MISTERIO
VocTEO
 

Del griego mystérion, este término suele utilizarse en teología con dos significados. El primero, de carácter intelectualista, sirve para indicar una verdad inaccesible a una comprensión humana exhaustiva (baste recordar las expresiones "misterios del cristianismo", «el misterio de la Trinidad», etc.).

El segundo significado es el de cualificar a ciertos actos cultuales, en el sentido de que se considera que la celebración litúrgica está cargada de una presencia sobrenatural y , por tanto, de unas reales posibilidades salvíficas, aunque imperceptibles.

El significado de algo arcano, secreto, particularmente sagrado, ordinariamente inaccesible a la inteligencia humana, lo encontramos en el Antiguo Testamento (Eclo22,22; 17 16-1721. 2Mac 13,21; Dn2,18; Ap 1, 20,'. 177). En el Nuevo Testamento el término mystérion está presente sólo 28 veces, especialmente en Pablo. En la triple tradición sinóptica el término no tiene un relieve especial: "A vosotros se os ha dado conocer los misterios del reino de los cielos, pero a ellos no" (Mt 13,11), donde "los misterios..." deben interpretarse bien como el significado oculto de las parábolas, o mejor como la irrupción concreta del Reino mediante la palabra y la acción de Jesús, y percibido por los discípulos con la fe.

Según Pablo, el misterio, visto en su devenir, es un proyecto divino global, que tiende a una realización progresiva lo más amplia posible, tanto en extensión como en intensidad, con la perspectiva de un cumplimiento final inevitable. El escondimiento es la etapa fontal del misterio (1 Cor 2,7. Rom 16,25; Col 1,26; Ef3,9): el misterio participa de la naturaleza misma de Dios, Pero desde siempre Dios ha preordenado el desvelamiento y la comunicación de su sabiduría a los hombres. Lo que estaba callado y escondido, es va cosa conocida y al alcance de la mano de todos. El misterio tiende, por su naturaleza, a una propagación de dimensiones universales. El misterio cristiano requiere una publicidad: para todos los paganos (Rom 16,26), para "iluminar a todos" (Ef 3,9). Y nada está va libre del destino del compromiso testimonial cristiano: el horizonte es cósmico (Ef 3,10). Pero hay también un camino que va del hombre al misterio, Se trata de la apropiación subjetiva del misterio y de los medios disponibles para ese fin. Aunque en los textos paulinos la apropiación parece ser substancialmente un hecho cognoscitivo, y por tanto intelectivo, lógicamente el misterio de Dios tiene que vivirse, sentirse, amarse, practicarse. El misterio pertenece siempre a la esfera de lo divino, y la aproximación al mismo es, al mismo tiempo, un acercamiento a Dios: tanto el momento del anuncio como el de la experiencia íntima suponen un encuentro con Dios.

Hasta el siglo IV, en los escritores cristianos el término mystérion conserva siempre su sentido bíblico original, pero se advierte también una evolución significativa del pensamiento. Y a Ignacio de Antioquía llama mystérion no sólo a la persona de Jesús, sino asimismo a los acontecimientos de su muerte y resurrección. En los apologistas la palabra sigue siendo de uso corriente para indicar los cultos mistéricos paganos y las doctrinas gnósticas, pero en la- terminología cristiana empieza a significar los hechos fundamentales de la redención (como el nacimiento o la crucifixión), así como las figuras y los acontecimientos veterotestamentarios de carácter tipológico. Justino, a pesar de que no usa nunca el término mystéria para indicar las celebraciones cultuales cristianas, compara y opone los misterios paganos con los sacramentos. Lo mismo hace Tertuliano. Como los misterios paganos hacen presentes, en las celebraciones sagradas, el destino y las acciones de sus dioses, haciendo participar a quienes los celebran de la suerte de la divinidad, así también en el rito simbólico de la celebración sacramental cristiana el acto salvífico, histórico e irrepetible de Cristo es reproducido y se hace presente en el culto.

En Clemente Alejandrino se da una primera adaptación de la palabra mystérion a la fe y a la praxis religiosa cristiana, partiendo del culto que se rinde a los dioses falsos, llamado mvstérion por ser representación de las cosas sagradas mediante signos sensibles. Cristo es el mistagogo que conduce al iniciado desde los "pequeños misterios," (como la creación del mundo) a los «grandes misterios », que sólo pueden ser comunicados mediante parábolas, para dejarlos a salvo de las profanaciones. También en Orígenes se advierte una exégesis análoga del término «misterio» De todo lo dicho se comprende con mayor facilidad por qué la palabra mystérion llegó a aplicarse a los ritos de santificación cristiana: mystérion se convierte en la designación precisa de los sacramentos. La realidad del misterio de la salvación vuelve a encontrarse en la pequeña historia salvífica del rito sacramental. A veces, en los siglos posteriores, llegó a designarse el dogma como mystérion : en cuanto tal, nunca podría desvelarse a la inteligencia, ni siquiera a la del creyente, ya que de lo contrario se vería profanado por la discusión o, lo que es peor, por la incomprensión de los herejes. La lamentable consecuencia a la que condujo esta concepción del misterio fue que quedó separado del kerigma, siendo así que san Pablo lo había subordinado estrechamente al mismo, El término, en su contenido bíblico tan rico y fundamental, ha vuelto a tener hoy una posición central, gracias entre Otras cosas al uso que hace del mismo la Constitución del Vaticano II Sacrosanctum concilium (nn. 5-6) y la reforma litúrgica posconciliar: indica la acción salvífica de Cristo y su proclamación y realización en el culto de la Iglesia, en toda la actividad eclesial y en la vida de los cristianos, como realidad central y unitaria de la fe y de la vida cristiana.

R. Gerardi

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