MÉTODO TEOLÓGICO
VocTEO
 

En el sentido más restringido de la palabra, se indica con "método" un procedimiento de investigación ordenado, repetible y autocorregible, de tal manera que haga posible la obtención de resultados válidos. Este significado vale también para la teología, bajo el aspecto por el que ésta se configura como reflexión crítica, metódica y sistemática de la fe de la Iglesia. Él iniciador de una metodología teológica (llamada también "gnoseología teológica»), en el sentido más cercano a lo que se entiende por esta expresión, fue el dominico Melchor Cano (t 1560), en cuyo tratado De locis theologicis se planteó expresamente el problema de la invención de las fuentes del trabajo teológico (loci propri), que constituyen e interpretan la divina revelación, (loci alieni). Sin embargo, va en los primeros siglos del cristianismo, la lucha contra el gnosticismo exigió la elaboración de criterios concretos para la defensa de la fe cristiana. Podemos recordar además el Commonitorium de Vicente de Lérins. La historia de la teología presenta diversos modelos de reflexión teológica que implican diversidades metodológicas. Si recuerdan, por ejemplo, el modelo gnóstico-sapiencial que es propio de la Biblia y de los Padres, que llega hasta la Edad Media y que, centrado totalmente en el misterio de Cristo, atiende a la historia de la salvación; el modelo escolástico, en sus diversas articulaciones y corrientes, empeñado principalmente en la profundización del dato de fe sacado de la Escritura, de la Tradición y de la vida de la Iglesia, que opera en un marco de pensamiento de inspiración filosófica prevalentemente aristotélica; el modelo postridentino de los manuales, caracterizado por la demostración apologético-histórico-crítica del dogma católico contra los protestantes, en el que se elabora un procedimiento teológico total basado en los principios de fe, de los que se deducen las consecuencias, por medio de la especulación escolástica. Son muchos los factores que han de señalarse en el nivel filosófico (positivismo, idealismo, marxismo, fenomenología, existencialismo, neopositivismo), antropológico (desarrollo de las ciencias humanas), histórico-crítico (método filosófico-crítico), socio-político (secularización y secularismo), intercultural (relaciones entre las diferentes culturas) e interconfesional (diálogo ecuménico e interreligioso), que han llevado a un replanteamiento de la metodología teológica. La voluntad de una renovación se hizo sentir va en la fase de celebración del concilio Vaticano II, en el que no faltó una reflexión explícita sobre el tema.

El texto fundamental en este sentido es el de Optatam totius 16, donde se piensa en la enseñanza de las disciplinas teológicas «dentro de una visión de conjunto vital global, de cuño claramente gnóstico-sapiencial... y en la línea del concretismo, vitalismo, operativismo modernos. En él se reconoce claramente la dimensión no sólo científica, en el sentido aristotélico y moderno de la palabra, sino también especulativo-ontológica, de la teología, que ha de hacerse, se dice, sancto Thoma magistro; más aún, la teología misma se considera en función de la vida total concreta de la Iglesia, de los fieles y del teólogo» (C. Vagaggini). Este procedimiento supone que todo el trabajo teológico ha de estar animado y sostenido por la sagrada Escritura. Las diversas etapas prevén el estudio del tema bíblico, la ilustración de la aportación reflexiva ofrecida por la tradición patrística y por la historia del dogma en el contexto de la historia de la Iglesia, la profundización especulativa, la exposición dirigida a mostrar el nexus mvsteriorum inter se y su integración en las diversas formas de la vida de la en Iglesia (sobre todo litúrgica y espiritual), la responsabilidad teológica frente a los problemas del hombre contemporáneo. Estas meras indicaciones no bastan para hacer ver cómo la elaboración de un método en teología tiene su especificidad concreta. En efecto, su punto de partida, a diferencia de la filosofía, es «dogmático» en el sentido de que se identifica con la Palabra de Dios, entendida globalmente, que nunca podrá poner en discusión la reflexión teológica sin fallar a su estatuto epistemológico, a su misma constitución de inteligencia de la fe. Esta Palabra de Dios es la que exige ser intellecta, es decir, conocida y comprendida cada vez mejor. En esta inteligencia de la fe la teología procede con su propio método (fides quaerens intellectum). Los dos momentos principales de su actuación son el momento positivo del auditus fidei (toma de conciencia de la fe de la Iglesia a través de su desarrollo histórico a partir del tema bíblico) y el momento reflexivo del intellectus fidei en sus niveles explicativo, especulativo y actualizante. Estos dos momentos pueden organizarse de varias maneras; de todas formas, se apelan mutuamente y están siempre presentes en toda reflexión que tenga un valor teológico auténtico. Así pues, el objeto del trabajo teológico es la fe de la Iglesia en su referencia a la divina revelación, respecto a la cual la teología se pregunta sobre el quid sit: ¿qué es lo que significa?, ¿cómo puede interpretarse y hacerse inteligible para el hombre?, ¿cómo destacar la importancia interior que tiene para él? En estas preguntas, el sujeto es la misma comunidad eclesial, en cuyo interior y en cuya comunión vive y está colocado el mismo teólogo. El predicado es la exigencia concreta de comprender la vida y el pensamiento de la Iglesia en su apelación a la revelación y al misterio de Dios. Otras cuestiones particulares que tienen que ver con el método teológico son las de la relación teología-filosofía y la relación teología-Magisterio.

M. Semeraro

Bibl.: R. Fisichella, Método, en DTF 908934; Íd., Introducción a la teología fundamental, Verbo Divino, Estella 1993. Y -M. Congar, L4 fe y la teología, Herder, Barcelona 1970; B. Lonergan, Método en teología, Sígueme, Salamanca 1988; Z Alszeghy - M. Flick, ¿Cómo se hace la teología?, San Pablo, Madrid 1976.