COSTUMBRES
ESPAÑOLAS
a) Costumbres antiguas
b) Costumbres medievales
c) Costumbres
contemporáneas
d) Apéndice: Reforma del teatro español
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a.1) Teatro hispano-romano
Surgió bajo el imperio de los romanos del s. I a.C, cuando gozó España de los juegos y espectáculos de aquella
gran nación, tras haber adoptado su religión, leyes y costumbres, sus usos y
estilos, y sus circos, teatros, anfiteatros y naumaquias.
Despuntaron los teatros de Toledo, Mérida, Tarragona, Coruña, Santi-Ponce
y Murviedro, donde se podían gozar las representaciones
escénicas del mundo clásico, aparte de las carreras de carros y caballos y luchas
de hombres y fieras que podían contemplarse en los circos adyacentes.
Se trató de un espectáculo que debió cesar de todo punto con la entrada de los visigodos.
Surgió con la entrada de los godos del s. VI, prohibiéndose el teatro romano e introduciéndose los concilios
y ceremonias culturales y gentilicias.
Como era un pueblo de salvajes, desunidos y dispersos, vino a hacerse
privativo y necesario el divertimento de los pueblos bárbaros, del que hicieron
incluso legislación. Se trataba de una actividad agitada
y violenta,
propia de
hogares rústicos, del
cultivo de la tierra y para los momentos de entre
guerras[1]:
la caza[2].
De la caza de fieras se pasó a la de aves, naciendo así la división
entre la caza de montería y la caza de cetrería.
Se trató de una caza aparatosa, que llenó todo el mundo visigodo, y que se halló muy frecuente desde los inicios de la monarquía asturiana[3] y nobleza asturiana, que la recibió como diversión cortesana, con gran aparato y comitiva[4], entre montes bravos y persecución de fieras[5].
b.1) Romería astur-leonesa
Surgió en la fundación de los pueblos españoles del s. IX, siendo fomentada la devoción sencilla, en torno a
los santuarios vecinos
y en los días de fiesta
y solemnidad.
Allí se podía estimular la virtud, dar esparcimiento al cuerpo, buscar el solaz en común, y desarrollar juegos causales, como el tirador de barra, la destreza de los jóvenes en el salto y carrera.
b.2)
Danza castellana
Surgió tras la conquista de Toledo del s. XI, cuando empezó a crecer la población de Castilla, y a importarse
el lujo
y la cultura oriental.
Y es que los extranjeros venidos a buscar fortuna en la Reconquista empezaron a importar sus usos y costumbres en nuestros pueblos, y a templar las rudezas de los juegos españoles. Se introdujo el espíritu, la táctica y la cultura de Ultramar.
b.3)
Poesía castellana
Surgió
en los monasterios de monjes del s. XII, cuando los abades empezaron a difundir y dar vuelo a la
representación de los
misterios cristianos, tanto en latín
como en lengua
vulgar.
Fue redactada por los monjes y encargada a los trovadores, juglares, danzantes, menestriles, mimos, saltimbanquis y bichos semejantes… para que la cantasen y dramatizasen a grandes y pequeños, señores y corrillos, plazas y castillos.
b.4)
Auto-sacramentales eclesiales
Surgieron en las iglesias de sacerdotes del s. XIII, cuando los clérigos animaron a la personificación de las virtudes
y vicios en el pórtico de la parroquia, y la gesticulación las escenas
sagradas.
Originaron el arte de la mímica, los ensayos dramáticos, los decires y diálogos, villancicos y églogas… y las actuales características de la escena profana.
b.5)
Torneos caballerescos
Surgieron tras las reconquista de Andalucía del s. XIII, cuando el esfuerzo
y la gloria de los soldados españoles
lograron doblegar por completo a los moros[6].
Permitieron no dar descanso a la acción militar, conseguir recreo en el
ejercicio de las armas y el inicio de la galantería
con las mujeres[7].
Desde aquel punto, el valor
dirigió todas las fiestas del monte, introduciendo la competencia,
el ingenio
y la vanidad.
Tuvieron todo tipo de variantes, como justas
de 15 a 15, de 50 a 50, de 100 a 100, a pie y a caballo, con lanza o con espada,
en liza o en campo abierto, con armadura o sin ella… A cuyas justas habría
que añadir los juegos
de caña y sortija, ajedrez y damas, de tejuelo y de dados[8].
Eran convocados de forma ocasional, para celebrar coronaciones, casamientos, bautismos, victorias militares, alianzas de paz, recibimiento de embajadores… y poco a poco fueron pasando de su lugar cortesano al mundo urbano populoso, como un espectáculo engrandecido[9].
b.6)
Fiestas palaciegas
Surgieron en los castillos de nobles del s. XIII, cuando la música
empezó a desarrollarse al solaz de los príncipes y grandes señores.
Se trataron de regocijos privados y concurridos,
con comida ofrecida en común por el mantenedor de la fiesta, con presencia de
damas, prelados y caballeros vestidos
de gala, y entre decorados ricos en paños,
piedras preciosas y vajillas decorativas.
Consistieron en cenas abundantes y espléndidas,
amenizadas por conversaciones
de armas y amores, y con música y baile hasta altas horas de la
noche.
Sirvieron para introducir usanzas extranjeras, hacer a los hombres más sociables y delicados, urbanizar el trato, multiplicar el chiste y la agudeza.
b.7)
Toros feriales
Surgieron
en las ciudades comerciales del s. XIV, cuando sus ferias y mercados[10]
incluyeron la lidia con fieras bravas por
dinero, con propia plaza o sitio destinado al efecto, y bajo una legislación
reguladora[11].
Comenzaron
a ser utilizados como entretenimiento en los recibimientos oficiales de una
ciudad ante la llegada de embajadas diplomáticas o reales[12].
Y a ser restringida por los propios monarcas españoles[13]
y alguna censura
eclesiástica[14].
Tras haberse hecho universales, comenzaron a surgir hombres arrojados, intereses lucrativos y plazas construidas sólo con ese propósito.
b.8) Comedias culturales
Surgió con Lope de Rueda en el s. XVI, embeleso de la Corte
de Felipe II
y padre del teatro español. No obstante, ya tenía el Hospital de Valencia una
Casa de comedias propia en 1526, en 1534 se publicó una pragmática de trajes
de comediantes, y en 1548 se presentó la comedia del Ariosto en Valladolid
Fue ennoblecida por Berrio y sus Moros
y cristianos, Juan de la Cueva y sus Reyes
y príncipes, Artieda y sus Encantos y
tramoyas, Per Jodar y sus Santos y
milagros, y Lope de Vega como suma de la perfección teatral.
Bajo Felipe III hubo representaciones
en Madrid y las ciudades periféricas de Sevilla, Valencia y Zaragoza, fijándose
en este momento la policía teatral.
Felipe
IV mejoró sus auspicios, levantó magníficos teatros como el del
Buen Retiro, y abrió escuelas para los talentos teatrales. Calderón hizo de la
comedia la mayor de las delicias.
Carlos
II fue demasiado enfermizo y no pudo evitar el fácil desaliento y
decadencia general de todos los espectáculos públicos.
Fernando
VI introdujo en España la escena italiana con todo tipo de pompa.
Bajo Carlos III mejoró mucho la música
y la decoración, pero los teatros provinciales tuvieron que ir cerrando ante
una serie de infortunios y carencia de público general.
En nuestros días, con Carlos IV, se quiere reformar y perfeccionar este espectáculo, pero se está chocando con muchos predicadores que predican que la comedia es un grave pecado, y con otros que ven las reformas con fría indiferencia.
c.1) Diversiones provinciales
Pertenecieron al pueblo que trabajaba. Pues el pueblo llano necesitaba:
-diversiones,
más que espectáculos,
-que
el gobierno les dejase divertirse, más que los divirtiera.
No obstante, cualquiera que recorriera en el pasado las provincias españolas
podía hacer una dolorosa observación:
-que
sus moradores daban lástima, y no se esparcían ni divertían[15],
-que
sus lugares era inmundos, pobres, desaliñados, sin dinamismo ni unión.
Por eso, había que congregar a estos hombres y divertirlos en común,
hacerlos respetar la constitución y vivir según ella. Pues:
-si
no se les daba libertad, en vano se les divertía,
-si
no se les daba diversión, el aparato estatal acabaría oprimiéndolos.
Un juez protegía al pueblo en estos pasatiempos provinciales, y no había distrito ni villa española que no tuviese sus propias diversiones.
c.2)
Diversiones urbanas
Pertenecieron a los nobles que holgaban. Pues las clases pudientes:
-vivían
de sus rentas, sin trabajar,
-difícilmente
podían pasar sin espectáculos.
No obstante, la riqueza y el lujo arrastraron a estas clases a un género
de vida blanda y regalada, que a base de fortuna alejaba la tristeza.
Por eso había que poner remedio a sus dos males funestos:
-despoblar
y empobrecer las provincias,
-acumular
en pocos puntos la población y opulencia estatal.
c.3)
Otras diversiones menores
La maestranza fue uno de los más saludables ejercicios de los nobles, educativo,
varonil e ilustrado. Sin embargo, tenían que ser constantemente perfeccionadas, ya que las
provincias se plagaban de maestrantes, cuyo título apenas suponía ya otra cosa
que el derecho de llevar un uniforme.
Las academias dramáticas fueron una institución importada de la Corte de Parma, perfeccionadora de
buenos dramas e introductora de los principios científicos en el teatro privado.
Por eso, constituyó la institución idónea para ser implantada en todas
las ciudades, ocupando a los nobles y mejorando las técnicas dramáticas de
compostura, modulación y decoro.
Los saraos fueron los bailes nobles, costeados por los concurrentes y con grandes
exigencias, que podían provocar el regocijo para las temporadas de Navidad,
como una costumbre extraordinaria.
Las mascaradas fueron los bailes provinciales, de prudente licencia por parte del orden
público, que podían rendir un buen producto para las temporadas de Carnaval,
como una costumbre ordinaria que se podía imponer en todo lugar.
Los cafés fueron los lugares de conversación cotidiana, donde la gente ociosa
buscaba dónde matar el tiempo y ejercitar los juegos de naipes, ajedrez, damas
y chaquete, así como trucos y billar, y lectura de periódicos. Se trataba de
un lugar idóneo para educar a toda aquella población que vivía fuera de su
casa.
Los deportes de pelota consistieron en juegos de bolos, bochas, tejuelo, corridas de caballos,
gansos y gallos, soldadescas… que llenaban la vida española del XVIII y
endulzaban todos los momentos de amargura.
Surgido en la España imperial del s.
XVI, se trata del primero y más recomendado de todos los espectáculos
españoles a lo largo de su historia, y el más racional, provechoso y digno de
protección. Fue el que introdujo nuevas ideas a la población, llevó
a la imitación de lo heróico y abrazó todos los sentimientos
nacionales.
De ahí que en la decadencia del Imperio
español del s. XIX Gaspar de Jovellanos dedujera la necesidad de
alejar del teatro español la ignorancia, doctrinas erróneas y sentimientos
viciosos, e introducir en él la censura estatal. Pues era tiempo "de preferir el bien moral a la utilidad
pecuniaria", y en esto clamaba
al unísono la religión y la política.
Era la parte poética del teatro español. Y de él debían
quedar fuera de lugar, dado su carácter abierto y general, y destinado a todos
los públicos[16]:
-los
chistes cómicos,
-los
vicios y defectos,
-los
engaños y perfidias,
-las
preferencias bárbaras,
-las
resistencias a la autoridad y duelos,
-los
robos autorizados,
-las
infames tercerías,
-los
ignorantes poetucos y bufones insolentes.
Además, en él podían
introducirse, de cara a mejorar la educación juvenil:
-las
enseñanzas
científicas,
-las máximas
puras y sublimes,
-las perfecciones
del espíritu,
-la reverencia
al Ser Supremo y religión española,
-el amor
a la patria, soberano, jerarquías y constitución,
-la fidelidad
conyugal y amor familiar,
-las amistades
fieles, virtuosas e instructivas,
-los hombres
esforzados, ejemplares y respetuosos.
Era la parte política del teatro español. Y de ella debían quedar fuera de todo lugar:
-los
títeres y matachines,
-los
payasos,
-los
arlequines y graciosos del baile de la cuerda,
-las
linternas mágicas y totilimundis.
Además, en ella podían introducirse:
-la
prudente
inteligencia,
-la censura
por parte de la Academia,
-los concursos
de ingenios,
-los premios
anuales a los mejores dramas,
-la opinión
pública al respecto,
-las tragedias
o comedias,
-los sainetes,
letras, música de tonadillas.
Se trataba de las personas que ejecutaban la pieza teatral. Y en ella debían quedar fuera de lugar:
-los
descuidos en la elección de comediantes,
-los
caracteres bajos,
-los
afeminados e impuros,
-los
que no sepan declamar,
-los
que no guarden las reglas y principios,
-los
soplos del apuntador,
-los
tonos vagos y gritos descompuestos,
-los
gestos desacompasados,
-la
falta de memoria y de aire noble,
Además, en ella podían
introducirse:
-los
maestros
extranjeros,
-las becas
para enviar jóvenes a estudiar al extranjero.
Se trataba de los lugares en que se ejecutaba la pieza teatral. Y en él debían quedar fuera de lugar:
-los
anfiteatros riberescos,
-los
bastidores impropios,
-los
trajes desaliñados,
-los
muebles mezquinos,
-el
aparato escénico mísero.
Además, en él podían introducirse:
-todas
las artes secundarias, de apoyo,
-la decoración
bella y elegante,
-los asientos
de buen gusto, cómodos y nobles.
Se trataba de las artes secundarias de la pieza teatral. Y en ellos debían quedar fuera de lugar:
-los
manolos y verduleras,
-las
imitaciones miserables,
-las
danzas indecentes.
Además, en ellos podían introducirse:
-los
dioses y ninfas de la Antigüedad,
Manuel
Arnaldos
Mercaba,
diócesis de Cartagena-Murcia
versión
imprimible
Indice:
www.mercaba.org/EnciclopediadeHistoria/1.htm
________
[1]
Pues permitía a los godos ejercitarse en la destreza del tiro del bofordo-lanza,
en los breves intervalos en que gozaban de paz.
[2]
Caza que nunca llegó a existir en el mundo romano. Pues lo que más se
acercó a ello fue el apoyo que en cierto momento (en Anfípolis, junto a la
Tracia) ciertos militares (los de VESPASIANO) hicieron de las aves de rapiña
(como cuenta PLINIO) como apoyo animal a la campaña militar (pero nunca
como caza de ellas mismas o por diversión).
[3]
De hecho, se narra que el hijo de don PELAYO murió a manos de un oso
y el mismo FAVILA aparece siempre con su halcón.
[4]
A la que se añadieron las dueñas y doncellas…
[5]
Hasta que poco a poco la nobleza castellana empezara a olvidar la extensión
de cultivos y bosques.
[6]
De hecho, ALFONSO XI tuvo que establecer una serie de leyes respectivas al
uso de los triunfos caballerescos y gustos caballerescos.
[7]
De hecho, no había caballero en aquella época que no tuviese una dama a
quien consagrar sus triunfos. Pues, desde entonces, ya nadie pudo ser
enamorado sin ser valiente, y nadie cobarde sin el riesgo de ser desdeñado.
[8]
Introducidos todos ellos en España por la importación que habían
hecho los CRUZADOS FRANCESES desde el Oriente, y que habían introducido en
toda Europa y también en España, en el s. XIII.
[9]
Con gritos de susto y aplausos, palpitación de pechos e incentivos económicos…
Lo que vendría a convertirse en la futura causa de su prohibición, por
parte de los CONCILIOS ECLESIASTICOS (que en el s. XVI privaron de sepultura
cristiana a los que participaran en ellos, sobre todo por el riesgo
innecesario de muerte y desviación del carácter de los participantes).
[10]
Siendo el 1º en que aparece citado el toreo el de Zamora, cuyo fuero destinó
una plaza específica para tal feria comercial, ya a finales del s. XIII.
[11]
Como fue la que recopiló y universalizó para toda España la Leyes
de Partida, 57, tít. XV, part. I.
[12]
Como la que hizo Sevilla a ENRIQUE III, cuando el monarca español
llegó a la ciudad andaluza tras haber desbaratado el cerco de Gijón. O
como la que hizo Escalona para celebrar la visita de JUAN II a la localidad.
[13]
Como hizo ISABEL LA CATOLICA, que calificó de sangrienta y bárbara
la lucha de toros, y sugirió aplacar las astas de los toros y meter sus
puntas hacia dentro.
[14]
Pues es clero desde un principio había decidido no acudir a los
torneos de toros, y llegado el desmán pidió tener razón y humanidad.
[15]
Pues permanecen todo el día sentados en la iglesia o la plaza, vagando acá
y allá sin objeto ni propósito.
[16] Silbando cuando aparezca en escena algo de ello, poniéndolo en ridículo, no tolerando la bajeza, hipocresía, indiferencia religiosa, avaricia y afectación de poder.