NOVIAZGO
VocTEO
 

Se entiende por noviazgo el período de tiempo en que un joven y una joven comienzan una relación amorosa, que los lleva progresivamente a madurar entre ellos la voluntad de pertenecerse de manera total, exclusiva y definitiva en el matrimonio.

Desde el punto de vista cristiano, este conocimiento y voluntad gradual de pertenecerse es un signo de gracia: el amor que nace y crece entre los novios es va un instrumento con que el Espíritu Santo va transformando su unión en aquella unidad esponsal a imagen del amor de Cristo y de la Iglesia a la que dará plena actuación el sacramento del matrimonio. Esta condición de vida se caracteriza por una espiritualidad particular, la espiritualidad del noviazgo, entendida como itinerario de fe hacia el sacramento y hacia la vida cristiana de la pareja.

En estos últimos tiempos el noviazgo ha sufrido profundas transformaciones respecto al pasado, Incluso el término va desapareciendo. No se trata sólo de una evolución del lenguaje, sino de un cambio de costumbres.

Las expresiones nuevas ( «tengo un chico/a», «salgo con un muchacho/a», «voy con uno/a») parecen ignorar la relación con la sociedad y la orientación hacia el futuro, para subrayar por el contrario, la dimensión de la interpersonalidad libremente escogida e intensamente vivida en el presente. La Iglesia siempre se ha mostrado sensible al problema de la preparación de los jóvenes al matrimonio. Su acción, que ha pasado por etapas sucesivas y que ha tomado diversas modalidades en el tiempo, ha recibido un impulso decisivo en el Vaticano II, donde se considera el estado conyugal como una vocación y el noviazgo como el primer momento de este estado de vida (LG 11; 35; 41; GS 48; 49: 52). La encíclica Familiaris consortio, de Juan Pablo II (1981), señala en la parte cuarta que la preparación al matrimonio (remota, próxima, inmediata) abarca toda la vida que precede al matrimonio y ha de desarrollarse en un contexto comunitario. Se invita a toda la comunidad eclesial a acercarse y a actuar con los jóvenes que se están preparando para decir "sí» a la llamada de Dios, que surge espontáneamente de la naturaleza y que pide ser iluminada por la Palabra revelada en Cristo.

Esta visión del amor a la luz de la Palabra y de la vida de Cristo permite entrar en la comprensión más profunda y completa del amor. De esta manera los novios encuentran en la Palabra de Dios una clave de lectura de lo que está sucediendo en ellos y encuentran indicaciones claras sobre el camino que tienen que recorrer.

La Palabra de Dios engendra ante todo confianza en el amor. Si Dios es amor y el hombre está hecho a su imagen, cuanto más intensamente viven el hombre y la mujer la experiencia del amor, tanto más realizan su vocación.

La Palabra de Dios hace reconocer además el amor verdadero, entendido no como cerrazón de la persona en su emoción amorosa, sino como apertura a la relación oblativa de pareja. Pero más todavía revela el amor verdadero, liberando a la pareja de la ilusión de una autosuficiencia que excluya cualquier otra relación. Toda relación humana, incluso la conyugal, puede ser verdadera, o sea portadora de vida, si se vive en relación con Dios y en comunión de vida con los hermanos. Todo esto incluye la adquisición de las virtudes que regulan los diversos aspectos de la vida. Aquí tienen importancia primordial las virtudes cardinales (prudencia, justicia, fortaleza y templanza), en cuanto que sirven y disponen para el amor.

El tiempo del noviazgo se convierte de este modo en un tiempo activo en el que se revisa totalmente la propia vida y se la modifica para hacer que sea toda ella un instrumento vivo del amor.

De nada serviría sentir, gozar, desear la emoción amorosa, si luego ésta no se orienta a la persona amada. El amor lleva en sí mismo una gran fuerza de renovación, ya que pide «lograr la unidad completa con el amado» (lo cual supone un trabajo de eliminación de todo lo que impide lograr esa unidad), y «hacer bien al amado» (lo cual impulsa a eliminar de uno mismo todo lo que pueda desilusionar o amargar al otro y a construir en sí mismo lo que el otro espera de nosotros). Pero como cualquier otra fuerza natural humana, también este impulso a cambiar necesita apartarse del terreno inestable de la espontaneidad y tiene que ser asumida en el compromiso y en la responsabilidad de la pareja para abrirse a la dimensión social y eclesial, El itinerario de los novios se revela entonces como un camino que afecta a todos los aspectos de la persona y la obliga a tomar conciencia de lo que todavía no es; y también la induce a transformarse según las exigencias del amor y del proyecto de vida que Dios ha puesto en la experiencia del amor.

En este tiempo de compromiso y de gracia es posible encontrar hechos que dificulten u obstaculicen el camino de los novios : entre estos hechos hemos de citar el significado de la sexualidad en el noviazgo y en particular el problema del gesto físico del encuentro sexual. La respuesta a este problema la sugiere la toma de conciencia de las realidades contenidas en el mismo gesto de la sexualidad genital. Analizando este gesto, se constata que lleva en sí mismo -a su manera- una triple capacidad: engendra placer, une y procrea.

Se comprende entonces cómo el gesto de la intimidad física adquiere su significado humano y su verdad plena, y también, por tanto, su bondad moral, cuando se realiza en un contexto de vida estabilizado en el amor, es decir, cuando el amor se ha convertido en "estado de vida» va que sólo entonces es posible realizar todos los significados contenidos en el gesto de la sexualidad genital.

G. Cappelli

Bibl.: G. Muraro, Noviazgo, en NDTM, 1239-1250; M. Vidal - J Kohne, Sexualidad prematrimonial, Sígueme, Salamanca 1974; M. Vidal, Moral y sexualidad prematrimonial, PS. Madrid 1987; AA, VV.. Nueva pastoral prematrimonial PS. Madrid 1981. J M. Vigil, Plan de pastoral prematrimonial, Sal Terrae, Santander 1988.