Los profetas son también confidentes de Dios, amados personalmente por un
Dios que a veces los desgarra, y otras los llena de gozo:
“Tú me sedujiste, Señor, y yo me dejé seducir… La palabra del Señor…
era dentro de mí como un fuego devorador encerrado en mis huesos; me
esforzaba en contenerlo, pero no podía” (Jeremías 20, 7-9)

“Cuando Israel era niño, yo lo amé, y de Egipto llamé a mi hijo… Yo
enseñé a andar a Efraín, y lo llevé en mis brazos. Pero no han
comprendido que era yo quien los cuidaba. Con cuerdas de ternura, con
lazos de amor, los atraía; fui para ellos como quien alza un niño hasta sus
mejillas y se inclina hasta él para darle de comer” (Oseas 11, 1-4)

El amor tiene siempre la última palabra: “Amémonos los unos a los otros,
porque el amor procede de Dios. Todo el que ama ha nacido de Dios y
conoce a Dios. Quien no ama no conoce a Dios, porque Dios es amor” (1
Juan 4, 7-8)

Pero no se puede amar a Dios sin amar a los hermanos:
“Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma, con
todas tus fuerzas y con toda tu mente; y a tu prójimo como a ti mismo”
(Lucas 10, 27)

“En cuanto seguidores de Cristo… lo que vale es la fe que actúa por
medio del amor” (Gálatas 5, 6)

“Nosotros sabemos que hemos pasado de la muerte a la vida, porque
amamos a nuestros hermanos… En esto hemos conocido lo que es el
amor: en que él ha dado su vida por nosotros. También nosotros hemos
de dar nuestra vida por nuestros hermanos… No amemos de palabra ni
con la boca, sino con hechos y de verdad” (1 Juan 3, 14. 16. 18)

“Quien no ama a su hermano a quien ve, no puede amar a Dios a quien
no ve. Y nosotros hemos recibido de él este mandato: que el que ama a
Dios, ame también a su hermano” (1 Juan 4, 20-21)




Dios nos llama a ser sus amigos, y expresa su
amor en forma de una amistad: “Tú Israel, siervo
mío; Jacob, a quien yo elegí; linaje de Abrahán, mi
amigo” (Isaías 41, 8)

Moisés se sentía desgarrado entre el Dios que le
había enviado y el pueblo al que representaba. Y si
se mantuvo fiel fue porque desde su vocación
hasta su muerte no cesó de progresar en la
intimidad de Dios, conversando con él como con
un amigo: “El Señor hablaba con Moisés cara a
cara, como un hombre habla con su amigo”
(Exodo 33, 11)




EL RINCÓN DE LA MEDITACIÓN

 
AMAR O DESAPARECER
 
AMAR O DESAPARECER



Que cada segundo de tu vida esté suspendido de una constante tensión: amar o
desaparecer. No te conformes con gemir: ¡Paz! ¡Paz! Comprométete a
perdonar a cada instante y a ofrecer todas tus energías en una desesperada
lucha por borrar la injusticia de la faz de la tierra; y por encima de todo, ama,
ama sin medidas ni intereses, sin juicios ni prejuicios, ama a todos por igual y
entonces descubrirás que la paz florece, no sólo en ti, sino incluso en el otro
extremo del mundo sin que tú sepas cómo.

Acepta vivir cerca de los granujas de la inteligencia, pues también ellos son tus
hermanos. Pero no vivas como ellos viven, ni hagas lo que ellos te dicen,
llegarían a venderte el humo y a conducirte por frondosas veredas,
alfombradas de flores, que desembocan en la nada.

Lucha por descubrir lo que puede ayudarte a ser un hombre libre y lo que haría
de ti un esclavo. No pierdas un segundo de tu vida en querer descifrar tu
pasado. Entre la eternidad de la cual procedes y la eternidad hacia la cual te
diriges sólo tienes tiempo para descubrir el instante en el que vives. ¿Por qué
atormentarte por lo que pudiste haber hecho y no hiciste? ¿Por qué soñar con
lo que podrías hacer y no harás? No conduzcas tu vida al conformismo
alienante del “lo pude hacer y no lo hice”. Caerías en un ensueño fatalista que
se traduciría en un querer ajustar este dislocado mundo con signos de
admiración.

Que tu boca no se llene de palabras vacías. Lucha contra la tentación del
hablar superfluo. Tómate el tiempo necesario para mirar las maravillas que te
rodean, escuchar la voz del silencio y el cantar de los colores. ¿No ves que
todo te llama a ser tu mismo?

Busca la forma de llegar a ser. Un cualquiera no es nadie. ¿Aceptarías el placer
del anonimato cuando tu destino es ser una estrella? Busca con ahínco tu
destino, y si algo le falta a tu vida es porque, quizás, no levantaste hacia el cielo
tus ojos.

No admitas cualquier cosa en tu corazón. Lo convertirías rápidamente en un
basurero. Busca sólo la forma de amar, no a horas determinadas, sino durante
toda tu vida: ama al pobre y al infeliz, al rico y al que se da aires de sabe-lo-
todo, ama al desconocido que está a tu lado y al prójimo que está en el confín
del mundo...

... y no me preguntes por tu mañana, el mañana depende del ahora que quizás
estás perdiendo...



Mikel Pereira