PEDRO (CARTAS DE)
VocTEO
 

La primera y la segunda carta, tradicionalmente atribuidas a Pedro, son diferentes por su estilo, por su contenido y por sus respectivas motivaciones.

Esto hace suponer que estos escritos no sólo son de diferentes autores, sino que reflejan situaciones nuevas y han sido compuestos en tiempos distintos.

1. La 1 Pe, dirigida a los cristianos dispersos por una zona del centro del Asia Menor ( 1,1), refleja la condición difícil por diversos motivos en que se mueve la comunidad cristiana dentro de su impacto con el ambiente pagano, sobre todo en un clima de persecución. Se insiste en el sufrimiento ( 1,6-7. 3,14; 4,16), en las pruebas que hay que soportar (2,18; 4,12; 5,10), derivados de la intolerancia de los paganos (4,4) y que no pocas veces desembocaban en actos discriminatorios.

La carta parece enviada por la comunidad de Roma, designada con el apelativo de Babilonia (5,13) -denominación típica en la escuela apocalíptica, que ve a la capital del Imperio como la gran potencia hostil a Dios-, ya que se sentía solidaria de aquellas comunidades que experimentaban las mismas vejaciones procedentes de un ambiente hostil, con la finalidad de animarla y consolidarla en su esperanza firmemente arraigada en Cristo y en una conducta ejemplar (2,12). Teniendo en cuenta el lugar desde donde se envía, la tradición atribuía a Pedro la paternidad literaria de la primera carta. Sin embargo, el buen dominio de la lengua griega por parte del autor y la falta de alusiones a la vida de Jesús han planteado serias dudas sobre la atribución tradicional, La hipótesis más probable es que a finales del siglo 1, un discípulo de Pedro de lengua griega y presbítero (5, 1), interpreta la voz de la comunidad que veía en el apóstol Pedro su punto de referencia, para invitar a los cristianos a mostrarse fieles en medio de las pruebas. La carta responde además a una finalidad muy concreta, la de exhortar apelando a la fe común y no simplemente la de instruir o predicar una verdad.

La l Pe se muestra sumamente rica, ya que en ella confluyen en primer 1ugar elementos que proceden del ambiente litúrgico (1,20: 2,21-25; 3,1819.22), hasta el punto de que algunos autores ven en ella un esquema de la primitiva celebración bautismal ( 1,3-S 1,13-21: 3,18-22: 1,22-2,10; 2,11-3,7! , 5,5-9: 3,10-12); pero además de las formas literarias de tipo litúrgico, están presentes las formas parenéticas con listas de vicios (2,1; 4,3.15), de virtudes (4,7-9), de carismas (4,10-1 1) y con tablas domésticas de deberes de los ciudadanos con el Estado (2,13- 17. cf. Rom 13,1-7), de los siervos para con sus amos (2,18-25). El texto en su conjunto se presenta con las características típicas del género epistolar. dirección (1,1-2), proemio (1,2-12), saludos finales (5,12-14).

La l Pe, aunque presenta un conjunto de temas desde el punto de vista teológico (teología del sufrimiento, teología política, escatología, relación con el Antiguo Testamento), pone de manifiesto las consecuencias de estos temas en el plano operativo para la vida de los cristianos sobre la base de la fe común. Las exhortaciones se motivan con fórmulas cristológicas ( 1, l 921; 2,21-25; 3,18-22; 4,5-6). La carta se detiene en la realidad del sufrimiento que no puede separarse de la resurrección, ya que tiene como modelo a Cristo (2,21-25), aquel que se ofreció a sí mismo en sacrificio por los pecados de la muchedumbre. Los cristianos, llamados a crecer en la vida de santidad para la construcción de la casa de Dios Padre, gracias a la fuerza activa del Espíritu ( l ,13-2, l 0), tienen que fundamentar su vida en Cristo resucitado (3,13-4,1 1), sostenidos por una esperanza que no es sólo una expectativa de un futuro mejor, sino que imprime ya en el mundo un dinamismo de renovación. La esperanza cristiana ( l ,38.20), es decir la certeza de la resurrección plena de Jesucristo, transfigura toda la existencia humana: está hecha de dignidad, de coraje en las relaciones con el mundo hostil y dentro de la familia humana.

2. La atribución de la segunda carta al apóstol Pedro es imposible, dado los indicios presentes en el propio texto que la excluyen con claridad. En efecto, su autor parece conocer ya la presencia en las comunidades cristianas de una colección de escritos paulinos (3,15-16), se refiere a la 1 Pe (3,1) y utiliza ampliamente la carta de Judas (2,4-22), eliminando sus referencias a los textos apócrifos; se refiere a la transfiguración de Jesús tal como la cuentan los sinópticos (2,16-18). Además, la situación respecto a la 1 Pe ha cambiado: se advierte una vehemente polémica con tonos fuertes y sarcásticos (2,1-22) contra los falsos maestros que desvirtuaban la autenticidad del evangelio de Cristo. Todo esto parece referirse históricamente al período final del siglo 1. Por tanto, en 2 Pe, detrás de su redactor anónimo, sigue estando una vez más la comunidad de Roma que, moviéndose en la línea de Pedro ( 1, 14- 18), le atribuye el discurso al apóstol fundador.

El escrito se presenta como una carta tan sólo en apariencia: la dirección es genérica ( 1,1 -2), faltan los saludos y la despedida, expresándose su conclusión de forma doxológica (3,18). El texto parece encuadrarse muy bien en un discurso de despedida o en un testamento espiritual ( l ,14: 3,1 -2), puesto en labios del apóstol Pedro.

El tema central de la 2 Pe es la defensa de la escatología cristiana. El autor intenta responder a las burlas dirigidas contra los cristianos a propósito del tiempo de la parusía (3,2-4), desacreditando a los adversarios por su conducta y recurriendo a la invectiva,

Utiliza además una serie de argumentos escriturísticos para alimentar la espera en un clima de verdadera esperanza cristiana. El autor se cualifica como testigo de la gloria de Cristo en el momento de la transfiguración, recordando que mil años son como un día delante de Dios (Sal 90,4), y el mundo presente desaparecerá, y a que para los creyentes habrá un mundo nuevo y una tierra nueva donde habitará la justicia (3,5-7.10-13). Se exhorta al creyente a profundizar en la situación histórica en que vive el don salvífico de Dios, que es participación en su naturaleza. Cada uno de los cristianos ofrece su propia aportación a la venida de Cristo, con su propia vida vivida concretamente en el ambiente y en las circunstancias en que se encuentra.

R. Chiarazzo

Bibl.: J H. Elliott, Un hogar para los que no tienen patria ni hogar. Estudio crítico social de la Carta primera de Pedro y de su situación y estrategia. Verbo Divino, Estella 1995; R. Fabris, Pedro (primera y segunda carta), en NDTB, 1459-1472; E. Cothenet, Las cartas de Pedro, Verbo Divino, Estella '1993; K. H. Schelkle, Cartas de Pedro, Carta de Judas, FAX, Madrid 1974; J. Cervantes, La pasión de Jesucristo en la primera carta de Pedro, Inst. San Jerónimo Verbo Divino, Estella 1991; N. Brox, La primera carta de Pedro, Sígueme, Salamanca 1994.