HADO
VocTEO
 

Del latín fatum («lo que ha sido predicho») indica una forma de determinismo que lee los hechos de la historia más allá de una lógica casual e independientemente de la voluntad de los hombres. El hado de los antiguos griegos estaba inexorablemente ligado a su ser dado va desde siempre: en los mitos es el señór indiscutible de las vicisitudes cósmicas, garante de un equilibrio comprometido por la irracionalidad politeísta. En la imaginación religiosa regula la existencia del individuo y, en el mundo de los mitos, el culto a la tyché sustituye a las religiones tradicionales, convirtiéndose en la « personificación de una realidad inquietante» (J Giblet).

Relacionado con un fatalismo astrológico interpreta el destino del hombre, que en el terreno ético va unido a la responsabilidad. Para los estoicos tiene un carácter ahistórico y supratemporal y gobierna el mundo con la providencia que hay que aceptar sabiamente. En Nietzsche, el amor fati es la repetición indefinida de lo idéntico, que lleva al superhombre a aceptar la necesidad del retorno. En la teología protestante la concepción fatalista está presente en la teoría de la predestinación, en donde la voluntad del hombre queda aplastada por la voluntad de Dios.

C Dotolo

Bibl.: Fatalismo, en DF 1, 636-637; Destino, en DRC, 1, 498-500.