EL RINCÓN DE LA MEDITACIÓN
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TRINIDAD: MISTERIO DE
TERNURA |
Uno es el que desde el comienzo "aletea sobre las aguas"...; uno el que llena
el vacío de la ausencia y los tiempos de espera...; el que sopla y hace que todo brote y vuelva a la vida...; el que te ayuda a descifrar el designio de Dios a través de lo que acontece día a día...; el que alienta, sostiene e impulsa tus esfuerzos por seguir al Maestro y Señor de la Vida... Él es el consuelo de la esperanza...; el que te
aquieta, te ofrece la libertad plena,
te impulsa a acoger la cercanía de Dios, a construir la fraternidad humana y a vivir la felicidad infinita...; Él es el guía que te acompaña y te dá ánimos en las horas difíciles, aunque también sabe hacerse a un lado para no impedir que seas tú quien viva y estrene a cada momento la vida... Pero recuerda que él no sólo está presente en los
momentos en los que todo es
alegría, sino que en la aridez del desierto te proporciona su agua viva, e incluso en el fondo de tu pozo más profundo hace brillar la luz de su confianza serena. Él, el Espíritu del Resucitado, recibido del Padre
como regalo, es el que crea
en ti un misterioso dinamismo de vida nueva: liberándote del vacío interior y de la soledad...; ayudándote en tu debilidad...; animándote a salir de ti mismo para ir al encuentro del que sufre y cubrir su desolación con tu ternura...; impulsándote a acoger, acompañar y escuchar los corazones silenciados...; alentándote a dejarte alcanzar por el rostro del hermano y configurar por la misericordia...; y apremiándote para que dejes que tu corazón se llene de confiada esperanza. Uno es el que ha querido hacerse hermano tuyo y
compartir contigo la
debilidad y la fortaleza, la incertidumbre y la seguridad, el temor y la confianza, la sinrazón y la esperanza, el odio y la amistad, y hasta el silencio de la muerte callada... Él es el amigo, el peregrino que, sentado junto al
pozo, espera que te acerques
al manantial de aguas limpias capaces de calmar tu sed infinita...; el que se hace el encontradizo en tu caminar hacia la desesperanza...; el que abre tus ojos ciegos...; el que siempre está de tu lado frente al mal que te oprime, desintegra y deshumaniza...; el que con su luz inunda de sombras la oscuridad de tu vida... Él es el que te enseña a invocar a Dios desde la
intimidad, la cercanía y la
confianza...; el que cuando estás perdido te contagia de esperanza...; el que te ofrece las fuerzas necesarias para enfrentarte a los problemas de la vida, y la esperanza suficiente como para acercarte al misterio de la muerte de forma confiada y serena... Sólo Él te acompaña y se queda junto a ti cuando
todos los demás fallan...; él
es el que por amor a ti ha llegado a dar su vida...; el que cada mañana te murmura: "Si tú quieres... ven y sígueme... porque tú eres la luz del mundo... tú eres la sal de la tierra..." y necesito tus ojos para seguir mirando con amor este mundo...; necesito tus manos para seguir curando las heridas de tus hermanos...; necesito tus pies para seguir buscando a tantos hombres y mujeres que prefieren cerrar sus ojos para no reconocerme en el rostro de los más olvidados, sin saber que es cuando cierran sus ojos cuando estoy más cerca de ellos... "Ven y sígueme" y aprenderás de mí a dar sin medida, a amar a Dios y al hermano que te necesita... Ven, yo soy el Hijo, el Camino que al Padre lleva. Uno es el que ha sembrado en tu corazón el hambre
de ser que te habita, la
insaciable sed de infinito que en ti mora, la nostalgia de su encuentro que en lo más hondo de ti anida... Él es el Dios humilde y escondido...; el Dios que no se impone...; el Dios-Amor que te acoge tal y como eres...; el Dios oculto en la historia...; el "tesoro escondido" que, a quien lo descubre, llena de alegría...; "la levadura" que hace fermentar la vida entera... Él es aquel en quien puedes "esperar contra toda esperanza"...; el orígen de
tu existencia...; el amor creador que hace posible tu libertad...; la presencia liberadora que posibilita tu existir y del que recibes futuro y esperanza...; aquel que, porque no aparta de ti sus ojos, mejor te acompaña...; el que te busca cuando estás enredado en la zarza y con el mayor respeto junto a ti camina... Él es el que cada noche susurra en tus odios: "No temas, soy yo...". Yo soy el
que te busca con ahinco..., el que te llama por tu nombre..., el que te educa como un hermano..., el que te quiere como una madre..., el que te perdona sin medida..., el que espera impaciente tu regreso a casa..., el que prepara la fiesta, el anillo y la túnica... Yo, yo soy el Padre de ternura que está tan cerca de ti que ser tú mismo te deja... Ven entonces, vamos, construyamos juntos algo
nuevo... y tus proyectos
profesionales, tus horizontes afectivos, tus metas políticas, tus conquistas sociales, tus ambiciones personales... es decir la justicia, el amor, la paz ciudadana y la solidaridad entre los pueblos serán signos que anuncien e inicien el Reino definitivo construido sobre este mundo provisional en el que vivir te ha tocado... Ven, vamos, trabajemos juntos codo con codo, porque quien no cambia la tierra no cree en el cielo. |
Mikel Pereira |
"El Señor se le apareció a Abrahán
junto al encinar de Mambré, cuando estaba sentado ante su tienda a la hora del calor. Alzó los ojos y vió tres hombres que estaban de pie delante de él" (Génesis 18, 1-2) |
"Escucha Israel: el Señor, nuestro
Dios, es solamente uno" (Deuteronomio 6, 4) |