27 HOMILÍAS PARA EL DOMINGO PRIMERO DE ADVIENTO - CICLO A
15-23

15.

DILUVIO CON ARCO IRIS AL FONDO

Hoy comienza el año; es cuando debiéramos desearnos eso de «próspero año nuevo». Quiero decir que, aparte de ese año solar que recorremos todos desde el 1 de enero hasta el 31 de diciembre, los cristianos, conscientes de la existencia de una «vida superior», recorremos un itinerario que comienza el primer domingo de Adviento y que terminará el día de Cristo Rey. Un viaje que da la vuelta alrededor de ese sol radiante de vida, que es Jesús-Salvador. La liturgia, con un lenguaje misterioso, entremezclando planos y perspectivas, nos pone palabras de Jesús en las que alude tanto al fin de Jerusalén «de todo eso no quedará piedra sobre piedra», como a la segunda venida del Señor: «vendrá a la hora que menos penséis». Teniendo, además como coyuntura oportuna para la reflexión, la llegada de la próxima Navidad de Jesús «que está en la puerta».

Hay dos maneras de enfocar la existencia humana. Una, sin perspectiva de futuro. Otra, con el convencimiento de que nuestros pasos de aquí abajo son maneras de ir colocando las piezas de un «puzle» monumental de aparente «sin sentido», parece que las piezas «no casan». Pero, al fin, han de encajar en un paisaje maravilloso. El primer enfoque tiene esta filosofía: «Puesto que la vida es breve, comamos y bebamos». El segundo enfoque es así: «Como la vida de aquí abajo no ha hecho más que empezar, que los árboles no me impidan ver el bosque». Es decir, todo lo que diga o haga no es algo que muere en el acto, sino que tiene «semillas de eternidad».

Jesús, al referirse al primer enfoque, decía: «Antes del diluvio, la gente comía y se casaba, hasta que Noé entró en el arca. Y cuando menos lo esperaban, llegó el diluvio y se los llevó a todos». Como diciendo que la gran equivocación consiste en cerrar el horizonte y limitarlo todo al disfrute, a la riqueza material, al poder y al aplauso.

Jesús hablaba también del segundo enfoque: «Estad en vela, porque no sabéis qué día vendrá vuestro Señor,...». Es decir: Lo que hacemos no carece de sentido. Todo tiene futuro, hasta nuestras obras más elementales. Nuestro senderillo de cada día no tropieza con un absurdo e insalvable muro. Y uno advierte que todas las piezas del «puzle» --el dolor, la enfermedad, la soledad, el trabajo durísimo...-- empiezan a encajar.

Eso es el Adviento. Una clase de gimnasia espiritual ante el Dios que viene en la Navidad. Los maestros que en él aparecen --Isaías, Juan Bautista, la Virgen María--, con su actitud, nos dicen lo mismo: «Preparad los caminos al Señor. Estad en vela».

ELVIRA-1.Pág. 7 s.


16.

"A ti, Señor, levanto mi alma"

Estas palabras con que empieza el salmo 24, y que son el texto de la antífona de entrada de este domingo, dan la tónica de la espiritualidad del tiempo de Adviento que hoy iniciamos. De hecho, el salmo 24 es una magnífica plegaria de Adviento. La esperanza, el estar en vela esperanzados y alegres a la espera del Señor que viene a nuestro encuentro, ha de concretarse en un movimiento por nuestra parte de ir también nosotros a su encuentro, elevando nuestra alma hacia Dios, porque "los que esperan en ti no quedan defraudados"

(Salmo 24,3).

"Tú nos has ocultado el día y la hora"

El mejor comentario al evangelio de hoy lo encontramos en el prefacio III de Adviento, que por eso mismo es el más apropiado para este domingo. Subrayemos especialmente la profesión de fe en Dios, Padre todopoderoso, principio y fin de todo lo creado, tan apropiada en el inicio del nuevo año litúrgico. Subrayemos también el doble movimiento que hay que emprender ante la venida de Cristo como Señor y Juez de la historia: por un lado la acogida con fe, y por otro el testimonio de nuestra esperanza. Acogemos a Cristo que viene a nuestro encuentro, y con nuestro testimonio de cristianos convencidos y comprometidos, ayudamos a los demás a acogerlo y a hacerlos partícipes de nuestra misma esperanza en el cielo nuevo y la tierra nueva. Es lo mismo que expresa también la oración colecta de la misa: "aviva en tus fieles... el deseo de salir al encuentro de Cristo, que viene, acompañados por las buenas obras".

"Tú nos enseñas, ya en nuestra vida mortal, a descubrir el valor de los bienes eternos"

La esperanza es una virtud difícil en nuestros días. Quizá siempre lo ha sido. Pero, ahora, vivimos tanto en la inmediatez que no tenemos paciencia para esperar el futuro. "El futuro ya es ahora", se dice a menudo. Por eso las recomendaciones de san Pablo en la segunda lectura pueden ser muy apropiadas: "daos cuenta del momento en que vivís". Se trata de ser conscientes de que el mundo en que vivimos es pasajero. Por eso es bueno que reflexionemos sobre las palabras de la oración poscomunión, que nos indican cómo hemos de vivir en nuestra vida mortal. El secreto para vivir el presente es tener el corazón puesto en el futuro. Por eso pedimos al Señor que nos enseñe "a descubrir el valor de los bienes eternos y a poner en ellos nuestro corazón ".

J. BABURÉS
MISA DOMINICAL 1995/15


17.

LA VIDA ES PASIÓN, NUNCA APATÍA

El cuadro presentado está dominado por la perspectiva de las realidades últimas y escatológicas. Campea la visión de la venida del Hijo del hombre, el fin del mundo, y, sin embargo, la recomendación invita a concentrarse, a vivir intensamente en el hoy. Nos está diciendo que para ser contemporáneos del futuro no hay que traicionar u olvidar el presente.

Nos está diciendo que uno recoge en el futuro lo que siembra en el presente. Nos está diciendo que si quieres la salvación eterna busca tu realización temporal. Nos está diciendo: Viva vigilantemente, no peque, no se desvíe ni por equivocación o cansancio del plan divino, del plan que Dios trazó cuando le creó. Alcance usted, a costa de esfuerzos y fatigas o de velas y vigilias, la realización de su ser personal. Cumpla el objetivo para el que vino a este mundo, no tiene tiempo que perder.

Se nos recomienda «velar» y «vigilar» no tanto por no ser pillados en falta como por no «faltar a la cita» que tenemos con el Señor.

Nos presenta la vida como un «don» y una «tarea». Se nos dio «gratis et amore» y es el campo que hay que trabajar con cariño y constancia para luego recoger con agradecimiento...

Nos recuerda la doctrina clásica que afirma que ese Dios que nos creó sin nuestra colaboración, que nos dio la vida como un regalo, no nos puede salvar sin nuestra colaboración.

Dios llama a la vida e invita a participar en ella como sólo él sabe hacerlo: con «absolutez» y con «radicalidad»; que es, justamente, como es él.

La relación correcta con ese Dios, radical y absoluto, sólo puede ser basada en la confianza y en la obediencia a la vida. Ya que velar y vigilar es lo mismo que obedecer y confiar. Consagrarse a Dios, obedecerle y confiarse a él, es lo mismo que consagrarse a la vida, obedecerle y confiarse a ella, velar y vigilar.

Vela y vigila ante una circunstancia quien está fascinado y apasionado, quien está enamorado.

El cristiano está enamorado de la vida; para el cristiano la vida nunca será apatía sino pasión.

¿Os imagináis a un enamorado sin prisa por amar del todo? Jesús en este evangelio nos invita a consagrarnos, a vivir como un novio se consagra a festear: sin sestear o vegetar.

Nos advierte que la vida es un proceso a recorrer.

El hombre enamorado de la vida si tuviera que elegir entre el dolor y la nada, sin duda, elegiría el dolor; y si tuviera que elegir entre el sopor y la vigilancia elegiría lo segundo.

Para el enamorado, vivir velando y vigilando es como estar despierto saboreando los sentimientos, palpando minuto a minuto las emociones; lo contrario es el tedio y la mediocridad, peor que la nada.

Quien vive velando y vigilando, quien vive gloriosamente la vida, la posee y es poseído por ella. Sólo él podrá regalarla, que es a lo que los cristianos estamos llamados: a dar vida.

(Dar la vida no es desprenderse de una pesadilla).

El banquete de la vida es para aquellos que están dispuestos y son capaces de comprometerse a vivir de forma profundamente personal, entregándolo todo sin reprimir nada.

En la medida en que estés abierto a la vida la encontrarás abierta. En la medida en que a ella te entregues ella se te entregará. Si te encierras en ti mismo la encontraras cerrada, no podrás participar en ella.

Para el cristiano, para el hombre que vela y vigila, la vida nunca será un «seguir tirando», un sestear o vegetar, sino un participar en la creación de un mundo y un hombre nuevos.

Será crecer, caminar y buscar la plenitud que es la santidad.

BENJAMIN OLTRA COLOMER
SER COMO DIOS MANDA
Una lectura pragmática de San Mateo
EDICEP. VALENCIA-1995. Págs. 128-130


18.

Is 2, 1-5: El escritor narra una visión del profeta Isaías acerca del futuro de Sión. En esta visión esa colina en la que se yergue el templo de Salomón emerge entre las cumbres más altas de la tierra como un polo de atracción, de manera que afluyen hacia ella todas las naciones del mundo. El mismo escritor aclara la razón de este imán y de esa afluencia de gentes y naciones: porque en Sión está la palabra de Dios, y su enseñanza que descubre quién es y qué misión tiene en el mundo. Esa palabra de la ley que enseña al ser humano a convivir en paz con sus semejantes, a no armarse para la guerra, a hacer de las armas instrumentos de paz: "de las espadas fabricarán arados y de las lanzas harán hoces para las cosechas".

Rm 13, 11-14: La carta a los romanos es escrita hacia los años 57/58. Para los cristianos de ese tiempo la venida del Señor, la "parusía" era algo no sólo próximo sino inminente. El texto exhorta a permanecer vigilantes. Se hace un contraste entre la luz y las sombras, entre el día y la noche. Las obras de la noche son obras de la oscuridad: borracheras, prostitución, vicios pleitos y envidias. Estas deben ceder para dar paso a las obras de la luz, a las obras del día: "Andemos decentemente, en pleno día". Obrar a plena luz puede resumirse es esta frase: "Revístanse del Señor Jesucristo".

Hoy puede servirnos de meditación el conocido canto "Nacidos de la Luz, Hijos del Día..."

Mt 24, 37-44: Una mirada atenta al futuro

El lenguaje escatológico del texto alude primero a la destrucción de Jerusalén, pero luego se traslada al tiempo de la venida del Hijo del Hombre, del Señor Jesucristo. La pregunta de los apóstoles es consecuencia de una curiosidad natural: "¿Cuándo será?, ¿cuándo sucederá?, ¿cuáles serán las señales?" El estilo apocalíptico que recogen los sinópticos en su parte final se referirá a terremotos, hambres, guerras y rumores de guerras, señales en el sol, caída de estrellas... símbolos todos ellos de la conmoción que produce el "final" misterioso que se cierne amenazante enigmático sobre todas y cada una de nuestras vidas...

El ser humano puede vivir -por un tiempo- eufórico y lleno de vida, sintiéndose autosuficiente y autónomo, negándose a sentirse interpelado por el misterio; pero el tiempo mismo se encarga de ir reconduciéndolo poco a poco hacia el encuentro con el misterio de la muerte. Toda vida, por ser procesual, lleva en sí misma el germen de la muerte. Nacer es empezar a ser capaz de morir. Y vivir cada día es morir día a día, acercarse paulatina e inexorablemente hacia la hora de la verdad.

Para cada ser humano esta venida de Jesucristo, este día final, este "día de Yavé" o del "final del mundo" es también el día de su propia muerte. Ese día acontece la conmoción de cielo y tierra, la caída de las estrellas todas que durante nuestra vida condujeron o desviaron nuestras vidas con sus destellos a veces deslumbrantes. Por eso, el tema apocalíptico del evangelio no ha de ser referido únicamente al "final del mundo": admite siempre una lectura existencial referida a cada una de nuestras vidas.

La exhortación del evangelio apunta de nuevo -en términos de sorpresa- a la vigilancia. El final puede venir en cualquier momento, por lo que conviene estar alerta. Pero la vigilancia no es simplemente estar en una espera pasiva del día que vendrá, espera pasiva en el sentido de que por estar pendientes del que va a venir por el horizonte no atendamos al que viene y aparece cada día en el centro mismo de nuestro presente. Al contrario, estar alerta es estar despierto y activo acometiendo las "obras de la luz" (2ª lectura). Jesús ilustrará esta "vigilancia activa" con tres parábolas que el evangelista narrará a continuación: el criado fiel, las diez doncellas y los tres administradores.

Al criado fiel se le encarga repartir la comida a los empleados en el tiempo debido, no pegarles y no andar en comilonas y borracheras. A las diez jóvenes se les encarece el deber de proveer aceite y mantener sus lámparas encendidas. A los tres administradores se les pide no dejar el dinero inactivo, sino hacerlo crecer en intereses. En las tres comparaciones la actividad y colaboración humana están fuertemente subrayadas. Aquí la acción del ser humano alcanza una dimensión trascendente que Dios conoce y sanciona. Por eso a todos, a todo ser humano, se le promete un premio o un castigo, que son de signo escatológico. El premio: participar en el banquete del Señor; el castigo: ser sacado fuera, no ser reconocido; es decir, excluido del banquete.

ESPERA/ESPERANZA: Y es que el adviento es tiempo de esperanza, no de simple espera. En castellano son dos palabras diferentes, de muy diferente significado. Es objeto de espera aquello que no depende de mi, aquello que aunque yo lo desee mucho vendrá, antes o después, o no vendrá, en dependencia de factores que escapan a mi control. Frente a al objeto de mi espera, lo único que puedo hacer es entretenerme, dis-traerme, "matar el tiempo", no sufrir demasiado por el deseo -como dirá la filosofía oriental-. Una "sala de espera" (no de esperanza) es un lugar para "matar el tiempo" y es tanto mejor cuanto más me distrae, porque no adelanto nada -sino quizá sólo sufrir- con estar deseando el objeto de mi espera.

La esperanza es bien distinta. La desinencia "anza" en castellano suele significar un matiz de acción, dilatada en el tiempo generalmente. La esperanza es el deseo que me lleva a provocar la aparición o la construcción del objeto de mi esperanza. Y sólo se puede esperar con esperanza aquello que de alguna manera depende de mí también. Esperar -con esperanza- es desear provocando, desear algo tan apasionadamente que se entrega uno a la realización de eso que se espera. La esperanza cristiana es verdaderamente esperanza: lo que viene y el que viene empujándolo no vendrán a ocurrir sino por una acumulación de deseos y provocaciones. Dios no nos ha prometido el Reino como una condena fatídica, sino como una tarea, una misión, un quehacer apasionante.

Adviento: tiempo para alimentar esa virtud cenicienta de la esperanza.

Con el adviento cambia el color y comienza el año litúrgico: "año nuevo, vida nueva".

Para la conversión personal

-¿Soy persona de esperanza?

-Al comenzar el adviento, hacer un chequeo a mi esperanza: su salud, su fundamento, sus dificultades, su poder contagiante...

Para la reunión de comunidad o grupo bíblico

-¿Qué signos de esperanza y de desesperanza da esta sociedad actual "realista", sin utopías, desencantada, anestesiada por la proclamación del "final de la historia"...?

-¿Qué papel tendríamos los cristianos en esta hora baja de la esperanza? ¿Somos testigos de esperanza?

-Qué pueden significar los signos apocalípticos que utiliza el evangelio (Noé, el diluvio, amenaza de la llegada imprevista...)

-¿En qué sentido el fin del mundo (y/o de nuestra propia vida) es la "venida del Señor Jesús"?

Para la oración de los fieles

-Para que las comunidades cristianas vivan intensamente el adviento como preparación a la navidad y como tiempo dedicado más intensamente a alimentar la esperanza del mundo y la nuestra, roguemos al Señor....

-Por todos los que lloran y se desesperan ante la muerte, para que encuentren sus vidas el coraje de la esperanza...

-Por todas las personas que por edad, enfermedad o cualquier otra circunstancia sienten la proximidad de su final; para que comprendan esa situación como una gracia, un don, una oportunidad para redondear la plenitud de sus vidas...

-Por todas las otras personas, especialmente jóvenes, que viven de espaldas a la realidad de la muerte y de la finitud de nuestras vidas; para que abandonen toda enajenación y vivan todos los días conscientemente de las dimensiones reales de la vida humana...

Oración comunitaria

Dios, Padre y Madre, que nos has engendrado a una esperanza viva por la resurrección de Jesús: concédenos la gracia de saber descubrir a Aquel que viene cada día -sorprendiéndonos- en nuestros hermanos más necesitados, para que así, la espera del Señor Jesús nos acerque cada día más a la vida y a la muerte de nuestros hermanos, en los que cada día sigue viniendo para nosotros tu Hijo Jesús, que contigo vive y reina por los siglos de los siglos.

Lecturas recomendadas

-El capítulo VII de la Lumen Gentium presenta una buena síntesis del tema escatológico, digno de ser tenido en cuenta en todo este tiempo de adviento.

-Teilhar de Chardin, El medio divino, epílogo, en cualquier edición.

-Laín Entralgo, Espera y esperanza

SERVICIO BIBLICO LATINOAMERICANO


19.

-Llamada a espabilarse

Es normal que en la misa con frecuencia nos distraigamos. Por ejemplo, si durante una de las lecturas entra alguien y parece pasearse buscando sitio, o durante la homilía, especialmente si el predicador se alarga; o durante la piegaria eucarística que siempre requiere un esfuerzo de atención.

El problema no es cada distracción (es imposible evitarlas todas). El problema estaría en que estas desatenciones tuvieran su causa y origen en una falta de interés y de valoración por lo que es la misa, por lo que significa para nosotros. Escaso interés, poca valoración o -dicho de otro modo- falta de ilusión (en negativo: desgana). Este sería el problema y no cada distracción.

Algo semejante ocurre en nuestra vida personal cristiana, en nuestro camino de seguimiento de Jesús. Con frecuencia el principal problema no es este o aquel fallo, sino un tono general de andar distraídos, con escaso interés, como si la valoráramos poco. Es decir, sin ilusión.

Por eso, hermanas y hermanos, porque con frecuencia andamos así en nuestra vida cristiana, como distraídos, desatentos, sin ilusión y brío, por eso a todos nos conviene escuchar muy de verdad, muy seriamente, la llamada a despertarse, a espabilarse, a estar en vela, que es la propia y característica de este primer domingo de Adviento.

-La iniciativa es suya

Pero podríamos entender superficialmente esta llamada a despabilarse y estar vigilantes y preparados que hemos escuchado repetidamente en las lecturas de hoy. Quedarnos a medio camino de lo que significa. Como si se tratara sólo de poner nosotros algo más de empeño, de atención, de buena voluntad en nuestra vida cristiana, en todos sus aspectos. Todo esto está bien, es necesario, pero ni es suficiente ni es lo más importante. Porque no se trata tanto de lo que nosotros debemos hacer como de lo que Dios hace en nosotros.

Este es el mensaje de estas semanas de Adviento: el Señor, Dios, viene a nosotros. La iniciativa es suya. El amor es suyo. Luego ha de venir nuestra respuesta; pero luego. No antes de conocer y estar muy atentos, y de ilusionarnos con el hecho, la base, la causa y origen de nuestra respuesta: es él quien nos conoce y ama, es él quien empieza el juego, quien se avanza y viene a cada uno de nosotros, quien viene a toda la humanidad.

Realmente, esto si puede conmovernos, reconfortarnos e ilusionarnos. De ahí que desde lo más hondo de nuestro corazón y ser repitamos durante el Adviento la plegaria decisiva: "Ven, Señor". Como en el padrenuestro pedimos que venga su Reino. Es curioso: pedimos que venga a nosotros el Señor, su Reino, y lo podemos pedir precisamente porque sabemos -creemos- que él está ya en nosotros. En realidad, en el fondo, no pedimos tanto que venga el Señor -ya está en nosotros- como que cada uno de nosotros se entere y viva esta presencia y esta acción amorosa de Dios en nuestro corazón y nuestra vida. Y que de ahí, de esta fe en la presencia por gracia de Dios en nosotros, surja nuestra respuesta de correspondencia a su amor, a su venida constante.

-Ultimo año prejubileo

Abramos los ojos de la fe. Contemplemos con admiración y agradecimiento las maravillas del amor de Dios en nosotros (¿no es una maravilla su presencia, su acción, su amor en cada hombre y cada mujer?). Esto nos despertará, nos espabilará.

Es el mensaje de este primer domingo de Adviento, iniciando nuestro camino hacia la Navidad (hacia la sorpresa de descubrir que Dios es un niño). Y es también la propuesta que nos hace el Papa para este último año de preparación para el Gran Jubileo del 2000: fijar nuestra atención en Dios Padre, origen y causa y consistencia -fuerza y apoyo- de todo bien, de todo amor.

Después de que en los años anteriores, la propuesta del Papa se centró en Jesucristo y en el Espiritu Santo, ahora -como culminación- se centra en el Padre. Ese es el núcleo y el motor del Evangelio de Jesús: Dios es nuestro Padre. Es lo que definió san Juan: "Dios es amor". Pidamos hoy que durante todo el próximo año crezca en nosotros, en todos los cristianos, en toda la humanidad este descubrimiento y esta relación con Dios como Padre, como amor.

Pidámoslo en esta Eucaristía que inaugura el tiempo de gracia que es el Adviento. En ella revivimos la presencia y la acción de Dios en nosotros. Y -a pesar de nuestras distracciónes- anhelamos vivir más en comunión, en sintonía, con ella.

EQUIPO MD
MISA DOMINICAL 1998/15 17-18


20.

Isaías 2, 1-5 :

" ...Casa de Jacob, ven: caminemos a la luz del Señor... Al final de los días... confluirán los gentiles {hacia el Señor}; caminarán pueblos numerosos"

San Pablo, Romanos 13,11-14

".. nuestra salvación está más cerca.. Dejemos las actividades de las tinieblas. Pertrechémonos con las armas de la luz"

Evangelio. Mateo 24, 37-44

" ..Estad preparados, porque a la hora que menos penséis viene el Hijo del hombre"

2. Adviento, tiempo fuerte de la naturaleza y del espíritu

Una vez más en nuestra historia volvemos a iniciar el ciclo del tiempo, del calendario, de la sementera, de las actividades parroquiales,de la liturgia... Diciembre anuncia el final de un año, pero la liturgia eclesial proclama que hemos de volver a empezar..., y a empezar con coraje, sin dar pábulo a la rutina, al pasotismo, a la mediocridad de vida ...

Si la naturaleza en sus ciclos obligados incluye tiempos fuertes de invierno duro, húmedo y frío, tiempos fuertes que sean bancos de prueba en la vida, periodos de concentración, germinación y enraizamiento de las semillas en su suelo nutricio ..., hagámoslo también nosotros... 

Si los hombres bienpensantes, los buscadores del saber profundo, se fijan tiempos fuertes en el estudio, en la experiencia profesional, en el ascetismo, en el dominio de sus facultades..., no seamos menos los hombres de fe. Solamente quien se curte en el invierno duro y en la austeridad sabrá alcanzar venturosas primaveras ...

En el Adviento cristiano,que es tiempo fuerte, quienes dan la talla en sus actitudes, son los sinceros cultivadores del espíritu religioso.

- Ellos examinan sus raíces virtuosas, para profundizar en la verdad y vida.

- Ellos se toman el pulso para comprobar su tono vital, y si hay peligro de depresión.

- Ellos frecuentan los coloquios íntimos con Dios para discernir sus compromisos.

- Ellos hacen suya, con entrañas de amor y misericordia, las angustias que asaltan a muchos hermanos sin pan, sin cobijo, sin libertad, sin trabajo, sin manos amigas ...

Y todo eso lo hacen al compás de una liturgia en la que -a través de cuatro semanas de oración y compromiso- se da cauce a la gran esperanza: la de que un MUNDO NUEVO acabará llegando por mediación del MESÍAS, enviado de DIOS, HIJO DE DIOS, cuya presencia hambrea la humanidad ....

Asociémonos a ellos en el testimonio e intentemos reavivar la llama religiosa cristiana que muchas veces se apaga en "liturgias de fiestas sociales carentes de profundidad humana y sagrada". Cultivemos Oraciones de esperanza, Meditaciones de compromiso, Encuentros de hermandad, Caridades hechas con entrañas de gran misericordia. Hablemos de Dios ... y de Cristo que viene. Y si no nos oyen, porque algunos oídos se cierran al Espíritu, gritemos al menos convocando a la cordura del vivir prudente ...

Así lo hace la liturgia de la Palabra en este domingo.

3. Gritos en la fe : ¡ vivid en vela ...!

Tres gritos de alerta se perciben en la liturgia de este primer domingo de Adviento:

-¡Mortales!, no seáis necios; avivad la fe dormida.... y abrid el corazón al Señor.

-¡Cristianos!, recuperad valores que se han perdido, ... y estad alerta.

-¡Todos los redimidos!, avanzad al encuentro con Cristo y con los hermanos.

Para poder escuchar esos gritos en la Palabra del Evangelio y en la Carta de san Pablo, y aplicarlos a la propia vida, cada uno tenemos que entrar en caminos de conversión y sintonizar personalmente con los gestos litúrgicos que convocan a reflexión prolongada, a silencio, oración, contemplación de la realidad en que vivimos ...

3.1. Clamor Evangélico: ¡no seais locos, vivid alerta!.

Es Jesús quien da ese grito de predicador convocándonos a la vigilancia, al vivir honesto; y lo hace mediante una amonestación dolorida y amorosa que otro predicador puede dividir en tres insinuaciones.

Primera.- Observad, dice el Maestro, cómo vivían con desaprensión vuestros antepasados antes del diluvio. En el mundo social y en los corazones reinaban el desorden moral y la irreflexión: la gente comía, bebía, se protituía,... y cantaba su fugaz deleite como si eso fuera pórtico de la eternidad ... ¿No os parece que eran unos desdichados?.. Cuando menos lo pensaban, los accidentes de la naturaleza les barrieron del mapa ....

¡Oh inconsciencia e imprevisión irresponsable...! ¡Cuánta amargura generas!

Segunda.- El pasado no tiene remedio... Pero pienso, agrega Jesús, si no os sucederá lo mismo a vosotros, mortales, cuando venga el Hijo del hombre a visitaros y juzgaros ¿No repetiréis idéntica necedad, sin daros cuenta de que el momento en que cada cual vivís es vuestro único tiempo de responsabilidad o irresponsabilidad, de fidelidad o infidelidad, de espera o de impaciencia, de vivir honesto o deshonesto ...?

¡Gran sabiduría es aprovechar los días en obras de justicia, paz, solidaridad, amor...!

Tercera.- Quiero añadir algo más, continúa el Señor, algo muy sutil y peligroso. Quiero hacerlo preguntándoos: quienes vivís en el reino del Dios Amor ¿no pensáis más de una vez, alegremente, con vanidosa presunción, que vuestro Dios os tiene que avisar con inmediata antelación para que nunca os veáis sorprendidos en el día final? ... ¿Calláis? ... ¡Necios! ¿No habéis escuchado mil veces que el día final llega, como el ladrón, en cualquier instante ? ... ¡Cuidado! No hagáis de Dios un capricho a vuestro gusto. Vivid en la claridad de su luz.... ¡Qué buena lección para empezar el Adviento!

3.2. Pablo repite: ¡espabilad, no durmáis!.

Complemento de la voz del Maestro es la del discípulo, Pablo, recriminándonos y animándonos : "espabilad", hijos, no os durmáis; daos cuenta de que la vida es gratuidad de amor, y que esta hora en que vivís es valiosísima y única. .. No la malogréis... Pasad de una vez del "vivir en la noche" a "vivir en la luz"...¡Con Dios, con Dios! .. Dejad el mundo viejo, el del pecado, el de las borracheras, desenfreno sexual, insolidaridad , egoísmo ..., y revestíos de Jesucristo en el amor ...

Ese es el camino del Adviento: vivir despiertos, vigilar, despojarse, darse y estar con Cristo.

4. Nota final: todos estamos llamados a renacer en Cristo.

Es importante señalar y valorar, por si algún predicador quiero aludir a ello, que en la lectura primera (fragmento del extenso poema del profeta Isaías), se da un cambio bellísimo de paisaje en su descripción mesiánica del camino de esperanza y salvación:

-primero el profeta se deleita contemplando la procesión de los israelitas que cantan a Yavé avanzando hacia su Templo, agradecidos por su elección, ellos solos, en vía de esperanza;

-pero luego su horizonte de elección y redención se abre sin límites y abarca a todos los pueblos que algún día se sumarán al cortejo de los verdaderos adoradores de Dios...

En el segundo momento, tanto el Mesías como su Adviento son para todos...

La vocación universal del judaísmo se cumplió en el cristianismo, por Jesucristo.... Celebrémoslo.

DOMINICOS
Comisión de predicación
Convento de San Gregorio.Valladolid


21.

CONVERSION ANTE LA VENIDA DEL SEÑOR

LA DESPREOCUPACION DE LOS HOMBRES, OLVIDADOS DE LA VENIDA DEL HIJO DEL HOMBRE DEBE ACENTUAR EN LOS CRISTIANOS LA ACTITUD OBEDIENTE Y VIGILANTE DE NOE.

SAN PABLO, COMO SAN PEDRO, NOS INVITAN A DEJAR LAS ACTIVIDADES DE LAS TINIEBLAS Y A VESTIRNOS DEL SEÑOR JESUCRISTO.

1. Comenzamos hoy el Adviento con la urgente llamada de la Palabra de Dios a dirigir nuestra mirada en profundidad al pasado y al futuro de la historia humana y eclesial y de nuestra historia personal. Como el piloto en vuelo siempre ha de estar dispuesto a rectificar el rumbo de su nave, si la hoja de ruta se lo demanda, el hombre, y sobre todo el cristiano, siempre tiene la oportunidad de dar un golpe de timón en su vida, cuando el evangelio le pide que rectifique; pero de una manera singular, el Adviento , le invita a examinar, y controlar su camino, para rectificar los desvíos. Para eso la Palabra del Adviento nos recuerda que "cuando menos lo esperaban llegó el diluvio y se los llevó a todos". Lo leemos de corrida y no lo negamos, pero tampoco hace mucha mella en nuestro espíritu. Pasamos en seguida a otro tema. Es el mal del tiempo. La desmesurada cantidad de información que recibimos, y que no somos capaces ni de retener, menos de asimilar, y sobre todo, profundizar. Y tenemos necesidad de que nos machaquen los medios con imágenes terroríficas para que movamos un dedo en favor de Centroamérica. Pero el mensaje divino ni tiene tantos altavoces, ni encuentra una sensibilidad preparada, aunque es una verdad importantísima y trascendental, colectiva e individualmente. De ahí, que no podamos conformarnos con leer rápidamente el evangelio, sino que tenemos que pararnos a meditarlo, con reposo y oración, con detenimiento y responsabilidad, sobre todo los que estamos más cerca del Señor; los que teniendo la Palabra en nuestra boca, tenemos mayor obligación de practicarla. Pues, si no la practicamos, difícilmente la diremos en su integridad y con eficacia. San Juan de Avila ha escrito que lo que no se practica no se predica, porque psicológicamente es inviable condenar las propias acciones. Las palabras no son para decirlas, sino para vivirlas. Han de ser convertidas en realidad. Si predicamos el amor y la solidaridad y practicamos el egoísmo y la envidia, lo que sembramos por el día, lo arrancamos por la noche. Hace pensar que San Pedro el día de Pentecostés predicó un sermón y se convirtieron 300 judíos. Hoy predicamos tres mil... más... y no se convierte nadie. Santa Teresa nos dará la explicación: "Hasta los predicadores van componiendo sus sermones para no descontentar". El Padre Báñez, que revisó el texto, escribió al margen: "Legant praedicatores". Adviento es tiempo de reflexionar para corregir y ordenar. Ayer mismo, Juan Pablo II, exhortó a los obispos de Austria en visita "ad límina", a promover la dimensión espiritual de la Iglesia, y concluyó señalando que "en los últimos años y meses se han escrito muchas cosas sobre la Iglesia en Austria. ¿No sería un buen signo si en vuestro amado país se discutiese menos y se meditase más sobre la Iglesia?" Pienso que porque se discute mucho y se medita y ora poco, nos estamos quedando en el chasis. Lo dijo Jeremías: "Toda la tierra es desolación, por no haber quien recapacite en su corazón" (Jr 12,11). Una cosa es leer para conseguir ideas originales para decirlas, y otra leer y contemplar para entregar a los demás, no lo leído, sino el fruto maduro de lo contemplado. Los oyentes se dan pronto cuenta de si hablamos de profesión o si hablamos de corazón, porque cuando se habla desde ahí, las palabras, no sé lo que tienen, pero son como granos de pimienta que abren el apetito de conversión y vuelta a Dios. Por el contrario cuando se habla de rutina, nos quedamos fríos y con hambre, como quien ha comido rancho frío. Pero, "la Palabra de Dios es ascua llameante" (Sal 140) y no se puede servir recién sacada de la nevera.

2. Sión, capital del reino de Judá, es una ciudad subyugada y oprimida, esquilmada y agotada por los tributos y por el abuso y la tiranía de sus dirigentes. La tentación perenne del poder de atenazar a los pobres y endiosar a los poderosos. Y en el momento de la mayor depresión del pueblo, Dios le concede a Isaías un suplemento de vista para ver en lontananza: "Veo el Monte del Señor más alto que todos los montes y que vienen a él todos los gentiles y pueblos numerosos. Y vienen cantando: Subamos al monte del Señor para que nos enseñe a caminar según su Palabra, y a seguir su ley. La metáfora de los montes tiene por base el culto de los pueblos paganos a sus dioses en los montes. El Monte del Señor será más alto que todos" Isaías 2,1. Le decía Churchill a Stalin que el papa Pío XII pedía y deseaba la paz. Era en 1945, en Yalta. Stalin le pregúntó:"¿Con cuántas divisiones cuenta el papa de Roma?". En 1989 hemos visto derrumbarse el castillo de ese régimen estalinista, que creíamos inexpugnable. En la homilía de la misa del inicio de su pontificado, proclamaba Juan Pablo II en la plaza de San Pedro: "Abrid las puertas a Cristo, abrid las puertas de los Estados, de los sistemas económicos y políticos". Vemos ahora que aquellas invitaciones clamorosas eran proféticas. ¿Quién hubiera podido predecir estos acontecimientos? "Al final de los días estará firme el monte de la casa del Señor".

3 Si el mundo, si los pueblos todos, escuchan la Palabra y cumplen la ley de Dios, fundirán las espadas y las convertirán en arados; y convertirán las lanzas en podaderas. No disparará el cañón un pueblo contra otro pueblo; y ya no se tendrán que ejercitar para ir a la guerra. Ellos mismos se desarmarán. Y el terrorismo se acabará.

"Casa de Jacob, ven; caminemos a la luz del Señor". Esta es la revelación y la luz del Señor: Llega la tregua de la paz. Es como si dijera el Profeta: Somalia, Kosovo y todos los países del tercer mundo se salvarán del hambre, de las guerras interiores y del pillaje y los serbios dejarán las armas. La paz entre los pueblos es un don mesiánico, pero vienen con él otros, que anticipan y anuncian la llegada a la ciudad de Dios.

4 Isaías ha visto los tiempos mesiánicos. Como un fruto maduro, ha llegado la paz universal: "Mi paz os dejo, mi paz os doy". Sobre la cumbre del Monte Sión, una tarde negra, moría Jesús, sellando la Alianza Nueva con su Sacrificio. Desde la Cruz lo atraía todo hacia Sí, aunque todavía no va todo hacia El. He ahí nuestro compromiso: colaborar con El para que haya "un solo rebaño con un solo Pastor (Jn 10,16).

5 Ante el anuncio de la llegada del Señor, irrumpe la inspiración del salmista en cantos de alegría: "¡Qué alegría cuando me dijeron: "Vamos a la casa del Señor! Tenemos puestos ya los pies en los umbrales de Jerusalén, ciudad fuerte y compacta, tribunal de justicia mesiánica, palacio de David, que alberga entre sus muros la seguridad y la paz" Salmo 121.

6 Pero los cristianos, queriendo hacer llegar el día del Señor, debemos estar alerta y vigilar, porque "aún vivimos en la noche" y nos puede sorprender "el ladrón". Debemos vigilar porque vivimos en el "ya ha llegado, pero todavía no" (Oscar Cullman). Vigilar es orar para no caer en la tentación (Mt 26,41). Vigilar es, vivir como corresponde a los miembros de la familia de Dios.

7. Vivir como Noé, en medio de un mundo perverso. Se burlaban de Noé cuando construía el arca (Mateo 24,37). ¿A quién se le ocurre construir un barco en tierra montañosa y seca? También de los cristianos fieles se burlarán. Pero ellos, nosotros, sabemos que hemos de abandonar "las actividades de las tinieblas, las comilonas, las borracheras, la lujuria y el desenfreno" (Romanos 13,11). Año 386. Agustín viene tiempo luchando con la gracia. Su carácter y sus pasiones ofrecen resistencia tenaz. Hay en su alma un combate descomunal. El enemigo se convierte entonces en la "bestia más fiera de la tierra" (San Ignacio). Es el mes de septiembre. Está Agustín descansando en el huerto de su amigo Alipio, la mitad de su alma. Una voz de niño canta: "Tolle, lege". Se levantó, considerando que la invitación era de Dios. Allí había un libro: eran las cartas de San Pablo. Lo abrió, y le salió el texto que estamos leyendo...y la luz de Cristo iluminó sus tinieblas. Desde aquí será otro hombre. Comienza a nacer San Agustín.

8. Como que predican en los mismos tiempos decadentes de la Roma imperial, (no muy diferentes de los nuestros; hemos avanzado en ciencia y en técnica, pero en moralidad hemos retrocecido, aunque en nombre del progreso), San Pedro en su 1ª carta, usa las mismas palabras que San Pablo,: "Basta de seguir a los paganos viviendo en desenfreno, en liviandades, en crápula, en comilonas y embriagueces y en abominables idolatrías" (4,3). Los cristianos saben que hay una ley de amor que ordena la pureza, aunque el ambiente corrompido proclame una falsa libertad. Saben también que no son propias de los cristianos "las riñas y las pendencias" causadas por los partidismos: "Yo soy de Pablo, yo de Apolo, yo de Cefas" (1 Cor 1,12). Saben que han de vivir "sin malos deseos ni provocaciones con el cuidado de nuestro cuerpo. Y que se han de "vestir del Señor Jesucristo": vestido de dignidad y de humildad, de paciencia, y de caridad, de mansedumbre y de entrega hasta la muerte de cruz. Cristo fue ignominiosamente despojado de sus vestidos, para que los hombres pudiéramos salir de la desnudez y obtener la libertad, la filiación divina, y la posesión de la herencia, por habernos revestido de Cristo, despojados del hombre viejo y revestidos del nuevo" (Col 3,10). El invitado a las bodas, fue destinado a las tinieblas fuera del banquete: "Amigo, ¿cómo has entrado aquí sin vestido de boda?" (Mt 22,12). ¡Cómo les costaba a los romanos y a los cristianos de Corinto y de Colosas, de Filipos y de Antioquía, cambiar el traje pagano y sensual por el de Cristo piadoso y espiritual. También nos cuesta a nosotros, por eso, "permanezcamos en vela, y pertrechémonos con las armas de la luz", de la caridad, de la oración. Portémonos con dignidad de cristianos. En tiempo de Noé la gente comía y bebía y se casaba... Vivían despreocupados de su salvación, de Dios y de su Ley. Llegó el diluvio, que nadie esperaba, y se los llevó a todos, menos a Noé, el hombre justo y obediente. Noé salvado del diluvio, es el signo de que Dios no abandona a los hombres, sino que los llama a la nueva creación " lavados y blanqueados los vestidos en la sangre del Cordero" (Ap 7,14).

9. ¿No vemos en este mundo nuestro un aturdimiento semejante al del tiempo de Noé?. ¿Una despreocupación de su deber de escuchar la Palabra, de subir al monte del Señor, y de cumplir sus mandatos? Y sin embargo, la paz está condicionada al interés y responsabilidad de todos los hombres, y de cada hombre, por cumplir sus deberes de criaturas. El ejemplo nos lo ofrece Noé: Su actitud es la del hombre de fe que cumple la voluntad de Dios sin comprenderla, que se confía a sus mandatos. El dechado es Noé, heraldo de justicia, y no sus contemporáneos, a quienes, "cuando menos lo esperaban llegó el diluvio y se los llevó a todos". Jesús dirá :"dos estarán en el campo: a uno se lo llevarán, y a otro lo dejarán", porque pertenece a Cristo. Y esto cada día, en el molino, en el trabajo, en la oficina, en el aeropuerto, en el descanso y en todas las actividades humanas.

10 Jesús termina con esta parábola. "Si supieras cuándo va a venir el ladrón estarías en vela para no dejarte robar. Pues así debéis estar vosotros preparados, porque no sabéis cuándo vendrá la muerte". No es prudente dejar el problema de la conversión para última hora, porque no sabes si tendrás tiempo, ni si se te dejará la conciencia despierta. Y porque debes hacer rendir tus talentos (Mt 25,15).

11 Convirtámonos, ahora, antes de comer el Cuerpo del Señor, pues: "Quien come y bebe sin discernir el cuerpo, come y bebe su propia condenación. Por eso hay entre vosotros muchos enfermos y débiles y mueren muchos. Examínese pues el hombre y entonces coma del pan y beba del cáliz" (1 Cor 11,23).Convirtámonos ahora, como Santa Teresa que escribe que, cuando leyó en las Confesiones de San Agustín.el pasaje citado, sintió aquella voz como dirigida a ella misma.

J. MARTI-BALLESTER


22. COMENTARIO 1

¡ATENTOS! ¡DESPABILAD!

Nos dicen que todo va bien.

¿El paro? La mayor parte es un fraude. ¡Hay tanto parado que trabaja, tanta economía sumergida!

¿La subida de los precios? Es cierto, hay precios que su­ben, ¡pero también suben [algunos] sueldos!

¿La acción política? Tranquilos, que todo está en buenas manos... Vamos a salir adelante, todo va por buen camino...

¿Para qué preocuparse? Lo mejor es sentarse delante de la TV a ver cómo se divierten los dueños de las grandes em­presas petroleras del imperio o los magníficos (!) vinateros de California.

¿Para qué preocuparse tanto? Lo mejor es portarse bien, estarse quietecito y, si es posible, buscarse un carnet con fu­turo...


UN ANTIGUO IDEAL

Varios siglos antes de que Jesús de Nazaret predicara su mensaje, Isaías, un profeta del antiguo Israel, formuló un ideal que sigue siendo, todavía hoy, sólo un deseo, un proyecto aún muy lejano: «De las espadas forjarán arados; de las lanzas, podaderas. No alzará la espada pueblo contra pueblo, no se adies­trarán para la guerra» (Is 2,4).

No. No hay paz. Nos dijeron que la había y nos quedamos dormidos en los laureles. Pero no. No está en paz el parado (ni siquiera el que trabaja clandestinamente). No está en paz la mujer de pueblo que ve cómo sube la vida, aunque vea tam­bién que los lujos le saldrían más baratos... si se los pudiera costear. No está en paz un país que financia la guerra o que comercia con ella...

Ciertamente: el ideal de Isaías, tan viejo, y aún sin es­trenar.


EL IDEAL DE JESUS

La propuesta de Isaías fue ampliamente superada por Je­sús de Nazaret. Y no sólo porque puso la meta mucho más lejos, sino porque trazó con claridad y recorrió hasta el final el camino que nos puede llevar a conseguir ese objetivo: cambiar este mundo y convertirlo en un mundo de buenos hermanos. El se mantuvo despierto hasta el final, sin dejarse adormecer por los distintos cantos de sirena que le entonaron durante toda su vida (p. ej.: las tentaciones, Mt 4,1-11), y sin permitir que lo asustaran las amenazas que, al final, lo llevaron a la muerte.

Ese proyecto, el reino de Dios lo llaman los evangelios, se realizará en dos etapas: una primera, en la que se va constru­yendo la fraternidad en este mundo, en medio de luchas y per­secuciones; otra etapa, definitiva, más allá de esta historia. En el evangelio de hoy, y respondiendo a sus preguntas, Jesús advierte a sus discípulos que en el período histórico acecha un peligro: el dormirse en los laureles, el sentarse a esperar la ale­gría futura, olvidándose de construir y conquistar para todos Ja felicidad presente: «Por tanto, manteneos despiertos, pues no sabéis qué día va a llegar vuestro Señor... Pues estad tam­bién vosotros preparados, que cuando menos lo penséis, llegará el Hombre» Y es que el presente y el futuro están indiso­lublemente unidos en él, el Hombre, que vino no a enseñarnos el camino del cielo, sino a dar su vida para traer el cielo a la tierra.


MANTENEOS DESPIERTOS

En aquella hora trágica del huerto de Getsemaní (Mt 26, 36-46; Mc 14,32-42; Lc 22,39-46), con el sabor amargo de la traición y el fracaso en el paladar, pero con la seguridad de sa­ber que el amor es más fuerte que la muerte, Jesús pidió a los tres discípulos que tenía más cerca que se mantuviesen des­piertos («Me muero de tristeza. Quedaos aquí y manteneos despiertos conmigo»: Mt 26,38); esto es: los invita a que lo sigan y lo acompañen hasta la muerte, hasta dar la vida, si ello era preciso, para que en el mundo los hombres puedan vivir como hermanos.

Estar despiertos significa, por tanto, acompañar a Jesús de Nazaret en su duro camino hacia Jerusalén, hacia la cruz. No dejarlo solo ante su muerte, punto culminante de su lucha con­tra el orden injusto -el desorden establecido- de esta so­ciedad.

Estar despiertos, estar despabilados comporta el no dor­mirse en los laureles cuando nos dicen y se empeñan en hacer­nos creer que todo va bien.

Estar despiertos equivale a no poner límite al amor; a no dejar que nos distraigan de nuestro objetivo como cristianos, a estar siempre atentos para descubrir y luchar contra lo que impide la fraternidad y apoyar con todas nuestras fuerzas lo que la favorece.

Estar despiertos es jugarse el tipo por cualquier cosa que pueda contribuir a la felicidad de los hombres, especialmente de aquellos que viven más lejos de la alegría.

Estar despiertos, estar despabilados, es moverse, mante­nerse ocupados en realizar el bien común, aunque, por mover­nos, no salgamos en la foto.

Estar despiertos es ponerse a trabajar sin descanso para que el viejo ideal de Isaías, englobado dentro de la propuesta de Jesús, se vaya haciendo realidad...



23. COMENTARIO 2

vv. 37-44. En cambio, hay otro acontecimiento cuyo momento no puede ser precisado. Sólo el Padre puede determinarlo. Este es el momento del «fin» individual y del «fin» de la historia, que depen­den de la maduración del individuo y de la humanidad. Este fin supone para el individuo una entrega como la de Jesús, que lo constituye en hijo de Dios; por eso sólo el Padre, que es el término de esta relación, puede apreciar cuándo el hombre ha llegado a su pleno desarrollo como hijo.

Pasa Jesús a precisar el carácter de su «llegada», descrita antes de forma figurada en vv. 30s, y cuyo día y hora son desconocidos. Esta será inesperada para la inmensa mayoría. Como en tiempos de Noé, la humanidad, distraída en sus asuntos, no verá acercarse la ruina. Los discípulos, en cambio, que saben que ese día se acer­ca, deben estar vigilantes.

La clave de interpretación se encuentra en el verbo «estad en vela» (42), que aparece también en el episodio de Getsemaní (26, 38.40.41). Indica la solidaridad e identificación con la muerte de Jesús, cuya angustia experimenta en el huerto. Los discípulos han de estar siempre preparados a afrontarla (v. 44). Se ve que la lle­gada del Hombre se identifica con la hora de la persecución a muerte contra los suyos. Su llegada es salvación, pues viene a reunir a sus elegidos (v. 31). La actitud en la hora de la prueba depende de la que se haya tenido en la vida, y decidirá la suerte de cada uno, según lo dicho en v. 13: «el que resista hasta el fin, ése se salvará». La llegada del Hombre es la ruina de un sistema opresor: ésa es su victoria; al mismo tiempo, es la salvación para los suyos que han dado la vida en la persecución y cuya actividad, proclamando el mensaje y dando su vida, ha provocado esa caída. Ellos no pueden participar de la inconsciencia general.



23. COMENTARIO 3

Comenzamos el tiempo de Adviento, tiempo de preparación para las celebraciones navideñas del nacimiento y manifestación de Jesucristo, de la encarnación del Verbo, la Palabra de Dios. Adviento quiere decir "venida", "llegada", y eso es lo que nos preparamos a celebrar: la primera venida del Verbo de Dios, de su Palabra, revestido de nuestra carne humana, su primera venida en humildad. Nuestra preparación para estas celebraciones durará 4 semanas más o menos, hasta la fiesta de Navidad. Serán días llenos de esperanza, y días de una sobria penitencia simbolizada en el color morado de las vestiduras y otros adornos litúrgicos. Días de intensa escucha de la Palabra de Dios que nos hará escuchar la voz de los profetas, especialmente la de Isaías, y nos hará contemplar a Juan Bautista y a la Virgen María, ellos también como nosotros, volcados a la espera del Salvador. Son días de recogimiento y de oración, de una alegría contenida que nace de la espera de algo que sabemos será maravilloso para nuestras vidas. Días en los que debemos evitar los desbordamientos y los excesos a que nos incita la propaganda y la publicidad de los mercaderes, ellos que han convertido la santa fiesta de Navidad en una feria, en parte porque nosotros, los creyentes, se lo hemos permitido.



La primera lectura, tomada del profeta Isaías, nos presenta una imagen hermosa: el monte del Señor, la montaña santa que Dios se eligió en la tierra de Judá, sobre la cual se alza hasta el día de hoy Jerusalén, y se alzaba hasta hace unos 2000 años el templo de los judíos. Isaías vaticina un destino glorioso para Sión, de convertirse en el centro del mundo y de la historia, hacia donde se vuelvan y se dirijan todos los pueblos de la tierra, de donde fluya sobre el mundo la Palabra y la ley justa y liberadora del Señor. Anuncia además una era de paz universal expresada con las hermosas imágenes de las espadas convertidas en arados y las lanzas en podaderas. Todo este cuadro maravilloso aparece iluminado por la luz de Dios mismo.

San Pablo, en sus carta a los romanos, nos exhorta a la vigilancia, a despabilarnos y estar listos para las solemnidades que se acercan, para recibir al Mesías que ya viene. El apóstol nos habla de la luz y del día, en contraste con las tinieblas de la noche. Nos exhorta también a revestirnos con las armas de la luz; porque él ya advertía a los cristianos de Roma contra los excesos de una cultura del despilfarro y la vanidad, de los placeres sin medida y la violencia de los codiciosos, de las apariencias en el vestir y en el cuidar el cuerpo. Pablo nos dice que nuestro vestido más lujoso y nuestros adornos y perfumes ha de ser el Señor Jesucristo.



El evangelio de San Mateo está tomado del que llamamos el "discurso escatológico", la colección de dichos y enseñanzas de Jesús en los capítulos 23 al 25 de su evangelio, acerca del sentido final del mundo y de la historia.

Estas advertencias de Jesús ponen una nota de gravedad en el tiempo de Adviento que hoy empezamos a celebrar: no se trata sólo de los adornos navideños de los cuales ya están atiborrados, hasta lo absurdo, los supermercados, las tiendas, los medios de la publicidad. No se trata de una falsa alegría, inducida artificialmente por musiquillas pegajosas, ni de la vana apariencia de bienestar que da el despilfarrar dinero en compras inútiles. Ni de los viajes que en muchos países se promueven por estos días, las luces artificiales, los juegos pirotécnicos, y tantas cosas por el estilo. Para los cristianos se trata de la certeza de que viene su Señor, para salvar y para cobrar cuentas, para premiar y castigar. Qué sea de nosotros ante su venida dependerá de nuestras actitudes y compromisos. Si hemos amado y servido, si hemos promovido la justicia y buscado la paz, si hemos luchado por un mundo más justo, de hermanos, no tendremos que temer, seremos acogidos en los brazos del Padre. Pero será distinta nuestra suerte si nos hemos dejado seducir por la vanidad con que los mercaderes quieren que celebremos estas fiestas: entre comilonas y borracheras, lujurias y desenfrenos, riñas y pendencias, olvidándonos de los pobres y de los pequeños, de los favoritos de Dios.

  1. R. J. García Avilés, Llamados a ser libres, "Seréis dichosos". Ciclo A. Ediciones El Almendro, Córdoba 1991
  2. J. Mateos - F. Camacho, El Evangelio de Mateo. Lectura comentada, Ediciones Cristiandad, Madrid.
  3. Diario Bíblico. Cicla (Confederación internacional Claretiana de Latinoamérica).