2.- Y la respuesta profética de Dios:
“Cuando me invoquéis y supliquéis, yo os escucharé;
cuando me
busquéis, me hallaréis. Si me buscáis de todo corazón, yo me dejaré hallar” (Jeremías 29, 12-14) 3.- Hay que buscar a Dios con sencillez,
humildemente:
“Buscad al Señor con sencillez de corazón”
(Sabiduría 1,1)
“No le reces a Dios mirando al cielo, ¡mira hacia
adentro! No busques a
Dios lejos de ti, sino en ti mismo… No le pidas a Dios que te ame, mientras tengas miedo de amar y de saberte amado. ¡Ámalo tú! Y sabrás que si hay calor es porque hubo fuego y que si tú puedes amar es porque Él te amó primero (San Agustín: “Buscar a Dios”) 4.- No se puede buscar a Dios sin defender el
derecho y la justicia de
los más pobres. La fraternidad, la justicia, la comunión y la simple convivencia humana no son empresa fácil. Y, a ratos, parece que trascienden las posibilidades de los hombres tanto como el cielo dista de la tierra. Sin embargo, la situación antifraterna de nuestro mundo -la infrahumanidad de los muchos desheredados y la inhumanidad de los pocos privilegiados- es demasiado atroz para que podamos creer que obedece sólo a la dificultad de la empresa, y no al egoísmo culpable de los seres humanos. Por utópica que parezca la plenitud final, siempre son posibles infinidad de pasos concretos hacia una mayor fraternidad y una mayor justicia: “Buscadme y viviréis… Buscad el bien y no el mal,
para que viváis…
Odiad el mal, amad el bien, restableced el derecho… Haced que el derecho fluya como agua y la justicia como río inagotable” (Amos 5, 4. 14-15. 24) “¿Quieres de veras honrar al cuerpo de Cristo? No
consientas que esté
desnudo. No le honréis con sedas en la iglesia dejándole perecer fuera de frío y desnudez”. (San Juan Crisóstomo, Homilía 50 sobre S. Mateo, 3) “Si yo falto al amor o falto a la justicia, me
aparto infaliblemente de Ti,
dios mío, y mi culto no es más que idolatría. Para creer en Ti tengo que creer en el amor y en la justicia. Vale mil veces más creer en estas cosas que pronunciar tu nombre. Fuera de ellas es imposible que te encuentre. Y quienes las toman por guía están en el camino que lleva hasta Ti” (H. de Lubac) |
QUISIERA SABER BUSCARTE
Tu, Cristo, que no me fuerzas a tomar decisiones...
Tu que caminas día y
noche cerca de mí... Tu que incansablemente me preguntas: "¿Dónde está tu hermano?" (Génesis 4, 9)... Tu que me has amado primero... Tu que me acompañas a través de mis áridos desiertos y fecundos oasis... ... Tú puedes seguir ayudándome: quiero pasar contigo de la muerte a la vida. Pascua significa paso, encrucijada y elección,
alternativa y opción... Quiero
dejar de ser árbol seco y convertirme en fruto de primavera, y para ello quiero consumirme minuto a minuto por mi hermano... y muriendo así Tú puedes convertirme en un servidor de comunión, en un infatigable buscador de la fraternidad entre los hombres y en un signo visible de tu amor... Quisiera tener la certeza de que, a pesar de todos
los errores que pueda
cometer a lo largo de mi vida, Tú, Señor, me esperas pacientemente en lo más profundo de mi corazón, allí donde nadie se conoce a sí mismo. Quisiera saber buscarte y encontrarte a través de
las lágrimas que corren por
los rostros de los niños que lloran por la irracionalidad de los hombres... Quisiera poder reconocerte en la vida de los
moribundos, los que no tienen
casa ni trabajo y están desesperados, los que, impotentes ante la inhumanidad del hombre y con lágrimas en los ojos, te gritan: Dios, ¿dónde estás?... Quisiera percibir tu presencia allí donde dos
personas se aman, allí donde nace
una flor o florece un almendro, allí donde, a escondidas, alguien enciende un cirio o pronuncia, como en un susurro, una plegaria por un ser querido... Quisiera saber buscarte minuto a minuto y tener la
alegría de encontrarte a cada
segundo. Mikel Pereira
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EL RINCÓN DE LA MEDITACIÓN
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QUISIERA SABER BUSCARTE
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1.- He aquí el deseo del ser humano:
“Una cosa pido al Señor, sólo eso buscaré: vivir
en
la casa del Señor todos los días de mi vida… Me dice el corazón: 'Busca su rostro'. Tu rostro buscaré, Señor, no me escondas tu rostro” (Salmo 27, 4. 8) |