MARTA/MARÍA
VocTEO
 

El binomio «Marta y María», hermanas de Lázaro (Lc 10:28-38; in 11,13) y residentes en Betania (in 11,1), ha tenido en la tradición cristiana un amplio desarrollo teológico-espiritual debido al episodio que se nos narra en Lc 10,38-42, con acentuaciones a veces poco halagueñas para Marta, vista como el prototipo de la persona metida en el activismo inmoderado y absorbente. En realidad, de in 11,17-44 resulta que Marta no ignora ni descuida el papel de María: sale al encuentro de Jesús (y. 20), manifestándole toda su fe y confianza (vv. 21-22) y recibiendo por ello la revelación sobre Cristo « resurrección y vida» (vv. 25-26). Además, el texto de Lc 10,38-42 subraya sólo esencialmente la inutilidad de las preocupaciones por las cosas materiales y por los asuntos de este mundo (12,2231; cf. Mt 6,25-34) y la importancia de escuchar la palabra de Jesús.

María, según in 12,3-8, es la mujer que ungió a Jesús con un ungüento precioso en Betania. De los datos evangélicos, que nunca la presentan como pecadora, no se deduce ningún motivo para identificarla con María de Magdala, la que fue liberada por Jesús de la posesión diabólica (Mc 16,9; Lc 8,2), o con la pecadora anónima de Lc 7 3750. La tradición griega (padres y liturgia) hasta hoy las han considerado siempre distintas. En la latina, por el contrario, el papa Gregorio Magno fue el primero en identificarlas en una sola persona, a la que llamó María Magdalena; lectura que pasó a ser común entre los autores posteriores, exceptuando a Pascasio Radberto, a san Bernardo y a Nicolás de Clairvaux. Hoy la crítica histórica y bíblica tiende cada vez más a distinguir tres personajes.

En la perícopa de Lc 10,38-42, Marta y María representan con claridad el papel de dos «tipos», especialmente si en el v. 42a se escoge la lección breve que hoy se sigue más («hay necesidad de una cosa solamente»), que sugiere una interpretación espiritual y liga mejor con la frase de Jesús sobre María (y 42b), que en las intenciones de Lucas quiere subrayar el alcance doctrinal del episodio.

-María, por su actitud de absorción total en la escucha de la palabra de Cristo, junto con la frase de Jesús de que esto es lo mejor (y. 42b), representa el tipo del discípulo auténtico de Cristo, tema predilecto de Lucas (ella, «sentada a los pies de Jesús, escuchaba su palabra». y. 39, posición que en la antigüedad constituía la típica actitud del discípulo ante el maestro), que da a la palabra de Jesús la primacía absoluta (6,47-49. 8,19-21. 11,27-18; cf. Mt 724) y anhela cultivar las disposiciones de animo necesarias para que la semilla de la palabra evangélica pueda fructificar plenamente en su vida (8,15). Marta, por el contrario, es el tipo del que se deja llevar por la inquietud y dominar por la dispersión psicológica con la consiguiente distracción de aquello a lo que se querría sin embargo dirigir la atención y con el resultado de infravalorar la importancia primaria de la divina palabra en sus imperativos más urgentes.

El sentido inmediato de la perícopa no contempla, por tanto, la contraposición entre la vida activa y la contemplativa. La parábola del buen samaritano, que viene inmediatamente antes (10,25-37), demuestra realmente que también las diversas actividades de la vida diaria pueden verse animadas por las motivaciones del amor evangélico. Sin embargo, la tradición cristiana se ha movido en la justa dirección cuando los Padres de la Iglesia y los autores espirituales, destacando el aspecto tipológico de las dos figuras evangélicas, que está contenido en el texto, han visto en María el prototipo de la actitud absorbente y satisfactoria del contemplativo, totalmente inmerso en la escucha exclusiva y vital al Señor, mientras que vieron en Marta el tipo del que se expone a los riesgos de una actividad incontrolada, siempre que no conceda la debida prioridad a la Palabra del Señor. Pero tanto una visión como la otra se completan mutuamente en el misterio de la vida cristiana: si Marta « no hubiera escuchado al Verbo, no se habría encargado del servicio», y María, a su vez, «supo alcanzar la gracia inmensa de ungir los pies de Jesús por el ejercicio perfecto de las dos virtudes» (San Ambrosio, Expos. in Lucam 1, 9).

A. Dalbesio

Bibl.: J. A. Fitzmyer, El evangelio según Lucas, 111, Cristiandad, Madrid 1986, 292-301; F, Puzo, Marta y María. en Est Ecl 34 (1960) 651-657., AA. VV . Acción y contemplación. Speiro, Madrid 1975; P. Alonso, Los papas hablan a los monjes, Zamora 1980.