EL RINCÓN DE LA MEDITACIÓN
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"Bienaventurados los
artesanos de la paz, porque serán llamados Hijos de Dios". (Mateo 5, 9) |
ARTESANOS DE LA
PAZ |
Hombres y mujeres de todos los tiempos, a lo largo
de la historia y a lo
ancho del mundo caminan pidiendo "paz". Y hasta desde lo hondo de tu ser brota, como un clamor, el deseo de vivir en paz. Pero no por ello puedes dejar de constatar que vives
en una sociedad
desgarrada por el miedo, las opresiones, amenazas y divisiones...; dentro y fuera de ti, los intereses personales o de grupo van sembrando por todas partes el odio entre los hombres y los pueblos, mientras las guerras levantan muros opacos que impiden que lleguen hasta tu corazón "los gritos del silencio". Hay violencia en las calles de las ciudades, y
violencia en los corazones de
los hombres. Hay violencia en los robos, secuestros y atentados, pero también la hay en los despidos laborales arbitrarios, en la desmesurada acumulación de la riqueza o en la destrucción de los alimentos por razones de mercado mientras miles de personas mueren de hambre. Violencia es el asesinato, y violencia la pena de muerte que lo castiga. Violencia es la guerra, y violencia es la paz que garantiza la "tranquilidad del orden establecido", porque lejos de ser tan sólo ausencia de guerra, la paz es plenitud. La paz... ¿es quizás tan solo una paz interior? ¿Es
tal vez una paz inmediata,
un acuerdo social a promover entre los hombres? ¿Se trata acaso de una utopía con la cual podemos soñar pero que nunca podremos alcanzar en este mundo? Todos hablan de paz, pero la paz sólo puede florecer
allí donde brilla la
justicia. Y la lucha para lograr la paz es un largo camino que, a veces, dura toda la vida. Empieza por ti mismo: atrévete a afrontar de manera
permanente tus propias
contradicciones; mira tu pasado y tu presente, pero no te dejes inundar por la tristeza, ni permitas que los remordimientos te atormenten; aprende a perdonar tus propios errores, ya que si eres demasiado duro contigo mismo ¿para quién serás bueno? Pero no te encierres, sal de ti mismo, camina hacia
los otros. El amor por la
paz te llevará lejos, muy lejos, tal vez más lejos de lo que tú querrías, y ésta será tu recompensa: ser llamado "hijo de Dios". Esta es tu ineludible tarea: acoger el don que te
ofrece el Dios de la Vida y
comprometerte en pro de la justicia que irá sembrando la paz sobre la tierra. Pero que el hambre y la sed de justicia, que han encendido en ti el fuego del amor combativo, no te conviertan en un hombre que lucha sin amor. ¿Quiéres, aquí y ahora, acercarte con sencillez a
las bienaventuranzas para
traducirlas en gestos concretos capaces de hacer realidad la paz sobre la tierra de los hombres? ¿Te comprometerás a luchar por un mundo cada vez más
justo, que te acerque
cada día a una paz más verdadera, sabiendo que la paz, como don de Dios, crece en consonancia con la frágil libertad del hombre? ¿Te arriesgarás a luchar por la verdad que nos
conduce a la libertad, y por la
justicia que nos trae la paz, aún a riesgo de ser perseguido por la justicia de los hombres? ¿De dónde sacarás las fuerzas necesarias para
renunciar a toda violencia y
hacer realidad, día tras día, la "Civilización del Amor"? |
Mikel Pereira |