LEVÍTICO
VocTEO
 

Es el tercer libro de la Biblia, que forma parte del Pentateuco. El nombre en español se deriva de la traducción griega de los Setenta Leuitikón, en la Vulgata latina Leviticus. En hebreo se le llama Wayyikra, que es la primera palabra del Líbro: «y dijo» Probablemente el título depende del hecho de que el contenido normativo del libro se refiere de manera peculiar a la tribu de Leví.

La suficientemente clara subdivisión del libro da razón de este contenido: cc. 1-7: leves sobre los sacrificios: cc. 8- 10: inauguración del culto; cc. 1 1 15: leyes sobre la pureza; c. 16: rito de la fiesta de la expiación: cc. 17-26: código de santidad, con leyes de diverso género, desde las cultuales hasta las higiénicas, las sexuales, las morales de diversos ámbitos; c. 27: apéndice final.

El libro, con sus dos posibles revisiones y las glosas sucesivas, tiene una historia redaccional que va desde los primeros años del destierro (siglos VI-1 a.C.) hasta la mitad del siglo III a.C, El texto original del que proceden nuestras versiones es el texto masorético hebreo, que tiene como fuente principal el manuscrito de Leningrado B 19a, confrontado con los fragmentos de la cueva 11 de Qumrán, con el llamado Pentateuco samaritano y los códices mayores (Sinaítico y Vaticano) de la traducción griega de los Setenta.

El mensaje de este libro, fruto de la escuela sacerdotal (sigla P, de la palabra alemana Priesterkodex), del siglo VI-V, sin otras tradiciones y redacciones más antiguas, está lleno de una gran esperanza, como ocurre con toda la teología sacerdotal del Tetrateuco (cuatro primeros libros de la Biblia). Si por un lado la exposición legislativa sobre la pureza y la impureza, y luego sobre la santidad-sacralidad, puede verse como una defensa de Israel frente a las contaminaciones idolátricas de los otros pueblos, por otro lado todo el libro está vivificado por la presencia de la gloria de Dios en Israel. El Levítico nos manifiesta en el don de la ley y en las prevenciones contra el pecado la divina condescendencia: esta divina presencia tiene que ser acogida y mantenerse estable. Los tiempos sagrados, especialmente el sábado, son un lugar teológico para la esperanza de la restauración de Israel. El sábado es prenda de paz para toda la tierra. En este sentido el Levítico es profecía respecto al Nuevo Testamento: «Hay pues, un descanso definitivo reservado al pueblo de Dios... Apresurémonos, por tanto, a entrar en este descanso, para que nadie caiga en aquella misma desobediencia» (Heb 4,9.11).

L. Pacomio

Bibl.: L. Alonso Schokel, Pentateuco 11 Levítico, Números, Deuteronomio, Cristiandad, Madrid 1970; G. G, Fournelle, El Levítico, Mensajero/Sal Terrae, BilbaoiSantander 1990; A. Ibáñez Arana, Levítico, Texto y comentario, La Casa de la Biblia, Madrid 1990.