MODERNISMO
VocTEO
 

Con el nombre modernismo entendemos la tendencia en los comienzos del siglo xx a conciliar el patrimonio del cristianismo con las exigencias de la cultura y de las ciencias de la época, que culminó con su condenación por parte de pío X en el decreto Lamentabili y en la encíclica Pascendi (1907). Ya durante el pontificado de León XIII no pocos pensadores católicos intentaban adecuarse a los resultados de las recientes investigaciones de la historia comparada de las religiones y de los dogmas, de la filología de los textos, de la arqueología bíblica, para ofrecer una apologética del cristianismo conforme con las necesidades de los tiempos nuevos. En el campo bíblico los representantes principales son A. Loisy (L'Evangile et l'Eglise, 1902), en Francia, y G. Tyrrell ( 1909), en Inglaterra.

El principio fundamental del modernismo no consiste tanto en la oposición a alguna que otra de las verdades reveladas, sino en el cambio radical de la noción misma de «verdad», de «religión» y de «revelación» La esencia de este cambio está en la aceptación incondicionada del « principio de la inmanencia» como fundamento del pensamiento moderno. Pero este principio teorético raras veces se encuentra expresado por los promotores del modernismo de forma sistemática, ya que se entregan preferentemente a la investigación positiva de la historia de la Iglesia, de los dogmas y de la Biblia. Sin embargo, la orientación crítica que siguen en sus investigaciones está dominada por aquel principio que abandona sin residuos la verdad cristiana a la contingencia de la cultura humana y de la experiencia subjetiva.

La encíclica Pascendi declara perentoriamente que el modernismo, debido a su profesión de subjetivismo radical, va más allá de toda religión en su agnosticismo absoluto y que por tanto acaba en el ateísmo. Los errores del modernismo, denunciados ya por el decreto Lamentabili (DS 3401-34661, se recogen en la Pascendi con una exposición clara de los principios de la doctrina católica. La parte doctrinal de la encíclica se divide en tres puntos, en los que se analizan las tres principales etapas o fases del error o, mejor dicho, tal como señala la encíclica, las diversas personalidades que se funden y entrecruzan en los promotores del modernismo: el filósofo, el creyente, el historiador, el crítico, el apofogeta, el reformador (cf. DS 3475-3500). A esta parte dogmática, la más amplia y elaborada, le siguen las instrucciones disciplinares que los obispos deben llevar a cabo en la elección de los profesores en los seminarios y para el incremento de los estudios filOsóficos, teológicos y materias profanas auxiliares.

Con el motu proprio Sacrorum antistitum (1910) pío X introducía un juramento antimodernista (DS 3537-3550). Las polémicas en torno al modernismo se acallaron bajo la autoridad de Benedicto XV en 1914.

La desviación primordial del modernismo fue la pretensión de adquirir la posesión de Dios-verdad por el camino práctico-afectivo, prescindiendo tanto del camino intelectual como del de la vivencia ascético-mística. Pretendió reducir la verdad teológica a pura expresión del sentimiento íntimo vital.

T Jansen

Bibl.: N. Provencher Modernismo, en DTF, 1013-1017. E. Touron, Modernismo, en DCDT 922-929; E, Poulat, La crisis modernista (Historia, dogma y crítica}, Taurus, Madrid 1974: R Aubert, La crisis modernista, en HdI, VIII, 586-668: R, García Haro, Historia teológica del modernismo, EUNSA, Pamplona 1972.