EL RINCÓN DE LA MEDITACIÓN

 
TRANSFIGURACIÓN
"Seis días después, tomó
Jesús consigo a Pedro a
Santiago y a su hermano
Juan, y los levó a un monte
alto a solas. Y se transfiguró
ante ellos. Su rostro brillaba
como el sol y sus vestidos se
volvieron blancos como la luz.
En esto, vieron a Moisés y a
Elías que conversaban con
Jesús. Pedro tomó la palabra
y dijo a Jesús:

Transfiguración: fiesta de la luz y la contemplación, reflejo instantáneo,
Señor, de tu gloria, inicio de la resurrección del hombre sobre la tierra.

Y tu, ¡cuántas veces te sientes defraudado, marginado por los hombres y
empujado a vivir a solas con tu soledad! Pero, no temas. El sin-sentido de tu
existencia, el temor, la propia duda y hasta las mismas luchas que hay dentro
de ti por querer ser fiel a Aquel que por tu nombre te llama, hoy se
convierten en fuentes de luz, porque Él ha abierto una brecha que va de la
desesperación a la confianza, de la resignación al entusiasmo que da vida.

Deja de mirarte a ti mismo. Recuerda que nada se construye en ti de una vez
para siempre ni de la noche a la mañana. Sé humilde, ten paciencia, no
desprecies la obra que Dios ha creado para gloria suya. Acéptate con tus
dones y tus debilidades. Deja que Otro se encargue de curarte las heridas.

Vuelve tus ojos hacia el Dios de la Vida. Enciende un fuego con tu pasado
que el tiempo ha convertido en pesada carga. Descubre que nada existe sin
que haya una razón más profunda; que Cristo no vino a aniquilar al hombre ni
a quebrar la debilidad humana; que cuando llegan las sombras y la noche se
hace densa, su amor es una llama que abrasa, pues en ti ha encendido Él un
fuego que nunca dice basta.

Poco a poco, con infinita paciencia, Cristo transfigura las fuerzas
contradictorias que están en lo hondo de tu vida. Sólo Él alcanza esas fuerzas
rebeldes que no hacen lo que tú querrías, sino aquel mal al cual oponerte
deseas.

No tengas miedo. Nunca es demasiado tarde. En la paciencia de Dios nada se
pierde.

Por muy profundo que sea el abismo en el cual has caído, del amor de Dios
nadie queda excluido.

Pero, desciende rápido del monte. Deja a un lado la nostalgia. Lleva la paz
de Cristo al corazón del hombre para que sane su herida. Y la luz que te
habita hará que, incluso el no-creyente, sea, sin que él sepa cómo,
encaminado hacia una nueva esperanza: la resurrección del hombre ya aquí y
ahora.

 
Mikel Pereira
-Señor, ¡qué bien estamos aquí! Si quieres hago tres tiendas:
una para ti, otra para Moisés y otra para Elías.
Aún estaba hablando, cuando una nube luminosa los cubrió, y
una voz desde la nube decía:
- Este es mi Hijo amado, en quien me complazco, escuchadlo"
(Mt 17, 1-5)