PECADO ORIGINAL
VocTEO
 

1. Los datos de la fe.- Los textos explícitos de la sagrada Escritura que se refieren a la realidad del pecado original son Gn 3 y Rom 5,12-21. El relato de Gn 3 pertenece al género sapiencial y etiológico, cuya finalidad es la de explicar la condición humana actual, indicando sus causas. Su enseñanza es que la miseria actual de la humanidad tuvo su origen en el pecado, presente en la humanidad desde sus comienzos: pero este pecado fue igualmente superado desde los comienzos por la misericordia divina que perdona. En Rom 15,12-21, el apóstol Pablo, para demostrar la universalidad y la eficacia de la redención de Cristo, fuente única de vida, instituye un paralelismo entre la obra de Adán pecador y la de Cristo. La primera establece el reino del pecado y de la muerte: la segunda, el de la gracia y la vida. El paralelismo entre los dos Adanes tiene que considerarse en función de la eficacia y de la sobreabundancia salvífica de Cristo, respecto a la que puede considerarse como la eficacia del reino del pecado. Así pues, la sagrada Escritura constituye el fundamento del dogma del pecado original, en cuanto que presenta una imagen de la condición humana que no corresponde a la intención creadora de Dios, De esta condición de pecado el hombre puede liberarse sólo por medio de la ayuda de Dios.

En la doctrina patrística preagustiniana sobre la condición de la que Cristo nos libera, considerada en su conjunto y no en sus autores concretos, se encuentran algunos elementos teóricos y una tradición práctica. Los elementos teóricos son las consideraciones sobre la «corrupción hereditaria», sobre el «dominio de la concupiscencia", sobre el hecho de que «todos hemos pecado en Adán ». En la práctica tradicional se recurre al bautismo de los niños, administrado para sumergirlos en el misterio de la muerte y resurrección de Cristo, y por consiguiente para santificarlos- y consagrarlos, pero también para librarlos de un pecado no personal. San Agustín acuñó el término técnico de «pecado original» y expuso su doctrina de manera sistemática con ocasión de la controversia antipelagiana, apelando a Rom 5, a la praxis del bautismo de los niños y a otros testimonios de la Tradición. E1 desarrollo de la reflexión sobre el pecado original llevó a Agustín a subrayar más bien el aspecto negativo (universalidad del pecado) que el positivo (la universalidad del ofrecimiento de la salvación). El Magisterio eclesiástico se pronunció sobre el pecado original en el concilio de Cartago (418), que condenó los errores de Pelagio; en el concilio de Orange (529), que acabó con la controversia semipelagiana; en el concilio de Trento que, en la quinta sesión ( 1546), recogió los contenidos anteriores de los concilios y los completó teniendo en cuenta las exigencias de la época. Los datos dogmáticos que se deducen de los textos de los concilios se pueden resumir de esta manera: a) la condición de existencia del hombre se hizo peor, no sólo respecto a su realidad física (el cuerpo y, por consiguiente, la muerte), sino también respecto a su vida moral (muerte del alma, herida de la libertad, etc.); b) el responsable de esta condición es el hombre, no Dios. Efectivamente, el concilio de Orange afirma que, si no se admitiese que el pecado mismo de Adán fue contraído de alguna manera por todo el género humano, sino que sólo se incurrió en la pena (la muerte física), se atribuiría a Dios una injusticia; c) esta condición se transmite por generación o propagación, y no por simple imitación. En contra de la teoría luterana de la atribución extrínseca, se precisa que el pecado original está en cada uno de los seres humanos como «algo propio suyo" y se insiste en la necesidad absoluta de Cristo para la salvación; d) la condición pecadora, causada por el pecado de Adán, «uno en su origen", queda borrada por el bautismo, que borra y no solamente hace que no sea imputable la culpa contraída.

2. La teología.- A la luz de los datos de la Sagrada Escritura y de la Tradición, se pueden hacer las siguientes reflexiones de carácter teológico. El fundamento del dogma es una afirmación cristológica y eclesiológica, según la cual el hombre, que tiene absolutamente necesidad de la gracia, concedida en el sacramento por la Iglesia, queda verdaderamente liberado del pecado por esta gracia. Esta afirmación es totalmente válida por sí misma, mientras que lo demás se pronuncia en función de ella. Por consiguiente, esta afirmación puede considerarse como el núcleo central de la doctrina sobre el pecado original.

En segundo lugar deben colocarse las afirmaciones antropológicas sobre el pecado: la muerte del alma de la que nos libera la gracia, el pecado uno por su origen, transmitido por generación y que afecta a cada uno como algo propio suyo. Estas afirmaciones antropológicas encierran un mensaje, expresado en un lenguaje teológico, elaborado históricamente dentro de la polémica con las desviaciones de los herejes. Por eso mismo se resiente inevitablemente de las contingencias históricas.

En tercer lugar deben colocarse las afirmaciones etiológicas que caracterizan a este pecado, en relación con el relato de su origen. Utilizan el lenguaje del libro del Génesis, dentro del supuesto tácito de que tiene que ser interpretado en clave histórica. Pero este problema no se planteó expresamente, ya que en tiempos del concilio de Trento no se formuló el problema de la hominización ni el de la interpretación del Génesis. En este tercer nivel hay que colocar todas las cuestiones que s. e refieren a la especie del pecado inicial y a la singularidad histórica de Adán, Desde el punto de vista teológico, la fe en el pecado original no ha encontrado todavía un reflexión conceptual suficiente. La formulación agustiniana es muy problemática, dado el ocaso del horizonte cultural en que maduró. Las nuevas formulaciones de los teólogos contemporáneos todavía son inciertas y carecen de un reconocimiento magisterial explícito. Pero, según una inteligencia creyente de la condición humana, hay que observar que el dato primario de la experiencia cristiana no es el pecado, sino la «gracia», es decir la bondad gratuita de Dios que se nos dio por medio de Cristo y que se nos sigue dando por medio de la sacramentalidad de la Iglesia. Es posible comprender la gravedad del pecado por la grandeza del amor divino que se vio rechazado. Una vez afirmado este dato primordial, el pecado se presenta inevitablemente como lo que se contrapone al « misterio de elección n, como la otra cara de la medalla, que copia las líneas, al revés, del misterio de la gracia. Se presenta como «ruptura con Dios», como estado de alejamiento del amor divino, y como «ruptura humanan, ya que el hombre anda dividido dentro de sí en sus instintos de posesión y de dominio, en sus egoísmos. La perspectiva cristocéntrica de la historia humana tiene como consecuencia directa un optimismo salvífico. En efecto, si es verdad que los hombres nacen en un mundo marcado por el pecado y por sus consecuencias, es igualmente verdad que nacen en un mundo en el que está presente la gracia de Cristo que, como dice san Pablo, es más fuerte que el pecado.

En la predicación y en la catequesis no está contraindicado designar el pecado original originado como una alienación de Dios, como una incapacidad de orientar la existencia hacia Dios, etc.; y el pecado original originante como pecado de la humanidad y pecado del hombre. Estas expresiones dejan en la sombra las cuestiones que no han sido resueltas por la revelación y que designan acertadamente la catástrofe que pesa sobre todos los hombres, incluso antes de su toma de posición original.

I Sanna

Bibl.: p, Schoonenberg, El hombre en pecado, en MS. 11, 946-1042; P Grelot, El problema del pecado original, Herder, Barcelona 1970; H. Haag, El pecado original en la Biblia y en la doctrina de la Iglesia, FAX, Madrid 1969; M. Flick - Z. Alszeghy, El hombre bajo el signo del pecado. Teología del pecado original, Sígueme, Salamanca 1972; L. Ladaria, Teología del pecado original y de la gracia, BAC, Madrid 1993, 55-131.