Apocalipsis

 

Son muchas las interpretaciones que se le dan a éste último libro de la Biblia, pero por desgracia, la mayoría de ellas son hechas en sentido erróneo, al realizarlas fuera de la Iglesia y de acuerdo a lo que a cada uno se le ocurre. Pero a éstos, dice San Pedro: "Pero, ante todo, tengan presente que ninguna profecía de la Escritura puede interpretarse por cuenta propia..." (II Pedro 1,20). 
San Pablo dice: "... esos tales no sirven a Nuestro Señor Jesucristo, sino a su propio vientre, y por medio de suaves palabras y lisonjas, seducen los corazones de los sencillos" (Romanos 16,18). Y también leamos II Pedro 3,16-18.

 

 

Introducción  
La idea que debemos tener antes de empezar nuestro curso es que el Libro del Apocalipsis nos habla del amor y la preocupación de Dios por la salvación de todos los hombres: "Dios quiere que todos los hombres se salven, y lleguen al conocimiento de la verdad". (l Timoteo 1,2-4). Además, se manejan dos ideas claras: El poder de Dios, que brota de su gran amor y que finalmente vence; y el poder del mal, que es vencido, que muchos han querido resaltar mas, sobre todo en películas y predicaciones de gente inexperta en la interpretación de las Escrituras.

Una idea antes de empezar: Es algo significativo el que Jesús haya hecho éstas revelaciones a su "discípulo amado", pues San Juan entendía perfectamente el amor de Dios revelado en Jesús, y al que entiende el amor (no porque los otros apóstoles no lo entiendan), se le da el encargo de revelarlo. Además, habían pasado ya casi 100 años de que Jesús ascendió a los cielos, y muchos cristianos se alejaban del amor de Dios. Pero entremos a fondo a éste mundo maravilloso del amor de Dios revelado a San Juan, el discípulo amado de Jesús, a través del APOCALIPSIS.
  

1. EL TITULO  
La palabra griega (apocalipsis) significa manifestación, revelación. Cuando hoy se habla de apocalipsis, enseguida pensamos en catástrofes, espantos, fuerzas terribles desatadas, bien sean cataclismos de orden natural, bien una explosión nuclear. De éste modo olvidamos, lo cual es muy lamentable para la interpretación del Apocalipsis, que éste libro ha de ser leído como una revelación de Jesús; como el descubrimiento del sentido del Evangelio. Al mismo tiempo perdemos definitivamente de vista el hecho de que el título de "Apocalipsis" es también una indicación de género literario, o una manera de escribir como luego veremos.
 

2. EL APOCALIPSIS DE JUAN Y LOS APOCALIPSIS JUDÍOS
La forma de escribir un libro en género apocalíptico tiene cuatro aspectos:

 
  1. Esotérica en su carácter (Con mensaje oculto): Angelología, Demonología, Astrología, Numerología (7; 3; 666; 144,000; 12 etc.)
  2. Seudónima en su paternidad
  3. Simbólica en su lenguaje
  4. Literaria en su forma

El Apocalipsis ¿Es apocalíptico?. El autor del Apocalipsis tiene conciencia clara de estar escribiendo un apocalipsis. Conoce las reglas del género y se inspira en ellas. Pero su fe cristiana transforma fundamentalmente el mensaje apocalíptico. Tan sólo se conserva la forma externa y aún esto únicamente cuando sirve para el propósito del autor: anunciar la conmoción que la venida de Jesús provoca en la vida de cada hombre y del mundo entero, y celebrar la espera cierta de su venida final, apoyándose en la experiencia de su presencia actual, exigente y salvífica.
3. PLAN DEL LIBRO
Un plan difícil. Basta leer algunos comentarios. Decir que cada cual presenta un plan estructural no es exagerar, sino que resulta muy difícil ofrecer un ordenamiento que satisfaga profundamente, al menos nuestra exigencia de lógica. Y el caso es que rara vez un texto ha llamado tanto la atención sobre algunas de sus estructuras: hay siete iglesias, y por tanto, siete cartas; el libro tiene siete sellos cuidadosamente enumerados; luego vienen las siete trompetas y las siete copas; se anuncia tres desgracias, etc. Los temas tratados.

 
  • Introducción y visión inaugural (1)
  • Las dos bestias (13)
  • Las siete cartas a las Iglesias(2-3)
  • Los 144,000 y el juicio (14)
  • Visión trono, cordero y libro de los 7 sellos (4-5)
  • Los ángeles con las siete copas (15-16)
  • Los siete sellos (6,1 - 8,5)
  • El juicio de Babilonia (17,1 - 19,10)
  • El "paréntesis" del capítulo 7
  • El Mesías Juez (19,11-21)
  • Las siete trompetas (8,6 - 11,19)
  • Los 1,000 años y el juicio (20)
  • El "paréntesis" de los capítulos 10,1 - 11,13
  • La era nueva (21,1-22,5)
  • La mujer, su hijo y el dragón (12)
  • Epílogo (22,6-21)

Algunas observaciones sobre la composición del libro, sus principios y motivaciones:

+ Significado de los paralelismos. Dicho de otra manera: el tema de las siete trompetas no es radicalmente diferente del de las siete copas. El mensaje es fundamentalmente el mismo. O mejor, anuncia las mismas verdades, pero con acentos distintos cada vez, cambiando la iluminación o el punto de vista.
 

Trompetas
Copas
1.- Granizo y fuego sobre la tierra: un tercio arde 1.- Derramada sobre la tierra
2.- Montaña ardiendo precipitada al mar, un tercio del cual se convierte en sangre 2.- Derramada sobre el mar, que se convierte en sangre. Todo perece
3.- Un astro ardiente cae a las aguas dulces: un tercio se envenena 3.- Derramada sobre las aguas dulces, que se convierten en sangre
4.- Es herido un tercio de los astros 4.- Derramada sobre el sol que abraza a los hombres
5.- Una estrella arrojada del cielo, abre el abismo, sale una humareda que oscurece el sol, langostas y escorpiones atormentan a los hombres que no son de Dios 5.- Derramada sobre el trono de la bestia, cuyo reino oscurece. Los hombres son torturados, pero no se arrepienten
6.- Liberación de los cuatro ángeles encadenados en el Eufrates. Invasión, muere un tercio de los hombres 6.- Derramada sobre el Eufrates, que se seca y permite la invasión de los reyes de oriente
7.- Proclamación de la actualidad del juicio 7.- Juicio de Babilonia


+ Una progresión. Las visiones repiten constantemente las mismas afirmaciones, pero abren perspectivas propiamente escatológicas.+ Paréntesis esenciales.Llamaremos paréntesis a la inclusión de un tema en medio de otro. Son paréntesis de elementos que intervienen en la serie con una función determinada, la de retrasar deliberadamente la progresión. Por ejemplo, la pausa que separa el sexto sello del séptimo (Ap.7), o la sexta trompeta de la séptima (10,1-11,13). Del mismo modo podemos enjuiciar los capítulos 12 al 14, que siguen a la séptima trompeta y preceden la primera copa. Una función muy similar es la que tiene, dentro de las distintas visiones, los himnos y las proclamaciones solemnes: invitan al lector a descubrir cómo los acontecimientos apocalípticos anunciados le conciernen a él directamente.
4. DESTINATARIOS
 

 
  1. Dos situaciones sucesivas.
    Las observaciones anteriores nos hacen suponer que el libro del Apocalipsis recibió dos destinos diferentes y sucesivos. En su estado primero, al comienzo del capítulo primero y por el cuerpo del Apocalipsis, los capítulos 4 a 22,15, el libro parece preocuparse sobre todo por los problemas que plantea a los cristianos el vivir en el corazón de un imperio idólatra, donde se creía que el emperador era dios, y por las amenazas que pesan sobre quienes se niegan a plegarse a las exigencias del culto imperial, o adorar al emperador.

     
  2. El culto imperial.
    La visión del capítulo 12 pone en escena a Satán, a la Mujer Celeste, imagen del pueblo de Dios (12,1ss), y al Mesías. Cuenta la historia de la hostilidad irreconciliable que enfrenta al diablo contra Dios y los suyos.

    La bestia que aparece ahora es una criatura de Satán, uno de sus lugartenientes en la tierra, una realidad que de alguna manera encarna al diablo en el mundo contemporáneo del vidente. Es, pues, legítimo tratar de averiguar la identidad de la persona o cosa que esconde tras ésta imagen.


    La primera bestia. Lugarteniente de Satán. Su apariencia muestra claramente un parentesco estrecho con el dragón Satán (12,3 y 13,1). Es un instrumento del diablo, su apoderado. No es de extrañar, pues, que la acción de la primera bestia trate de empujar a los hombres a adorar al dragón.

    Una realidad política. Esta bestia recapitula los rasgos de las tres primeras bestias de la visión de Daniel 7, que simbolizaban respectivamente los imperios Babilónico, Medo y Persa. La primera bestia designa asimismo un reino. Caracteriza la acción de la primera bestia el "poder" ejercer el poder. Su poderío es grande. Su dominio es universal.

    Carácter religioso. Son muchos los rasgos que ponen de manifiesto el carácter religioso de la bestia: Blasfemo. Profiere blasfemias. Exige que se le adore y celebre proclamando "¿Quién como la bestia?".

    El Imperio Romano. Todos estos rasgos vienen a perfilar un retrato robot que los primeros lectores del Apocalipsis identificaban inmediatamente: se trata del Imperio Romano. La mentalidad popular atribuye fácilmente el orden romano, que permite vivir en un mundo pacífico y organizado, al favor de los dioses. Son aquellos quienes están detrás de toda autoridad humana. Por eso el hombre en quien se concentra todo el poder, el emperador, es de rango semidivino.

    Roma/Babilonia. En éste contexto hay que situar los capítulos 17 y 18 del Apocalipsis, donde se anuncia el juicio de Babilonia, la gran ramera.

    Las siete cabezas de la bestia. (Ap.17,9-11), presenta una misteriosa alegoría según la cual, las siete cabezas de la bestia son siete reyes. Cinco ya han caído, el sexto reina todavía; el séptimo pasará rápidamente. Luego vendrá un octavo rey identificado a la vez con la bestia y con uno de los siete soberanos anteriores.

    La victoria pascual. Satán es arrojado del cielo y precipitado a la tierra en tiempos de Tiberio. El primer emperador demoníaco será, pues el sucesor de Tiberio: Calígula. A continuación vienen Claudio y Nerón, prescindiendo de los reinados enfermos, y por momentos concomitantes, de Galba, Otón y Vitelio; el cuarto es Vespaciano; el quinto, Tito; el sexto, bajo cuyo reinado se escribió el Apocalipsis, es Domiciano. El séptimo está por venir. Después vendrá el octavo, de quien se dice a la vez que es uno de los siete y que se identifica de alguna manera con la bestia. Es la perfecta encarnación del imperio idólatra.

    Sabemos que Nerón fascinó literalmente a sus contemporáneos por causa del exceso mismo de la perversidad (matricida, incendiario, déspota...) A su muerte corren rumores de que el emperador no ha muerto. Este es el octavo emperador, uno de los siete y la bestia a la vez (13,3; 17,8; 17,8.11) Su regreso, en vez de triunfo, será ocasión para que el mundo entero asista a la derrota definitiva de las fuerzas satánicas.

     
  3. El 666
    El último versículo del capítulo 13, contiene la más conocida dificultad interpretativa del Nuevo Testamento: el número de la bestia, 666. El autor mismo nos advierte que emplea una manera cifrada para designar a la bestia. El que tenga inteligencia (inteligencia inspirada, claro está) que entienda el código y lo traduzca. Pero volviendo al problema, digamos con claridad de qué manera lo podemos abordar: es posible descifrar cualquier mensaje codificado con sólo disponer de una muestra de textos (o cifras) suficientemente grande.


    Este 666 es resultado de un procedimiento llamado gematría. Consiste en sumar el valor numérico de las letras que componen un nombre o una palabra. Como se sabe, ni el hebreo ni el griego tenían números. Estos son sustituidos por letras con valor numérico. Por ejemplo las letras griegas l=1; V=5; X=10; L=50; etc. El primer interrogante consiste en saber cuál es el alfabeto de referencia, el hebreo o el griego. Una de las soluciones más interesantes supone una base hebrea. Las letras que componen la fórmula "Nerón Emperador" (Qesar Nerwn, en hebreo; se pronuncia Quesar Nerón) valen, en efecto, 666. El hebreo se escribe al revés que el español, y no se escriben las vocales.
     
Letra hebrea (Qesar)
Valor
Letra hebrea (Nerwn)
Valor
Q=Qof
100
N=Nun
50
S=Samek
60
R=Resh
200
R=Resh
200
W=Waw
6
 
 
N=Nun
50

_______________________________________(Qesar Nerwn). La Suma da un total de 666. El número que nos interesa se compone de tres 6. ¿No habrá en ello una insistencia deliberada, que trata de poner de relieve el hecho de que la persona o realidad de que se trate se halla marcada de manera definitiva por el número 6, esto es una cifra que, por ser contigua al siete (perfección) sin llegar a alcanzarlo, simboliza el mal, la rebelión contra Dios, la idolatría? Este tipo de simbolismo que, señalando con claridad el carácter satánico de la realidad significada, excluye definitivamente todo intento de identificación concreta; es quizá el camino explicativo más seguro de este texto misterioso. Además, tiene el mérito de extinguir la ardiente y peligrosa fascinación que ejerce en el espíritu humano la posibilidad de ver en la historia contemporánea las señales que el plan de Dios hubiera establecido de antemano. Es decir: no podemos expresar que el 666 vaya a nacer ahora; o que si nace, tenga en su cuerpo marcados los tres 6.

 

5. La Gnosis
 

La palabra griega    , significa "conocimiento"; de ahí se deriva una corriente filosófico-religiosa que se llama "Gnosticismo", que pretende llegar al conocimiento total de Dios y de la naturaleza por el solo hecho de poder pensar; eran personas que se sentían con una cierta iluminación interior que los hacía pensar con un poder como el de Dios. En el Apocalipsis de San Juan, trata de manifestar el verdadero conocimiento, adquirido por las revelaciones y expresar una verdad: El Espíritu es quien revela a Dios.

Las cartas a las Iglesias. El Apocalipsis no contenía en su primera edición las cartas a las Iglesias. Su intención principal era anunciar la presencia y la próxima venida de Cristo resucitado y celebrar su victoria sobre el mundo idolátrico. Es inútil que el imperio romano use su inmensa fuerza y Satán la utilice como instrumento de su odio contra los cristianos. Estos son los verdaderos vencedores con su Señor, aún cuando, como él, deban morir por su fe.

Las cartas se presentan como una palabra profética dirigida a las Iglesias de parte de Jesús. Interpelación que se refiere a "lo que es", es decir, a la actualidad. Esto nos lleva a preguntarnos sobre esa actualidad, y a indagar en las cartas todo cuanto pueda esclarecer la situación de las comunidades de Asia Menor en este final del siglo l.

La herejía. Herejía es una forma de pensar sobre Dios o lo que es de El que no es la correcta y que se expresa o se enseña como doctrina verdadera.

Las cartas también hablan de enfrentamientos y persecuciones, pero ésta no es una preocupación primera. Una lectura atenta de los capítulos 2 y 3 del Apocalipsis, muestra enseguida una preocupación central del autor: se dirige a las Iglesias que se hallan ante un peligro especial. Ese es el motivo por el que Cristo, que inspira éstas cartas, empieza siempre diciendo que conoce perfectamente la situación local. Y luego sigue aprobando, exhortando o condenando según la reacción de la Iglesia frente a la amenaza concreta. El rasgo verdaderamente nuevo de la situación reside en que el peligro ya no viene sólo del exterior. Se halla presente en el seno mismo de las Iglesias; se adorna con vestiduras cristianas para mejor seducir a los fieles: es la herejía.

Veamos cuáles son los indicios que nos permiten conocer la situación de cada una de las Iglesias:

En Efeso, la Iglesia comenzó expulsando a los "herejes", pero ahora se muestra tolerante.
En Esmirna, todo va bien.
En Pérgamo, la amenaza es acuciante, pero sólo algunos miembros de la comunidad se han dejado llevar por las ideas nuevas. 
En Tiatira, la Iglesia reacciona bien, pero tolera en su seno la presencia de una profetisa cuyo mensaje herético continúa ejerciendo su seducción.
En Sardes, la relación de fuerzas es inquietante; sólo unos cuantos cristianos resisten al contagio.
En Filadelfia, la situación es la inversa que Sardes.
En Laodicea, da la impresión de que toda la comunidad entera se ha inclinado a la herejía.

Los herejes aparecen nombrados dos veces: Ap. 2,6.15. A éstos hay que añadir la profetiza Jezabel (nombre de la mujer del rey Ajab, la cual hizo idolatrar al pueblo de Israel -1a. de Reyes 16,31- y Juan le da el nombre como símbolo, aplicándolo a una persona que difunde la idolatría), cuyo mensaje no es diferente. Las cartas del Apocalipsis no nos dicen mucho sobre ésta herejía. Una tradición bastante firme hace remontar el movimiento nicolaíta al diácono Nicolás, uno de los siete helenistas mencionados en el libro de los Hechos (6,5). Si nos atenemos a las informaciones que nos proporcionan los Padres sobre los nicolaítas y su maestro Nicolás, parece ser que el fundador fue un asceta preocupado especialmente por mantener el cuerpo en su rango inferior, o lo que es lo mismo, las ideas nicolaítas proceden de un dualismo que opone la carne al espíritu. Se trata de una gnosis.

El elegido se siente portador de una chispa divina encerrada en su cuerpo como en una prisión. A partir de ahí está claro que es posible, sin inconveniente alguno, exponer el cuerpo, puesto que no es el verdadero yo del hombre. Para el vidente del Apocalipsis, una infidelidad imperdonable al único Dios verdadero. Tal es el motivo por el que el vidente se siente movido por Cristo a escribir a las Iglesias para que expulsen a esos falsos cristianos y avancen firmemente en el seguimiento de Cristo por caminos en los que confesar la fe lleva consigo el riesgo.

¿Una o dos herejías? Algunos señalan que las cartas parecen distinguir la herejía nicolaíta de un segundo peligro representado por una tendencia judaizante dentro de la Iglesia; ambas herejías son presentadas como inspiradas igualmente por Satán.
 

6. La Cristología

Al principio del Apocalipsis encontramos una fórmula que podemos considerar como un resumen de la Cristología del libro: "Gracia y paz a vosotros... de parte de Jesucristo, el testigo fidedigno, el primero en nacer de la muerte y el soberano de los reyes de la tierra. Al que nos ama y con su sangre nos rescató de nuestros pecados, al que hizo de nosotros linaje real y sacerdotes para su Dios y Padre, a El la gloria..." (Ap.1, 4-6).

Señalemos, en primer lugar, los tres títulos cristológicos. "Príncipe de los reyes de la tierra", se refiere evidentemente al señorío; "Primero en nacer de la muerte", a la resurrección; es fácil de entender que "testigo fiel" se refiere a la crucifixión.    (mártir) = testigo.

  1. Cristo, testigo de Dios en el mundo, sella su testimonio con su sangre. Este sacrificio está claramente en paralelismo con la inmolación del Cordero Pascual (5,6). Obtiene una redención universal (5,9) perdonando los pecados (1,5; 7,14).
    La Cruz no es, pues, una derrota, sino el testimonio en el mundo de la victoria del Dios que salva por amor. También los hombres pueden ser llamados a dar ese testimonio que consiste en proclamar, en medio de un mundo hostil, el señorío del Dios único. Los dos testigos de Ap. 11 (figuras que simbolizan la vocación profética de la Iglesia) son condenados a muerte como su Señor. Pero en Ap. 12,11, se afirma solemnemente cómo los testigos, en su martirio, actualizan la victoria de Cristo. La muerte, la victoria y el fracaso, no tienen ya para ellos el significado engañoso que el mundo les da.

     
  2. El primero en nacer de la muerte. Cristo ha resucitado. Conoció la muerte, pero vive (1,18; 2,8). Cristo tiene las llaves de la muerte. Ello significa que otorga a los suyos una vida que la muerte natural ya no puede amenazar. Es una vida resucitada, que no teme ya nada, ni siquiera el juicio final.

     
  3. Príncipe de los reyes de la tierra. Cristo reina ya desde ahora. Está sentado con Dios en el trono (3,21). Ejerce el poder sobre las naciones (2,27-28), obtiene la victoria (17,14; 19,11ss). Pero el reino de Dios y de su Cristo es tan efectivo, que ya desde ahora podemos verificarlo y experimentarlo: reconociendo sólo a Dios el derecho de dirigir, juzgar y dar vida. Entramos en un mundo nuevo en el que el hombre nuevo participa de ese poder nuevo que en nada se parece a la dictadura a que tan a menudo tiene el poder humano (1,6; 2,26; 3,21; 5,10; 12,11).

Los cristianos, testigos de Dios en Cristo, viviendo sus vidas, asociados a su reino, son en el mundo un pueblo de sacerdotes. El plan de Dios llega a su cumplimiento: un mundo en el que Dios y Cristo están tan presentes, que ya no hay necesidad de templo (21,22) ni de sacerdotes.

Los numerosos títulos otorgados a Cristo en el libro, son con frecuencia los títulos reservados tradicionalmente a Dios mismo (Primero y Ultimo; Alfa y Omega; Principio y Fin, Viviente; Señor; Rey de reyes...)

El Espíritu. En varias ocasiones, el Apocalipsis habla de los siete espíritus (1,4; 3,1; 4,5; 5,6). Entiéndase: el Espíritu en su plenitud. El Espíritu es el medio privilegiado de relación entre Dios y los hombres. El es quien inspira visiones y revelaciones (1,10; 4,2; 17,3; 21,10). Por consiguiente, es un Espíritu Profético (22,6). Pero ahí reside la originalidad del Apocalipsis: la profecía consiste, en efecto, en el testimonio de Jesús (19,10). Distingamos los dos aspectos de la afirmación: el Espíritu que inspira a los profetas, tiene siempre relación con la persona de Cristo, su obra y, en especial, la cruz; el Espíritu empuja siempre a una obediencia que lleva a los fieles de Cristo a un testimonio semejante al de su maestro.

Por eso, en las cartas a las Iglesias, el Espíritu hace hablar al propio Jesús (2,7.11.17.29; 3, 6.13.22) para invitar a los cristianos a esta fidelidad encarnada y arriesgada.

 

7. El Juicio

Numerosos anuncios. Una lectura rápida del Apocalipsis descubre un fenómeno bastante curioso: en casi todas las visiones, se anuncia el juicio y, como para complicar más las cosas, se anuncia a menudo como ya realizado o en trance de serlo.

Abundan los signos que muestran cómo los pretendidos juicios son formas diferentes de una escena única: el último juicio. Así por ejemplo, podemos reseñar tres menciones (16,14ss; 17,14; 19,11ss) del combate escatológico del Mesías contra las fuerzas adversas. Los adversarios son los mismos; no se trata, pues, de tres combates sucesivos, sino de tres alusiones a la misma conflagración. Del mismo modo, el castigo de Babilonia se anuncia como ya realizado en Ap. 14,8; pero el capítulo 18 lo relata como cumplimiento presente de las profecías.

El juicio final. No podemos dejar de señalar que los diversos anuncios del juicio se refieren todos a Cristo. El es quien realiza siempre el combate decisivo que lleva al aniquilamiento de los enemigos y, sobre todo, de su jefe; pero además, él es quien está en el centro del acontecimiento capital que constituye el gozne (bisagra, unión) de la historia de la salvación. Por ejemplo, la primera celebración del juicio actual (Ap.11,18) responde a la confesión de fe sobre la actualidad del reino de Dios y de su Cristo (11,15).

Más aún. La descripción más completa del juicio, (19,11-21) parece preocuparse, sobre todo, por subrayar el carácter divino del Mesías Juez, el cual recibe atributos y nombres que caracterizan a Dios (Fiel, Veraz, Rey de reyes, Señor de señores), da cumplimiento a las profecías que anunciaban que Dios juzgaría (Isaías 63,1-6), es la Palabra misma de Dios.

Por eso concluimos que se trata de un solo juicio: el juicio último, escatológico (    = último; últimos tiempos; Parusía: segunda venida de Cristo), que Dios realiza en Jesucristo. Por eso mismo, las múltiples visiones que mencionan el juicio, no hacen sino realzar la unidad profunda: se trata del juicio pronunciado en Jesucristo, que el Evangelio de Juan proclama como condenación de Satán y sus secuaces (Sn.Jn. 12,31; 16,11). El libro en que se fundamenta ese juicio se llama precisamente libro de vida del Cordero Inmolado (Ap.13,8)

La Revelación del Juicio. Esta teología, tan joánica, nos hace comprender que el juicio, como la salvación, es objeto de revelación y no una realidad objetivamente constatable.

En Ap. 16, las siete copas desencadenan unos cataclismos cuya narración merece estudiarse con detalle. Se trata de signos tradicionales de la cólera de Dios y de su juicio actual sobre el mundo.

Como en el Éxodo, Dios es a la vez juez y salvador: haciendo salir a su pueblo de la tierra de servidumbre, hiere a los opresores. Por eso insiste tanto el Apocalipsis (sobre todo en el capítulo 16) en el llamamiento a la conversión, que resuena en los signos del juicio y en el endurecimiento de los "habitantes de la tierra".

La actualidad del juicio. El juicio, al igual que la salvación, es materia de revelación, objeto de fe. Cuando los cristianos obedecen a su vocación profética, cuando son en este mundo los testigos fieles de Cristo muerto y resucitado (Ap.11), entonces puede proclamarse la actualidad del juicio (11,18). Dicho de otro modo: cuando los hombres reconocen a Dios como salvador, se convierten aquí abajo en testigos vivientes del juicio, manifiestan la verdad de la exigencia del Dios santo, prefieren la fidelidad a todo lo demás, gritan con su sola obediencia que Dios debe ser creído y seguido; rechazan todo cuanto de El aparta y condena. Es de notar que esto adquiere todo su valor en el marco de las proclamaciones litúrgicas. El culto es el lugar por excelencia donde esta revelación se actualiza, puesto que en él, Dios es celebrado en la tierra comosalvador, como rey y, por tanto, como juez.

El juicio futuro. No puede presentarse únicamente como un acontecimiento pasado o presente. Unos hombres se arrepienten y viven de la salvación; otros rehusan toda conversión. Por consiguiente, se puede seguir hablando de juicio en el futuro (Ap. 14,9-10).

La predicación del juicio no puede reducirse a un llamamiento al arrepentimiento. Recuérdese que hay fundamento cristológico del juicio: La vida presente de los testigos es profecía de la vida eterna, signo del reino, anticipo de la plenitud hacia la que tiende la historia de la salvación.

El Apocalipsis es, efectivamente, una revelación. Revela la realidad del mundo y de su historia, por ser primeramente revelación de Jesucristo. En el corazón del libro, está El. No el Cristo terrible que aplasta a sus enemigos, sino el Cristo de la crucifixión, el que en la muerte ha manifestado la vida y en el fracaso la victoria. En él tienen acceso al mundo nuevo de la vida eterna los hombres de todos los tiempos y de todos los lugares.

8. Simbolismo: Lenguaje de imágenes

Todo género literario de Apocalipsis, incluido el nuestro, usa un leguaje de imágenes, no de conceptos. Todas las visiones, con los objetos y personas (aparte las de Dios y de Cristo), así como números, colores, los animales, los astros, las partes del cuerpo, son figura de otra cosa que el autor toma (no copia) de las tradiciones de su pueblo, sobre todo de la tradición profética y de la apocalíptica.

Símbolos simples. Que son derivados de la tradición judaica. Los números: 3 y medio= (mitad de siete) lo breve, lo deficiente (Ap.11,2). Nota: Maneras de usar el 3 y medio: 1,260 días (11,3;12,6) o 42 meses (11,2; 13,5) o tres años y medio (12,14); 4 = cifra del mundo creado; 7 = perfección; 12 = perfección y totalidad de un pueblo, el antiguo y nuevo Israel; mil = una gran cantidad. 
Las cifras pueden también multiplicarse: 12 x 12 x 1,000. 
Objetos y colores: blanco = victoria, pureza; rojo = asesinato, violencia, sangre de los mártires; púrpura = lujo y magnificencia; negro = muerte, impiedad; vestiduras blancas = función sacerdotal o la alegría (4,4; 6,11); otra es la corona = la realeza; cabellos blancos = eternidad (¡y no vejez!); cinturón de oro = poder real; ojos = el conocimiento y la ciencia; cuernos = el poder (Ap.5,6); palmas, triunfo; alas = movilidad; alas de águila grande = protección divina; espada aguda = Palabra de Dios que juzga y castiga.

Símbolos compuestos. Que son peculiares del Apocalipsis de Juan, nota original del autor.
 

  • a) Los tres septenarios: sellos, trompetas y copas (que hacen resaltar la victoria final de Cristo).

     
  • b) Figuras simbólicas ideales: Los 24 ancianos (4,4) (descritos con símbolos simples) que comparten muchas cosas con Jesús; Los dos testigos (11,1-3) que pueden ser Moisés y Elías (Transfiguración: Sn.Mc. 9,4) o los apóstoles Pedro y Pablo.

     
  • c) La mujer vestida de sol (cap.12); es la Iglesia presentada como sociedad terrestre de los creyentes; dolores de parto: dando a luz a Cristo; huye al desierto: existencia de prueba; perseguida por el Dragón tras el nacimiento de su hijo (Cristo) (12,6.13) y es luego perseguida en sus otros hijos (Cristianos) (12,17).

     
  • d) El Dragón grande (cap.12,3ss): monstruo quimérico mencionado en la Biblia con nombres varios (Leviatán: Sal.74,14; Is.27,1), símbolo del caos hostil a la vida y a Dios, su autor. Es identificado con la serpiente del Génesis 3,1. El diablo o el Satán (=enemigo). Barre con su cola un tercio de las estrellas del cielo (12,4), se refiere a la infidelidad de cristianos a su bautismo.

     
  • e) Las dos Fieras: una que surge del mar (13,1-10 como el dragón); y otra que surge de la tierra (13,11ss): encarnaciones y como lugartenientes ambas del Dragón. Significan todos los agentes satánicos del mal en su oposición a la Iglesia y a los fieles. La primera fiera: los pseudocristos; la segunda: los pseudoprofetas (Ap.16,13; 19,20; 20,10) Jesús los caracterizó (Sn.Mt. 7,15; 24,24, notas que se atribuyen a la segunda fiera Ap. 13,13s.). Algunos piensan que se refiere a Roma y al culto imperial; otros al Anticristo y su profeta que profiere herejías y provoca cismas (separaciones) en la Iglesia.

     
  • f) Babilonia la grande. (La Gran Ramera) Su caída se anticipa en 14,8 (y ya en 11,18) y cuyos crímenes, en sociedad con la fiera, se describen, a la vez que su castigo, en 17,1-18,24. Es presentada como "la famosa prostituta" (17,1), sentada sobre una fiera -que no es la de 13,1ss., aunque se le parece-, vestida de púrpura y escarlata, refulgente de oro, pedrería y perlas, "madre de las prostitutas y de las abominaciones de la tierra". Y se declara explícitamente (v.18) "la gran ciudad, emperatriz de los reyes de la tierra", es decir, Roma, dada a todas las idolatrías, significado éste que, como en los profetas, tiene aquí la voz "prostitución". La fiera con siete cabezas y diez cuernos, sobre que se asienta, es, de acuerdo todos, Nerón, a una leyenda sobre el cual -Nero Redivivus- alude el v.8 (con el v.16s.), siendo las siete cabezas las siete colinas, cimientos de Roma, y también -lo dice el v.6- siete emperadores, que no es fácil identificar, al igual que los diez cuernos. Bastará captar la idea general: Roma con todo su poderío universal en antítesis de Dios (17,18), no es sino un mero instrumento de que se sirve el Anticristo contra la Iglesia.
     

9. Anuncio del Milenio

El anuncio del Milenio (20,1-6) se introduce como período intermedio entre el primer combate escatológico (19,11-21) y el segundo: 20,7-10. Tras la victoria del Mesías y los suyos contra la fiera y sus huestes, y la destrucción de éstas junto con el falso profeta y todos sus secuaces (c.19), Satanás será encadenado y Cristo volverá a la tierra para reinar con los suyos por "mil años" (número simbólico con duración indefinida), período indefinido a partir del cese de las persecuciones romanas hasta el fin del mundo (juicio final: 10,11s.) Cuando habla de la resurrección de los mártires, se refiere al rehacerse de la Iglesia después de las persecuciones imperiales: tiempo de paz interior y exterior.

Algunos han creído que Juan nos describía de antemano todas las grandes etapas de la historia humana hasta el final del mundo. Pero pronto se convence uno del error de estos comentarios; a medida que va avanzando la historia, habría que rehacer las cuentas para que cuadrasen. Partiendo de las cifras de Daniel y del Apocalipsis, por ejemplo, los Testigos de Jehová, propensos a hacer profecías, anunciaron varias veces, como puede verse en sus libros, la gran batalla del Armagedón, la que precedería a la venida del comienzo del milenio de Cristo, primero en 1916, luego en 1925, y por fin en el otoño de 1975, y todo se ha reducido a una mentira tras otra, y los adventistas lo profetizaron primero para el 1843, luego para el 22 de octubre de 1844....

Juan no deseaba anunciar unos acontecimientos concretos, sino ayudarnos a descubrir el sentido que pueden tomar nuestros acontecimientos en relación con el establecimiento del reino de Dios.

Juan nos propondría en imágenes una reflexión sobre los acontecimientos de su tiempo. De éste modo, con más o menos éxito, algunos comentadores han reconocido bajo algún que otro símbolo, a los emperadores del siglo l, las invasiones, las resoluciones de aquella época. Se trata de una intuición muy exacta, con la condición de que no nos empeñemos a toda costa en interpretar cada uno de los detalles. Pero es realmente cierto, por ejemplo, que Juan nos presenta en la primera parte el paso del judaísmo al cristianismo (Ap.3-11) y, en la segunda, la ruina del paganismo romano (12-20).

Una nota. Mucho hemos oído sobre el Armagedón; ¿y qué es en realidad?. Har-magedón, en hebreo "Monte de Megiddó", situado cerca del monte Carmelo, donde varias veces se decidió el destino de la Tierra Santa. Era el campo de batalla por excelencia. En éste lugar murieron Ocozías, rey de Judá, y también el gran rey Josías combatiendo al faraón egipcio (2 Reyes 23,20). Figura aquí en éste monte como lugar de una derrota definitiva. Una tradición también afirma que la última gran batalla del mundo, será librada en éste el fin de los tiempos, cosa que no se puede asegurar por tener el riesgo de malinterpretar imágenes o símbolos.

10. La Iglesia esposa: Las bodas del cordero (Cap. 19).
 

Aleluya es una palabra hebrea (Hallel = alabad a; Yah = Yahveh). La muchedumbre numerosa del cielo celebra con un cántico anticipado el triunfo de la justicia de Dios. La caída de la gran Babilonia facilita y acelera el establecimiento universal del reino de Dios (18,20;Jer. 51,48).
"Voces celestiales cantan la toma de posesión por el Señor, de su reino universal y eterno al mismo tiempo que las Bodas del Cordero. Este hermoso pasaje sirve de transición entre la ruina de Babilonia y la derrota, ya del Anticristo, ya de Satanás" (Fillion). Sobre el Anticristo vv.19-20; sobre Satanás cap.20,1ss.

La Iglesia como desposada, se prepara para celebrar las nupcias con su divino esposo (Ef.5,25-27). Siguiendo a los profetas del AT (Is.54,1;Cant.8,2), pinta el apóstol, bajo la imagen de bodas, ésta unión final de Cristo con la Iglesia. El símbolo indica la íntima e indisoluble unión con la comunidad que Cristo ha logrado por su sangre (1,5; 5,6.9; 7,14; 14,3-4). En el Apocalipsis, la Iglesia es presentada a la vez como madre (12,1ss) y esposa, mientras que su rival recibe el nombre de ramera (17,1ss). Si queremos complementar la idea, leamos Oseas 2,1-23; Isaías 54, 4-8; Ezequiel 16,7ss.; Sn.Mt.22,1-14; Sn.Mt. 25,1,13; Sn.Jn. 3,29; 2Cor. 11,2; Efesios 5,23-32.
 


 

11. Un Cielo nuevo y una Tierra nueva (Cap. 21)

Aquí se nos habla de la transfiguración de las cosas creadas y además en Isaías (65,17ss), en 2 Pedro (3,13) y en Romanos (8,19ss). Esta expresión de "cielo nuevo y tierra nueva" alude a lo que dice San Pedro: "El mundo de entonces pereció anegado en el agua del diluvio, y los cielos y la tierra de hoy están por la misma Palabra de Dios reservados para el fuego, guardados para el día del juicio y del exterminio de los hombres impíos... y para entonces, esperamos también conforme a su promesa cielos nuevos y tierra nueva en los cuales habite la justicia". (2 Pe. 3, 6-7.13) Esta promesa, es, sin duda, la que se lee en Isaías 65 y 66: "Porque he aquí que voy a crear cielos nuevos y tierra nueva", y se olvidarán de los primeros.

Al parecer, los actuales por la Palabra de Dios y por el fuego, y crear Dios los nuevos cielos y la nueva tierra prometidos, habrá una gran transformación. Y como los profetas prometen en lo físico y en lo moral una gran felicidad, largas vidas en los hombres, en los que desaparecerá el luto y las lágrimas, que gozarán pacíficamente del fruto de sus grandes plantaciones y que edificarán casas y habitarán en ellas..., tenemos que éste mundo no será aniquilado, sino solamente renovado y cambiado en mejor, pues como dice San Jerónimo: "Pasa la figura, no la sustancia. No veremos otros cielos y otra tierra, sino los viejos y los antiguos cambiados en otros mejores."

Todo nos hace presagiar que esto se refiere también a la época maravillosa de paz, por cuanto según las Escrituras, el Universo una vez renovado ha de servir de escenario a la vida humana, porque la creación entera tomará parte en la felicidad del hombre (Rom.8, 19-22) y porque vendrán cielos nuevos y nueva tierra en los que habitará la justicia (2 Pe. 3,10-38). Entonces la tierra será como un cielo anticipado, porque en ella no quedarán incrédulos, homicidas, deshonestos, mentirosos, etc.(21,8).
 

 

12. ¡ Vengo pronto ! AMÉN ¡ MARANA-THA !

Esta parte del Apocalipsis, es el mensaje de esperanza para todos los cristianos, de ayer, de hoy y de mañana que están atribulados por las persecuciones y asedios de éste mundo. Y quizá lo más importante de todo el libro, aunque tenga que pasarse por el desierto de todos los problemas y sufrimientos de los capítulos anteriores.

¡Vengo pronto!, y mi galardón viene conmigo. Estemos preparados viviendo una vida de gracia y santidad, porque cada uno será hallado en su habitual estado: el pecador en su pecado, y el justo en su estado de santidad, y si queremos tomar parte en la gran felicidad anunciada, importa que la muerte nos sorprenda en verdadero estado de amistad con Dios, o sea, en el fiel cumplimiento de sus mandamientos. Notemos el gran pecado que es falsificar la Palabra de Dios, pues la maldición de Dios caerá sobre ellos (22,18-19).

¡Marana-tha! ¡Ven, Señor Jesús!. Con ésta expresión, que se refiere a la segunda venida de Jesucristo, termina el Apocalipsis. Después de hablarnos de la gran felicidad reservada a los santos, repite: "vengo pronto", y con éste aviso quiere que no nos durmamos, que vivamos vigilantes, que anhelemos su venida para gozar de la dicha anunciada.

Un día veremos realizarse el anuncio (1,7): "Miren, viene acompañado de nubes; todo ojo le verá, hasta los que le traspasaron, y por él harán duelo todas las razas de la tierra. Si. Amén". Y el Señor Jesús reinará con los santos del Altísimo, y su reino no tendrá fin. Esta es la insuperable felicidad a que aspiramos y que esperamos, y que especialmente deseamos todos los que nos esforzamos por encontrar al Señor.
 

 

¡ Marana-tha !

Que el Señor nos conserve en su Gracia. AMEN


¡ Marana-tha !
 

 

 

13. El símbolo de los primeros cristianos

Los primeros cristianos sufrieron la persecusión del emperador romano, y no le podían platicar a nadie sobre su fe porque temían ser denunciados, pues eran castigados con la muerte por ser cristianos. Para identificar a los que compartían la fe, dibujaban en el suelo o cualquier superficie la figura de un pez, que en griego se dice  = ictís (con minúsculas    ), y lo usaban como clave o señal de ser cristiano. Con las letras griegas formaban un acróstico referido a Cristo:
 

Iesus = Jesús
Jristós = Cristo
Teós = Dios
Uiós = Hijo
Soterós = Salvador

 

 

 

14. Bibliografía

1.- BIBLIA DE JERUSALEN

 

2.- E. Cothenet, L. Dussaut, P. Le Fort, P. Prigent.
ESCRITOS DE JUAN Y CARTA A LOS HEBREOS
Madrid, 1985
Ediciones Cristiandad

 

3.- B. Martín Sánchez
NUEVO TESTAMENTO EXPLICADO
Sevilla, 1988
Ed. Apostolado Mariano

 

4.- Guillermo G. Dorado
LA BIBLIA, HOY. Curso de Actualización Bíblica
Madrid, 1980
PS Editorial

 

5.- Equipo "Cahiers Evangile"
EL APOCALIPSIS. Cuadernos Bíblicos 9
Navarra, 1992
Ed. Verbo Divino

 

6.- Luis Godtsseels, S.J.
BIBLIA TEMATICA
León, Gto. México, 1980
Secretariado Diocesano de Ev. y Catequesis
de León, Guanajuato.

 

7.- Raymond E. Brown, SS, y equipo
COMENTARIO BIBLICO "SAN JERONIMO"
Tomo IV, Nuevo Testamento II
Madrid, 1972
Ediciones Cristiandad