Para ti que crees en Dios, dices reconocer al Resucitado en los rostros de los
que sufren y en la vida de los más desheredados, y esperas que el Espíritu te
dé las fuerzas, el coraje y la imaginación necesarios para comprometerte y,
por encima de las tensiones y contradicciones de nuestro mundo, hacer
realidad sobre la tierra la verdad, la justicia, la paz y la libertad... y para ti,
que no crees en nada ni en nadie, desconfías de todo y de todos, pero buscas
la forma de ser feliz, aquí y ahora, sin preocuparte del mañana que el futuro
te depara...

Para ti que bendices en nombre de Dios a los que dan su vida en una lucha
desesperada por borrar la injusticia de la faz de la tierra... y para ti que
maldices a quien con infinito amor te dio la vida...

Para ti, inocente o culpable, que, desterrado, exiliado o confinado en un
campo de concentración o entre rejas encarcelado, todavía sueñas con la
libertad... y para ti que te rebelas contra todo tipo de poder corrompido y
todo sistema viciado y pervertido...

Para ti a quien el egoísmo ha cegado los ojos y sin problemas económicos
vives encerrado en tu tranquila y despreocupada vida, hecha de apariencia,
mentiras, envidia y afán de poder... y para ti que, pescador o barrendero,
campesino, albañil o carpintero, te descubres como un ser eternamente
transfigurado por un amor sin medidas...

Para ti que vives abrumado por la constante experiencia de la impotencia, la
fragilidad y el fracaso del ser humano... y para ti que te sabes invitado a
descubrir en el corazón de la historia de los hombres al Dios que
humildemente te llama a comprometerte en la lucha por la liberación de
aquellos que pisoteados por intereses partidistas o de estado, se encuentran
encadenados por las injusticias y deshumanizados por el odio y la miseria
que les rodea...

Para ti que dices conocer y amar a Cristo... y para ti que, sin saberlo, vives
junto a Él...

Para ti, infatigable peregrino, que te diriges a Dios con sencillez, y con
humildad le pides que venga su Reino, sin olvidar el compromiso que tienes
ante los hombres: ser portador de una buena noticia capaz de romper las
cadenas de la injusticia, soltar las amarras de la indiferencia, y llevar la
esperanza al oprimido...

Para ti a quien cada día Dios susurra: no tengas miedo, yo estoy contigo cada
vez que, por amor, abres las puertas de tu corazón para compartir tu pan con
el hambriento, el agua con el sediento, tu casa con el peregrino, y te
comprometes a vestir a tu hermano que va desnudo...(Cfr. Mateo 25, 35-40).

Para ti, hoy es Navidad. Hoy, Dios visita tu pueblo. Hoy, Dios está entre
vosotros. Hoy os ha nacido un niño que es fuente de paz y de alegría para
todos...

Sí, Dios viene para los filósofos y los sabios, para los locos y los
extravagantes... para los justos que buscan un nuevo estilo de vida, y para los
ladrones, los suicidas, los condenados a muerte y los asesinos...

Dios viene para los que le aman y le desprecian... para los que le ignoran, y
los que inconscientemente le buscan sin haber oído nunca su nombre...

Dios te invita a estar presente allí donde el hombre se ve hostigado por el
sufrimiento... Dios te llama a compartir el dolor y la alegría de aquellos que
la sociedad señala con el dedo y margina despreciando... Dios te empuja a
estar cerca de los que viven esclavizados por el dolor, los que no pueden
caminar como hombres libres, los que, por no haber encontrado una razón
válida por la cual vivir, luchar y morir, navegan entre la mediocridad y la
indiferencia...

Pero Dios te necesita también allí donde no hay ilusión ni esperanzas... allí
donde la soledad es lo único que cuenta... allí donde el hombre se encierra
en una irresponsable obstinación... allí donde la gratuidad es la única
medida...

Sé valiente... Arriesga tu vida al todo o nada... Vive cerca de los hombres
sencillos, los que son humillados, oprimidos y perseguidos, y todos aquellos
que son olvidados: ellos te abrirán las puertas de la alegría... y tú serás, en
medio de los hombres, un destello del amor del Padre.

 
DESTELLO DEL AMOR DEL PADRE
 
Mikel Pereira
"No temáis, os traigo la buena
noticia, la gran alegría para el
pueblo: hoy, en la ciudad de David, os
ha nacido un Salvador: el Mesías, el
Señor. Y aquí tenéis la señal:
encontraréis un niño envuelto en
pañales y acostado en un pesebre"
Lucas 2, 10-12

"Yo te alabo, Padre, Señor del cielo y
de la tierra, porque has ocultado estas
cosas a los sabios y prudentes, y se las
has dado a conocer a los sencillos"
Lucas 10, 21-24
EL RINCÓN DE LA MEDITACIÓN