EL RINCÓN DE LA MEDITACIÓN
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CONSUELA A LOS QUE LLORAN
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"Bienaventurados los que lloran
porque serán consolados" (Mt 5, 5)
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"Bienaventurados los que lloráis
ahora, porque reiréis" (Lc 6, 21) |
"Consolad, consolad a mi pueblo
-dice vuestro Dios. Hablad al
corazón de Jerusalén y decidle
bien alto que ya ha cumplido sus
milicias, ya ha satisfecho por sus
culpas"
(Is 40, 1-2)
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Cuando te parece que la
vida está a punto de explotar; cuando te sientes
defraudado, marginado por los hombres y empujado a vivir a solas con tu soledad; cuando el silencio de las calles y plazas, de los niños y los ancianos, de las mujeres y los jóvenes grita más que las propias palabras; cuando el nombre "libertad" es el trágico grito lanzado por el sufrimiento de tantos hombres y mujeres que son torturados, oprimidos o reducidos al silencio; cuando las palabras se esconden tras la inquita paciencia del no poder pronunciarlas, o cuando no hacen sino expresar la angustiosa y silenciosa espera de los prisioneros de...; cuando el viento de la injusticia atraviesa los cuerpos desnudos de los exiliados, los hambrientos, los que no tienen trabajo ni nacionalidad; cuando presientes que la angustia lo cubrirá todo con su oscuridad... Cristo, acercándose a ti, te dice: "No tengas miedo. Yo estoy aquí". Cristo, que te ama
hasta el fondo de tus prisiones, te recuerda lo
esencial: no te
dejes abatir ni desfallezcas en la prueba; no te compadezcas de ti mismo; recuerda que nada se construye en ti de una vez para siempre ni de la noche a la mañana; sé humilde, ten paciencia, acéptate con tus dones y tus debilidades y deja que Otro se encargue de curarte las heridas. ¿Serás tú de los que gime recordando tiempos
pasados? ¿Olvidarás que entre la
eternidad de la cual procedes y la eternidad hacia la cual te diriges, tienes sólo el tiempo justo para descubrir el instante en el que vives? Lucha día a día para descubrir en los ojos de
aquellos que te rodean lo que es para
ellos causa de dolor o fuente de alegría, porque tú estás llamado a vivir junto a los que se ven hostigados por el sufrimiento y a compartir la vida de aquellos que la sociedad señala con el dedo y margina despreciando. Tú estás llamado a estar
cerca de los que viven esclavizados por el poder, los
que no pueden caminar como hombres libres, los que, por no haber encontrado una razón válida por la cual vivir, luchar y morir, navegan entre la mediocridad y la indiferencia. Tú estás llamado a
hacerte presente allí donde no hay ilusión ni esperanzas,
allí donde la soledad es lo único que cuenta, allí donde la gratuidad es la única medida. Dichoso tú si sabes velar en silencio a las puertas
del dolor, junto a aquellos que
viven en el país de las sombras donde reina la muerte. Dichoso tú si sabes llorar con los que lloran y,
con tu vida, vas sembrando en sus
corazones la semilla de una nueva esperanza. Dichoso tú si sabes ser voz de los hombres y
mujeres sin voz, denunciando el
sufrimiento y la miseria que provocan nuestras propias injusticias... Porque aunque esperas un nuevo mundo, no puedes tolerar una sociedad llena de odio, egoísmos, mentiras y sufrimientos... el que no cambia la tierra, no cree en el cielo. Mikel Pereira
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