir por el consumo y las prisas. Peligrosa tentación. Se vive muy inconsciente, muy necia, muy alocadamente, ahogados por las preocupaciones y las comodidades. ¡Qué cosas no nos diría hoy S. Pablo, para despertarnos de nuestro sueño y nuestra inconsciencia! ¡Cómo se inspiraría hoy Erasmo de Rotterdam para escribir otro "Elogio de la locura". He aquí alguno de los posibles capítulos: la locura del rearme, la locura del derroche, la locura del tener, la locura del pluriempleo, la locura de la violencia, la locura de la droga, la locura de la contaminación, la locura de la insolidaridad, la locura de la velocidad, la locura del poder, la locura del vicio...

"Estad en vela" es una gran recomendación de Jesús, una gran palabra:

"Yo amo a Jesús, que nos dijo:
cielo y tierra pasarán.
Cuando cielo y tierra pasen,
mi palabra quedará.
¿Cuál fue, Jesús, tu palabra?
¿Amor? ¿Perdón? ¿Caridad?
Todas tus palabras fueron
una palabra: Velad ".

                       A. Machado

-Escuchar la PALABRA

Vigilar: no es estar a la expectativa y preguntarse qué va a pasar o echar las cartas de la suerte.

Vigilar es preparar la casa y los caminos para el hombre nuevo. Es descubrir la tarea a realizar. Es reconocer al Señor que viene o qué es lo que impide su llegada. Es buscar dónde el Señor está naciendo. Es caminar hacia Belén, donde una familia busca posada, donde un emigrante pide trabajo, donde un joven se afana por realizarse, donde un olvidado necesita presencia, donde un pobre quiere comer, donde todos los hombres urgen amor.

Vigilar es escuchar la palabra, leer en profundidad los acontecimientos, penetrar en el misterio de la persona y de la historia, captar la noción del Espíritu.

Vigilar es creer, es comprometerse, es, sobre todo y siempre, esperar.

-"Al final de los días"

Un final que no es cronológico, sino el fin de un proceso transformador. Un final que son arras y primicias pregustadas. Un final que ya se vive en signos y esperanza. Un final que es presente para muchos...

Al final de los días, cuando oscurezcan las brillantes estrellas y se desplomen las grandes potencias; cuando esta cultura quede desfasada y la moda haya girado 18O millones de veces; cuando los espíritus de la violencia se hayan paseado por la tierra 7O veces 7 cada día por muchas semanas de años; cuando el gran poder haya pasado de mano en mano muchísimas veces...

-Montes de esperanza

Al final la Palabra del Señor permanecerá como luz segura, para "instruir los caminos de los hombres. Y será como una hoguera, para calentar los corazones de los hombres. Y será un libro vivo, para saciar las mentes de los hombres.

Y ya no se necesitará ir a Jerusalén ni a Roma, para aprender estas luminosas lecciones. Esta palabra se encontrará en pequeñas comunidades esparcidas por todo el mundo, montes de esperanza, "montes del Señor", que guardarán el evangelio de Jesús. Como lo guardaban aquellos cristianos perseguidos. "Qué lleváis en esa caja?", preguntaba el juez a los creyentes de Escilo. "Espérate, dijo: unos libros y las cartas de Pablo, varón justo". ¿Qué lleváis en el corazón esperanzado?, dirán los jueces de hoy.--Llevamos la palabra del Señor, que es buena noticia

-Caminos de justicia

Y esta palabra nos enseña los caminos de la justicia, para que toda persona sea respetada y todos los pueblos hermanados solidariamente.

-Caminos de paz

Abre caminos a la paz: nadie "se adiestrará para la guerra", ni almacenarán arsenales de armas mortíferas, ni se gastarán un duro para construir nuevas armas. Las existentes serán transformadas en instrumentos de desarrollo; de los tanques se harán tractores, de los misiles satélites de comunicación y los F.18 -aves peligrosas- serán palomas de la paz. Los deseos de paz se cumplirán: para Jerusalén, para Irán e lrak, para el Líbano y Nicaragua, para Guatemala y El Salvador... Y cuando, saludando, se diga: "la paz contigo", se cumplirá.

-Caminos del Señor

Para los caminos del Señor, en quien confluyen todos los caminos buenos, origen de caminos transcendentes, punto de referencia para todas las rutas humanas, monte el más alto, no de oro o de gloria, sino de justicia y amor.

CARITAS
LA MAS URGENTE RECONVERSION
ADVIENTO Y NAVIDAD 1983.Pág. 15 ss.


14.

1. Dios viene. 

Antes de distinguir entre una primera y una segunda venida de Dios, deberíamos comprender el mensaje central del Adviento y la apremiante exhortación que contiene: Dios está en camino hacia nosotros. Tal era el presentimiento creciente de todo el Antiguo Testamento, que con el advenimiento de su Mesías esperaba también el final de los tiempos; éste era también el presentimiento inmediato de Juan Bautista, quien, según los tres sinópticos, no quería sino preparar en el desierto un camino al Señor y anunciar un juicio decisivo: «El hacha está tocando la base de los árboles» (Lc 3,9). Lo que viene después de él es la última decisión divina de la historia. Los tres textos están orientados hacia esta venida de Dios: pretenden despertarnos del sueño y de la indiferencia; exhortarnos a esperar al Señor con la cintura ceñida y con las antorchas encendidas o con aceite en las lámparas.

En la segunda lectura Pablo nos apremia de una manera especial: se puede percibir la proximidad de Dios en el tiempo de la propia vida; él está ya cerca de nosotros desde el momento de nuestra conversión. El evangelio insiste en la necesidad de permanecer en un estado de alerta que no crea poder observar la venida de Dios en las relaciones terrenas. Dios irrumpe en la historia en cierto modo verticalmente, desde lo alto; viene para todos a una hora que nadie espera: precisamente por eso hay que estar siempre esperándole.

2. La espera.

El estado de vigilancia que se nos pide, exige en primer lugar distinguirse del curso del mundo que no tiene esperanza o que a lo sumo aspira a metas intramundanas, que no cambian nada esencial en las costumbres de la vida cotidiana: «comer, beber y casarse», sin sospechar siquiera que con la venida de Dios puede irrumpir en el mundo algo comparable al diluvio. Pablo llama a estas actividades puramente terrenales «las obras de las tinieblas», porque no han sido realizadas de cara a la luz que comienza a brillar. El apóstol no desprecia lo terreno: hay que comer y beber, pero «nada de comilonas ni borracheras»; hay que casarse, pero «nada de lujuria ni desenfreno»; hay que trabajar en el campo y en el molino, pero sin «riñas ni pendencias». Lo terreno es regulado, refrenado por la espera de Dios, quedando así reducido a lo necesario. La actividad del mundo es un sueño y ha llegado la hora de espabilarse: es el mejor momento para despertar. Este estar despierto es ya un comienzo de luz, un pertrecharse con las «armas de la luz» para no volver a caer en el sueño, para luchar contra la modorra que produce el tráfago del mundo abandonado de Dios.

3. A la luz del Señor.

La gran visión inicial de Isaías (en la primera lectura) muestra que los que esperan a Dios son un monte espiritual por cuya luz pueden orientarse todos los pueblos, pues únicamente de aquí saldrá «la ley, el árbitro de las naciones»; sólo aquí la interminable guerra intramundana cesará y se tornará sosiego en una paz de Dios; sólo aquí puede el mundo, oscuro de por sí, «caminar a la luz del Señor». Naturalmente -tanto en la perspectiva vetero como neotestamentaria- esto no sucederá sin división y juicio: unos serán tomados, otros dejados. La promesa del Dios que viene contiene también necesariamente una amenaza. Pero amenaza sólo en el sentido de una exhortación a estar despiertos y preparados. Para el que está despierto, la llegada de Dios no es motivo de temor: cuando Dios llegue, «alzad la cabeza, que se acerca vuestra liberación» (Lc 21,28).

HANS URS von BALTHASAR
LUZ DE LA PALABRA
Comentarios a las lecturas dominicales A-B-C
Ediciones ENCUENTRO.MADRID-1994.Pág. 13 s.