QUOD IAM DIU
Encíclica de BENEDICTO XV
Se prescriben oraciones públicas por el Congreso de
la Paz
1 de diciembre de 1918
1.
Motivo: El término de la guerra
Lo
que ansiosamente, tanto tiempo ha, venía pidiendo el mundo entero, lo que todo
el pueblo cristiano suplicaba al cielo con fervientes plegarias, lo que tanto
buscábamos Nos sin tregua ni descanso, como intérprete de los comunes dolores,
por el amor paternal que hacia todos sentíamos, he aquí que en un momento se
ha realizado. Ha cesado la lucha. Es cierto que aún no ha venido la paz solemne
a poner término a la guerra, pero al menos el armisticio que ha interrumpido el
derramamiento de sangre y la devastación en la tierra, en el aire y en el mar
ha dejado felizmente abierto el camino para llegar a la paz. Muchas y variadas
causas han contribuido a este repentino cambio de cosas, pero si queremos dar
con la última y suprema razón menester será elevar el pensamiento hasta Aquel
que movido a misericordia por la solícita oración de todos los justos ha
permitido al fin al género humano respirar libre de tan largo y angustioso
duelo. Por lo cual debemos dar gracias a la bondad divina por tan inmenso
beneficio. Por Nuestra parte Nos alegramos de que el orbe católico haya con tal
motivo realizado numerosas y célebres manifestaciones de pública piedad.
2.
Oración por la paz.
Sin
embargo, una cosa tenemos que pedir al benignísimo Dios, a saber que se digne
completar en cierto modo y llevar a perfección el beneficio tan inmenso
otorgado a la humanidad. Nos explicaremos: Muy pronto se van a reunir los que
por voluntad popular deben concertar una paz justa y permanente entre todos los
pueblos de la tierra. Los problemas que tendrán que resolver son tales que no
se han presentado mayores ni más difíciles en ningún humano congreso.
¡Cuánto, pues, no necesitarán del auxilio de las divinas luces para llevar a
feliz término su cometido!
3.
Dispone preces públicas y promete colaboración a los esfuerzos de paz.
Siendo
pues este un asunto de vital interés para todo el género humano, los
católicos, sin excepción, quienes por su profesión de tales han de
preocuparse del bien y de la tranquilidad de la sociedad, tienen el deber de
alcanzar con sus ruegos la "sabiduría que asiste al trono del Señor"
para los referidos delegados. Es Nuestra voluntad que todos los católicos
queden advertidos de este deber. Por lo tanto, para que del próximo congreso
salga aquel inestimable don de Dios de una paz ajustada a los principios de la
justicia cristiana, os habéis de apresurar vosotros, Venerables Hermanos, a
ordenar que en cada una de las parroquias de vuestra diócesis se realicen las
preces públicas que bien os parecieren, para tornar propicio al "Padre de
las luces". Por lo que a Nos toca, como Vicario, aunque sin merecerlo, de
Jesucristo, "Rey pacífico", procuraremos con todo el poder y
autoridad de Nuestro cargo apostólico, que todos los acuerdos tomado para la
paz y concordia perpetuas del mundo, sean por todos los nuestros de buen grado
recibidos e inevitablemente cumplidos.
4.
Bendición.
Entre
tanto, como prenda de celestiales gracias y en prueba de Nuestra benevolencia,
no sólo a vosotros sino también a vuestro Clero y pueblo, os impartimos la
bendición apostólica con el mayor afecto en el Señor.
Dado en Roma, Sede de San Pedro, el día primero de
Diciembre del año 1918, quinto de Nuestro Pontificado
Benedicto Papa XV