EL RINCÓN DE LA MEDITACIÓN

 
MUERTE Y RESURRECCIÓN
5.- SÁBADO SANTO
Silencio del Sábado Santo. Tiempo de espera,
"aunque es de noche". Espera de lo inesperado.
Silencio cada vez más lleno de Dios.
Transfiguración del hombre sobre un horizonte
infinito donde todo es único.

Dios se presenta ante ti y en silencio declara su
amor... rechazado, espera en la puerta... Por todo el bien que te hace, no te pide
nada a cambio, ni siquiera tu amor... Tú sabes que eres un hombre pobre, pero
sabes también que hay Alguien todavía más pobre que tú: este "Mendigo" que,
sentado a la puerta de tu corazón, mendiga tu amor.

A menudo, tú vives sumergido en la noche de las soledades... y he aquí que el Hijo
del hombre viene a sentarse a la mesa de todos aquellos que son despreciados,
marginados y que viven a solas con su soledad. Tú quisiste llegar a ser "dios"
alejándote de "las fuentes de la vida"... y he aquí que el Hijo del hombre muere
para que vivas con él junto a Dios.

"Y descendió a los infiernos". Señor, muriendo, te hiciste solidario con aquellos
que habiendo vivido antes que tú se durmieron sin haber podido conocerte;
muriendo, te hiciste cercano de todos aquellos que se duermen sin haber podido
encontrarse con tu llamada a vivir en tu Reino: universalidad de tu salvación en el
espacio y en el tiempo.

Nadie queda excluído del amor de Dios. Por muy profundo que sea el abismo en el
cual has caído, Cristo está todavía más abajo. Más allá de tu miedo y tu soledad no
está la nada, sino el Crucificado que te espera con los brazos abiertos para
ofrecerte su acogida y su perdón.

Ya no hay razón para caer en la desesperación. Ya no hay lugar para el llanto inútil
o para el grito en el desierto. Tú está en manos de Dios, y Dios nunca desespera.

En cualquier situación te rozará la cercanía de Aquel que por amor a ti se hizo
hombre, y por acompañarte hasta el fin dió su vida.

Nada hay en ti que sea totalmente absurdo, porque Él te dice: yo te amo. En medio
de tu noche, Él enciende una luz que nunca se apaga porque siempre te susurra: yo
te amo. En medio de tu soledad, tus lágrimas y tu mayor debilidad, Él murmura: yo
te amo.


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Llega la noche. El camino se alarga.
Hace frío. Nunca llego a la posada.
Hoy todo es silenciosa espera,
inusitada confianza
en el Autor de la Vida.

Muchos me preguntan:
- "¿Dónde está tu Dios ahora?".
A mis oídos llegan los gritos
de los que de Dios se burlan,
y hasta dentro de mí
el Tentador susurra:
- "¿Hasta cuándo vas a resistir en la duda?".

Tiemblo ante la pregunta,
me atenaza la angustia,
pero ¿cómo silenciar las preguntas
que brotan desde lo hondo de mi alma?
¿Por qué este dolor
y el temor a la muerte que me acecha?

Desde el abismo te grito, Señor:
- ¿No me creaste para la vida?
¿No eres tú un Dios de vivos
que a la vida llama?

Una voz proclama:
- "¡Yo soy la Vida!".
Sonríe la muerte, callada.

- "¡Yo soy la Vida!".
Aquí todos emprenden el camino
por el cual nadie retorna.

- "¡Yo soy la Vida!".
¿Quién es el que grita?
Un hombre a una cruz clavado
por amor a toda criatura.

- "¡Yo soy la Vida!".
¿Acaso no ves que te han dejado solo
y todas las evidencias
te dan la espalda?

- "¡Yo soy la Vida!".
"¿Por qué buscáis entre los muertos
al Señor de la Vida?
No está aquí, ha resucitado,
os espera en Galilea".

Se pone el sol y la luz se apaga.
En la osucirdad, Señor,
creo, sin ver, en la aurora.
Proclamaré que vives y haces vivir,
a todos diré que Tú me das Vida.

Mikel Pereira